Capítulo 2: Movimientos Precavidos

Disclaimer: Highschool DxD no me pertenece. Lo único de mi propiedad son varios de los OC y la organización protagonista.

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Capítulo 2
Movimientos Precavidos

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Hotel "Estrella de Kuoh"
Día siguiente
9:02 A.M.

A ninguno de los dos estudiantes les costó ubicar a Frederick: el rubio usuario de un bastón estaba tranquilamente tomando una taza de té en un costado del comedor cuando llegaron, haciéndoles un gesto para que se acercaran. Les invitó a beber algo mientras esperaban, cosa que ambos declinaron, antes buscar con la mirada al anfitrión de aquella reunión clandestina.

Al igual que al miembro de alto rango de la [Organización], encontrar al exorcista no fue difícil: estaba ya en el lugar, al lado contrario del comedor. Lo hallaron con café espresso a mano, la taza a medio camino entre el platillo y su boca. Invitándolos a sentarse con él, Frederick pidió otra taza de té para él y esperó a que la entregaran antes de musitar unas palabras y que un pequeño hechizo se manifestara alrededor del grupo.

– Me pregunto... – comenzó el exorcista, una vez la gente dejara de prestarles atención. – ¿Ese hechizo fue algo psicológico, o sencillamente es una ilusión?

– Nada más que una pequeña sugestión. Mi nivel no es tan avanzado como para las cosas que sugieres, además de que mi magia está más orientada al combate.

– Ya veo.

– ¿No trajiste a las exorcistas?

– Después del incidente de ayer en la academia y de la visita no anunciada en la casa de Issei aquí, consideré prudente dejarlas a cargo de vigilar nuestra base temporal y comunicarle los cambios a la central.

– Suena a que lo tienes duro de tu lado.

– Son peleadoras decentes, pero su habilidad no combativa deja mucho que desear. Ojalá hubieran tenido el entrenamiento completo de exorcista: hubieran aprendido cosas como la maldita diplomacia básica para trabajar sin provocar el estallido de una maldita guerra en el proceso. Quizás es porque se unieron durante el reclutamiento masivo de agosto del '04, pero es un hecho el que, si descontamos sus habilidades de pelea, no me gustaría tenerlas ni a mi lado ni bajo mi mando.

– ¿No eres un poco duro con ellas? Son aún solo unas pequeñas...

– No sobreviví a la guerra siendo amable, ni a los magos de la [Organización] siendo compasivo. Seguramente te pasó algo parecido.

– Sí... bueno, supongo que sí...

Tanto como Issei como Albrecht notaron la ligera duda en el tono del mago rubio, pero eligieron ignorarla.

– Volviendo a lo que nos concierne. ¿Qué quieres discutir?

– Seré breve: me gustaría que se sumaran a la investigación, y que de ser posible nos ayudaran a recuperar las espadas. Comprobé ayer que efectivamente hay ángeles caídos en la iglesia a las afueras de la ciudad, y que además hay algunos de bastante nivel. Al menos una docena de tres pares de alas, y cuando menos cuatro de cuatro pares.

– ¿Estás seguro? La situación es mucho más peligrosa de lo que parece, entonces.

– Apostaría a que hay un Cadre dirigiendo todo esto – indicó Albrecht, pidiendo otro café en el proceso. – La cantidad de caídos presentes fácilmente supera el centenar, a juzgar por la energía emitida en el lugar, pero apenas vi a una veintena en la superficie dirigiendo lo que debía de ser una especie de centro de mando. Había humanos también, pero parecían ser exorcistas renegados y un amalgamado de diversas procedencias. No parecen haber veteranos de la Guerra Mágica en cantidades relevantes, pero no por eso podemos ignorarlos. Son sencillamente demasiados.

– ¿La iglesia no enviará más exorcistas?

– Debes saber tan bien como yo que enviaron al grueso de lo disponible camino a las Américas y Asia continental. Envié mi informe durante la madrugada, por lo que ya deben estar buscando a todo exorcista del que puedan echar mano para enviarlo hasta aquí a apoyarnos. No descartaría que envíen a uno o dos Arzobispos Exorcistas.

Frederick se congeló. – Tienes que estar de broma. ¿Arzobispos?

