Capítulo 4: Acuerdos Desconfiables
Disclaimer: Highschool DxD no me pertenece. Lo único de mi autoría son algunos personajes y la organización protagonista.
N/A: El nombre del rango de Mondrian fue cambiado de Contra-Maestre a Consulere-Maestre. Pese a ello, la significancia de este no ha cambiado. Los capítulos anteriores ya fueron corregidos para reflejar esto.
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Capítulo 4
Acuerdos Desconfiables
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Residencia Hyoudo, Kuoh
Mañana
Era temprano en la residencia de la familia Hyoudo. El clima exterior era agradable, y pronosticaba un buen día. Pese a eso, el ambiente al interior del hogar era de todo menos amigable, sobre todo considerando quienes estaban sentados en lados opuestos de la mesa del comedor, consumiendo un corto desayuno con miradas atentas, por parte de unos, y desinteresadas, por parte del otro.
No fue hasta el cabo de varios minutos más que uno de los presentes se atrevió a hablar y romper el incómodo silencio que los envolvía.
– No entiendo nada de esto.
El comentario dado por Xenovia Quarta, la exorcista italiana de cabello azul con un mechón verde a un costado de su rostro, resumía sobradamente lo que su rostro y el de Irina llevaban expresando, por lo menos, las últimas 8 horas.
– ¿Qué cosa no entiendes, Quarta? – La respuesta de su jefe, el Consulere-Maestre Albrecht Mondrian, no se hizo esperar, e iba acompañada de su ahora típica expresión indiferente y aburrida. Al mismo tiempo, se llevaba otra cucharada de su cereal con leche a la boca.
– ¡Todo! – La otra exorcista, Irina Shidou, estalló, parándose de golpe y apoyando ambas manos sobre la mesa de forma brusca. – ¡Sus compañeros nos atacaron de sorpresa en nuestro alojamiento, rompieron el acuerdo y nos quitaron nuestras armas! ¡¿Y ahora nos alojamos en su casa?! ¡No tiene ningún sentido! – Issei notó que no se refirió a él por nombre, cosa que le dolió algo, pero no era difícil entenderlo: su grupo había, de hecho, roto la alianza entre la iglesia y la [Organización] arbitrariamente la noche anterior, y les habían arrebatado sus armas a la fuerza. No era un buen precedente.
– Pensé que había dejado en claro qué había pasado y el por qué estamos aquí, Shidou. – Mondrian no se amilanó ante la agresividad de su subordinada, aplacándola con un gesto. – ¿Es necesario que lo repita?
– Por favor.
– Bien, pues, la jefa de esos soldados rompió la alianza por venganza personal y por ello fue ejecutada. – Issei notó un nudo en su estómago al recordar como el superior de Alice la asesinó en plena calle, rodeado de los soldados de esta. – Y hasta que la cosa se arregle, y dado que perdimos nuestros medios y había enemigos dirigiéndose al lugar, Hyoudo aquí se ofreció a alojarnos como compensación hasta que se normalice todo.
Issei se lo concedería a Mondrian: no había bajado el ritmo al que consumía su desayuno. El adolescente japonés se acercó su taza de té a los labios mientras Irina seguía con sus quejas.
– ¡Pero eso no tiene sentido! ¡Además, tú, Issei-kun! – Le señaló. Levantó la ceja, confundido. – ¡Dijiste que eras parte de un pequeño grupo mágico que se disolvió por el ataque de las cábalas durante la guerra, ¿verdad?! ¡¿Entonces por qué ayer nos atacaron soldados claramente aliados contigo?!
– ¿Eh?
La taza de detuvo a unos centímetros de su boca, parpadeando. Con todo lo ocurrido la noche anterior, se había olvidado de su cobertura inventada. Miró a Mondrian, expectante de si lo cubriría...
– ¿Eh?
...pero este le miró confundido de vuelta. Unos incómodos segundos pasaron en los que nadie se movió, hasta que el exorcista de mayor rango parpadeó un par de veces y asintió, terminando lo que le quedaba de alimento.
– Ah, ya veo. Con que esa era tu cobertura, ¿verdad?
Issei se vio atrapado, ante lo que no tuvo más que conceder la derrota y asentir de vuelta.
– Un momento... señor Mondrian, ¿usted sabía que eso no era cierto?
Irina miraba a su superior confundida. Xenvia se veía traicionada. Issei ojeó a Asia: la exmonja le miró temerosa de lo que pudiese pasar, por lo que le dio una corta sonrisa antes de volver a dirigir su mirada hacia los exorcistas.
– Por supuesto que sabía que no era cierto. De hecho, ni siquiera sabía que esa era la historia que les contó a ustedes. – Se inclinó de hombros, relajándose en su asiento. – Hyoudo y Argento aquí no son magos independientes, eso se los puedo asegurar.
– P-pero...
– Si es así, señor Mondrian, – interrumpió Xenovia, un gesto serio en su rostro. – ¿Por qué no nos comunicó eso cuando llegamos a Kuoh?
– Primero, porque no era relevante. No pensaba encontrarme con gente de su grupo aquí, y menos aún me esperaba que ustedes cometieran la imprudencia de visitarlo en su propia casa de sorpresa tras casi atacar a su protegida esa misma tarde. Si hubieran resultado muertas por eso, mi única prioridad hubiera sido rescatar sus Excalibur. No me pagan lo suficiente como para lidiar con semejante falta de sentido común. – Ambas Exorcistas Base desviaron la mirada, claramente avergonzadas. Issei aprovechó la pausa de Mondrian para darle un sorbo a su té, mientras que Asia escuchaba atentamente. – Segundo, porque, a su nivel actual, mientras menos sepan, mejor. Hay cosas que es mejor mantener ocultas.
Todos notaron el deje de pesadez en las palabras del italiano, pero evitaron comentar respecto a ello. Pronto el grupo terminó su desayuno y, tras despedirse de los padres del castaño japonés, salió rumbo a la academia Kuoh.
– Quarta, Shidou, quiero que ustedes vigilen nuestra retaguardia. Y por el amor de Jesucristo, traten de no llamar la atención más de lo que ya lo hacen. – Con un par de gestos que casi parecía estar espantándolas, Mondrian envió a sus subalternas a vigilar la espalda del grupo. Una vez ambas estuvieron lejos, procedió a dar un sonoro suspiro y a masajearse los hombros.
– ¿Esta bien, señor Mondrian? – Le preguntó Asia, acercándose al exorcista. –¿Le duele algo?
– Nada que un poco de descanso no arregle, pero gracias por preocuparte, Asia. – Le envió un gesto tranquilo de vuelta, procediendo luego a estirar sus brazos hacia el cielo. – Estas dos hacen que tolerar mi misión sea casi imposible. Al menos no puedo culparlas ahora.
– ¿No? – Issei levantó una ceja, curioso.
– Claro que no. Recibir una visita nocturna de las tropas de la [Organización] no es una bonita experiencia para nadie, – explicó. – Yo sabré de eso, tuve mi buena dosis de ellas durante la guerra. Al menos seis compañeros de equipo míos murieron por culpa de esos ataques, la mayoría en el Amazonas brasileño. Claro que entonces buscaban matarnos y no tomarnos prisioneros, pero la experiencia no es mejor por eso. – El exorcista soltó una risa corta, durante la cual Issei y Asia se miraron preocupados. Albrecht pareció notar esto, pues paró su risa pronto. – Tranquilos, es agua pasada a este punto. La guerra terminó, y es inútil mantenerse enemistados cuando tenemos problemas más grandes con los que lidiar.
– C-claro...
