Capítulo 5: La Calma Previa

Disclaimer: Highschool DxD no me pertenece, lo único de mi autoría y propiedad son los elementos originales de esta historia.

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Capítulo 5

La Calma Previa

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Departamento de Seguridad Externa, Base Central, Suiza.
Madrugada

La parte que más le gustaba a Haugen de su trabajo era el papeleo. Puede que fuera algo monótono, pero la calma que involucraba el estar encerrado en su despacho y el evitar el contacto humano por horas eran cosas que apreciaba de sobremanera. Y se había asegurado de ello: apostados fuera de la entrada a su oficina se encontraban dos guardias pertenecientes al departamento con instrucciones de no dejar pasar a nadie sin su permiso. Esas medidas convertían aquel lugar, su oficina, en su santuario de paz personal.

Aquella calma no evitó, sin embargo, que no se amedrantara cuando su puerta se abrió de golpe, ni le llevó a tener reacción alguna cuando el misterioso agresor de infraestructura cruzó la distancia entre dicha puerta y su escritorio en tiempo récord y plantó ambas manos sobre la madera, haciendo saltar las cosas allí puestas. Con su única respuesta siendo el sujetar la taza de café a medio beber junto a su persona, Haugen por fin se dignó a reconocer a su forzado invitado. Después de todo, ¿quién más tenía la confianza suficiente con sus guardias para que estos le dejaran pasar sin problemas, tenía la osadía de plantar sus palmas sobre su ordenado y meticuloso mueble, irrumpir en su despacho a esa hora sabiendo que él estaría allí y, sobre todo, haberlo ya hecho en el pasado?

—¿Era eso realmente necesario, Rose? Un poco más de fuerza y mis documentos se llenan de café. No sería la primera vez que lo haces —preguntó, finalmente alzando su rostro para encarar a la agresora.

—Tú agradece que no te arrojé un balde de agua apenas te vi.

—¿Y esa frialdad? ¿Ni un abrazo?

—¿Tu bromeando? ¿Tanto estrés tienes o los de la cocina por fin me hicieron caso y le pusieron hierba a tu café?

—Considerando que yo me hago mi propio café, creo que es lo primero. —Haugen tomó la oportunidad de alejarse mediante un leve empujón contra el mueble, permitiendo que las ruedas en su silla hicieran el resto—. Como decía, ¿qué te trae por aquí, Rose? Tengo bastante trabajo, y el incidente allá en Kuoh no es una ayuda precisamente.

—¿Me informas sobre una oficial de Overwatch que anda moviéndose entre facciones internas como si nada y tienes la osadía de preguntar eso? —La chica se cruzó de brazos, una ceja alzada—. ¿Por qué no me informaste antes?

—Te envié la información apenas la obtuve. No tenía idea de que la teniente Meyer trabajaba con Bradley antes de eso... o que seguía viva.

—Tch.

Rose se dio unos segundos para pensar, llevándose la mano al mentón, tiempo que aprovechó Christopher para deslizarse sobre sus silla hasta la cafetera aun caliente a un costado del lugar. Estaba a mitad de camino de rellenar su taza cuando la chica chocó su puño con la palma contraria, atrayendo su mirada.

—¡Lo tengo!

—No quiero saber-

—¿Qué unidades hay disponibles?

—Y por supuesto que me ignora... —se dio el tiempo de girar sus ojos antes de responder— con la operación Backhand Blow pronta a comenzar no tenemos muchas unidades libres. Hay un tercio del Overwatch en Kuoh y otro tercio está dispersándose por el mundo para unirse a las fuerzas que atacarán las bases de Kokabiel.

—Hum... ¿y elementos de seguridad?

—Tengo solo un equipo de inteligencia cerca. No son precisamente buenos para algo que no sea recopilar datos.

—¿Cuándo comienza la operación? Si tenemos suficiente tiempo, podemos encargarnos de la teniente Meyer-

—Hoy. —Rose le miró como si le hubiera crecido una segunda cabeza, ante lo que se inclinó de hombros—. ¿Qué?

—Estas de joda, ¿no? ¿Hoy? ¿No la empezaron a planear hace unas horas?

—Por eso es que no tenemos elementos libres para lo que sea que planeas. Estamos usando casi todos para el ataque contra las bases de Kokabiel.

—¿Y por qué atacarán hoy?

—Parece ser que los de arriba quieren lanzar un ataque coordinado en todas sus bases y la de Kuoh va sí o sí hoy. Temas de coordinación con la iglesia.

—Hum... ¿qué unidades movilizarán para la operación?

—Que yo recuerde... —levantó una mano, empezando a numerar con sus dedos—. Pensando en todo el mundo, de los paramilitares: la mayor parte del Overwatch y varios equipos de los Mages of Old; de los militares: un batallón de la Reserva Estratégica, el destacamento Global, un par de compañías de la [Élite] y otro par de la Brigada Mágica; de los magos, pues creo que un par de docenas de equipos en todo el globo. Todo esto sin mencionar elementos aéreos o navales que participen de manera directa o indirecta.

—Eso... es más que un poco. —Rose hizo unos cálculos rápidos en su cabeza—. Eso es más de tres mil personas, y una buena porción de ellos son magos.

—Ajá, entre tres mil quinientos y cuatro mil para ser exactos, todos de las pocas unidades disponibles a mano. No es de extrañar que no tengas de donde sacar unidades para... lo que sea que quieras hacer.

Rose meditó unos segundos, segundos que aprovechó Christopher para echarle azúcar a su café y volver al trabajo, solo para que las manos de Rose nuevamente cayendo sobre su escritorio le hicieran levantar la mirada.

—¿Puedes dejar de hacer eso?

—Oblígame.

—Meh, es más rápido cambiarme de mueble.

—Lo que sea. Lo tengo.

—¿Sí?

—Usaré al escuadrón de [Seguridad Interna] de la Octava División.

Haugen levantó una ceja, pero no emitió palabra. Rose no iba a cambiar de opinión y, siendo honesto, usar los elementos armados de [Seguridad Interna] debió haber sido su primera idea.

—Sé lo que estás pensando, y hay una muy buena razón por la que no quería usar a mis hombres armados. —Haugen asintió, indicándole que continuara—. La teniente Meyer está junto a Bradley, que pertenece a la facción del [Consejo de los 10]. Es demasiado arriesgado usar una unidad directamente bajo mi mando.

Giró los ojos. Supuso que tenía razón.

—Bueno, ese detalle aparte, felicidades en decidir a qué peón usarás en tu siguiente idea. ¿Puedes irte de mi oficina ahora?

—No.

—Tch.

—En fin, la cosa es muy sencilla: la teniente Meyer pertenece al Overwatch, que generalmente está aliado con nosotros, pero se la pasa saltando de grupo en grupo con gente de distintas facciones internas. Es un riesgo a nuestra seguridad y estabilidad, y no voy a permitir que siga actuando a sus anchas.

—¿Y qué harás con ella? ¿Apresarla? ¿Amenazarla? ¿Seducirla? ¿Reasignarla? —Se detuvo unos momentos—. ... ¿Reeducarla?

—No.

Chris volvió a fijarse en Rose. Los ojos de su compañera eran fríos, igual que las palabras que soltó a continuación:

—Voy a matarla.

