Capítulo XII
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y el libro completo en Patreon.com/chispasrojas.
Capítulo XII. El Bosque Ondulado
Sin monturas, el grupo partió al amanecer del pueblo montañés de Azmar, tomando la ruta que atravesaría el bosque. Cargaban mochilas de viaje con ropa, con provisiones de comida, armas enfundadas y colgadas tras sus espaldas, así como bastones con los que atravesar mejor la maleza. Iban acompañados por el león blanco de Ronan, que sirvió como auxiliar para cargar algunas cosas más, como utensilios de cocina y la carpa enrollada.
—Volver a estirar las piernas siempre sienta bien —reconoció el Enano.
—Decidlo por vos, que tenéis a Ventisca para descansar. El resto moriremos por las agujetas —rebatió Darien, tan alegre como siempre.
—No creáis que los bosques tienen mi devoción. Espesa maleza, copas de árboles que llegan a lo más alto, y puestas de sol eclipsadas desde el interior.
Taehyung y Namjoon compartieron una mirada cómplice mientras caminaban. Justo lo que los feéricos adoraban.
—Si quieres recuperar tu forma feérica, lo entenderé —musitó Taehyung a su lado—. Puedes viajar en mi bolsillo.
—No pienso darle el gusto a ese Enano de dejar de ser el más bajito.
El Elfo soltó una risita mientras caminaban, Jungkook les miró de soslayo, sintiendo habitual su cuchicheo y risitas desde que Namjoon había regresado.
Todavía quedaban unas horas hasta llegar al bosque, y mientras caminaban bajo capuchas, una brújula en la mano de Jungkook marcaba los puntos cardinales y el mapa era revisado a cada tanto por él y Ronan. El paisaje empezaba a transmutar, abandonando los parajes escarpados, las cordilleras salpicadas por pinos azules y la visión de la elevada montaña que colindaba con Azmar. El horizonte daba paso a campos más abiertos, menos áridos, y con más zarzales. Cedros de hojas afiladas y madera fragante, cipreses alargados, de corteza rojiza, con piñas redondeadas, y arces menores.
Taehyung arrancó un par de piñas que cabían en la palma de su mano, le ofreció una a Namjoon y la otra se la guardó en el bolsillo del pantalón.
Unas horas tomaron caminando hacia el horizonte hasta ver la linde del Bosque Ondulado. Verde oscuro, salpicada por árboles enormes y alargados, cuyos troncos se encontraban curiosamente torcidos. Cuanto más se acercaban, más llamativo era el paraje rociado por la zarza, las hojas ocres y amarillentas del suelo, el musgo sobre las rocas y el ambiente espeso.
—Caramba, mirad eso. Es como si les hubieran soplado hasta quedar curvados —expresó Jungkook con los ojos muy abiertos.
—¿Será por eso que lo llaman Bosque Ondulado? —formuló Darien.
Sus pasos les adentraron en el bosque, donde el aroma se volvía más intenso. Namjoon cerró los ojos sintiendo cómo todas las membranas nasales se hacían a un lado para dejarle apreciar los verdaderamente sutiles olores del bosque: el musgo en las zonas húmedas, la tierra marrón oscura hundiéndose a cada suave paso bajo las suelas de sus botas, el romero que estaba cerca, el humo de alguna hoguera lejana con resquicios a brasas y leña, la hierba cortada, la amalgama de aromas florales emanando y entremezclándose entre sí, la resina que fluía del tronco agujereado de un árbol. Incluso el calor del sol refractando en una piedra. Las copas eran bien altas, creaban un microclima y una atmósfera única en cada bosque. Y aquella sensación era deleitable, especialmente para un Elfo y un hada que extrañaban tantísimo el precioso y mágico valle en el que siempre habían estado.
Taehyung apoyó una mano en un tronco de árbol, y percibió el nivel vibratorio tan sutil que le elevaba a niveles superiores de conciencia. Ese sexto sentido, más allá de los brotes, de las flores, la savia o los frutos. Las cortezas de los árboles del Valle de la Estrella siempre susurraban cosas, pero aquellos estaban dormidos. Lo único que oía era el canto del mirlo en la distancia.
Al abrir los ojos, Taehyung espiró profundamente y encontró a Jungkook escudriñándole de cerca.
—¿Qué percibís?
—Es un buen bosque. No ha visto demasiados soles, pero tampoco es joven.
Jungkook posó una mano en el mismo árbol, próxima a la suya, donde sus pulgares se enfrentaron. Cerró los párpados, y... realmente no sintió nada.
Al volver a abrir los ojos, Taehyung presenció el desánimo en su rostro.
—¿Se puede saber qué intentáis hacer? —tanteó curioso.
—Oír al árbol. Necesito creer que las cosas extraordinarias también son posibles.
