Interludio I

Nuevamente agradecer a los usuarios Alek Sands y Paynis de fanfiction.net por la ayuda y permisos prestados, respectivamente.

Disclaimer: Highschool DxD no me pertenece, todo el crédito a su respectivo autor. Lo único de mi autoría son los elementos originales que no hayan sido aportados por otros usuarios.

.

Interludio I
Cambios y Órdenes

.

Aeropuerto Heathrow, Londres, Reino Unido

Descendieron del avión en silencio, ignorantes del bullicio del aeropuerto a su alrededor. La gente iba y venía, unos apurados por negocios, otros calmados mientras procesaban el cambio. Volar desde Japón hasta Inglaterra era arduo, y no todos podía aguantar con facilidad el viaje.

Aun en silencio atravesaron la masa de gente, recogieron sus maletas y caminaron hasta uno de los extremos de la salida. El ánimo de su subordinada era sombrío, pero no podía culparla. Acercándola a él con un brazo navegó entre la muchedumbre hasta hallar el punto acordado, agradeciendo el espacio, por muy pequeño que fuera, que le hacia la gente cuando veían la cruz colgada de su pecho.

Finalmente encontró lo que buscaba: un auto negro de ventanas polarizadas, con dos adultos esperando afuera. Tragó saliva, dándose ánimos para avanzar. Touji Shidou y Ceasar Villiers, el padre y maestro de Irina respectivamente, le miraron preocupados. Su padre de inmediato la acogió entre sus brazos y llevó dentro del auto, preocupado por la mirada perdida en su rostro. Ceasar, por su parte, ayudó a Albrecht a guardar el equipaje que traían.

"Una pérdida trágica."

"Tan trágica como necesaria. Parar a alguien como Kokabiel tiene sus costos, por mucho que no los queramos."

"Eso es cierto, por mucho que nos disguste. Ojalá solo hubiesen ido adultos, como debía ser."

"También me hubiera gustado, pero tristemente no es lo que pasó."

El dúo siguió en silencio un rato más, hasta que terminaron de guardas las maletas.

"Es hora, debo irme."

"¿Tan pronto?"

"Solo venía a dejar a Shidou. Debo volver a Roma pronto. Hay algo que debo averiguar."

"Entiendo. Suerte."

"Gracias."

"Una última cosa." Mondrian se giró hacia el instructor. Se le veía cansado, adolorido y triste, pero mantenía la firmeza de alguien que ha pasado por cosas malas y salido adelante. "¿Cómo fue cuando te enteraste?"

¿Cómo había sido, en realidad? La respuesta era sencilla.

"Impotente, ante el orden natural de las cosas."

"¿Natural? ¿Aunque estes lidiando con algo claramente sobrenatural?"

"Es un mundo peligro, y la voluntad de Dios no se hará sin sacrificios. Lamentaré la pérdida, pero rezaré en cada oportunidad porque halla encontrando la paz eterna."

Ceasar le miró por unos segundos más, antes de asentir. Ambos exorcistas estrecharon sus manos y tomaron caminos diferentes. Albrecht solo esperaba que Irina pudiera, con el tiempo, recuperarse. Hiciera lo que hiciera tras eso, no la juzgaría. No era quien, de todos modos.

.

XXXXXXXXXX

.

Departamento de Seguridad Externa, Edificio de Mando
Base Central, Suiza

A diferencia de Asia, la Base Central tenía cierto sentido de familiaridad para Issei. No era para menos: había vivido nueve meses en esta durante sus estudios y había sido su primera parada luego de su misión en Chechenia.

Sin embargo, no podía contar el departamento de Seguridad Externa como uno de los lugares que hubiera visitado. Después de todo, para un rango bajo como él, había aun muchos lugares fuera de límites.

—Normalmente me gustaría ser un poco más elaborado, pero hoy no estoy de humor para eso.

El jefe del departamento de Seguridad Externa, Christopher Haugen, no estaba de humor. Eso se notaba claramente, incluso para el ojo inexperimentado de Asia, y sus comentarios no hacían más que confirmarlo.

—¿Por qué? ¿Pasó algo?

—La diplomacia del mundo sobrenatural es un caos ahora mismo y mi paciencia ya se estaba acabando gracias a Kokabiel. No pasará mucho hasta que alguien mande a matar a otro por metiche.

—... ¿ok...?

Pese a ello, el sujeto en cuestión no tuvo problemas en darle a ambos la bienvenida a su oficina en el cuarto piso del Edificio de Mando. El lugar, no muy grande pero ciertamente espacioso para una sola persona, estaba repleto de documentos, carpetas, mapas, notas y al menos un par de computadores con sus respectivas impresoras. Había también un teléfono, una pantalla colgada en uno de los muros, lápices desperdigados y, para extrañeza de ninguno al ver las ojeras de su anfitrión, una máquina de café, con más de una taza dispersa entre los muebles de la oficina. Si Issei tuviera que decir algo al respecto, especialmente viendo como el miembro del Alto Mando se movía de un lugar a otro sin problemas en hallar sus cosas, diría que era un caos ordenado.

—Cosas mías, ignórenlo. —Ambos adolescentes se miraron entre sí, encogiéndose de hombros—. Ahora bien, vayamos por partes. Tengo entendido que decidieron seguir trabajando conmigo y que Hyoudou decidió tomar el mando, ¿no es así?

Asintieron, con algo menos de energía que la que les hubiera gustado. Aun no se recuperaban del todo del viaje desde Japón hasta Suiza, y hacerlo en un avión militar repleto de soldados y equipo no era la mejor experiencia de viaje intercontinental que el par haya tenido tampoco.

—Me dijeron que necesitarías a alguien que conozca la zona de Kuoh para la próxima task force que crearán, y pensé que era una buena oportunidad para seguir avanzando en la [Organización].

Haugen, hasta donde Issei sabía, no tenía conocimiento de que estaba en una carrera contrarreloj para ascender en el escalafón de la [Organización]. Y prefería que se mantuviera así, al menos por ahora.

—¿En serio? Podría estar equivocado, ¿pero creo que me habían dicho que querías una vida pacífica? ¿No por eso te hiciste un Observador en primer lugar?

—Digamos que lo que Kokabiel fue un duro despertar.

—... sí, tiene sentido. Al final, uno solo puede actuar como que las cosas malas no ocurren hasta cierto punto. —Haugen se encogió de hombros con un suspiro, reclinándose en su silla—. Como sea, no me pagan por andar fisgoneando a los nuestros. Ese es trabajo de Rose. Vamos a lo que nos reúne, ¿sí?

Su actitud cambió de repente. Se enderezó sobre su asiento, apoyando ambas manos en los brazales de su silla de oficina y observándolos con entrecerrados ojos peligrosos. En un instante, tanto Issei como Asia sintieron cambiar el aire a su alrededor. De repente, Haugen ya no parecía un burócrata hastiado del trabajo, sino alguien bajo cuya mirada escrutadora ambos encontraban difícil hallar el aire suficiente para respirar con normalidad.

Issei recordó la advertencia del líder de Eta-12, una que le diera cuando se comunicó con él poco antes de abandonar Japón.

"¿Se encontrarán con Haugen en Suiza?"

"Sí, aunque no sé qué esperar... ¿sabes cómo es?"

El líder de Eta-12 guardó silencio por unos momentos, llevando al castaño a pensar que, de alguna forma, lo había ofendido.

"Él es... misterioso, por decir algo. Incluso en el departamento muy pocos lo han visto, y de los que sí, la mayoría lo describe como un burócrata ajeno a la política interna. Pero yo no me lo creo. ¿Un oficinista sin facción interna como jefe de uno de los departamentos más poderosos de la [Organización] sin que nadie amenace con echarlo? Es demasiado raro."

"¿No podría ser que sencillamente sea muy bueno en su trabajo, o que su cargo sea muy importante como para que cambien al jefe muy rápido?"

