Capítulo VI

*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y el libro completo en Patreon.com/chispasrojas.

Capítulo VI. Hasta la Frontera

Una hora antes de la madrugada, Ronan pudo ver de cerca el mapa que el feérico le había dejado a Jungkook. Un grueso dedo delineó la cordillera que atravesarían, indicando dónde se encontraba la grieta de Akmodan. Afortunadamente, Ronan dijo que tardarían tres o cuatro días. Era un buen atajo hasta Lúa, a donde llegaría en poco más de una semana.

Después, Jungkook mencionó a los Elfos que les acompañaban, y el Enano casi se cayó de la silla.

—¡Elfos! —exclamó—. ¡¿Qué maldita compañía es esa?!

—Requieren mi ayuda para llegar a Lúa, y yo comparto el mismo destino —le dijo Jungkook—. Supongo que no os importará que viajemos en el mismo grupo, si tanto desea orientar mi camino.

Y entonces Ronan cerró la boca. Estaba jugándose el honor, así que lo haría, así tuviera que aguantar la insoportable compañía de no uno, sino dos, ¡dos Elfos!

Horas antes acordaron un encuentro, así que, un poco después, Jungkook y Darien abandonaron la posada, y fueron a por los caballos. Comprobaron que llevaban todo encima, y se encontraron con Ronan un poco más adelante. Él lucía armado hasta los dientes, llevaba una pesadísima mochila de piel en la espalda.

—No lleváis montura, ¿señor Ronan? —preguntó Darien, tirando de las riendas.

—Sí, pero por las Barbas de Merlín, jamás subiría a un condenado caballo.

—¿Por qué? ¿No le llegan las patitas al suelo? —bromeó, seguido de una risita.

Jungkook quería pegarle un codazo, pero montaban en sus respectivos caballos y no había forma de llegar hasta el zopenco de su amigo por su barbaridad.

«Regla número uno: nunca ofender a un Enano. O te harían lamentarlo».

—¡Imbécil! ¡Malhablado! ¡Puercoespín! —le dedicó, entre sus mejores insultos—. ¡Qué sabrás tú de monturas, si montáis sólo a la criatura más apacible de Valinor! ¡Te temblarán los huesos cuando puedas verle!

Jungkook se masajeó la frente, tiró de las riendas y pasó frente a Ronan, mientras él trataba de seguirles el paso.

—¿De quién habla, señor Enano? —formuló respetuosamente.

—¿De quién? ¡De él! ¡Él! El señor de las bestias. Ventisca, ¡mi Ventisca!

—¿Ventisca? —repitió el azabache con un susurro.

—Corre tan rápido como el viento, tan veloz como las brisas de las montañas de Endalion —empezó a sonar como un poeta—. Agarrar sus crines es un honor para cualquier Enano. Pero él, mi fiel compañero, sólo viaja conmigo por Gaia desde que atravesé las Cordilleras Escarpadas.

—¿De qué habla este maldito Enano? —masculló Darien—. Seguro que abusa de la hierba de pipa.

Jungkook se encogió de brazos, continuaron en un trote suave hasta la salida oeste de Torre Gris, y allí pudieron ver la montura de Namjoon, y los dos Elfos encapuchados sobre el caballo, a la espera de que aparecieran.

El cielo se fraccionaba con un lento amanecer en el horizonte, tras los árboles, más allá de las murallas grises y semiderruidas de Torre Gris.

—Namjoon, os presento a Ronan —anunció Jungkook—: nuestro guía.

Namjoon clavó los ojos sobre aquel. «Maldición, enanos», pensó. Las criaturas más gruñonas, brutas y astutas de toda Gaia.

—Oh. Hola —contestó, no con demasiadas ganas.

—Un niño, ¡cómo detesto a los niños! —soltó Ronan seguidamente.

El feérico le miró realmente mal, pero Taehyung no se lo tomó demasiado en serio. Se encontraba sentado en la misma montura de Namjoon, justo tras él. Sus ojos se posaban con curiosidad sobre el Enano. Jamás antes había observado a uno, ni sabía que eran tan toscos o pequeños. Estaba seguro de que, si bajara del caballo, sus alturas serían similares a causa de aquel hechizo que le mantenía con un físico tan pueril.

—Ronan, sea amable con nuestros compañeros, se lo pido —solicitó Jungkook algo más serio.

—Disculpadme, señor Elfo —le dijo con un gran esfuerzo—. No quería ofender a su hijo.

—No es mi hijo, es mi hermano —respondió, y tiró de las riendas del caballo.

Ronan puso los ojos en blanco. Salieron de la ciudad encaminándose sobre la calzada empedrada, que lentamente empezaba a desaparecer, sumergiéndose en tierra y hierbajos. Jungkook aproximó su caballo al de Namjoon, compartiendo una breve conversación con el feérico.

—¿Nos acompañarán hasta Lúa? —le preguntaba este.

—Yo lo haré. Ronan y Darien nos escoltarán hasta la frontera con Nibel, piensan que el camino será más seguro así —contestó el pelinegro.

—Como sea, pero si sólo camina, reducirá la velocidad del grupo —expuso Namjoon.

—¡No camino! ¡Yo tengo a Ventisca! —gritó desde atrás, habiendo pegado la oreja a su conversación.

—Otra vez con lo de Ventisca, me estallará la cabeza con sus imaginaciones —se quejó Darien.

El Enano se detuvo junto a unos árboles, se llevó un par de dedos bajo la lengua y emitió un espontáneo chiflido. Sonó alto y agudo, con dos sencillas notas. Lo repitió una, dos, y hasta tres veces.

