Capítulo X
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y el libro completo en Patreon.com/chispasrojas.
Capítulo X. Cordialidad al uso
Es verdad que Taehyung había hecho trampa; pero era el mejor duelista al que se había enfrentado desde que practicaba con la espada, y Jungkook pensaba que, si hubiera sido un poco más insistente y disciplinado, podría haberle terminado derrotando de una forma justa. O no.
A Taehyung sólo le faltaba un poco de seriedad. Igual que a él mismo, una capa o dos más de paciencia, y la piel bastante menos fina.
—Voy a subir por la chaqueta, está refrescando —Darien le dejó a solas frente a la posada, sentando en el saliente de piedra de la posada.
Un carro de mercancías tirado por dos caballos pasaba por la calle, el sol se había puesto hacía más de una hora y la noche abrazaba a Azmar irremediablemente. Algunas luces regalaban una escasa luz dorada a las calles, desde el interior de las tabernas y casas.
Jungkook se masajeaba la sien con el dedo índice y corazón, el pulgar hundiéndose en su mejilla, maldiciéndose mentalmente. En lo que Darien regresaba, encontró bajo los párpados cerrados que, efectivamente, se había pasado de la raya con Taehyung.
El corazón aún le latía rítmicamente y ya había transcurrido un buen rato desde que anocheció, así como desde el combate y la discusión. ¿Por qué había sido tan duro con sus palabras? Hubo unas décimas de segundo en las que, al lanzarle la manzana, deseó darle como a un tonto en la cabeza.
Luego se dio cuenta de que estaba irritado por una tontería. Y ahora, estaba seguro de que aquella discusión crearía una brecha en su relación. Una brecha insalvable.
El muy asno de Darien debía estar entreteniéndose con algo, porque Jungkook estaba teniendo tiempo para compadecerse de sí mismo y preocuparse por qué sucedería con Taehyung, cuando inesperadamente apareció. Al principio pensó que sólo iba a entrar en la posada, pero lo cierto era que sus pasos se detuvieron frente a él, y, como si volviera a desafiarle, mordió la manzana sonoramente, y después la masticó.
A Jungkook le tembló un párpado mientras le observaba. Si quería lanzarle la manzana mordida a la cabeza, con gusto se decidía a pararla.
No obstante, Taehyung tragó el bocado, mientras Jungkook admiraba el cabello oscuro bajo la tiara élfica, la punta de las orejas asomándose, y la capa colgada de un hombro, mientras del otro pendía el arco y la vaina de la espada.
—¿Queréis un bocado? —Taehyung le ofreció el corazón de la manzana.
—Uhmn. Ya probaré otra.
—Lo dudo, puesto que las dejasteis abandonadas en aquella bolsa, justo después de patearla con el humor más terrible que jamás había presenciado.
Jungkook tragó saliva, sintiéndose ridículo. Su carácter había quedado al descubierto, y sí, tenía más humos que un toro bravo. Así que, cuando el ojiverde dio unos pasos más y tomó asiento a su lado, Jungkook se sintió invadido por la cercanía física de su hombro contra el propio.
El Elfo volvió a ofrecerle la manzana mordida por sus dientes y Jungkook negó con la cabeza asiduamente.
—N-no me apetece. Cenaré en un momento —sostuvo algo abochornado.
Entonces, Taehyung se deshizo de la pieza lanzándola por encima de su propio hombro. Y luego se inclinó a su lado, escudriñando su perfil. En esos segundos de silencio, Jungkook le miró de soslayo en una ocasión, y empezó a pensar que iba a darle un puñetazo, o peor, a desearle su peor suerte mientras sus caminos se separaban.
—Jungkook, lo siento —manifestó inesperadamente—. No pretendía faltaros al respeto saltándome las reglas de nuestro duelo. Mirad, para empezar —alzó un poco la voz, presentando su defensa—, no sabía cuáles eran. Nunca especificasteis. Pero si lo hubierais expresado antes, hubiera sido mucho más cauteloso con esas.
Jungkook parpadeaba completamente consternado, volvió a observarle de medio lado, y esta vez se sintió brutalmente aturdido.
—Y ahora, ¿qué? ¿Dejaréis de ser mi amigo? —cuestionó el Elfo con inquietud.
—¿Q-Qué?
—Me gustáis, no deseo tener que viajar hasta Lúa sin vos.
—U-un momento, Taehyung —Jungkook detuvo su veloz línea argumental, casi atragantado—, ¿Os insulto, os lanzo una manzana a la cabeza, y ahora os disculpáis vos? Dadle un respiro a mi honor, comienzo a sentirme como un miserable.