– Eso es para que te hagas una idea de lo en serio que se toma la iglesia el asunto. Nuestros números y capacidad están tan reducidos que el alto mando prefiere aplastar con fuerza abrumadora esto a la posibilidad de empezar una guerra abierta nuevamente. Guerra que, dicho sea de paso, terminaría de reducir nuestros números a niveles críticos.

– ... entiendo. ¿debería contactarme para ver que fuerzas te puedo prestar? ¿O prefieres que me encargue de la cobertura al público y externa?

En ese momento la discusión se vio interrumpida por el teléfono de Issei. Excusándose ligeramente avergonzado, el mago adolescente se retiró unos metros de la mesa antes de ver quien le estaba llamando.

Número oculto.

No sabía quién podría ser, pero sabía que debía ser algún pez gordo dentro de la [Organización]. Solo ellos lo llamarían con una llamada de número anónimo encriptada a aquella hora del día, más aún si uno consideraba que el único grupo que sabría de su verdadera ocupación serían ellos. Suspirando ligeramente, aceptó la llamada antes de llevar el dispositivo al oído.

– ¿Diga?

Issei Hyoudo, ¿verdad?

La voz no estaba distorsionada. Lo encontraba raro, pero no sabía si era algo bueno o malo: hasta ahora, todas sus llamadas habían sido informes de un solo lado que se guardaban en un recibidor que distorsionaba su voz, por lo que desconocía como realmente se hacían las llamadas oficiales dentro de la institución. De repente se habría la posibilidad de que el remitente no fuera siquiera de la [Organización], cosa que le preocupaba un poco.

– ¿Sí? ¿Quién habla?

Confírmame algo. Tú eres el Observador asignado a Kuoh en el territorio de la Octava División, ¿verdad?

Bueno, dicha información no era precisamente de fácil acceso. Lo más probable es que si fuera alguien de la [Organización], en cuyo caso no tenía por qué ser defensivo.

– Así es. Estoy asignado a la Octava División, pero pertenezco oficialmente al 4to Equipo de Información.

Entonces no me equivoqué. Bien. Me presento: Christopher Haugen, jefe del Departamento de Seguridad Externa. Seguramente sabes lo que eso significa.

Tragó saliva, un gesto que estaba bastante seguro se escuchó al otro lado de la línea.

– S-sí.

Seré breve. Recibimos tus mensajes ayer, y llegamos a la conclusión de que este es un mierdero gigante. Uno muy grande. Estoy trabajando con Seguridad Interna para controlar el flujo de información, así que necesito que cooperes y le comuniques lo que pasa a la menor cantidad de gente que puedas a partir de ahora. ¿Asumo ya le dijiste al jefe de equipos civiles de la división?

– A-así es. Está hablando con el exorcista a cargo del grupo que llegó ayer a unos metros de mí mientras toman un café.

¿Están en un hotel o algo así? Tengo entendido que a Bradley le gustan las lugares lujosos... lo que sea, no me concierne. Escúchame bien: después de esta llamada te llegará un mensaje con un número de teléfono. Usa la aplicación de tu teléfono para asuntos oficiales de la [Organización] y envía a ese número mediante mensajes encriptados el resultado de la reunión, cualquiera que sea, al igual que todos los datos que consigas a partir de ahora. Absolutamente todo lo que descubras. ¿Me hago entender?

– Afirmativo.

Creo que eso sería todo... ah sí, una cosa más – Issei tapó ligeramente el parlante del teléfono celular, a fin de evitar que mucho del audio se escuchara a su alrededor. – Una compañía de los Overwatch está en camino a Kuoh mientras hablamos. Van para allá directamente bajo órdenes mías, por lo que no deberían obedecer a nadie más. Te llegará un mensaje cuando arriben. Tus otras órdenes son de ponerte en contacto con ellos y suplirles de información, así como de apoyarlos en todo lo que puedas. Lo mismo va para tu compañera Argento. ¿Entendido?

– Entendido... ¿puedo preguntar que vienen a hacer aquí? ¿No eran los Overwatch los encargados de vigilar el cumplimiento de órdenes?

Digamos que tienen muchos más usos. Eso no es relevante. Sus órdenes, al menos por ahora, son de recabar información, observar, e intervenir si lo consideramos necesario. Puede que otros equipos civiles o militares lleguen al lugar por órdenes del mando divisional, pero esta compañía está bajo mi mando, por lo que no se moverá a menos que yo se lo indique. Lo mismo va para ti: a partir de este momento, tomarás órdenes exclusivamente de mí o cualquier jefe suplente de Seguridad Externa si es que me llegara a pasar algo. Eso incluye, por si acaso, al jefe del 4to Equipo de Información, así como a rangos superiores al tuyo en la división. Por último, salvo que cambiaste de cadena de mando, no le comuniques nada de esto a Bradley.