Todos habían detenido el paseo de los caballos. Jungkook mantenía los ojos muy abiertos, a la espera de que sucediera algo. De repente, unos arbustos y bajos árboles empezaron a sacudirse. Su caballo, con una punzada inquieta, golpeó con los cascos el suelo. Él sostuvo las riendas, mientras el corcel de Namjoon también reaccionaba.

De aquellas frondosas hojas verdes emergió una gran cabeza, con una enorme melena blanca, lustrosa y espesa. Un león blanco.

—Ventisca, descendiente del Señor de los Señores Leones de Endalion —lo presentó con orgullo.

—Por todos los Valar, ¡una bestia! —exhaló Namjoon.

Ventisca era un león enorme, de más de ciento cincuenta kilos, de cuartos traseros anchos, patas gruesas y garras temibles. Su pelaje era blanco, el más albino. La melena, un poco más grisácea tras las orejas, como si fuera una criatura más anciana y antigua de lo que presumía.

Estaba seguro de que su edad superaba el siglo, y probablemente aún tenía muchos más años que vivir.

El aura que le rodeaba era más imponente que la de un oso de las montañas, pero se acercó a Ronan como un gato perezoso.

—Menuda siesta te debes haber metido, espero que te hayas alimentado con más de una zarigüeya —dijo Ronan, rozándole el lomo amistosamente.

—Es como el Ciervo Blanco de Eru, como el de la canción —musitó Taehyung.

Tras escucharle, Namjoon sabía lo que iba a hacer. El príncipe casi se lanzó del caballo.

—¡Alteza, no! —exclamó el feérico.

Jungkook abrió mucho los ojos, bajó de su caballo como un rayo para agarrar al crío, pero al escuchar la forma de llamarle del otro, se quedó helado.

«¿Alteza? ¿No era ese el rango de un príncipe?», se dijo.

Ventisca emitió un sonido bronco cuando el niño se aproximaba, un rugido de rechazo.

—¡Crío insensato! ¿¡Es que quieres perder una extremidad!? —le arrojó Ronan, a punto de empujarle.

Pero Taehyung siguió caminando con unos ojos realmente curiosos, y extendió las manos hacia el león para tocarle. Ventisca se quedó muy quieto, y en el primer contacto con sus dedos bajo la mandíbula, inclinó la cabeza para olisquearle.

Todos se quedaron paralizados mientras sucedía: el crío estaba acariciando al león como si fuera un gatito. Ni siquiera su amo, Ronan, comprendía qué diablos sucedía. Se suponía que Ventisca era la más arisca de todas las criaturas. No le gustaban los extraños, y mucho menos alguien que no fuera un Enano.

—¡Aluvyë, nynna! —le dijo el niño al león, con una sonrisa.

—¿Q-qué? —jadeó Ronan, plenamente ofendido—. ¿¡Le está hablando en élfico a mi criatura!? ¿¡Delante de mí!?

Namjoon se frotó la frente con un par de dedos, y suspiró más aliviado. Por un segundo, había olvidado que Taehyung siempre hacía lo que quería. Y en esta se salía con la suya, pues el feérico casi obvió la inherente facilidad que los Altos Elfos tenían para tratar con criaturas y bestias.

Para el pueblo de Elemmirë, todas las criaturas albinas eran legendarias. Creían que el Ciervo Blanco de Eru, la montura mística que se narraba en los ancianos libros de sus bibliotecas, se personificaba en ellas.

Jungkook dio un par de pasos hacia el león y el niño Elfo, y recibió como contra partida, un rápido gruñido de la criatura. Estaba marcándole el territorio, algo como, «tú quédate ahí, que no me gustas».

—Por todos los Valar, Ventisca nunca confía en desconocidos. ¿Quién diablos sois? —formuló Ronan recelosamente.

—¿Ventisca es su nombre? Es un buen nombre para un amigo —dijo puerilmente—. Debe ser un fiel acompañante vuestro, su lomo es seguro, sus ojos son leales...

Ronan estaba a punto de desfallecer por su halago. Primero seducía a su digno y fiero león, y ahora le cumplimentaba a él.

Aquello iba contra natura, y se sentía tan petrificado como una estalagmita.

—Taehyung —dijo Jungkook, acuclillándose—. Ven.

El ojiverde le miró de medio lado y descubrió la palma que el joven humano le extendía. Taehyung no iba a tomarla. Pero un roce de la suave brisa en su mejilla le hizo extender la mano con cierto encanto. Posó la palma más pequeña sobre la suya, y sintió unos dedos más grandes y cálidos, por los que trotaron su corazón.

Jungkook tiró gentilmente de él, en lo que se incorporaba. Cuando le alejó lo suficiente del león, le alzó por la cintura sin dificultad y le subió al lomo del caballo, tras a Namjoon. Sólo había sido un gesto familiar y cortés, pero él ya se encontraba inexplicablemente sonrosado.

«Jungkook le había ofrecido su mano».

—Gracias —respiró el feérico.

—Será mejor que partamos. El sol ya ha salido —prosiguió Jungkook, regresando al suyo.

Subió ágilmente, y Ronan le recolocó la silla de montar a Ventisca, mientras los otros tres caballos se arrejuntaban.

—No me acerquéis a esa criatura, por lo que más queráis —dijo Darien con un hilo de voz—. ¡Se comerá a nuestros caballos!

—Ventisca no come caballos.

Y era Taehyung el que le había defendido, por supuesto. Ronan arqueó una ceja, después subió sobre su montura sujetando con firmeza las riendas.

—Este niño Elfo empieza a gustarme —reconoció a regañadientes.

*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y el libro completo en Patreon.com/chispasrojas.

