Capítulo VIII
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y el libro completo en Patreon.com/chispasrojas.
Capítulo VIII. El Príncipe de los Elfos
Con una espada corta en una mano y el hacha Nirvana en la otra, Ronan se anotaba la muerte de un Troll mientras el cabello grisáceo se le pegaba a la nuca. Ya había luchado contra media docena de esos en sus tiempos, cuando Toril y él defendían la Ciudad de la Montaña de Hierro de los Enanos, tras la caída de la capital de Idris, en Valinor. Y si alguien le preguntara sobre los Trolls, él hubiera opinado abiertamente que estos eran bien tontos, si bien algo fatigosos e increíblemente latosos de matar.
El segundo Troll iba hacia él, cuando un enorme mandoble apareció bajo la criatura y se clavó en su estómago. Bingo. Ronan vislumbró un cabello rubio oscuro y desaliñado del tipo, los anchos hombros y la embestida robusta de alguien que parecía conocer. Era Darien, el necio bravucón que perseguía a Jungkook desde Epiro, entre la fascinación por él y la autocrítica por ser tan estúpido.
Poco le importaba a Ronan sobre su excelente acometida, cuando vio a Ventisca a unos metros; salió corriendo hacia su fiel felina criatura y le abrazó un costado, alegrándose de que estuviera intacto. ¡Gran y fiera Ventisca, por supuesto que lo estaría!
El cuerpo del Troll, sin vida, comenzó a tambalearse peligrosamente, y Darien emitió un gritito de auxilio. La espada se le había encasquetado en el interior de la zona abdominal, y de un movimiento hercúleo, sacó la hoja como pudo, rodó hacia un lado y el gigantesco cuerpo finalmente se desplomó sobre el suelo, levantando las hojas y el polvo.
—Ah, Ventisca. Sabía que volverías, ¡y veo que traes compañía! —le decía Ronan a su querido león blanco.
Darien observó la hoja ensangrentada de su mandoble, se levantó del suelo como pudo y le arrojó al Enano el clamor de su voz.
—¡Cretino! ¡Casi me aplasta! ¡Podíais haberme ayudado!
Ronan le miró sonriente, magullado, ensangrentado, cubierto de sudor, e inexplicablemente satisfecho.
—Voy a deciros que alguien se alegrará de veros, pero ese no seré yo.
—Oye, acabo de salvaros el culo de Enano de ese enorme Troll —reclamaba, limpiando la hoja con su capa—. ¿De nada? Estoy perfectamente, ¡gracias por su preocupación!
—Regla número uno, jovenzuelo, dos Trolls jamás podrían con un Enano —decía Ronan con orgullo—. Lo tenía todo bajo control.
—¡Bajo control! —exclamó con una carcajada irónica—. Uno se cernía por la izquierda, otro por la derecha. Y Ronan, El Valiente, luchaba contra todos y cada uno de ellos, hasta que la Paz llegó al reino de Valinor.
—¿Qué hacéis, comadreja? —el Enano arqueó una ceja.
—Preparar cómo será mi relato cuando llegue a buen puerto.
—Maldición, confieso que compraría con gusto sus escritos. Si es que sabéis escribir a puño y letra.
Darien se pasó una mano por el pelo.
—Vos, señor Enano, sois digno de mi irritación —exhaló.
—¿Su brazo está bien? —formulaba Ronan, más amable.
—Excelente —contestó bajando la voz, y de repente parecía cansado—. Dos días buscándoos, sin pena ni gloria, casi muero de frío bajo esa tormenta. Suerte que ese león apareció para guiarme.
—Debió haberte olfateado, ¡ah, ja, ja, ja! —Ronan parecía eufórico.
—Es como si supiera dónde estaba —reconoció—. Pensé que rodearíais esta zona montañosa. No se me pasó por la cabeza que os refugiarais en unas cavernas.
—¿Por qué no? —preguntó, dejándole unas palmaditas en el lomo al león.
—Por los Trolls de las cavernas, por supuesto —puso los brazos como jarras—. Oh, vamos, hasta en los cuentos de los niños salen esas historias.
