iii
Categoría: Family
Palabra: Confesar
Extensión: 1820 palabras
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—¿No llegó? —La camarera de grandes ojos azules se acercó a él, con una sonrisa llena de amabilidad—. ¿Puedo ofrecerle algo más en lo que espera?
Thomas volvió a mirar a su caro reloj de pulsera. Ya habían pasado treinta minutos y Dylan jamás se retrasaba tanto cuando se trataba de una cita. Supuso que era momento de rendirse y aceptar que el castaño no vendría.
—No, así está bien. —Hizo una mueca—. ¿Puedes traerme la cuenta, por favor?
Ella asintió, y no se demoró mucho en regresar, puesto que si acaso Thomas había pedido un vaso de agua mineral. Thomas pagó con un suspiro resignado, e intentó no sentirse más miserable al ver que la chica lo miraba con lástima. Detestaba que sintieran eso por él. Era un hombre adulto, adinerado y lleno de trabajo, no tenía tiempo para dramas románticos.
—¿Puedo darle un consejo? —La chica, de nombre Kaya, le dijo una vez que había recibido el pago junto a su buena propina—. ¿Por qué no le llama? A lo mejor tuvo un problema de imprevisto y no pudo venir.
Forzó su sonrisa y le agradeció a Kaya inclinando la cabeza. Una vez fuera del restaurante, soltó el aire que no sabía que estaba reteniendo y sacó su teléfono del bolsillo de su saco, mirándolo con el ceño fruncido. Dudando.
Por lo general, cuando alguien lo dejaba plantado en una reservación que había hecho en un restaurante elegante, decidía seguir adelante con alguien más y no mirar hacia atrás, pero las cosas eran muy diferentes con Dylan. Todo era diferente con él. Porque estaba tan enamorado de él, que haría hasta lo imposible para que los sentimientos sean mutuos.
Decidido con ese pensamiento en mente, le llamó. Y aunque tardó, Dylan le respondió.
—¿Hola? ¿Thomas? —El castaño se oía agitado, como si hubiera corrido a atender el teléfono—. Ah, maldición, no me digas que te dejé plantado. —Se oía genuinamente arrepentido.
Se rió tímidamente al escuchar a su distraída cita.
—Está bien, solo quería saber si estabas bien. —Hizo una pausa para lamer sus labios con nervios—. Y si querías que pasara por ti para vernos, aunque sea un momento.
—Sí, sí, me encantaría. —Dylan dijo entusiasmado, pero su voz se fue apagando—. Aunque me temo que no puedo verte hoy.
Frunció el ceño.
—¿Por qué? ¿Estás bien, Dyl?
—Estoy bien, solo que estoy un poco enfermo. No es nada. —Oyó que tosía.
—En ese caso, será mejor que vaya a cuidarte, ¿no lo crees? —dijo preocupado, y comenzó a buscar su auto por el estacionamiento para ir de inmediato al apartamento de Dylan.
—¡Oh, no! Me refiero —Dylan carraspeó—, no quiero contagiarte.
Entró a su auto y lo encendió, maniobrando rápidamente el volante para poder salir del restaurante lo más pronto posible. Tal vez no era nada como Dylan decía, pero quería cuidarlo para que no empeore su malestar. Además, siempre puede aprovechar para estar con él.
—De ninguna manera, Dylan. Voy para allá.
—Tengo varicela.
Thomas se burló.
—Qué suerte que a mí me dio cuando era niño. Quédate ahí, llevaré algo de comida.
—No tienes que hacerlo, Tommy, de verdad... —Se escuchó tímido, y entonces se escuchó un sonido al fondo, algo así como el sollozo de un bebé. Quiso preguntar, pero Dylan fue más rápido—. Tengo que irme. Nos vemos después, ¿sí? Ve a descansar.
Dylan cortó la llamada, dejándolo con las palabras en la boca. Thomas apretó los labios y pisó con más fuerza el acelerador. Si Dylan no lo quería ahí, es porque estaba ocultándole algo, y será mejor que lo descubra ahora.
