Capítulo 3: Refuerzos y Redadas
Disclaimer: "Highschool DxD" no me pertenece. Lo único de mi autoría son algunos personajes y la organización protagonista.
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Capítulo 3
Refuerzos y Redadas
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Kuoh
Día siguiente
Mañana
– ¿Entonces Alice está bien?
– Sí. Tiene un dolor de cabeza horrible por haberse tomado un litro de cerveza de golpe, pero está bien. Su entrenamiento es suficiente para sobrevivir a eso.
– Que bueno...
Issei y Franz hablaban por teléfono mientras que el primero, acompañado de Asia, se dirigía a la Academia Kuoh. Tras el abrupto fin de los acontecimientos la tarde anterior, el observador japonés intentaba volver a estar al corriente sobre sus compañeros.
– Ahora que lo pienso, te llevaste la pistola de Alice ayer, ¿verdad?
– Así es. Solo lo noté cuando volví a casa. ¿La necesitan ahora?
– No es necesario, podemos sobrevivir más que unas horas sin armas. Dame la dirección y pasaremos por ella después de que acabes la escuela.
– Entendido.
– Dicho sea de paso, una vez vuelvan a casa cámbiense a sus uniformes de la [Organización]. La hora H es esta tarde.
– ...entendido. ¿Eso es todo?
– Al menos de mi parte. Alice, ¿quieres decir algo tú?
– ¡Que le digan a Mondrain que se vaya al infier-puagh!
– Nada de parte de Alice, tampoco.
Issei rodó los ojos, divertido.
– ¿Está así después de solo tres cervezas? No sabía que era débil para el alcohol.
– No lo es. Lo que pasa es que lo primero que hizo al despertar fue ir por más cerveza. Cuando se le acabó, siguió tomando de lo primero que encontró.
– ¿Y eso fue...?
– Pensó que era agua, pero era vodka.
– Ah. Eso lo explica.
El par de hombres se permitió una risa conjunta.
– Nos vemos esta tarde.
– Nos vemos. – Y cortó la llamada. A los pocos minutos la entrada a la Academia Kuoh apareció en su campo de visión, y en esta logró vislumbrar a una claramente molesta Sona Sitri. Pese a mantener su rostro impasible de siempre, Issei notó que los estudiantes la evadían lo más que podían. Pensó en hacer lo mismo, pero la pelinegra notó su presencia y llevó su gélida mirada hacia la del castaño. Issei sintió un escalofrío recorrerle la columna: no saldría fácilmente de esta.
– Asia...
– ¿Sí, Issei-san?
– Adelántate. Yo intentaré aplacar a kaichou.
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– Lo dije ayer, pero lo repetiré hoy, Hyoudo-san. Desapruebo totalmente lo que estás haciendo, involucrándote con esos enviados de la iglesia. Simplemente no te traerán nada bueno, y aunque te hayan prometido lo contrario, es más que seguro que te terminarán arrastrando a lo que sea que estén tramando.
Issei esperó de pie en lo que Sona continuaba con su reprimenda, girando los ojos cada vez que podía hacerlo sin ser atrapado por la demonio de clase alta o su [Reina]. Se esperaba algo que le provocara más miedo, si debía ser honesto, pero agradecía que fuera más un regaño normal.
No lo hacía más tolerable, sin embargo.
Solo cuando Sona por fin terminó de hablar, su mirada desaprobatoria aún en el rostro, fue que se atrevió nuevamente a tomar la palabra.
– Sitri-san, – usó su apellido real, una señal de que hablaba seriamente de asuntos sobrenaturales. – Con todo respeto, Asia y yo somos magos independientes, o sea que no le debemos cuentas a nadie, además de sin ningún tipo de sustento económico real, y sabe tan bien como yo que los elementos del mundo mágico no son precisamente baratos o abundantes. La iglesia, si bien tiene mala fama en ciertos ámbitos, cuando menos no tiene fama de romper sus acuerdos con terceras partes salvo que haya motivos de fuerza mayor para hacerlo. Es, a todas luces, una buena oportunidad para obtener fondos.
– Motivo por el cual te he ofrecido ya varias veces que tú y Argento-san se unan a mi [Nobleza]. Creo que Rías les ha hecho la misma oferta.
– ¿Y usted de verdad espera que Asia, quien hasta hace poco era una hermana de la iglesia católica, va a aceptar convertirse en un demonio? – Su tono fue un poco más duro del que pretendía, pero Sona no dio ninguna señal de sentirse atacada.
– Siempre está la posibilidad.
– ...eso aparte, no está en mis intereses convertirme en un demonio. Aún hay cosas que quiero experimentar siendo humano, y aunque sea un independiente, eso no quiere decir que no tenga obligaciones con otros.
– ¿Ah sí? – El interés de Sona era palpable. – ¿Con quienes?
"Demonios, metí la pata." Alcanzó a pensar fugazmente el castaño.
– Aún mantengo contacto con algunos miembros supervivientes de mi grupo mágico allá en Europa. Además, siempre hay potenciales clientes con los que me mantengo a la espera.
– ¿Y no piensas tomar contratos con demonios?
– Sé que tú y Gremory-senpai prefieren a alguien más... experimentado, en las artes de la magia para tenerlo como Mago Contratado. Y si bien podría tomar algún contrato como mago independiente con ustedes, no puedo hacer de todo lo que se supone y espera que haga un mago contratado de un demonio. Por último, tener contratos con humanos es mucho más seguro, dada mi posición, que con demonios, sobre todo con herederos de clanes.
Sona le miró fijamente durante varios segundos, segundos en los que el castaño pensó y repensó varias vías de escape, antes de soltar un pequeño suspiro y retirar sus lentes para limpiarlos.
– Entiendo. Puedes retirarte: las clases están por comenzar. Solo trata de no faltar más a la escuela, y por favor involúcrate lo menos posible con esos exorcistas.
– ¡Hai, Shitori-kaichou!
Mientras iba saliendo de la oficina del Consejo Estudiantil, el teléfono de Issei sonó. Caminando rápidamente para alejarse de los demonios, lo contestó con la precaución de tapar parcialmente el parlante con su mano.
– ¿Sí?
– ¿Zulu 4-4-1?
Era la voz de Franz. Estaba, también, usando su identificación de radio en su lugar de su nombre, lo que indicaba que se trataba de asuntos oficiales. Revisó la pantalla del teléfono: a diferencia de la comunicación más temprano esa mañana, la llamada ahora era mediante la aplicación de la [Organización].
– Afirmativo. ¿Overwatch 1-3? – Respondió, igualmente usando el identificador de radio que vio en su teléfono.
– Afirmativo. Seré breve. – Hasta la forma de hablar había cambiado. Tal parece que era cierto que algunas personas de la [Organización] eran como gente distinta una vez entraban en asuntos oficiales. – Como indiqué anteriormente, la Hora H es esta tarde. Nos juntaremos en el piso franco secundario antes de acudir al punto de reunión. Lleva a 4-4-2 también, y no olvides el arma.
– Entendido. 4-4-1 fuera.
Se llevó el teléfono al bolsillo y siguió con su camino. Lo bueno era, que no tenía que modificar su rutina de después de clase. Después de todo, la [Organización] no tenía un piso franco secundario en Kuoh.
Era el nombre en clave de su casa.
Pero mientras Issei Hyoudo entraba a su salón de clases, en el Consejo Estudiantil ocurría otra cosa.
– Shitori-kaichou. – Saludaba el último miembro que se hubiera unido al consejo estudiantil y, por ende, a la nobleza demoniaca de Sona. – ¿Puedo hacerle una pregunta?
– ¿Qué cosa, Saji-kun?
– Hyoudo-san se supone que es un mago independiente... ¿verdad?
– Así es.
– ¿Por qué la pregunta, Genshirou-kun? – Intervino la vicepresidenta y [Reina] de Sona, Tsubaki Shinra. Saji no pudo evitar desviar la mirada ante la incomodidad que le generaba el sentirse ligeramente como estúpido por decir algo quizás sin importancia.
– Es que... hace un rato le vi hablando seriamente por teléfono. No logré escuchar mucho, pero hablaban de algo sobre un piso franco y mencionaba muchos números. También mencionaron un arma.
– ¿Números? – El no estar mirándole evitó que el demonio notara la ceja levantada de sus interlocutoras, aunque si volvió a enfocarse para la siguiente pregunta de su [Rey]. – ¿Números como si fueran cuentas?
– N-no, no diría que parecían cuentas. Los decían individualmente, precedidos por una palabra específica. Deben haber sido nombres, ya que la traducción demoniaca no me dio a entender ninguna palabra en japonés.
Las dos pelinegras, [Rey] y [Reina], se miraron entre sí intrigadas.
– Gracias por la información, Saji-kun. Puedes volver a clases.
– ¡Hai, Shitori-kaichou! – Con pasos rápidos y ligeramente ruborizado, Saji abandonó la sala del consejo estudiantil. Apenas se hubo cerrado la puerta la líder de la nobleza demoniaca Sitri se refirió a su mano derecha, sin siquiera voltear la cabeza.
– Tsubaki.
– ¿Sí, kaichou?
– Vigila a Hyoudo Issei. También a Argento Asia. Seguro están escondiendo algo.
– Como diga, kaichou.
Sona se permitió una pequeña sonrisa. Desde hacía tiempo que sospechaba que Hyoudo y Argento, o al menos el primero, era más que "un simple mago independiente" cuyo grupo de estudio fue disuelto, como aclamaba él mismo. A diferencia de Rías y su confianza en solo saber sobre lo que inmediatamente le rodeaba, Sona constantemente revisaba las noticias tanto del mundo sobrenatural como las del mundo humano que pudieran tener relación con el primero, haciendo un seguimiento de aquellas que le resultaban interesantes. También había revisado los datos sobre Issei Hyoudo apenas supo que era un mago, pensando en reclutarlo para su séquito. Fue esta búsqueda que le daba a entender que algo no calzaba en el mago japonés.