– ¿? ¿Y eso por qué?

Digamos que su lealtad es... dudable, por decir algo.

– ¿Dudable? Tengo entendido que es bastante leal a la [Organización]. Además, dudo que nos traicione por unos ángeles caídos.

No hablo de esa lealtad.

Entendió a qué se refería Haugen, aunque no podía decir que entendiera los detalles detrás de aquello. Los secretos podían hacer muchas cosas, pero los rumores tenían usualmente igual o más poder.

– Entendido. Seguiré las órdenes. Adiós.

Adiós. – Y la llamada se cortó.

Durante su estadía en Suiza había escuchado los rumores sobre las facciones internas. Como es que, a pesar de pertenecer todos al mismo bando, se aliaban internamente en grupos como si fueran partidos políticos o algo por el estilo. Pero fuera de eso, poco y más se sabía sobre el asunto: la información certera era tan escasa como poco fiable, y los rumores ponían las equivalencias desde clubes secretos, pasando por movimientos de índole política, hasta prácticamente cultos secretos con rituales oscuros. La verdad era difícil de discernir, pero era un hecho más que probable que dichas facciones internas, al igual que su luchas por el poder de la institución, existieran, y que Haugen estuviera dentro de una de aquellas facciones, una diferente a la de Bradley.

Regresó a la mesa sumido en sus pensamientos, encontrándose con una taza de té en su asiento. Levantando una ceja observó a Frederick, quien se encogió de hombros antes de seguir hablando con Albrecht. Asia, por su parte, escuchaba atentamente el intercambio, interrumpiendo de vez en cuando con preguntas puntuales sobre temas como las posibilidades de las iglesias o detalles sobre la ciudad en la que estaban. Decidió tragarse sus dudas con el primer sorbo largo de té, y dedicó sus energías restantes hasta el almuerzo a colaborar con la discusión sobre las operaciones futuras en Kuoh.

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¿Dónde estás ahora, Hyoudo-san?

Tragó saliva antes de responder. El tono frío de Sona Sitri le provocaba escalofríos incluso a través de una línea telefónica.

– E-estoy en el centro de Kuoh. ¿Por?

¿Está Argento-san contigo?

– S-sí...

¿Y debo asumir tiene que ver con el asunto de las Excalibur robadas? ¿Qué hace exactamente un alumno de la Academia Kuoh involucrándose en asuntos de la iglesia?

– N-no recuerdo que haya algo en el reglamento de la Academia que diga que no puedo...

¿Hyoudo-san?

– ¡C-callándome!

El castaño escuchó un suspiro provenir del otro lado de la línea. Revisó sus alrededores. El que estuviera en el centro de la ciudad era una mentira flagrante: en lugar de los edificios y el laberinto de concreto formado por varias calles que se interceptaban, su vista abarcaba la mayor parte de la ciudad encajonada entre cerros verdes y montañas, cosa de esperarse dado que se encontraba cerca de la cima de uno de dichos cerros. Asia, a unos metros de él, se encontraba observando la flora local, recogiendo alegremente algunas flores en un ramillete que mantenía con ella. Ambos vestían su uniforme negro de la [Organización], el cual se habían puesto tras pasar brevemente por la casa del castaño luego del almuerzo, y hacia cosas de apenas unos minutos habían llegado a la zona a las afueras donde se encontraban.

Respóndeme, ¿quieres? ¿Qué haces involucrándote en un asunto entre la iglesia y los ángeles caídos?

– Para resumirlo mucho, nos pidieron ayuda como magos privados. Y una buena suma de dinero. Y además solo los ayudamos a investigar, no a combatir.

Debes saber que desapruebo que se metan en asuntos ajenos. Podría verme obligada a tomar cartas en el asunto.

– Este asunto no les concierne a los demonios, como tú indicaste, y si me haces algo mientras colaboro con la iglesia estarías entrometiéndote. No creo que quieras eso.