El trío siguió su camino hacia la Academia Kuoh en silencio.
– ¿Mondrian? – Habló Issei. – ¿Por qué no le quiere decir a Irina-san y a Quarta-san sobre la [Organización]?
– ... – Albrecht miró el camino por donde venían, asegurándose de que ambas exorcistas estuvieran a cierta distancia, antes de comentar en voz baja, – Si tuviera que elegir algo... pues porque son muy inmaduras.
– ¿Eh? ¿Inmaduras? – Preguntó el japonés.
– ¿Con eso se refiere a novatas o algo así? – Asia preguntó a su vez, inclinando la cabeza.
– No, inmaduras en el sentido normal de la palabra. Seguramente se hayan dejado influenciar por las ideas que se hayan hecho de la guerra, sobre todo respecto a cómo quedó la [Orden de Exorcistas] tras el fin de esta. Ya tienen una desconfianza que bordea el odio hacia las cábalas mágicas tradicionales por rumores que han escuchado, y no tengo deseos de que se enemisten con nuestros actuales aliados por cosas del pasado en las que no tomaron parte.
– No puede ser tan malo... ¿verdad? – Aventuró Asia, pero fue rebatida por la fría respuesta del Maestre.
– Asia, quizá tu no lo recuerdes, o quizás nunca lo supiste dada tu posición, pero la [Orden de Exorcistas] sufrió golpe tras golpe tras golpe durante y después de la guerra. Y hablo en serio. Partimos con más de trece mil miembros. Reclutamos miles de exorcistas más durante el conflicto y, aun así, cuando terminó, éramos menos de los que partimos. Desde entonces no hemos hecho más que perder números cada mes que pasa, hasta el punto actual el que somos no más de once mil.
Ambos adolescentes se miraron entre sí.
– ¿Está bien que nos cuentes eso? Parece ser información que debería estar oculta...
– No es nada que tus superiores no sepan ya. Hasta donde yo sé, había informantes de la [Organización] dentro de nuestras filas hasta hace poco, al menos en Italia. No me sorprendería que sepan hasta cuando voy al baño.
Tras una pausa incómoda de tres segundos el trío estallo en risas.
– ¿Qué demonios, Albrecht? Eso no tuvo sentido.
– Tampoco tiene sentido que esté armado siendo que me quitaron las armas anoche, y aquí estamos.
– Sí, sí, es que... espera, ¿armado?
– ¿De verdad pensaste que no me prepararía en caso de que quitaran mis armas? – Levantó parte de su chaleco, mostrando la camisa debajo: allí, en una funda bajo el brazo, había una pequeña pistola oculta. – Admitiré que no es la gran cosa, pero, considerando que es un arma de emergencia, supongo que servirá como cualquier otra. – Y, acto seguido, procedió a nuevamente ocultarla.
Justo a tiempo, al parecer, puesto que la Academia Kuoh apareció a la distancia.
– Aquí nos separamos. Yo hablaré con los demonios y luego volveré a tu casa, donde esperaremos alguna comunicación de tus superiores. Hasta entonces.
Issei supuso que la idea era buena. Después de todo, cualquier cosa que distrajera a Sona para evitar que esta le reprendiera cualquier posible involucramiento en el tiroteo de ayer era bienvenida en sus ojos.
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– Sensei, ¿podría ir a la oficina de la enfermera? No me estoy sintiendo muy bien del estómago...
El profesor le miró por un par de segundos antes de darle permiso, Issei abandonando la sala en unos segundos. El hecho de que fuera un alumno responsable le ayudó a evitar un prejuicio por parte de su profesor respecto a si de verdad iría a la enfermería, cosa que le ayudaba bastante.
Vigilando que nadie lo siguiera, hizo su camino hasta la azotea, donde bloqueó la puerta y por fin se atrevió a sacar su teléfono de su bolsillo. Este llevaba un rato vibrando (de hecho, ya tenía una llamada perdida), cuyo remitente era un número desconocido.
Con tanta tecnología que tenía la [Organización], uno pensaría que harían algo respecto a tanto número desconocido que aparecía en sus llamadas. Una cosa es que apareciera el número del remitente sin nombre, pero ¿qué apareciera la palabra "Unknown" en su pantalla? Vamos, cualquier pensaría es sospechoso.
– ¿Sí?
– Al fin respondes, Zulu 4-4-1.
– ¿Quién es?
– Overwatch 1-2.
Franz. Era bueno saber que estaba bien, aunque el tono serio y desanimado era un indicio de que debía seguir afectado por la muerte de Alice la noche anterior. No podía culparlo.
– ¿Qué necesitas?
– Los oficiales de Overwatch 1 nos juntaremos con Mondrian ahora. Siendo que eres el lazo entre todos los grupos en Kuoh, el capitán quiere que escuches, cuando menos. Cree que puede ser importante a futuro.
– Entiendo.
– ¿Estas en una zona segura?
– La azotea de la Academia Kuoh. Lo más seguro que puedo hallar fuera de abandonar el campus, pero si lo hiciese llamaría demasiado la atención.
– Entiendo... bueno, Mondrian viene. Voy a silenciar la llamada, pero estate atento a cualquier cosa que se diga.
– Entendido.
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Mondrian caminó lentamente por el pasillo, atento a cualquier trampa que pudiera surgir de entre las puertas o paredes. Si la [Organización] le había invitado a hablar a aquel lugar en específico, lo de menos era ser precavido. Precavido, pero no paranoico. Fue eso por lo que dejó a Irina y Xenovia en casa de Issei, con estrictas órdenes de solo defenderse en caso de agresiones hacia ellas. A veces se preguntaba si enojó a algún alto mando, dado las exorcistas que le habían asignado para su crítica y vital misión. Serían excelentes combatientes, de eso no tenía duda, pero quedaban poco en los mandos superiores de la orden que aún no supieran que la diplomacia era tan importante como las espadas en aquellas circunstancias.
Prefería arreglar todo él antes de que refuerzos de la iglesia y la [Organización] aparecieran, y por alguno u otro motivo terminaran enfrentándose a balazos. Ya mucho lo habían hecho hasta hacía un año atrás, y no tenía ganas de repetirlo.
Quitándose aquellos pensamientos de su cabeza, se detuvo frente a la puerta de la oficina que le indicaran aquella mañana mediante Issei y golpeó tres veces. La puerta se abrió ligeramente, una persona revisándole de arriba abajo, antes de hacerse a un costado y permitiéndole la entrada al apartamento. Tras cerrar la puerta, la persona que le dejó pasar le guio por el apartamento arreglado como piso franco, señalándole una puerta en el pasillo interior. Al entrar por esta se encontró de frente con una sala de reuniones, con el capitán rubio de la [Organización] sentado en la cabecera de la mesa. Detrás de él había otras dos personas, paradas detrás de él y de espaldas a la muralla, a quienes se les unió su guía. El lado izquierdo contenía una ventana larga, en aquel momento cubierta por unas persianas, mientras que a su derecha había un muro liso.
Los cuatro llevaban el uniforme militar de oficina de la [Organización]. Notó también que estaban armados, aunque fuera con una pistola cada uno. No podía increparles nada, él mismo llevaba una consigo.
– Maestre Mondrian. Por favor, siéntese. – El capitán le señaló con un gesto la silla al lado contrario de la mesa. Mondrian asintió y tomó asiento, nunca despegando sus ojos de la parte contraria. – Supongo sabe que tenemos algunos asuntos que discutir.
– Así es. Pero me gustaría, primero que nada, que me devuelvan nuestras armas. Mis acompañantes no durarán mucho sin equipamiento adecuado.