Más notablemente, el que solo hubiera estado en Europa el año anterior. Se había ido a Suiza en marzo, poco antes del fin de la [Guerra Mágica]. ¿Qué había ido a hacer? ¿Era de verdad un intercambio estudiantil? ¿Era un mago antes de aquello? ¿Cómo había pasado tanto tiempo justo debajo de las narices de ella y Rías?
No tenía una idea certera sobre el nivel de Hyoudo, pero sí sabía que los magos solían entrenar durante años para poder usar la magia con relativa facilidad. Eso presuponía que llevaba al menos unos tres años practicándola, como mínimo. Pero ¿qué hacía en Japón? La tierra del sol naciente estaba muy lejos de cualquier centro de actividad de las cábalas mágicas, o de cualquier grupo mágico en realidad. ¿Y por qué ir a Europa en la fecha en que lo hizo, en lugar de ir antes para apoyar el esfuerzo bélico? Eso lo ponía apenas un par de meses antes del fin de la guerra mágica humana. ¿Estaba acaso siendo ocultado? ¿Estaba entrenando en Japón y fue considerado lo suficientemente fuerte como para ir a las líneas del frente? ¿Era alguna especie de arma secreta? ¿O sencillamente lo reclutaron localmente y le dieron un entrenamiento corto por escases de números, y decidió quedarse allá hasta el final del año académico?
Las primeras opciones le daban esperanzas de que, si lograba convencerlo de que se uniera a su nobleza, contaría con un arma poderosa. Las última, por el contrario, le hacía temer la capacidad actual de las cábalas mágicas occidentales: ¿habían logrado reducir su currículum de entrenamiento de tal forma que, en lugar de tres o cuatro años de formación teórica y luego otros dos de formación práctica, en apenas cosa de un año podían producir magos capaces de combatir? Eso alteraba todo el paradigma geopolítico del mundo sobrenatural, tanto para los humanos como para las razas que lidiaban con ellos.
Y, para terminar, la guinda del pastel: ¿de haberlo estado, estaba aún afiliado a las cábalas mágicas occidentales? No era agradable la perspectiva de tener espías ajenos en su territorio, pero era apenas una posibilidad basada en conjeturas. No tenía información suficiente para comprobar nada, pero de nuevo las palabras de Genshirou sobre los números, nombres en clave y pisos francos en Kuoh le decían que había algo más entre sombras. Pero, de nuevo, había muchos más grupos que trabajaban con magos humanos en el mundo, solo que no tenían tanto renombre como las cábalas tradicionales. ¿Y si pertenecía a un grupos mayor de aquellos...?
Además, no podía arriesgar la posibilidad de una buena adición a su nobleza solo por sospechas derivadas de incertidumbres.
Pondría a ambos magos bajo vigilancia. Rías no tenía derecho a decirle nada: ella misma lo había hecho cuando Argento había recién llegado a Kuoh.
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Esa tarde...
– ¡Ya llegamos! – Anunció el castaño mientras se quitaba los zapatos en la puerta de su casa. Asia, detrás de él, cerró la puerta antes de imitar su acción. Al no recibir respuesta, ambos se miraron entre sí antes de adentrarse en la vivienda.
Grande fue su sorpresa al encontrarse con Franz y Alice en la sala de estar, ambos serios y vestidos, esta vez, con su uniforme gris militar en lugar del uniforme civil negro de la [Organización]. El chico estaba mirando por la ventana, mientras que la chica estaba sentada en el sofá agarrándose la cabeza.
– ¿Franz? ¿Alice? – La confusión en Issei era latente.
– ¿Qué hacen aquí? – Y en Asia lo era más aún.
– ¿No se suponía que llegaban en unas horas más? – La pregunta fue interrumpida por la mano alzada del teniente hombre, quien siguió observando la calle frente a la casa por la ventana antes de cerrar la cortina y dirigirse a los estudiantes.
– Cambio de planes. La Hora H se adelantó, y además parece que sospechan de ustedes.
– ¿Sospechan de nosotros...? – Preguntó Asia, confundida. ¿Habían hecho algo que revelara para quien trabajaban? – ¿Quién?
– Algunas de las herederas demoniacas, de seguro. Si hubiera externos aquí, seguramente se los hubieran notificado de antemano para evitar que sospecharan.
– Un momento, Franz. ¿Por qué dices que sospechan de nosotros? – La pregunta del único japonés en la sala fue la mano derecha del militar castaño apuntando hacia afuera.
– Los estaban siguiendo. Sobrenaturales, y demonios, lo más seguro. Ayer no estaban a su zaga, pero ahora sí.
– ¿Cómo lo sabes?
– Activaron algunos sensores mágicos que dejé en el camino entre la tu escuela y esta casa.
– ¡¿Plantaste sensores?!
– No grites, ¿quieres? – Issei acarició la cabeza de Asia para tranquilizarla, en lo que le indicaba a Franz que siguiera hablando. – Esos sensores se activan cuando una cantidad de energía acumulada sobre cierta densidad pasa por ellos. En esta ciudad, los únicos que cumplen ese nivel de densidad de energía son los demonios. Ya estábamos aquí y sabíamos que vendrían solos para evitar que los locales se entrometieran, por lo que el que más se un sensor se activara era sospechoso.
– Ya veo...
– Pasemos de tema. ¿Tienes el arma de Alice que ella te dio ayer?
– Sí, está arriba. Deja voy por ella.
– Aprovechen de cambiarse ambos a sus uniformes. Nos largamos de aquí cuanto antes. – Se giró hacia la militar rubia, que seguía sosteniendo su cabeza entre sus manos sentada en el sofá. – Y Alice, si tanto te duele la cabeza, ve por un maldito vaso de agua. La cocina está aquí al lado.
– ¡No tocaré... ugh, otro maldito líquido transpa-ugh, transparente en mi puta vida...!
– Sí, sí, lo que digas, ahora solo bebe algo de agua, ¿quieres?
Ambos estudiantes de la Academia Kuoh se miraron entre sí antes de subir al segundo piso, Asia dejando un vaso con agua en la mesa de centro que Franz agradeció con un gesto corto en lo que intentaba que Alice accediera a beber el líquido vital para la vida. Al poco rato ambos bajaron, vestidos en su uniforme negro de la [Organización] igual que el día anterior. La única diferencia entre ambos era que Asia llevaba una falda e Issei un pantalón, además de las franjas de veteranía que tenía el segundo, pero los dos tenían una corbata negra y los parches de magos y Vigilantes, además de las hombreras negras con círculo gris.
– ¿Están listos? – Les preguntó Franz cuando bajaron, Alice a su lado bebiéndose lentamente el agua dejada por Asia previamente. El dúo asintió. – Perfecto. Pónganse sus zapatos, nos largamos de aquí.
El grupo caminó hasta el recibidor del hogar, donde, sin abrir la puerta, se colocaron su calzado.
– ¿Dónde están mis padres? Al menos oka-san estaría aquí a esta hora...
– Durmiendo arriba. Un poco de magia y cayó como un tronco sobre su cama.
– ...
– Tú solo agradece que usé magia y no drogas. Esas últimas siempre pueden dejar secuelas, aunque digan que son seguras.
– Supongo que tienes razón...
– Repasemos nuestras identificaciones, ¿de acuerdo? – El grupo asintió. – Bien, comienzo yo: Franz Kaltenbrunner, Overwatch 1-2.
– Alice Meyer, Overwatch 1-3.
– Issei Hyoudo, Zulu 4-4-1.
– A-Asia Argento, Zulu 4-4-2.
– Bien. ¿El arma?
– Aquí está. – Issei le entregó, no sin cierta incomodidad, la pistola de Alice a Franz, quien se la pasó a su vez a su dueña, quien la guardó en una pistolera a su costado en su cinturón. – ¿Ahora qué? Si de verdad nos vigilan, no podremos salir sin que nos vean.
– Dime, Hyoudo. Los demonios de aquí, ¿qué tan experimentados son?
– Hum... diría que son capaces, pero no tienen mucha experiencia en el mundo real. Quizá luchen contra demonios renegados, pero no más que eso. El séquito Gremory luchó en un [Rating Game] hace poco, aunque perdió, y el séquito Sitri aun no entabla combate formal alguno. Sin embargo, diría que el [Rey] Sitri es más peligroso: es mucho más analítica y precavida que la heredera Gremory.
– Entonces lo más probable es que su acosador sea del séquito Sitri... bien, al carajo la puerta de entrada. – Les hizo un gesto para que se acercaran, cosa que el trío hizo. – Saldremos por el lateral de la casa y nos deslizaremos hasta el lado contrario. Una vez lleguemos a la calle opuesta, nos largamos de aquí lo más rápido posible divididos en parejas: Alice y Argento, forman el grupo 1. Hyoudo y yo el 2. Nos juntamos en el café de ayer en la tarde veinte minutos después de separarnos, y desde ahí iremos al punto de reunión. ¿Entendido?
El grupo asintió.
– Perfecto. Vamos.
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– Oye, Hyoudo.
– ¿Sí?
– Una pregunta.
– Dispara.
– ¿De qué cosa conoces a Alice?
Ambos varones estaban a mitad de camino a la cafetería donde se encontrarían con el par de Alice y Asia. Pese a estar caminando alertas ante cualquier elemento sospechoso, el japonés no pudo evitar levantar una ceja ante la pregunta.
– ¿Y eso por?
– Curiosidad, nada más. Se me hace raro que se conozcan desde antes, dado que tú eres un Vigilante que es, además, un Observador, y ella es parte de los militares, más precisamente del Overwatch. Sus identidades no son precisamente públicas, después de todo.