La expresión de Taehyung marcaba unos rasgos dulces, de ojos verdes y gratos. La capucha y los mechones de cabello oscuro salpicaban su frente, donde una tiara trenzada y reluciente trazaba una media luna. Él extendió una palma y la posó de improvisto en su mejilla, ahuecándose entre el pómulo y un lateral de la mandíbula.
—Estar limitado por vuestra naturaleza no es tan malo. La clave es seguir buscando, mirando con los ojos abiertos, y siempre con hambre.
Los ojos de Jungkook oscilaron sobre los suyos con una suave llama, un hormigueo empezó a subirle por la piel hasta llegar a los pómulos, donde notó un ligero y desconocido rubor. Mientras lentamente Taehyung dejaba caer la mano, el humano se esforzó en ocultar la tensión detrás de una expresión serena.
Luego el Elfo retrocedió un paso; consciente del gesto inusual que había cometido. Pasó de largo frotándose suavemente las yemas que todavía cosquilleaban por el tacto del rostro de Jungkook. Su corazón le zarandeaba el tórax enérgicamente.
—Taehyung, ¡encargaos de vuestro asistente! ¡Está comiéndose una hoja de roble!
Namjoon paralizó su mandíbula y no movió ni un músculo del rostro.
—No es lo que parece —encubrió.
—¿Sabe bien?
Entonces continuó masticando.
—La esperaba más verde.
—¿Puedo probar una de esas?
—Pues no. Continuad caminando, su alteza —el feérico le agarró por los hombros, redirigiendo su paso.
Darien se ayudaba en la caminata con uno de los bastones en el suelo, mientras caminaban por el extenso bosque.
—El problema no es el problema. El problema es tu actitud sobre el problema. ¿Lo entiendes? —Ronan discutía con él.
—Perdonad, pero aún le guardo valor a mis piernas. Este terreno es farragoso, y tanto árbol y raíz me está dando náuseas.
—Darien, tú siempre tan delicado —agregó Jungkook, uniéndose a su paso.
Al atardecer, notaron la puesta de sol mientras el bosque se oscurecía. Antes de que fuera demasiado tarde, se pusieron manos a la obra para hacer un fuego, se asentaron en las enormes raíces de un árbol, Ronan empezó a preparar la candela y Jungkook prendió las dos antorchas con las que se había hecho, que posteriormente situó en dos extremos opuestos del campamento establecido.
Darien se encontraba acuclillado, sacando los utensilios de cocina, mientras Namjoon daba una vuelta por los alrededores. Todo estaba cubierto de musgos, los insectos empezaban a cantar y un búho esporádico entonaba su grave chucheo.
Jungkook giró la cabeza y vio a Taehyung aproximarse a él con el arco y carcaj colgados de la espalda. Pasar la noche en un bosque era muy distinto a una llanura, o zonas más desangeladas y montañosas. En esos lugares siempre había animales, desde mapaches a conejos, ciervos, aves que sacudían las alas, y tal vez, el peligro de algún oso pardo.
—El fuego ahuyentará a los animales —dijo el humano.
—¿Os preocupan los ojos que pueden deleitarse con vos durante la noche? —formuló Taehyung en voz baja.
Los labios de Jungkook se torcieron con un chispeo de diversión.
—No me preocupan las bestias, pero prefiero no tentar a la ávida suerte.
Entonces, el Elfo pasó junto a su hombro con un sutil roce, afinando los alargados párpados que sostenían la mirada fija sobre él. Jungkook le siguió así mismo embelesado, atolondrado por él.
—Hay depredadores nocturnos que podrían lanzarse sobre vos. Nunca conocéis del todo los misterios de un bosque —le contó el ojiverde como un secreto—. Y podría suceder cuando menos lo esperáis. En cuanto bajéis la guardia, cerréis los ojos o suspiréis por alguien más... Así sean por dos segundos...
El pelinegro exhaló una leve sonrisa, desviando su rostro. Su corazón cabalgaba rápido, y se preguntaba, ¿tenía Taehyung idea de lo que le provocaba que le hablara con esas formas?
—¿Por quién más podría suspirar? —se aventuró a decir, con un sutil flirteo.
—No os preocupéis, Jungkook —agregó Taehyung juguetonamente—. Yo os protegeré con mi arco. Dejaré el lujo de la espada para vos.
—Nos faltan provisiones, ¿¡por qué nos faltan provisiones!? —se oyó decir a Darien a unos metros.
—Porque dejamos un montón de cosas atrás, ¡palurdo! —soltó Ronan, mientras removía las ramas y ascuas prendidas que antes habían amontonado.
Jungkook les miró de soslayo, mientras Darien rebuscaba y enumeraba las provisiones desaparecidas y acusaba a Ronan por ser un glotón imparable. Namjoon se encontraba a un par de metros de ellos, y estiraba una manta sobre el suelo donde pudieran sentarse más cómodamente, a expensas de cualquier molesto insecto que tratara de asaltar sus ligeros equipajes y mochilas.
