Capítulo XI
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y el libro completo en Patreon.com/chispasrojas.
Capítulo XI. La Leyenda de los Valar
—Parecéis un auténtico hidalgo —Taehyung rodeaba a Namjoon, admirando su nuevo aspecto.
Un par de botas de piel marrón, pantalón oscuro y blusa blanca que se abotonaba sobre el pecho. La capa era larga y negra, con terciopelo por dentro, como la de Taehyung. Y el cabello blanco se encontraba peinado hacia atrás, bajo un sombrero con un par de largas y mullidas plumas.
—Aunque extrañaré vuestras orejas —agregó el príncipe con diversión.
Namjoon sopló las plumas que caían cerca de su sien, y luego volvió a mirarle como un gato engreído.
—No sé yo.
—Que sí. Estáis exquisito —declaró contundentemente.
Más tarde, daban una vuelta por Azmar en busca de provisiones para el viaje, cuando el feérico evidenció el arco y la espada que Taehyung se había agenciado sin decir ni mu.
—Por cierto, ¿a dónde vais con ese arco?
—Oh —Taehyung alzó el mentón mientras caminaban—. Uh...
—Está bien, alteza. No voy a quitaros la piruleta —liberó una leve risa.
—Se me da bien el tiro con arco —dijo el príncipe mordisqueándose el labio.
—Nunca podría dudarlo viniendo de un Elfo.
—Y he practicado con Jungkook con la espada.
—¿Jungkook?
—Sí, él. Él y yo somos buenos amigos —comentó puerilmente, y acto seguido les vio pasar a unos metros—. ¡Eh! ¡Hola!
Darien y Jungkook se aproximaban desde el otro lado de la calle para darle la bienvenida a Namjoon.
—Buenos amigos, ¿en tres días? —masculló el feérico.
—Cuatro —corrigió Tae en voz baja.
—¿Hace cuatro días que caímos de ese portal? —le increpó el feérico seguidamente.
—No, de eso, hmn, ¿una semana? —hesitó el Elfo, y luego esbozó una sonrisita—. No sé, ¡parece un montón de tiempo!
Namjoon le contempló como si fuera un auténtico crío bobalicón. Y tal vez lo era, puesto que le apetecía hundirle la cabeza en un estanque de peces para que se le refrescara el cerebro.
—Bienvenido, Namjoon. Qué maravilla que por fin hayáis despertado —le dijo Jungkook, en cuanto se aproximaron.
—Hey, hola. Tu aspecto no está nada mal —opinó Darien cruzando los brazos tras la nuca— ¿Esa crisálida también os pone a la moda?
—Hola, muchachos —contestó el feérico—. Me gustaría decir que lamento haber sido el primero en caer del grupo. Pero no.
—Francamente, nos preocupaste —reconoció Darien, y seguidamente le dejó una palmadita en el hombro, donde Namjoon percibió su sinceridad y gran parte de un fondo noble, ablandándole el corazón.
No se lo esperaba hasta el primer contacto. Los feéricos eran realmente sensibles a las lecturas emocionales, y con un toque, podían notar gran parte del corazón de alguien. Para él, los malditos humanos eran peor que un libro abierto, escrito en mayúsculas, en un idioma infantil y probablemente el más tonto de toda Gaia. Mas, no se había detenido a pensar que los Altos Elfos eran mucho menos emocionales, más mentales y espirituales. Taehyung aún era una pequeña sabandija, pero ni tomándole de la mano podía hacerle ese tipo de lecturas tan directas.
—G-gracias por vuestro interés —expresó entre dientes—. Prometo recompensaros.
—Ah, ¡no te preocupes por eso! ¡Tu príncipe nos ha prometido un pago por escoltarle hasta La Ciudad Nocturna! —bramó Darien como un burro.
Namjoon fingió una sonrisa y luego miró a Taehyung.
—¿Pago?
—Ahá.
—Pero qué diablos vais a pagarles, ¡si no tenéis nada! —farfulló, con ganas de estrangularle.