– ...pues, dicho así, tiene sentido que sea raro... no lo había pensado de esa manera.
El dúo se mantuvo en silencio unos segundos.
– ¿Y?
– Bueno, fue hace menos de un año. Diría que fue en... – hizo un pequeño conteo con sus dedos. – ... ¿diciembre? Sí, diciembre. Yo acababa de terminar mi entrenamiento como mago cuando nos encontramos en Suiza.
– ¿Suiza? Pero ¿no eres tú japonés? ¿Vivías en Japón antes de ser mago?
– Sí.
– ¿Y por qué diantres estabas estudiando en Suiza en lugar de hacerlo en la base japonesa?
– Algunas cosas pasaron, y tenía que estudiar fuera del país. Suiza era lo más seguro, aparentemente.
– ...no puedo negar eso. Aún me parece ridículo que el lugar más seguro durante la guerra haya estado en medio de las bases de todos los participantes.
– Es muy irónico.
– Continua.
– Como decía, fue en diciembre del año pasado. Me estaba tomando un café en la semana que teníamos libre tras terminar nuestra especialidad-
– ¿Tú elegiste Vigilante, no es así?
– Exacto.
– Ya veo. Sigue.
– Me encontré con Alice entonces. Fue un encuentro fortuito, pero nos quedamos hablando sobre nuestras carreras en la [Organización]. Alice estaba complicada porque, según ella, le "habían invitado a una unidad especial dentro de los militares", y no estaba seguro de si debía aceptar o no. No confiaba plenamente en su capacidad de desenvolverse en el nuevo puesto.
– ¿Te dijo cuál era esa unidad?
– No, pero viendo donde está ahora, estoy seguro de que debe haber sido el Overwatch.
– Tiene sentido. Hizo bien en no decirte nada.
– Después de eso no nos encontramos hasta que volví de Chechenia.
– ¿Chechenia? ¿Qué demonios hacías en Chechenia?
– Tras terminar mi especialidad me asignaron a un equipo que estaba en Chechenia. Estuve ahí unos tres meses.
– Entiendo.
– Pues bien, digamos que Chechenia no fue muy...
– ¿Hospitalario?
– Iba a decir amigable, pero eso también sirve.
– Y fue el turno de ella de ayudarte con tu decisión, ¿verdad?
– Pues... sí. ¿Cómo lo supiste?
– Mira, Issei. Puede que no lo parezca, pero Alice no está en el Overwatch solo por ser una chica rubia con personalidad atrevida en el mundo occidental. En la [Organización], cosas como esa no importan.
– Al punto, por favor.
– Claro, claro. El punto, Issei, es que Alice es una veterana de guerra. Una bastante condecorada, de hecho. Viste sus galones de veteranía, viste que es una oficial militar, viste que está en una de las unidades más elitistas de toda la [Organización]. Tu pasaste por una zona de guerra, y ella tiene mucha experiencia en ellas. El que ella te ayudara a lidiar con las secuelas de pasar por una de esas es la deducción más lógico. Tiene mucha más experiencia que tú en ese campo.
– Ya veo...
– Pero bueno, al menos eso responde mi pregunta.
– ¿Qué hay de ti, Franz? ¿Tú como conociste a Alice?
– No hay mayor historia detrás. Nos conocimos cuando ella se unió al Overwatch a finales del año pasado.
– ¿Tú cuánto tiempo llevas en el Overwatch?
– Hum... diría que... ¿un año? Cuando terminó la guerra tomé cursos de magia para calificarme como mago militar, que me resultaron más cortos gracias a que, por ser militar, ya tenía parte de las materias cursadas. Cuando me gradué me ofrecieron unirme al poco tiempo, en parte porque las prioridades cambiaron.
– Ya veo...
Siguieron en silencio un rato más.
– Ne, Franz.
– ¿Sí?
– ¿A qué te refieres con que "las prioridades cambiaron"? ¿O es eso también información de rangos más altos?
– No es precisamente un secreto, pero puede haber sido menos claro para ti que te uniste hace relativamente poco. – Giraron una esquina, tomándose unos segundos para escanear la calle delante de ellos. – Cuando estábamos en guerra, la mayoría de los recursos y personal se iban a las fuerzas que combatían: los equipos civiles de Agentes e Inquisidores, y el Cuerpo Mágico y demás grupos militares de la rama Delta. Cuando la guerra acabó, de un día para otro ya no necesitas tanta gente lista para ir a pelear. Es algo de sentido común: consumen muchos recursos y no te reportan ninguna utilidad real.
– Huh... ya veo.
– Muchos magos de combate abandonaron los Agentes e Inquisidores. Varios se fueron a los Guardias y algunos a los Vigilantes, aunque una parte respetable sencillamente abandonó el servicio activo.
– ¿Y qué pasó con esos que dejaron los equipos civiles?
– Varias cosas: algunos se unieron a grupos de investigación, laboratorios, etc. Otros se hicieron profesores de diversas ramas: combate mágico, liderazgo, magia de supervivencia en condiciones de no-magia... te mentiría si dijera que sé todo lo que enseñan. Es probable que alguno de tus profesores fuera un veterano de guerra, aunque dado que eres un Vigilante, no es tan seguro como si hubieras sido, digamos, un Inquisidor. Y, por último, algunos ascendieron o se trasladaron a puestos administrativos, donde su conocimiento de cómo funcionan los magos les hace excelentes asesores a los oficinistas y burocráticos regulares.
Issei no respondió, apenas dando un asentimiento como indicativo de que recibió la información. Siguieron caminando por algunos minutos más hasta llegar a la cafetería del día anterior: Alice y Asia ya les estaban esperando en el lugar.
– ¿Qué les tomó tanto? – Se quejó la oficial. Asia asintió, reforzando el punto de molestia de su compañera.
– Nada. Solo hablábamos, – se excusó Issei. Alice miró a Franz, quien solo asintió de vuelta.
– Hum... – la sospecha era clara en los ojos de la teniente, pero viendo como Asia ya estaba de vuelta al lado de Issei y ya le había perdonado, decidió que no valía la pena enfrentarse a los tres y se resignó con un encogimiento de hombros. – Lo que sea. ¿Vamos?
– Veamos... el punto de reunión está en lado sur de la ciudad. ¿De verdad teníamos que venir al lado occidental primero?
– Es idóneo para quitarnos de encima a posibles vigilantes hostiles, sobre todo cuando ya nos estaban siguiendo. – Explicó Issei, antes de que Franz diera otro comentario molesto explicando algo que para él ya era obvio.
– Espera, ¿los estaban siguiendo?
– ¿No recuerdas cuando Franz nos lo indicó allá en mi casa?
– Digamos que... no estaba escuchando mucho...
– Sí, lo recuerdo claramente: "¡No tomaré otro líquido transparente en mi vida!", ¿Verdad?
– Ugh... no volveré a tomar nunca más en mi existencia...
– Y eso, chicos, – indicó Franz, un dedo en el aire como si fuera un profesor dando su lección a un grupo de niños curiosos, en este caso representados por los dos Observadores. – Es lo que todos los que beben alcohol dicen tras emborracharse la noche anterior. Para más demostraciones, por favor presten atención a Alice cuando terminemos nuestro trabajo aquí en Kuoh.
– ¡Franz~!
– ¡No dije nada!
Y cuando la rubia se dio la vuelta y siguió caminando, Franz miró a Issei, quien a su vez le asintió de vuelta. El europeo le mandaría el video posteriormente.
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Sector Sur, Kuoh
El grupo llegó, cuidando sus pasos, hasta un edificio a las afueras de la ciudad. Parecía ser una bodega industrial: estructuras de su tipo no eran escasas en Kuoh, aunque pocas se mantenían en buen estado gracias al abandono, y como resultado se hicieron nidos de actividad ilícita tanto humana como sobrenatural. Al llegar, Franz se acercó a la puerta y la golpeó con los nudillos tres veces. Cuando recibió un golpe de vuelta, empezó otro juego de palabras clave:
– Victoria, – dijo.
– Victoriosos, – recibió de vuelta.
– Vencedores, – dijeron ambos a la vez. Con un par de sonidos desde el otro lado, la puerta se abrió y el grupo pudo ingresar al edificio.
Y entonces Issei debió preguntarse qué clase de magia no le permitió escuchar el bullicio de doscientos hombres preparando su equipo.
El lugar estaba repleto de cosas: soldados, armas, municiones, equipo auxiliar... salvo en la base central en Suiza, nunca había visto tanto equipo militar junto. El hombre que les abrió la puerta era de un rango desconocido para él, dado que no conocía casi nada sobre los militares, pero supuso que era de rango inferior a Franz y Alice dado que, apenas cerró la puerta, se volvió hacia ellos llevándose la mano al costado de la sien.
– Tenientes. Un agrado tenerlos de vuelta. – Los saludó, bajando su mano una vez Alice le diera un corto asentimiento de cabeza. – Las tropas se están terminando de preparar, y dentro de unos minutos podremos empezar con las operaciones.
– Excelente, sargento primero. – Indicó Franz, ojeando a los presentes. Pareció notar algo, pues se giró hacia el sargento con una ceja levantada. – No veo al capitán o al primer pelotón.
– No han llegado aún. El capitán tuvo que desviarse poco antes de partir, llevándose al primer pelotón con él, y debería de arribar esta noche. El capitán le confirió el mando a la teniente Meyer.
– Oh~ ya veo, ya veo...
– Alice, quita esa cara perversa que tienes de tu rostro.
– Aguafiestas.
– Sargento primero, ¿Qué hay de la oficial ejecutiva? Ella debería tomar el mando de la unidad cuando el capitán no esté, después de todo.