Y antes de regresar con el grupo, Jungkook se benefició de la guardia baja de los compañeros, se volvió hacia el ojiverde y le tomó por la muñeca con la tentación de preguntarle algo que acosaba su consciencia y picaba hasta en su lengua.
—Necesito preguntaros algo —articuló, y él mismo se sorprendió del timbre desconocido de su voz.
Taehyung sintió el pulgar caliente contra la piel de su muñeca, bajo la manga de la prenda. Los otros dedos se cernían alrededor de esta con firmeza, manteniendo la estricta cercanía de un murmullo que sólo ellos dos podrían escuchar.
—¿Qué os inquieta? —formuló el Elfo con un tono inhabitualmente desvelado.
La conexión de cada par de ojos se derramaba en sus iris, y el corazón revoloteaba bajo las costillas.
—Sólo es una cuestión —reiteró Jungkook, con una caída de parpados.
—¿Y bien?
Varios segundos trascurrieron en el absoluto silencio del bosque, que apenas se iluminaba por el fuego de una candela y dos antorchas titilantes, que proyectaban luces y sombras en todas las direcciones.
—¿Recordáis lo primero que hicisteis al caer de aquel portal?
Y claro que lo recordaba. Él fue lo primero que vio al salir del portal, lo primero que probó antes de que llegara el polvo y del frío suelo. La amargura al recordar que habían escapado de un valle cuyas lenguas de fuego se alzaban bajo el cielo, y el dolor y falso éxtasis de un veneno que sumergió su consciencia en la oscuridad.
—¿Os pregunté quién erais?
—No, exactamente.
—Me desmayé...
—Sí, pero... antes...
La forma en la que ladeaba la cabeza, evidenció a lo que se refería; Taehyung sintió el golpeteo del corazón en la garganta.
—¿Por qué me besasteis? —verbalizó Jungkook finalmente.
Taehyung se sentía ligeramente mareado, por el roce del pulgar en la muñeca. El pulso le latía rítmicamente en los oídos, y el rubor deslizándose hasta su cara.
—No lo sé —dejó marchar en voz baja.
—Quisiera saber si fue un error.
Estaba a punto de dejarlo ir, soltó su muñeca y pensó que el verdadero error había sido preguntarle algo así. Puede que Taehyung pensara mal de él, llegara a brotar una nueva incomodidad entre los dos, y creyera que Jungkook comenzaba a confundir sus actos con algo que ni por asomo había cruzado su cabeza.
Pero la respuesta del Elfo le dejó sin habla:
—Los besos no se dan por error.
Los segundos transcurrieron como el fluir del agua, mientras Jungkook se escondía bajo un gesto suspicaz.
—Entonces, ¿besáis a cualquiera por capricho? —hesitó.
Taehyung exhaló una carcajada vacía ante su inesperada contienda. Jungkook le rodeó con unos pasos largos, con las manos entrelazadas tras la espalda. El Elfo perdió de vista su expresión mientras preguntaba.
—¿Qué insinuáis?
—Quiero imaginar que eso es lo bueno de ser el príncipe de Elemmirë. ¿Quién os rechazaría un beso?
—¿Coqueteáis conmigo o tan solo disfrutáis de ser hostil? —le dirigió con un tono más tenso.
Justo después de su indiscreción, el azabache dio media vuelta y le dirigió un rostro consternado.
—¿Qué yo coqueteo con vos? —sus mejillas se tornaron de color rosa—. ¿Perdonad?
—Mhn —emitió Taehyung con altivez.
—Me dejáis atónito —Jungkook pretendió una repentina ofensa—. Pues sois vos los que os dedicáis a hablar de asaltos nocturnos con un tono más que ladino.
—Hablaba de los peligros de la noche. ¿Y qué tono? No sabía también que os molestaba mi voz —le recriminó.
Jungkook resopló con una mueca de indiferencia.
—¿Suspirar por alguien más? —repitió, aludiéndole—. ¿A caso no es eso un descarado flirteo?
—Tomadlo como queráis. Como hacéis con todo.
Taehyung se dio la vuelta claramente irritado, echó a andar hacia la hoguera, donde preparaban la cena, pero Jungkook se interpuso en su camino, sin tocarle, y tratando de calmar sus humos.
—Taehyung, no pretendía ser hostil —aseguró con un doble pestañeo—, sólo quería oír la verdad de vuestros labios.
—La verdad, ¿sobre qué? —requirió el Elfo.
—¿Conseguís todo lo que queréis? —titubeó Jungkook.
El ceño de Taehyung se frunció.
—Si tuviera todo lo que quiero, Jungkook, no estaría aquí —masculló enfadado, y a continuación, se largó.