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Kuoh, Japón.
Mañana

Cuando Issei despertó aquella mañana, su hogar estaba vacío. Sus padres habían salido temprano, y se encontró con una nota de Albrecht donde explicaba que él, junto a Xenovia e Irina, habían salido a encontrarse con los refuerzos de la iglesia, así como un sobre que le pidió entregara a Roestel. Para terminar las sorpresas de la mañana, recibió una llamada apenas terminaba de leer el mensaje dejado por el exorcista.

—¿Capitán?

Hyoudo, tú y Argento se ponen el uniforme y vienen aquí apenas estén listos.

—Pero la escuela-

Al carajo la escuela. Si no están aquí antes de las nueve, iré y los sacaré yo mismo. Dudo quieras hacer una escena con hombres armados, ¿verdad?

—¿Antes de las nueve? No hay problema.

Bien. Nos vemos.

La llamada terminó junto con eso. El japonés solo pudo mirar su teléfono confundido. ¿Por qué todos actuaban raro el mismo día...? Recordó entonces las palabras que el oficial le dijera a Albrecht la tarde anterior:

"Atacaremos la iglesia de los caídos y renegados mañana al anochecer."

...de repente todo hacía más sentido.

Asia le esperaba en la cocina ya vestida con el uniforme de la Academia Kuoh, tarareando alegremente una melodía que le era desconocida. De su poca familiaridad con la música occidental creyó reconocer un tema eclesiástico, pero mentiría si estuviera seguro de ello.

—Asia. Buenos días.

—¡Ah, Issei-san! ¡Buenos días!

Tras el movimiento de los últimos días, el solo ver a Asia por la mañana era algo raro, aunque no poco bienvenido. Notó que esta ya terminaba de preparar el desayuno, algo que siempre insistía en hacer "ya que soy una allegada", según ella misma. Agradecía el gesto, y su madre estaba encantada de tener con quien compartir sus múltiples recetas. Le recordaba cuando Asia llegó a su casa, hacía ya más de un mes...

—¿Issei-san? ¿Pasa algo?

—¿Ah? N-no, nada...

Se restregó el rostro para salir de su ensoñamiento. Había cosas que hacer ese día.

No siempre uno se despertaba pensando que estaría en medio de una batalla más tarde y, pese a haber experimentado algo similar en Chechenia, era un hecho el que no era una sensación bienvenida. El ser consciente de que la paz que tenía iba a ser rota por su propio bando... era un sentimiento extraño.

—¿Issei-san? ¿Por qué no vas con el uniforme de la academia?

—El capitán llamó. Quiere que vistamos el uniforme de la [Organización] y estemos allá antes de las nueve. Quizás quieras cambiarte de ropa.

—¿El uniforme...? —Asia se miró a sí misma, concretamente el uniforme escolar que llevaba—. ¿Ups...?

Rio por lo bajo, Asia siguiéndole pronto. Desayunaron sin prisas y se cambiaron, cerrando completamente su casa y dirigiéndose al sector sur de la ciudad. Bromearon de distintos temas por el camino, incluyendo el cómo justificarían su ausencia ante la furia de la presidenta Sitri, hasta que la bodega que hacía de base para el Overwatch apareció en su vista. Issei analizó los alrededores, pero no encontró ningún familiar demoniaco a la vista. Satisfecho con su revisión, el dúo se acercó hasta la puerta que golpearon dos veces.

—Victoria.

Victoriosos.

—"Vencedores."

El acceso se abrió y un sargento les dio la pasada.

—Adelante. El capitán von Roestel les espera en la oficina del segundo piso.

—Gracias.

No sintió la animosidad común del sargento. ¿Era porque ya habían cooperado en la redada de Alice? ¿O quizás estaba distraído por la futura lucha de esa tarde? Fuera lo que fuese, lo empujó fuera de su mente. Golpeó la puerta de la oficina, recibiendo el permiso para entrar. Ambos se llevaron la mano a la sien en un acto de reflejo al ver a los oficiales presentes en la sala.

—Issei Hyoudo, Zulu 4-4-1, reportándose.

—Asia Argento, Z-Zulu 4-4-2, reportándose.

Von Roestel llevó sus ojos a su reloj de muñeca, asintiendo aprobatoriamente.

—Nada mal de tiempo. Acérquense.

El dúo se aproximó a la mesa, notando a los otros presentes en la sala. Había dos personas con los mismos detalles en su uniforme de oficina que von Roestel, además de una conocida de ambos.

—Alice —la saludó Issei. Asia repitió el saludo animadamente.

—¡Hey! ¿Cómo les va? —La teniente les devolvió el saludo animadamente. En la opinión personal de Issei, era la única que no actuaba raro aquel día.

—Bastante bien, diría yo.

—Fue una mañana muy tranquila. Estuvo muy relajante.

—¿Ah sí? ¿Acaso viste un chico interesante?

—¡¿Eeehhhh?!

—¡Jajajajaja!

Asia y Alice se alejaron a un costado de la sala conversando entre ellas, dejando a Issei con el trío restante.

—Supongo, entonces, que el resto ya sabe que Alice sí está viva.

—Sí, y para mi suerte por fin me la quitan de encima. Ha estado insoportable desde que regresó.

—¿Cómo así?

—Pues la mayoría intenta relajarse porque sabe que en cosa de horas estará luchando por su vida, pero luego aparece una muerta en vida a levantar caos en todas partes. La llamé para que nos diera los datos que recopiló durante su ausencia, pero había olvidado qué tanto le gusta hablar. Para nuestra suerte, llegaste justo cuando terminó.

—¿Pero no puedes... echarla, con una orden?

—Puedo, sí, pero ya sabes, cosas como la moral deben preservarse.

—¡Gallinaaa!

Quién había gritado eso era uno de los dos ocupantes extra de la sala. Roestel giró los ojos. Issei se fijó en el par, encontrando que reconocía a ambos.

—Bueno, lo que sea. Hora de las introducciones. —Roestel se le adelantó y dio un par de pasos hacia los dos que portaban el mismo tipo de uniforme, apuntando vagamente con su brazo—. Hyoudo, estos son los capitanes Jack Kaffelier, alias "gordo hijo de puta", y Yuuki Kazehaya, alias "qué clase de loca usa una espada en pleno siglo veintiuno", comandantes de la segunda y tercera compañías del Overwatch, respectivamente. Son nuestros refuerzos por parte de la [Organización], al menos en tierra.

Jack Kaffelier era... macizo, por usar una palabra no ofensiva. De cabello canoso y mirada cansada, lo reconoció de la vez que intentaron secuestrarlo hacía ya más de un año atrás. Compartió un asentimiento de reconocimiento con él. Kazehaya Yuuki, por su parte, era una chica bastante animada (casi infantil, de cierta manera), más baja que él, de cabello negro largo sujeto por una cinta y... vaya, aún traía esa espada negra con ella.

—¡Hey! ¿A quién le dices gordo?

—Pues a ver, que el resto aquí somos bastante normalitos en temas de figura, pero tu bien que cubres bastante más... área... volumen... lo que sea.

—Ni que ese fuera mi apodo oficial.

—Muy tarde, ya está hecho.

—Hijo de pu-

Jack extrajo su teléfono y se quedó con la mirada fija en el mientras lo manipulaba con ojo experto, probablemente comprobando si lo que dijo Roestel era cierto. Yuuki, por su parte, compartió una ligera reverencia con Issei, aparentemente no molesta por el apodo usado.