"Puede ser, pero no me confío. [Seguridad Externa] es, junto con [Seguridad Interna], uno de los departamentos más codiciados por las facciones internas por el poder y autonomía que tienen. El que alguien no afiliado haya podido mantenerse prácticamente desde su creación hace dos años sin ninguna amenaza es, cuando menos, curioso."

"¿Y nadie ha dicho algo al respecto?"

"No abiertamente. O, al menos, nadie que desee seguir viviendo el siguiente semestre. Y eso lo hace más raro."

"¿P-por qué?"

"Por que Seguridad Externa no tiene poder para desaparecer a gente interna. Eso quiere decir que, o Haugen está rompiendo las reglas, o alguien muy poderoso quiere que se mantenga dónde está."

Sacudió su cabeza para volver al presente, quitando esos pensamientos por ahora. Haugen le miró con una ceja alzada ante la acción pero no emitió comentario, en su lugar cambiando de tema.

—¿Qué saben de [Seguridad Externa]?

La pregunta le tomó de sorpresa, parpadeando un par de veces en lo que quitaba la memoria de su mente. Asia titubeo una respuesta básica, pero era claro que no tenía idea sobre el asunto.

No es que él supiera mucho más, tampoco.

—De lo que tengo entendido, Seguridad Externa se encarga de vigilar a los miembros de la [Organización] que lidian con grupos externos y evaluar situaciones externas que puedan requerir intervención por parte de la [Organización].

Era una respuesta básica, aprendida durante su instrucción en Suiza y ensayada con Eta-12, pero creía que era suficiente. Haugen asintió, expectante, hasta que entendió que no diría algo más. Se relajó algo en su asiento, pero mantenía una postura que denotaba superioridad y la mirada peligrosa en sus ojos. No tenía el poder sobrenatural que mostraban los de von Roestel, pero no por eso eran menos intimidantes.

—Algo básico, pero sí, eso es en términos generales a lo que nos dedicamos. Hay, por supuesto, muchas más cosas en que estamos metidos, y dos de nuestros mayores colaboradores son, no sorprendentemente, los departamentos de Diplomacia y Seguridad Interna. Además de vigilar, también intervenimos cuando lo juzgamos necesario, y podemos tomar un rol más... proactivo, si la situación lo requiere.

—¿Cómo cuál?

—El Overwatch desplegándose en Kuoh apenas comunicaste lo de Kokabiel es una buena muestra de eso. Si se lo hubiéramos dejado a los altos mandos, quien sabe qué hubiera pasado. Quizás estarían recién hoy desplegando las tropas, y estaríamos lamentando el estallido de una nueva guerra.

Asintió, comprensión en sus ojos. Haugen empujó su silla para acercarse al escritorio, abriendo un cajón y buscando en este. Tras unos segundos halló lo que buscaba, sacando dos carpetas idénticas con documentos.

—¿Qué es eso?

—Todas las instrucciones, detalles de cursos en los que me tomé a libertad de inscribirlos, permisos y demás cosas que necesitarán ahora que trabajarán de lleno con nosotros. No me explayaré demasiado, pues uno de los cursos es una introducción a Seguridad Externa, pero les daré la versión resumida. ­—Le entregó a cada uno una carpeta, cuyos contenidos ojearon brevemente mientras Haugen seguía hablando—. Seguridad Externa opera con dos tipos de funcionarios: los burócratas y los paramilitares. Los primeros son lo que esperan del nombre: gente de oficina que recolecta y procesa datos, mantiene andando nuestros sistemas, realiza informes y cosas así. La gente invisible, si se quiere. Los paramilitares, por el contrario, son nuestros "agentes de campo", los que vigilan e intervienen activamente. Ambos operan en paralelo y complementándose entre sí, y de vez en cuando podemos usar a otros grupos como el Overwatch si la situación así lo requiere.

No era difícil de entender, aunque sabía, por experiencia, que seguro había una estructura mucho más compleja debajo.

En ese momento alguien tocó la puerta, provocando que los tres dirigieran su mirada a esta. Haugen tenía una ceja levantada, claramente intrigado ante la ocurrencia.

—Adelante.

Un sujeto entró al lugar, quien se acercó hasta Haugen y le susurró algo al oído en lo que le pasaba otra carpeta. Usaba el mismo uniforme gris que llevaba von Roestel, aunque con un par de detalles distintos. ¿Sería también parte del Overwatch? Sin embargo, no alcanzó a averiguarlo. Apenas terminó de intercambiar palabras con Haugen el desconocido se dio la vuelta y abandonó al estancia, no sin antes escanear a ambos de arriba abajo a la pasada. Issei parpadeó confundido, preguntándose que había sido eso, pero un gesto de su nuevo superior formal llamó a ignorar la ocurrencia.

—Más trabajo. A veces pienso que deberían darme más ayudantes, pero claro que la mayoría de estos desgraciados no quieren unirse al departamento —murmuró un par de cosas más sobre la falta de mano de obra en lo que dejaba la carpeta recién entregada sobre una pila, en un estando al costado del escritorio. Finalmente giró los ojos y se volvió a enfocar en el par, que lo miraba perdido—. Perdón por eso, pero como dije antes, las cosas han estado ajetreadas.

—Entiendo, no se preocupe.

—¿E-es algo importante?

La pregunta de Asia motivó al alto mando a abrir brevemente la carpeta recién entregada, ojeando su contenido antes de volver a cerrarla.

—Cualquier cosa entregada por un Miembro de Consejo será importante, pero esta en específico puede esperar un par de minutos. Lo que sea. Volviendo al tema. —Issei y Asia tragaron saliva al escuchar aquello. ¿Ese era un Miembro de Consejo? ¿De los mismos que estaban en posición más alta en la [Organización]? Haugen ni se había inmutado, pero de repente sintieron que las cosas que se trataban en aquella oficina eran mucho más... "delicadas" que lo que pensaban inicialmente. Sin amilanarse ante su reacción, Haugen volvió a centrar su atención en ambos, retomando la postura seria en su asiento—. Hyoudou, asumiré que sabes qué es la Sección 44. ¿Argento?

Asia negó con la cabeza, llevando a Haugen a suspirar. La rubia se vio notoriamente decaída ante el gesto, pero un gesto del sujeto en cuestión le indicó que no era importante.

—La Sección 44 es uno de los grupos paramilitares que componen Seguridad Externa, quizás el más famoso, específicamente el encargado de los Oficiales de Inteligencia. Eta-12 es un ejemplo. —Los ojos de la italiana brillaron en reconocimiento, Issei viendo confirmado lo que ya sabía—. Ustedes se integrarán, en cambio, a la Sección 36, los llamados Oficiales de Control. Como tales, tendrán el derecho de ir armados para defenderse y, salvo que esté expresamente prohibido, pasearse por cualquier grupo o sector de la [Organización] que esté relacionado a las labores de Seguridad Externa, fiscalizando y controlando que las cosas se hagan correctamente y comunicar cuando esto no sea así. Si es algo menor tendrán el poder para dar órdenes y corregirlo en el lugar, pero para cualquier cosa grave, seria o de muy alto nivel lo idóneo es que lo comuniquen para que llegue gente adecuada a hacerse cargo. Recuerden bien esto: son fiscalizadores y vigilantes, no soldados. Si una solución amerita usar la fuerza, entonces llamamos al Overwatch o a cualquier otra unidad disponible. Podemos asistirlos o guiarlos en combate, pero no es nuestro trabajo hacerlo. ¿Entendieron? —Ambos asintieron. De todos modos, tras la experiencia con Kokabiel, ninguno estaba deseoso de volver a combatir pronto—. Perfecto. Si la mitad de los nuevos tuvieran esa capacidad de raciocino no tendríamos tantas bajas en el campo. Ahora, denme un segundo...

Volvió a rebuscar entre sus cajones, sacando pronto tres archivadores con documentos, dos parches y dos bandas para el brazo, estos últimos compartiendo el símbolo grabado.

