Capítulo VII
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y el libro completo en Patreon.com/chispasrojas.
Capítulo VII. La Grieta de Akmodan
Los primeros rayos del alba asomaron por encima de los arces y pinos, con una rica variación de dorados. La tormenta había cesado durante la madrugada, las nubes se encontraban fraccionadas en el cielo como trozos de algodón blanco, que eran arrastrados por el viento. La brisa ululaba, rozando sutilmente la tela de la tienda de campaña por la que se deslizaban las gotas del rocío.
Ronan se encontraba recostado en el minúsculo interior de la cueva, con el león blanco como almohadón. El equipaje, provisiones, y el par de caballos también yacían en el interior refugiados.
Namjoon fue el primero en abrir los párpados en el interior de la carpa. El silencio era acompañado de las profundas respiraciones de sus compañeros durmientes. Nada más abrir los ojos, les echó un vistazo a los dos. Taehyung dormía de medio lado, acurrucado junto al pecho del humano, con una manta, dos capas (incluyendo la de Jungkook) por encima, y uno de sus brazos rodeándole.
Pensó que Jungkook había sido útil para que descansara, si bien le apetecía arrancarle al príncipe de los brazos con un instinto levemente protector. No era algo personal, solamente, le creaba cierto resquemor pensar en que él era un humano.
Namjoon se levantó en silencio, se colocó las botas y decidió salir al exterior para comprobar las provisiones. Vislumbró al gruñón de Ronan dormido, el pelo encrespado caía por sus hombros, con el casco a un lado, y el hacha Nirvana al otro. El mentón de Ventisca se encontraba sobre las dos patas delanteras, extendidas plácidamente. El feérico se acuclilló sobre el bolso de provisiones y temió por la escasez de reservas, por lo que se abrochó la capa y salió en búsqueda de algo que desayunar; quizá frutos secos, algunas raíces deliciosas, o frutos del bosque, como bayas dulces.
Las botas se hundían sobre la tierra, allí donde era menos rocosa. Sus fosas nasales se llenaron con el agradable olor a tierra húmeda, y afortunadamente, se encontraba mucho mejor que el día de antes, pero comenzaba a sentir cierta picazón por volver a su forma feérica. Se alejó un poco del asentamiento del grupo, mientras rebuscaba entre los escasos arbustos, donde encontró unas diminutas frutas de color púrpura oscuro. Al probar una, su lengua denotó un sabor similar al del arándano, por lo que terminó recolectando un puñado y guardándolos en su bolsillo para Taehyung. Los feéricos podían comer frutos del bosque, melazas y hojas, pero siempre era más por antojo que por el hambre.
Se sintió satisfecho consigo mismo cuando encontró un segundo arbusto similar, donde se guardó bastantes más bayas. Se alegró pensando en que podría ofrecerle un desayuno más considerable al príncipe, pero entonces, uno de sus tobillos se torció bruscamente, y de repente, el suelo se desmoronó bajo sus pies, arrastrándole pendiente abajo.
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Taehyung despertó mientras Jungkook se desperezaba, estirando los brazos. La carpa se iluminaba con una tenue luz dorada, que hizo que el Elfo se espabilara. Pestañeando, levantó la cabeza cautelosamente y pudo ver el mentón de Jungkook, y más arriba, la línea de pestañas oscuras y párpados cerrados. Sus labios eran de un color rosado mucho más claro, entreabiertos, con un rostro que parecía más suave y redondeado. El cabello oscuro con la coleta desecha dejaba que los mechones suaves y ondeados atravesaran su frente y ojos.
El Elfo se encontraba paralizado por la mezcla de emociones perceptibles; la absurda delicadeza y humanidad que desprendía aquel muchacho le abrumaba. Pero sus dedos en forma de puño aún se cerraban sobre su blusa blanca, por encima del abdomen, por lo que se dio unos segundos para recuperarse emocionalmente y luego le soltó con cuidado.
Aun con las mejillas sonrosadas, decidió volver a bajar la cabeza, hundir la nariz y cerrar los ojos, próximo de su pecho, todavía necesitando comprobar lo que podía encontrar al intentarlo. Se sentía demasiado entrañable, cálido, la sangre de sus venas iba más rápido. Y él nunca había dormido con nadie, ni en sus aposentos de Elemmirë, ni en ningún otro lado. Mas Jungkook le había tomado la noche de antes entre sus brazos con esa facilidad, de una forma protectora y adulta, sin conocer que la apariencia de niño que él mantenía continuaba disfrazando la consciencia de alguien plenamente desarrollado.
Por la juventud que presentaba su rostro mientras dormía, Taehyung razonó que él debía ser mayor que el joven, al menos por unos años. Si bien poco o nada importaba, pues con el tiempo, la juventud de Taehyung quedaría inmortalizada, y él continuaría envejeciendo hasta que su belleza se marchitara. Luego pensó en que la calma que desprendía Jungkook le llenaba, y hubo algo que le hizo desear extender esa madrugada durante minutos que pudieran volverse eternos.
Al final abrió los ojos y buscó a Namjoon con la mirada; se sintió menos avergonzado al comprobar que no estaba. Que ése momento sólo existía entre él y Jungkook, aunque él continuara dormido.