Ronan abrió muchísimo los ojos, giró la cabeza bruscamente, recordando que había olvidado algo. A una decena de metros, las lenguas de fuego lamían el cielo, y las ramas y pasto seco se deshacían bajo las hambrientas llamas.
—¡Ah! ¡La hoguera! ¡La hoguera! —salió disparado con unas zancadas—. ¡El Elfo está en la hoguera!
Darien corrió tras él, siguiendo sus pasos.
—¿Elfo? Se deshizo como el azúcar.
—¿Qué?
—No pude salvarle a tiempo; las llamas le rozaron y de repente, se esfumó como un suspiro —aseguraba Darien.
Ronan no podía creérselo, era trágico. La hoguera yacía plenamente encendida, con altas llamas anaranjadas, que quemaban y marchitaban aquella pila de leños amontonados. Era cuestión de minutos que el montículo se carbonizara y el fuego se apagara.
El Enano bajó la cabeza, lamentando la pérdida con un profundo suspiro. Tenían a un niño Elfo con ellos, y no podía imaginarse la reacción del pequeño, así su naturaleza siempre le hubiera provocado rechazo hacia esos seres remilgados, y de orejas picudas.
En ese momento, el rugido de Ventisca les avisó de la llegada de alguien más: dos adultos aparecieron tras unos árboles. El primero era Jungkook, y los ojos de Darien su iluminaron. El segundo, tardó en ser reconocido por aquel par. Mucho más alto, de constitución grácil y esbelta, con el cabello castaño oscuro y un par de ojos tan verdes como los frescos prados de Valinor.
—¿¡Darien!? —el gesto de Jungkook cambió, la alegría se extendió por su cuerpo.
Él corrió hacia su amigo, sin poder creer lo que veían sus ojos. Sus cuerpos impactaron en un abrazo, donde Jungkook palmeó su espalda amistosamente.
—¿Qué haces aquí? ¿Por qué no estás en Epiro?
—Bueno, eh, p-pensé en que, quizá, tal vez, en un caso hipotético —balbuceaba Darien, con los pómulos encendidos—, ya sabes, necesitarías mi ayuda, porque sois unos auténticos necios.
—No. No es posible —le sujetó los hombros, con una mezcla agridulce por volver a verle—. ¿Cómo nos seguiste el rastro? Nos separamos hace días.
—Honestamente, ese gato grande me echó una mano —indicó con un movimiento de mentón.
—¡Gato, no! ¡Ventisca! ¡El señor de los Señores Leones! —discutió Ronan.
—Como sea.
—¿¡Dónde está!? —jadeó Taehyung, con el miedo cruzando su rostro—. ¿¡Dónde está Namjoon!?
—¿Quiénes sois? —exigió el Enano, echándole un vistazo de arriba a abajo—. ¿De dónde salís, vos?
—Esperad, ¿Taehyung? —dudó Darien, apartando a Jungkook.
El pelinegro escogió no volverse; era mejor así, la presencia de Taehyung le había dejado chalado, inexplicablemente desconcertado y cohibido.
—Señor Ronan, ¿dónde está? —volvió a formular, compungido.
Y Ronan le observaba con los párpados ensanchados, con el rostro nublado por la sorpresa. Era él. Era ese niño. Los mismos ojos, las mismas ropas, si bien ahora mucho más crecido.
—E-el fuego —señaló con un dedo.
Taehyung se giró hacia la hoguera y perdió toda la esperanza.
—¿Dónde?
—El fuego se lo tragó —intervino Darien, compartiendo el mismo desconcierto del Enano—. Q-Quiero decir, íbamos a rescatarle, cuando entonces, se deshizo. Fue como un, ¡puf!
—¿Puf? —repitió el Elfo, frunciendo el ceño.
—Una nube de polvo brillante, y entonces las llamas crecieron, y...
—Las llamas —pronunció Taehyung, acto seguido liberó su aliento y caminó hacia la hoguera con unos pasos decididos.
Su corazón le decía que aún persistía, en algún lado. Las formas feéricas eran inmunes al fuego, excepto al fuego valyrio de los dragones y al de la llama imperecedera.
—Apartad, alejaos —dijo entonces.