—¿Qué es eso? —Preguntó Asia, confundida. Issei compartió el sentimiento.

—Parte de su nuevo uniforme —respondió, poniéndose de pie y rodeando el escritorio que los separaba. Primero se acercó a Asia, acercándole uno de los archivadores con una de las bandas y un parche—. Argento, aquí están la orden para trasladarte a Seguridad Externa y el parche y banda para la chaqueta de tu uniforme. —La chica tomó los objetos con cierto temor, sus ojos rápidamente devorando las primeras líneas de texto. Luchó algo contra este, al no manejarse en el inglés usado para escribirlas, pero aun así logró leer lo suficiente como para entender que aquello era, efectivamente, una orden de traslado a la mencionada Sección 36. Haugen entonces se dirigió a Issei, acercándole los archivadores y objetos restantes—. Aquí están los tuyos, Hyoudou. Además de lo que le pasé a Argento, el segundo archivador confirma tu ascenso a cabo, parte de los Rangos Inferiores. Si querías ascender, felicidades, acabas de pasar de rango.

...

El sentimiento era irreal. Más allá del alivio de por fin haber ascendido (y haber avanzado algo en la carrera contrarreloj para salvar su vida y la de Asia), siempre imaginó que subir de rango habría sido algo más ceremonioso que simplemente recibir un pedazo de papel con la orden escrita. ¿Tan sencillo? Si bien era cierto que la [Organización] empleaba a miles de personas en el segmento al que ahora pertenecía, sí que esperaba algo más elaborado que solo unas hojas que detallaban su trasfondo y el motivo de su nuevo rango.

—¿No tengo que recibir unas hombreras nuevas o algo así?

—Esas cosas las ve intendencia, no yo. Pero si quieres saberlo... —Haugen rebuscó entre los documentos en su escritorio, extrayendo un par de entre la masa de papeles desorganizados—. Por tu ascenso recibirás una estrella de plata para reemplazar la de bronce de tus hombreras, señalando tu nuevo rango. Además, cada uno recibirá una Medalla de Combate Distinguido por la batalla contra Kokabiel, por lo que recibirán una franja delgada más para sus hombreras. Creo que eso es lo importante.

Asia e Issei se miraron, incrédulos. Ninguno sabía que decir de la impresión: no solo iba a ser la tercera franja del japonés, sino que también sería la primera de Asia, además de recibir una medalla por sus acciones. Haugen, por su parte, no parecía muy animado ante la idea de tener dos adolescentes paralizados en el centro de su oficina, por lo que con un gesto y un "shu, fuera" los echó.

Cerraba el alto mando la puerta de su oficina cuando, aprovechando la cercanía del aun congelado del asombro Issei, le susurró al oído:

—Confía en los oficiales del Overwatch. No en los que están tras ellos.

Parpadeó confundido ante el mensaje, por su mente pasando fugazmente el desconocido con sonrisa confiada que tomó el lugar de Roestel en el piso franco de Kuoh. Se giró de vuelta, dispuesto a preguntar sus dudas, pero se halló con la puerta de la oficina cerrada.

.

XXXXXXXXXX

.

Cementerio General, Base Central

—Despedimos a la teniente segunda Alice Meyer, valiente soldado y aun mejor líder, con estas palabras. Guardemos un minuto de silencio en su honor. Aquellos que deseen orar por ella en su fe, siéntanse libres de hacerlo.

El patio quedó en silencio, solo interrumpido por algunos ruidos a la distancia. El cementerio general de la [Organización] estaba a cierta distancia de la Base Central, aun dentro de los terrenos de la institución, pero fuera del complejo en sí. La distancia y hechizos pasivos en la zona permitía que sonidos provenientes del bullicio de las instalaciones, normalmente amplificados por la reverberación de las montañas, llegaran atenuados al lugar, permitiendo un ambiente tranquilo que invitaba al respeto y descanso.

Al cabo de un rato, notoriamente más que un minuto, uno de los encargados del servicio fúnebre tomó con delicadeza la pequeña y apenas decorada urna cuadrada con las cenizas de la oficial, dejándola dentro del sobrio mausoleo construido para albergar los restos de los oficiales de su unidad. Tras depositar la caja en uno de los espacios disponibles el funcionario salió, permitiéndole a su compañera cerrar el lugar bajo llave. Lentamente, los asistentes empezaron a abandonar el lugar, mientras que otros se quedaron un tiempo más.

Issei los observó moverse. La mayor parte de los presentes pertenecían a la primera compañía del Overwatch, predeciblemente, pero había una cantidad respetable de gente que provenía de otras unidades. De cuales exactamente no tenía idea, pero reconocía la chaqueta del uniforme militar en ellos. Había algunos de otras unidades también: gente que supuso provenía de otras compañías del Overwatch, oficiales de otros grupos, algunos burócratas y algunos magos de distintas procedencias. En general, era muy variado, y demostraba que la trayectoria y personalidad de Alice, pese a ser muy joven, la habían hecho alcanzar a mucha gente de diversos sectores de la [Organización].

Lo que hacía aún más triste el que ya no estuviera con ellos en primer lugar.

De los primeros en salir estuvo von Roestel. Vestía su uniforme gris de oficina como de costumbre, aunque esta vez se notaba que se había hecho más presentable (no logró distinguir ninguna arruga, y el nudo de la corbata estaba perfectamente hecho). Llevaba, además, una pequeña cruz blanca colgada desde el espacio entre su bolsillo superior izquierdo y otro parche que no alcanzó a distinguir. El oficial le reconoció en el proceso de abandonar el lugar, asintiéndole brevemente antes de seguir con su camino. Issei le asintió de vuelta, pero se quedó en su lugar. Reconoció también a la teniente Wagner, que seguía los pasos de su oficial superior, así como a otras personas varias que hubiera visto durante la misión en Kuoh. Cuando la cantidad de gente moviéndose amainó distinguió a Yuuki. La teniente líder de la tercera compañía tenía un semblante solemne en el rostro, caminando sin su energía habitual. Intercambió un gesto con él cuando lo encontró, pero siguió con su camino. Buscó con la mirada a Jack, mas no pudo hallarlo. Debió haberse confundido entre la masa de persona, eso si asistió en primer lugar. No sabía cuál era su relación con Alice, por lo que no podía asegurar nada. Por último, Asia se había puesto de rodillas a cierta distancia, rezando. Le había comentado de antemano que estaría así largo rato, dialogando con Dios para pedirle por el alma de Alice y todos los caídos durante la batalla, por lo que no era necesario que la esperara. Formaba parte de un pequeño grupo, la mayoría de rodillas o sentados en el suelo, quienes guardaban silencio mientras oraban. No era muy religioso, pero hasta él podía apreciar el gesto que ofrecían.

Notó movimiento a su lado. Franz había terminado de rezar y se había dado la vuelta, dispuesto a imitar a sus compañeros y abandonar el lugar. Issei se apresuró en seguirlo, caminando a su lado. Ninguno hizo ruido alguno en lo que se aproximaron a la entrada del recinto, solo cuando hubieran cruzado la puerta dignándose Franz a hablar.

—Gracias por acompañarme, Hyoudou.

—No es nada. Cuando menos me alegro de que pueda descansar en paz.

—¿Dónde está Argento? Ustedes siempre están pegados el uno al otro. —Issei apuntó flojamente en la dirección general del grupo presidido por Asia. En algún momento esta había sacado un rosario, que usaba para guiar a sus acompañantes en la oración—. Ah, ya veo. Que buen gesto de ella.

—Siempre a sido así. Al menos la [Organización] no le ha supuesto abandonar su religión.

—Muchos de los nuestros siguen siendo creyentes, algunos de las religiones principales, otros tomaron religiones extintas. Es curioso. Luchamos e interactuamos con ellos, pero aún así eligen creer en ellos como deidades. La mayoría, al menos a mí, me parece alienígena.