El viaje dio comienzo en las primeras horas de la mañana. Ronan dirigía desde la retaguardia, indicando la orientación hacia donde debía dirigirse la marcha. Jungkook y Darien dejaron de reconocer los paisajes, los cuales se volvieron más áridos, más rocosos y menos verdes. Los árboles de alto follaje, las coníferas, y los helechos, salpicaban el trayecto, viéndose acompañado del sonido de los cascos de los caballos. Los campos de cultivos habían quedado muy lejos, se hallaban ante los bastos campos al oeste de Torre Gris. Las colinas se volvían más toscas y voluminosas, y en la distancia, las cordilleras se alzaban suavemente hacia zonas mucho más altas, pobladas por pinos, arces y enormes robles.

Se detuvieron sobre la hora de mediodía para tomar un tentempié y vaciar las cantimploras. Y las horas de la tarde fueron mucho más frescas durante el trayecto, donde el cabalgue de sus caballos se vio reducido a un leve trote que se tomaron con más calma.

Montando a Sombra, Jungkook tiró de las riendas y alcanzó al caballo de Namjoon.

—¿Lleváis bien el viaje? —les preguntó

—Cansados, pero decididos —reconoció el joven, bajo la capucha—. ¿Es que no vamos a detenernos ni un minuto?

Jungkook se fijó en la forma en la que el pobre crío se agarraba a la cintura de su hermano. Luego llevó los ojos al horizonte, advirtiendo el tierno cielo anaranjado del atardecer.

—Está bien, busquemos un lugar donde descansar.

—¿¡Qué decís!? ¡Es demasiado pronto para reposar! ¡Aún nos quedan dos días hasta la grieta Akmodan!

—Abro votación —dijo Darien desde su montura—: estoy con Jungkook. ¡Las tripas me suenan desde hace una hora! Busquemos un lugar donde hacer una buena hoguera.

—A vos le suenan las tripas desde la mañana, ¡bravucón! —le lanzó Ronan.

—Y no se equivoca, señor Enano. ¡Pregúntele a su león, antes de que nos convierta en su merienda!

Dicho y hecho, el grupo buscó el lugar más idóneo para asentarse. Hubieran deseado hacerlo junto algún riachuelo, pero aquel terreno era más árido que el esparto, por lo que eligieron un pequeño claro con árboles, y liberaron a los animales de sus monturas y su peso.

Dejaron las bolsas de viaje en el suelo, Darien sacó un cazo enorme y una sartén, y luego rebuscó entre las provisiones, eligiendo la mejor combinación para preparar la cena.

—¿Estáis bien? —Namjoon se acuclilló frente a Taehyung—. ¿Queréis que os prepare algo ligero?

Taehyung negaba con la cabeza. Sentía la boca del estómago, y el feérico estaba seguro de que se debía a tanto trote.

—Le prepararé manzana hervida, hemos traído unas cuantas —ingenió su asistente feérico.

Mientras Ronan se sentaba a un lado con su león, la bota de hidromiel, y las cecinas que masticaba, Jungkook lubricó su garganta con un profundo trago de agua. Estaba guardando la cantimplora en el bolso, cuando vislumbró al niño Elfo de soslayo.

El pequeño se había sentado en el suelo, con un rostro cansado y algo desanimado. Bajó su capucha, y ahora todos podían ver las puntas afiladas de esas orejas que asomaban bajo los mechones de cabello.

Jungkook pensaba que debía haber guardado la tiara plateada en su equipaje, pero el curioso broche con forma de flor que cerraba su capa en el cuello, era lo suficientemente resplandeciente como para que cualquiera no reparase en él.

«Alteza», repitió en su cabeza. Algo le hacía conectar cabos, y se preguntaba si por ese motivo deseaban buscar refugio en Lúa.

El pelinegro sintió cierta lástima por el niño. Fuera como fuese, no parecía estar acostumbrado a los viajes y mucho menos a los trotes en caballo. El joven pensó en algo, metió la mano en el bolso y luego se aproximó a ojiverde con un carraspeo.

—Nunca había estado tan lejos de casa —le dijo, sentándose en el suelo a su lado.

Taehyung parpadeó, Jungkook cruzaba las piernas, y mirándole de medio lado, se fijó en que estaba desenvolviendo algo.

—Yo tampoco —reconoció el pequeño con una inevitable tristeza.

—Extraño los verdes paisajes de Epiro.

—¿Son verdes?

—Mucho.

—También los míos, si bien... azules, y frescos, y siempre floridos...

—¿Dónde queda tu hogar? —formuló Jungkook amigablemente.

—Lejos, tras la cascada más hermosa de Gaia —expresó el niño.

Jungkook pestañeó varias veces.

—¿Cascadas? Quisiera ver algo como eso.

Él le miró con cierta timidez.

—¿Alguna vez has visto la espuma reflejando el resplandor de las estrellas?

El pelinegro se quedó sin palabras. Nunca lo había imaginado, y con cierta fascinación, desenvolvió una enorme galleta casera y se la ofreció.

—¿Has probado estas?

Taehyung parpadeó al principio, hesitó antes de extender los dedos y tomarla. No estaba seguro de si debía hacerlo, pero dejó que su olfato decidiera, acercándosela a la nariz. En la primera inspiración, recibió las notas de la mantequilla, calabaza, especias y pasas.

El primer bocado que le dio fue tímido, pero masticándolo reconoció que el dulce era estupendo, cocción perfecta, crujiente y delicioso. El segundo mordisco que Jungkook presenció le pareció bastante más hambriento.

—¡Mnh!

—Ah, sí que te gustan. Pues debes saber que las preparó mi madre —le contó.

Pensar en la madre de Jungkook se le hizo adorable. ¡Una humana que cocinaba! ¡Y sabía tan único, como a quemado, a semillas y a pasas!

Tras devorarse la galleta, Namjoon regresó a ellos con recelo en los ojos. Tenía un pequeño cazo con manzana dulce y hervida, que le ofreció a Taehyung con un cubierto de madera.