Aun así-

– Por lo demás, creo que la mayor culpa quedaría si los altos cargos de las facciones judeocristianas se enteran de qué aún hay caídos en Kuoh, ¿verdad? Sobre todo los demonios de clase alta enemigos de la Casa Sitri.

Sona quedó en silencio unos segundos, segundos en los que Issei genuinamente temió por su vida ante el argumento usado, antes de suspirar silenciosamente.

No digas que no te lo advertí. No te podré prestar ayuda si la cosa para ti pasa a peor. – Y, con esa advertencia, Sona cortó la llamada. Issei suspiró tranquilo, guardando el dispositivo en su bolsillo y aprovechando de pararse de su asiento para estirarse.

Un movimiento de los arbustos a algunos metros de ellos le llamó la atención. ¿Animales salvajes? Posible. Pero también era posible que fuera otra cosa. Su respuesta llegó mediante una voz que, ni uy suave ni muy fuerte, dijo una sola palabra:

– "Rayo."

Asia se giró hacia la fuente del sonido, topándose con los arbustos que él ya había visto, para luego girarse hacia él. Lo encontró debatiendo internamente que hacer. ¿Debía seguirles el juego estúpido de palabras y contraseñas impuesto por el alto mando, o debería arriesgarse a que le dispararan con tal de no mostrarse diciendo tales palabras innecesarias? Al final el instinto de supervivencia ganó, y se encogió ligeramente se hombros antes de responder.

– "Trueno."

Esperó los tres segundos indicados en las instrucciones antes de decir, en concordancia con la misteriosa voz, la tercera parte de la serie de contraseñas:

– ""Relámpago.""

Asia se puso a su lado. De los arbustos salieron dos individuos vestidos con el uniforme civil de la [Organización]. El color negro se camuflaba con la sombra proyectada por la vegetación, lo que no evitó que los examinara de pies a cabeza. Eran un chico y una chica, ambos mayores que él. La chica tenía el cabello rubio largo, ojos azules y facciones europeas, aunque mucho más definidas que las de Asia, mientras que el chico era notoriamente alto, de ojos grises y de cabello castaño. Se acercó a la primera.

– Alice, – la saludó amablemente. La susodicha le devolvió el saludo animadamente. – No sabía que vendrías tú... o que pertenecías a los Overwatch.

– Bueno... no es que pueda precisamente ir y decirte eso, ¿verdad? Tampoco tuve el tiempo de hacerlo antes de que desaparecieras.

Touché.

– De todas formas, es bueno verte de nuevo. – Ambos se estrecharon la mano enérgicamente, con sus acompañantes mirándolos desconfiadamente. – Han sido cuanto, ¿cuatro, cinco meses?

– Cinco, si mal no recuerdo. La última vez fue en Suiza.

– Ah sí, es cierto.

Ejem – la conversación entre ambos se vio interrumpida por la tos fingida por el acompañante de Alice. Esta dio una corta risita antes de retroceder un par de pasos y darle unas palmadas en la espalda al castaño de ojos grises.

– Ah sí, me olvidaba. Issei, este es Franz, uno de mis compañeros de unidad. – El individuo identificado como Franz no parecía muy alegre, pero de todas formas estrechó la mano del castaño cuando este se la ofreció.

– Franz Kaltenbrunner, Overwatch – se identificó.

– Issei Hyoudo, Equipos Libres – devolvió el favor.

– Bien, ahora lo que sigue es... – Alice dejó de hablar al fijarse en quien lo acompañaba, levantando una ceja. – Issei, juraría que te gusta rodearte de gente que parece europea.

– ¿Eh? No creo que sea así...

– ¿En serio? Tienes a esta rubia aquí, tu superior Bradley, yo... eso ya son tres rubios, de los que al menos dos son europeos, y te aseguro que la mayoría de los otros miembros de la [Organización] que conoces tienen pinta, cuando menos, de ser del hemisferio norte.

– Bueno... – hizo un breve recordatorio de la gente que conocía. Salvo sus familiares, vecinos y compañeros de escuela, todos parecían ser de occidente, y más precisamente de Europa. Eso incluía a Frederick, y eso que él trabajaba en Japón. – ...pues sí... ¡pero no es mi culpa que la [Organización] me enviara a entrenar y trabajar en Europa, ¿sabes?!

– Sí, sí, lo que sea. – Alice desestimó su excusa con un movimiento vago de su mano. – Ahora, a lo que iba. ¿Quién es esta simpática y celosilla dama que te acompaña?