—¿Pero no estabas rezando ahora?

—Yo al menos no soy creyente, pero Alice sí. Al menos solo de nombre, nunca fue muy activa. Puedo cuando menos pedir una vez por su descanso eterno, ¿no es así?

—...sí, supongo que tienes razón. Disculpa, es solo que aun es algo un poco raro para mí, pese a haber estado bastante tiempo en Occidente. El cristianismo es algo raro, la verdad.

—Para ti. Para nosotros, es el budismo el que es raro. Exótico, según algunos.

—Cosas de la religión, supongo.

—Ajá... cambiando de tema, vi que tienes una medalla nueva.

—A-ah, ¿esta? —Apuntó a la Medalla de Combate Distinguido que adornada la chaqueta de su uniforme, colgada en el lado derecho de su pecho. Con forma de estrella plateada con detalles blancos, colgaba de una tela igualmente blanca hasta el pasador que la sostenía al mismo nivel que el parche en el bolsillo del corazón que lo denotaba como miembro de Seguridad Externa—. Sí, me la otorgaron por la batalla contra Kokabiel. Aunque no estoy muy seguro de si de verdad la merezco...

—No te subestimes. Dado el nivel de Kokabiel, cualquier otro hubiera huido apenas tuviera la oportunidad. El que lucharas hasta caer inconsciente, según me dijeron que hiciste, es digno de elogio.

—Aun así, ¿no deberían dárselo a otros también? Digo, Asia también la recibió, pero tú por ejemplo...

—Yo solo asalté una iglesia con defensores de segunda categoría, nada digno de elogio. Tú eres el Observador sin mayor experiencia que sobrevivir un tiempo en Chechenia que se enfrentó a Kokabiel. Estate orgulloso.

—¿Y no debería haber recibido una el capitán Roestel? Él fue el que más hizo después de todo.

—No estoy seguro, pero creo que para él las condiciones son más estrictas. No es solo un oficial, sino que además es uno en una de nuestras unidades más elitistas y era el de mayor graduación presente. Supongo que es lo que se esperaba de él.

—Entiendo.

—En fin, lo que quiero decir es, no es una medalla fácil de ganar. El que esa sea tu medalla es todo un logro: para la mayoría, su primera condecoración es la Medalla a la Iniciativa o la Cruz Blanca, o la primera categoría de la Medalla de Servicio Distinguido. ¿Pero la de Combate Distinguido? Vaya logro es ese.

—¿Tú tienes alguna de esas?

—Solo tengo la Cruz Blanca de primera categoría, ganada durante la guerra. —Señaló la cruz de bronce con fondo blanco que colgada delante del bolsillo derecho de su uniforme. Era idéntica a la que llevaba von Roestel—. No es la gran cosa, pero es algo. No obtuve una medalla nueva ahora, pero si me dieron una franja delgada por acción destacada en servicio. Con eso me conformo.

—¿La Cruz Blanca da franjas de veteranía?

—Solo la segunda y tercera categorías. La primera, que tengo yo, no.

—¿Categorías?

—El número de veces que la ganas.

—Entiendo.

—Tu medalla tiene también tres categorías. La mayoría es así. Pero la tuya si da una franja delgada con su primera categoría. ¿A cuántas llegaste ahora?

—Tres delgadas.

—Hum... no está mal, considerando que terminaste tu entrenamiento hace cinco meses y pasaste dos de esos como Observador. Y ya tienes tu primera medalla. Nada mal, Hyoudou, nada mal.

—¿Tú a cuantas franjas llegas?

—Con la nueva sumo unas cinco, o lo que es lo mismo, una mediana y una delgada. Es más o menos el número regular para un teniente promedio del Overwatch.

—¿O sea que Alice tenía más que el promedio?

—No tienes idea. —Franz rio en voz baja, cubriendo su boca en un intento de ocultarlo, sin éxito—. A los soldados de la [Organización] que caen en combate les dan una Cruz Blanca póstuma, por haber hecho el sacrificio máximo y todo eso. La que le otorgaron a Alice ahora es la segunda que tiene, lo que hace que su Cruz Blanca sea de segunda categoría y le otorgue una franja delgada. No sé si notaste la Cruz Blanca pegada a la urna junto con su Medalla de Combate Distinguido. Como sea, son eso llegó al equivalente a ocho franjas delgadas, o sea, una franja de veteranía gruesa.

Levantó una ceja, no siendo familiar con dicho galardón. Había escuchado de su existencia, pero nunca lo había visto.

—¿Eso es mucho dentro de la [Organización]?

—Claro que lo es. Solo hay tres tenientes en el Overwatch con más franjas que ella actualmente, todos ellos verdaderos monstruos en un sentido o el otro.

—Déjame adivinar, Yuuki es la primera, ¿no es así?

—¿La teniente Kazehaya? ¿Has visto sus franjas? —Issei negó con la cabeza, levantando una ceja ante el que la llamara por el apellido, pese a ser occidental. Notó que hacía eso con todas las personas que conocía. ¿Algo de los militares, tal vez? Alice solía llamar al resto por su nombre de pila, pero ella siempre se mostró más liberal en temas de protocolo—. Ajá. Puedo ver porqué llegaste a esa conclusión, pero la respuesta es que no. La teniente Kazehaya es la segunda con más franjas de veteranía en el regimiento, sumando el equivalente a diez, aunque es, quizás, la mejor combatiente. Aunque aún nadie entiende por qué su obsesión con las espadas.

El comentario final desató risas entre ambos.

—¿La segunda? —Logró preguntar tras controlar su respiración—. ¿Y quién es el teniente con más franjas?

—La teniente primera Wagner. Suma el gran equivalente a doce franjas delgadas, y es la oficial más temida de todos si descontamos a los capitanes —respondió una voz, interrumpiendo la conversación entre los dos varones. Estos giraron la mirada para encontrarse con una chica desconocida que se les acercaba por su derecha, una mano alzada en un gesto pacificador—. Perdonen la intrusión, pero era el mejor momento para intervenir. Parecían bastante entretenidos, eso sí.

Franz levantó una ceja ante la ocurrencia, pero asintió.

—Es correcto. La teniente Wagner es la teniente más respetada del regimiento, y si agregas a la teniente Elzberg y a Alice, tienes a los cuatro tenientes con más franjas. Curioso que sean todas mujeres.

—Ese es el poder femenino para ti. —La desconocida dio una sonrisa ladina, solo para rearmarse en lo que se ponía frente al dúo—. Ahora... teniente Kaltenbrunner, ¿no es así? —Franz asintió, una ligera extrañeza en el rostro. La chica extendió su mano. —Felicidades por su franja nueva, y lo lamento por su pérdida.

Franz la observó unos segundos, como debatiendo consigo mismo, antes de asentir y estrechar la mano ofrecida.

—Gracias, teniente.

Fue ahora el turno de Issei de intervenir, confusión en su voz.

—Disculpa, ¿quién eres? —La chica se giró hacia el japonés, igualmente ofreciéndole su mano.

—Cierto, mis modales. Teniente segunda Julie Balkden. Soy el reemplazo de la teniente Meyer.

Issei le devolvió el apretón de manos serio, evitando aparecer una mueca en su rostro. Miró a Franz, como buscando apoyo, pero este ya mostraba desaprobación en la cara. Al menos, no era el único que pensaba lo mismo.

.

XXXXXXXXXX

.

El grupo continuó su camino, teniente Balkden incluida, de vuelta a la base. Buscando donde sentarse, el trío terminó dentro de una de las muchas cafeterías pequeñas que estaban dispersas por las instalaciones, dispuestas para que los empleados pudieran tomarse un descanso de vez en cuando y conversar entre ellos en el día a día. Allí, una vez hechos sus pedidos, el grupo retomó la conversación.