Oportunamente, el humano bostezó, volvió a desperezarse y se dio media vuelta, mientras dejaba escapar un gemido ahogado. Cuando abrió los ojos, lo primero que vio fue el techo de la tienda. Sentía el cuerpo amortiguado, pero sabía que había descansado. Echó en falta la presencia de Namjoon en el mismo lugar, luego le echó un vistazo de medio lado al niño Elfo y sus ojos se encontraron con los iris ojiverdes.
Taehyung parecía llevar un rato despierto, pero permanecía a su lado como si no quisiera moverse. Él le miraba como un niño bonito, entre curioso y tímido.
—Buenos días —dijo Jungkook suavemente, e incorporándose, se pasó una mano por el cabello despeinado.
Fuera de la manta, hacía mucho más fresco. Jungkook tiró de la cinta del pelo para volver a recogérselo, mientras el Elfo se sentaba en el suelo, con el par de capas y la manta escurriéndose por sus hombros.
—Hola.
—¿Dónde está tu hermano?
—Es probable que haya salido para buscar el desayuno —acertó Taehyung, pausadamente—. A él le gusta madrugar.
—¿En serio? Pues como no cace una liebre... —volvió a bostezar.
—No lo creo.
—Cuéntame su secreto, ¿Namjoon, acaso prueba bocado?
Taehyung tardó en responder unos segundos, pero lo hizo:
—Sí, si son frutos del bosque.
El humano se estaba atando las botas, y cuando le miró de soslayo, sus comisuras se curvaron levemente. Sabía que Taehyung siempre le decía la verdad.
Su hermano Morgan, de más pequeño, siempre le daba patadas, y las noches que Lysa tenía pesadillas y se quedaba a dormir con ella, daba demasiadas vueltas en la cama. Pero Taehyung era un crío súper adorable; ni siquiera le había parecido inquieto o molesto pese a que hubiera dormido toda la noche con él.
—¿Has dormido bien? —preguntó Jungkook.
—Sí —respondió el Elfo con las mejillas sonrosadas, sin poder controlar esa timidez que le atravesaba como una lanza.
Jungkook ni siquiera le estaba mirando; se arremetía la camisa bajo el pantalón y luego tiró de su capa para sacudirla.
—Yo también —expresó con sinceridad—. Me alegra verte mejor. Anoche, tu aspecto preocupaba mucho a tu hermano.
—G-gracias por... —balbuceó el Elfo—, por lo de...
—No hay de qué, pequeño —resolvió Jungkook.
Taehyung cerró la boca y espiró lentamente. ¿Él? ¿El príncipe de Elemmirë balbuceando ante alguien? Por todos los Valar, era la primera vez que se sentía tan humillado.
—¿Crees que algún día podré ver la cascada de la que me hablaste? —formuló con encanto.
Taehyung asintió enérgicamente con la cabeza.
—Sí, ¡claro! Es un lugar mágico.
—¿Tu familia vive en ese lugar? —preguntó entrecerrando los ojos.
El Elfo se quedó traspuesto. ¿Su familia? Había visto el valle arder, a su padre se atravesado por una espada maldita. No creía que pudiera verles de nuevo, y si se detenía a pensarlo, creía que no volvería a manar más agua de aquella cascada.
Jungkook notó el cambio de la expresión de su rostro. Los ojos del niño se volvieron ausentes, y su mente, volaba lejos, en algún lugar que desconocía.
Comprendió que mencionar a su familia había sido un error.
—Mi padre ya no está con nosotros —dijo Taehyung en voz baja, con la mirada perdida—. Tuvimos que abandonarle.
—Lamento eso, yo abandoné a mi familia en Epiro.
—¿Por qué? —formuló, desconcertado—. ¿Es que no les amas?
—Claro que lo hago —aseguró Jungkook—. Es sólo que... los que nos quieren, a veces también deben marcharse... pero eso no significa que sea el final, ¿no crees?
A Taehyung le costó entender esas palabras; requería madurez y decisión enfrentarse a algo como eso. Pero sintió cierto interés en los ideales desconocidos que empujaban a Jungkook en ese camino. En ese momento, Taehyung se sintió más fuerte sabiendo que, pese a que la vida del Rey Meliorn hubiese sido arrebatada frente a sus ojos, aún podía quedar parte del pueblo de los Altos Elfos con vida. Y eso era algo que le inspiraba a continuar el camino, buscar a sus hermanos Elfos para averiguar lo que estaba ocurriendo en Gaia.
Entonces, deseó hablar con franqueza con Jungkook y contarle de dónde provenían. Les había ayudado sin pedir nada a cambio, primero salvó su vida, luego les guio y acompañó en ese trayecto. Se merecía conocer la realidad de los compañeros de viaje que tenía.
Taehyung sentía que algo especial fluía entre ellos, los iris de chocolate del humano eran transparentes, honrados, pero también se ensombrecían con un indescifrable misterio. No obstante, el pelinegro estaba a punto de salir de la tienda, sin ni siquiera saber lo que pasaba por su cabeza.
En el último momento se detuvo acuclillado, con la capa doblada sobre el antebrazo y una mirada en la que brillaba una fugaz diversión.
—Por cierto, ¿cómo se dice «buenos días» en élfico?