– ¿Es algo prioritario?
– Sí. Puede que no sean las más sutiles, pero sus habilidades de combate son notorias. Si la cosa pasa a peor, nos convendrá más tenerlas que no.
– Entiendo. ¿Dónde están las exorcistas ahora?
– Siguen en nuestro alojamiento temporal.
– ¿Tiene algún lugar en mente para entregárselas?
– Hay un pequeño parque a medio camino entre la Academia Kuoh y el hogar de Hyoudo. Un poco de magia ilusoria y será pan comido.
– ¿Pan comido?
– Perdón, es una expresión. Quiero decir que será fácil.
– Entiendo. Lo haremos así. Haremos el intercambio al terminar esta reunión. ¿Teniente Wagner? – Una de las personas tras el capitán, la única chica, entrechocó sus tacones, una forma sutil de decirle al capitán que estaba prestando atención dado que este se hallaba de espaldas a ella. – Encárguese de preparar la entrega de las armas.
– Entendido.
– Ahora, ¿qué más hay que discutir?
Mondrian no pudo deducir si aquello era una propuesta para un nuevo acuerdo entre la [Organización] y su persona, o si genuinamente el oficial se había olvidado. Pese a eso, no iba a perder la oportunidad.
– ¿Qué tal el discutir una nueva alianza entre nosotros mientras dure esta crisis?
– Claro. Teniente Kaltenbrunner, si fuera tan amable...
Otro de los tenientes tras el capitán, esta vez uno que reconoció de la redada nocturna, se separó del grupo y avanzó hasta la muralla lateral. Allí desplegó un mapa local, uno que Mondrian pudo observar tenía ya marcados algunos lugares clave, como al iglesia y la Academia Kuoh. También tenía marcada una ubicación al sur de la ciudad. ¿El alojamiento de las tropas, tal vez? Tras sujetar el mapa en la estructura, el teniente volvió a su posición original.
– Primero que nada, podemos estar de acuerdo en algo. ¿Sin hostilidades entre nosotros?
– Claro. A ninguno le conviene. Eso sí, espero que logres controlar a tus exorcistas acompañantes. Se veían como que nos matarían con la mirada.
– Lo mismo digo. Otro oficial tuyo que actúe por venganza y esta alianza se hundirá con nosotros dentro.
Ambos compartieron una pequeña risa.
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– Una cosa más, – escuchó Issei que le decía el capitán del Overwatch a Mondrian tras terminar el discutir el nuevo acuerdo entre ambas partes. – Si Bradley vuelve a aparecer y menciona algo sobre el acuerdo, dile que ya hiciste uno con la [Organización]. Si te pregunta quien, tu solo dile "Mando Central" y se quedará callado.
– Suena a que tienen rivalidades internas, – comentó el exorcista, y si Issei tuviera que adivinar, girando los ojos.
– Sí, pero bueno. ¿Quién no los tiene? No es como que la iglesia no tuviera sus divisiones internas.
– Touché.
– Bueno, eso es todo. Maestre Mondrian, vaya a buscar a sus exorcistas y llévelas a la plaza. Teniente Wagner, busque las armas requisadas y entrégueselas al Maestre en la plaza indicada.
– Entendido.
– Con esto hemos terminado. Señor Mondrian, hasta luego y buenos días.
Pasos fueron escuchados a través del teléfono, hasta que finalmente se oyó el sonido de una puerta cerrándose. Franz volvió a hablar, notoriamente más tranquilo.
– Bueno, eso ha sido todo. Fue menos tenso de lo que esperaba.
– Sí... hasta a mí me sorprende.
– Bueno, detalles aparte, te queda una sola cosa que hacer.
– ¿Ah?
– Encárgate de que las herederas demoniacas no se enteren del intercambio de armas, o al menos de que no puedan intervenir directamente. Ah, pero no reveles que perteneces a la [Organización] aún.
– ¿Cómo se supone que haga eso?
– Que se yo, no trabajo en tu rubro. Invéntate algo. Hasta pronto.
El pitido final de una llamada cortada fue lo único que so oyó por varios segundos en esa azotea, acompañado del sobrecalentado celular por la llamada de varios minutos y el rostro incrédulo del japonés.
– ... ¿en serio?
Revisó la hora. Pronto llegaría el almuerzo. Mejor buscaba sus cosas antes de que el Dúo Pervertido hiciera alguna travesura por "venganza". ¿Venganza de qué? No tenía idea, pero no se quedaría a averiguarlo.
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Estaba acabando su almuerzo cuando recibió otra llamada. Esperaba que fuera cualquier persona: Franz, el capitán ese de los militares, Frederick... vamos, incluso alguno de los sirvientes de las herederas no le hubiera sorprendido. Fue por ello que no se extrañó demasiado al ver otro número desconocido, contestando la llamada y llevándose el teléfono a la oreja mientras se alejaba de la cafetería de la academia.
– ¿Diga?
– ¿Zulu 4-4-1?
Esa... no era la voz de nadie conocido. Al menos no sonaba hostil.
– ¿Quién es?
– Hablas con Eta-12, de Seguridad Externa. ¿Hay posibilidad de reunirnos pronto?
"¿Eta-12?" El nombre no le era conocido a Issei, pero de nuevo, la [Organización] era tan grande que no hubiera sido raro. Además, conocían su nombre de radio. Eso ya era algo en nombre de su credibilidad.
– Si pueden llegar a la Academia Kuoh ahora podemos hablar hasta que acabe el almuerzo.
– Nos estamos acercando a una entrada por el lado sur. ¿Eso sirve?
– Es una entrada secundaria. Entren y espérenme cerca. Voy para allá.
Y así fue como Issei hizo su camino hasta dicha entrada. Era una pequeña puerta en la muralla que rodeaba la academia, y algo antigua. Pese a que estaba habilitada no era muy usada, lo que la hacía ideal para que el dichoso Eta-12 entrara desapercibido.
Se detuvo un momento. ¿Y si las herederas habían puesto sensores?
Pero a menos que usaran magia, no debería ser de preocupación alguna. Resumió su camino y arribó hasta la entrada, donde un grupo de tres adultos jóvenes le esperaba. Todos orientales y, si la visión no le fallaba, japoneses al igual que él. Era un alivio por fin ver a connacionales suyos en la [Organización].
– ¿Eta-12?
– ¿Zulu 4-4-1?
– Soy yo.
– Ya veo. – La estancia del trío se relajó notablemente. – Perdón por lo raro del contacto, pero con tantos grupos diferentes en Kuoh no resta ser precavido.
– Lo entiendo. Entonces, ustedes son... Eta-12. – El grupo asintió. – ¿Puedo preguntar que son? Dijeron que estaban con Seguridad Externa, pero solo eso.
– Yo le respondo. – Un miembro del trío levantó su mano, atrayendo su atención. – Básicamente, nosotros tres conformamos Eta-12, un grupo perteneciente a la Sección 44. Seguro sabes lo que eso significa, ¿verdad?
Issei tragó saliva. Asintió, vigilando la calmada pero seria reacción del grupo.
– Bien. Eso nos quita explicaciones de encima.
– ¿Qué necesitan?
– Dos cosas. La primera es inquirir sobre el estado de las cosas por aquí. Esos condenados del Overwatch no sueltan muchos datos a menos que les convenga, y nos gustaría saber con qué estamos tratando.
– Eso no es difícil. ¿Qué necesitan saber?
– Con lo acontecido en las últimas 24 horas nos basta y sobra.