Los labios de Taehyung se apretaron formando una fina línea. Jungkook decidió no mirarle (no demasiado), se sentía avergonzado por aquel desliz de su carácter, y francamente, a él se le daba fatal todo eso de disculparse.
Es más, en la dinámica que Darien y Jungkook siempre habían mantenido, existía la estricta costumbre de lanzarse las cosas a la cara, para después pretender que nunca había pasado nada.
—¿Y eso que significa? —formuló Taehyung, confundido—. ¿Estáis molesto, o no?
—Sí. Q-quiero decir —balbuceó como un tonto—, no. No estoy molesto con vos.
—Pues hace un rato, lo parecía.
—Siento haberos hablado con esas maneras —agregó.
—Está bien —sus comisuras se doblaron un poco.
Jungkook tragó saliva, bajó la cabeza y añadió con un hilo de voz:
—Sois un buen rival. Hubiera deseado luchar antes contra vos.
—¿Cómo?
El pelinegro giró la cabeza, creyendo que no le había oído bien. Pero al verle la cara, advirtió que tan sólo estaba disfrutándolo.
—¿Podríais repetir ese último halago? Creo que el viento ocultó vuestra voz —bromeó.
Jungkook desvió su mirada esbozando una sonrisa. Realmente, Taehyung le producía un hormigueo explicablemente divertido.
—Os ahogarían en halagos, si estuvierais en palacio, alteza.
—No me llaméis alteza —repitió Taehyung una vez más.
El humano no notó la previa tirantez en su timbre, pero igualmente rebuscó en sus iris verdes, hesitando sobre qué problema podía presentar mantener la cortesía en alguien de sangre real. Y en voz baja, Taehyung le repitió que, para ser justo, él no era el príncipe de los humanos. No creía que se mereciera ese rango, ni ese tipo de honoríficos. Jungkook aceptó su petición sin volver a abrir la boca.
En lo más profundo, Taehyung no lo hacía de forma ecuánime. Y es que, ansiaba secretamente que Jungkook comenzara a saltarse los malditos honoríficos. Lograr que le tuteara iba a ser más difícil que arrancarle el «alteza» de la lengua, y de esos arriesgados labios rosas que en ese momento se permitió divisar.
—Oh, Taehyung, aquí estáis.
Darien por fin había salido de la posada, y los otros dos dieron un respingo ante su regreso.
—Hola.
—Por fin. Empezaba a echar raíces en el suelo —Jungkook se levantó, pasándose una mano por el cabello.
—Íbamos a cenar algo, ¿alguna idea de dónde diablos está Ronan? —formulaba el rubio.
—No le he visto —dijo Taehyung más tranquilo—. Me iré a dormir, que os aproveche la comida.
En el primer paso que daba, el hombro de Jungkook casi le atravesó el pecho como una muralla férrea.
—¿Qué? ¿Por qué? —le asaltó con una pregunta.
Los dos se miraron de cerca, Taehyung dio un paso hacia atrás, y una imperceptible complicidad surgió entre sus miradas.
—No quiero molestaros —aseguró Taehyung.
—A Darien no le molestáis —indicó el humano.
El ojiverde levantó levísimamente una ceja.
—Lo decía por vos —evidenció con cierta gracia.
—Yo... También disfrutaría de vuestra compañía —confesó Jungkook, e instantáneamente se sintió cruzado por un rubor mientras Taehyung desviaba la cara, con una sonrisa de regocijo—. Quería decir, que estaría de acuerdo.
—Si estáis de acuerdo, entonces, iré —aceptó el Elfo.
Los tres comenzaron a caminar hacia el destino concreto de una taberna de la que escapase el olor a deliciosa comida. Darien arrastró los ojos entre aquel par mientras andaban, advirtiendo que algo empezaba a escapársele de las manos.
—Me he perdido algo, ¿verdad?
—Le debo dos manzanas a Jungkook, y un combate —dijo Taehyung con el mentón alto.
—Dejémoslo tan solo en un combate —resumió el azabache.
El Elfo giró la cabeza, titubeante.
—¿Ah?
—Pero la próxima vez, yo seré el que os desarme —añadió en voz baja, y luego le guiñó fugazmente mientras caminaban.
El corazón de Taehyung le clavó una taquicardia, mientras Jungkook se dirigía a Darien, comentándole algo sobre el clima de los próximos días. Quería partir en un día más, pues creían que cuarenta y ocho horas de descanso sería suficiente. Taehyung aún esperaba que la crisálida de Namjoon eclosionase, la había dejado flotando en la habitación, a la espera de que su adormecimiento le diera alguna señal de cuándo volvería a abrir los ojos.
De improviso, encontraron a Ronan por la calle, quien se unió a ellos energéticamente, contándoles la increíble historieta sobre un montaraz que le había vendido piel de oso y más tocino para las reservas del viaje.