—Alassea ree —contestó Taehyung melódicamente.
Una sonrisa cruzó el rostro de Jungkook, iluminándole con un chorro de luz dorada.
—Alassea ree, Taehyung —repitió, y luego salió de la carpa.
El Elfo se dejó derribar por el rítmico pálpito de su corazón, volvió a tenderse bocarriba, con los ojos rodando, los pómulos encendidos y la presión baja.
«Definitivamente, Jungkook tenía algo que le chiflaba. Más que las hojas de menta, y que las famosas nubes de fresa rellenas de chocolate de las cocinas de Elemmirë que tanto le pirraban».
Al salir de la tienda, Jungkook se incorporó y se ató la capa al cuello. Luego se colocó la espada y el par de puñales en el cinturón, les echó un vistazo a los caballos, y acarició el lomo de Sombra con una mano, y después el hocico del otro.
—Eh, muchacho —la voz de Ronan llegó a sus oídos, se dio media vuelta para ofrecerle los buenos días.
—¿Qué hay, señor Ronan?
—Ventisca ha salido a cazar esta mañana —comentó.
—Oh, ¿habéis visto a Namjoon?
—¿Ese Elfo? No, no —contestó, removiendo sus cosas—. Pensé que estaríais todos ahí dentro.
A Jungkook le extrañó un poco, pensaba si Namjoon había salido hacía un rato, ya debería haber vuelto.
—¿Dónde está? —era Taehyung, quien acababa de salir de la tienda con los ojos muy abiertos.
—Aún no ha regresado —respondió Jungkook.
—Es imposible, él no tardaría tanto.
—Quizá, Ventisca se ha ido con él.
—No lo creo —intervino Ronan—. Él no se movería de aquí, a no ser que...
Los tres se miraron entonces. El rostro de Ronan se tensó, y se quedó tan petrificado como una gárgola, hasta que empezó a moverse con brío y nerviosismo.
—Por las Barbas de Ilúvär, ¿dónde está ese maldito Elfo? ¡Algo ha ocurrido! —manifestó con una voz ronca—. Ventisca debe haberle escuchado, ¡busquémosles, ahora!
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Namjoon se encontraba atado por unas cuerdas, sobre un montón de ramas secas. No podía mover los brazos, ni las piernas. Lo único que podía hacer era reptar, forcejar con toda su fuerza, removiendo peligrosamente las ramas que había bajo él.
Lo peor que le había podido ocurrir al deslizarse ladera abajo, tras el montón de espesos arbustos de bayas, y coníferas, era toparse con un puñado de Trolls de las cavernas, muertos de hambre. Y no eran uno, ni dos, sino tres Trolls, cuyo refugio se encontraba en una caverna cercana.
Los Trolls eran criaturas enormes, de tres a cuatro metros de altura, de fuerza excepcional y escasa inteligencia. Portaban armas que consistían en enormes y alargados troncos, enredados con púas. Rezumaban un olor asqueroso, y su ropa apenas consistía en taparrabos desastrosos.
El feérico había sido como un trozo de pastel deslizándose ante sus narices. Magullado, desorientado, y con un olor mucho más agradable que los pestilentes trasgos a los que estaban acostumbrados a devorarse como tentempié.
Bien, pues, a Namjoon iban a almorzárselo. Tenía tan buena pinta, en comparación, que, en lugar de arrancarle las extremidades de un bocado, reunieron una neurona entre tres cabezas, y decidieron atarlo, preparar una hoguera, y acompañarlo con raíces y sabrosas hojas de pino. ¡Menudo festín!
—¡Comer! —bramó el ser desdeñable, tratando de prender la fogata con un pedernal.
—N-no os recomiendo que lo hagáis, ¡soy un feérico! ¿Sabéis lo que es eso?
—¡No hablar, comida! —gritó un segundo.
—Me desharé como el azúcar de caña. No quedará de mí ni un simple muslo, ¡me volatizaré como el azúcar en polvo! —tartamudeaba Namjoon.
¡Y chas! Una chispa de fuego saltó e incendió el montón de hierbajos que se amontonaba bajo las ramas. Namjoon sabía que apenas le quedaban unos minutos, antes de que le cocinasen vivo.
—¡¡¡¡Fuego!!! —berreó otro Troll, en celebración.
El segundo corrió hacia un compañero, y los dos realizaron un estridentico choque de panzas que les hizo caer al suelo en regocijo.
Namjoon puso los ojos en blanco. «Son estúpidos hasta para esto», se dijo.
—¡Eh! ¿¡Es que no me escucháis!? ¡La carne de feérico es demasiado salada! ¡Necesitaréis una fuente de agua tras el primer bocado! ¡Os moriréis deshidratados! —mintió, tratando de distraerles con algo.
Era evidente que sus estómagos famélicos resonaban a esas alturas. Ninguno de sus intentos por huir había servido de algo. Pero los Trolls eran intrínsecamente estúpidos, y no sólo eso, eran bobos, crédulos, celosos y siempre estaban hambrientos.
Siempre entraban en conflicto, atacaban y perseguían a todo lo que veían. Excepto a los ciervos. Por algún motivo, a los ciervos nunca los molestaban.