– No estoy seguro, pero parece ser que el capitán se la llevó con él a lo que fuera que tenían que hacer. Si me preguntan, no sé qué diablos tenían que hacer que requería a tres oficiales y un solo pelotón. Pero bueno: el tema es, la teniente Meyer está a cargo hasta que regresen o la oficial ejecutiva o el capitán.
– Genial.
– Alice.
– ¿Qué?
– No cometas locuras.
– ...
– ...
– Bien, como digas, Franz. Hora de ser una respetable oficial a cargo de su unidad mientras lucha contra el mal del mundo y bla bla bla.
Mientras Alice giraba los ojos ante un Franz de brazos cruzados, el sargento ojeó brevemente a los dos magos con uniforme civil de la [Organización] con curiosidad en el rostro.
– ¿Y estos magos?
– Ah sí. Sargento primero, estos son los magos Hyoudo y Argento, del 4to Equipo de Información. Trabajarán con nosotros en esta misión.
– ...entiendo. Un placer.
– Lo mismo digo.
Cuando estrecharon sus manos, Issei pudo notar la cierta animosidad emitida por el sargento hacia él y Asia. ¿Era porque eran magos? ¿O era porque pertenecían al mando central? Siempre estaba la posibilidad de rivalidades internas entre servicios: después de todo, no conocía como funcionaba el Overwatch. Además, por último, estaba el tema de las franjas de veteranía. Asia no tenía ninguna, y él mismo apenas tenía dos. No sabía cuántas tenía dicho sargento, ya que vestía con su uniforme de combate militar urbano, pero seguro eran mucho más que las suyas.
– Bien, entonces... sargento primero. – El aludido se giró hacia Alice, quien había relajado su expresión feliz a algo más serio, concentrando su mirada en las tropas frente a ella. – El teniente Kaltenbrunner y yo revisaremos a las tropas. Hyoudo y Argento le pondrán al día respecto a la información que tenemos, de posibles fuerzas hostiles, y de fuerzas... "aliadas."
Y ambos oficiales se perdieron entre el mar de gente con uniforme digital urbano que alistaba sus armas. El sargento y los magos se miraron incómodamente por unos momentos, para que luego el militar le hiciera un gesto al dúo y guiarlos hasta una pequeña oficina en el segundo en una esquina de la bodega con vista al patio interior.
– Bien, entonces... – comenzó, una vez los tres se hubieran sentado alrededor del escritorio: los magos delante, y el sargento detrás de este. – ¿Debería preguntar por qué son tan amigables con los tenientes? Tengo entendido que es la primera vez que se ven.
– Yo me encargo de esto, – le susurró el japonés a su compañera. Asia asintió, permitiendo que el castaño tomara la palabra. – La teniente Meyer es una vieja conocida de hace muchos meses atrás. El teniente Kaltenbrunner simplemente le sigue la corriente.
– Ya veo... bueno, eso aparte, ¿cuál es la situación?
– Le resumiré lo que sabemos hasta ahora. ¿Tiene donde anotar?
– Claro. – El sargento sacó una libreta y un lápiz de su chaqueta, apoyando el primero sobre la mesa mientras se inclinaba sobre este. – Adelante.
– Supongo que sabes de las Excalibur robadas, que se sabe están aquí.
– Afirmativo.
– En la ciudad residen dos herederas de pilares demoníacos.
– También soy consciente de eso.
– Estas herederas son las hermanas de dos de los actuales Cuatro Satanes.
– ...oh. Oh, shit.
– Ajá.
El sargento dejó de escribir y se masajeó el puente de la nariz.
– Esto se pone peor después, ¿verdad?
– Puedes apostar que sí.
– Bien. – Tomó de vuelta el lápiz. – Continua.
– Las dos herederas tienen séquitos menores. Capaces para su edad, pero de baja experiencia y menores aun en números.
– Bien.
– Fuera de los demonios locales, la iglesia envió un pequeño equipo para investigar y recuperar las Excalibur.
– ¿Composición?
– Dos exorcistas base y un consulere-maestre.
– No jodas.
– La teniente Meyer pareció reconocerlo. Dice que lo vio durante la guerra.
– Esto se pone mejor por el minuto. ¿Estatus de esa fuerza?
– Hicieron un acuerdo con el encargado de los equipos civiles de la zona. Son aliados por ahora.
– Entiendo. ¿Qué hay de nuestros enemigos?
– Al menos cien caídos: al menos doce de 3 pares de alas y cuatro de 4 pares de alas. No sabemos si hay de mayor categoría, pero dicen que probablemente haya un [Cadre] detrás de esto.
– fiiiuuuu... simplemente genial, ¿eh? De todos modos, es una buena semana para morir. ¿Algo más?
– Dos cosas. Primero: con los caídos parece haber un complemento de humanos, pero son débiles y no son veteranos de guerra. Segundo: el centro de mando enemigo es una pequeña iglesia cristiana a las afueras de la ciudad, hacia el norte. Fuera de eso, dicen que podrían llegar más exorcistas, pero nada es seguro.
– Entendido. Esto será muy útil para ajustar los operaciones locales.
– ¿Terminamos aquí?
– Así es. Pueden ir con la teniente Meyer ahora. Ah sí, y un par de cosas: primero, aunque quizá ya lo sepan, esta bodega será nuestra base de operaciones en Kouh. Otras tropas llegarán para unírsenos, probablemente las compañías número dos y tres del Overwatch.
– Entendido. ¿Y lo otro?
– Necesito saber bajo el mando de quien están. No creo que estemos en buenos términos con Bradley, de todas las personas. Y antes de que digan que es la teniente Meyer, me refiero al mandamás que les dijo que se pusieran bajo las órdenes de ella.
Asia e Issei se miraron entre sí.
– En este momento, estamos operando bajo el liderazgo del jefe de departamento Haugen, de Seguridad Externa.
– Con eso es suficiente. Pueden irse.
El dúo asintió antes de retirarse rápidamente. Hablar con ese sargento fue extenuante.
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De vuelta en el nivel inferior, el dúo de magos navegó entre la soldadesca hasta encontrar a Alice y Franz, quienes ahora estaban vestidos de forma similar al resto: uniforme de combate de camuflaje gris oscuro y equipo militar acompañando. Issei lo comparó con otros ejemplos que vio en el internet: eran similares, aunque los soldados de la [Organización] parecían llevar algo menos de cosas encima, y se veía mucho más moderno.
Eso último podría deberse a que lo veía en vivo, pero igual.
Intentó distinguir que vestían: observó los pantalones y chaqueta de combate, y un chaleco antibalas algo delgado. ¿Estaría reforzado con magia? Aparte de eso, una red de tiras y tela que sujetaba varias cosas: cargadores, cantimplora, lo que suponía eran herramientas de campo...
Sep, nada de "vigilantes de control interno" de la [Organización]. Esto era un ejército en toda regla.
– Hyoudo. Argento. ¿Ya terminaron de hablar con el sargento primero? – Alice los recibió cerca de la puerta por donde entraron. A su lado, Franz terminaba de acomodar su equipo mientras hablaba con un soldado.
– Así es, teniente. – Respondió el japonés. Asia asintió a su lado.
– Eso es bueno. Escuchen, probablemente ya lo sepan, pero no está de más recordarlo: a partir de ahora, cuando estemos operando activamente, rango y apellido para comunicarse en persona, códigos si es mediante radios. ¿Recuerdan el mío?
– ¿Overwatch 1-3? – Preguntó Asia. Alice asintió.
– Así es. Franz es Overwatch 1-2, y nombres con más números son nuestros soldados. Con eso estamos listos para comunicarnos.
– ¿Recuerdas los nuestros? – Inquirió Asia, sorprendida. Ante la mirada interrogatorio de Alice, se corrigió. – Te veías muy mal allá en la casa como para pensar claramente...
– Ah, por eso. Pues claro que me los sé: me los aprendí antes de venir. – La oficial les guiñó un ojo antes de darse la vuelta y dirigirse a otros de los militares presentes. Los dos magos se miraron entre sí, confundidos.
– ¿Qué hora es, Issei-san?
– Hum... déjame ver. – Sacó su teléfono, revisando brevemente la pantalla. – Algo después de las seis. ¿Por?
– Pensaba en la hora para la cena, aunque... no creo que alcancemos a comer algo...
– Sí... tienes razón.
– Hyoudo. Argento. – Alice les llamó desde unos metros de distancia. Alrededor de ella estaban Franz y algunas personas más, probablemente los sargentos del grupo. – Vengan aquí, ¿quieren?
El dúo se miró entre sí nuevamente antes de asentir y acercarse.
– ¿Qué necesita, teniente Meyer?
– ¿Consiguieron el domicilio de la lacra de Mondrian?
– S-sí, Asia la tiene. – Algo impactado de nuevo por el puro odio en las palabras de la oficial, Issei le indicó a su compañera que le pasara el papel con el dato a la rubia militar, olvidando el usar el apellido de su compañera. – Mondrian accedió a compartírnosla debido a que confiaba en Asia, al ser una exmiembro de la iglesia y todo eso.
– Ese exceso de confianza será su fin algún día. Bien, a repartir tareas. – Girándose de vuelta al grupo que le acompañaba, Alice empezó a delegar tareas. – Sección médica, se quedarán aquí y terminarán de arreglar el lugar. Sección de morteros, prepare un emplazamiento de tiro en el patio trasero de los almacenes. Destacamentos de zapadores y de reconocimiento, irán a la iglesia bajo el mando del sargento de primera clase Brooks: recon se encargará de vigilar el lugar, los zappers tomarán nota de sus defensas físicas y mágicas en el probable caso de que debamos atacarla. El sargento primero mantendrá la organización del campamento. Pelotones segundo y tercero, conmigo. Realizaremos una redada en la ciudad. ¿Todos entendieron?