No tenían ni idea de qué sucedía, pero ni Ronan ni su león, ni Darien, y ni siquiera Jungkook, se atrevieron a dar un paso o a interponerse. El último, cuando le vio acercarse al fuego lo suficiente, sintió un terrible impulso de alcanzarle y apartarle de un tirón de muñeca. Pero no podía permitirse hacerlo, no creía que encontrara una excusa.
—Naur dil isceloth... kel kemen silïth —siseó Taehyung frente al fuego.
Y espontáneamente, las llamas reaccionaron con suavidad ante sus labios, mientras su voz se elevaba en un cántico. No era una canción, pero el élfico siempre sonaba melódico; y sus palabras resonaban como lo hacían los hechizos verbalizados por hechiceros, por los brujos gatos que se escondían en sus cabañas, lejos de las ciudad y poblados humanos.
—Naur dil... isceloth... —las llamas se extinguían lentamente, como si el oxígeno que alimentaba sus lenguas negara su avidez—, kel kemen silïth... ¡Naur dil isceloth, kel kemen silïth!
Y el fuego se volvió rojo oscuro, ahogándose, debilitándose, apagándose con reticencia, y hasta finalmente, extinguirse. Todo cuanto quedó entonces fue el silencio del bosque, de los tres que contemplaban al ojiverde, y a aquella pila carbonizada de ramas secas y troncos.
Sobre las brasas, un diminuto capullo rosado en forma de flor, se elevaba silenciosamente y quedaba suspendido en el aire. Taehyung extendió las manos y tomó la cápsula resplandeciente con cuidado. Sintió un profundo alivio al hacerlo; cada uno de los pétalos brillaba con luz propia, envolviendo el cuerpo dormido de feérico.
—Aquí estáis —murmuró con dulzura, con la membrana de pétalos refulgentes entre sus manos—. Duerme, que ya despertaréis...
El único que se atrevió a aproximarse, o más bien que no pudo evitar hacerlo, fue Jungkook. Él se asomó junto al hombro del Elfo y contempló aquella preciosidad con detenimiento. Era inexplicable como algo tan minúsculo y fascinante podía conmover su alma.
—¿Qué es eso? —preguntó Jungkook cuidadosamente, con un pestañeo.
—Es un capullo feral —contestó Taehyung—. Su organismo feérico le envolvió en una cápsula de protección, a tiempo. Pobre, debía estar muy cansado...
—¿Y saldrá de ahí?
—Despertará en algún momento —sonrió levemente.
Jungkook levantó la mirada y contempló seguidamente a Taehyung. Se sintió inexplicablemente fascinado con él, en el momento que cerraba las palmas alrededor del capullo feérico, guardándoselo con cuidado.
Namjoon no podía ser un Elfo, y él, estaba seguro de que Taehyung tampoco se resumía en eso. ¿Quiénes eran? ¿De dónde habían salido? Jungkook se sentía ahogado en el perturbador interés que le acosaba tras la oreja, así como en el misterio.
—¿Vos...? —comenzó a formular.
—¿Estáis diciendo que ese Elfo sexy va a salir de esa cosa? —interrumpió Darien, bruscamente.
—¡Imbécil! ¡Que no es un Elfo! —bramó Ronan.
Y todos le miraron, agradeciendo la espontaneidad del mismo.
—Y vos no sois un Elfo del Bosque, esos estirados no pueden hablarle al fuego, y el hambre del mismo jamás escucharía a nadie —continuó el Enano con astucia, acusándole con un dedo—. No sois un niño, y llevaba un lustro sin oír a alguien pronunciar la palabra feérico. ¿Quiénes sois, joven Elfo? Si es que sois joven, pues la Gracia de Eru le entregó la legendaria inmortalidad a los Primeros, los Altos, a los que contaron la capacidad de comunicarse con el susurro de las aguas, la voz del viento y las lenguas hostiles del fuego.
Taehyung arrastró su mirada sobre el Enano, sobre el león, luego Darien, quien había mostrado su lealtad regresando con ellos, y finalmente, Jungkook. Los ojos castaños de él habían cambiado, y no Taehyung no sabía si era por temor, decepción o rechazo, pero había algo nuevo, distintivo y encriptado en él. ¿Habría perdido para siempre su confianza? ¿Una amistad que apenas había empezado?