—Mithril, el mineral más resistente de Gaia—llegó Ronan.
—Comida, montones de comida —enumeró Darien.
Y Jungkook no dijo nada, pero por la mirada divertida que Taehyung y él compartieron, Namjoon extendió los brazos y envolvió al príncipe como si fuera su tesoro. Sí, Jungkook era el maleante de su sueño.
—¿Qué hacéis? —articuló el Elfo despistado.
—De repente se me ha antojado abrazaros —mintió Namjoon.
—Creo que vuestra siesta os ha afectado a la cabeza.
—Será eso.
—Bien, escuchad, somos cinco —Ronan se posicionó frente el par de humanos, el Elfo y el feérico, con un tono de liderazgo—. Estamos recuperados, preparados, y por lo que veo, un poco más excitados de los estándares normales.
Jungkook se frotó una sien; Darien asintió con la cabeza; y Namjoon soltó a Taehyung avergonzado.
—Lo que quiere decir, que mañana, al alba, nuestro camino pondrá rumbo a nuestro destino final: la capital de Nibel, ciudad de los Elfos de la Noche —prosiguió—. Tomaremos la ruta que atraviesa el Bosque Ondulado, no es demasiado larga, pero tendremos que dejar atrás vuestras monturas.
—¿Ventisca también cuenta? —formuló Darien con un timbre petulante.
—Os dejaré a merced de mi criatura para que lo comprobéis, fanfarrón —le dedicó el Enano.
—U-uh, sólo era una broma, perdón —alzó las manos en son de paz.
—Y, una vez, que salgamos del bosque, llegaremos a Lúa atravesando el famoso Puente de la Luna —argumentó Ronan finalmente—. ¿Alguna objeción?
—Creo que nunca me había sentido más feliz de oír la palabra bosque —confesó Namjoon.
—¿Qué pensáis vos? —le preguntó Taehyung a Jungkook.
—Estoy de acuerdo. Necesitamos unas coronas, y llevar monturas sólo será un impedimento para cruzar la maleza —contestó el muchacho—. Podemos continuar a pie, no estamos tan lejos.
—Ni istimis tin lijis —refunfuñó Darien—. Dilo por ti, yo nunca he andado más de dos manzanas a la redonda de Epiro. Y aquí me tenéis, en otro maldito reino. ¡En otro maldito reino!
—Creo que entonces, deberíamos dejar provisiones atrás —sugirió Taehyung—. Para caminar, hay que ir ligero de equipaje.
—Punto para el Elfo —señaló Ronan.
Se pusieron en marcha para sacar a los caballos de las cuadras que rentaban y venderlos con unas cuantas coronas en un criadero. Ese último día en Azmar lo aprovecharon para descansar, para preparar su próxima salida, y contar las últimas horas de tranquilidad que tendrían. Tal vez, al llegar a Lúa, todo cambiaría. Era el destino final.
Ronan quería pasar unas horas junto a Ventisca, en el ocaso se reunieron en el solitario campo de entrenamiento, y en la pequeña arboleda se sentaron en la compañía de cinco. Jungkook practicaba con la espada junto a Darien, aunque más bien, parecía que jugaban como un par de viejos amigos. Namjoon dejó perdida la mirada en el cielo del ocaso, el cual era acompañado por una rica variedad de naranjas y tonos sandía. La pequeña hoguera emitía el fuerte chisporroteo de la chistorra y los huevos rotos sobre la sartén que dirigía Ronan. No había nada mejor que un Enano, cuando se trataba de chistorra.
Y Ventisca había estado olisqueando al feérico, así como rozándose con el príncipe Elfo que tanto le gustaba.
—No puedo enfrentarme a un mandoble. No sería justo —se oyó decir a Jungkook.
Bajó la espada con un jadeo y una gran sonrisa en el rostro.
—¿Dices que no te quedan fuerzas? —se mofó Darien—. ¿O ánimos?
—No es eso, yo soy más rápido, y tú más fuerte —expuso.