El humano tragó saliva pesada, liberó su aliento mientras le seguía con la mirada. Adivinó que su forma de hablar no había sido la mejor para expresar sus sentimientos.
En la noche, se sentaron alrededor del fuego para cenar mientras Darien y Ronan dudaban sobre la falta de provisiones.
—Faltan dos trozos de pan, una tira de cecina, y el queso está mordido —se quejaba Darien—. Tenemos un ratón en el grupo.
—A mí no me miréis, yo tengo las manos limpias. Metafóricamente —dijo Ronan.
—Sólo nos hemos detenido en una vez, y fue a mediodía —comentó Jungkook—. ¿No será que alguno lo ha mordido con hambre?
Namjoon se masajeaba la sien con un par de dedos, su espalda se encontraba apoyada contra un grueso árbol, y tenía las piernas cruzadas y estiradas sobre unas voluminosas raíces.
—Oh, ¿por qué os preocupáis tanto por la comida? —suspiraba el feérico—. Tenéis suficiente, de todos modos. Y llegaremos pronto a Lúa.
—Qué fácil es hablar de no discutir sobre la comida cuando no necesitas comer —apuntó Darien, después de un bocado.
Jungkook miró a Taehyung de soslayo, él desvió el rostro mientras cenaba. En lo que el resto zanjaban el tema, el pelinegro sintió la tensión entre ambos formando un muro invisible. Estaba alimentando la hoguera cuando oyó a Ronan meter las narices en asuntos místicos.
—Una gran curiosidad me quita el sueño, ¿cuál fue el auténtico motivo por el que el rey de los Altos Elfos selló la ciudad de Elemmirë? Las memorias, el valle que lo rodeaba... ese tipo de magia transcendental no es concedida a cambio de nada...
Taehyung permanecía en silencio. Ronan miraba fijamente a Namjoon, quien parecía estar elaborando una respuesta adecuada en su mente.
—Guerras —pensó Darien en voz alta.
—Sí, las guerras de Gaia asolaron el corazón de Meliorn —dijo Namjoon—, sin duda.
El Elfo bajó la cabeza al escuchar el nombre de su padre.
—No obstante, el amor también era un peligro para el pueblo élfico; cada vez más mermado por las pérdidas de sus parientes, por las marchas de sus vidas a ese otro lado...
—¿Amor? —reprodujo Jungkook entre los labios.
—Amor —repitió el feérico, y sus ojos se encontraron—. Los Altos Elfos son las criaturas más sensibles de toda Gaia. Cuando se enamoran de una criatura, se enamoran del alma. Sus vidas son imperecederas, por lo tanto, si el ser amado no lo es, y partiera hacia el más allá, el Alto Elfo se sumergiría en un profundo estado de pena y decaimiento, que le llevase a la muerte. Dicho lo cual, su alma elige seguir al amado dondequiera que vaya.
El corazón de Jungkook palpitaba con fuerza.
—Es tan terriblemente poético.
—Es horrible —agregó Darien.
—Morir de amor, qué terrible maldición —dijo el Enano.
—Pero, ¿morir, morir? Mueren, en plan, ¿estirando la pata? —reformuló el rubio.
Namjoon le miró fatal.
—Idiota —le llamó Ronan—. Lo que el hada quiere decir, es que lo que más miedo le daba al rey de los Altos Elfos, era perder a su pueblo inmortal a causa de las guerras de Gaia, y luego, que se relacionasen con mortales. Supongo que amar a un humano es el peor castigo para un Alto Elfo, puesto que sus vidas apenas deben ser un suspiro para lo que se espera de la raza eterna de los Primeros Nacidos.
—Pues que no les amen —Darien se encogió de hombros.
—No es así como el corazón de un Alto Elfo funciona. No cabe lugar a debates, el alma elige a otra alma, y se acabó —Taehyung sonó muy contundente.
Lo primero que decía desde que se habían sentado. Jungkook sintió una extraña inquietud, una bofetada de realidad en la cara. Creyó que no debía haber estado coqueteando con él; sabía que lo suyo, si es que había algo, tan sólo era un juego. Un juego. Nada más.
—No es como los Elfos de la Noche y los Elfos del Bosque, por supuesto. Ellos no alcanzan la inmortalidad, pero poseen vidas largas. Tal y como decía la antigua leyenda del linaje que gobernaba Idris, antes de que la capital fuera asaltada por los Orcos —comentaba Ronan.
—¿Y qué decía esa leyenda? —preguntó Jungkook, con un pálpito.
—Tyrion, el fundador de Idris y el primer rey de Valinor, quien vivió hace más de mil años, se casó con una Elfo tan hermosa, que dolían los ojos —relataba el Enano, acariciándose la barba—. Sus cabellos eran largos y dorados, como los rayos de sol. Su piel tan blanca como una pálida mañana de primavera tras la escarcha.