—¡Un placer verte de nuevo, Issei-san!

—Igualmente, Yuuki-san.

—¿? ¿Ya se conocían?

—Sí, Jack me ayudó cuando unos magos de [Golden Dawn] intentaron secuestrarme hace un tiempo, y trabajé con él y Yuuki-san en una pequeña operación en el inframundo hace poco.

—¿En el inframundo? ¿Qué carajos hacían en el inframundo?

—¿No sabías? —El tono de Jack era incrédulo, con su teléfono ya guardado en su bolsillo—. Fue para la operación Snuffed Flame.

—Eso no me dice nada.

—¿Castillo y pollo frito?

—¿Qué carajos tiene que ver un pollo frito con todo esto?

—¿Pollo frito mitológico te dice algo?

—¿Pollo frito mito-? Aaahhh, vale, vale, ya entendí.

—... ¿y después yo soy el imbécil?

—Es que lo eres.

Jack giró los ojos. Issei aprovechó de interrumpir el intercambio de palabras.

—Capitán, Mondrian me pidió que le entregara esto. —Le extendió el sobre flojamente, mismo que el oficial le arrebató y abrió sin parsimonia, ojeando la hoja dentro.

—Bien, esto es útil. ¿Dejó dicho algo más?

—Nada. Se había ido antes de que despertara.

—Entiendo. Bueno, suficiente de perder el tiempo. ¿Teniente Meyer? —La aludida levantó la cabeza, indicando que estaba escuchando—. Puede retirarse. Dígales a los sargentos que empiecen a guardar todo lo que no sea necesario y a la teniente Wagner que venga.

—Sí señor.

Alice se retiró tras llevar su mano a la sien. Asia, por su parte, miró al grupo confundida antes de colocarse junto a Issei. La teniente Wagner apareció dentro de poco, ubicándose detrás del capitán Roestel. Los tres capitanes se miraron entre sí antes de asentir, con el canoso del trío levantando levemente su mano. Murmuró unas palabras y un círculo mágico apareciendo en su extremidad, este pronto expandiéndose hasta cubrir la sala y permear las murallas, el techo y el suelo como si fuera una membrana. Solo entonces von Roestel se dignó a hablar, inclinándose sobre la mesa.

—Un hechizo de silencio —reconoció Issei. Jack asintió como respuesta.

—Bien, escuchen todos. Este será el plan de esta tarde. —El grupo se acercó al plano de la ciudad en lo que el capitán rubio tomaba un juego de fichas en su mano—. El mensaje de Mondrian indica cuántos hombres traerá la iglesia, que suman cerca de un centenar, que se dividen en un Grupo de Combate Exorcista, que como siempre le diremos ECG, compuesto de cuatro grupos, y un equipo de élite, además de las exorcistas con las Excalibur. También indica que si Kokabiel aparece su prioridad será capturarlo. Si ustedes logran reducirlo, por nada de lo que más quieran se lo entreguen a la iglesia.

—¿Por qué no? ¿No debería la iglesia apresarlo para darle un castigo por caer del Cielo? —La pregunta de Asia tenía sentido, sobre todo considerando su pasado religioso y sus creencias. Roestel negó con la cabeza.

—Si bien a todos aquí presentes nos gustaría ver como la iglesia lo enjuicia y humilla públicamente, con una posible ejecución posterior, lo más probable es que los caídos lo tomen como un mártir y saquen los tambores de guerra.

—¿Y ellos no lo saben?

—Probablemente lo sepan, pero a sus ojos es una muy buena oportunidad como para dejarla pasar. Quizá confían en que la amenaza de los demonios en su retaguardia los mantenga a raya. Pero es para evitar que estalle otra guerra que necesitamos ser nosotros quienes capturen a Kokabiel. Me importa un santo comino si es que aparece Lucifer o el mismísimo Papa, Kokabiel debe ser prisionero nuestro. ¿Todos entendieron? —Los cinco presentes asintieron—. Perfecto.

—¿Qué hay de los otros caídos y renegados?

—Los caídos podrían como moneda de cambio con Grigori, pero no se arriesguen por ellos. Los renegados no nos sirven, son libres de ejecutarlos si gustan. Si los eclesiásticos quieren capturarlos, pues bien por ellos.

—Me basta con esa respuesta.

—Bien, ahora sobre el plan: las compañías primera y tercera asaltarán la iglesia al anochecer, entre las seis y siete de la tarde. Yuuki, estás al mando. —La aludida asintió enérgicamente, con un pequeño salto de emoción. Issei y Asia le miraron raro, pero una sacudida de cabeza de Jack les llamó a ignorarla—. Yo me quedaré en el puesto de mando coordinando la operación y como reserva, por lo que la teniente Wagner comandará la primera compañía en mi lugar. Se les sumarán los refuerzos exorcistas, pero no estarán bajo nuestro mando. Mantengan una buena comunicación con ellos y no debería haber problemas. ¿Entendido, Yuuki?

Hai!

—También se espera que de verdad actúes como capitana y no te lances a lo loco con la espada por delante contra el enemigo. Tu segundo al mando está que se queda como Jack de tanto estrés que le generas al pobre.

—... bieeen, como digas.

—Perfecto. En cuanto a los locales... ¿ya te decidiste, Hyoudo?

—Enviaré a Eta-12 a apoyar el ataque como informadores. Asia y yo nos quedaremos en el puesto de mando.

—Ya veo... bueno, en fin. Ahí lo tienes, Yuuki. Luego te contactas con ese equipo. Respecto a la segunda compañía... Jack, tu compañía es de fuerzas especiales. Que tus hombres se dispersen por la ciudad, quiero ojos en todas partes y que siempre haya al menos un equipo capaz de dar apoyo cuando se necesite. ¿Entendido?

—¿Y yo qué? ¿Me quedo aquí cebando mate?

—¿Desde cuándo te gusta el mate...? No importa. Tú forma un grupo con un par de equipos y apoya el asalto a la iglesia.

—Supongo que compraré café entonces...

—¿Qué hay de las herederas demoniacas? —habló Issei, viendo cómo se acababan las preguntas—. Es muy probable que se acerquen a la iglesia cuando comience el enfrentamiento.

—Iré a la Academia Kuoh a entregarle una misiva sobre el "itinerario" de esta tarde a las herederas, así como un consejo de no meter sus narices donde no las llaman. Si son inteligentes no tendremos pérdidas fatales. Ustedes dos van conmigo.

—... entendido.

—Bien, ¿alguien más?

—¿Qué hay del apoyo? —preguntó Jack, cruzándose de brazos—. ¿El mando central nos dio algo?

—Sí, pero solo en caso de emergencia. El destructor OSS Matador, de nuestra flota, estará cerca para prestarnos apoyo misilero de ser necesario. Además, tenemos nuestras armas de apoyo.

—¿Qué clase de operación necesita misiles...?

—Nos enfrentamos a un [Cadre], raro sería que no los necesitáramos. Yo me encargaré de coordinar el apoyo externo. También hablaré con los exorcistas cuando se reporten con nosotros en unas horas, porque si lo hiciera Jack tendríamos que pelear con ellos y con los caídos.