Darien clavó el mandoble en el suelo de un solo movimiento. Su piel se cubría de una ligera capa de sudor, el pelo rubio oscuro se encontraba alborotado con las puntas rozando los hombros.
—Tonterías.
—Toma una espada y compruébalo —desafió el mejor amigo.
—Ni de broma, necesito un parón.
Darien se pasaba la mano por la nuca. Miró hacia el fuego y sus tripas rugieron con un timbre más bronco que la bestia de Ventisca.
—Si ganas, te cederé mi chistorra —le alentó Jungkook.
Solo entonces, Darien levantó las cejas y pareció planteárselo. Dejar sin cenar a Jungkook era una motivación poderosa. Pero el pelinegro perdió la concentración mientras el Elfo le rodeaba, posó los ojos en él advirtiendo que empuñaba la espada de acero y su rostro parecía el de un gatito.
—Yo también soy rápido —alegó Taehyung ladinamente—. ¿Puedo jugar?
—Os adjudico mi lugar —asintió el rubio—. Destruidle en mi nombre.
Jungkook tragó saliva, se mordisqueaba el interior de la boca mientras Darien le dejaba el duelo todo para él. Entonces Taehyung apretó los labios que curvaban una ligera sonrisa, y extendió la espada hacia Jungkook.
Ya sabían lo mal que había ido el día de antes, en su previo enfrentamiento. Dos seres competitivos, y esencialmente contradictorios.
—Luchad o morid, joven —le dirigió el Elfo, con un divertido sentido del honor.
—Me desafiáis a otro duelo, ¿mi príncipe?
Su voz había sonado una octava más baja de lo esperado, suave, como el terciopelo negro. Darien se encontraba acuclillando junto al fuego y la crepitante sartén que mecía Ronan, adorando en exceso el contenido. Pero Namjoon sí que deslizó los ojos hacia ellos, tras escuchar lo último.
—Os pedí que no me llamaseis príncipe.
Su hoja viajó por el viento y chocó contra la de Jungkook con un estridente sonido metálico. Se encontraban relativamente próximos, limitados por las afiladas espadas que lindaban la hoja del otro.
—Lo lamento —respondió en voz baja.
—¿Vais a seguir olvidándolo? —formulaba el Elfo.
—Me esforzaré por recordarlo.
Jungkook sonó más manso de lo que esperaba, si bien tras sus iris vio cómo surgía una chispa de entusiasmo. Y vio venir su próximo ataque gracias a ese chispeo. El joven dio una rápida vuelta y le atacó con la derecha con una inexplicable ferocidad que hizo que Namjoon se incorporase, atónito.
¿Acababa de acometer al príncipe de Elemmirë con tales modos? Santo Eru.
Y Taehyung le respondió en unas décimas de segundo, con una rapidez que Jungkook detuvo con un hormigueo excitante. Luego repitió el bloqueo por la izquierda, atacó con una arremetida por arriba a la derecha, después se abalanzó por el lado opuesto y Taehyung lo paró sin despeinarse. A Namjoon se le iban a salir los ojos de las órbitas, y se sentía como una madre contemplando a su polluelo frente a una pantera negra de garras plateadas.
—¡Eh! No vayáis a cercenaros un brazo antes de nuestra partida.
Taehyung escuchó a Namjoon y soltó una risita. Su respiración se encontraba agitada. A unos metros, Ronan se encontraba retirando la sartén del fuego, y con ella, la chistorra y los huevos bien churruscados.
—Creo que se me están saltando las lágrimas —exhaló Darien, ante tal deliciosa cena.
—Venid a comer, o no dejaré rastro de esta exquisitez —Ronan tan solo alzó la voz una vez, y ni siquiera se molestó en girar la cabeza. Él no era la madre de nadie—. No pienso dejarlo de todas formas.
Jungkook había girado la cabeza unos instantes, bajó la guardia, y remotamente, recibió un fugaz ataque que no había esperado. Al volver a mirar a su adversario, encontró la provocadora mueca de su rival Elfo.
—Sigo aquí —le increpó—. ¿O es más importante la comida para vos?