—No me creeréis, pues los hechos os sonarán a fantasía y mi relato a una mentira —enunció Taehyung, manteniendo un gesto serio—: pero hay realidad y tragedia en nuestra marcha. Mi nombre es Taehyung. Soy el príncipe y heredero de Elemmirë, La Ciudad de la Luz. El hogar de los Altos Elfos.
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En una zona segura establecieron su asentamiento. Se llevaron a los caballos, las armas, provisiones, y la tienda de campaña a otro lado. Ahora se encontraban lejos de las cavernas por las zonas colindantes a la grieta de Akmodan y alejados de las montañas, evitaban tener el infortunio de encontrarse con más Trolls hambrientos y desdeñosos.
Mientras Darien encendía el fuego que les calentaría esa noche, Jungkook y él compartían un murmullo.
—Dice la verdad, le has visto hablarle al fuego —decía Jungkook.
—Reconozco que tenía tanta hambre mientras os buscaba, que me comí unas setas que encontré al pie de unos árboles.
—Les vimos caer de ese portal, venían de algún otro lado...
—Y entonces aún seguía diciéndome a mí mismo que eran efectos adversos de la cerveza negra —Darien se masajeaba una sien—. Como cuando te vi batirte en duelo, uno contra cuatro.
—¿Deberíamos confiar en ellos? —dudó el pelinegro ignorándole con un hilo de voz.
Darien y Jungkook giraron la cabeza al mismo tiempo: los dos miraban a Taehyung, quien se encontraba tranquilamente sentado en el suelo, con el capullo rosado y brillante flotando a un lado, y Ventisca remoloneando al otro.
—Desde luego, el gato parece contento —la boca de Darien se crispaba, vislumbrando el efecto tontorrón del Elfo sobre la criatura.
Él le rascaba tras las orejas, y Ventisca no se despegada de su lado, como si estuviera enviándoles un mensaje directo: «confiad, panda de zoquetes». A todo esto, Taehyung esbozó una sonrisita en lo que Ronan se aproximaba, ofreciéndole un trozo de cecina seca y deliciosa. Para él debían ser un manjar. Taehyung pestañeó por su ofrecimiento, luego extendió una mano y lo tomó, inclinando la cabeza. Ronan le dijo algo a Ventisca y su león le ignoró como un adolescente, después, el Enano empezó a refunfuñar sobre lo ofensivo que era que le cambiara por un Elfo. «Así fuera el Elfo más encantador de todos», le oyó decirle.
Taehyung se rio un poco, y el corazón de Jungkook repiqueteó instantáneamente. Luego tuvo que masajearse el esternón con un par de dedos, desviando la mirada.
«Maldición», dijo en su cabeza.
—Si Ventisca confía en él, nosotros también —declaró el pelinegro con decisión.
Darien se encontraba recolocando bien una sartén sobre el fuego.
—Ah, ya. Me da que ahora que está crecidito, le gusta bastante más —soltó descaradamente.
—Tonto, es un león, no una persona. ¿Cómo crees que le iba a gustar más? —gruñó el otro, mientras le echaba una mano con la cena.
—Me refería a ti, no al gato de Ronan —bromeó Darien.
A Jungkook se le desencajó la mandíbula, y luego pensó en estrangularle. No lo hizo, puesto que creía que se encontraba demasiado molido como para enfrentarse a alguien más basto y burro que un Troll: su mejor amigo.
—N-no es verdad —replicó en voz baja.
Darien no lo decía en serio, le miró de soslayo con una sonrisita despreocupada, y en lo que preparaba el sofrito de raíces, verduras y trozos de carne deshidratada, se sorprendió al atisbar el esporádico el rubor de Jungkook.
Y él que creía que el pelinegro yacía de sangre en las venas.
—Pues será mejor —agregó Darien, mientras cocinaba—, pues teniendo en cuenta que, si dice la verdad, será ni más ni menos, el príncipe de los Elfos.
Jungkook volvió a mirar a Taehyung de soslayo; el sonido del fuego, la sartén, y la charla de Ronan y el Elfo cubrían de sobra su murmullo, pero en ese preciso instante, sus iris conectaron y él sintió una bofetada. Cada músculo de su cuerpo estaba en tensión mientras desviaba la mirada.