Namjoon se sintió ignorado, mientras le gritaba un montón de improperios. Chasqueó los dedos y trató de usar su polvo de hada, pero no funcionaba. El estúpido disfraz del Ginso continuaba haciendo fluctuar su magia; no podía camuflarse, no podía volverse más pequeño, ni dejarles atontados. ¡Era un despropósito que sus habilidades continuaran limitadas!
—¡Soltadme, masas de carne sin cerebro! —gritó.
Mientras tanto, dos Trolls arrastraron una roca frente a él, que utilizarían como mesa.
«Por Dios, ahora eran civilizados».
El peliblanco forcejeó todo lo que pudo, se esforzó por deslizar una muñeca fuera de los nudos, y apuntó con un par de dedos hacia el suelo. Sentía el sudor en las sienes, el olor a hierba quemándose, la cual comenzaba a acariciar las ramas que sujetaban su peso. No sabía si saldría de una pieza, si tendría efecto o el chispeo del polvo de hada incrementaría la llama.
¡Zas! Chasqueó los dedos y el chispeo volvió las llamas carmesíes de un tono azul añil, el calor dejó de ascender. Las ramas resistieron la nueva suavidad del fuego durante unos instantes extras, donde él logró deshacerse de los nudos, gateando hacia un extremo.
Estaba a punto de huir, pero un Troll le agarró por una pierna, berrándole algo. Las llamas se volvieron rojizas de nuevo y empezó a quemarse el brazo.
De un momento a otro, Namjoon volvió a verse rodeado por el fuego, y esta vez, crecía muchísimo más rápido. Empezaba a creer que se quemaría vivo.
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—¡Namjoon! —gritaba Taehyung, con las manos alrededor de la boca para que su timbre llegara más lejos. Se movía cerca de la ladera de la montaña, mientras Jungkook y él le buscaban.
—¡¡Namjoon!! —Jungkook desistió en ese último grito.
Se sentía realmente preocupado, había algo que le perturbaba, y miró a Taehyung de soslayo, vislumbrando el temor del pequeño.
Ronan se había separado de ellos un rato antes, desplazándose en la dirección opuesta, y creyendo que así tendrían más oportunidades de encontrarles a él y a Ventisca.
—¿Y si alguien le ha hecho daño? ¿Y si está atrapado? —formuló Taehyung con un hilo de voz—. ¿A dónde habrá ido Ventisca?
Jungkook vio a Taehyung atravesar unos arbustos.
—Taehyung.
—¿Sí?
—Quieto.
—Huh.
El niño se quedó muy quieto, con los ojos verdes muy abiertos y el rostro pequeño y redondo atento. El instinto de Jungkook le avisaba de algo realmente peligroso, dio unos pasos con cautela hacia él y extendió una palma.
—Toma mi mano —urgió.
No era la primera la primera vez que lo hacía, y Taehyung agarró su mano con firmeza, sintiendo el apretón de dedos y la palma cálida de Jungkook contra la propia. Sus dedos eran más grandes que los suyos, mucho más recortados por ser un niño.
Había una familiaridad agradable en su forma de tratarle, sin protocolos, sin honoríficos.
Para Jungkook, era igual que estar con uno de sus hermanos pequeños; ahora sentía que tenía una buena amistad con el niño Elfo. Él era obediente, observador y muy listo. Estaba seguro de que también escondía algunos otros dones.
—Este terreno está embarrado —indicó el pelinegro con un movimiento de mandíbula.
Dio unos pasos más, sin soltar al crío, escudriñando en detalle el lugar.
—Ahí hay unas huellas. Creo que se ha ido.
—Él nunca se marcharía sin avisar —se quejó Taehyung.
Y al mirarle de soslayo, leyó la inquietud en su rostro.
—Sé que no, sé que nunca se marcharía sin ti —le alentó, tratando de subsanarlo. Luego se acuclilló frente a otro rastro y dudó sobre algo—. Estas huellas son mucho más grandes. Podrían ser lobos, o un grupo de saqueadores, o...
Taehyung apartó las ramas de un arbusto con una mano y entonces, vio el enorme despeñadero. Se encontraban ante una enorme ladera, cuya pendiente caía ante ambos. La maleza que la ocultaba era tan densa, que ni siquiera se había percatado. Era un terreno peligroso, la tierra podía causar desprendimientos y arrastrarles hacia abajo.
—Ahí —señaló titubeante—, ahí hay más marcas.
—Maldición, estamos al borde de una pendiente —espiró Jungkook, acto seguido, retrocedió unos pasos sosteniéndole la mano—. Cuidado, no camines por ahí.
El joven estrechó sus dedos y los dos retrocedieron entre los arbustos. De repente, un gran chasquido hizo que los dos detuvieran sus pasos.
Taehyung señalaba con un dedo hacia otro lugar, más allá de la pendiente de la ladera, entre el claro de unos espesos y verdosos árboles.
—Jungkook —pronunció rápidamente, con los ojos muy redondos—. Allí hay alguien haciendo fuego.