Viendo ningún motivo para negarse, y considerando que ahora estaba igualmente trabajando para Seguridad Externa bajo Haugen, Issei procedió a contarle al grupo sobre el encuentro el día anterior entre tropas de la [Organización] y los exorcistas de la iglesia, así como cuanta información suponía tenían las herederas demoniacas. Dejó de lado el asunto de las armas de los exorcistas: como ya iban a ser devueltas, no le veía sentido a ello.
– Y eso sería todo. No ha habido otra actividad desde entonces.
– Entiendo. – El que ahora sabía era el líder asintió para sí mismo, mientras otro de los suyos terminaba de anotar los datos aportados. – Esto debería servir suficiente para que le mando deje de joder con que encontremos algo. Si tan solo ellos recordaran que lidiar con paramilitares es más tedioso de lo que aparenta...
– ... ¿paramilitares?
– El Overwatch. Lo parecen, pero no son regulares de la [Organización], sino paramilitares. Ya sabes, vacíos legales, conflictos internos... cosas así.
– Ya...
No entendió mucho, pero siempre podía fingir que sí.
– ¿Y qué es la segunda cosa que venían a hacer aquí?
– Ah, eso. Básicamente, Haugen quiere que tengas algo de apoyo, y le ordenó a nuestro jefe que asignara alguna unidad para apoyarte. Felicidades, tienes a un equipo de invisibles para lidiar con la recolección de datos, o lo que sea que quieras. – El trío se llevó las manos a la sien vagamente, gesto que devolvió un confundido Issei. ¿Un equipo bajo su mando? ¿No era muy joven y, sobre todo, inexperimentado para eso?
– ¿Por qué?
– Haugen no llegó a la jefatura de Seguridad Externa jugando a lo desconocido. El Overwatch pertenece a la [Organización], pero no cuenta todo lo que debería y a él no le gusta eso. Hasta ahora tú eres el único miembro de la [Organización] que tiene alguna forma de contacto con todos los bandos involucrados, excepto los... ¿qué cosa eran los que se estaban quedando en la iglesia?
– Ángeles caídos.
– Sí, ellos. Otra persona tiene un contacto con Grigori. Bueno, fuera de los caídos, tienes contacto con todas las facciones involucradas: el Overwatch, Seguridad Externa, los Equipos Civiles, los exorcistas y las herederas demoniacas. Por eso Haugen quiere que tengas lacayos como nosotros: si recolectas más datos, eso significa más información que le llegará a él. ¿Te hace sentido ahora?
Reconoció que sí le hacía sentido, aunque no fuera algo muy agradable.
– Entiendo. Un placer trabajar con ustedes.
– Lo mismo digo.
Ambas partes intercambiaron una ligera reverencia.
– Esta debe ser la primera vez que he trabajado con japoneses desde que entré a la [Organización], – comentó el estudiante, divertido.
– ¿En serio? Pensé que habrías entrenado y trabajado acá hasta ahora.
– No, pasé casi todo el tiempo en Europa.
– Oh, ya veo. Claro, hay gente que es reclutada fuera. – El líder de la unidad asintió para sí mismo. – Bueno, con todo eso fuera del camino, ¿tienes alguna tarea en la que necesites ayuda? No tenemos mucho a mano, pero siempre podemos improvisar.
– De hecho, sí, hay algo en lo que pueden ayudarme.
– ¿Oh? ¿Ya tenemos trabajo? – Rio al ver la mueca que hizo Issei. – Es broma, es broma. Soy todo oídos.
– Bien, básicamente...
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Las dos exorcistas tomaron sus espadas, ambas envueltas en telas, con sumo respeto y delicadeza, casi como si sostuvieran débiles réplicas decorativas en lugar de espadas sobrenaturales capaces de matar a todos los presentes en segundos. Mondrian fue menos precavido: le arrebató de un solo movimiento la pistola al soldado de la [Organización] que se la ofrecía y, tras revisarla, la ocultó dentro de su chaqueta. Luego, con mucho menos apremio, recuperó la empuñadura de su espada de luz, colocándosela al cinto tras comprobar que funcionara adecuadamente. Los tres soldados, ahora con las manos vacías, retrocedieron hasta volver a ubicarse tras su oficial, quien, si Issei mal no recordaba, era la teniente Wagner.
Franz, quien observaba junto a él el intercambio desde un costado, no pudo evitar comentar la situación.
– Esas chicas tratan sus armas con demasiado cuidado.
– ¿Tú crees?
– Digo, está bien que las traten bien, pero vamos. No son modelos de porcelana, sino armas encantadas. Incluso si se les cayeran al suelo dudo les pase algo. Es más, seguro que tendríamos que arreglar el suelo si se diera el caso.
– ¿Tan poderosas son esas espadas?
– Sí. Nunca luché contra ellas, personalmente, pero si he hablado con gente que se enfrentó a los portadores anteriores durante la guerra. Sus historias no son bonitas para nuestro bando. Solo Destruction debe haberse llevado la vida de al menos un batallón de los nuestros, no hablemos del conteo cuando sumamos las otras espadas.
– ¿Cuánto era un batallón de nuevo?
– Alrededor de mil almas, podría variar unas cien.
– Uh.
– Lo que por algún motivo me recuerda, ¿no tenías que distraer a las herederas demoniacas?
– Ya me encargué de ello.
– ¿En serio? Pensé que te costaría más.
– Igual yo.
– ¿Y qué hiciste?
– En pocas palabras, les tiré gente que quería entrevistas de cualquier cosa. Shitori-kaichou tiene una imagen que mantener como presidenta, por lo que no podrá quitárselos de encima ahora que no hay nada importante académicamente.
– ¿Y Gremory?
– Es muy amable para rechazarlos, además de que alimenta su ego. Aparte, tiene que cuidar de su siervo de buena apariencia... aunque por mí podría morirse. Es un enemigo de los hombres.
– Heh. Típico.
Irina y Xenovia retrocedieron unos pasos igualmente, colocándose cerca de Mondrian con miradas expectantes sobre los soldados de la [Organización]. Su jefe, por otro lado, simplemente asintió a Wagner (quien devolvió el gesto) antes de girarse hacia Issei. Franz se hizo a un lado apenas notó al exorcista caminar hacia el japonés, por lo que este tuvo que enfrentarse al italiano por su cuenta.
– ¿S-sí?
– Ya tenemos nuestras armas, pero supongo que nos seguiremos quedando en tu hogar, ¿no?
– ¿Uh? Ah, claro, claro. Pueden ir allí ahora si quieren. Yo llegaré tarde hoy.
– ¿Tarde? ¿Por qué?
– Asuntos escolares. – Se encogió de hombros. – Digamos que la Shitori-kaichou aún está enfadada conmigo por saltarme las clases de ayer.
– Ah, ya veo. Bien, no te entretengo más. Suerte. – Se despidió palmeándole la espalda en un gesto amistoso. – Te esperamos a la noche.
– Gracias, la necesitaré. Hasta la noche.
Mondrian se alejó con sus dos subordinadas a su zaga. Franz se acercó nuevamente, aún de brazos cruzados.
– ¿Te he comentado que se me hace muy raro ese cabello azul? ¿Será teñido?
– ... ¿eso es lo que te importa?
– Eh, que están de nuestro lado por ahora. – Se encogió de hombros. – Además, no me vengas con eso, que tu acabas de mentirle al exorcista ese en la cara.
– ¿C-cómo lo sabes?
– Simple: cada vez que hablas de la presidenta esa tiemblas de miedo, pero ahora ni te inmutaste. Si se la creyó, entonces no has hablado de ella frente a él.
– Ah... cierto.