Las comisuras de los ojos del pelinegro se arrugaron levemente, seguido de la sutil sonrisa de sus labios rosados.
—¿No queréis cenar?
—Ganaos vuestra cena —rozó su espada con la suya con un movimiento circular, y retrocedió unos pasos hacia atrás, recuperando la guardia a una distancia más digna—. Adelante.
Jungkook se sintió estimulado, una sutil química vibraba en ambiente, así como lo hacía su estómago. Trató de resolver el combate de una vez; sin perder demasiado el tiempo y esperando que el final fuera justo y cristalino. Se desplazó como un felino, cortando el espacio con su hoja en rápidas tres acometidas. Arriba, derecha, y centro e izquierda.
Taehyung se sorprendió por la firmeza de su espada, la garra y la potencia de su diestra. Había estado a punto de darle.
—Tienes suerte de que los Elfos dispongamos de buenos reflejos, pues eso me hubiera acertado.
Jungkook empujó ligeramente su peso sobre la hoja que presionaba la del Elfo, poniendo a prueba su resistencia.
—Jamás os haría daño —musitó Jungkook, muy de cerca—. Igual que vos jamás fallaríais un tiro.
El príncipe levantó una ceja suspicaz, si bien el bombeo de su sangre empezaba a tartamudear entre el ejercicio físico, y el hechizo por su compañero.
—¿Es cierto que os lo habéis creído? ¿Por qué sois tan confiado? —se burló para encubrirlo.
—No es confianza, es honor.
Deslizó la hoja contra la del otro mientras un sonido sutil y vibrante resonaba en sus oídos, y luego se apartó.
—Honor. Qué buen concepto para un título tan fácilmente desbaratable —oyó decir a Taehyung.
El humano le ofreció la espalda unos segundos, volviendo a recolocarse con una posición agresiva, donde la punta del estoque le señalaba como una flecha.
—¿Listo? —pronunció Jungkook con más cortesía—. Última vez.
—De acuerdo.
Taehyung se arrojó a por él para sorprenderle con su velocidad, pero Jungkook obtuvo el movimiento de gracia, le bloqueó y le embistió dos veces con la espada, en sentido ascendente, y finalmente, con una acometida muy firme. La empuñadura voló de la mano del Elfo y el acero dio una vuelta en el aire, cayendo sobre el basto suelo, lejos de sus dedos.
Sus respiraciones eran rápidas y sonoras, Jungkook le apuntó con la espada y su boca dibujó una sonrisa imperceptible. Los mechones de cabello negro salpicaban sus sienes, sus labios parecían más rojos mientras se los humedecía con un sutil movimiento de lengua. Taehyung alzó las palmas desnudas y aceptó con honor la derrota.
Y suerte que sólo el susurro de Eru sabía cuánto le apetecía probar aquella maldita boca.
—Dios —exhaló Taehyung, e invadido por los pensamientos de deseo que jamás había experimentado, tragó saliva y se inclinó sobre sus propias rodillas mientras el oxígeno regresaba a sus pulmones.
Jungkook bajó la espada.
—Os dije que terminaría desarmándoos —aclamó su arrogancia.
Después, le siguió con la mirada, mientras Taehyung se desviaba. Ahora, lo único que le preocupaba era saber si volvería a enviarle al infierno después de actuar de forma tan áspera en su duelo.
—¿Taehyung?
El Elfo le miró de soslayo, y él vio cómo su nuez dejaba paso su vencimiento.
—Eso ha sido... asombroso —dijo recogiendo la espada.
—¿Vos creéis? —hesitaba el segundo.
En su siguiente mirada de ojos verdes, Jungkook no encontró fastidio ni orgullos heridos, sino algo que se le escapaba, silencio y encriptado, que se ocultaba tras las lunas negras de sus pupilas.
—Por supuesto, extraordinario... ha sido extraordinario.
—No suelen decir eso.
—¿Y qué suelen decir?
—Vete a la mierda —sopló.