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Ronan había bajado la pendiente descolgándose cuidadosamente por una zona rocosa. El humo se podía ver desde lejos, y el temía que Ventisca fuera víctima de eso. Al ver a dos Trolls, se escondió tras unas rocas y desenfundó a Nirvana. Los Enanos tenían fuertes olores para los Trolls, y pese a que fueran idiotas, llevaban un par de mazas de púas en la mano y eran peligrosos. Se asomó en un par de ocasiones y pudo ver al Elfo de pelo blanco, al cual maldijo interiormente. Luego escuchó los quejidos de Namjoon a causa del fuego y las brasas, esperó pacientemente a que uno de ellos pasara cerca, olisqueándole, y entonces, salió acometiendo una embestida.
La hoja se deslizó por el talón de Aquiles de uno, el cuál cayó de bruces sobre un montón de árboles amontonados de los que habían recolectado leña.
El segundo le atisbó rápidamente, corrió hacia él con zancadas enormes y sonoras, elevando la maza para aplastarle. Ronan detuvo el golpe con el hacha, y entonces, el primer Troll se levantó del suelo y extendió un brazo para tratar de agarrarle. Lo esquivo por décimas de segundos, si bien ya le rodeaban entre dos y empezaba a verse en apuros.
A todo esto, Namjoon podía ver que el Enano estaba en serios problemas, trató de liberarse de las cuerdas que le ataban las piernas, pero el calor que prendía las ramas comenzaba a abrasarle, y su debilidad física empeoraba todo. El feérico trató de usar su peso a su favor, tratando de balancearse para rodar hacia un lado, pero también cabía la posibilidad de que las enormes llamas le devorasen en su intento, por lo que reflexionó y se quedó quieto, con el sudor pegándole la ropa a la piel, y la capa chamuscándose peligrosamente.
Ronan luchaba contra dos Trolls al mismo tiempo, y Namjoon casi le perdió de vista al girar un árbol. Su visión también se difuminaba mientras las llamaradas lamían el lugar donde se encontraba.
Y en ese momento, pensó en las hondonadas de las hadas, en el Valle de la Estrella y en sus felices años trabajando como asistente del guapísimo y travieso príncipe Taehyung, en Elemmirë. Sus esfuerzos se desvanecían, y él jadeaba apenas sin oxígeno, pensando que había llegado el final. No había logrado poner a Taehyung a salvo. No habían llegado a la capital de Nibel, a la segura fortaleza de los Elfos de la Noche, quien cuidarían del último descendiente de los Altos Elfos. El Rey Meliorn, si es que estaba en ese otro lado, debía saber que había fracasado.
Y así era como el purgatorio debía sentirse; lleno de impotencia, sin una pizca de magia feérica en sus dedos.
Namjoon apretó los párpados, deseando con fuerza que la gracia de Eru le bendijera. Así tuviera que agradecérselo a una condenada ardilla. Entonces, su cuerpo comenzó a iluminarse en incandescencia. Algo saltó de entre los árboles: un joven familiar, fornido, a lomos de un león enorme y albino. El feérico no podía verle el rostro, pero sabía que, si montaba a lomos de Ventisca, era alguien de corazón noble. Y acto seguido, las llamas se elevaron dificultando su visión, y él sintió algo más frío rodeándole, como una crisálida que le envolvía mientras sus párpados se cerraban y conciencia se desvanecía.
Todo se volvió oscuro, incluso su sueño.
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Taehyung sentía un extraño picazón en el cuerpo, que le hizo frotarse los brazos, con un escalofrío. Mientras tanto, Jungkook se aproximaba a la pendiente, estaba escuchando los gritos de los Trolls desde que Ronan comenzó a enfrentarse a ellos.
—Allí, ¡Ronan está luchando! —señaló Jungkook, seguidamente se acuclilló, agregando una sugerencia—. ¡Sube a mi espalda, vamos!
El Elfo obedeció y subió a la espalda del pelinegro, quien acto seguido se dejó escurrir ladera abajo, levantando el polvo y la tierra. Taehyung pesaba menos que una pluma, por lo que fue inesperadamente fácil controlar la bajada. Las botas de Jungkook sufrieron casi toda la pendiente, pero los dos bajaron bastantes metros sin problemas, gracias a la capa de hojas muertas que arrastró con los pies. Al llegar al final de la pendiente, Jungkook cayó de bruces, con las manos contra el suelo. Se arañó levemente las palmas, pero la inyección de adrenalina en vena le hizo olvidar la sensación tan pronto como se incorporaba, con el crío liberándole la espalda.
—Quédate en esos árboles —le ordenó Jungkook, con un tono de hermano mayor—. Escóndete, ¿de acuerdo? Los Trolls tienen una extraña obsesión con los niños.
—V-vale.
Taehyung se quedó quieto, deseando explicarle que él no era un niño. Al menos, no exactamente. Quería pedirle un arco —pues él había practicado el tiro con arco desde los doce años—, o en su defecto, una espada, si bien pensaba que probablemente no podría tirar de ella, a causa del absurdo peso que portaban las armas forjadas por humanos y Enanos, mientras que las espadas élficas eran infinitamente más ligeras.
No obstante, le observó desenfundar la espada y esprintó para ir a por Ronan, hasta que otro enemigo interfirió en su meta.
El tercer Troll les había visto deslizarse por el despeñadero.
—¡Jungkook, cuidado! —gritó Taehyung, con un dedo apuntando tras un enorme árbol.