– Notar cosas como esa son vitales. Aunque... – Franz le tomó del hombro y lo giró hacia un costado, haciendo que le diera la espalda. – ...no estoy muy seguro de que de verdad te haya creído. – Tras el comentario Issei sintió un golpe en su espalda, cerca de la base del cuello. No muy fuerte, pero definitivamente si notorio, sobre todo con el sonido como de algo quebrándose que emanó de este.
– Franz, ¿qué demonios-
– Mira. – Cuando se giró hacia el militar, notó como este tenía un objeto pequeño en su mano. Parecía ser una lámina endurecida con un velcro para sujetarse a la ropa, y estaba notoriamente roto.
– ¿Qué es eso?
– Un señalizador. Pequeños y silenciosos, se prenden a la ropa y le indican a los que tengan el equipo adecuado la posición del individuo. No son los más precisos, pero para su pequeño tamaño tienen una practicidad impresionante. Su funcionamiento los hace casi imposibles de detectar: no emiten señal alguna, en su lugar reflejan energía sacra dentro de cierto rango de energía. Nuestras fuerzas sufrieron mucho por estos durante la guerra: las tropas religiosas los dejaban en lugares impensados y se pegaban a nuestras botas, espaldas o guantes. Cuando descubrimos el truco volamos cada hoja sospechosa durante un mes. – Franz apretó su puño, terminando de aplastar el objeto. – Por supuesto que no irían a confiar en nosotros después de lo de Alice.
– Teniente Kaltenbrunner. – Una voz gélida sonó a sus espaldas. Ambos levantaron la mirada, encontrándose con los ojos escrutiñadores de Wagner. – Tenemos que regresar a la base.
– Entendido. – Respirando hondamente, Franz asintió al japonés. – Me retiro. Suerte con lo que sea que tengas que hacer.
– Igualmente.
– Hyoudo. – Issei detuvo sus pasos al oír su nombre provenir de Wagner. Con dudas, se giró hacia ella.
– ¿Sí?
– El capitán quiere que vengas a nuestra base hoy, de ser posible ahora.
– Tengo cosas que atender en este momento, pero iré apenas pueda.
– Bien. Adiós.
Los militares desaparecieron por las calles, e Issei los imitó en poco tiempo.
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En un café a cierta distancia de la Academia Kuoh, había una mesa ocupada. Issei entró al lugar sin prisa, buscando con la mirada hasta que la halló. Caminó tranquilamente hasta el trío que la ocupaba, ocupando el asiento disponible y tomando la carta del local, la cual analizó superficialmente. Al ser interrogado sobre su pedido por la mesera, señalizó su orden sin parsimonia. Uno de los presentes hizo, a su vez, otro pedido. Una vez la chica se hubiera retirado, fue que se permitió cierta soltura en su postura.
– ¿Cómo les fue? – Preguntó, observando brevemente a cada miembro de Eta-12.
– Excelente. – Indicó uno. – Fue como dijiste: con las defensas mágicas ya preparadas, la Sitri no pudo usar magia y no logró echarnos sin concedernos la entrevista. Entre todo eso creo que logramos unos 45 minutos.
– ¿Y Gremory?
– Gremory no paraba de hablar. De verdad, no sé de dónde sacan los demonios tanta energía para parlotear. ¿No son débiles a la luz solar o algo así? – Se quejó uno.
– Debe ser cosa de demonios, ¿no? Digo, Sitri no era muy vocal, pero vaya que era orgullosa.
– ...hay humanos que son iguales. – Indicó Issei, una ceja levantada. No lograba descifrar su aquellos comentarios eran por odio a los demonios o una simple consecuencia de tener que entretener a las herederas por al menos una hora cada una. – Además, quizá lo hacia para distraerse del hecho de que su siervo guaperas tiene un tajo que le cruza el pecho.
La mesera de antes volvió a aparecer, esta vez dejando el café de Issei y el pastel de uno de los otros en la mesa. Volvió a desaparecer en segundos.
– Cierto, cierto. Bien, como sea. Misión cumplida.
Los cuatro entrechocaron sus tazas de café, tomando un trago.
– Esta mañana no tenía idea de que tendría un equipo bajo mi mando, pero ya me está pareciendo una excelente idea. – Bromeó Issei. – Debería enviarle una felicitación a Haugen por la idea.
– Con lo poco que sé de él, puede que te de más cosas solo para que le subas el ego. – Bromeó el líder, tomando la oportunidad de robarle algo de pastel a su subordinado.
– ¡Hey!
– Calla, si no es para tanto.
– Me tientas demasiado a mandar esa felicitación. Claro, si esto se resuelve satisfactoriamente.
– Hablando de estas cosas... Hyuodo, ¿sabes que son las Task Force de la [Organización]?
– ¿Task Force? Son grupos de tarea... ¿no?
– La traducción literal sería "fuerzas de tarea", pero sí.
– Algo he escuchado. ¿Qué pasa con ellas?
– Esto es muy informal aún, pero he oído por ahí que, si la cosa sigue como está, podrían crear una task force aquí en Kuoh, probablemente contigo como jefe o segundo al mando.
– ¡¿Qué?! – Se cubrió la boca apenas procesó el grito, aunque por suerte el local estaba vacío salvo ellos. – ¿Hablas en serio?
– Es algo muy informal aún. No sería un grupo de pelea, sino de conexión. Con tantos grupos moviéndose en Kuoh y la necesidad por información, juntarían alrededor de tu persona, que tiene contactos con todas las facciones involucradas, un grupo encargado solo de recopilar y comunicar datos. Si ocurre, probablemente nosotros en Eta-12 seamos los primeros asignados, y agreguen gente de otras áreas. – Se dio una pausa para beber de su café. – La fuerza de Hyuodo Issei, ¿eh...? Vaya cosa.
– Seguro oíste mal. No creo que pongan a un novato como yo a cargo. Para empezar, aún soy de los Rangos Base. ¿No es eso muy inexperimentado para dirigir una task force?
– Si la crean, ten por seguro que te ascenderán para compensarlo. Y apostaría que intentarán manejarte.
– ¿Y lo dices como si nada?
– Son gajes del oficio. No sería la primera vez.
– ¿Y cómo resultó las veces anteriores?
– Lo suficientemente variado como para que no sea algo de relevancia.
– Ya veo...
– Cambiando de tema, ¿no tenías una compañera aquí? Una novata europea si mal no recuerdo.
– Ah, Asia Argento. No está aquí, preferí que fuera a casa para que no le pasara nada... – se detuvo cuando un pensamiento pasó por su mente. Mondrian le había puesto un rastreador apenas hacia media hora. ¿Y si hacia lo mismo con Asia? Dudaba de que le hicieran algo, pero eso no quitaba el hecho de que ya no era un entorno seguro.
– ¿Hyoudo?
– Lamento que sea tan de repente, pero tengo otra misión para ustedes. Necesito que la empiecen apenas salgan de aquí.
– ¿Oh? Interesante.
Los miembros de Eta-12 sonrieron para ellos mismos, el líder tomando otro sorbo de su taza antes de mirarlo directamente.
– Soy todo oídos.
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– Victoria.
– Victoriosos.
– Vencedores.
Intercambiado el santo y seña entre él y el guardia, Issei logró entrar nuevamente a la bodega que hacía de base para el Overwatch. Dentro se encontraba nuevamente una masa de soldados que se numeraba en los cientos, todos con uniforme de camuflaje urbano.
– Hyoudo, ¿verdad? – Asintió a la pregunta del guardia. – El teniente Kaltenbrunner dijo que llegaría esta tarde. El capitán le espera en la oficina del segundo piso.