—¡Hey! Seré tonto, pero no soy estúpido.

—Seguro. Yuuki, Jack, les dejo los mapas para que estudien el asalto. Hyoudo y Argento, salimos a su academia en quince minutos. —Issei sintió la barrera que era el hechizo de silencio romperse, con "fragmentos de magia" cayendo levemente hasta desaparecer en el suelo—. Con esto terminamos la reunión, pueden retirarse.

Yuuki y Jack tomaron los mapas que les entregó su compañero de rango. Wagner, Issei y Asia abandonando la habitación con Yuuki siguiéndoles poco después.

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—¿Qué pasó ahora?

—... podríamos tener problemas en esta operación.

—¿Qué clase de problemas?

—Varios, pero por ahora solo voy a discutir los más atingentes a nosotros.

—Hum. Te escucho.

Con el resto habiendo abandonado la sala, Kaffelier hizo caso del mensaje no verbal de von Roestel y se quedó atrás, manos en sus bolsillos tras guardar los mapas en la chaqueta de su uniforme.

—Si Kokabiel no se aparece estaremos de suerte, ya que la resistencia en la iglesia no pasará de una noche y el resto de sus fuerzas están dispersas por el mundo. Según Haugen movilizaron casi cuatro mil efectivos, nosotros incluidos, sin contar los refuerzos de la iglesia. —Por fin se despegó de la mesa, alejándose hacia un bolso al costado de la sala—. Lo que sea que esté planeando Kokabiel será parado en seco con esto.

—Siento un "pero".

—Si Kokabiel se aparece acá en Kuoh, tendremos problemas. Tiene un muy alto su nivel de poder y con solo un par de minutos que actúe podría provocar destrozar nuestro ataque.

—¿Por eso nos quieres a Yuuki y a mí en el frente?

—Ajá. Bueno, Yuuki iría de todas maneras, pero confío en que si se aparece Kokabiel ella lo mantendrá a raya. Pero no podrá ganarle sola: ahí es donde entras tú.

—Ya veo. Con ese exceso de energía andante que usa espadas Kokabiel estaría lo suficientemente distraído como para que yo pueda neutralizarlo o espantarlo con mi magia, ¿verdad?

—Así es. —Roestel volvió a colocarse junto a la mesa. Jack, por su parte, se cruzó de brazos, acercándose al mapa de la ciudad—. Los tenientes Meyer y Kaltenbrunner, de mi compañía, también son magos, así que puedes usarlos para enfrentarte al cadre si lo necesitas. Sufrirá algo el asalto al quitar a tantos oficiales, pero prefiero atrasarme media hora que perder todo por un caído de diez alas.

—Tiene sentido. ¿Considero entonces que puedo tomar el mando de todas las fuerzas?

—Solo si Kokabiel aparece en la iglesia. También es nuestra mejor oportunidad de arrestarlo.

—¿Y los exorcistas? Asaltarán también la iglesia.

—No están bajo nuestro mando, así que puede que compitan por quien arresta primero a Kokabiel. Si él tuviera que elegir, serían los exorcistas: es más fácil hacerse la víctima.

—No lo creo. Los cristianos lo ejecutarían, así que dudo que quiera ser arrestado por ellos.

—Hum... cierto. Puede que logremos negociar con él su arresto con ese argumento.

—Debería estar loco como para dejar que lo arrestemos nosotros.

—Pero quedaría con vida, por lo que es una posibilidad.

—Huh, mira tú. ¿Algo más?

—Sí. Si Kokabiel ha de venir, la iglesia es solo uno de los dos lugares donde podría aparecer.

—¿Dónde sería el otro? ¿La plaza central?

Un láser verde apareció en el mapa, recayendo su halo sobre un punto en específico marcado con anterioridad. El puntero se encontraba en la mano de Roestel.

—¿La Academia Kuoh?

—Es el centro de operaciones de las herederas Gremory y Sitri y, si recuerdas bien, el motivo por el cual estamos metidos en esta mierda en primer lugar. —Roestel se masajeó el entrecejo, suspirando fuertemente—. Haugen me debe un cargamento de café por haber evitado una guerra cuando terminemos con esto.

—Oh, cierto. Las herederas que casualmente son hermanas de dos reyes demonio, ¿no es así? —Roestel asintió. Jack se masajeó el entrecejo, imitándolo—. Sí, tiene sentido que Mierdabiel aparezca allí.

—¿Tienes idea de qué puede buscar? No entiendo sus acciones. —Jack levantó una ceja. La forma de hablar del rubio había cambiado ligeramente, pasando del oficial serio que hablaba con seguridad sobre datos que consideraba ciertos a preguntas sin respuesta y divagaciones, además de mencionar a gente muy por sobre su nivel jerárquico—. Primero convence a cientos de caídos y miles de mercenarios de seguirle, luego ataca a exorcistas y roba unas Excalibur, después toma las espadas e instala en Kuoh su base principal... no tiene sentido.

Además, la escala de las cosas que comentaba no se correspondía con el nivel que manejara un capitán "de seguridad interna".

—... ¿estoy hablando con el capitán Rostel del Overwatch... o con el Primero?

El rubio, que se encontraba mirando el mapa, no hizo movimiento aparente, pero Jack sintió cómo las cosas eran afectadas a su alrededor. Se sentía mal, como si un error forzara su presencia en el mundo, algo que no debía estar allí. Conocía el sentimiento, pues lo había experimentado muchas veces antes. Roestel levantó la mirada hacia su interlocutor, permitiéndole ver los ojos que brillaban en rojo.

—¿Cuál crees, Segundo?

En una fracción de segundo, tan rápido que si no hubiese estado prestando atención no lo hubiera percibido, una capa de energía recorrió la habitación, asentándose en sus muros.

—¿Capa de aislamiento? —preguntó, alzando una ceja. Primero se encogió de hombros.

—Sabes que nunca podemos estar demasiado seguros.

—¿Y por eso me llamas Segundo en lugar de mi nombre?

—Bueno, estaba yendo con el flujo de las palabras. Pero ya no es necesario... supongo.

—¿Y si alguien viene a preguntarnos algo?

—No deberían molestarnos por un rato. Envié a Meyer y Yuuki abajo precisamente para evitar que alguien molestara. Entre esas dos pueden distraer al resto fácilmente.

—A veces olvido que sí sabes pensar.

Roestel se encogió de hombros, caminando hasta el bolso y sacando dos latas de café, una de las cuales arrojó a Kaffelier.

—¿Sabes que es irónico? Hace apenas tres días Azazel me preguntaba si el [Consejo] seguía vivo, y apenas ayer tuvimos una reunión en línea para discutir los datos que nos entregó.

—Por cosas como esas es que toleramos lo que ustedes dos se gastan en bares cada vez que se reúnen.

—Heh, cierto. Y ahora hay dos miembros del [Consejo] hablando frente a frente. Vaya casualidad.

—Detalles. Ahora... estoy seguro de que Azazel te mencionó que busca Kokabiel, ¿no es así?

—Eeehhh... sí y no. No lo sabe con certeza, pero tiene fuertes sospechas de que busca reiniciar la guerra entre las tres facciones abrahámicas.

Roestel alzó una ceja.

—¿Y eso no lo mencionaste antes porque...?