Jungkook siguió la dirección con su mirada y vio cernirse sobre él un gigantesco tronco lleno de púas. Rodó por el suelo para esquivarlo, con el corazón bombeando con fuerza.
El Troll ubicó la posición del Elfo gracias a su grito. Gran error. Pues lo siguiente que hizo fue quedarse embobado con él; un niño bonito. ¡Un niño Elfo! ¡Dulce, dulce, niño Elfo! ¡Como una piruleta de regaliz en su paladar!
Jungkook sentía una fina capa de sudor envolviéndole cuando el Troll echó a correr. Pensaba que iba a atacarle, pero sus enormes pies pasaron justo por encima de él, sin rozarle. Toda su atención se centraba exclusivamente en el niño Elfo. Las zancadas del Troll resonaban en el suelo como los pasos de un gigante, de al menos una tonelada, aplastando las hojas, fracturando las ramas que yacían en el suelo, empujando las copas de los árboles.
Taehyung echó a correr en cuanto vio a la criatura precipitándose hacia él. No tenía nada con lo que defenderse, así que corrió, corrió, y casi se quedó sin aliento cuando se escondió detrás del tronco ahuecado de un árbol. Escuchó cómo el Troll llegaba a esa zona, detenía las zancadas y oscilaba confuso. El Elfo contuvo la respiración como podía, sus muslos dolían y los pulmones le picaban por la falta de oxígeno. Podía sentir el pavor fluyendo por sus venas.
Y ante el peliagudo silencio, asomó la cabeza brevemente, preguntándose si había perdido al enemigo. El Troll había desaparecido. Volvió a esconderse y mantuvo su posición durante unos largos segundos. ¿Dónde estaba Jungkook? ¿Le había seguido a él? ¿Estaría en peligro?
Taehyung se sentía inquieto por él, pero de repente, sus fosas nasales percibieron un olor desagradable, a algo putrefacto. Giró el cuello hacia el lado opuesto y buscando el origen, pero al no ver nada, finalmente levantó la cabeza y vislumbró la terrible figura del Troll agachándose, con la boca tan enorme y llena de dientes, que podía haberle arrancado la cabeza de un solo mordisco.
La gula que expresaban sus pupilas dilatadas recorrió a Taehyung con otro escalofrío. Era como un gato, acechando a un pequeño ratoncito. Y él se quedó paralizado en ese instante, mientras la criatura abría la boca y rugía a unos centímetros de su rostro. Su instinto de supervivencia le electrificaba las venas para que echara a correr, pero sus piernas no podían más, y el pánico provocó que quedara paralizado, enfrentándose a la muerte de manera antinatural.
Entonces, alguien se lanzó desde la rama de un árbol sobre la chepa de la criatura. Jungkook le agarró la nuca, mientras el Troll gritaba a los cuatro vientos; trató de agarrarle con las manos, mientras se sacudía, sin demasiado éxito.
Taehyung estaba temblando y sin aliento, se agachó y se deslizó por debajo de unos troncos derribados, arrastrando los pantalones plateados y brillantes por el musgo, alejándose como podía.
El corazón le palpitaba en la garganta, mientras recordaba lo que Jungkook le había dicho: «Los Trolls tienen una extraña obsesión con los niños». Por lo que el Elfo decidió escalar el siguiente árbol con el que se topaba. El tronco poseía oquedades y salientes rugosos que le ayudó en la escalada. Con las manos, y apoyó las punteras de las botas grisáceas, subió agradeciendo mentalmente a la ligereza de la que había sido bendecida su raza.
No tardó en trepar hasta una de las primeras ramas, situadas a dos o tres metros del suelo. Desde ahí, podía ver al Troll tratando de zafarse de Jungkook. Taehyung se sentía sudoroso, rasguñado, sudado, pero no iba a seguir permitiendo que el miedo le paralizase. No, mientras le debía la vida a ese humano. El Elfo se agachó y seguidamente gateó hasta un extremo de la rama. Agarró un puñado de semillas que se agarraban a las ramas; eran redondas, gruesas, como pequeños guijarros. Con un puño, lanzó varias a la cabeza del Troll, impactando en mitad de la frente.
La criatura ni siquiera se inmutó, agarró a Jungkook y lo lanzó al suelo, quien finalmente cayó de espaldas sobre la dura tierra y las rocas, liberando un asfixiante jadeo. El azabache necesitaba unos segundos para incorporarse, pero la maza de púas ya se encontraba volando en su dirección, en busca de aplastarle, sino fuera porque, de repente, algo provocó que el muy estúpido se volviera.
Taehyung acababa de hacer un buen lanzamiento. El trayecto de las piñas, y del puñado de semillas, acababan de golpearle nuevamente la nuca, haciéndole fruncir el ceño. No le hacía daño, pero era molesto, ¡molesto!
Al volver a posar los ojos en aquel niño Elfo, su apetito e interés en él se sobrevino de nuevo.
—¡Niño Elfo! ¡Dulce, delicioso niño Elfo! —gritó como un tonto.
El Troll y Taehyung hicieron un contacto visual fatídico. El ojiverde levanto las cejas, denotando que tan sólo estaba a unos pocos metros, encaramado a una frágil rama.