Cenaron juntos en una diminuta cantina donde apenas había dos mesas: Ronan se puso colorado a cervezas, y Darien se llenó el estómago con todo lo que podía, compartiendo su pesadumbre por estar tan lejos de casa. Echaba de menos el pan de Epiro, los gallos que cantaban al amanecer y los extensos campos verdes y amarillo de plantaciones de arroz y trigo.
—¿Cultiváis la tierra de Valinor? —decía Taehyung.
—No, yo no soy jornalero, pero la familia de mi padre siempre se dedicó a eso —contestó Darien.
—¡Arriba el trigo! ¡Arriba la cerveza! —Ronan golpeó la mesa con la jarra—. ¡Por la Montaña de Hierro! ¡Por Valinor!
Sus mejillas estaban coloradas y sus pupilas dilatadas, Darien no iba tampoco muy lejos.
—Tomemos eso como que las familias de Enanos también debían ser muy dignos —apuntó el rubio.
—Mi padre dio su vida por Endalion, por el Rey Endimión, el Rey Enano de los Señores Enanos.
—Ronan, no bebáis más. Por vuestro bien —sugirió Jungkook, quien se vio asaltado por una mirada fastidiada por parte del Enano.
—¡Que suban esa música! Ha llegado la hora de bailar —farfullaba subiéndose sobre la mesa—. Mirad el ritmo de un Enano.
Minutos después, salían del lugar poniéndose los abrigos y capas. Darien iba detrás de Ronan, ofreciéndose a disgusto para ayudarle a llegar a la posada de una pieza. Mientras atravesaban la calle, se detuvieron para que el Enano vomitara hasta sus entrañas.
—Oh, Dios. ¿Está bien? —exhaló Taehyung.
—¡A ti que te parece! ¡Ugh! —volvió a inclinarse en una esquina.
—No me obliguéis a abofetearos, señor Ronan —gruñó Darien.
Los dedos de Jungkook se extendieron y se posaron sobre el broche de la flor blanca que llevaba Taehyung. Lo había mirado cientos de veces en esos días, y siempre, se preguntaba si eran las mismas flores del legendario Árbol Ginso del que emanaba el agua mineral que se relataba en los cuentos.
El Elfo giró la cabeza y se sintió eventualmente cohibido por la cercanía. Las yemas del pelinegro acariciaban la forma del broche, y con los párpados bajos, admiró la joya blanca. No era un broche que llevaría un plebeyo, ni un duque o conde, sino el tipo de pieza preciosa que sólo pertenecía a alguien de sangre azul.
—El broche de un príncipe —murmuró, con los ojos verdes sobre él.
—¿Cómo decís?
—Cuando lo vi, supe que no erais cualquiera —explicó Jungkook en voz baja, retiró la mano y alzó la mirada—. Una joya de ese calibre atraería la atención hasta de los más despistado.
—Entonces, ¿queréis mi broche como recompensa? —pensó Taehyung.
Jungkook esbozó una leve sonrisa, mientras el grupo retomaba el paso.
—¿Por qué habría de querer esa joya para mí?
—No lo sé, parece que es lo único por lo que mostráis vuestro interés desde que os pregunté.
El humano se humedecía los labios en lo que reflexionaba.
—Taehyung, no soy escudero, ni cazarecompensas. Partí para irme de casa, y vos buscáis volver a la vuestra. He aquí las motivaciones que hacen que nuestro destino sea el mismo.
—Temporalmente —dijo el Elfo—, hasta Lúa.
—Hasta Lúa —confirmó Jungkook.
Ciertamente, le provocó una agridulce sensación. Continuaron hablando, en lo que Taehyung adelantaba el paso y daba media vuelta para verle a él.
—Tengo curiosidad, ¿por qué dejasteis a vuestra familia? Cuando habláis de ellos, parecéis añorarlos.
—Tal vez soy un desagradecido —pensó.
Y los segundos corrieron, en lo que el pobre diablo de Darien sujetaba a Ronan por un brazo para que no tropezara con el escalón de casa.
—Mi padre Torgo me acogió, me ofreció un techo, y alimento. Dana y él hicieron lo mejor por mí, mientras mis progenitores yacían sin vida en algún lado.
Taehyung descubrió en ese momento que Jungkook había sido huérfano, y su familia humana, adoptiva.
—¿Te abandonaron?