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Dylan se sorprendió al verlo frente a la puerta de su departamento, pero no dijo nada, solamente lo dejó pasar. Thomas se dio cuenta de lo avergonzado que estaba el castaño, por lo que prefirió no mencionarle que tenía alguna especie de mancha marrón en su polera blanca.
—No parece que tengas varicela —dijo, echándole un ojo. De hecho, el castaño no parecía nada enfermo. Si acaso estaba ojeroso, y desaliñado.
Dylan se sonrojó.
—Escucha, Thomas. Tú realmente me gustas, y estás a punto de conocer una parte de mí que posiblemente no te guste. —Dylan cerró sus ojos y tomó una larga bocanada de aire—. Solo quiero decirte que no fue mi intención ocultarte algo tan importante para mí y que amo con mi vida, pero sé que en cuanto lo sepas, te vas a marchar como todos los demás. Y aunque comprendería si lo hicieras, no quisiera dejar de verte —dijo con tristeza.
Thomas quería decirle que era imposible dejarlo porque estaba enamorado hasta el cansancio, pero se limitó a asentir porque no era el momento de confesar sus sentimientos. Estaba más preocupado por lo que Dylan fuera a decirle.
—Está bien, Dylan. Puedes decirme.
Dylan lo tomó de la muñeca y lo arrastró hacia un pasillo lleno de puertas. Aunque ya había estado un par de ocasiones en el lugar de Dylan, realmente no reparó en el número de habitaciones que tenía. Y menos en una donde albergaba una cuna de madera.
Miró al castaño con los ojos más abiertos de lo normal. Y Dylan asintió, confirmando sus sospechas. Ambos entraron a la habitación y miraron a un bebé que dormía, con sus rizos dorados cayendo sobre su frente sudada y sus mejillas regordetas coloreadas de un rosa pálido.
—Ella es Ivy. —Dylan acarició la tierna cara de la niña, con una sonrisa amorosa iluminando su rostro—. Mi esposa falleció al darla a luz.
—Lo siento mucho, Dyl. Debió ser difícil para ti. —dijo, genuinamente dolido por las cosas que el ojimiel tuvo que atravesar.
Sabía sobre la difunta esposa de Dylan, pero jamás había ahondado en ese asunto porque aún parecía ser algo doloroso para el castaño, por lo que él había esperado a que ambos tuvieran más confianza para que el hombre pudiera hablarle sin miedo.
Dylan lo miró sonriéndole.
—La extraño mucho, Tommy. No te haces una idea cuánto. Y no me ayuda que Ivy se parezca a su madre. —Su mirada se llenó de lágrimas—. Más que mi esposa, fue mi mejor amiga, y y-yo no pensé que me volvería a enamorar de alguien de la forma como lo hice con ella. Y-Y tal vez tuve razón.
—Era tu esposa, Dyl. Es normal que te duela su partida. —Acunó la cara del castaño entre sus manos, ocultando fallidamente que le dolía las palabras que había escuchado—. P-pero todo estará mejor, ¿sí? Ya verás.
La mano de Dylan tomó una suya y la llevó a sus labios para besarle los nudillos.
—Pero lo que no sabía es que te iba a encontrar. —Murmuró, frotándose la mejilla con el dorso de su mano—. Que me harías el hombre más feliz cada vez que estoy contigo. —Sus ojos miel lo miraron y acapararon toda su visión—. Y que descubriría otra forma de amar contigo.
Thomas se había quedado sin aliento.
—Dyl...
El castaño sonrió.
—Estoy jodidamente enamorado de ti. Y si nos lo permites, Ivy y yo queremos estar para siempre en tu vida.
—Sí, sí, y mil veces sí —Se lanzó a los labios de Dylan y lo besó con tanto amor que por poco se queda sin respiración—. Te amo tanto, Dyl.
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Cuatro años más tarde.
Thomas tamborileó los dedos sobre la mesa y volvió a mirar su reloj de pulsera. Era jodidamente tarde. Los hielos de la botella de champán se habían derretido, y a saber cuántas limonadas había tomado esperando. Pero así le den ganas de hacer pipí no piensa moverse de esta mesa.
—¿No llega? —Los labios rojos de una camarera castaña le sonrieron amable—. ¿Puedo traer algo más en lo que espera?