– Gracias. – Apuró su paso. La oficina donde antes se hubiera entrevistado con el sargento primero se encontraba mucho más animada que la vez anterior que estuvo allí, aunque fuera por el sencillo hecho de que ahora había más gente. Reconoció al capitán de la compañía, así como al sargento primero y a Wagner y Franz. Había otra persona en el lugar que desconocía, pero juzgando por su uniforme debía de ser otro oficial. – Zulu 4-4-1 reportándose, capitán.
– Hyoudo. Al fin llegas. – El capitán le saludó con un movimiento de su cabeza, el gesto imitado por los otros presentes. Le indicó con el brazo que se acercara al mapa que el grupo rodeaba en la mesa.
– Así es. Disculpe la demora, eh...
– Capitán von Roestel, Overwatch 1-0. Con el rango o el apellido basta.
– Entiendo, capitán. ¿Para qué me necesita?
– Primero que nada, mira esto. – Señaló el mapa, concretamente unas marcas hechas con plumón rojo. Issei notó que eran lugares relevantes, como la bodega donde estaban en ese momento y la iglesia. – Aquí tenemos marcados los lugares que hemos considerado relevantes, pero no sabemos si hay más. ¿Algún aporte?
Examinó las líneas rojas y los lugares que indicaban. La iglesia, la plaza central de Kuoh, un punto de visión ventajoso... parecía estar todo lo relevante. Había incluso un par de bodegas marcadas lejos de donde estaban. ¿Para despistar, tal vez?
¿Debería marcar su casa? Su mirada vagó brevemente al lugar, preguntándose si de verdad era buena idea. Franz ya conocía el lugar, ¿pero sería prudente indicarla de manera permanente al resto del grupo?
– Falta este lugar. – Indicó finalmente, colocando su índice sobre la Academia Kuoh. – Aunque no es su residencia permanente, las herederas Gremory y Sitri pasan la mayor parte del día allí, además de ser su centro de operaciones. – Arrastró su dedo ahora hasta las afueras de la ciudad. – Fuera de eso, el templo Himejima puede ser otro lugar que quieran recordar.
– Entiendo. ¿Sargento? – El aludido encerró el establecimiento educativo y el templo dentro de círculos rojos. – Gracias por el aporte.
– No hay problema.
– Ahora, cambiando de tema: llegarán más tropas del Overwatch a Kuoh. – Issei le miró con sorpresa. El capitán se alejó de la mesa tranquilamente, Issei siguiéndole. – Dos compañías, para ser más preciso. El mando no quiere cosas al azar en esa operación.
– ¿Sabe el comandante Bradley de esto?
– Eso te iba a preguntar, de hecho: ¿has sabido algo de Bradley? No he sabido nada de él desde que dijeron que se hizo el primer acuerdo entre los nuestros y los exorcistas.
– Me temo que estoy tan desinformado como usted. Lo último que supe fue que se había ido a Tokyo para hablar con alguien, y desde entonces no he oído nada.
– Hum... esto no me gusta. – Se llevó la mano al mentón, pensativo. – Es altamente probable que haya más de una facción intentando sacar ventaja de todo esto. ¿Has sabido de otras fuerzas de la [Organización] en Kuoh?
– ¿Otras fuerzas? ¿Aparte de ustedes? – Roestel asintió. Por la mente de Issei pasó brevemente el grupo Eta-12. – No, nada. Al menos yo no he sabido de ninguna tropa de la [Organización] aquí en Kuoh.
– ¿Y equipos civiles?
– Tampoco, salvo el mío.
Técnicamente era verdad: Eta-12 no pertenecía ni a los militares ni a los equipos civiles.
– Solo para que lo sepas, sé de la existencia de Eta-12.
– ¡!
Y él que pensó que lo había ocultado bien.
– ¿C-cómo?
– Su jefe y yo estamos en el mismo bando interno.
– Pero ellos se quejaban de que el Overwatch nunca dice nada...
– Y es verdad, no decimos mucho. Pero creo que estas confundiendo las cosas. – Se giró hacia el castaño, mirándole directamente. – Haugen y yo estamos en el mismo bando. [Seguridad Externa] y el Overwatch no. ¿Entiendes?
Asintió.
– Bien. Pero lo mismo no va para Bradley: no solo no está en el mismo bando nuestro, sino que además pertenece a uno hostil. Recuerda eso en tus interacciones con el cuándo pregunte por nosotros.
Siguieron caminando un rato más, Issei siguiendo al oficial, hasta llegar a uno de los patios interiores del complejo de bodegas. Unos morteros ya estaban instalados allí, aunque sus dotaciones estaban descansando.
– Las otras compañías también se alojarán aquí, en las otras bodegas. Todos nuestros morteros se quedarán en este patio o similares para dar apoyo. – Comentó el capitán, cruzando sus manos tras la espalda. – Además habrá otros tipos de apoyo por parte del mando, aunque tienen que confirmarnos su naturaleza exacta aún. No será un asunto sencillo para nadie.
– ¿Por qué tanto armamento?
– Si de verdad nos enfrentamos a un cadre, necesitaremos mucho poder de fuego. Normalmente se les enfrentaría con más efectivos, pero estamos en un entorno urbano y debemos disimular. Si los caídos deciden ignorar el secretismo del mundo sobrenatural, entonces podremos usar armas de apoyo más poderosas.
– ¿Por qué me lo dice?
– Eres el nexo de información entre todos los grupos. No podrás moverte adecuadamente si no sabes que ocurre a tu alrededor. Además, probablemente Bradley vuelva a contactarse contigo hoy o mañana, y no quiero quedar como un hostil que oculta datos porque sí. Aaahhh, esto apesta. – Se encogió de hombros. – Por cierto, oí sobre la posible task force que harán en Kuoh.
– ¿Usted también?
– No es algo tan raro. La importancia de esta ciudad está creciendo notoriamente, y como local, eres de los mejores para dirigir un grupo permanente aquí. Diría que esa es tu mayor calificación por el momento.
– Ya veo...
– Probablemente esperen a que se solucione todo este asunto para decidir finalmente si merece la pena crear la fuerza, pero es casi una garantía. En todo caso, será mejor esperar a que este circo termine. – Se quedó en silencio unos segundos, meditando. – ¿Tienes el número del exorcista jefe?
– ¿De Mondrian? Sí, lo tengo...
– ¿Puedes llamarlo? Me olvidé de decirle algo cuando nos entrevistamos antes. – Marcó el número, entregándole el dispositivo al oficial. Este esperó pacientemente a que alguien tomara la llamada, lo que ocurrió después de no mucho tiempo.
– ¿Issei?
– Soy el capitán Roestel.
– Capitán, vaya sorpresa. ¿Le ocurrió algo a Hyoudo?
– Está bien, pero eso no es importante. Solo quería decirle algo: atacaremos la iglesia de los caídos y renegados mañana al anochecer. Tiene hasta el mediodía de mañana para avisarnos qué hará al respecto. Nuestro contacto hará de enlace. Eso es todo. – Y colgó.
– ¿No fue eso bastante grosero?
– Ojalá me pagaran por ser amigable, pero lastimosamente no es así. – El oficial se encogió de hombros, arrojándole el teléfono de vuelta. – Como le dije a Mondrian, atacaremos la iglesia mañana. Puedes ir tú a observar o enviar a Eta-12, me da igual, aunque creo que sería preferible que fueras tu. Puedes llevar al resto de 4to equipo.
– Y-ya veo... ¿y qué hay de las herederas?
– Me juntaré con Sitri mañana para establecer términos. Le diré que se mantenga fuera de este asunto o se verá atrapada en el fuego cruzado, donde nadie puede garantizar su supervivencia. He escuchado que es inteligente, así que seguro que entiende a la primera.