—Tomad —dijo, y después clavó los iris grises en Jungkook como si desconfiara de que él fuera a robarle el crío.

Jungkook no deseaba incomodarles, sólo trataba de animar al niño. Pero el feérico sabía que Taehyung le miraba a él con unos ojos muy distintos.

—Y vos, ¿no coméis? —preguntó Jungkook astutamente.

Namjoon afinó sus párpados.

—Comí varias veces, durante el camino —declaró contundentemente.

Darien sirvió la cena para él y Jungkook, salchichas y un par de patatas que asaron en el fuego. Mientras cenaban, el ojiverde no apartó la mirada de Jungkook. Estaba embobado con él, con la forma en la que exhalaba sus sonrisas, con la manera en la que las comisuras de sus ojos se arrugaban adorablemente, y esas confianzas tan divertidas que se traía con Darien.

Taehyung deseó tener amigos así, capaces de darle con la palma de la mano en el cogote o saltarse las formalidades. Y por un momento, se encontró a sí mismo admirando a un humano que desconocía, en el más espantoso silencio.

En ese instante, apretó los párpados y se forzó a apartar su atención, con desconcierto. ¿A qué diablos venía esa pequeña tormenta interior, que le invadía? No creía que fuera bueno encontrar interés y fascinación por alguien cuyas características desconocía, a quien su pueblo rechazaba de manera inherente por el simple hecho de ser humano. Y Taehyung nunca miraba, jamás se distraía, ni se sentía especialmente interesado en alguien.

Él era el apuesto príncipe de Elemmirë, y los feéricos y Altos Elfos, los encargados de admirarle a él. Así fuese el mayor Elfo granuja y juguetón de todo el valle.

Ronan le pegó una patada a un puñado de hierbajos.

—¡Odio estos campos! ¡Ojalá cayera un rayo y los quemara todos! —soltó frustrado.

—Calmaos, señor Ronan. La naturaleza no tiene culpa de vuestro tamaño —bromeó Darien.

Ronan agarró el hacha de su espalda, la desenfundó y le amenazó de muerte con ella:

—¡Esta es Nirvana! ¡Dejad que os muestre su talento, rubio!

—Por todos los cielos, ¡¿queréis dejar de gritar?! —se quejó Namjoon, frunciendo el ceño—. Parecéis auténticos orangutanes.

Taehyung vio a acercarse a Jungkook de nuevo hasta él, y su pequeño corazón (odiaba ser un niño) le dio un tirón en el pecho.

—¿Cómo está tu herida, por cierto? —le preguntó mientras tanto—. Apenas lo recordé mientras cenábamos.

—M-mejor —contestó—, gracias a las athelas. Namjoon me cambió el vendaje antes de partir de Torre Gris.

—Me alegra saberlo, Tae —sonrió ampliamente.

Namjoon carraspeó a su lado, avispándose. Taehyung y él compartieron una mirada que Jungkook no logró entender. Pero el Elfo que, efectivamente, esa era su hada cascarrabias favorita. Como un perro guardián, entrometiéndose donde no debía.

Número uno, a Namjoon le gustaba poco o más bien nada la especie humana.

Y número dos, ¿Jungkook acababa de tutear al príncipe de Elemmirë? ¡Qué descortesía!

—Necesito descansar —dijo Darien.

Jungkook se ofreció velozmente a recoger los utensilios de cocina.

—Todos estamos cansados —agregó Namjoon.

—Estoy de acuerdo. No logré dormir anoche demasiado —concordó el pelinegro.

—Descasad, yo me encargaré del fuego —dijo Ronan, sentándose como el guardián inmaculado.

El enorme león que le seguía ya se encontraba cómodamente tumbado bajo un árbol, como el guardián del grupo.

Por la noche, mientras la brisa refrescaba, la temperatura cayó unos cuantos grados que lograron subsanar gracias a la hoguera. Al principio se repartieron una guardia nocturna para que el resto lograra pegar ojo, pero Ronan les aseguró que Ventisca tenía buen oído, y que, si él dormía, todos podían hacerlo.

Al final, se tumbaron en el suelo, acomodándose como podían. Darien fue el primero en caer dormido y sus ronquidos retumbaban contra las copas de los árboles de una forma irrisoria. Tras varios siseos, Jungkook le tuvo que dar una patada, Darien se despertó bruscamente, le agarró por el cuello de la camisa y le preguntó si los gnomos de jardín se habían llevado las chapatas. Tras unos segundos de silencio, Jungkook se echó a reír escandalosamente.

Namjoon levantó una ceja tras oír las risitas, maldiciéndose interiormente por tener un sueño tan ligero. Por suerte, Taehyung dormía profunda y plácidamente, cubierto con la capa, y el bolso relleno de ropa como almohada. Había sufrido suficientes vaivenes emocionales en esas últimas cuarenta y ocho horas, y necesitaba descansar como nadie.

En la madrugada, Ronan yacía completamente dormido, tumbado a horcajadas, con la cabeza apoyada en un costado de Ventisca. Jungkook fue el primero en espabilar. El fuego de la hoguera ya se había extinguido, y una fina línea de humo se diluía con suavidad hacia lo alto. Olía a leña y a picón, a ese aroma a bosque y a candela.

Taehyung estaba hecho un ovillo, cubierto hasta la barbilla con una manta doblada recubriéndole. Un brazo de Namjoon colgaba del costado del niño.

Jungkook guardó las manos en los bolsillos y caminó cerca del lugar donde habían establecido ese pequeño campamento. Ventisca le seguía con una mirada felina. El joven sintió cierto respeto por la enorme criatura, de momento se preguntó si podría ganarse al león; le hizo una reverencia cortés con la cabeza, e inesperadamente, Ventisca le imitó.