—A ver, tengo dos muy buenas excusas. La primera es que quería que pensáramos con la cabeza fría el cómo proceder, porque si nosotros decidimos algo después no hay alguien que nos pueda precisamente llevar la contraria y salir bien parado, sobre todo con tan poco tiempo para actuar.

—¿Y la segunda?

—Me olvidé.

—Típico.

Roestel dio un largo trago a su café, observando el mapa de la ciudad en silencio.

—Eso explica todo. Reunió caídos insatisfechos con el estado actual para hacer creer que es la voluntad de Grigori y no que trabaja solo y contrató renegados que no tienen donde ir para aumentar sus números. Robó las Excalibur para que las iglesias lo persiguieran, sabiendo que a los exorcistas se los considera representantes del Cielo, e instaló su base de operaciones en Kuoh donde viven dos herederas de clanes demoniacos, de los que ya quedan pocos, y son hermanas de Satanes sobreprotectores que no tendrían problemas en crear incidentes diplomáticos si les pasara algo. Hay solo una cosa que me resulta extraña.

—¿Huh? —Jack levantó una ceja, confundido—. ¿Cuál? Para mi todo tiene sentido.

—Si de verdad hubiera querido que la iglesia lo persiguiera, la hubiera atacado directamente. Robando las Excalibur solo enviaron a un grupo reducido hasta que supieron lo que estaba en juego, donde recién mandarán más exorcistas. ¿No hubiera sido más rápido provocarlos con un ataque a una de sus bases en lugar de robar unas espadas? Por el tiempo que perdió en que la iglesia enviara exorcistas ya logramos nosotros reaccionar.

—Puede que busque algo más con las Excalibur. Es lo único que se me ocurre. Algo como intentar fusionar las espadas o asegurarse de que la iglesia irá tras él de inmediato.

—Tendremos que estar alertas.

—¿Eso es todo lo que querías decirme?

—No, hay una cosa más. —Dio otro largo trago a su café, aun observando el mapa—. Algunos del [Consejo] hablamos ayer tras la conferencia donde nos dijiste lo de Kokabiel.

—Define "algunos".

—Los necesarios.

El tono era grave, y su actitud, seria. Jack presintió que no le gustaría a donde se dirigía Roestel con sus palabras.

—¿Qué discutieron?

—Sobre el peligro de esta situación, cosa agravada ahora que sabemos que busca Kokabiel. No queremos más riesgos: si te doy la orden, buscarás a las herederas demoniacas y usarás los métodos necesarios para sacarlas de aquí cuanto antes.

—¿Por qué?

—... —Roestel acabó su café de golpe, finalmente devolviéndole la mirada—. Cuatro satélites han sido habilitados. Si no logramos contener a Kokabiel, bombardearemos Kuoh hasta la nada misma desde órbita. Kokabiel o sale arrestado de aquí, o no sale.

—... entiendo.

—Bien. —La lata del rubio cayó en el basurero en una esquina, arrancando una corta sonrisa de superioridad en este—. Reporta al resto del [Consejo] la información sobre los motivos de Kokabiel, yo iré a encargarme de que las herederas no se metan. Si tenemos suerte, se quedarán en un lugar seguro hasta que todo pase. —Roestel se masajeó los hombros, suspirando. Sus ojos volvieron a brillar de rojo por unos segundos y Jack sintió la barrera en la sala desaparecer, así como el fin del sentimiento de error que estaba en el ambiente—. En fin, nos vemos.

—Nos vemos.

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Academia Kuoh

—¿Está bien que vayamos con el uniforme de la [Organización]? Las herederas no saben precisamente que pertenecemos a ella...

—Honestamente, si después de lo que pasará hoy no se enteran, el problema es de ellas.

—¿E-eso no es un poco grosero?

—Quizás. Casi llegamos. Estén ambos atentos a posibles emboscadas. Hyoudo, ¿dónde debemos ir?

—A la oficina del Consejo Estudiantil. Sona Sitri la utiliza como su centro de operaciones.

—Pues vamos.

Era una vista rara ver ingresar a dicha escuela a un grupo con un uniforme ajeno. Roestel no se molestó en guardar apariencias, yendo con Issei y Asia como guías por delante y con dos miembros de su compañía detrás, los tres militares llevando pistolas ocultas bajo la chaqueta. La falta de guardias en la academia hizo sencillo el no llamar la atención demasiado en la entrada, pero cuando empezaron a cruzar los pasillos en dirección al tercer nivel del edificio inevitablemente la gente empezó a fijarse en ellos.

No restaba decir que, viendo a dos alumnos de la academia con un uniforme distinto y acompañados de unos desconocidos con otro uniforme muy parecido, la reacción de algunos era menos que amena.

—¿Hyoudo-kun? ¿Argento-kun? ¿Qué significa todo esto? —preguntó uno de los profesores, interceptándolos cuando ascendían al tercer piso.

—Estamos guiando a unas personas que necesitan hablar con Shitori-kaichou, Sensei.

Técnicamente era verdad, pero era una respuesta muy sencilla ante todo lo que estaba mal con esa imagen.

—¿Por eso faltaron a la escuela hoy? ¿Y esa gente? Parecen militares...

—Con permiso.

Viendo como su camino era interrumpido por el docente ambos escoltas le empujaron a un costado gentil pero forzosamente, lo suficiente como para despejar las escaleras. Roestel las empezó a subir de inmediato, lo que obligó a ambos estudiantes a dar una breve inclinación a su profesor y seguir al oficial. En cuestión de segundos habían arribado a la sala del consejo estudiantil, sala que, para su desmedro, hallaron vacía.

—Tienes que estar de coña...

—La nobleza entera debe estar fuera. Sitri-san usualmente deja al menos una persona en la oficina en cada momento para atender materias de urgencia.

—Pues al plan de contingencia. ¿Sabes dónde está la heredera Gremory?

—Sé cuál es su clase. Podemos ir a buscarla ahora, no está muy lejos.

Lastimosamente, la pelirroja tampoco estaba en su sala. La paciencia del oficial se hacía más corta a medida que pasaba el tiempo, casi amenazando al docente a cargo para que le indicara donde se encontraba la dichosa estudiante. El grupo fue redirigido al edificio anterior de la academia, a cierta distancia de la estructura principal, lugar donde se hallaba el Club de Ocultismo, faceta pública de la nobleza Gremory. Deduciendo que no habría humanos normales en aquel edificio si de verdad lo usaban los demonios a aquella hora del día, el capitán poco menos que irrumpió en la sala principal del recinto.

Múltiples pares de ojos le devolvieron la mirada.

XXXXXXXXXX

La vista de Raiser Phenex en la sala ocupada por el Club de Ocultismo de la Academia Kuoh había dejado de ser algo raro a estas alturas. Si bien a veces era una molestia, esto tenía más que ver con los tiempos de las visitas que el contenido de estas, a diferencia de hace un mes atrás. Rías Gremory tenía mucho en su cabeza actualmente, por lo que meditar el porqué del cambio de actitud del Phenex se limitaba a recordar por qué hacia lo que hacía en aquel momento.

Recordaba su compromiso arreglado, y como odiaba la idea. Odiaba la actitud del tercer hijo de los Phenex, odiaba el que le quisiera por su título y posición más que por su persona, odiaba que le hubiesen arrebatado su libertad y, sobre todo, odiaba su propia impotencia para acabar con el acuerdo tomado a espaldas de ella por las personas en que más confiaba, eso era, su familia.