—Oh, oh...
Sabía que esta vez no había marcha atrás, mientras se convertía en el objetivo final del Troll. Levantando la maza, corrió en dirección a su árbol. Taehyung llegó al tronco y trató de rodearlo, posicionándose en el lado contrario, intentando subir más alto. El Troll golpeó el tronco con el arma, y él se agarró con fuerza, mientras todo a su alrededor se sacudía. Continuó trepando un poco más, más alto. La criatura agarró el extremo de una rama, mientras el árbol crujía, y todas las ramas y hojas se partían bajo su fiero agarre.
Jungkook se levantaba tras él, con la garganta seca y la boca amarga, dejándose llevar por la adrenalina. «Ahora o nunca», se dijo.
El árbol se partía, se desquebrajaba, en lo que la bestia intentaba alcanzar a Taehyung. Extendiendo un brazo, atisbó al chiquillo Elfo y lo atrapó por una pierna. Él gritó con fuerza, tratando de deshacerse de su agarre sin éxito. El Troll tiró de él, el ojiverde giró la cabeza y pudo verle desde muy cerca. No tenía aliento, sus cuerdas vocales estaban lastimadas, y no le quedan fuerzas. El agarre de la criatura era preciso y arrastró al crío sin que nada más pudiera evitarlo.
Taehyung apretó los ojos con fuerza, y entonces...
Jungkook le atravesó la cabeza con la espada de Adamantina. El monstruoso Troll soltó la pierna del niño, quien se quedó agarrado a una rama del árbol. Luego se tambaleó hacia los lados, con Jungkook aún subido y sujeto a su nuca. El Elfo miró de soslayo, buscando al humano con los ojos. Temía porque pudiera sufrir un aplastamiento, y le perdió de vista por completo cuando el árbol empezó a derrumbarse hacia el mismo lado, donde caía el pesado cadáver del Troll.
La fatiga física extendió un cosquilleo por todo su cuerpo, y Taehyung volvió a sentir aquel picor en el pecho, en los brazos y piernas doloridas, en la presión sanguínea que palpitaba en sus oídos, y la respiración entrecortada. No sabía si era su ansiedad por mantenerse vivo, y o algo más... mágico.
Pero un suave resplandor hizo brillar sus dedos, su piel, sus ropas, y algo tornaba su cuerpo, mientras el árbol se derribaba con él, con la intención de impactar fatídicamente contra el suelo.
Jungkook saltó a tiempo de la espalda del trol, cayó en cuclillas a un lado. Sus rodillas le fallaron tras el esfuerzo, y terminó demolido en el suelo, tumbado, sudoroso y jadeante, con la espada escurriéndose de entre los dedos. El cadáver del Troll cayó a un par de metros, pero lo último que vio le hizo finalmente temer por su vida, mientras aquel enorme árbol se derrumbaba encima de su persona.
Por la gracia de los Dioses, el pesado y grueso tronco cayó a un lado y las ramas no llegaron a sepultarle, sino que formaron una extraña concavidad, perfecta y mullida, sobre él. Una caverna formada por trozos de ramas sueltas y otras aún pegadas al tronco, cientos de hojas cubriéndole de la luz del sol y tallos molestos cegando temporalmente sus pupilas.
Taehyung contó con la terrible suerte de caer sobre él, como lo hizo la primera vez que se dejó arrastrar por aquel portal inestable que le alejó del Valle de la Estrella. No sabía si se trataba de casualidad o de la cualidad del destino, pero estaba seguro de que a alguien ahí arriba le hacía muchísima gracia hacerle caer en los brazos de Jungkook una y otra vez, mientras él, comenzaba a sospechar sobre si realmente tendría alguna posibilidad de huir de ellos, desde un primer momento.
En cuanto el humano sintió el nítido encuentro de sus cuerpos, se alegró de que hubiera acabado sobre él, en lugar de sobre cualquier roca afilada, o aún peor, bajo el tronco de aquel árbol. Jungkook necesitó unos segundos para tomar varias bocanadas de aire, tragar saliva, y mover los dedos de cada una de sus extremidades, cerciorándose de si aún seguían donde debían. Un montón de hojas y ramas les cubrían, pero el bosque se había quedado en silencio y el suave susurro de un riachuelo cercano rozó los cilios de sus oídos, haciéndoles saber que el peligro había cesado.
—Por Dios... ya sé por qué dicen que los Trolls son unos pesados. Y no es precisamente por el sobrepeso —se quejó el pelinegro, exhalando una sonrisa con la respiración entrecortada—. Pero eso de arrancar un árbol de cuajo... ni el animal más zopenco de todos...
Su pecho comenzó a retumbar con una suave risotada, mientras Taehyung se incorporaba. Sus piernas estaban enredadas, y el Elfo apoyó un brazo sobre la cabeza del humano, mirándole por encima. Sentía el tímido roce de unas cuantas ramas tras su espalda.
No podía creerse que a Jungkook le apeteciera reírse justo después de eso. Debía estar majara o peor, un golpe le había afectado a la cabeza.
—¿Y osas reírte? ¡Casi me come! ¡Y a ti, casi te aplasta! —le arrojó el Elfo—. ¡Dos veces!