Darien le hizo una mueca, y el resto se quedó atónico.
—¡Eh, sólo estoy recitando textualmente qué decía la historia y los poemas acerca de ella! ¡No van de mi puño y letra! —se defendió el pobre Ronan.
—¿Puedes continuar? —insistió Jungkook ansioso.
—Nadie conocía sus auténticos orígenes, pero la historia contaba que era una de los Primeras, una Alta Elfo —prosiguió Ronan—. La descendencia con el Rey Tyrion, dio lugar a un linaje híbrido, entre humanos y Altos Elfos. Si bien estos estaban muy por debajo de la perfección de los Altos Elfos, y no lograrían alcanzar la inmortalidad, se decía que el linaje real de Idris poseían el don de la Larga Vida.
—Oh, vaya —Darien se cruzó de brazos.
—Eran algo así como, ¿Mitad Elfos? —formuló Jungkook, pasándose una mano por el mentón.
—Podría decirse así —asintió el Enano—. Tyrion apenas vivió sesenta años, pero cada legítimo heredero y descendiente que tomó el trono de Idris, vivió más de trescientos. Si bien el linaje no duró demasiado, puesto que Cyrion, el último rey humano de Valinor, murió asesinado junto a su mujer, hace veinte años.
—Y también su descendencia —suspiró Darien.
—Qué historia tan dramática —Namjoon se incorporó cuidadosamente, dirigiéndose a sacar unas mantas para el príncipe Elfo—. Bueno, será mejor que dejemos la cháchara y descansemos un rato. Mañana nos queda un buen trayecto.
A la hora de dormir, en lugar de extender sacos de dormir o carpas, optaron por envolverse en sus capas y encontrar el lugar más apacible entre las gruesas raíces de aquel enorme árbol. Se partieron una guardia nocturna cada dos horas, empezando por Ronan. A Taehyung le costó mantener los párpados cerrados tras aquella conversación sobre su pueblo y las decisiones de su padre. De alguna forma, sentía que estaba bailando con el diablo, desde que conoció a Jungkook. Nunca se había ruborizado, discutido, coqueteado, y vuelto a discutir o en su defecto, sonrojarse, en tan poco tiempo. Había algo de razón en Meliorn, y es que los humanos eran la peor paradoja a la que cualquiera de ellos pudiera enfrentarse.
Y ahí estaba otra vez, tratando de dormir, sin que el pensamiento abandonara a Jungkook ni un instante. Abrió los ojos con una leve frustración, y a punto de incorporarse para buscarle, pensó que debía disculparse por haberle besado. Necesitaba decirle que ojalá hubiera podido hacerlo una vez más, después de que conociera a su verdadero yo. Sin embargo, Namjoon le agarró por el antebrazo y un alivio le invadió.
Regresó a su lado, bajo la capucha, le miró de frente, mientras el feérico giraba la cabeza.
—¿No podéis dormir? —susurró.
—No —respondió en otro susurro.
—Lamento haber mencionado a vuestro padre con tanta banalidad. No deseaba perturbaros.
—No es eso... No os preocupéis. Olvidadlo, Namjoon.
Taehyung se giró, quedó tumbado, posando las pupilas en lo más alto, donde las copas de los árboles interferían su visión del cielo. Apenas podía verse algo desde allí abajo, pero trozos de azul índigo asomaban tras las altas y frondosas ramas, donde vislumbró algunas diminutas estrellas centelleando con luz blanca.
Se sintió inmediatamente reconfortando, pero lo que más le reconfortó fue que Namjoon le tomara la mano. Si bien el encuentro de sus dedos fue algo inesperado, sus párpados se volvieron pesados y su corazón más sereno, mientras entrelazaban una mano.
—Vuestro padre está ahí arriba, en el firmamento. Cerrad los ojos y descansad, él os cuidará.
Taehyung se sintió conmovido, los segundos transcurrieron lentamente, y él volvió a girarse. Con los ojos cargados de unas esporádicas lágrimas, extendió un brazo y estrechó los hombros de Namjoon con un gesto mucho más cercano. Hundió la mejilla en el hombro del feérico, y cerró los párpados, sintiéndose más a gusto.
—Buenas noches —murmuró el príncipe.
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y el libro completo en Patreon.com/chispasrojas.
Escasa era la luz del amanecer cuando se levantaron. A primera hora de la mañana se pusieron en marcha y continuaron la travesía del Bosque Ondulado cargando con mochilas, bajo las capuchas, y con las armas enfundadas. Atravesaban zonas de espesa maleza y suelo difícil de transitar. Los árboles eran mucho menos apretados, pero muy altos, de troncos tan gruesos como molinos de viento. Ni Jungkook ni Taehyung se habían hablado en todo el día, ni siquiera se habían mirado; uno preocupado por sus palabras y actos con el Elfo, y el otro, culpabilizándose de otras tantas cosas.