—Jungkook, pásame la cuchara —solicitó Darien, y al cabo de unos segundos sin respuesta, exclamó su nombre—. ¡Jungkook!
—S-sí —agarró una cuchara y se la estampó en el pecho—. Toma, tu condenada cuchara.
Darien le lanzó una mirada divertida.
—Caray. Estás en erupción.
—Calla —se sentó en una roca, sintiéndose molido.
—¿Doble ración? —formuló Darien.
—Doble ración —suspiró.
Un rato más tarde, el rubio sirvió algo que podía hacerse pasar por una cena. Lo repartió en pequeñas porciones que compartió con el resto. Taehyung se sentó frente al fuego, y mientras los otros trataban de ralentizar sus bocados para que las raciones no se hicieran tan fugaces, el Elfo les ofreció las explicaciones sobre quiénes eran.
—¿Conocéis el Valle de la Estrella? Alguna vez... ¿habéis oído hablar de él?
—No.
—No —contestaron al unísono.
Taehyung suspiró; se lo esperaba, pero también se sentía algo decepcionado.
—Elemmirë está allí.
—Elemmirë es una leyenda —prosiguió Ronan.
—Sí, lo es.
—Esperad, ¿q-qué diablos es Elemmirë? —preguntó Darien, masticando unas raíces especiadas.
—Antaño, las Casas de los Elfos se dividieron en tres —le contó el Enano—. Los Elfos de la Noche, aclamados guerreros, apasionados de la luna, de las armas y de la arquitectura. Compitieron contra el Rey Enano Endimión, y levantaron su propia ciudad, Lúa. El lugar hacia donde os dirigís, mendrugo.
—Oh, así que vuestra rivalidad es un asunto personal —sonrió el rubio.
—Los Elfos del Bosque —continuó Ronan, ignorándole gratamente—, enamorados de los bosques. Hostiles, tras numerosas pérdidas de su gente, rechazaron volver a mezclarse con las demás razas de Gaia. Y, por último, los Altos Elfos, los desaparecidos. Poco o nada se sabe sobre ellos.
—Se sabe que residieron junto al mar, donde mejor podían oír el lejano canto Eru —Jungkook tomaba la palabra, sorprendiéndoles—. Científicos, astrónomos, músicos, enamorados de las estrellas, los grandes sabios y los más pacíficos. Se escribe que, mientras que las demás Casas de Elfos poseían vidas largas, por las venas de los Altos Elfos corría la auténtica inmortalidad.
—Así es —afirmó Taehyung.
A Jungkook le costó una barbaridad levantar la mirada hacia él, y cuando lo hizo, observó que Taehyung apoyaba las manos en sus propias rodillas, presentando un rostro transparente.
—Debo disculparme por no contaros antes la verdad. La noche en la que Namjoon y yo escapamos de Elemmirë, temíamos lo peor. Un Jinete Negro descendía del cielo, montando en una criatura alada que escupía fuego. Y había orcos por todos lados: la noche del solsticio austral vimos perecer a mi pueblo, y al Rey Meliorn —expresaba con amargura.
—¿El Rey Meliorn? El Rey Elfo, Alto Rey de todos los Elfos... —mascullaba Ronan mientras sus fosas nasales se dilataban.
—¿Qué hay de los demás Reyes Elfos? —preguntó Darien, atónico.
—No existen —contestó Ronan.
—¿Qué? ¿No hay un rey en Lúa?
El Enano fingió una sonrisa.
—Mocoso, ¿conoces la palabra república?
—En Lúa hay una asamblea de dirigentes Elfos; eligen a sus representantes presidenciales por votación —dijo Jungkook—. Nunca hubo rey.
—¿Y qué pasa con los Elfos del Bosque?
—Oh, esos estirados. A saber —gruñó Ronan.
Jungkook se fijó en la expresión facial de Taehyung, él bajaba la cabeza, apretando los labios. Podía leer la tensión de sus facciones mientras enmudecía. Había perdido a su pueblo, a su padre. Había huido de su propio hogar.