De repente, casi de la noche a la mañana, toda la dinámica cambió. Al aún no haberse oficializado el compromiso (de conocimiento ampliado, pero no público), este no estaba fijado en piedra. Aun así, todos lo daban por hecho. Aquello hizo extremadamente extraño el que el clan Phenex, un día, declarara que no consideraba a Raiser "lo suficientemente maduro" como para asumir dicha responsabilidad, entre otras excusas, para posteriormente dejar de empujar por acelerar el compromiso. El estatus de Raiser había bajado a "pretendiente." No se explicaba cómo había ocurrido y desde luego que sus padres no tenían tampoco idea (ellos apoyaban el matrimonio arreglado, después de todo). Le preguntó a su hermano, pero este evadió cualquier responsabilidad señalando su posición política.

La actitud de Raiser Phenex cambió casi totalmente también. Si bien seguía seguro de sí mismo, se había vuelto más... "correcto," por usar una palabra. Sus visitas eran siempre con autorización expresa de ella, y en lugar de propasarse, intentaba ganársela. No era sutil al principio, desde luego, pero iba mejorando su actitud con el tiempo. Trastornada por el brusco cambio y movida por su amabilidad, no tenía muchos problemas en darle el permiso para acudir a su territorio, pero no dejaba de provocar que lo encontrara extraño.

El asunto se había esfumado cuando dos días atrás Sona le comunicó sobre Hyoudo y Argento desapareciendo, así como el que Kiba apareciera herido. Su caballero terminaba de recuperarse en esos momentos, pero los exorcistas y caídos, así como los militares desconocidos, no le dejaban descansar tranquila. Había llamado a Sona durante la mañana para discutir lo que sabían cuando Raiser apareció, primero nuevamente intentando cortejarla, luego apoyando el análisis con un ojo más experimentado de alguien que había vivido más tiempo y luchado más veces. Era en esos momentos que recordaba que Raiser, por muy egocéntrico que fuera, seguía teniendo un cerebro bajo esa mata de pelo desordenado.

Fue durante ese proceso de analizar lo que había ocurrido los últimos días que escucharon varios pasos acercarse por el pasillo. Se puso de pie a la ve que Sona y Raiser se giraban hacia la puerta justo a tiempo para ver esta abrirse de golpe, el culpable siendo un rubio de uniforme gris acompañado por...

—¿Hyoudo-san? ¿Argento-san?

¿Qué hacían en uniformes negros acompañando a unos militares? ¿No eran independientes? ¿No era ese rubio el líder de los militares que se encontró hace dos días? ¿Por qué Sona no parecía sorprendida por este desarrollo de los acontecimientos?

...

¿Por qué Raiser parecía haberse congelado en su lugar al verlos?

—Son mujeres difíciles de encontrar, herederas —su atención se vio atraída por las palabras del militar, que no llevaba una expresión amistosa—. Uno pensaría que irían a clases como gente normal. Hace más sencillo el encontrarlas.

—¿Quién eres tú? —Como siempre, Sona hablaba con la desconfianza por norma. Estos eran desconocidos que habían logrado reducir a un notable exorcista de la iglesia y tenían su propia agenda dentro de su territorio, una de la que ellas no sabían nada.

—Capitán von Roestel, oficial perteneciente a la [Organización]. —Aquello no le decía nada, pero notó como Sona estrechaba sus ojos. Eso no le tranquilizaba—. He venido a entregarles-

—¿Qué hacen aquí? —la pregunta de Raiser le tomó por sorpresa, al igual que a Sona y sus respectivas noblezas. El Phenex se veía... asustado, por decirlo gentilmente. Su mandíbula temblaba, y gotas de sudor habían aparecido en su frente. Su mirada, en cambio, estaba centrada en su kouhai, Hyoudo—. ¿Qué haces aquí?

Hyoudo pareció confundido ante el gesto, al igual que los demás en la sala. Levantó su dedo para apuntarse a sí mismo, como confirmando que él era el destinatario de la pregunta, ante lo que recibió un asentimiento de Raiser.

—Tengo trabajo. —Fue toda su respuesta.

—Como sea, tengo cosas que hacer. —El oficial interrumpió el intercambio dando un paso al frente, viéndose enfrentado por las posiciones de combate de las noblezas de ambas herederas—. Tranquilos, no vengo aquí a pelear. Si algo, vengo a evitar que los maten.

—¿Podemos creerte? Tu historial no es precisamente confiable...

—No pueden. —La intervención de Raiser iba cargada de temor, uno que nunca había sentido en su persona—. No pueden confiar en ellos. Son demonios. No, son peores que demonios.

Su comentario arrancó miradas molestas por parte de la comitiva.

—Puede que no seamos los más amables, pero siempre cumplimos nuestros acuerdos. O al menos más que los demás en nuestra posición. —Ambos se miraron durante largos segundos, con la temperatura de la sala pareciendo aumentar en un par de grados—. Lo que sea. Si no quieren que me acerque entonces que alguien reciba esto.

Sacó un papel doblado de entre sus ropas, uno que extendió frente a él. Akeno se acercó cautelosamente, recibiéndolo y entregándoselo a ella. Lo examinó brevemente, no detectando señales de magia activa o pasiva, antes de abrirlo y leerlo junto a Sona. Raiser, por su parte, se colocó a su costado, pero su mirada nunca abandonó al grupo en la puerta.

Terminó de leer en tiempo récord. Sona había terminado antes que ella, y sus facciones revelaban la incertidumbre. No era para menos: aquel mensaje poco menos que les ordenaba, sin tener la autoridad para ello, que se refugiaran lejos de la ciudad y no intervinieran en los acontecimientos que ocurrirían aquella tarde. La información en sí que proveía era muy vaga, pero si había algo que remarcaba, era que todo eso era "por su propio bien."

—Seguro no esperas que aceptemos semejante atropello de nuestra autoridad como encargadas de esta ciudad, ¿verdad? —Había pocas cosas que le disgustaran notoriamente. Ser pasada a llevar en su autoridad y responsabilidad era una de esas.

—Si piensan racionalmente, sí. Entiendo que tengan su orgullo, pero la verdad de verdades, al resto del mundo no nos interesa que reinicie una guerra gracias a su ego.

—¿Por qué estallaría una guerra por cumplir nosotras con nuestras responsabilidades?

—Porque es precisamente aprovechándose de su ego que funciona el plan de Kokabiel. —Roestel se masajeó el entrecejo, golpeando constantemente el suelo con su pie—. El loco quiere que en un incidente mueran caídos, exorcistas y demonios lo suficientemente notables como para reiniciar una guerra, y el hecho de que ustedes sean hermanas de dos Satanes juega una parte central en eso. Si se ausentan quedará como un incidente entre la iglesia y Grigori que ocurrió en territorio demoniaco, y a lo más se llevarán un pequeño golpe a su orgullo. Golpe que, honestamente, ya se llevarán cuando se sepa que permitieron en silencio que cien caídos se instalaran en su ciudad.

Los nudillos en el puño de Sona se volvieron blancos. La situación no era buena, si aquello servía para juzgarla adecuadamente.