El pelinegro sonrió brevemente. Supuso que así era como empezarían a confiar el uno en el otro durante el resto del camino que les uniera.

En la mañana, se encargó de despertarlos a todos y no tardaron en ponerse en marcha. Los viajes que se extendían durante días no eran sencillos, jugaban con la resistencia y mermaban las provisiones de sus bolsos.

Horas a caballo, horas caminando, donde empezaron a echar en falta cruzarse con un arroyo de agua. Tiraban de las riendas con una mano mientras atravesaban aquel tramo a pie; las cordilleras eran más apretadas, las coníferas mucho más oscuras y apretadas, sin copas de árboles frondosas donde descansar. Estaban jadeando cuando el agua de las cantimploras empezó a escasear.

—Metería la cabeza en un balde de agua hasta morir —se quejó Darien.

—Moriremos de sed —dijo Ronan.

—No estamos tan lejos... por allí —señaló Namjoon.

Los otros dos se miraron con escepticismo. Taehyung seguía a su fiel feérico sin reclamos; las hadas eran puramente instintivas, siempre encontraban agua, se sentían atraídas por esta, por las zonas más verdes y musgosas, como el Valle de la Estrella donde una edad atrás, crearon los nidos en sus ricas hondonadas.

Jungkook se separó de ellos, peinando la zona boscosa donde se encontraban. De un momento a otro, escuchó la exclamación de Namjoon y le vio agitar un brazo.

—¡Eh! ¡Aquí! ¡Aquí!

Un dulce riachuelo que bajaba por unas rocas. Taehyung se acuclilló y hundió las manos, se llevó el agua a la cara y a la boca, comprobando su dulzor. No había agua más deliciosa y fresca que la de la cascada de Elemmirë, pero él estaba tan sediento, que aquella le pareció igual de mágica. Los demás mojaron sus muñecas y rostros, y también el pelo. Luego rellenaron los útiles que tenían.

—Está fresca —dijo Jungkook.

—Dirás, helada. Debe bajar de la montaña —comentó Darien.

—Estamos a medio kilómetro de la grieta de Akmodan, en esa dirección —señaló el Enano—. Bordearemos las montañas por el paso más bajo que hay, y en unas horas, estaremos en el Reino de Nibel.

—No nos hemos cruzado con nadie, es fantástico —dijo Namjoon.

—Os lo dije —Ronan sonreía orgulloso.

Darien estaba guardando la cantimplora en el caballo, el pelinegro fue tras él, le tocó el hombro y los dos se miraron con un suspiro.

—Da la vuelta —le dijo Jungkook—. Es el momento. Estas zonas son áridas y he visto las escasas provisiones que te quedan. Tendrás justo para regresar a Torre Gris sin problemas.

El rubio asintió con la cabeza, con facciones serias.

—¿Seguro que quieres que os deje ahora? —formuló en voz baja.

Jungkook se encogió de hombros.

—Qué más da ahora, que, a medio kilómetro —le contestó, cruzando los brazos—. Estaremos bien, Ronan es un buen guía, y el trayecto está siendo tranquilo. En unos días llegaremos a un pueblo donde reponernos, y después, yo visitaré Lúa con los dos Elfos.

Darien le echó un vistazo a Namjoon y Taehyung de soslayo, después dejó marchar otro suspiro y le ofreció una mano amistosa a Jungkook. Los dos la estrecharon con firmeza, con un toque honorable y amistoso.

—Adiós —dijo Darien en voz baja.

—Adiós, amigo.

—Os deseo el mejor viaje.

—Irá bien.

—Uh, Jungkook...

—¿Sí? —parpadeó.

—Suerte —resumió.

El rubio sentía cierto resquemor por separarse del grupo; y no es que no quisiera volver a casa, pero le sabía mal abandonarles así lo hubiera acordado con Jungkook. Evitando extender su despedida, o hallar un rostro de decepción en los otros, subió su montura y tiró de las riendas del caballo, dando media vuelta.

Jungkook le observó partir, obligándose a no ponerse sentimental. Después cerró el tapón de la cantimplora, la guardó en la mochila que llevaba su caballo y giró la cabeza hacia el resto. Ronan y Namjoon conversaban sobre si debían viajar tras el ocaso. El Enano insistía en que, si no se detenían al anochecer, atravesarían la grieta de Akmodan esa misma noche.

El pelinegro atisbó los ojos verdes del niño Elfo, sus ojos se posaban en la marcha de Darien. Era el único que le había visto estrechar la mano con Jungkook, y después precipitar su marcha sin despedirse, sin decir palabra.

Jungkook identificó su rasgo observador; los ojos de Taehyung no podían ser grandes por nada. Luego el azabache se acercó al riachuelo para tomar un poco más de agua, y Taehyung no dudó en preguntarle:

—¿Por qué se va?

Sólo entonces, Namjoon y Ronan giraron la cabeza. Jungkook se quedó brevemente estático, después se acuclilló junto a unas rocas musgosas y carraspeó un poco.

—Acordamos que nos acompañaría hasta la frontera con Nibel. Si vamos a alcanzarla esta noche, es mejor que dé media vuelta hacia Torre Gris —respondió el humano.

—¿No vas a volver a verle? —formuló Taehyung.

Jungkook le miró con fijeza, ciertamente abrumado por la pregunta. Taehyung no necesitó una respuesta directa, pues la línea apretada que formaron sus labios, la ligera desazón que asomaba tras los iris castaños, le hizo saber que no lo haría. Y eso debía dolerle a Jungkook, pero había algo con más fuerza que le alentaba seguir adelante, y que llenaba de curiosidad a Taehyung. ¿Qué era?