—Entiendo que estén perplejos ante la velocidad del hecho, pero piénsenlo: es natural que haya reemplazos rápidamente, sobre todo para unidades en las que muchos quieren entrar como lo es el Overwatch. Aun así, admito que mi entrada fue quizás un poco demasiado apresurada.

—Heh, ¿en serio? ¿Qué te habría dado esa impresión?

Balkden giró los ojos ante el comentario de Franz, encogiéndose de hombros. Issei, a un costado, se inclinó en su asiento y escondió la mitad inferior de su rostro con su taza de té, examinando a la chica. Lo que más resaltaba a primera vista era su cabello blanco, que le llegaba hasta la parte baja de la espalda y enmarcaba un rostro de pequeñas facciones y ojos azules. Vestía el mismo uniforme de Franz, aunque tenía una franja delgada más que él, y su figura, aunque no mala, no era nada de destacar (definitivamente nada como las de Rías Gremory o Akeno Himajima, sus senpai en la Academia Kuoh). Sacudió su cabeza para quitarse esos pensamientos y volver a la conversación.

—He escuchado de ustedes, teniente Kaltenbrunner. No crea que son tan especiales consideradas todas las cosas. —Balkden apoyó ambos codos sobre la mesa y cruzó sus manos, ocultando sus labios al apoyar el rostro en estas—. La teniente Meyer era una excelente soldado, no hay duda, pero toma más que eso mantenerse en un puesto que requiere tanto habilidad técnica como política. Sus superiores ya estaban buscando un reemplazo antes de lo de Kuoh, reemplazo que hallaron en mí. Es muy probable que, de no haber muerto ahora, pronto la hubieran transferido a otra unidad forzosamente.

Franz frunció el ceño. Issei levantó una ceja, confundido.

—¿Habilidades políticas?

—Si recuerdas, Issei, ya en Kuoh había constantes movidas de índole política por todos los lados —intervino Franz, dándole un largo trago a su café—. Eso incluye las diplomáticas. Bradley, von Roestel, Mondrian, las herederas... todos hacían política tanto como combatían.

A la mente de Issei llegó el episodio donde Alice atacó la posada donde se alojaban los exorcistas, suprimiendo una mueca en su rostro. Eso había sido algo grave, y sabiendo lo que vino después, Alice había, de verdad, puesto en riesgo muchas cosas por venganza personal. Como decía Balkden, si no hubiera muerto, seguramente la hubieran expulsado a su regreso a Suiza.

—Entiendo —anunció, finalmente.

—No dejes que te desanime. Estas exigencias solo aplican para gente en posiciones como el Overwatch, no es algo de lo que un miembro regular de la [Organización] deba preocuparse.

—¿Eso incluso si trabajo en Seguridad Externa?

—¿Trabajas en Seguridad Externa? —Por toda respuesta, Issei apuntó al parche con el símbolo del respectivo departamento en su pecho derecho. Había dejado la banda de brazo en su habitación, considerando que portarla durante el entierro podría llevar a malentendidos—. Oh. Olvida lo que dije, entonces. Estás jodido.

Franz se largó a reír ante su desgracias, él mismo ocultándose tras su taza.

—Gracias por los ánimos...

—No hay de qué.

Julie se veía conforme con la respuesta a su comentario, tomando un sorbo de su café sonriente. Con la risa de Franz a un lado, no pudo terminar de enojarse con el mensaje.

—Lo que me recuerda, Hyoudou —comenzó Franz tras lograr controlar su risa, lo que logró con un muy oportuno trago de agua del vaso junto a su café. Issei no entendía a qué venía la idea de servir un pequeño vaso de agua gasificada junto a la bebida caliente, pero no era momento de ir preguntándolo—. ¿A qué parte de Seguridad Externa te mandaron? Digo, dudo que te hayan asignado aquí en Suiza, ¿o sí?

—No, me asignaron a la Sección 36.

—¿Ahora eres un Oficial de Control? ¿Cómo terminaste ahí? Como eras un Vigilante, pensé que te irías a los de inteligencia...

—Al parecer, creen que sirvo más ahí.

—¿Argento se irá contigo?

—Sí, estará bajo mi mando. Formaremos el equipo Eta-19 allá en Kuoh.

—Hmm... ya veo. Sí, es probable que necesiten manos extra allí. Escuché que iban a activar una task force allá en Kuoh. ¿Tú sabes algo de eso?

—De lo que me han dicho, la crearán en cualquier momento.

—O sea que ya está decidido, ¿eh...?

—¿Cree que seremos asignados allá, teniente Kaltenbrunner? —Intervino Balkden. Franz la desestimó con un gesto de la mano.

—No, lo dudo bastante. Asignarán algunas unidades para allá, pero no será la nuestra. Si tuviera que ir alguien del Overwatch... —Pensó durante unos segundos, una mano ocultando su mentón—. Diría que la tercera compañía, de la teniente Kazehaya. Ella es japonesa, al igual que una parte importante de sus hombres, y parece haber trabajado con Hyoudou en el pasado. Quizás lo complementen con un par de unidades de la segunda compañía.

—¿Por qué no la primera? —Inquirió Issei, ceja alzada.

—La primera es una compañía de asalto. Está construida y armada para realizar acciones intensas de corta duración después de rápidos despliegues. La tercera, por otro lado, es de infantería regular. Tienen más hombres y son más autosuficientes. Lo más probable es que el mando estacione a la compañía allí a la espera de cualquier cosa que pueda pasar, además de asegurar la zona, por lo que sería una asignación semipermanente, o cuando menos, estática. Para eso, la infantería regular es mejor.

—Entiendo.

—Pero volviendo al tema, entonces vas a ser un oficial de control, ¿no es así? —Issei asintió, confundido. ¿A qué venía la repetición de la pregunta?— ¿Ya te dieron tu arma de servicio?

Ah. Eso era.

—N-no, aun no. La verdad, no tengo idea de cómo usar un arma más allá de mantener el cañón lejos de mi o mis aliados. Haugen me inscribió en un curso de tiro para que saque mi licencia de armas interna, pero aún no lo comienzo.

—¿Curso de tiro? ¿Cuánto tiempo estarás aquí en Suiza?

—Unas dos semanas más o menos. Haugen me inscribió en tres cursos o más. Ya a estas alturas no lo sé.

—Bueno, esa reputación de gente preparada en Seguridad Externa no es gratuita.

—Ese cursillo te dará lo básico para sobrevivir, supongo.

—¿Tú no lo tomaste, Franz?

—Yo entré durante la guerra. Tuve prácticas de tiro con mi arma principal, pero casi todo lo demás lo aprendí en el frente. Si no me envían al otro lado del mundo en estos días te ayudaré a practicar con tu arma. ¿Argento está inscrita también?

—Sí, eso creo.

—Bien, si tienen un problema o quieren practicar fuera de horario avísenme. Nadie se opondrá a que un capitán del Overwatch esté en un polígono de tiro después de todo. ¿Balkden?

—Suena divertido. Cuéntenme dentro. También tengo curiosidad en esta tal Argento que mencionan...

—Supongo que se llevarán bien en el poco tiempo que estarán juntas. Como sea, ¿nos vamos?

Ambos asintieron y se levantaron de la mesa, abandonando el lugar no antes de que Franz dejara sus datos para que le cargaran a su sueldo la cuenta. Issei intentó poner de su parte, pero lo desestimó con un gesto.

—Considéralo un pago por el café allá en Kuoh.

Recién entonces Issei de dio cuenta de que nunca le habían pagado de vuelta aquella ocasión. Suspiró. Con razón hasta entonces faltaban algunos yenes de su billetera.

.

XXXXXXXXXX

.

Ciudad del Vaticano, Roma

—¿Qué pasó?

—Pensé que ya lo sabrías.

Sintió su espalda chocar con la pared tras él, la mujer sujetándolo del cuello de la camisa.

—No te burles de mí, Mondrian. Mi pregunta no es esa y lo sabes.