Thomas sonrió.
—¿Podrías traerme más hielos? La champaña ya se calentó.
—En seguida.
Escuchó un estruendo de platos y vasos cayéndose detrás suyo, por lo que al voltear, se sorprendió de ver a Dylan con la camisa sucia por los restos de una pasta a la boloñesa, disculpándose con el mesero a quien le había tirado todos los platos sucios. Ivy, quien iba tomada de la mano de su padre, lo alcanzó a ver, y se soltó de Dylan para correr hacia él.
—¡Papá! —La niña saltó a sus brazos, y Thomas se aferró a su pequeño cuerpo para alzarla—. ¿Viste que pá hizo ¡paf! con el señor? —Sus manitas pequeñas chocaron entre sí para describir el golpe.
Rió y le quitó un espagueti de su cabello dorado.
—Sí, amor. —Besó su mejilla regordeta, haciéndola reír—. Pensé que se habían perdido.
Ivy negó con la cabeza.
—Pá es tonto, pero yo muy lista. Yo guío.
—Seguro que sí, cariño. Eres la más lista. —Acomodó a Ivy cómodamente en sus brazos—. ¿Entonces qué andaban haciendo, eh?
La pequeña se llevó su dedito índice a los labios.
—Shecreto.
—¿No me vas a decir? —La niña negó con la cabeza—. ¿Y pá lo sabe?
—No voy a decir.
Dylan se acercó con una sonrisa avergonzada y tomó a Ivy de sus brazos para dejarla en el suelo.
—Hola, Tommy. Lamentamos llegar tarde, pero había algo que hacer.
—Ya. Creo que Ivy me dijo que fueron a hacer algo súper secreto.
Padres e hija se sentaron en la mesa reservada, y la mesera trajo una cubeta metálica llena de hielos. También trajo un libro para colorear y unos crayones para que Ivy pudiera estar entretenida en lo que llegaba la comida.
En cuanto a la comida, estuvo muy bien. Comieron pasta y tanto Thomas como Ivy aprovecharon el momento para burlarse del castaño que tenía su camisa llena de salsa de tomate. Y Dylan se había limitado a fruncir sus labios, mientras un sonrojo asomaba de sus mejillas. Encantador.
Entonces, todo fue tan sorpresivo. Cuando Ivy se paró de la mesa y fue hacia Thomas para jalarle de la manga del saco para llamar su atención, y cuando la miró, no había reparado en el verdadero significado de ese anillo de oro sobre la palma de su mano.
Pero Dylan se lo dijo.
—¿Quieres casarte conmigo, Tommy?
—Por favor, di que sí, papá.
Con lágrimas en los ojos, y sin poder contener su risa nerviosa. Asintió. Recogió a su pequeña sobre su regazo y la abrazó con fuerza. Ella rió y lo empujó para que la dejase, así que lo hizo para acurrucarse sobre los brazos de su amado.
—Sí, sí, sí. Y mil veces sí, Dyl. —Aún seguía llorando, pero los pulgares de Dylan limpiaban su rostro. Aunque el castaño también lloraba, con una sonrisa brillante en su cara.
—Me has hecho el padre más feliz, Tommy. Te amo tanto.
Ivy fue a meterse entre los dos para abrazarlos. La pareja se miró con una sonrisa orgullosa al ver que su pequeña había crecido tanto. Y todavía quedaban años juntos para mirar a esa preciosa niña crecer, muchos años más. Y tanto Dylan como Thomas estarían tan orgullosos de ella.
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Seeeh, yo tampoco sé qué hice. Pero quedó bonito i guess xd
Ah, no se preocupen por el mesero. Dylan pagó por el desastre que hizo, por supuesto. Es un padre y futuro esposo responsable u.u
A saber qué tan atrasada voy, pero por lo que veo ya vamos a meDIADOS DE DICIEMBRE WTF cuándo pasó eso. La presión de no poder acabar el dylmas fest a tiempo me está respirando aquí en la nuca, Marce:'v
Bueno, gracias por leer<3 Manténganse saludables, y llenos de amor^^
Cambio y fuera
—Saeta uwu
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