—Pues uno menos —resolvió Ronan, sin demasiado apego—. Yo os guiaré hasta que atravesemos la grieta, lo demás es asunto vuestro. ¡Y dejemos de holgazanear! No hay tiempo que perder.

—Entonces, ¿estamos a mitad de camino? —preguntó Namjoon.

—Puede que un poco menos de la mitad, pero a caballo tardaremos otros dos días. Ronan dijo que hay un poblado humano al oeste, que queda de camino —expresó Jungkook, subiendo sobre el caballo—. Nos detendremos allí para descansar y reponer, y después iremos hacia Lúa.

—Exacto, mocoso. Veo que lo has memorizado —dijo satisfecho.

—Suena bien —admitió Namjoon—. Así perdamos al Enano por el camino.

—¿Disculpe?

—Una cuestión, ¿no era que todos los Enanos nacían pelirrojos? ¿Por qué vos no lo sois?

—¡Te voy a dar yo a ti pelirrojo, Elfo remilgado! —gruñó Ronan de inmediato.

Namjoon soltó una risita y Jungkook soltó una carcajada, aunque después tuvo que calmarle antes de que desenfundara su hacha Nirvana.

—Ronan, está bromeando, ¡calmaos! —dijo con una sonrisa.

Taehyung estaba rascándole una oreja a Ventisca, mientras el Enano debatía consigo mismo el recelo que le provocaba. Le apetecía ofenderse con todos los Elfos del mundo, pero en aquel niño sólo encontraba una bonita gracia y encanto, por lo que a Ronan no le quedaba más remedio que cerrar la boca con él.

—¿Sois Elfos del Bosque?

Namjoon le apuntó con una mirada mucho más críptica.

—Así es —mintió.

—¿Y qué hacen Elfos del Bosque tan lejos del Reino de los Bosques, si se puede saber?

—Nuestros motivos no son asunto vuestro, señor Enano —interpuso Namjoon, a la defensiva.

Jungkook miró de soslayo al niño, hubo algo que le hacía dudar en silencio. Taehyung le había hablado de una cascada, y hasta donde sabía, no existían cascadas en el anciano bosque verde que nadie se atrevía a pisar. ¿Y era mentira? ¿Y si no eran quienes decían ser?

Los iris verdes del crío del rozaron de soslayo, y Jungkook sintió una inmediata compasión por los dos.

«No, él no miente sobre la espuma de la cascada de la que hablaba», pensó entonces, recordando el destello de nostalgia de sus iris.

Algo le hacía creer que Taehyung siempre decía la verdad, y que, si Namjoon no lo hacía, tan sólo era por protegerles.

—¿Nos vamos? —formuló Jungkook con decisión.

Todos subieron a las monturas, y una vez preparados, continuaron con el camino. Los caballos trotaron colina arriba, donde la tierra más seca y abrupta se abría sobre la roca. El granito era puro y afilado, de un color grisáceo y oscuro, estupendo para ser extraído y crear estructuras.

—Antaño, los Enanos extraían granito de esta zona y establecieron una base en aquella montaña —les contaba a lomos de Ventisca.

Ese segundo día, transcurrió mientras atravesaban la enorme explanada de la grieta de Akmodan. Apenas había árboles, o verde, y Namjoon se sentía mareado.

Taehyung abrazaba su cintura, le miró desde el costado con preocupación y le vio aferrándose a las riendas muy extenuado.

—¿Estáis bien? —le preguntó en voz baja.

—Sí, sí...

—Es por la falta de árboles, ¿verdad? Los feéricos evitáis las zonas demasiado abiertas, sin flora ni espesura.

—Llegaremos pronto a una —jadeó Namjoon.

—Deberíamos detenernos para que puedas descansar —dijo en voz alta—. Se lo pediré a Jungkook.

—De nada servirá, alteza. Llevamos varios días con esas formas, y mi cuerpo se siente extenuado. Necesito regresar a mi forma feérica para recuperar mis fuerzas.

—Y, ¿cuánto creéis que nos queda de este modo? —formuló preocupado.

—Calculo que unos días, puede que menos —musitó Namjoon—. Siento como la magia del Ginso se desvanece, es lento, pero seguro. Se marcha, y no quedará disfraz sobre nosotros que nos ayude a llegar a Lúa de forma segura.

Taehyung se sentía inquieto por él, pero también por cómo explicarían quiénes eran realmente. ¿Se sentiría Jungkook engañado? ¿Se ganarían el desprecio de Ronan?

Debido a que el terreno era escarpado y molesto, se vieron forzados a bajar de los caballos durante el atardecer. Continuaron el trayecto a pie, mientras el sol se ponía en el horizonte. Las temperaturas por las zonas montañosas eran notablemente más frías; los grados bajaron precipitadamente y el viento se encargaba de empujar unas espesas nubes sobre sus cabezas, que les privó de los últimos rayos solares y les dejó a oscuras.

Sacaron un par de lámparas de aceite que prendieron con un yesquero, y continuaron el camino nocturno con las escasas luces doradas de las llamas.

Namjoon sostenía la mano de Taehyung mientras avanzaban, había coníferas por todas partes, pero el viento, la oscuridad, y las densas nubes dificultaba el camino. Taehyung estaba helado, no llevaban suficiente ropa de abrigo y todos los Altos Elfos eran especialmente sensibles a las temperaturas frías. Él echó a temblar en unos minutos más, y en un rato, el viento provocó que las nubes comenzaran a descargar algunas gotas heladas, que traspasaron las capuchas.

—Debemos detenernos, va a caer un aguacero —dijo Namjoon.

Jungkook estaba de acuerdo, llevaba un buen rato buscando un ala rocosa en la que parar, y a unos metros, observó una pequeña oquedad donde podían refugiarse.

—Seguidme —dijo sujetando frente a sus rostros una de las lámparas.