—¿Abandonar? Lo desconozco, pero sé que un forastero me dejó en los brazos de Torgo —contestó con un timbre mucho más grave—. Quizá quemaron el pueblo, y fueron asesinados por hordas de orcos, al igual que cientos de víctimas. Valinor dejó de ser un reino de paz hace demasiados años. La gente muere, la capital cayó y los rumores son tenebrosos. Apenas quedan caballeros con valor de enfrentarse a esas bestias. El único lugar seguro de Valinor es Endalion, porque los Enanos fortificaron la ciudad; y aquellos otros lugares que son insignificantes y están demasiado lejos de la antigua capital.
—Como Epiro —acertó Taehyung.
Jungkook asintió en un suspiro de pesar.
—Entonces, ¿por qué partisteis de viaje, Jungkook? ¿Buscáis a vuestra familia perdida?
—No, no es eso.
La conversación se pausaba en lo que llegaban a la posada con el sonido de sus pasos, del fino tacón de las botas hasta media rodilla de los cuatro, con Darien y Ronan ajenos a lo que se decían.
Jungkook presintió entonces cómo aparecía una especie de respuesta que quería escapar de la punta de su lengua. Sólo que, creía que sonaría demasiado extraño. ¿Cómo alguien sensato podía mencionar los conceptos de corazón, destino, intuiciones, sin parecer un auténtico desequilibrado?
—Mi corazón... —dijo, y tan pronto como lo hizo también llegó a sentir la timidez formando una gran barrera invisible.
Taehyung le escudriñaba con interés.
—Exijo la mitad de la recompensa de Ronan —interrumpió Darien, en mitad del dúo—, a partir de hoy. Y no pienso volver a sujetar a un condenado Enano mientras condenadamente vomita, en el resto de mi condenada vida.
Taehyung liberó una risa relajada, si bien se lamentó de que llegara el momento de separarse mientras entraban en la posada. Su conversación con Jungkook se aplazaba silenciosa e indefinidamente desde entonces, pero ahora había algo distinto, y más real, entre ellos dos.
—Buenas noches.
—¡Buenas noches, mocosos!
—Namarië —se despidió Taehyung, con un acento más melódico.
—Buenas noches.
El último fue Jungkook, quien le ofreció una despedida más suave, en la que podía leerse entre líneas un acercamiento. Y quién podía decirlo, si lo más relevante era su pelea. Taehyung pestañeo mientras sus labios formaban una leve sonrisa, caminaba hacia la puerta de su habitación en la posada, la cual desbloqueó y finalmente desapareció en su interior.
El humano se quedó plantado durante unos segundos extras, hasta que Darien le dio un codazo.
—Oye, ¿quieres que te pase mi pañuelo? Así te limpias tú mismo la baba.
Jungkook frunció levemente el ceño como si fuera la cosa más molesta y tonta del mundo. Empujó la puerta del dormitorio doble, y Darien le siguió hasta el interior, quitándose la chaqueta. Mientras el pelinegro se desabotonaba la camisa, la sacaba del pantalón y luego se acuclillaba para descalzarse, Darien no dudó en hacerle saber que tenía ojos hasta en la nuca.
—¿Qué tramáis con tantos cuchicheos? No os he quitado el ojo del encima.
—¿Qué dices? —Jungkook se frotó la nariz despreocupadamente, y acto seguido fue al cuarto de aseo. Al regresar, se había soltado el pelo, mojado las muñecas y el cuello, y cambiado la camisa por una blanca, más fina y vaporosa, para dormir.
—Veo cómo le miras desde lo de la montaña. Diría que te estás encaprichando.
Jungkook se quedó paralizado, con los ojos clavándose en su amigo.
—¿Hablas de mí y de Taehyung?
—Y, ¿de quién, si no? Vas hacia un lado, y luego hacia el otro, y él se mueve igual, como un imán. Es curioso, tienes suerte de que su querido asistente feérico no te esté rebanando la yugular.
El pelinegro se dejó caer en la cama, cerró los ojos, y pensó en que precisamente, no quería pensar en nada más. Lo que se removía en su interior era un vendaval.
—Ilusiones, Darien. Nada más —suspiró, simulando una incierta tranquilidad.
Y como su amigo cerró el pico (afortunadamente), no tardó demasiado en quedarse dormido.
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y el libro completo en Patreon.com/chispasrojas.
El príncipe se despertó esa mañana tras el leve destello que rozó sus párpados cerrados. Sus iris desorientados se posaron sobre el capullo resplandeciente, el cual centelleaba como si estuviera a punto de eclipsar. Se enfundó las botas, y apenas se dio tiempo para coger nada más, pues salió de la habitación a toda prisa. Se encontró a Ronan fumando pipa en el exterior, con un aspecto mucho más pacífico y recuperado que la desastrosa noche de antes.
—¡El primero en levantarse! —expuso gratamente—. Aunque reconozco que parte de ese mérito se lo cedo a mi mal de vientre.
—Ronan, acompañadme —emitió Taehyung.