—Los Elfos de la Noche os ayudarán —dijo Jungkook entonces—. Sus tropas marcharán a Elemmirë para acabar con los orcos, y ese jinete del que habláis.
Taehyung negaba con la cabeza débilmente.
—No sé dónde está Elemmirë. Ni siquiera sabemos cómo llegaron allí.
—¿Qué? —Darien abrió la boca.
—Nunca antes había salido del valle, en la ciudad no existían mapas del exterior ni nada parecido.
—¿Cómo diablos no vais a saber dónde está vuestro propio pueblo? —cuestionaba Darien, soltando una carcajada.
—Mi padre, Meliorn, con la ayuda del Árbol Ginso, cerró el valle para proteger a los Altos Elfos del exterior —le contestó Taehyung—. Nadie más volvería a entrar ni a salir de allí, y así vino la Paz.
—Llevabais más de mil años confinados —musitó Ronan con un timbre ronco.
—Y tuve suerte de que Namjoon supiera leer un mapa de Gaia, él también llevaba un millar sin ver uno.
—¿El Árbol Ginso es real? —preguntaba Ronan, fascinado—. ¿El árbol cuyas flores susurran las voces de los que están en el más allá...?
—El árbol ancestral alimenta la cascada y todas las aguas dulces que atraviesan el valle y a Elemmirë, hasta su desembocadura en el Mar Celes.
—Comprendo que nadie saliera de allí, pero, ¿cómo es posible que, en mil años, no recibierais ningún visitante? —le preguntaba Darien.
Taehyung se encogió de hombros.
—Glamour, algo que ignoras inconscientemente, pese a que brille con fuerza ante tus propios ojos —Jungkook se pasaba una mano por el mentón—. Una magia sinigual.
El Elfo se alegró por su referencia.
—Sí, ¡exacto! —sus comisuras se curvaron.
—Así que es verdad, todos ignoraban el valle, y ahora nadie sabe dónde está. Ni siquiera los que vivían en él —continuó Jungkook, con media sonrisa—. Qué irónico.
—El Mar Celes, no conozco ese mar —reconoció el Enano, con pintas reflexivas.
—Tampoco es como si a los Enanos les gustara demasiado las aguas —bromeó Darien—. Lo digo por vuestra higiene personal, señor Ronan.
—Nosotros preferimos las montañas, zoquete.
—No lo dudo, mi querido amigo. La oscuridad disimula mejor.
—¡¿Quieres que comparemos higienes personales?! —le gruñó.
—Agh —Darien teatralizó su mejor mueca—. No, no.
Jungkook y Taehyung se miraban fijamente, las llamas del fuego oscilaban y proyectaban sombras sobre el rostro del Elfo.
Y en ese momento, el ojiverde sabía que deseaba preguntarle algo. Dudaba acerca de su perdón, de cómo se encontraba su porcentaje de confianza con él, y si se sentían lastimados por su engaño.
—¿Por qué parecíais un niño? —se adelantó Darien.
—Namjoon y yo no podíamos librarnos del disfraz que nos fue impuesto al atravesar el portal. Y él temía que, al decir la verdad, pudierais traicionaros —cruzó las piernas, en un gesto pausado—. A los Elfos no les gustan los humanos.
Ronan soltó una carcajada socarrona.
—Oh, gracias por la parte que nos toca —Darien simuló una reverencia con la cabeza, sin llegar a tomárselo demasiado en serio.
Entonces, Jungkook tragó saliva y formuló algo:
—¿Quién es Namjoon para vos? —su timbre sonó más aterciopelado.
E inmediatamente detestó haber formulado la pregunta, mientras su corazón le clavaba el ritmo molesto de un sutil y lejano recelo el cuál deseaba a todos los dioses que jamás incrementara. Pero Taehyung parpadeó repetidamente, fruncía los labios al principio, y sus ojos se desviaban mientras buscaba la respuesta más justa y precisa.
—Es mi asistente real —contestó apoyando el mentón en una mano—. Cuida de mí desde que tengo memoria. Era amigo de mi padre, y también un fiel seguidor.
—O sea, que es tu niñera —carraspeó Darien.