Metieron a los dos caballos en la pequeña cueva, ellos se sentaron en el borde, donde el abrigo de las rocas, apartaban las gotas que salpicaban sus botas.

—Hace un frío que pela —Ronan se frotaba las manos.

—Taehyung se encuentra helado —Namjoon mantenía un brazo sobre el niño.

Él castañeaba con los dientes, mientras Jungkook regresaba con unas copas de ramas y hierbas. Su cabello se encontraba húmedo bajo la capucha, el temporal arreciaba con fuerza, y las ramas estaban mojadas. Tras varios intentos, se dio cuenta de que era imposible montar un fuego. Sólo podían tratar de refugiarse hasta que amainara, comer algo y esperar por no helarse.

Ventisca se acercó al niño, ofreciéndole parte del calor de sus melenas.

—Muchacho —añadió Ronan, señalándole a Jungkook con la cabeza—, ayudadme con lo que llevo encima.

Jungkook le siguió, y el Enano sacó una tienda de campaña de su pesado equipaje. O al menos, lo que debía ser una, si es que conseguían montarla. Colocando las dos lámparas sobre las rocas, tuvieron la suficiente luz como para levantarla en unos minutos. No era muy grande, pero debían caber, al menos, dos personas.

—Que entren esos dos, no puedo ver al crío así —musitó el Enano, retirándose.

—¿Estáis seguros, Ronan?

—Tengo un buen abrigo y un cálido compañero —contestó, y se refugió bajo el saliente de la montaña, junto a Ventisca, cuya melena blanca se encontraba húmeda y raída.

Jungkook le hizo una señal a Namjoon para que entrara.

—Hemos preparado la tienda, refugiaos —le ofreció al feérico.

—Cuánto os lo agradezco —Namjoon parecía especialmente débil y cansado.

El humano se preguntaba si era por la falta de comida. Ahora estaba seguro, jamás le había visto pegar bocado. Él les siguió con la mirada, sintiéndose intranquilo.

La tienda de campaña se encontraba pegada al saliente rocoso, por lo que la lluvia apenas la rozaba. Namjoon se inclinó y atravesó la piel de la puerta con Taehyung, los dos se refugiaron en el interior con una de las lámparas de aceite y un bolso de equipaje con ropa seca.

Jungkook asomó la cabeza por la puerta.

—Poneos cómodos —les dijo con amabilidad—. Estaré con Ronan y los caballos, para que tengáis más espacio. Si necesitáis cualquier cosa, avisad.

Namjoon asintió débilmente.

—Gracias, Jungkook —contestó.

El pelinegro cerró la cremallera de la tienda y se marchó. Se hizo un hueco junto a Ronan y Ventisca, tras cerciorarse de que sus equipajes y los caballos se encontraban bien resguardados en el interior de la diminuta cueva. Se sentó en el suelo, con los brazos cruzados y las piernas flexionadas, dejando marchar un suspiro tras aquel pesado día.

El silencio se hizo presente, siendo tan sólo acompañado por el estruendo de un trueno y el fuerte goteo de lluvia que golpeaba los árboles y las rocas.

—¿Extrañáis a vuestro amigo? —formuló Jungkook.

Y se refería a Toril, el Enano que le acompañaba en Torre Gris a Ronan.

—No. Para nada —contestó con sequedad.

—¿Por qué no? ¿No hay apego entre vosotros? —levantó la cabeza y observó su expresión de medio lado.

—Tomó su camino y yo el mío. Simplemente, en ocasiones, los pasos de cada uno conducen hacia destinos distintos.

Jungkook parpadeó, apreciando esa forma de pensar. Creía que tenía razón.

—¿Quién dice que no volveremos a vernos? Ese pedrusco, Toril, le encanta meterse en problemas. El oro, los saqueos, los trueques —agregó el Enano—. Te mentiría si dijera que lo echo de menos.

—¿Y qué es lo que a vos le gusta, señor Ronan?

—¿A mí...? La cerveza.

Jungkook exhaló una sonrisa, Ronan le vio de medio lado y se defendió:

—Pero no cualquier cerveza, cabezahueca. La cerveza de barril de Endalion, la mejor cerveza del mundo. Tiene sabor a miel, a sirope de arce. Es tan dulce como buena, sobre todo, porque su alto grado en alcohol crea el perfecto equilibrio con los ingredientes —presumía.

El pelinegro volvió a bajar la cabeza, dejando ir un suspiro.

—A Darien también le apasionaba la cerveza. Llegué a compartir la última con ese zoquete...

Ronan tenía buen olfato, sabía que estaba pensando en aquel rubio que les había abandonado mediodía antes. Pero él creía, que las personas que eran de corazón realmente noble, siempre regresaban. Y si no lo hacían, no había que lamentarse por el pasado.

—No te culpes por seguir el camino que crees correcto, joven Jungkook —continuó Ronan, inesperadamente—. Y nunca, jamás, miréis atrás por aquellos que una vez decidieron abandonar vuestro camino.

*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y el libro completo en Patreon.com/chispasrojas.

Namjoon se encontraba un poco peor esas últimas horas, su energía había mermado, y si bien él no sentía el frío como los Elfos, se encontraba muy débil y cansado.

Bajo la tela de la tienda, se olía el golpeteo de la lluvia que salpicaba sobre una de las paredes.

—¿Os encontráis bien? Siento que estemos atravesando tierras tan áridas. En estas condiciones, te debilitarás por completo —dijo Taehyung, abrazándose a sí mismo.

El feérico le dejó caer una manta sobre los hombros, y después se recostó totalmente abatido.

—No lo sintáis, alteza. Somos afortunados de tenerles como acompañantes... No estamos tan solos como pensaba...