Taehyung reprimió una risotada, que Jungkook contestó con una humilde timidez. La puesta de sol ya había vencido, no quedaba luz para más duelos, el olor a chistorra les acosaba y los grillos comenzaban a cantar desde sus escondrijos.
Namjoon apareció junto al hombro de Taehyung, y este casi dio un respingo por la sorpresa. Por un segundo, había olvidado dónde estaban. Pero Jungkook le había visto echarles el ojo desde hacía un buen rato, con unas pintas de recelo por su Elfo polluelo, que comenzaban a sisear como una mosca tras su oreja.
—No es recomendable que os saltéis la cena —le dijo al príncipe.
—¡Se acabó la panceta! —bramó Ronan a lo lejos, desde la pequeña candela.
—Me muero de hambre —musitó Jungkook.
El humano dejó la espada de adamantina a un lado y se dirigió hacia donde Darien y Ronan se encontraban. Yacían cómodamente sentados en el suelo, frente a la sartén y la parrilla, y aquel fuego que derramaba el vaivén de las cálidas llamas rojizas, proyectando luces y sombras en los troncos y las copas de los árboles.
Namjoon y Taehyung se miraron de soslayo, mientras seguían la estela del otro.
—Alteza. Podríais ser un poco más sutil —murmuró el feérico.
—¿Disculpad?
—Sabéis a lo que me refiero. Os habéis dejado ganar, y mis ojos lo han visto claro meridiano.
—No. Para nada —susurró el Elfo mientras caminaban.
—¿Tanto os gusta el humano? —insistió su asistente, saltándose cualquier sutilidad.
—Q-qué, no es eso...
—Y, ¿acabáis de balbucear por él? ¿Qué diría vuestro instructor de maneras?
—Edwin gruñiría, pues era su tónica habitual —el ceño de Taehyung se frunció, y levantando el mentón, agregó redicho—. Y no me he dejado vencer. Él es... realmente bueno. Más de lo que crees.
Namjoon se quedó clavado a unos metros de los muchachos, Taehyung continuó pasando de largo y se unió al grupo, encontrando un hueco donde sentarse para optar a una porción de comida. Como a él no le gustaba la chistorra, y se negaba al intenso sabor de la carne picada y panceta, probó las verduras al dente y los huevos rotos con un poco de pan.
El feérico se sentó a su lado masticando unas hojas de menta que previamente habían comprado en una tienda de especias. Y él lo hacía por llevarse algo a la boca, mientras el resto se llenaban los estómagos. Durante la cena, compartieron algunos puntos de vista sobre el viaje; pensaban irse a la cama pronto, pues esa sería la última noche bajo el techo de la posada de Azmar, antes de emprender su último viaje.
—He repartido bien las raciones de Taehyung. Y si queréis, puedo llevar parte de vuestro equipaje —se ofreció Namjoon cortésmente.
—Tenemos a Ventisca. Él vendrá con nosotros, así que está bien. Sus garras no son como las pezuñas de los caballos —argumentaba Ronan, mientras metía la hierba machacada en la pipa—, el Bosque Ondulado no presentará problema para él.
En lo que se encendía la pipa con un yesquero, todos parecían de acuerdo. Incluso la criatura, que se encontraba pacíficamente sentada con las patas extendidas, y con las densas y despeinadas melenas blancas.
Mientras Darien y Jungkook recogían los utensilios de cocina, Taehyung centró su interés en la pipa del Enano.
—¿Cómo funciona ese cachivache que usáis?
—Elfo, ¿es que nunca habéis visto una pipa?
—Ciertamente, no.
Ronan le miró como si estuviera loco. Un auténtico desequilibrado.
—Mirad, el tabaco se mete por aquí, y... luego se prende así... e inspiráis...
Le estaba mostrando el funcionamiento de la cazoleta, acto seguido tomó una calada y le sorprendió liberando un enorme anillo de humo que se elevó sobre sus cabezas. Los iris verdes azulados de Taehyung se movían con una tremenda curiosidad.
—Probad vos —Ronan le ofreció la pipa.