– ¡Sí, señora!
– Bien. Son poco más de las seis de la tarde: empezaremos a salir en una hora más, cuando realmente empiece a oscurecer. Les presentaré a nuestro apoyo local. – Alice se hizo a un costado, mostrando a ambos estudiantes de la academia Kuoh con una mano. – Les presento a los Observadores Hyoudo, clave Zulu 4-4-1, y Argento, clave Zulu 4-4-2. Argento guiará al grupo que vaya hacia la iglesia, y Hyoudo será el guía de la ciudad. ¿Dudas? – Ninguna mano se levantó. – Bien. Pueden retirarse. Recuerden, a las 1915 horas empezamos a salir.
Mientras el grupo se dispersaba (y Asia nerviosamente trataba de entablar una conversación con el grupo que Alice le acababa de asignar), Issei intentó acercarse a la oficial rubia. Se encontró, en cambio, con Franz, quien estaba revisando su propia pistola.
– Teniente Kaltenbrunner.
– Dime, Hyoudo.
– ¿Qué irán a atacar hoy? No recuerdo saber de algún objetivo...
– Ah, ¿eso? Pensé que era obvio: Alice va a por Mondrain.
...
Issei no sabía que cara debía de estar haciendo en ese momento.
– ¿Qué?
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Más tarde...
"Overwatch 1-6 y 1-7, este es 1-3. Confirmen su ubicación."
"1-3, 1-7. Estamos a unos... ¿cuántos? Ok. Estamos a trescientos metros de la iglesia. Nos acercamos por el suroeste."
"1-7, 1-3. Entendido, comenzamos silencio de radio. Buena suerte."
"4-2, este es 4-1. Buena suerte a ti también. Trata de no ponerte muy nerviosa."
"¡H-hai! ¡E-entendido, 4-1!"
"4-1 fuera."
Issei suspiró levemente, un deje de preocupación en su rostro. Hacía ya al menos treinta minutos que habían abandonado la bodega las primeras unidades, y él mismo se hallaba nerviosamente haciendo de guía para el centenar de soldados detrás suyo. No estaban todos en la misma calle o muy juntos, desde luego, pero la oscuridad que ya había caído sobre Kuoh y la dispersión que tenían hacía poco probable que fueran vistos en gran cantidad. Issei se permitió suprimir una pequeña risa: debido a su uniforme de civil, que era algo similar a un uniforme de oficina, bien podría pasar por el jefe de todos los soldados con ropas de combate. Volvió al rostro serio y se concentró en el camino, buscando con los ojos la dirección en la que se hospedaban los exorcistas.
Repasó mentalmente al grupo que dependía de él: poco más de cien militares de élite, de los cuales al menos un par estaban delante de él moviéndose entre las sombras, vigilando que nada hostil se apareciera, y el resto disperso por las calles cercanas hacia sus lados y retaguardia. Estaba seguro de que el grupo se extendía por un buen trecho.
Volteó otra esquina, y el par que estaba delante suyo se detuvo y mantuvo escaneando el lugar: otro par se adelantó y tomó su lugar enfrente del japonés, manteniendo la escolta.
Issei solo esperaba que, si lo que tenía entendido de Mondrian era cierto, esto fuera suficiente para contenerlo.
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XXXXXXXXXX
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– Señor Mondrian, no es por ser quejica, y sé que es nuestro segundo día aquí, pero... ¿no había nada mejor?
– ¿Hm? ¿A qué te refieres, Shidou?
– A nuestro alojamiento. Entiendo que no podamos usar la iglesia si está ocupada por los enemigos de Dios, pero... ¿no había algo mejor para alojarnos que una posada?
– Sigo sin ver tu punto, Shidou.
– Lo que Irina quiere decir, señor Mondrian, – intervino Xenovia, la otra exorcista base que integraba el grupo. – Es que encuentra que nuestra acomodación actual es, por decirlo de cierta forma... insuficiente.
– ¿Insuficiente?
– Así es, y debo decir, comparto la opinión.
– ...
– ...
– ...
– ¿Y eso por qué?
– ¿En serio? ¡Solo mire! El espacio limitado, el tamaño del baño, la falta de espacios para practicar... ¡es obvio!
– ... Shidou. Es. Una. Posada. No se suponga que sea de gran tamaño o que tenga instalaciones lujosas.
– ¿Puedo preguntar el por qué estamos alojándonos aquí, señor Mondrian? – Inquirió Xenovia, levantando una ceja. Ella e Irina estaban sentadas en la cama de dos plazas que compartían, cerca de la puerta, mientras que Mondrian se encontraba sentado en la mesa en mitad de la pequeña habitación.
– Más que nada, fondos. Y practicidad: si vamos a movernos por la ciudad, nos conviene estar dentro de ella.
– ¿Pero no podíamos ir a un hotel?
– Estamos en una misión oficial de la iglesia, no en un viaje de placer.
– ¡Pero este lugar es muy incómodo para estar tantas horas! – Reclamó Irina, dejándose caer de espaldas. – ¡Además de que estamos nosotras y usted compartiendo habitación!
– Es una posada. No se supone que pases mucho tiempo dentro. Se usan para dormir y tener comidas ligeras. Y compartimos habitación porque es más económico.
– Pero aun así...
– Espera. ¿No me digan que se han alojado en hoteles todas las veces que salieron en misiones largas? – Ambas exorcistas base desviaron la mirada. Mondrian se llevó la palma a la cara. – Ahora entiendo por qué sus reportes de misión siempre tienen altos costos registrados. ¿Nunca les enseñaron a ser frugales? Es una enseñanza básica de la iglesia. – Las dos adolescentes agacharon la cabeza, en el caso de Irina volteándola, rojas de vergüenza. – ¿No se supone que tienen un juramento a vivir humildemente? – Ocultaron aún más la cabeza, de ser posible. – ¿Qué diantres les enseñan hoy en el entrenamiento de exorcistas, Dios mío?
Las dos exorcistas quedaron en sus lugares, murmurando lo que Mondrian supuso eran excusas baratas. Suspirando, el consulere-maestre se dedicó a revisar sus armas: la espada ya había sido comprobada, y ahora revisaba que su pistola funcionara correctamente. Municiones imbuidas con luz sagrada a un lado, con guantes y paños revisó el mecanismo de disparo y el sistema de recarga del arma semiautomática. Contento con el estado del arma que había recibido y vuelto su compañera inseparable durante la [Guerra Mágica], dejó todo sobre la mesa y volvió a inspeccionar la habitación: las dos exorcistas a su cargo habían aprovechado su falta de atención para escabullirse al baño juntas, pese a sus comentarios sobre el tamaño de este, y habían salido de este con sus ropas de dormir. Mondrian no dudaba de que estaban siendo conscientes sobre estas, especialmente ahora que compartían habitación con él, pero no podía importarle menos: él era un hombre de fe, y cada momento que gastaba en Kuoh era dedicado a pensar sobre la crítica misión que les habían encargado (y, de vez en cuando, a reírse de cuando Irina Shidou intentó comprar un cuadro del que supuestamente era el Arcángel Michael, cayendo redonda en todos los trucos básicos de marketing).
Revisó, igualmente, que las Excalibur de sus cargas estuvieran a resguardo: Destruction estaba oculta debajo de la cama, mientras que Mimic seguía imitando una pulsera en la muñeca de su compañera. Tranquilo de que las cosas estuvieran a salvo (no se había molestado en dirigir de cerca a las dos novatas, dado que gastó el día anterior haciendo reconocimiento de la ciudad y reuniéndose con los magos de la [Organización]), tomó su arma de fuego y la colocó dentro de su funda, dentro de la parte superior de su uniforme de exorcista. Dirigía su mano a tomar su espada cuando escuchó un ruido suave, casi como un leve golpeteo, proveniente del pasillo. Su mirada, que vagaba por la habitación, notó algo raro casi de inmediato.
– Quarta. Shidou. La puerta estaba cerrada, ¿verdad?
– ¿Uh? ¿Por qué la pregunta, señor Mondrian? – La exorcista de origen japonés tenía una ceja levantada, sentada sobre su cama. La peliazul, por su parte, estaba ya echada en esta mirando el techo, pero asintió con su cabeza en un gesto que pasó desapercibido por su superior.
– Solo contesten.
Ambas exorcistas base se miraron.
– Eso creo, – informó Xenovia.
– Yo recuerdo haberla cerrado cuando entramos de vuelta esta tarde... – divagó Irina, su mirada dirigiéndose hacia el mencionado objeto. El consulere-maestre mantenía aún sus ojos fijados en la estructura, cuando escuchó algo que le hizo congelar la sangre.
Click.
Y la puerta, ya abierta, se separó del marco otro par de milímetros.
– ¡Al suelo!
Mondrian agarró su espada rápidamente y volteó la mesa de una patada, tumbándola de costado y arrojándose detrás de esta. Irina y Xenovia, quienes se habían parado y sentado respectivamente, se miraron confundidas, girando su cabeza hacia el centro de la habitación, donde un objeto cilíndrico que había aparecido desde la abierta puerta había golpeado el suelo. Ninguna lo conocía, pero sabía que no significaba nada bueno.
– Oh-oh...
¡BANG! ¡BANG! ¡BANG! ¡BANG! ¡BANG! ¡BANG! ¡BANG! ¡BANG! ¡BANG!
Los nueve destellos de la granada cegadora inundaron de luz la habitación, desorientando a las dos adolescentes, antes de que la puerta se abriera de golpe y un grupo de personas armadas irrumpiera dentro. Apenas Mondrian escuchara la puerta golpear el muro se asomó de su escondite y arrojó su espada con la punta apuntando hacia el centro del marco, disparando seguidamente tres tiros de su arma antes de dejarse caer, evitando que muriera producto de la gran ráfaga de balas que arrasó la parte superior y media de la mesa detrás de la cual se ocultada. Sacando un objeto circular oculto entre sus ropas, lo arrojó por el costado y espero a que hiciera efecto.