—No me gusta admitirlo, pero el que nos enteremos de esto ahora nos pone en desventaja —indicó—. Si lo que nos cuenta es cierto habrá cientos de soldados y docenas de exorcistas de alto nivel, y ya tenemos el centenar de caídos y los cientos de renegados instalados en la iglesia del norte. No tenemos forma de lidiar con cualquiera de esos por nuestra cuenta, mucho menos todos juntos.

—¿Y si nos quedamos en la escuela? Podemos fortificarla, aumentar sus defensas y prepararnos en caso de que nos ataquen.

—Kokabiel es un [Cadre] que se enfrentó al Dios Bíblico y sobrevivió. Tiene miles de años y su experiencia y poder de combate no debe ser subestimado. Podríamos preparar defensas durante una semana y él las atravesaría como si no existiesen.

—¿Qué planean hacer ustedes? —Raiser habló de la nada, sorprendiendo a los presentes—. Dudo que solo hayan venido a advertirnos.

—Como dice ahí, solo queremos que ambas herederas estén a salvo. Si Kokabiel no logra encontrarlas su plan no funcionará y con el ataque a la iglesia perderá su base de operaciones.

El dilema no tenía mucho espacio de maniobra. Sabía que Kiba desobedecería sus órdenes de retirarse (si las daba) para seguir buscando las Excalibur (él le había dicho que se enfrentó a una, y ahora estos extraños se lo confirmaban). La maniobra más seguro hubiera sido llamar a su hermano, pero...

Intercambió miradas con Sona. Ella pensaba lo mismo, pero tampoco llamaría a su hermana. Querían ser independientes y, francamente, encontraban la actitud de sus familiares demasiado apasionada, además de que cuando se trataba de ellas solían sacar las cosas de proporción. Pero la situación presente no era tampoco sencilla, sobre todo cuando se estarían jugando... sus... vidas...

El peso de la decisión caló hondo en su ser de golpe, una vez procesado aquello. El militar ese estaba siendo claro con ella: venían a matarlas, en un intento muy probable de enojar a sus hermanos para provocar una guerra. Había motivos de sobra para no caer en la provocación del ángel caído, pero su propio orgullo le pedía que se quedara a enfrentarlo. ¿Qué tanta era la diferencia de poder entre ellos? No lo sabía. Era abrumadora, pero no podía imaginarse que tan grande. ¿Sería lo suficientemente diferente como para que cualquier esfuerzo que hicieran fuera en vano? No lo sabía, y eso le generaba ansiedad. ¿Podría enfrentarse al [Cadre] si se le aparecía enfrente? El [Poder de la Destrucción] que poseía su familia era de temer, pero aun así era quizás su única carta contra un ser tan poderoso como aquel. No tenía ni el manejo ni las reservas mágicas de su hermano, y su nobleza no estaba ni de lejos tan entrenada como para ofrecer resistencia seria (menos aún ahora con Kiba cegado por la venganza). ¿Siquiera debía estar pensando aquel dilema? La respuesta parecía obvia, y sin embargo le era tan difícil darla...

—Lo que sea que decidan, se lo comunican a Hyoudo. Yo tengo cosas que hacer, y honestamente creo que todos estamos en la misma situación. Lo siento, pero no puedo seguir esperándolas aquí. Hasta luego y espero tomen la decisión correcta.

El oficial, flanqueado por los dos estudiantes y su escolta, se dio la vuelta y desapareció por la puerta, perdiéndose por los pasillos y dejando mudos a los demonios.

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XXXXXXXXXX

.

—¿Qué... fue eso...? —Estaba perdida ante el súbito giro de los acontecimientos. Se había pasado los últimos dos días pensando que aquellos desconocidos eran hostiles, solo para encontrarse con que, en su lugar, intentaban salvarla... de una manera muy indirecta. Parecían estar lidiando con asuntos del calibre de los que veía su hermano en su trabajo, no algo que una encargada de una ciudad relativamente pequeña en el mundo humano debiera lidiar. Desvió su mirada a Raiser y Sona, hallando dos reacciones distintas. En Sona, su eterna amiga, encontró un rostro concentrado, uno que sabía enmascaraba una mente aguda que buscaba y analizaba docenas de opciones y cientos de posibilidades. En Raiser, por el contrario, halló temor y un rostro tenso, con sudor escurriéndose por sus facciones y una mirada ausente.

—¿Raiser? —Ante la nula respuesta, Rías le zamarreó ligeramente —. ¿Raiser? —El aludido saltó ligeramente en su puesto, pero se recompuso con velocidad.

—¿Sí?

—No necesitamos que te desvanezcas ahora, ¿sí? —Ahora se volvió hacia Sona, donde repitió el llamado. La pelinegra asintió a la primera, comunicando que estaba atenta—. ¿Puede alguno decirme quienes son ellos? Nunca he escuchado de un grupo que se llame "la [Organización]."

El Phenex y la Sitri se miraron entre sí, discutiendo el cómo empezar a revelar el asunto. Fue Sona quien inició la explicación.

—Recuerdas la [Guerra Mágica], ¿verdad? —Asintió—. La [Alianza Mágica] estaba formada por muchos grupos independientes, grupos que tenían en general cosas en común. Durante la guerra se fueron acercando cada vez más entre sí, y para el final del conflicto se habían fusionado en la [Organización].

—¿Eso es todo?

—No, hay más. Siempre hay más. —El tono de Raiser no agradó a ambas herederas, sobre todo debido a lo perturbado que parecía—. Hubo una primera [Organización], pero era solo una coalición humana. La mayoría de los miembros de la [Alianza] de la guerra eran miembros de esa primera [Organización] que volvieron a unirse.

—¿Entonces son solo humanos?

—¿"Solo humanos"? —Raiser se veía agitado, algo que atemorizaba a Rías. Siempre se veía muy seguro de sí mismo, sobre todo desde que cambiara su actitud para con ella, lo que aumentaba el impacto de su estado actual—. Rías, he visto a esos "simples humanos" pelear entre sí cuando se disolvió la primera [Organización]. Los vi eliminar criaturas sobrenaturales como si fuera algo rutinario. Los he visto desgarrarse la yugular mutuamente en una guerra más sangrienta y destructiva que cualquier conflicto del mundo sobrenatural en la memoria reciente. Estos "simples humanos" no deben ser tomados a la ligera.

—¿Has tenido experiencias con ellos antes, Raiser? —la pregunta de Sona iba cargada de cierta curiosidad analítica, algo típico de ella. Rías, por su parte, estaba más interesada en saber si dicho encuentro se había producido por simple curiosidad de saber más sobre la vida privada de Raiser (fuera de sus experiencias con mujeres).

—...

Alzó su mirada desde el suelo, impotente. Aquellos uniformados le tenían contra el suelo, esposas bendecidas restringiendo sus muñecas y el cañón de un arma contra su nuca. Dos emociones brillaban en sus ojos. El primero, odio, al verse el mismo, el orgulloso tercer hijo de los Phenex, en el suelo, reducido como un perro, por simples humanos. El segundo, miedo, al verse reducido e imposibilitado de salir de aquella situación por más fuerza que utilizara para ello.