Él le siguió de inmediato, sin reproches ni preguntas. No llevaba casco, ni abrigo, ni chaleco metálico, ni armas, más allá de la arrugada túnica marfil que caía hasta la mitad del muslo y el pantalón marrón, con gruesas botas.
Percibió las prisas del elfo y la manera en la que mantenía las palmas cerradas. Y eso era interesante, pues, las mismas palmas comenzaban a brillar, mientras Taehyung musitaba que necesitaban un lugar un poco más verde que cualquier rincón de Azmar.
Terminaron en la solitaria extensión del campo de entrenamientos, junto a un par de árboles. Ronan mantenía los ojos muy abiertos, y apenas le quedaban interés en su pipa.
—Está apunto de despertar.
Taehyung se sentó de rodillas en el suelo, abrió las palmas y dejó que la crisálida feérica flotara bajo la frondosa copa del árbol, sobre los hierbajos y los dientes de león que se mecían con la brisa cálida de esa dorada mañana. Centelleaba con tal fuerza, que sus pupilas se contrajeron.
—Por las Barbas de Ilúvär, es como una joya —profirió el Enano.
Los pétalos del capullo se abrieron lentamente, y en su interior, se desperezaba una diminuta criatura. Al abrir las alas, Ronan descubrió que eran tan etéreas y transparentes como las de una libélula. El torso desnudo y fornido, y apenas unas telas finísimas cubriéndole la cadera y por encima de los gruesos muslos.
—¡Por fin! —Taehyung esbozaba su más lozana sonrisa.
El feérico se echó el cabello hacia atrás como el mejor y más sexy modelo de toda la hondonada feérica, y mientras sus alas revoloteaban sobre sus hombros, le lanzó una mirada altiva.
—Buenos días, pequeño sol —le soltó.
Taehyung alzó ambas cejas.
—¿E-estáis bien, Namjoon? Dormíais tanto, que me teníais preocupado.
—Namjoon —reprodujo el mismo alzando las manos teatralmente, con un tono de en sueño—: así he sido hasta entonces conocido. Pero con este nuevo despertar, mi persona ha transcendido hacia el cielo celeste que se asoma sobre la legendaria ciudad salpicada por el Mar Celes. ¡Namjoon, el asistente, ha perecido para siempre! Me conoceréis como: ¡Namjoon, el Rey de las Hadas! ¡Namjoon, el guardián legendario del príncipe!
Taehyung rodó los ojos mientras al feérico se le llenaba la boca de ínfulas sobre su propia persona. Sí que le había sentado bien descansar tantos días.
—Suficiente. No os hagáis más de rogar, pequeño insecto —gruñó Taehyung.
Namjoon extendió una mano, comprobando sus perfectas uñas.
—Su alteza, yo también me alegro de veros.
Taehyung le ofreció una palma en la que se posó cómodamente, cruzándose de brazos y piernas.
—¿Cómo os encontráis? —le preguntó el príncipe, con las facciones dulcificándose—. No sabéis lo mucho que os echaba de menos.
El feérico se sonrosó un poco, se pasaba una mano por la nuca mientras rebuscaba su tono más modesto en algún lado.
—Siento que he dormido durante cinco días —expresó más tranquilo—. Y no sabéis, mi señor, qué sueño tan horrible he tenido. En él había jinetes negros, Enanos, y un humano sexy os tenía entre sus perversos brazos como si quisiera secuestraros —dijo con un escalofrío.
Ronan se inclinó junto al hombro del Elfo, y Namjoon soltó un gritito al verle de nuevo.
—¡Oh, el Enano es real! ¡Vos salíais en todo ese embrollo! —esbozó una repentina mueca—. Pero dejadme deciros, que, en mi sueño, erais infinitamente más alto.
—¿Se lo digo yo, o vos? —masculló con tono ronco Ronan, a Taehyung—. Antes de que le pise con mi bota.
Taehyung suspiró sonoramente.
—Ah, esto, Namjoon, siento comunicarte que esta es la realidad que se nos presenta. Pero lo bueno es que estamos en Azmar, un pueblo cerca de la frontera del Reino de Nibel —se sinceró el príncipe—. Y a sólo unos días de Lúa.
—¡¿Cómo?! —se lamentó el feérico, llevándose las manos a la cabeza—. ¡No, no, no...!
—Cerrad los ojos e imaginad que es un mal sueño; yo lo hago todo el tiempo —expresó sarcásticamente Ronan.
Taehyung sintió lástima por él, pero al menos, le tenía de vuelta y parecía mucho más recuperado de lo que esperara. El Elfo aprovechó para ponerle al día de lo que sucedió tras perderle a él.