Taehyung la tomó, mientras Namjoon se lamentaba con un gemido.
—Un Enano alentando a fumar al príncipe de Elemmirë. Cierro los ojos e imagino que es un mal sueño —decía el feérico entre dientes—, cierro los ojos e imagino que es un mal sueño...
—No sé si... —hesitó Taehyung.
Contemplando la longitud curvada de la pipa, apreció que era más fina por el cuello que iba hasta la boquilla. La zona más ancha era por donde se introducía el tabaco machacado. Taehyung sostenía la pipa, y ante su duda, Jungkook se acuclilló a su lado extendiendo un par de dedos.
—¿Puedo? —formuló con intención de tomar la pipa.
—¿Vos fumáis?
—Lo he probado decenas de veces en Epiro.
—Sólo en las fiestas del pueblo. El tabaco y la cerveza corrían en cada festival —agregó Darien, recostándose cómodamente junto a la candela—. Mi padre fuma bastante, sin embargo.
—Uh...
—Veréis, sólo hay que aspirar...
Taehyung iba a pasarle la pipa, pero en su lugar, sus dedos se cerraron alrededor el cuello del cacharro, y le ofreció la boquilla sin soltarla. Entonces Jungkook se inclinó más cerca, y posó los dedos sobre los suyos, llevándose la boquilla a los labios que se cernieron sobre esta.
El Elfo se quedó trastornado, pues en la sutil aspiración de Jungkook, sus yemas se encontraban sobre sus dedos y sus iris oscuros se veían de un chocolate líquido a la luz dorada del fuego. Pareciera que le aspiraban las ganas de respirar mientras los labios de Jungkook se deslizaban sobre la punta de la boquilla, liberándola. Lo siguiente que hizo fue liberar un chorro de humo traslúcido hacia un lado, sin soltarle la mano.
—Amargo, no os gustará —musitó posteriormente.
Tal vez era producto de la noche, del calor de la diminuta hoguera, o del pulso que sentía a través de sus yemas, pero Taehyung sentía cómo la sangre le subía a la cabeza mientras los dedos del pelinegro dejaban desprovistos a los suyos. Él bajó la pipa tragando saliva.
—¿Qué hierba es? —le preguntó Jungkook a Ronan, desviando los iris hacia él.
—De Torre Gris, la llaman Royer.
Ahora bien, Taehyung se ruborizó sutilmente y carraspeó mientras le devolvía la pipa a Ronan con desconcierto. Namjoon no se había perdido ni por un pestañeo el tenue, pero evidente, flirteo de Jungkook. Lo había visto de frente, y era más taimado que un maldito gato en celo. Esa astucia, sagaz, y ladina, beneficiándose del momento justo para iniciar un levísimo acercamiento.
Ronan era más tosco que un ladrillo, y Darien estaba demasiado relajado para verlo (si bien, él no tenía ni idea de que el mejor amigo del muchacho ya lo había visto venir antes). Pero a Namjoon no se le escapaba una, mientras aquella comadreja preparaba el terreno para merendarse a un Elfo.
«Porque estaba intentándolo, ¿verdad?», se preguntó con una leve duda, y la punzada fraternal que le impulsaba a protegerle.
Ronan continuaba fumando de su pipa, mientras le preguntaba al Elfo con mucho interés sobre el significado de una vieja leyenda, que algunos conocían como cuentos para niños.
—Los Valar, ¿qué sabéis los Altos Elfos sobre ellos? —cuestionó Ronan.
—¿Valar? No eran eso, ¿espíritus elementales? —intervino Darien.
—Dragones, si no me equivoco —expresó Jungkook.
—Exacto —continuó Taehyung—. Los Cuatro Guardianes de Gaia. Hijos de Eru.
—¿Y cómo es ese cuento? —preguntó el humano.
Taehyung respiró profundamente, desviando la mirada de él. Se topó con los ojos grises del feérico, y él asintió con la cabeza, ofreciéndole la confianza para hacerlo. Los Altos Elfos creían en todas las historias mágicas que provenían de los principios de Gaia.