Respiró controladamente, soltando su bolso de viaje y dejándolo caer al suelo con un ruido sordo. Esperaba poder salir de aquella apremiante situación por las buenas, pero aun así dejó su mano cerca de la empuñadura de su pistola.

—Tampoco sé mucho. No estaba ahí cuando ocurrió.

—¿Y por qué no estabas ahí, si ella era tu responsabilidad?

Sintió el veneno, el enojo y la rabia en la voz de la exorcista católica, además de notar el temblor en la mano que se le sostenía del cuello de su camisa. No podía culparla: no había estado en su posición antes, pero no era difícil saber por qué los hechos habían sido, para ella, algo impactante.

—En ese momento estaba combatiendo contra Kokabiel. Casi muero yo también.

La rabia de Griselda Quarta disminuyó en algo, pero no tomaba un experto saber que seguía ahí. Prueba de aquello era que su mano seguía en su camisa, aunque había aflojado su agarre.

—¿No estaban la [Organización] y Cristaldi peleando contra él?

Negó con la cabeza.

—Cristaldi llegó al final. Durante la mayor parte del enfrentamiento éramos cuatro contra Kokabiel, con mucho apoyo externo. Sabes que tan poderoso es alguien de su categoría: logré arrebatarle un ojo aprovechando un agujero en sus defensas hecho por la [Organización], pero a cambio me inutilizó la mano izquierda, atravesó mi pierna, perforó mi estómago y destruyó mi espada en un solo ataque. Incluso cuando llegó Cristaldi aun no podía pelear de nuevo, pese a estar siendo sanado por la Santa Doncella del Norte de Italia.

Griselda respiró profundamente, aprensión apareciendo en sus ojos.

—¿Siquiera sabes cómo murió?

—De lo que me contaron Irina y otros, se distrajeron cuando uno de los demonios reencarnados desbloqueó su [Balance Breaker]. Al parecer tenía una historia con Valper y el proyecto Espada Sagrada. En ese momento de distracción Freed Sellzen lanzó un ataque sorpresa usando el poder de Transparency para pasar desapercibido, y supongo deduces el resto. Además de Xenovia mató a tres demonios e hirió a otros cuatro. El Phenex logró parar su ataque y sacarlos de allí, pero el daño ya estaba hecho. Así fue también como Freed consiguió los fragmentos de Destruction y Mimic.

—Pero ¿cómo los fusionó? Digo, sé que Freed no es precisamente un idiota, pero algo así debería estar fuera de su nivel.

—Apostaría que los encantamientos que usó Galilei aún estaban activos o algo por el estilo. No le duró demasiado tampoco: alcanzó a matar unos magos más de la [Organización] antes de que lo rodeáramos y rompiéramos su espada. Se dio a la fuga justo después.

—¡¿O sea que está vivo?!

—Sí, pero ya no representa una amenaza.

—Lo he visto en acción, incluso desarmado es una amenaza. ¡¿Por qué no lo mataron?!

—No tuvimos la oportunidad.

—¡¿Y dejaste que el asesino de Xenovia se fuera libre?!

—Fue Ewald quien decidió dejarlo ir-

—¿Sucede algo?

Una figura maciza apareció junto al dúo, eclipsándolos con su sombra. Griselda por fin soltó sus ropas, permitiéndole arreglarlas lo más posible para encarar al recién llegado con una ligera reverencia.

Signore Strada. Un placer verlo en buena salud.

—Igualmente, [Paladín] Mondrian. Veo que no presenta secuelas graves del combate contra Kokabiel.

—Apenas unos dolores fantasmas aquí y allá. Afortunadamente, gracias a la signorina Argento no tengo heridas graves. —Mondrian se palpó la zona del estómago donde apenas unos días atrás había sido atravesado por una lanza de luz, recordando la ocasión con una mueca—. Y por favor, no me llame paladín.

—¿No es aquel tu nuevo título? Pensé que lo sería. Luchar contra Kokabiel en tus circunstancias en más que digno de elogio, y no me sorprendería que te lo concedieran.

—Es cierto que están evaluando dicho nombramiento, pero hasta que sea algo oficial, prefiero que no se mencione.

—Humilde como siempre, por lo que veo. Y me alegra saber que Asia Argento se encuentra bien, pese a todo lo que ha pasado. —Strada se giró entonces hacia Griselda, fácilmente alzándose sobre ella gracias a la notable diferencia en altura—. Arzobispo Quarta... lo lamento mucho por su pérdida. Soy consciente del dolor que debe estar pasando en este momento, y quiero que sepa que tiene todo mi apoyo y del cuerpo de instructores para cualquier cosa que necesite.

Griselda pareció desarmarse ante la calidez en la voz del hombre mayor, aunque fuera por un momento. Se recompuso pronto, murmuró un agradecimiento profundo y se marchó cabizbaja, dejando a ambos varones solos.

—Debe haber sido duro para ella —comentó Mondrian una vez Griselda hubiera abandonado su rango de escucha.

—Nadie dijo nada por temor o respeto, pero era notorio: tuvo los ojos rojos por dos días, suponemos producto del llanto —informó a su vez Strada, su mirada quedándose unos segundos más por donde desapareciera la mujer—. Ojalá su hija encuentre el descanso eterno en el más allá.

—Yo estoy más agradecido de que esos demonios no la hayan reencarnado en contra de su voluntad. Quien sabe lo que hubiera pasado de ser así.

—Suerte tuvimos de que el Phenex decidió no tensar más aún la situación.

—Sí, tuvimos mucha suerte... —Mondrian se quedó pensativo unos momentos, recogiendo su bolso del suelo—. Eso dicho, signore Strada, seguro tiene un motivo específico para venir a buscarme a la entrada del Vaticano.

—¿No puedo venir a saludar a un compañero exorcista que viene de una experiencia que le marcará su vida, sobre todo después de enfrentar al que otrora fue mi mayor logro?

—Y le agradezco su preocupación, pero no por solo eso vendría a recibirme a mi regreso a Roma.

Strada asintió, una sonrisa culpable colándose en su rostro.

—Perspicaz como siempre, por lo que veo.

—Viene con el oficio.

—Ojalá fuera así con todos. Pero tienes razón, no es el único motivo. Son un par de cosas.

—Soy todo oídos.

—El primero, Xenovia Quarta e Irina Shidou serán ascendidas a Exorcistas Veteranas, la primera póstumamente. También están considerando darles el título de [Paladín], aunque eso es menos seguro.

—Es algo. El solo que sean candidatas ya es un logro, independiente de si lo obtienen o no. ¿Qué más?

—La Arzobispo Griselda y yo logramos recuperar la espada sagrada Durandal que tenía Xenovia al morir, por lo que no hemos perdido gran capacidad estratégica con este combate, más allá de que haya fallecido su Portadora.

—Un momento, ¿Durandal? ¿Quarta tenía esa espada sagrada?

—¿No lo sabías?

—Nunca se me informó. Solo tenía conocimiento de que era portadora de Excalibur Destruction. Me pregunto por qué no la usó en combate.

—Quién sabe. Quizás no logró sacarla a tiempo, o no juzgó que la situación fuera tan apremiante.

—¿Sacarla?

—La mantenía en una dimensión de bolsillo secreta, a la que solo ella, Griselda y yo tenemos acceso. Fue algo complicado obtenerla de vuelta al morir la pequeña, puesto que ella tenía los permisos principales, pero logramos forzar el sistema mágico y recuperar la espada.

—... ya veo. Es bueno saber eso. ¿Qué más tiene para contarme?

—¿Me creerías si te dijera que eso es todo?

—Lo creería tanto como creo que la [Organización] es un ente puro que solo utiliza prácticas amigables para cumplir sus objetivos.

Strada giró los ojos ante la comparativa, pero reconoció que tenía razón.

—La verdad, quería que me comentaras de tus apreciaciones de lo que ocurrió en Kuoh.

—Si quiere saber qué ocurrió en el combate, el informe ya está publicado-

—No solo eso, sino también lo que ocurrió los días anteriores.