—Mi apariencia retornó, y Jungkook y yo acabamos con un Troll. Después, Darien regresó con nosotros.
—Decidme que ya se han largado, por el Amor de Eru —farfulló el hada.
—No, no —musitó Tae con un hilo de voz—. ¿Por qué iban a hacerlo? Ellos también se dirigen a Lúa.
Namjoon estaba masajeándose la frente. Y, por un lado, se sentía aliviado de que continuasen con su compañía y no hubiesen traicionado su confianza, pero se sentía horripilado por aquel humano que, en su sueño, se llevaba al valioso príncipe con él.
«¿Sería el bobo de Darien? ¿Sería ese pelinegro? ¿El de la espada? ¿El que abrazaba a la versión diminuta del príncipe en una carpa? No le apetecía recordar su nombre... mientras un levísimo recelo le fulminaba», vaticinó dramáticamente en su mente.
—Jungkook cree que deberíamos partir mañana —dijo Taehyung.
«Ah, claro. Jungkook».
—Magnífico, ¿tenéis alguna ruta seleccionada? —se cruzó de brazos como un hada muy seria.
—Más o menos.
Ronan aspiró profundamente su pipa y luego soltó una exhalación que le llegó al feérico. Namjoon sacudió una mano y le miró fatal, mientras se apartaba el humo de la cara.
—Más o menos, no suena como un plan —increpó el peliblanco.
—Esta tarde vamos a cincelarlo, trazaremos la ruta más segura —continuó el Enano—. La que nos permita descansar, sin preocuparnos.
—Pues espero que no haya Trolls en esa ruta —repuso Namjoon.
—Los evitaremos.
—¿Y una tormenta asoladora de agua y granizo?
—Caray, sí que te has levantado con el pie izquierdo.
Mientras Ronan se quitaba de en medio, Taehyung esbozó una liviana sonrisa. A él le daba igual las reticencias y malos humores de los feéricos.
—Os he extrañado —reconoció en voz alta, incorporándose.
Namjoon le siguió con la mirada y también con un suave vuelo, mientras el Elfo rodeaba el árbol. Apoyó la espalda en el tronco, y bajo la extensa sombra de la copa, se cruzó de brazos mientras contemplaba a Ronan abandonando la llanura de entrenamiento.
—No sé qué hubiera sido de mi camino, si hubiera tenido que continuar sin vos, Nam —agregó Taehyung con un tono lejano—. Siempre me habéis cuidado... Y no me perdonaría fallaros ahora que puedo devolveros esto. Sé que Elemmirë y el valle también son vuestro hogar, que estamos perdidos en Gaia, lejos de nuestro hogar, pero yo también me he prometido que tú volverás a casa.
Un suave siseo resonó tras el árbol. Taehyung se quedó quieto, giró la cabeza hacia un lado, y en ese momento, asomó Namjoon con un tamaño mucho más humano.
Ahora bien, sus ropas seguían siendo escasas; su torso se veía suavemente musculoso, con bíceps de volumen y un porte elegante, más alto que Taehyung. Llevaba una ligera diadema de hojas que le rodeaba la cabeza, y las orejas destacaban como siempre habían hecho, entre los mechones de pelo. Mientras que la de los Elfos eran ligeramente puntiagudas y bonitas, casi delicadas, las orejas feéricas siempre fueron más alargadas, y acabadas en una punta muy afilada.
—Oh, volvéis a tener un tamaño considerable.
—Necesito algo que vestir —dijo Namjoon en intimidad.
Taehyung le echó un vistazo, sin darle demasiada importancia. Él solía vestir bien puesto que trabajaba en palacio. Muy distintos eran los feéricos del Valle de la Estrella, y por lo general, en formas humanas, siempre escondían sus finísimas alas bajo la piel.
En ese momento, Namjoon las replegó sutilmente en la espalda desnuda.
—¿Sentís debilidad?
—No tanto.
—Creo que el fuego os ayudó en eso —le ofreció su opinión—. No hay buenos bosques cerca, pero calculo que te tragaste el calor de una hoguera durante diez o quince minutos.
—Ya decía yo que hacía un poco de calor en esa cosa —bromeó el feérico.
Y Taehyung libero una risa muy agradable. Sus ojos se entrecerraron con una mirada entrañable, extendió los brazos y le estrechó por los hombros. Namjoon se quedó muy quieto ante su gesto, los abrazos nunca habían sido su punto fuerte y se saltaban todos los protocolos. No obstante, dejó que sus párpados pesaran y apreció el afecto que le ofrecía Taehyung.
Él nunca había sido muy expresivo con él, solían perder el tiempo sermoneándose y discutiendo. Era el primer abrazo sincero que le daba.