—Cuentan las leyendas que el Eru colocó la Llama Imperecedera en el centro del planeta. Los Valar se encargaron de poblar las tierras que sin vida ni colores yacían en esa época. El Valar de Agua, el Dragón de aliento helado que sopló formando los ríos y mares, los picos de las montañas nevadas y sus afluentes helados. El Valar de Tierra sacudía las alas, y cientos de semillas florecían, las tierras se poblaban de verde y espesor; y las ninfas de tierra y de agua, como los feéricos y las sirenas, aparecieron tras la unión del aliento de tierra y agua, siendo las primeras criaturas, las más antiguas y más libres de toda Gaia.
—Wow —suspiró Darien.
—¿Más ancianos que los Altos Elfos? —preguntó Jungkook en voz baja.
—Así es.
El príncipe miró a Namjoon con cierto encanto, quien siempre había disfrutado de su forma de memorizar y narrar las viejas leyendas. Los feéricos, las sirenas, y algunas otras dríades de tierra y agua, siempre fueron primitivas y de naturaleza generalmente pacífica. No tenían reinos, no solía especificar jerarquías, se llevaban bien entre ellas y siempre, siempre, establecieron sus hogares en plena naturaleza.
Entonces, Taehyung prosiguió en su relato:
—Corrían las voces de que el Valar de Agua y el Valar de Tierra se llevaban tan bien tras comunión de sus elementos, que las criaturas convivieron años antes de la llegada de los Primeros Nacidos, los Altos Elfos —contaba el ojiverde a la luz del fuego—. El aliento del Valar de Fuego formaba parte de la chispa Llama Imperecedera que Eru colocó en Gaia: un fuego tan grandioso y destructivo, que de un suspiro arrasaría vida, ricas llanuras, árboles y hasta el último brote. El Valar de Fuego secaba las tierras y los ríos allá por donde pasara. La pobre criatura encolerizó a Eru y se ganó el primer destierre de Gaia. Entonces el Valar de Fuego voló hacia lo más alto, por encima de las nubes, por encima del viento, hacia el cielo y cerca de las estrellas, donde encontró al cuarto y último Valar, el Valar de Aire. El invisible, el más veloz, y silencioso, el que siempre había hallado, visto y presenciado el crecimiento de una hermosa Gaia de llanuras desérticas y quemadas por el fuego, y parajes verdes y selváticos por la naturaleza imparable y la fuerza del agua —se detuvo unos instantes, y bajó la cabeza mientras continuaba—. Las nubes tomaban forma por su aliento, y la electricidad formaba una vorágine de presión atmosférica creada por sus etéreas alas. Pero el Valar de Aire tampoco deseaba compartir los cielos con el peligroso fuego de su congénere, así que desató la tormenta más grande la historia, tratando de expulsarle de los cielos, donde liberó terribles y majestuosos rayos dorados y púrpuras, que impactaron sobre la tierra, hiriéndola para siempre.
Taehyung finalizó la historia en ese momento, y Jungkook se quedó un poco a medias.
—¿Y qué ocurrió con el Valar de Fuego? —le instó a continuar.
—Oh, regresó al centro de Gaia, por supuesto. La Llama Imperecedera es como una cuna para él.
Ronan sorbió entre dientes y luego golpeó con la pipa sobre una rama seca, buscando limpiarla.
—Dramática historia. ¿Los Altos Elfos seguís pensando que los Valar están ahí afuera? —formuló con una ligera incredulidad.
—No, la verdad es que no —reconoció Taehyung.
Y todos se sintieron un poco engañados. Si bien, las historias más antiguas eran eso: leyendas, cuentos para niños.
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y el libro completo en Patreon.com/chispasrojas.
—No obstante, creo que sí que lo hicieron en algún momento.
—¿Por qué lo creéis? —le preguntó Jungkook.
Taehyung giró la cabeza y posó los ojos sobre él, por la fascinación que advertía en sus ojos, parecía tomárselo en serio. Le gustaba saber sobre Gaia, así sólo fueran cuentos.