Albrecht frunció el ceño.

—¿Por qué?

—Hay algo raro en todo esto, y no me deja para nada tranquilo.

Mondrian sonrió para sí mismo.

—Tengo precisamente la misma idea de que algo no está bien, y tengo la sospecha de que nos guiará directamente hacia el departamento de Inteligencia Eclesiástica.

—Ya veo... pero hablar aquí no es seguro.

—¿Conoces algún lugar que sí?

—Mi oficina es bastante tranquila, y te aseguro que nadie nos molestará. Las lecciones han sido suspendidas hasta la próxima semana, por lo que el recinto debería estar vacío.

—Suena como un plan.

—Sucede también que tengo una máquina de café allí. ¿Gustaría de un espresso?

—Podría servirme de uno para lidiar con el jet-lag. Guíe el camino.

—Sígame.

.

XXXXXXXXXX

.

Sala de Reuniones, Edificio de Mando, Base Central

—... esa es toda la información que hemos recopilado respecto al asunto. En cuanto a lo que las facciones abrahámicas se refieren... pues, francamente, están en caos.

¿Hasta qué punto?

Christopher Haugen tuvo que aguantar un bostezo. ¿Por qué estaba él ahí de nuevo? Estas cosas le correspondían al departamento de diplomacia, no a él.

—Toda mi red de inteligencia está dando señales de confusión, sobre todo en los agentes relaciones a labores diplomáticas. He tenido que cortar lazos con ellos momentáneamente para que no rastreen la filtración hasta nosotros.

Ah, cierto. Porque eran cosas que lidiaban con grupos externos. Aguantó un suspiro. Por cosas como esta era que a veces deseaba jubilarse como jefe de Seguridad Externa e irse a algún puesto burócrata. Eso era, por su puesto, solo una fantasía: no solo era muy joven para jubilarse (¡ni siquiera llegaba a la treintena, maldita sea!), sino que estaba seguro de que, si lo intentaba, Rose aparecería, le daría una paliza y lo arrastraría de vuelta a su puesto.

No era una suposición. La susodicha se lo había jurado en su cara, y se lo recordó no hace mucho. Si mal no recordaba, las palabras que usó aquella vez fueron: "Si te atreves a dejarme sola con este caos provocado por Kuoh, te rastrearé hasta donde estés, haré que tus escuadrones y los te rompan las piernas para que no puedas escapar de nuevo, y te pondré como jefe de nuevo."

...

Bueno, era Rose. Siendo ella, suponía que eso era gentil. Sabía de bastante gente que había pagado con más por mucho menos. Y, al menos hasta donde él mismo sabía, prefería mantenerse en el lado bueno de ella. Ahora, ¿qué estaba haciendo en esa sala de conferencias de nuevo?

Entendido, comandante Blanco.

El aludido asintió, volviendo a sentarse en su puesto. Christopher giró los ojos, ¿podía irse ya? Ya estaba corriendo en base a cafeína, y podía sentir que la dosis actual acabaría pronto.

Señor Haugen, ¿sería tan amable de explicarnos el estado actual del mundo según la información que haya recopilado?

Tuvo que aguantarse las ganas de dar un resoplido, en su lugar conformándose con girar los ojos a sabiendas de que, gracias a la tenue luz en la sala cuya única fuentes era la gran pantalla incrustada en la pared cuya imagen se dividía en cuatro, el resto no vería el gesto. Se puso de pie, quedando entre su asiento y la mesa, optando por descruzar sus brazos y llevarse ambas manos a los bolsillos.

—Esa es una pregunta muy amplia, consejera Gray —respondió, enfocando su mirada en la cámara sobre la pantalla. Lo normal hubiera sido mirar la imagen de la cámara que mostraba la figura de la mujer en cuestión, pero sabiendo como operaba la tecnología, se dispuso de forma que ella pudiera verlo a los ojos al ver su imagen—. Tendrá que ser más específica. Hay muchas cosas ocurriendo en este momento, y pocos lo saben mejor que yo.

—No es el único que ha visto su carga laboral incrementada los últimos días, Haugen —oyó provenir de un costado de la sala. Observó el lugar de reojo, buscando identificar a quien habló—. Haría bien en recordarlo.

Abrió ligeramente los ojos al reconocer al culpable, pese a la escasa luz. La oscuridad imperante no le permitía distinguir con claridad sus facciones, pero por los rasgos que alcanzaba a ver, postura, figura y voz logró identificar al jefe del departamento de Magos Civiles, uno de los peces gordos de la [Organización].

También uno de los cargos con mayor rotación, por lo demás. Él sabría de eso: él mismo había puesto a uno de ellos en una tumba temprana junto a Rose, después de todo, apenas un año atrás.

—Claro que lo recuerdo, inspector Kareta, pero hará bien en recordar que los servicios de inteligencia que permiten que el resto actúa están bajo mi mando.

—Le hemos ofrecido dividirnos las tareas. Varios de mis subordinados apoyarían gustosos la idea, y estoy seguro de que alguno de los suyos también.

—Creo que dejé en claro que no cedería en ese aspecto. Si no le gusta, siempre puede remitir la resolución pertinente al [Consejo de los 4] para que la revisen. Deberá tener cuidado, sin embargo, de que dicha petición sea bien recibida. Nadie quiere incidentes impensados, después de todo.

Kareta lanzó un bufido, pero no dijo nada más. Haugen paseó su mirada por la sala: ninguno de los asistentes parecía con ganas de seguir la discusión. Enfocó entonces su mirada en la pantalla, concretamente en la figura a oscuras que hubiera hablado previamente. El texto en la parte inferior simplemente leía "Consejera Gray, 1ª División".

La miembro representante del [Consejo de los 10].

Como dijo el comandante Blanco hace unos momentos, las facciones abrahámicas parecen estar en caos, al menos en el ámbito diplomático. ¿Podemos esperar alguna amenaza o riesgo por parte externa?

—¿Más que lo usual? —Oyó algunas risas cortas provenir del resto de la sala, lo que coló una pequeña sonrisa en sus labios. Corrigió su expresión al notar que su interlocutora no compartía lo divertido de la ocurrencia—. Iré al punto. Grigori perdió a uno de sus generales más poderosos y un centenar de caídos de diverso rango. Hasta donde sabemos hay ánimos de guerra, pero en general se mantendrán a la espera, haciendo control de daños y observando. La Iglesia, por su parte, en las últimas tres semanas, perdió entre cincuenta y cien exorcistas de línea, incluyendo cuatro portadores de Excalibur, pero recuperaron todas las espadas. Si a eso le incluimos la destrucción, con nuestra ayuda, de las bases de Kokabiel, ha sido una gran victoria para ellos. Se mantendrán expectantes, pero seguramente estén más seguros de sí mismos ahora.

¿Qué hay del Cielo y el Inframundo demoniaco?

—Del [Cielo] no hemos oído nada. En cuanto al [Gobierno Demoniaco], parece haber una conmoción al saberse que la principal batalla ocurrió en territorio de las herederas de los clanes Gremory y Sitri. El hecho de que hubiera una base de caídos en sus narices y fallaran en actuar no les ayuda tampoco. La casa Phenex, por otro lado, salió fortalecida políticamente, pese a las pérdidas. Dicen que con esto recuperarán el prestigio perdido por la anulación del compromiso Gremory-Phenex de hace poco.

¿Podemos esperar alguna represalia de ellos?

—Para nada. Primero deberán resolver si las herederas se mantendrán en el mundo humano o volverán definitivamente al inframundo. Luego de eso, deberán atender el asunto de que demonios, magos y exorcistas combatieron aliados contra un ejército de ángeles caídos liderados por Kokabiel. Convenientemente ignoran que jugaron un rol mínimo y exageran su cooperación. Rumores dicen que aprovecharán la ocasión para intentar un acercamiento con las otras facciones.