Escucharle reconocer en voz baja que su desconfianza casi le había hecho equivocarse, hizo que Taehyung tratara de consolarle. Sabía que sólo intentaba protegerles.

Luego apoyó la cabeza sobre el bolso de viaje, usándolo como almohada. Y con el paso de los minutos, el Elfo seguía tiritando, sin lograr pegar ojo pese al cansancio. Estaba tan helado, que ni siquiera bajo la manta lograba encontrar confort. Los dedos se le engarrotaban y la piel se mantenía húmeda y fría, sus dientes no paraban de castañear, y los pies estaban helados en las botas.

Namjoon se incorporó y le contempló con aflicción, le sugirió al Elfo que se acercara a él un poco, pero los cuerpos feéricos apenas irradiaban calor. Temía que por la noche pudiera enfermar a causa del temporal.

Entre todo aquello, Taehyung sólo quería olvidar el frío y dejarse llevar por el terrible cansancio que calaba hasta sus huesos.

Había pasado un par de horas, y Namjoon cayó dormido por la debilidad feérica que le acusaba. Pero el Elfo no paraba de temblar, su respiración entrecortada escapaba entre los labios, hasta que una mano bajó la cremallera de la tienda. Jungkook apartó la puerta con una mano, y entró seguido de una fría ráfaga de brisa que sopló brevemente la suave luz de la lámpara, casi sin aceite.

La luz osciló contra las paredes de la tienda de campaña. Él estaba cerrando la cremallera cuando Namjoon abrió los ojos y levantó la cabeza, mirándole en silencio.

—¿Qué hacéis aquí...?

—Le oigo desde fuera —Jungkook señaló al niño con un movimiento de cabeza—. ¿No se encuentra bien?

—No, es que... los Elfos son sensibles a los cambios de clima, y él... —murmuró Namjoon—. No lo lleva bien.

El humano revisó el aspecto de ambos; Taehyung continuaba hecho un ovillo, con los labios carentes de color. Los ojos de Namjoon se encontraban trazados por dos cercos grises, con hoyuelos más hundidos en el rostro ovalado.

La noche previa, Taehyung había dormido cerca de la hoguera, buscando el calor del fuego, bajo un brazo de Namjoon y otra manta. Era evidente su sensibilidad a los cambios de temperatura, y dormir a la dura intemperie.

Jungkook no necesitó más de unos segundos para reaccionar a las palabras del mayor. Se deslizó por un lado, y con una mirada silenciosa, pareció pedirle autorización para acercarse al pequeño. Namjoon se quedó estático las primeras décimas de segundos, pero no tardó en asentir. No podía tolerar que el Elfo enfermase por su actitud sobreprotectora, cuando si ni quiera él mismo podía calentarle en las condiciones que se encontraba.

El pelinegro apartó la manta que cubría a Taehyung, acercándolo a sus brazos. No había nada de extraño en aquello; era un adulto cuidando de un crío. Y él lo hizo con el mismo instinto de un hermano protector, al igual que hubiera hecho con cualquiera de sus hermanos menores, Morgan, Lysa, y alguno de los hermanos más pequeños de Darien.

Taehyung no había notado que estaba allí, se encontraba demasiado aturdido para reconocerlo. Pero se dejó arrastrar hasta su pecho, donde Jungkook le cubrió con la capa seca que antes se había cambiado, y luego, le envolvió entre dos brazos inexplicablemente cálidos.

Su tamaño pequeño era perfecto para encontrar un recóndito hueco bajo su cuello. Y fue allí donde Taehyung volvió a entrecerrar los párpados, dejándose invadir por la sensación desconocida que le invadió. Sus dedos se calentaban sobre la camiseta interior de su pecho, la piel irradiaba bajo la ropa un agradable calor, y su aroma, definitivamente era muy distinto al de cualquier otro Alto Elfo.

Algo como amaderado, a lavanda negra y manzana verde, con toques especiados provenientes del cuero del cinturón y las botas húmedas. Taehyung inspiró sutilmente y sus párpados se cerraron con peso. Enterró los dedos en la camiseta, notando un ligero rastro de aroma a lluvia, que provenía del cabello.

Quizá compartían ese mismo olor. Y no se trataba del aroma que más apreciaban los Elfos, nada de incienso, ni de mar, ni de jazmines o flores frescas, o musgos y mieles dulces...

Pero el de Jungkook era agradable, como el de un pequeño, diminuto, minúsculo e inesperado hogar humano, capaz de aplacar cualquier temor.

Jungkook pudo descubrir que la baja temperatura del Elfo era cierta, más tibia de lo natural. Pero en unos minutos, sus dedos se calentaron, el temblor de sus hombros cesó, y se quedó tan quieto que pensó que se había dormido.

En realidad, Taehyung seguía despierto, podía sentir los pálpitos de su corazón a través de la cercanía, y de los dedos. Era lento, pausado, cálido. Pensó en la línea de vida de Jungkook; los Altos Elfos eran inmortales, crecían hasta la madurez y después, sus cuerpos se detenían en el tiempo, por siempre.

La vida de los mortales era tan insignificante, en comparación. Tan fugaz como un suspiro, para un Alto Elfo.

Eso conmocionó a Taehyung, mientras Jungkook le pasaba una fraternal mano por la cabeza. Sus iris, chocolate y verde claro, se encontraron de improviso en la corta distancia.

—Duerme, me quedaré contigo —susurró Jungkook con dulzura, en lo que las comisuras de sus ojos se arrugaban adorablemente.

Taehyung desvió la mirada y se forzó a cerrar los párpados, con un pálpito nervioso de su corazón. Sus pómulos se encontraban irremediablemente encendidos como las ascuas; le gustaba Jungkook, un humano que amenazaba con robarle distraídamente el corazón.

*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y el libro completo en Patreon.com/chispasrojas.

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