—Es por ahí —señaló Ronan.
—¿Cómo lo sabéis?
—Porque ahí hay un camino dibujado. Mirad el suelo, memo.
Y tenía razón, puesto que más adelante, había un camino de tablillas de madera que serpenteaba entre los árboles y maleza.
—Debe ser alguno de los comerciantes que pasan por aquí —pensó Jungkook, acto seguido extendió el dedo índice—. Mirad, allí hay un carro.
Adelantaron el paso, curiosos, y todavía a unos metros vislumbraron que el carro no tenía ruedas, ni mercancías, y estaba destruido. Y no solo eso, pues había un segundo y un tercero más adelante, sin rastros de absolutamente algo, ni personas, ni enseres de ningún tipo.
Estaban esparciéndose por el lugar, en búsqueda de cualquier pista de lo que hubiera pasado, cuando de repente, un ruido terroso alcanzó sus oídos, y Ronan se hundió, y desapareció.
—¡Ronan! —gritó Taehyung.
—¿¡Ronan!? —jadeó Jungkook.
Los otros tres se pusieron en alerta, Ventisca comenzó a retirar las pezuñas cuidadosamente del terreno, detectando algo. Jungkook levantó la mirada y descubrió que se hallaban en un lugar muy desconcertante; un hormiguero, lleno de agujeros, de hoyos excavados.
—¿Dónde está el Enano? —cuestionó Namjoon.
—¡Aquí! ¡Aquí! —su voz resonó con un suave y distante amortiguamiento.
Darien, Jungkook, y Namjoon se aproximaron muy cautelosamente al lugar donde le vieron desaparecer. Descubrieron una extraña fosa que acababa de venirse abajo por el peso del enano, era poco profunda, pero se había excavado a unos de diez metros.
—¿Estáis bien? —preguntó Darien alzando la voz.
—Eso creo... esto... n-no veo nada aquí abajo...
—No os mováis. Tal vez podríais hundiros más —dijo Namjoon, y dejando caer la mochila y la capa a un lado, se aventuró a hacer algo—. Iré a por vos.
Entonces, se acuclilló y saltó hacia el mismo lugar. Jungkook y Darien se llevaron las manos a la cabeza, como si hubiera perdido la cordura. Las alas feéricas del muchacho se abrieron con un etéreo revoloteo tras su espalda, casi traslúcidas, y sin ningún sonido perceptible, en un vuelo descendente e ingrávido hasta el suelo.
—Por todos los cielos —exhaló Darien—, yo quiero un par de esas. ¿Por qué nuestra raza siempre es la más inútil?
—Esperad —siseó Jungkook.
Los talones de las botas del hada se posaron suavemente sobre en el mismo terreno que el de Ronan, luego chasqueó unos dedos y un extraordinario resplandor dorado brotó como una llama de su pulgar. El lugar se iluminó escasamente, Ronan le observó sobresaltado, si bien el reconocimiento no tardó en atravesar su expresión.
—¿Qué demonios? —maldijo—. Seres feéricos, cómo los detesto.
—De demonios nada, señor Enano —manifestó Namjoon orgullosamente—. Esto es polvo feérico. La llamarada durará un instante. Ahora permítame que le suba de vuelta con el resto —se inclinó a su lado.
—¿¡Cómo!? ¿¡Osáis ofreceros a tal acción!? —exclamó Ronan altamente ofendido—. ¡Ningún Enano será levantado jamás por alguien de orejas largas! ¡Ningún Enano será levantado del suelo por los brazos de ningún larguirucho como vos!
Namjoon se frotaba la frente, mientras el otro aireaba una hartada de moralismos baratos. Así mismo, y para no perder tiempo, tomó la decisión de salir de allí de inmediato, y agarró al Enano por la espalda, sin avisos previos. Batió las alas en un suave aleteo, pero estas ni siquiera les elevaron del suelo.
—¡Soltadme! ¡¡Soltadme!! ¡¡Ultraje!! ¡¡¡Traidor de orejas picudas!!!
—¡Pesáis como las rocas que tanto os gustan, Enano!
Y entre la estúpida forma de sacudirse de Ronan, y el estrés del momento, Namjoon apenas pudo levantarle del suelo; se desplomó hacia atrás bruscamente, con todo el peso del compañero aplastándole. Los dos acabaron tendidos, regalándose improperios.
—¡No estoy gordo, majadero! ¡Es el casco y la pechera de adamantina! ¡Nirvana en mi espalda, y las punteras metálicas de las botas! —soltó ofendido.
—Lo que vos digáis —gruñó Namjoon.
—¡Mi dieta es excelente en proteínas y carbohidratos!