—Porque el Árbol Ginso a veces susurra los nombres de los Valar.
—Si no fuera porque venís de ahí, diría que estáis completamente chiflados —reconoció Ronan, y levantándose del suelo, puso en movimiento al resto.
Empezaba a hacerse tarde, debían recoger, volver a la posada, y descansar lo suficiente, puesto que partirían en el primer rayo del amanecer. Mientras se levantaban, y sacudían ligeramente sus ropas, la mano de Jungkook se posó en el codo del Elfo.
Taehyung y él se miraron, el humano bajó la voz y le preguntó algo que estaba matándole de curiosidad.
—¿Cuáles son sus nombres?
Los labios del Elfo se curvaron en una bonita sonrisa, donde Jungkook empezaba a encontrar una de sus cosas favoritas.
—Te diré uno —jugó Taehyung.
—¿Por qué sólo uno?
—Porque es más divertido así. Uno al día mantiene el misterio intacto —musitaba el ojiverde.
—Ah —Jungkook dejó escapar una suave risa—. Por Merlín, Taehyung, ¿qué importará cuándo lo hagas?
—Ssshh —siseó él, y luego pronunció un nombre en un suave murmullo—. Los Altos Elfos los nombraron. Polaris es el primero.
Jungkook parpadeó y apretó los labios, guardándose el nombre en lo más profundo de sí mismo. Y deseó preguntarle de qué Valar se trataba, pero mientras levantaban los cachivaches que habían dejado repartidos, y Darien pateaba las brasas de la hoguera, Ronan agregó algo a todo el asunto de los Valar.
—En Endalion, la gente dice que el Valar de Tierra se hundió en una montaña de Valinor. Por eso los Enanos establecieron sus ciudades allí, en las montañas. Las escamas de ese Valar eran gemas y piedras preciosas, que brillaban como las joyas que extraen de las mismas.
—Esa historia es preciosa —reconoció Namjoon.
—Y suena a una auténtica fábula. Como todas —bufó el propio Ronan, mucho más escéptico.
—Como sea. Vamos a descansar, se hace tarde y hemos de madrugar —Darien se colgó la capa del hombro—. Además, os recuerdo que, gracias a vosotros dos, tendremos que viajar a pie hasta la maldita ciudad de Lúa.
—Ya nos daréis las gracias más adelante —retó el Enano.
—Me lo anoto.
Justo después, Darien dejó caer un pesado brazo sobre los hombros de Jungkook. Así atrajo su mirada castaña, distraía, la cual perseguía a Taehyung mientras el feérico tomaba el paso a su lado, caminando a unos metros por delante de ellos de vuelta a la posada.
—Hacer que te centres es tan inútil como cepillarte el pelo con un cepillo de dientes—masculló Darien.
Jungkook le devolvió la mirada, con una difusa confusión.
—¿Qué?
—Comienzas a obsesionarte con un tesoro, y te recuerdo que no somos cazarecompensas. Sólo estamos de viaje —utilizó de nuevo el doble sentido.
El pelinegro frunció ligeramente el ceño.
—Darien, hablas prosaico —le dedicó con fastidio.
—Ah —el rubio se mordisqueó la lengua, cuya punta asomaba por una comisura de la boca—, no todos los tesoros que se ansían son de plata y oro, amigo.
Mantenía el brazo alrededor de sus hombros mientras daban zancadas desenfadadas. Jungkook volvió a mirar al frente, conociendo que Darien daba de lleno y lo hacía contundentemente. Taehyung giró la cabeza unas décimas de segundo, comprobando si el resto les seguía en lo que el camino junto a su asistente feérico. Y Jungkook, respiró controladamente, permitiendo que su corazón humano guardase el secreto en silencio; los pensamientos, los suspiros, los encantos que se romperían si fueran revelados. Eso era lo que los seres como él hacían con los tesoros, sellaban su deseo en silencio mientras soñaban con hacerse con ellos.
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y el libro completo en Patreon.com/chispasrojas.
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