– Flashbang!
¡BANG!
Aprovechando el estado desorientado de sus enemigos, Mondrian salió con un rápido movimiento de su escondite y se abalanzó sobre los atacantes: al primero lo derribo con una tacleada, disparándole en el pecho al siguiente que lograra reconocer como hostil. Se giró para buscar más amenazas, solo para encontrarse con un par de botas a meros centímetros de la ventana que estaba justo al lado suyo.
"Mierda..."
¡CRASH!
El golpe lo arrojó sobre el suelo, seguido a lo que sintió a alguien posarse sobre él y restringirlo con su peso. Incluso para su estado aturdido no era alguien muy pesado, por lo que intentó liberarse, pero pronto otras manos ayudaron a restringirlo contra la madera, arrebatándole cualquier oportunidad de escape. Girando lo que pudo la cabeza, alcanzó a ver a su captor: pese al uniforme militar, logró distinguir una cabellera rubia y un rostro femenino que le miraba con superioridad.
– ¡Tango 2 asegurado! – Escuchó venir de alguien más en la sala.
– ¡Tango 3 asegurado! – Indicó otra persona.
– ¡Tango 1 asegurado! – Gritó su captora. Mondrian gruño en protesta al sentir como le eran esposadas las manos y arrebatada su arma, pero tuvo que aguantarse cualquier gesto hostil. A juzgar por lo dicho por los asaltantes, parecía que los tenían identificados de antemano, y buscaban capturarlos más que matarlos. ¿Por qué? No tenía idea, pero estaba seguro qué lo averiguaría pronto.
Fue levantado del suelo, lo que le permitió darse cuenta del estado de sus compañeras: tanto Irina Shidou como Xenovia Quarta estaban sujetas contra el suelo, con las manos esposadas a su espalda y el cañón de un fusil tras ellas. Los asaltantes parecían estar buscando algo, aunque a juzgar por sus gestos y movimientos, no lo habían encontrado. Analizó el daño que le había infringido a sus atacantes: había uno que había sido movido desde la puerta a un costado, la espada del exorcista aún clavada en el centro de su pecho. Había, además, dos personas apoyadas contra la pared en el pasillo, ambas con vendajes sujetos contra una parte de su pecho. Se permitió una pequeña sonrisa de autosuficiencia: puede que no los hubiera matado, pero las pistolas de los exorcistas y sus balas mejoradas seguían siendo efectivas contra la protección de los soldados. Al que había derribado anteriormente lo vio sujetándose la cabeza en una esquina, probablemente recuperándose del golpe contra el suelo, y al último al que le había disparado lo encontró revisando su chaleco antibalas por encima, más concretamente, el agujero que casi terminaba de atravesarlo y provocarle una herida. Mondrian suspiró internamente: dos de tres tampoco estaba mal.
– ¡Whiskey 2 asegurado! – Gritó uno de los soldados, señalando un bulto que otro se encontraba extrayendo de debajo de la cama. Mondrian chasqueó la lengua: tenían una de las Excalibur. No tenía duda ahora de que las estaban buscando. ¿Estarían trabajando con los ladrones de las espadas de hace unas semanas atrás? Lo dudaba, el modus operandi era distinto. Los caídos eran los ladrones, y ellos no solían usar métodos y tácticas modernas para... atacar...
Mondrian revisó los uniformes de todos los presentes, sus temores volviéndose realidad: todos los soldados tenían en su brazo izquierdo el símbolo de la [Organización].
Su captora rubia le dio un golpe en la espalda, y los soldados empezaron a escoltarlo afuera.
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Issei observó como Mondrian era escoltado por los soldados del Overwatch fuera del hostal donde él y las exorcistas se estuvieran hospedando. Sabía que la misión era de capturarlos con vida, y le alegraba que al menos el líder estuviera vivo y aparentemente sano, pero temía por el estado de Irina y Xenovia. Además, no se atrevía a mirar a la cara al consulere-maestre: sabía que era su trabajo obedecer las órdenes cuando algo tan serio estaba en juego, pero no lo hacía sentir menos culpable. Cuando menos, agradeció que probablemente Mondrian no lo vería gracias a la oscuridad de la noche y a la desconexión del alumbrado público de la zona.
Franz había tomado al segundo pelotón y lo había dividido en grupos que vigilaban las esquinas cercanas y la entrada al hostal, desviando a cualquier curioso. Alice había hecho algo similar: tomó a dos escuadrones y se aventuró hacia el hostal objetivo, dejando al resto en la calle como reserva. Tal parecía que habían triunfado, aunque viendo a los soldados heridos y el cadáver con equipo militar que salieron del lugar, estaba claro de que no había sido gratis.
Mondrian fue llevado a un puesto de mando improvisado a un costado de la entrada, donde Franz y Alice, además de algunos soldados como protección, se encontraban. Intentó mantenerse al margen, pero no tuvo éxito al llamarlo la militar rubia.
– 4-1, ven aquí. – Le indicó, haciéndole un gesto para que se acercara. – Confirma que este es Albrecht Mondrian, consulere-maestre de la iglesia católica romana.
Issei sabía que Albrecht lo reconocería si hablaba, pero no tuvo más opción que dar su visto bueno. El exorcista le miraba, y a juzgar por sus ojos, ya lo había identificado de todas formas. Intentó, lo más posible, que su voz saliera resignada.
– Afirmativo, 1-3.
– Perfecto.
Alice entonces se ubicó enfrente del prisionero, encendiendo una luz para que pudieran verse claramente. Se quitó el casco y los lentes de protección, permitiéndole a Albrecht observar su rostro.
– Entonces... dime, Albrecht Mondrian: ¿me recuerdas?
– Si quieres que sea honesto, la respuesta es que no sé quién eres. La última vez que revisé, no tenía ningún conocido en la [Organización] que sobreviviera a la guerra.
– Muy gracioso... dime, ¿esto te suena de algo? Amazonas, Brasil, [Guerra Mágica]. ¿Eso te dice algo?
El exorcista abrió los ojos desmesuradamente. Revisó el rostro de la rubia de arriba a abajo, pero tras unos segundos, se calmó considerablemente.
– No sé de qué estás hablando.
– No tiene sentido que lo ocultes, cariño~ – Issei giró los ojos ante el sarcástico adjetivo, y estaba seguro de que Franz le imitó. – Yo lo recuerdo claramente. Recuerdo cla-ra-men-te como tú y tu compañero aniquilaron a todo mi grupo sin piedad, persiguiéndonos durante horas y sin darnos una oportunidad para escapar. Oh, como han cambiado las cosas, ¿no es así?
– ¿Yo y mi...? – Albrecht estaba totalmente confundido, era cosa de ver su rostro para saberlo. Súbitamente este se relajó, cosa que provocó que sus captores se miraran entre sí, igual o más confundidos. – Ah, eso que ocurrió el 2005. Sí, lo recuerdo.
– ¿Quién pensabas que era?
– No te molestes en saberlo. Hay cosas que es mejor si se mantienen ocultas.
Alice y Franz se miraron entre sí, consultándose silenciosamente. El oficial varón se acercó a Albrecht y le agarró del cabello, tirando de su rostro para arriba.
– Mejor empieza a hablar, o sino...
– ¿O sino qué? – El exorcista soltó una risa corta. – ¿De verdad crees que les voy a contar? Valoro mi vida, muchas gracias. Solo les contaría en última instancia, ya que eso provocaría que también los cazaran a ustedes.
– Buena suerte con eso. A este nivel ya somos inmunes a temas como ese.
– Eso dicen todos los de la [Organización] sobre cierto nivel. Es lo que te indica que tan altos están en la jerarquía: pasado cierto nivel, mientras más alto están, más temor tienen de las fuerzas invisibles. No se preocupen, no diré nada. No vale la pena que más gente muera por eso.
Ambos oficiales se volvieron a consultar con la mirada, aparentemente alcanzando un silencioso acuerdo, cuando la radio de Franz sonó.
"1-3, 1-3-2. Tenemos una situación aquí."
Alice suspiró en lo que Franz atendía la radio. Su interrogatorio tendría que esperar.
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Rías Gremory no estaba teniendo una buena noche.
Sona le había advertido antes, esa mañana, de que había resumido la vigilancia sobre Issei Hyoudo y Asia Argento. No lo encontró algo agradable, sobre todo porque eso podía implicar que ella buscaba nuevamente reclutarlos para su nobleza (cosa que ambas habían intentado anteriormente), pero se había calmado pensando que era, después de todo, Sona. Seguro tenía motivos más que justificados, sobre todo con la situación crítica en la que se encontraba la ciudad de Kuoh.
Pero eso solo hizo que se alarmara más cuando, al anochecer, le llegara un mensaje de Sona diciéndole que su [Reina], Tsubaki Shinra, había perdido el rastro de ambos magos independientes después de que estos entraran a su residencia. Preocupadas de que podrían estar involucrados en el asunto de las Excalibur, ambas herederas demoniacas reunieron a sus [Noblezas] y se lanzaron a las calles de Kuoh, buscándolos. Entonces fue cuando se encontró con la segunda mala noticia: Kiba Yuuto, su [Caballero], estaba desaparecido e incomunicable. Decidiendo buscar tanto al miembro faltante de su nobleza como a los magos perdidos, los tres miembros de la nobleza Gremory se lanzaron a buscar en la oscuridad de la noche.
Pese a eso, no lograron hallar nada durante horas. Rías estaba a punto de rendirse cuando, a una distancia relativamente corta de donde se encontraba, escuchó unos sonidos que claramente no eran comunes en Kuoh.