Taehyung le lanzó una mirada suspicaz. Pese a que eso le avergonzase, había dado en el clavo: Namjoon se encargaba de despertarle para que no llegara tarde a sus clases con el instructor de tiro con arco, de montura, de ciencias y con el profesor de canto. Le recordaba anudarse bien el cinturón de la chaqueta, y numerosas veces, él le colocaba correctamente las mangas, la capa, e incluso se encargaba de hablar con el cocinero para comunicarle lo que quería tomar en el día.
El resto del tiempo, se retaban, paseaban juntos y conversaban de cualquier cosa. Taehyung sabía que era la única persona con la que de verdad se comportaba como él mismo era; juguetón, un poco revoltoso, y a veces, excelente engatusador. Que le preguntaran, sino, que ocurrió aquella vez que trataron de comprometerle con una Elfo.
—N-nada de niñeras, que ya estoy mayorcito —se defendió con las mejillas sonrosadas—. Él es mi amigo. Un buen amigo. La hondonada de las hadas residía en el Valle de la Estrella, y cuando mi padre lo selló, los feéricos se quedaron junto a nosotros. Sirvieron a la familia real como pago de su protección.
—Interesante. Entonces, no sois tan viejo como pensaba —comentó Darien, apoyando las manos en el suelo mientras se reclinaba cómodamente con las piernas estiradas—. ¿Cuántos años tenéis, nueve? Tal vez el portal por el que salisteis no os buscó un disfraz tan desacertado.
Taehyung arrugó el ceño como un gato.
—No soy un niño, ¡estoy cerca de superar la mayoría de edad!
—¿¡Qué!? ¿Tenéis diecisiete?
—Ah, no. No soy tan bebé —negó airadamente, y desviando el rostro con altanería, agregaba—, ya puedo contar cuarenta y nueve.
Ronan estalló en carcajadas y a Darien casi se le desencajó la mandíbula.
—¡C-Cuarenta y nueve años! —repitió el rubio.
—Necio, ¡los Elfos maduran lentamente! —le lanzó Ronan.
—¿Cuál es, exactamente, la mayoría de edad élfica? —preguntó Jungkook con interés.
—Cincuenta —le respondió Taehyung más tímidamente, bajando la cabeza—. Es cuando el organismo élfico alcanza la madurez.
—Te refieres a que, tu cuerpo —reflexionó Jungkook—, no envejecerá desde de ese momento.
—Así es —confirmó humildemente—. Para mi pueblo, las vidas mortales apenas son un suspiro.
—Y boom. Otra vez, humillado —exhaló Darien, con media sonrisa—. Empiezo a adorar ser la última y más torpe raza de Gaia.
Ronan y él compartieron una mirada, donde el Enano le mostró su desacuerdo.
—Los humanos no sois nada complicados, sólo imaginad el transcurso de acción más descabellado y estúpido, ¡y seguro que lo tomarán! —expresó Ronan.
—Por lo menos, me queda la higiene personal —le devolvió Darien.
Entre el vaivén de improperios que Darien y Ronan empezaron a lanzarse, Jungkook se levantó de la roca, guardó las manos en los bolsillos del pantalón, y en un leve paseo, se aproximó al Elfo. Taehyung le seguía con la mirada, atento a su expresividad corporal. Parecía pensativo, como si se replantease algo.
—¿Creéis que los Elfos de la Noche os escucharán?
Taehyung no pasó por alto que había corregido de su forma de hablarle. Ahora se distanciaba con el lenguaje, sin tuteos, de una forma mucho más cortés.
—Deseo pedirles ayuda para encontrar Elemmirë. Tenemos que regresar y salvar el valle... y si hay supervivientes, prisioneros o... esclavos... es mi responsabilidad reclamar mi ciudad.
El Elfo bajó la cabeza con un rostro compungido. Sus globos oculares se recubrían por una película de lágrimas sin derramar. La impotencia y la garganta prensaba sus cuerdas vocales.
—Namjoon decidió que viajáramos a Lúa y ese es el trayecto que quiero continuar —sostuvo impertérrito.
Jungkook asintió levemente, se acuclilló a su lado y Taehyung pudo verle más de cerca. Hubo una extraña, excepcional conexión entre sus ojos, que barría todas sus dudas.