—Os dejaré mi capa —le decía al soltarle—. Quedaos aquí, y os traeré la ropa de inmediato. No os mováis.
—¿Insinuáis que no sería buena idea caminar por Azmar semidesnudo?
—No es como si tuviera algo en contra —sonrió juguetonamente—, pero no creo que queráis provocarle una hemorragia nasal a una humana.
—Pues me encantaría ver la cara de ese Enano.
—¿Es cierto? —Taehyung arqueó una ceja.
—Sólo porque mido tres cuartas más que él, pervertido —matizó Namjoon a tiempo.
Los dos se miraron y compartieron una risita muy tonta, se separaron cuando Taehyung le pidió que esperaba, abandonándole en aquel solitario campo. Mientras tanto, Darien y Jungkook ya se encontraban en una taberna, sentados en el rincón más apartado de todos, a la luz de una ventana en forma de arco. Extendían el famoso mapa que Namjoon adquirió en Torre Gris sobre la mesa, posando una jarra de agua en una esquina, y un cenicero de pipa en el otro.
—Yo diría que debemos atravesar el Bosque Ondulado. No es frondoso, parece tranquilo, y da al río Xenia —Jungkook posó el dedo sobre el río, el cual atravesaba un costado del Reino de Nibel—. Hay un buen abrigo de árboles por aquí, y no está cerca de ningún pueblo ni asentamiento. Debería ser un trayecto mucho menos frío, y más seguro.
—Pero si tomamos el camino más directo, acortaríamos el paso —debatió Darien—. De la otra forma, tendríamos que dejar las monturas atrás. Los caballos no pueden atravesar toda esa espesura.
—Quizá es el momento de vender a los caballos. Necesitaremos algunas coronas extras, a mí me empieza a escasear el dinero.
—¿Insinúas que me deshaga de mi querido Bellota?
—Darien... es la primera maldita vez que mencionas el nombre de la criatura.
—Eso es porque acabo de inventármelo.
—Esperemos la opinión de Ronan —suspiró Jungkook.
El rubio resopló reclinándose en la silla, y apoyando los codos en la mesa llevó la vista a través de la ventana.
—¿Dónde diablos está ese Enano? Que él decida —declaró fastidiado.
Afortunadamente, poco después Ronan empujó la puerta y entró de buena gana. Acababa de comprar tres ardillas muertas en el mercado que ahora colgaban de una cuerda que caía de su hombro, y pensaba dárselas como almuerzo a su querido Ventisca, el cual se encontraba amasando la periferia del pueblo. Pidió, para la sorpresa de todos, una jarra de leche caliente con miel, y luego se sentó con aquel par que clavaban los ojos sobre él. Como si su ebriedad nunca hubiera existido.
—Tienes la última palabra, más vale que no decepciones —le arrojó Darien.
—¿El paso del Bosque Ondulado, o el del camino?
—¿Cuál es el más directo?
—El del camino, nos cruzaremos con mercaderes y puede que algún cazador.
—Pues el otro. Prefiero tomar el puente del río Xenia —expresó Ronan.
—Oh, ¡venga ya! ¡Tendremos que deshacernos de los caballos! —se quejó el rubio.
—Querido, en otra vida seríais un excelente aventurero —le increpó el Enano.
—Sí. Y vos, señor Enano, un excelente guía. ¡Tomad la grieta de Akmodan! ¡Será el lugar más seguro! Dijo, mientras una familia de Trolls preparaban la mesa —ironizaba Darien.
—¿Oyes eso? —le preguntó Ronan a Jungkook—. Tengo un pitido clavado en la oreja.
—¿Es que a nadie le preocupa que un bosque se llame Ondulado? —añadió el rubio.
—Sí, es perturbador —dijo Jungkook con neutralidad. Luego retiró el mapa y comenzó a enrollarlo con los dedos—. Decidido, tomaremos la ruta que cruza el río Xenia.
—Pero, ¿por qué tanta insistencia con ese río?
—No es por el río —intervino Ronan—, es por el Puente de la Luna. El Xenia es el más caudaloso, de afluentes rápidos y cristalinos, todo tipo de peces de aguas dulces lo cruzan. Los Elfos de la Noche construyeron el puente más grande de todo Nibel. Y desde allí —se puso las manos como una visera, como si ya estuviera avistándola—, a lo lejos, puede verse la magnífica fortaleza de La Ciudad Nocturna. Ladrillo de ónix y piedra púrpura, roca madre oscura, resplandeciendo bajo la luz de la luna. La joya de las fortalezas, la envidia del Rey Endimión, y de cada uno de los Enanos de Valinor. El puente elevadizo abre sus puertas a todos los viajeros, a todos los forasteros que ofrezcan su nombre. Y créanme cuando digo que, Lúa es, lacónicamente, la ciudad más segura, no del Reino de Nibel, sino de toda Gaia.