Disparos.
Había otros también, pero esos eran los que más destacaban. Sin avisarle a Sona, dirigió a sus siervos hacia la fuente del ruido, esperando encontrar una pista de sus desaparecidos compañeros de escuela o de las fuerzas que hacían sus movimientos en Kuoh, amenazando su ciudad en transformarse en una zona de guerra.
En retrospectiva, debió haberle comunicado su plan de acción a su compañera.
– Lo diré otra vez, niña. No des otro paso. – Pese a las palabras neutras del hombre frente a ella, era un hecho de que tanto él como los soldados apostados a su alrededor no eran amigables. Tanto el tono de voz del que se comunicaba con ella, a varios metros de distancia, como las armas que estos tenían apuntando hacia el suelo, pero en dirección a ella y su grupo eran una clara indicación de aquello. Esquivar no era una opción viable tampoco: había más en las ventanas de las edificaciones de la calle: un campo de tiro cruzado del que sería muy difícil escapar indemnes.
– Y le repito, solo queremos pasar. No hay por qué ponerse violentos. – Intentó dar otro paso adelante, pero apenas posó nuevamente su pie en el concreto los cañones de los fusiles ya se habían fijado en su figura y la de su séquito. Se mordió levemente el interior de la mejilla. Las cosas no avanzaban bien.
Notó como uno de ellos, más atrás que el resto, hablaba mientras mantenía su mano en su oreja. Dedujo que era un comunicador. Agudizó el oído para escuchar que decía:
– ...con el uniforme de una escuela local... negativo, no han atacado... Un segundo. – Levantó la mirada y bajó unos lentes que tenía fijados en su casco, observándola a ella y su grupo antes de volver a llevarse la mano a su oreja. – Tres mujeres. Una niña peliblanca y dos adolescentes con cabello de color rojo y negro. – Rías pudo sentir la animosidad de Koneko al ser llamada "niña", pero con un gesto corto le pidió que se calmara. Revisó a su [Reina]: Akeno seguía vigilando sus alrededores, atenta a cualquier movimiento hostil. – Entendido.
El hombre se acercó a paso rápido a quien les había dado la orden de alto, susurrándole algo al oído. No pudo escuchar que decían, pero parecía que les habían llegado órdenes nuevas.
– ¿Rías Gremory? – Levantó una ceja ante su pregunta. Era la primera vez que decía su nombre. ¿Estaría confirmando su identidad? Asintió como respuesta. – Bien, quédate donde estás. Nuestro superior viene en camino.
No tenía mucho más que hacer, salvo retirarse. Los fusiles habían bajado sus cañones, pero seguían apuntando a la vecindad de ella y su grupo.
Pocos minutos después, un grupo de gente apareció desde más allá, en dirección a donde oyera los disparos. Al igual que aquellas que la mantenían allí a punta de pistola, estos vestían en su mayoría uniformes de camuflaje militar negro. Algunos llevaban otras ropas, y parecían traer un prisionero. ¿Servicios distintos? ¿Locales? Incluso con la visión nocturna mejorada de los demonios, no era sencillo distinguirlo.
La que parecía ser la líder del grupo recién llegado, una chica que aparentaba tener cerca de su propia edad, habló con alguien del grupo que estaba oculto por otros soldados, para luego girarse hacia ella con una ceja levantada en un gesto curioso.
– Rías Gremory. Vaya encuentro.
– Un placer. ¿Tú eres...?
– Lo lamento, pero eso es clasificado. Si necesitas un nombre, dime Tercera.
– Ok... entonces, Tercera, ¿podrías explicarme que están haciendo aquí?
– Clasificado.
– ¿De verdad no podrías hacerlo? – Intento mostrarse amable, pero su interlocutora solo soltó una risa pequeña.
– Eso no es algo que le concierna a una estudiante de... ¿cuál es el nombre aquí en Japón? – Intercambió palabras con una persona de su grupo. – Preparatoria, esa es. Como decía, no es algo que sea pertinente para una jovencita de preparatoria. Deberían volver a casa y retirarse por la noche, y hacer como que nada de esto ocurrió en primer lugar.
Debió suponer que era de esperarse. Eran humanos normales después de todo. Presentarse como una jovencita curiosa en mitad de la noche no iba a ser algo convincente.
En busca de ideas, sus ojos vagaron por el grupo. No reconocía a nadie de los presentes, y la mayoría llevaba equipo de combate moderno. Derrotada, sus ojos vagaron hasta el prisionero...
...y se abrieron de par en par al reconocer las ropas de exorcista de la iglesia.
Eso cambiaba tomo el panorama. ¿Un miembro de la iglesia prisionero en Kuoh? ¿Justo cuando la iglesia había enviado miembros en misión oficial para buscar las Excalibur? ¿Cuál era la posibilidad de que no estuvieran involucrados en el mundo sobrenatural?
– Sabes mi nombre. De seguro entones sabes quién soy. – Ninguna respuesta. Rías continuó. – Soy Rías Gremory, heredera del clan Gremory del inframundo. Estas dos son mi [Reina] y [Torre], parte de mi nobleza. Como una de las dos encargadas de esta ciudad en materia sobrenatural, demando que me dejen pasar para poder inspeccionar qué es lo que ocurre.
De nuevo no hubo respuesta. Rías temió haberse equivocado. ¿Y si de verdad eran humanos normales y había metido la pata? Si bien no era tan adepta a la magia para borrar recuerdos como sí lo era Sona, tenía confianza en que podía borrar la memoria de unos pocos humanos en poco tiempo.
Hacerlo mientras eran dos docenas que le apuntaban con sus armas era distinto.
Finalmente, la líder del grupo contrario habló.
– La hermana del actual Satán Lucifer... ¿verdad?
No le gustaba ser reconocida por ese título, pero en este momento no podía ser quisquillosa. Asintió para responder la pregunta de su interlocutora y avanzar en la conversación.
– ¿Y a mí qué me importa?
Solo que su respuesta no era lo que esperaba.
– ¿Perdón?
– ¿Y eso a mí en qué me afecta? – Tercera repitió y se encogió de hombros, aprovechando de desenfundar su pistola. – En este momento, no eres más que una adolescente con algo de poder político en una posición muy importante para ella, creyéndose superior cuando, en lugar de ser quien apunta el arma, es quién está detrás de la mira de esta. No tienes nada de poder de convencimiento en este momento.
– ¿Q-qué...?
– Dime, heredera Gremory... si, hipotéticamente hablando, un disparo fuera a darte ahora en la sien y te matara... ¿a quién le echarían la culpa? – La mente de Rías se detuvo. – ¿A quién reclamarían venganza? ¿A quién le echarían la culpa? La causa de muerte sería una bala. A ojos del inframundo, te habría matado un humano normal. Vaya humillación caería sobre la casa Gremory, ¿no es verdad? ¿Y que hay de tu hermano, el Satán Lucifer? Deberá abandonar su posición de Satán para evitar que la casa Gremory se extinga, solo porque su hermana fue asesinada por un humano normal... ¿cómo se vería eso?
Rías se mordió el labio, con mucha más fuerza de la intencionada.
– Así que, ¿por qué no mejor son niños buenos y se retiran a sus casas por la noche?
– S-seguro que bromeas. ¿Un humano con una pistola matando a un demonio? N-no hay forma de que eso ocurra.
– No creas. No sería la primera, y de seguro no seré la última. ¿O tú crees que en la [Guerra Mágica] solo participaron humanos normales? Vaya, incluso el exorcista que tenemos aquí, esposado y todo, podría matarte si se lo propusiera.
Rías había escuchado de Sona sobre los exorcistas presentes en Kuoh. El único hombre del grupo era un consulere-maestre, y el prisionero parecía calzar con su descripción. ¿Estas personas habían reducido a un exorcista de gran poder de la iglesia? Tal parecía que sí estaba acorralada contra la pared en este caso.
Las armas a su alrededor no ayudaban tampoco.
– Además, lastimosamente para ti, no convences mucho cuando tartamudeas.
La situación era horrible para Rías en ese momento. ¿Dónde estaba Sona cuando la necesitaba? Seguro que ella podría haber hecho algo en esta situación.
La tensión fue cortada momentáneamente cuando la radio de uno de los militares sonó.
"1-2, este es 1-2-1. ¿Nos recibe?"
– 2-1, 1-2. Afirmativo, los escucho.
"Tenemos aliados que se dirigen a su posición, ETA 2 minutos, cambio."
– ¿Aliados? – El hombre que recibiera el mensaje de radio levantó una ceja, mirando a la identificada como Tercera, quien le devolvió la mirada con una expresión que Rías no pudo ver, obra de que se volteó para ello. Volviendo a su dispositivo, el hombre habló de vuelta:
– 2-1, repita. ¿Dijo aliados?
"Afirmativo, 1-2."
– ¿Qué hay de su identificación?
"..."
– ¿2-1?
"Lo verá cuando arriben a su posición. 2-1 fuera."
La calle quedó en silencio unos segundos.
– ¿Qué carajos...?
El sonido de varios pares de botas se escuchó en la retaguardia del grupo. Pese a ello, debido a que giraba una esquina, era imposible verlos.
– Mierda. ¿Quién demonios-
– No hay tiempo. – Tercera habló, girándose totalmente hacia sus hombres. – 1-2, encárgate de la retaguardia. Toma a algunos hombres y...
– No será necesario. – Habló otra voz, distinta a todas las que habían hablado hasta el momento. Casi todos los soldados presentes se giraron hacia la esquina detrás de ellos, donde el grupo que provocó el ruido de botas pisando el pavimento había aparecido. Liderándolos se encontraba un individuo que aparentaba edad similar al resto de los presentes, de cabellera rubia y ceño fruncido. Aparentemente, estaba bastante molesto.