Los ojos de Jungkook se volvieron más anchos, y su sonrisa se extinguió con un leve aturdimiento.
Taehyung no era el mismo. No era un niño, ni siquiera parecía pequeño o remotamente adorable.
—Ah, por el Amor de Eru —prosiguió Taehyung con una exhalación, ajeno a su propio afecto—. ¿Estás bien? ¿Te ha herido? Dime que puedes moverte.
Jungkook se sintió emocionalmente golpeado por su aspecto; si hubiera tenido que definirse la abrumadora sensación que le atravesaba, era igual que colisionar contra un cometa, que tragarse el derrumbe de una montaña, o dejar que un cráter se extendiera hasta su alma, permitiendo que la lava corriera por su afluente sanguíneo.
—¿Jungkook?
Las cejas del Elfo se alzaban con inquietud, y ya no era un niño lindo, sino el joven de ojos verdes y cabello oscuro, más hermoso que había visto en toda su vida. Él pestañeó, abrumado, le costaba tragar saliva; los párpados de Taehyung eran más largos y sus ojos más enormes que los de una pantera. Las facciones más estrechas y rasgadas, el cuello de cisne terminaba en un par de tímidas y delgadas clavículas que apenas ocultaba el cuello desabotonado de la blusa, ni el caro cierre en forma de flor de la capa que le rodeaba el cuello. Su mandíbula era grácil, su porte delgado y apuesto, absurdamente tentador.
—¿¡Jungkook!? —repitió, cerrando los dedos en sus hombros.
Con una leve sacudida, él liberó su aliento, y le apartó. Taehyung se incorporó de rodillas, mientras el pelinegro se erguía como podía, saliendo de entre las ramas y distanciándose unos centímetros de seguridad.
—¿Tú...? ¿Quién eres? —formuló atontado.
En su rostro podía leer una clara perturbación, entre fascinado y asustado. Nunca se había sentido igual. Taehyung pestañeó sin comprenderle, pero luego se miró las manos y advirtió lo agradable que era haber recuperado su tamaño.
—Uhnm, oh, esto... huh...
Jungkook se sintió eventualmente frágil, con la reminiscencia de aquel sueño. Y no había pensado en eso en días, en semanas, ni siquiera lo había vuelto a recordar desde aquella madrugada: las frases melodiosas susurrándole en élfico y la textura de unos suaves labios acariciándole el borde de la mandíbula, y después, derritiéndole en un beso. Aún podía sentir el hormigueo de los dedos en su cintura, él, sentado e inclinándose sobre sus labios, una caricia en sus pómulos que jamás había sucedido.
El pelinegro liberó una respiración ligeramente entrecortada, y cuando Taehyung dio un paso hacia él, retrocedió con las mejillas blancas ligeramente sonrosadas.
¿Por qué sentía que su garganta se secaba? ¿Por qué el corazón le agujereaba? Era inevitable, irreversible, imposible no sentirse inmediatamente marcado por algo que su alma había estado buscando.
—J-Jungkook, soy yo. Soy Taehyung —manifestó con cautela.
—C-creo que has crecido un poco —balbuceó el humano.
—Ah, no —el Elfo liberó un suspiró—. No es eso. Verás, hay algo que debo contarte.
—¿Te han hechizado? —preguntó rápidamente.
—No —le contestó con la boca pequeña.
—Y, ¿p-por qué has crecido tanto?
—Este es mi verdadero aspecto.
—Oh, vaya —respiró, echándole un vistazo de arriba a abajo—. Pues eres más adulto de lo que...
—Sí.
El compañero asintió sutilmente, y Jungkook tragó saliva pesada. Eso respondía qué tan legal era su conmoción emocional. Y obligándose a arrancar los ojos del Elfo, se agachó para agarrar la empuñadura plateada de la espalda, cuya hoja estaba asquerosa, pegajosa y llena de sangre de Troll. La enfundó en la vaina, advirtiendo que su capa también estaba destrozada, así como las rodillas del pantalón.
Se sentía atontado, además de magullado y recubierto por aquella molesta capa de sudor que envolvía cada centímetro de su piel, y le pegaba el cuello de la camiseta al pecho.
Jungkook volvió a mirarle como si creyese que ese Elfo no era real, como si estuviera viendo un sueño lúcido. No sabía si realmente se había golpeado la cabeza o si el golpe emocional duraría mucho más tiempo. Pero el otro se había alejado unos pasos, y se encontraba comprobaba qué tan mal estaba el Troll que había asesinado.
—¿Está... muerto? —hesitó Taehyung, observando el enorme cadáver maloliente.
—Muy muerto —confirmó Jungkook, seguido de una exhalación.
Cuando el Elfo volvió a mirarle, dejó que sus pupilas recorriesen a Jungkook unos segundos. El pelinegro se sintió desnudo, vulnerable, de una forma que jamás se había sentido tanto en casa, como desde el minuto en el que abandonó Epiro. Y fuera como fuese, Jungkook ahora necesitaba, más que nunca, encontrar una respuesta a quién diablos era Taehyung. Por qué había caído de ese portal en forma de niño, y por qué diablos sentía que su corazón se negaba a tranquilizarse en su pecho.
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y el libro completo en Patreon.com/chispasrojas.
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