—¿Desprestigiáis vuestra propia ciudad de Enanos, señor Ronan? —formuló Jungkook con interés.
—Desprestigiar no, joven Jungkook —ladeó la cabeza, mientras se acariciaba la áspera barba gris y blanca—. Pero en los últimos veinte años, Endalion fue víctima de numerosos asaltos, todos ellos reprendidos por mi pueblo, mientras que, a Lúa, jamás se acercó ni un sólo orco. Ni un sólo susurro de las sombras que vienen del Este. Ni una sola mirada maldita desde poniente.
—Tal vez está demasiado lejos —pensó Darien.
—No es por eso.
—¿Y por qué iba a ser, sino? Dudo que a los orcos de Tenebrae les importen las ballestas de los Elfos de la Noche. Esos bichos son como ratas, salen de todos lados, y lo mismo les da una vida que otra de los suyos —expuso el rubio oscuro.
—Que no —le gruñó el barbudo.
—Entonces, ¿por qué es?
Ronan sacaba la pipa de su bolsillo, mientras negaba con la cabeza. Jungkook encontró cierta incertidumbre en su expresión. Había un motivo, era evidente. Tanto como que lo ignoraban por completo. Al principio, Jungkook pensó que tal vez sólo era que los orcos le tenían miedo a los Elfos. Si bien no tenía sentido, pues habían atacado la ciudad secreta de Elemmirë, donde los últimos resquicios existentes de Altos Elfos se habían escondido de todos los ojos durante mil años.
Entonces, se preguntó dónde médulas se había metido Taehyung.
—Por cierto, ¿habéis visto a...?
Darien ya le miraba de medio lado, así que Jungkook cerró la boca de una para no darle el gusto.
—¿A quién?
—Al mesero. Su rostro me suena de algo —improvisó.
Ronan y Darien giraron la cabeza, el Enano le ignoró justo después, mientras se encendía la hierba que fumaba en pipa. En cuanto a Darien, volvió a clavar los iris castaños en él, con una pretenciosa sonrisa de labios.
—Estás delirando, pues es una mujer.
—Eso será.
—Mhn, ¿dónde estará nuestro querido príncipe Elfo? —ironizó su amigo, apropósito.
—Ni lo sé ni me importa —Jungkook aparentó una falta indiferencia, ojeando un pergamino.
—Caray, ¿qué ha ocurrido? Súbitamente, tu interés por él ha disminuido en un noventa y nueve por ciento.
—Demasiado alto has colocado ese porcentaje.
—¿Interés? —Ronan sopló una calada de la pipa—. ¿Interés de qué tipo?
—Interés afectivo —declaró Darien.
Y Jungkook se imaginó a sí mismo estrangulándole.
—Yo diría, caritativo —difuminó Jungkook.
—Ni que fuera un mendigo, píllate los dedos un poco.
El azabache chasqueó con la lengua.
—Cordial.
—¿Cordialidad al uso, o al desuso?
—Por todos los cielos, ¿qué tipo de cordialidad es esa, burro? —frunció notoriamente el ceño.
—¿Cómo la que le guardo yo a Thalía? —le chinchó Darien con los ojos iluminados.
—¿Thalía, la de las melenas de fuego? Ni de broma.
—¿No?
—¡No!
—Vale, vale —hizo una mueca—. Te pones como un volcán en llamas, ¡eh!
—¿Podéis dejar de hablar como un par de mocosos? ¿Sobre qué diablos discutís? —intervino Ronan, hasta el mismísimo.
Jungkook agarró el recipiente metálico para tomar un sorbo, y casi se atragantó cuando Darien se tomó la molestia de decirlo por él:
—A Jungkook le apetece raparse la cabeza, y quiere hacerlo con vos. Me pidió que yo os lo preguntara por él. ¿Qué decís?
El pelinegro empezó a toser con fuerza, Ronan captó con una mirada su mentira, y luego apagó la pipa, alegando que debía llevarle la ristra de ardillas muertas que colgaban de su hombro a Ventisca. En lo que se levantaba, sus ojos se volvieron más anchos recordando algo importante que debía mencionarles:
—El feérico ha despertado. Nuestra excelencia debe estar con él.
—¿Cómo? ¿En serio? —Jungkook pestañeaba con sorpresa.
—Huh. Ya era hora —Darien se descruzó de brazos.
—Y os alegrará saber que, por una vez —alzó un dedo amenazante—, no seré el más pequeño, en cuanto a estándares de altura, de nuestro grupo completo.
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y el libro completo en Patreon.com/chispasrojas.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top