También, aunque pocos lo notaron debido a la oscuridad circundante, él y todos los que le seguían vestían un uniforme de oficina, aunque llevaban con ellos chalecos antibalas y armas. ¿Quiénes eran?
Tercera se tensó al segundo de verlos. Tal parece que sí los conocía.
– C-capitán. – Tercera se llevó la mano a la sien rápidamente, aunque su tono traicionaba cualquier intento de parecer calmada. – Q-que sorpresa. No esperaba verlo.
– Apuesto que no, teniente Meyer. – Se acercó a paso calmado hasta la rubia, quedándose a un par de metros de esta. El grupo detrás de él se desplegó a los costados, levantando sus armas, pero no apuntándole a nadie. – Y espero tenga una buena explicación para este desastre.
– ¡Claro que la tengo!
– Ya veremos. – Paseó su mirada alrededor de la escena, levantando luego su mano y realizando un gesto. – Teniente Wagner, encárguese del consulere-maestre. – Otra chica se desprendió del grupo y se dirigió al prisionero, quien se veía aliviado de por fin poder ser libre.
– ¡Alto! ¡No puedes liberarlo así como así! ¡Tiene que pagar por lo que hizo!
– ¿Y qué es lo que hizo, exactamente? ¿Hacerse nuestro aliado en Kuoh?
– ¡Tiene que pagar por lo que hizo durante la guerra!
– La paz ya se firmó, teniente. No tiene sentido reducirlo por eso.
– ¡Aun así...!
– Fin de la discusión, teniente. Ahora déjeme lidiar con este incidente con los demonios.
Intentó moverse hacia Rías, pero la teniente se le interpuso con los brazos extendidos.
– ¡No liberará a ese prisionero!
– ¿Me detendrás a la fuerza?
– Tengo a mis tropas junto a mí. ¿Puedes tu decir lo mismo?
– Dudo que te obedezcan. Nadie quiere morir a manos amigas.
– ¡Tú...!
La teniente, enfurecida, levantó su pistola hacia su superior. No alcanzó a terminar su movimiento cuando todos los que estaban detrás del capitán apuntaron sus armas tanto hacia la teniente como hacia sus hombres, quienes miraban entre confundidos y sorprendidos la amenaza. La teniente quedó paralizada por unos segundos, suficiente para que el capitán acortara la distancia y le arrebatara su pistola.
– Deténganla. – Dos de los que portaban uniforme de oficina con equipo militar se acercaron, dándole golpes en la parte posterior de las rodillas y provocando que se inclinara. El capitán manipuló el arma y la acercó a la frente de la teniente.
– ¿Q-qué está haciendo?
– Asegurándome de que no entorpezcas más el trabajo.
– ¡Alice! – Se escuchó un grito, antes de que el oficial jalara el gatillo.
¡BAM!
El cuerpo cayó al suelo con un ruido sordo. La mayoría de los presentes retrocedieron un paso de la sorpresa, menos los recién llegados que se desplegaron por el área.
– Ahora, tercer pelotón... ¿tratarán de seguir a su líder o seguirán la jerarquía?
Los soldados con equipo urbano de miraron entre sí, antes de, lentamente y de a poco, asentir y llevarse la mano a la sien.
– Eso pensé. ¿Teniente Kaltenbrunner?
Nadie respondió. Rías pudo observar a uno de ellos temblar ligeramente, pero si era de miedo o rabia no lo supo.
– ¡¿Teniente Kaltenbrunner?! – Llamó por segunda vez.
– ...sí, señor. – Se anunció. Resultó ser quien estaba temblando a un costado.
– Repliegue a la base de operaciones. Llévese a todas las tropas y las armas requisadas, pero libere a las exorcistas. De inmediato.
– ...sí, señor. – Se llevó lentamente la mano a la sien antes de partir por donde su superior llegó, llevándose con él a todos los soldados con uniforme de combate y en general a todos los que no estuvieran en el grupo del capitán, llevándose con ellos el cuerpo de la exteniente. Quedaron frente a frente dicho oficial y Rías Gremory.
– ...
– Saludos, heredera Gremory. Espero no le demos dado una muy mala primera impresión, pero son cosas que pasan. Esperamos en los próximos días encontrarnos para hablar de la situación.
– ¿No sería mejor hacerlo ahora mismo?
– Créame que no. Ambos tenemos cosas por hacer, y estoy seguro de que el consulere-maestre también, ¿no es así?
El exorcista, que había sido liberado recién, asintió cansinamente. – Así es. Y seguro tendré que calmar a mi carga por esto. Solo espero que no se lo tomen a mal... aunque es cierto que rompieron el acuerdo.
– Ah, eso. Lo lamento, una de mis oficiales actuó movida por la venganza. Mañana hablaremos. Nuestro contacto será la misma persona que hasta ahora.
– Me parece bien. Ahora, si me disculpan...
Y Rías vio cómo, siendo dejada completamente de lado, el exorcista y el militar decidieron dejar los eventos de la noche hasta allí. El miembro de la iglesia se empezó a retirar por la calle, mientras que los que supuso eran también militares seguían observándola.
– ...entonces, señorita Gremory, supongo que-
"1-0, este es 1-7. Tenemos movimiento en la iglesia. Ángeles caídos van hacia la ciudad en números notables, seguramente atraídos por los disparos. Además, los exorcistas renegados que patrullaban la ciudad también convergen sobre ustedes. Tendrán acción pronto."
– ...carajo. – Escuchó decir al exorcista.
– Esto no pinta bien... – Comentó el capitán. – Oye, exorcista. ¿Crees poder quedarte donde estabas hasta ahora?
– Lo dudo mucho. Si cumplieron tus órdenes, no tendremos armas para defendernos.
– Entiendo... bien, ve hasta nuestro contacto. Dile que por mi orden debe darles alojamiento a ti y a tu carga. Luego haré que den la orden oficial.
– Entendido. Suerte.
El exorcista se dio a la fuga en lo que una respuesta radial era dada. Capitán y heredera demoniaca se miraron entre sí, la segunda totalmente perdida respecto a los eventos que acaban de transcurrir.
– Heredera Gremory. Lo idóneo es que abandonen este lugar. Le convendrá no meterse en este asunto hasta que esté resuelto. Lo mismo para la heredera Sitri, si es que la ve antes que nosotros.
– No puede decirnos eso. Este es nuestro territorio. No podemos sencillamente ignorar lo que ocurre aquí. Algo me dice que esto va más allá de exorcistas buscando Excaliburs.
– Hmm... – la desconfianza en los ojos del oficial era palpable, pero este se resignó a inclinarse de hombros. – Tal vez. Pero, en otras noticias, tal vez quieras encargarte de esto.
Con otro gesto y un par de palabras, dos de sus hombres, ocultos entre el grupo, revelaron a un tercero que cargaban entre ellos, arrojándolo frente a Rías. Los ojos de esta se abrieron de par en par: era su [Caballero], Kiba Yuuto, quien se encontraba con un largo, aunque superficial, corte a lo largo de su pecho.
– Lo encontramos en el camino. Parece que se peleó con un grupo de exorcistas renegados, uno de los cuales tenía una Excalibur robada. Es todo tuyo, nosotros nos largamos.
– ¡Espera! – El oficial levantó una ceja. – ... ¿quién le hizo esto? Debe pagar. Nadie daña a mis siervos y se sale con la suya.
Algunos de los soldados de civil dieron un paso atrás ante el aura oscura que rodeó a la heredera. No así su oficial.
– Como dije, un exorcista renegado. No sé más.
– Pero parece que sabes más, ¿no es así~? ¿No querrías compartirnos esa... información~? – El tono de su [Reina], Akeno, hizo poco para calmar la situación, pese a que algunos de los soldados parecieron verse tentados por la "sugerencia".
– ... dime, Gremory... – le atención de la pelirroja fue nuevamente atraída por el oficial, quien la veía curioso. – Puedes crear una barrera de protección para tus miembros, ¿verdad?
– ¿A qué quieres llegar?
– ¿Puedes o no?
– ¿Por quién me tomas? Claro que sí. Es algo básico para cualquier [Rey] poder proteger a sus siervos. – El orgullo con el que dijo dicha frase no pareció mover al oficial, cuyas puntas de los labios se levantaron levemente antes de tomar su radio y decir:
– 1-4, 1-0. Fire mission, smoke round. Grid Square coordinates follow: Uniform Foxtrot 61594-35615. Fire for effect.
"Copy that, 1-0. Firing for effect. ETA splash 10 seconds, over."
– ... ¿Qué hiciste? – La pregunta iba cargada con un cierto temor, debido más que nada a no poder escuchar claramente lo dicho por la radio.
– Le recomiendo, heredera Gremory, que se proteja a sí mima y a sus siervos, y después busque atención médica para él. – Señaló a Kiba, quien gemía inconsciente. – Nos veremos luego.
Un silbido se escuchó por el aire. Rías y Akeno apenas tuvieron tiempo de crear una barrera sobre ellas antes de que un proyectil impactara, pero en lugar de explotar, dispersó humo por toda la calle. Cuando se dieron cuenta del engaño, el grupo de soldados ya había desaparecido.
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En la azotea de uno de los edificios cercanos, Frederick dispersó el círculo mágico posado sobre su ojo que le permitía ver adecuadamente lo que ocurría en la calle. A sus lados estaban dos miembros más de la [Organización], ambos magos: uno era un adulto joven oriental de cabello negro corto, y el otro una chica occidental algo más joven de cabello castaño largo. Frederick tomó el bastón que le sujetaba el primero de ellos y asintió.
– Los militares se nos adelantaron. Tenemos que reformular nuestros planes y avisarle al [Consejo de los 10]. Es hora de movernos.
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