– ¿Y Gremory?
– Esperemos que Sitri la contenga. Y si se aparece, pues esperemos que quede bien registrado que fue su decisión meterse en una zona de guerra.
Un soldado se acercó hasta el dúo y murmuró algo al oído del oficial. Este asintió, enviando al soldado de vuelta.
– ¿Qué ocurre?
– Familiares demoniacos. Tal parece que aún no se rinden en meterse en asuntos que no les competen.
– ¿Es grave que sepan que están aquí?
– Este sitio está camuflado bajo hechizos y tenemos la mayor parte de las armas ocultas. A lo más verán a algunas personas moviendo cajas con señales de precaución de un lado a otro. Vigilarán algunas horas más y se irán, quizá hasta mañana. – Se giró hacia Issei. – Pero tu tienes que irte pronto. Es más de un familiar, así que es probable que te sigan. Cuando vayas a casa intenta pasar por algún lugar con bastante gente para perderlo, pero no actúes fuera de lo normal. Lo que menos quieres es que te visiten para interrogarte. ¿Entendido? –Asintió. – Perfecto.
Siguieron hablando un rato más, pero había quedado claro que los temas relevantes se habían acabado. Issei se excusó unos minutos después y abandonó la estancia, dejando a los militares por su cuenta.
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XXXXXXXXXX
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– ¿Cómo les fue?
– Como dijo, hallamos algunos micrófonos escondidos y rastreadores en algunas ropas. No encontramos cámaras o algo por el estilo, y lo que hallamos fue poco, así que parece que fue más una precaución que desconfianza plena.
– Ya veo. ¿Asia estaba bien?
– La chica rubia, ¿no? Sí, estaba bien. Hablaba animadamente con el exorcista jefe.
– Ya veo... eso bueno.
– ¿Es esto todo por hoy?
– Sí. Hasta la próxima.
Cortó la llamada con el líder de Eta-12 y guardó el teléfono en el bolsillo. Ya había oscurecido y finalmente se dirigía a casa tras un día algo más ajetreado de lo que esperaba. Seguramente no ocurriría nada malo en el camino, ¿verdad?
Y, apenas pensó aquello, sintió como alguien le cubría la boca y restringía sus manos antes de arrastrarlo a un callejón.
– ¡Mmmfff!
– ¡Ssshhh! – Escuchó desde el costado. – ¡Silencio, Issei!
Sus ojos se abrieron como plato. Reconocía esa voz.
Segundos pasaron en los que nada ni nadie se movió, sus captores no emitiendo sonido alguno. Tras un tiempo algo apareció en el aire: parecía ser una esfera con alas, similar a un murciélago. Una figura apareció de entre las sombras con una piedra en la mano: un pequeño círculo mágico y esta salió disparada hacia la esfera alada, derribándola. Esta desapareció un segundo después, mediante otro círculo mágico diferente.
– Familiares. Estas herederas demoniacas aún creen que pueden meterse donde no las llaman. – La figura habló. Esta era otra voz que Issei conocía. Con su boca por fin libre, no puedo evitar mencionar a ambos.
– ¿Frederick? ¿Alice?
Quien lo sujetaba finalmente le soltó, en su lugar utilizando un pequeño hechizo en su mano. Una luz tenue alumbró el lugar, permitiéndole al japonés distinguir a sus captores.
– Hola, Issei. – Levantó vagamente su mano Frederick en un gesto de saludo. – Veo que las cosas han estado agitadas.
– ¿Me extrañaste? Nos despedimos de forma algo abrupta la última vez, ¿no lo crees? – Alice fue más efusiva, sacudiendo su mano enérgicamente. Aún así, Issei apenas salía de su asombro.
– P-pero... Alice... tú... ¿qué? ¿No te habían disparado ayer? ¿Cómo estás viva? ¿Por qué estás con Frederick? ¿Cómo-¡hhmmfff!
– Vale, vale, silencio. No queremos llamar demasiado la atención. – Alice le cubrió los labios con su mano, ojeando el exterior. – Aún no es seguro del todo. ¿Puedes controlarte? – Asintió. – Bien.
Nuevamente sin restricciones, hizo la pregunta que más parecía relevante en aquel momento.
– ¿Cómo estás viva?
– Para resumirlo mucho, el muy bastardo de mi capitán hizo un truco que nuestras fuerzas solían hacer en operaciones encubiertas. – Frederick les indicó que se adentraran más en el callejón. Al fondo había un auto al que subieron, con el desconocido manejando y Frederick de copiloto. Alice e Issei se sentaron en la parte trasera. – Usando magia cambió la bala por una de fogueo, y luego usó magia ilusoria para hacer creer al resto que dejé de dar señales de vida. En realidad, sus hombres me arrojaron al pavimento y después me cargaron lejos.
– ¿Por qué?
– Es más fácil investigar ciertas cosas si es que estás "muerta", ¿no lo crees? – Guiñó un ojo. – ¿Quién te creería si les dices que hablaste con alguien que fue asesinado frente a todos después de su ejecución?
– Y-ya veo... ¿quién sabe de esto?
– Mi jefe, algunos de la compañía, Frederick y su grupo... y ahora tú, claro está.
– ¿Franz no?
– No lo creo, y mejor que no lo sepa. Sería muy evidente que algo no anda bien si él no se ve afectado.
– E-entiendo...
Estuvieron en silencio un rato, con nada más que el ruido del motor en el ambiente, hasta que el auto se detuvo en el hotel "Estrella de Kuoh". Frederick lo dirigió hasta una de la habitaciones superiores, donde les esperaba otra persona desconocida.
– Bien, con esto estamos todos. – Cerró la puerta, colocando un hechizo sobre esta. Si Issei tuviera que adivinar, era uno de silencio. – Podemos comenzar la reunión.
– ¿Reunión?
– Así es. Issei, tienes que contarnos qué diantres ha ocurrido aquí mientras no estaba.
– C-claro.
– Primero que nada, introducciones. Issei, estos son Itou Yuu y Chloe Rozier, ambos de mi equipo de mando.
– Un placer.
– Igualmente. – Ambos japoneses intercambiaron una reverencia. Chloe por su parte asintió.
– Ahora sí, puedes comenzar.
– Ok... ¿pero por dónde?
– Podría ser por ¿qué hacen los militares aquí y por qué los exorcistas están en tu casa?
– Ah... pues, llegaron el mismo día que te fuiste, creo, y digamos que Alice... ¿atacó a los exorcistas en su alojamiento?
– Espera, ¿que ella hizo qué?
– Pues, para algo de contexto...
Relató lo acontecido en los últimos días aceleradamente, algo de lo que ya se estaba hartando. Consideró hacer un documento de introducción a Kuoh para futuros miembros de la [Organización] asignados allí, aunque para ello tendría primero que tener tiempo libre a solas. Terminó rápido su explicación. Con Alice presente no tenía mucho que ocultar de todos modos, pero si mantuvo sus reservas: cosas como la aparición de Eta-12, así como la llegada de más miembros del Overwatch, se mantuvieron en secreto.
– Francamente, esto es una mierda. – Comentó Yuu. Decidió darle la razón.
– Los exorcistas están algo resentidos, pero al menos Mondrian comprende la situación y ha renovado su acuerdo con la [Organización]. Nadie ha indicado cuál será su próximo movimiento.
– Hum... – Frederick se veía pensativo, jugueteando con su bastón mientras observaba la nada. – Esto no es bueno. Esto no es nada bueno.
– ¿Por?