Esto llamó la atención de la sala, especialmente del jefe del departamento de diplomacia, sentado a su lado.

—¿Acercamiento en qué sentido?

—Sabemos que Azazel es fanático de la paz, y los Satanes actuales, al menos, no pueden permitirse una guerra. El Cielo no está en buen estado tampoco. Puede que deseen llegar a una tregua o un tratado de paz usando este incidente, aunque también puede desencadenar una reanudación de las hostilidades abiertas entre ellos. Eso es todo.

El silencio se hizo presente en lo que le tomó volver a su asiento. No era para menos. La posibilidad de que estallara una guerra abierta sobrenatural, tan pronto hubieran salido de otra, no era agradable, por mucho que ellos no estuvieran involucrados en esta.

—Si hay otra guerra, nos veremos atrapados en medio —vaticinó el otro de los asistentes, pesades en la voz. El resto asintió o dio gruñidos afirmativos, sin atreverse a levantar la voz.

Era la conclusión razonable. El Cielo era una fortaleza prácticamente inexpugnable para otras facciones abrahámicas, y Grigori y el gobierno demoniaco no chocarían solamente entre ellos en el inframundo mientras los ángeles observaban. Lo más probable era que pelearan en la Tierra, forzando a los pocos ángeles que quedaban a salir en ayuda de los humanos. La Orden de Exorcistas no daría abasto, ya con sus números en bajos niveles, y los grupos sobrenaturales humanos que podían hacer algo a escala global se contaban con los dedos de las manos.

La consejera Gray fue la primera en volver a hablar, rompiendo el silencio.

Tomaremos pasos para estar listos ante cualquier eventualidad. De Riveira, envía delegaciones diplomáticas a los principales grupos mágicos para negociar una posible alianza en caso de que estalle una guerra sobrenatural. Prepara otras para la iglesia y las facciones abrahámicas, pero no las envíes aún.

—Sí, señora.

Haugen, monitorea todos los canales de información diplomáticos que puedas. Necesitamos saber si habrá guerra o paz, y de qué forma. Comandante Blanco, retome el mínimo contacto con su red de información eclesiástica: debemos saber qué diantres ocurre.

—Como ordene.

—Entendido.

Coronel Bergman, tenga a todas las compañías del Overwatch listas para operar a la brevedad. General Lavoie, prepare a la Reserva Estratégica y al Cuerpo Mágico, pero no los despliegue aún.

—"¡Sí, señora!"

El resto estén alertas. No sabemos que puede pasar de ahora en adelante. Pueden retirarse.

La casi decena de personas abandonó la sala prontamente, Haugen masajeándose los hombros en el camino. Esa reunión había sido más tensa de lo planeado, y ya sentía su consciencia desvanecerse.

—Haugen.

Por un demonio, ¿quién carajos era ahor-

—Coronel Bergman, que sorpresa. Pensé se habría ido corriendo a su regimiento apenas nos echaran de la reunión.

—¿Tanto café te falta?

—No tienes idea.

El par descendió las escaleras a paso rápido hasta la oficina del burócrata en el cuarto nivel, donde este echó a andar su máquina de café en pocos segundos.

—¿Quieres uno?

—Estoy bien, gracias.

El aroma a café recién hecho llenó la habitación al poco rato, arrancando un comentario del visitante.

—Este olor me hace repensar las cosas. Sírveme uno.

—Claro, dame unos segund...

—¿Qué pasó?

—El aroma a café. Se siente.

—¿Sí...? O sea, estás haciendo café ahora mismo.

—Ese es el tema. Siempre hago café, lo que quiere decir que siempre hay olor a café en el ambiente, incluido cuando me fui a la reunión. Pero ahora no hay ninguno. Hubo un flujo de aire.

—¿Eso quiere decir que...?

—Alguien entró.

De un rápido movimiento Haugen bebió su shot de café de un tragó, desenfundo su pistola oculta y se colocó contra la puerta de entrada, Bergman imitándolo tras un par de segundos.

—¿No vas armado?

—Era una reunión en el edificio de mando, no está permitido llevar armas. Es más, ¿por qué ibas tú con un arma?

—La costumbre, y el hecho de que yo tengo permiso para ir armado.

—Suertudo.

—Viene con el oficio.

La charla, por lo demás, era un buen distractor para que, si estaban siendo escuchados, no se notara el arma oculta junto a la puerta que le entregó al militar. Haugen examinó su oficina con ojo experto, revisando cada rincón en cuestión de segundos, hasta que notó algo diferente.

Los papeles de su estante estaban desordenados. Siguió el rastro: una taza fuera de lugar, lapiceras usadas, una hoja rallada cerca de un mueble...

Le hizo un gesto a Bergman, ubicando su mano en un punto ciego respecto del rango visual del mueble en cuestión. Este entendió el mensaje, y ambos se separaron, fingiendo que analizaban el lugar en busca de pistas. Cuando Haugen estuvo en frente del pequeño armario donde guardaba algunas de sus ropas de trabajo, Bergman se aproximó al mueble por el costado y abrió la puerta de un tirón, procediendo ambos a encañonar a quien fuera que estuviera dentro.

La figura en el suelo les devolvió una mirada divertida, una pistola devolviéndoles el gesto.

—¿Rose?

—¿Señora Laplace?

—Es señorita Laplace, Bergman. ¿Cuántas veces debo decírtelo?

—Eso después. ¿Qué carajo haces escondida en mi armario, Rose? ¿Ahora me dirás que bateas para ese lado?

—¿Qué? No, claro que no.

—¿Y? Anda hablando.

—Primero que nada, ¿podrían quitar las pistolas de mi cara? —Ninguno se movió—. Vale, vale, la quito yo también, ¿contentos? —En un exagerado gesto guardó su propia pistola en su funda, escondida bajo su falda, permitiéndoles en el proceso ver que esta tenía aun el seguro puesto. Ya más relajados, ambos colocaron el seguro en sus propias pistolas antes de guardarlas—. Y segundo, pues esto no hubiera pasado si no se hubieran demorado tanto en esa reunión.

—¿Qué tiene que ver una cosa con la otra?

—Pues a ver, quería saber qué iban a hablar, pero no podía ir porque no estaba invitada, entonces se me ocurrió venir a preguntarte cuando llegaras. Pero pasaron los minutos y nada, entonces me puse a revisar tus cosas para matar el rato y a practicar algo de escritura, aproveché de tomarme un café ya que sé que el tuyo siempre es de buena calidad, y pensaba echarme un rato en tu silla cuando los escuché a ambos venir casi que corriendo. Entonces me di cuenta que venías con alguien, y lo que quería preguntar no era para todos los oídos, entonces se me ocurrió esconderme para salir cuando la visita se fuera, pero...

Un claro sonido se oyó por la habitación. Rose y Bergman giraron sus cabeza había Haugen, quien se había plantado la palma en la cara.

—Juro por todo lo sagrado que eres una niña, Rose.

La aludida sonrió por toda respuesta.

.

.

.

Bueno, esperaba que esto tuviera unas cinco mil palabras.

Sí... la mitad de lo que en realidad salió... y dejé afuera algunas escenas... en fin, si ya saben como me pongo, ¿para qué me leen? (Sarcasmo por si no se entiende).

Eso dicho, este es un interludio, atando las cosas que pasaron con las que pasarán después. Planeaba terminarlo con una escena corta respecto de la task force que activarán en Kuoh, pero decidí dejarlo afuera (igual iba a quedar muy separado del resto, y el capítulo ya estaba bastante largo de por sí). Ahora, sé que se mencionan muchos personajes nuevos, pero en general lo que deben saber de ellos es lo que se puede intuir del capítulo en sí. ¿Volverá a aparecer algunos de los cinco o así nombrados en la última parte? Quizás, quizás no. Ya veremos en un futuro.

Y eso, nos leemos en otra ocasión (probablemente en GATE: 1940's),
RedSS.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top