—Se refiere a la cerveza y el tabaco de pipa —les gritó Darien, burlándose desde arriba.
Y Ronan gruñó sonoramente, para su recompensa.
—No, me refiero a que no es normal que no pueda con vos —Namjoon se incorporó aturdido.
—Si estáis acostumbrados a cargar Elfos, esos afortunados pesan como una pluma. Nunca comparéis sus gracias divinas con los dignos equipajes de un Enano.
El feérico volvió a chasquear un dedo y esta vez, el polvo feérico ni siquiera centelleó.
—Creo que...
—Y ahora, ¿Qué ocurre?
El hada se incorporó y aleteó las finísimas alas de nuevo, pero sólo fueron acompañadas fino sonido de la vibración.
—No puedo volar —Namjoon se miró las manos, y luego apretó los nudillos—, pero no me siento debilitado, ni desfallecido. ¿Por qué no puedo elevarme?
—¿Os habéis golpeado en la cabeza? —dudó Ronan.
—Hace un momento, bajé como si nada.
—Lamento mi ataque, el orgullo de la caballería.
Fuera de la fosa por la que habían caído, Jungkook se preguntaba por qué diablos no habían pensado antes en llevar un cabo. Lanzarles una cuerda hubiera facilitado las cosas. Y estaba mirando hacia todos lados, buscando algo con lo que trenzar una liana, cuando otra voz llegó hasta él.
—J-Jungkook.
El humano tuvo un pálpito, giró la cabeza y posó la mirada sobre Taehyung, quien aún se encontraba a unos metros de ellos.
—No os mováis, estamos encima de una galería de goblins —dijo.
El pelinegro se incorporó muy despacio, Darien también le había escuchado, por lo que siguió el movimiento mientras los vellos se le ponían de punta.
—¿Goblins? ¿Qué mierda es eso? —masculló el rubio.
Los Elfos eran ligeros, sin embargo, Taehyung sentía como la tierra se volvía curvaba bajo las botas. No se había movido en esos minutos por el mismo motivo, y todavía buscaba el lugar seguro hacia el que dar unas rápidas zancadas sin que el suelo cediera.
—Taehyung, no te muevas —le dijo Jungkook a unos metros—. Quieto.
—N-no...
El Elfo le miró un instante, y a pesar de su advertencia dio un par de pasos más, preguntándose si tendría tiempo de llegar hasta él. Los hierbajos eran tan espesos, y las curvas del suelo eran tan molestas, que mientras trató de huir del desprendimiento de la galería con unas veloces zancadas, el suelo cedió, y él cayó hacia otro lado.
Los muchachos escucharon el arrastre de los hierbajos y le vieron desaparecer frente a sus ojos, a una distancia bastante considerable.
Jungkook soltó un jadeo, su mano se encontraba extendida en el aire, hacía nada.
—¡Taehyung! —gritaron los dos humanos al unísono.
—Maldición, maldición, lo hemos perdido, ¡lo hemos perdido! —exclamó Darien justo después—. ¡Ahora sí que estamos fastidiados!
—¡Calla! ¡Ni se te ocurra dar un paso! —le lanzó Jungkook.
—¡¿Cómo!? ¡¡Cómo que lo habéis perdido!? —bramó Namjoon desde abajo—. ¡Cuidad de mi príncipe, oís! ¡U os patearé el trasero como nunca antes he hecho! ¡Os patearé tan fuerte que volveréis a Epiro volando!
Mientras la tensión se disparaba, Jungkook avanzó cuidadosamente sobre el terreno, hasta llegar al agujero por el que Taehyung había desaparecido.
—J-Jungkook, cuidado —jadeó Darien a unos metros.
El agujero era enorme, como un socavón, tan profundo que no podía ver nada en la oscuridad que provenía de ahí abajo. El humano se acuclilló y apoyó una mano en el borde, afinando su mirada.
—Taehyung, ¿estáis ahí? ¿Estáis bien? —preguntó con el corazón agitado.
—¡Sí! —escuchó su voz a lo lejos.
—¿Qué veis ahí abajo? —insistió Jungkook.
En la densa penumbra, el Elfo se levantó como pudo, sacudiéndose la ropa. Esperó a que sus pupilas se dilataran, pero apenas podía ver algo.
—No estoy seguro —dijo en un tono más apagado—. Huele a tierra húmeda.
En el otro lado, Namjoon cerró los ojos y trató de recuperar su forma feérica. Como no funcionaba, pateó una roca y maldijo en voz alta. Nada.
—¿Qué diablos ocurre? —jadeó el peliblanco—. No puedo regresar a mi forma feérica. ¡No funciona el polvo de hada!
—No fastidiéis —musitó Ronan con un timbre ronco.
El Enano avanzó y apartó un montón de zarzas que cubrían una gran entrada en la pared.