– No tenemos idea de lo que harán los militares, y no hay forma de controlar a los exorcistas ahora que el Overwatch está a cargo del acuerdo. Algún pez gordo de arriba debe estar interesado en el asunto. – Issei pensó en Haugen, pero se mantuvo en silencio. – De todos modos, lo que debemos hacer ahora es prepararnos para cualquier eventualidad, especialmente proveniente de las facciones peligrosas. Tenemos que vigilar la iglesia y a los militares.
– ¿Puedo preguntar algo?
– ¿Qué cosa?
– ¿Por qué está Alice con ustedes? Tengo entendido que no trabajan con su unidad...
– Ah, ella. Nos la encontramos por el camino simplemente.
– ¡Hey! ¡No te refieras a mí como si fuera un cachorro abandonado! – Las quejas de la teniente cayeron en oídos sordos mientras Frederick seguía hablando.
– Chloe, ¿Cuántos equipos tenemos disponibles? En lo posible para mañana.
– Dos de Agentes y uno de Inquisidores.
– Servirán. Llámalos a todos. Cualquier otro que pueda venir también es bienvenido.
– ¿Y dónde los metemos?
– Buscaremos algún hostal que no haya sido el que Alice voló en pedazos. En su defecto, tendrán que caber todo en el piso franco.
– Servirá como excusa para cualquier que pregunte. Si me disculpan.
Chloe abandonó la estancia. Frederick se relajó en su asiento.
– Vaya situación. Y yo que te había prometido una vida tranquila en Japón.
– ¿Ah? Ah, sí, cierto. No hay problema: son cosas que pasan...
– Aún así... bueno, de seguro no lo has escuchado al estar aislado en una ciudad como esta, pero te enterarás tarde o temprano de todas formas. ¿Sabes que es una task force de la [Organización]?
"¡Sí lo sé!" El grito interno del Observador tuvo que ser suprimido al explicársele, por tercera vez en el día, sobre la posible fuerza que se formaría en la ciudad, y como él era un candidato a ella. Tuvo que ocultar como giraba los ojos en algunas ocasiones, pero logró fingir interés. Fue cuando Frederick mencionó detalles que desconocía que prestó atención.
– Seguramente haya representantes de varias facciones internas en esa task force, de una forma u otra. [Seguridad Externa], los militares... todos querrán saber que se cuece dentro y ser parte del proceso, probablemente para influenciar las decisiones que se tomen dentro.
– Ugh... – ahora que era la tercera vez que le decían lo mismo, empezaba a ver el patrón. Todos le avisaban del posible grupo, de cómo él era candidato a líder, y que el resto intentaría influenciarlo.
– Si por mi fuera... veamos. Yo no puedo ser porque ya estoy en un cargo superior, pero... ¿Yuu? – El otro japonés del grupo levantó la mirada. – Tú podrías estar asignado al grupo, al menos como representante mío. Y Alice aquí lo podría ser por parte de los militares. ¿Qué dices Issei? No es mal acuerdo, ¿verdad?
– N-no, no lo creo... – paseó su mirada entre ambos miembros de la [Organización]: Alice se veía emocionada ante la idea de "ser una detective", mientras que Itou apenas se movió.
– Sería interesante ver como operan aquí, – fue toda su respuesta.
– Bueno, ya va siendo tarde. Issei, deberías irte. Alice, ¿quieres escoltarlo?
– Lo haría, pero... ya sabe, ellos creen que estoy muerta.
– Cierto. Entonces...
– No te preocupes, puedo cuidarme solo. Además, no estoy tan lejos de casa.
– Insisto, no es adecuado que vayas desprotegido. Si ya te estaban siguiendo la pista desde antes, quién sabe que podrían hacer ahora que perdieron tu rastro.
– C-cierto...
– Pediré alguna escolta para ti al mando central. No importa: Yuu, llévalo hasta su casa. Que se baje del auto un par de calles antes de llegar para no generar sospechas.
– Entendido.
– Bueno... en fin, suerte Issei.
– Gracias. Igualmente.
Dios, eso había sido muy incómodo. No era un niño pequeño, pero tal parece que no confiaban en que se podría cuidar solo. Y si lo ocurrido hasta entonces era una guía, tenían más razón que no.
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Un hombre se encontraba parado en una sala de conferencias. El piso franco de la [Organización] en Kuoh estaba vacío salvo por él, y el proyector mostraba varios recuadros, seis en total, con números en ellos. El lugar mostraba estar preparado para comunicaciones de este tipo, si es que el sistema de entrada y salida de sonido ya instalado era una indicación de algo.
– Señoras y señores, la situación se desarrolla.
– No jodas, ¿sabes qué hora es?
– Sé que es de mañana, así que no te quejes.
– Ugh.
– ¿Supongo entonces que tienes noticias, Jack?
– Así es. Nuestro contacto en Grigori-
– Sabemos que es Azazel, aún recordamos la cuenta del bar de esa vez.
– Y no te hagas el grandioso, que a ti no te sale y no nos sobra el tiempo.
– ... iros a la mierda.
– ¿Y?
– Bueno, sí, Azazel me confirmó hace un par de días que el culpable es Kokabiel. Ayer me pasó otros datos, aunque la mayoría ya los sabíamos: cerca de tres centenares de caídos le siguieron, de los cuales hay unos cien aquí. Ya saben, una docena de tres pares de alas y unos cuatro o cinco de cuatro pares. El total de mercenarios que tienen ronda los dos millares, pero aquí tienen apenas unos dos o tres cientos. El resto de los caídos y mercenarios está disperso por otras bases en el mundo, detallado en un documento que les enviaré en un rato.
– Hum... ya veo, ya veo. Kokabiel quiere jugar a lo grande, ¿eh?
– No lo menciones como si fuera un juego. Hay vidas en riesgo, ¿sabes?
– ¿Y tú por qué actúas como si te importara?
– ... porque... ¿me importa?
– Detalles sin relevancia. Distribuiremos las áreas y daremos las órdenes para atacar los puestos uno por uno.
– ¿Y por qué no todos de golpe?
– ¿Acaso quieres alarmar al cadre ese con un ataque masivo de golpe?
– Será alertado de todas formas, bien podríamos dar el golpe primero. De todos modos, sabrá mejor que desafiarnos abiertamente, y si atacamos a la vez no podrá defender todas sus bases.
– ¿Eso incluye la iglesia de acá en Kuoh?
– Obvio. Es una de sus bases.
– ... lo planeaste todo desde el inicio, ¿verdad?
– No, ¿cómo crees? – EL grupo entero se rio brevemente. – Es broma, no puedo planear tan adelantadamente. Pero si puedo unificar planes sin problemas.
– ... lo que sea. ¿Llegarán más tropas a Kuoh?
– No creo que haya suficientes, sobre todo ahora que las dispersaremos por el mundo para las redadas contra Kokabiel.
– ¿Y cómo se supone que combatamos a un puto [Cadre]?
– Mañana te llegará la lista con el apoyo indirecto para la operación. Más que eso no podemos hacer.
– Ya... bueno, peor es nada. Supongo que eso es todo.
– Ajá. Nos vemos luego.
La llamada terminó junto con el proyector cortando la imagen, y el individuo conocido como Jack se dedicó a echarse en un sofá cerca de la entrada, prendió su TV y destapó una cerveza.
Si ya era de noche y no tenía nada que hacer, al menos se relajaría un rato.
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Bueno, al menos lo terminé. Algunos temas quedaron fuera, otros aparecieron... cosas del oficio, supongo.
Bueno, nos leemos en otra ocasión,
RedSS.
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