El dañado pasillo era más de lo mismo. A un costado, sus padres eran forzados a salir y arrojados contra la muralla contraria, siendo revisados y luego arrodillados. Eran más perceptibles que él, y sabían del contenido sacro de las municiones humanas. Uno de ellos, un rubio portador de un bastón con ropas de noble, se arrodilló ante su padre y empezó a intercambiar palabras. Los gritos indignados de su padre llegaban claros hasta su persona, pero el portador del bastón no se amedrantó. Un círculo mágico, un corte limpio hecho por el bastón, una venda bañada en agua bendita y los gritos de su padre se sucedieron tan rápidamente que apenas tuvo tiempo de diferenciarlos. La pierna de su progenitor yacía a un costado, y ante su negativa a ceder a las demandas, pronto le siguió la segunda.

Los gritos se vieron interrumpidos por otros. Los reconoció desesperado: Ravel. Su hermana menor apareció por el pasillo, arrastrada por aquellos humanos y arrojada frente a ellos. Se veía asustada y confundida, aún en sus ropas de dormir, esposada y encañonada, exhibida a plena vista de sus padres y el único hermano presente. Era una vista atemorizante: el tesoro del Clan Phenex amenazado por aquellos humanos... el acto frente a él se había clavado como una daga fría, más dañino que cualquier arma sagrada existente en el mundo. Uno de los humanos disparó: la bala atravesó el brazo de la adolescente, arrancando gritos de dolor y agonía. Las llamas aparecieron y sanaron el daño, demostrando que no eran balas sagradas. Poco importó esto, pues apenas se aseguró de que los Phenex descubrieran aquello, siguió otro disparo.

Y otro. Y otro más.

Comprendió que buscaba. Los gritos de Ravel eran horribles, llenos de dolor, sus lágrimas cayendo por su cara a medida que clamaba por la ayuda de su familia. Intentó liberarse, mas fue encañonado contra el suelo por tres sujetos. Su padre intentó salir en su ayuda, pero en su estado, faltándole las extremidades inferiores, solo bastó el bastón de su "interlocutor" para detenerlo. Los disparos seguían, y los gritos se Ravel se hacían más desgarradores por cada segundo que pasaba. El torturador cambió su cargador, dejando amplio espacio para que vieran su contenido:

Balas de luz.

Su corazón se hundió hasta nuevos abismos. No podía dejar que le hicieras eso. Intentó liberarse, pero sintió como dos objetos penetraban en sus rodillas. Gritó del dolor: balas sacras. No podía hacer nada, y el cañón del arma se acercaba cada vez más al rostro de Ravel. Debía impedirlo: si bien los Phenex podían regenerarse, cosas como un elevado daño sagrado podían dejar cicatrices permanentes. Que el rostro de su única hermana fuera arruinado por una marca el resto de su eterna vida...

—¡Esta bien! Aceptaré sus demandas. Solo... no la toquen. Por favor...

No sintió emociones provenir de los soldados del pasillo, más allá del alivio. Parecían estar tan aliviados como él de que se hubiese llegado a un acuerdo. Notó como un adolescente se acercaba a su hermana: tenía el cabello castaño y portaba un uniforme negro, algo distinto a las ropas de camuflaje de sus captores, y observó como arrebataba a Ravel de las manos de los soldados con una mirada de reproche hacia estos. Acompañado de otros uniformados negros, el grupo se alejó por los pasillos. Si algo deducía de aquello, era que no aprobaban el método usado por los militares. Tuvo el instinto de seguirlos, pero fue recordado de su deplorable estado gracias a los fusiles que se apegaron a su nuca.

Solo podía esperar que esa pesadilla de noche terminara pronto, y que todo fuera un sueño.

—... sí, se podría decir que sí. Me los he encontrado en el pasado cara a cara. No fue una experiencia agradable.

Riser se había sentado y llevado ambas manos a sus rodillas. ¿Por qué? No lo sabía, pero el rostro adolorido no auguraba nada bueno.

—Escuchen, Sona Sitri, Rías Gremory. —Raiser no las miraba. Sus ojos seguían centrados en sus rodillas, ambas cubiertas por sus manos—. Ustedes hasta ahora han enfrentado a demonios renegados y la ocasional criatura fuera de control. No quiero disminuir sus esfuerzos, pues sé que algunos pueden llegar a ser poderosos, pero quiero que procesen bien esto: no tienen la preparación ni la experiencia para enfrentar lo que ocurrirá esta tarde. Ninguno de nosotros la tiene. Kuoh se transformará en una zona de guerra entre grupos poderosos, y ustedes son un objetivo. No hay forma de adornar esto: si se quedan, morirán. Esa es la verdad.

Ambas herederas se miraron. Ninguna lo dijo, pero la decisión ya estaba tomada.

.

XXXXXXXXXX

.

—Hyoudo, Argento.

—¿Hm?

—Supongo usarán sus [Sacred Gears], ¿verdad?

Issei se atragantó con el refresco que iba bebiendo, mientras que Asia solo asintió. ¿Cómo sabía ese capitán que tenía una [Sacre Gear]? Se suponía era información confidencial...

—¿Te lo dijo Haugen?

—¿Haugen? No realmente... —Se encogió de hombros, llevando las manos a sus bolsillos—. Bueno, eso no es relevante por ahora.

—Ya...

—¿Eso es un sí o un no?

—No tengo libertad para usarla, al menos no sin permiso del departamento de [Sacred Gears].

—¿Eso por su condición?

—... sí... así que no creo poder ayudar demasiado en esto.

—Y un carajo. No moriré porque un burócrata aburrido con su vida no quiere firmar una orden.

—¿Y qué harás? Se necesita una autorización muy alta para eso...

—Tú solo déjamelo a mí. —Roestel sacó su teléfono, marcando un número mediante la aplicación de la [Organización] y llevándoselo a la oreja. Mientras esperaba a que le contestaran pareció reparar en los dos estudiantes que le esperaban incómodamente, sin saber que hacer.

—Puede que quieran darse la vuelta y tapar sus oídos para esto. Algunas veces es mejor mantener en secreto ciertas cosas.

¿Era eso una insinuación a los altos niveles de la [Organización], o a que era posible que soltara el equivalente a un diccionario de insultos con tal de salirse con la suya? Issei no lo sabía, pero prefirió no arriesgarse. Hizo lo instruido y esperó así junto con Asia durante varios segundos. Tras casi un minuto sintió un golpe en el hombro, encontrándose a un sonriente Roestel dándole un asentimiento. Imitó la acción con Asia, provocando un salto de esta gracias a la sorpresa, y ambos volvieron a prestar atención a sus alrededores.

—¿Y?

—Está hecho. Revisen sus teléfonos.

Escépticos, ambos extrajeron sus teléfonos celulares de sus bolsillos y revisaron sus mensajes. Allí, siendo el más reciente, se encontraba la autorización para usar sus [Sacred Gear], así como cualquier otro medio a su alcance, para cumplir los objetivos "de cualquier misión asignada". Atónito, el castaño volvió a mirar al oficial, quien seguía con la sonrisa de superioridad en su rostro.

—¿Cómo hiciste eso?

—Digamos que.... Bueno, no todo es lo que parece.

El capitán se dio la vuelta y siguió caminando hacia el punto de reunión con los exorcistas, donde sus dos escoltas ya les esperaban. Confundidos y ligeramente asustados, ambos le siguieron a pase acelerado.

Ya habría tiempo para preguntas.

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