—Esto es una mina.
Namjoon se inclinó y le echó un vistazo. El lugar estaba oscuro, lleno de tierra, algunas rocas, musgo y no mucho más. Era similar a una mina, del tamaño de los Enanos, pero mucho más descuidada que las clásicas galerías mineras. Para empezar, ni siquiera parecía estar excavada para buscar piedras o minerales.
—¿Una mina? Oh, Dios. Es lo que Taehyung acaba de decir... —el feérico levantó la cabeza y alzó la voz—Son túneles, ¡túneles goblins!
—¿¡Qué diablos es un goblin!? —la voz de Darien sonó aguda desde arriba.
—Los goblins eran escasos entonces, pero aún deben existir. Son pequeños, de aproximadamente, cincuenta o sesenta centímetros de altura —contó rápidamente—. Verdes, con dientes como agujas, de la nariz larga y los ojos negros. Odian la luz del sol y suelen escavar túneles por donde arrastran sus tesoros, lo que roban y recolectan. Ellos debieron asaltar esos carros, y puede que de eso haya pasado más de una o dos semanas...
—Creo que por eso nos faltaban provisiones —pensó Jungkook.
Pero sólo Darien y Taehyung pudieron escucharlo.
—Está bien. Ronan, se os retiran los cargos que se os imputaban por la falta de víveres en mi bolsa —le dedicó Darien asomándose por encima del resquicio.
—¿A eso llamas disculpa, palurdo? —increpó el Enano con un eco.
Jungkook suspiró profundamente; estaban en problemas.
—Taehyung, ¿los goblins son peligrosos? —preguntó Jungkook desde arriba.
Él levantó la cabeza, con un rictus desangelado.
—Muerden como pirañas, si les molestas —reconoció con un declive en su voz.
—¿Y eso significa...?
—Que podrían matar a un hombre si lo encontrasen en sus madrigueras.
—Bueno, nosotros estamos en sus túneles —exclamó Ronan desde el otro hoyo.
—Y esos túneles conducen a sus... —prosiguió Namjoon funestamente—, madrigueras.
—Oh, oh —musitó Darien.
Fue el movimiento más absurdo que hizo en su vida, pero Jungkook se precipitó por el socavón: sus botas arañaron la tierra, logró agarrarse torpemente a una raíz mientras caía, y finalmente, su trasero golpeó el suelo.
—La muerte tiene un modo curioso de alterar las prioridades —exhaló Darien, encontrándose a solas con el león.
Taehyung no podía creerse que acabara de hacer algo como eso. No obstante, apartó temporalmente las ganas de zarandearle y decirle que era un estúpido, y luego se acuclilló para cerciorarse de que se encontraba bien.
—¿Se puede saber qué hacéis?
—Casi me matáis del susto —le recriminó Jungkook.
—¿Y qué hay de vos, a mí? —le devolvió Taehyung.
—Esto está oscuro.
—La oscuridad no me causa temor —dijo el Elfo alzando el mentón.
—¿Así haya depredadores nocturnos? —contratacó sarcásticamente.
Taehyung apretó los labios, y Jungkook se incorporó a su lado, sin ayuda.
—Además, vuestro asistente feérico acaba de amenazarnos —se sacudía las palmas—. Tomadlo como una cortesía.
—Oh, qué cortés sois, Jungkook. Ahora moriremos los dos gracias a una horda de goblins y al dramatismo de mi asistente feérico.
—Ahí está el túnel —el humano señaló con un dedo.
—Creo que lo mejor es buscar una salida por los túneles. Debe haber ramificaciones, alguno llevará al exterior.
—¿Y qué hay de las madrigueras?
—Si vemos una, daremos media vuelta —Taehyung se adelantó hacia el boquete, pero entonces, Jungkook le agarró férreamente por la muñeca.
Su lazo fue firme y seguro, y se interpuso ante él con un extraordinario amparo, con un toque protector y mucho más osado.
—Ven conmigo. Avancemos con cuidado.
Y era la primera vez que le tuteaba, desde que había dejado de verse como un niño. Taehyung se sintió indescriptiblemente excitado, como un niño con una chuchería, desde que le escuchó hablar en ese tono más íntimo y bajo. Jungkook no aflojó los cálidos dedos que le rodeaban la muñeca, con la otra mano posándose en la empuñadura de la espada que colgaba de su cintura. Los dos se adentraron en aquel túnel mientras sus compañeros, Ronan y Namjoon, avanzaban por otra galería paralela.
Ventisca echó a andar cuidadosamente, y Darien siguió sus pasos cautelosamente. El león y el rubio se miraron de soslayo.
—Pórtate bien, gatito. Vamos a salvarles el trasero —dijo—. Una vez más.
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y el libro completo en Patreon.com/chispasrojas.
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