—Y yo os acompañaré, tal y como prometí —recitó el humano.
—¿Es cierto? —Taehyung parecía sorprendido.
Él asintió con la cabeza, contemplándole con reserva.
—Y, ¿qué querréis, como pago? —le preguntó el Elfo.
—¿Pago?
—¡Mithril, por supuesto! —interrumpió Ronan velozmente—. El metal más precioso y ligero, que sólo poseen los Elfos.
—Yo quiero montones de oro —ideó Darien. Y ante la mirada grupal de desaprobación, se corrigió un poco—. Pero me vale con doscientos reales.
—Creo que podría conseguirlo —aseguró Taehyung.
Jungkook volvió a incorporarse, y el Elfo le vislumbró mordisqueándose el labio.
—¿Y vos? —le preguntó mientras volvía a ofrecerle la espalda, paseándose alrededor de la hoguera.
—No necesito un pago —respondió Jungkook.
—¿Qué? —Darien le miró como si estuviera loco.
—Ah, venga ya —bramó Ronan.
—Complejo de héroe, lo que yo te diga —agregó Darien en voz baja.
—No puedo pediros nada, si no hay nada en vuestro poder que me interese —se sinceraba Jungkook.
—Está chiflado.
—Y vos me asegurasteis que no continuaríais el camino más allá de la grieta de Akmodan —las comisuras del pelinegro se curvaron—. ¿Se puede saber a qué viene tan repentino interés, señor Ronan?
Ronan se frotó la nariz levemente, mostrando una esporádica timidez.
—Bien, el mithril es valioso. El metal más valioso de toda Gaia —el Enano disfrazó un poco su verdad—. Y, bueno, no todos los días se encuentra al heredero de los Altos Elfos, exiliado de un reino olvidado...
Taehyung le miró de medio lado, con una levísima sonrisa.
—Entonces, ¿me acompañaréis?
—Viendo que su asistente se encuentra incapacitado —Ronan emuló carraspeó—, y en el interior de un capullo feérico, no me queda más remedio que ofreceros mis servicios de escudero. ¡Jamás he pisado Lúa, la ciudad más segura de toda Gaia! Y así me cueste reconocerlo, por encima de Endalion.
Darien se levantó del suelo y se puso a recoger algunas cosas, mientras terminaban de parlotear como bobos.
—Yo seguiré a este descerebrado, porque soy otro absoluto descerebrado —apretó el hombro de Jungkook con una mano.
—Pues sí que te ha venido bien tu intento de éxodo a casa —se mofó Ronan.
Y el pelinegro y Taehyung se miraron. A Jungkook le osciló un poco la voz, pero no parecía titubear sobre su claro destino.
—Pensaré en mi pago —declaró, ante la presión grupal.
Y el Elfo inclinó la cabeza, muy agradecido.
—Os lo agradezco —dijo.
—Bueno, aún quedan días hasta Lúa —intervino el Enano—. Será mejor que descansemos por hoy, el pueblo más cercano queda a medio día a caballo, y apenas nos quedan reservas de comida.
Esa noche, encontraron el descanso con ganas. Se repartieron los turnos de guardia y vigilancia asegurándose de no ser descubiertos por más Trolls, mientras el resto dormía a pierna suelta a la luz más cálida de la hoguera.
Y al amanecer, ya habían recogido y preparado a los caballos para partir. Taehyung se sentía muy cansado, extrañaba a Namjoon, y cubría su rostro con la capucha, mientras se dirigía al oeste.
—Nos detendremos en Azmar —Jungkook y Ronan compartían el mapa, sin perder la pista de los lugares que atravesaban.
Fue más campo, más laderas rocosas, y sin demasiados árboles o fuentes de agua donde descansar. Durante el viaje, Jungkook mantuvo su caballo distante del de Taehyung; nada de sonrisas, ni de palabras espontáneas y amables. De hecho, apenas le miraba. Taehyung se sintió un poco desalentado, pensó que tal vez por eso tampoco quería pensar en un pago. Quizá no quería nada más de él, y continuaría su camino individual, una vez que llegasen a Lúa.
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y el libro completo en Patreon.com/chispasrojas.
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