– ¡¿C-celosa?! – Las mejillas de Asia se prendieron como si hubieran tenido focos al otro lado, el rostro en su totalidad tornándose rojo. Issei soltó una risa corta ante la vista, recurriéndose a agarrarse el estómago ante el crecimiento de esta a una carcajada.

– Por Dios Alice, veo que nunca paras con tus bromas. – El comentario de Franz no tenía un tono muy amable consigo, pero la ceja levantada y la media sonrisa en su rostro indicaban que encontraba divertida la situación.

– ... ¿qué? ¿Qué tiene de malo reírse de vez en cuando? – Preguntó la militar, también entretenida. Finalmente reponiéndose de su risa, Issei logró enderezarse y hablar correctamente de nuevo.

– Alice, Franz, ella es Asia Argento, también de los Equipos Libres. Está asignada conmigo aquí en Kuoh. Terminó su entrenamiento en tiempo récord, por lo que, si bien sabe de las cosas sobrenaturales, no maneja muchos temas de la [Organización] en sí misma.

– ¡M-m-mucho gusto! – Se inclinó rápidamente la ex miembro de la iglesia.

– Uh... bueno, mientras puedas hacer su trabajo, no hay problema. Supongo que solo falto yo. – Alice se enderezó ligeramente, para luego dar una corta inclinación. – Alice Meyer, también del Overwatch.

Y con las introducciones hechas, el grupo echó a andar colina abajo en dirección a la ciudad. Siguiendo el consejo del Hyoudo, el grupo decidió dirigirse a un café situado en el barrio residencial de la zona occidental para poder conversar la situación actual sin ser interrumpidos.

– Esto me lleva a pensar, ¿por qué teníamos que encontrarnos en una colina? – Fue la pregunta que hizo Franz, una vez pasaran las primeras casas.

– Principalmente para no llamar la atención.

– ¿Y no llamaremos la atención caminando así, con nuestros uniformes y todo?

– El uniforme civil de la [Organización] es mucho mejor que el militar para camuflarse como civiles normales. Lo único que hay que hacer es quitarse la banda con el rol de cada uno y pareceremos escolares de alguna academia.

– ¿Y no hay peligro de que alguien de la academia Kuoh los vea y los reconozca usando otro uniforme?

– Por eso estamos al lado contrario de la ciudad. La mayoría vive lejos de aquí, y ni los demonios ni sus familiares suelen aparecer por el área. No empiezan a realizar contratos demoniacos hasta pasada la puesta de sol, usualmente después de las nueve de la noche, y suelen terminarlos todos antes de la una de la mañana.

– ¿En serio? Parecen niños – comentó Alice, sorprendida. Su compañero estaba menos amenos a sus comentarios.

– ¿Y qué hay de-

– Franz, ¿no puedes confiar en Issei? ¿Por qué tantas preguntas desconfiadas? – Le interrumpió Alice, ligeramente molesta por la oleada de preguntas. Asia caminaba tranquilamente al costado del grupo, su hombro casi rozando el del japonés constantemente de lo cerca que estaban, y pese a no decir nada su ceño fruncido era evidencia suficiente de sus pensamientos.

– No es que podamos precisamente ir por allí tranquilamente, Alice. – Se justificó el castaño occidental. – Otros grupos de la [Organización] podrían estar por el área, y dudo que nuestra presencia sea precisamente bienvenida.

– No me han informado nada de otros grupos de la [Organización] presentes en el área, así que al menos públicamente no hay ninguno, – indicó Issei por su parte, agradecido de que por fin las constantes preguntas se detuvieran. Asia se despreocupó de la conversación, feliz de que los ataques a su compañero cesaran. – Y Frederick, por su parte, volvió a Tokyo por el día para reportarle al jefe de la división sus hallazgos. No volverá hasta mañana.

– Perfecto. Eso quiere decir que si nos encontramos con otro grupo de la [Organización] en el área, ellos están tan jodidos como nosotros. Excelente, – fue la conclusión a la que llegó el militar varón, golpeándose la palma con el puño de la mano contrario. Alice suspiró, masajeándose el puente de la nariz.

– Me olvidaba que llegaste hasta Overwatch por ser lamebotas del alto mando. Supongo que algunas cosas nunca cambian.

– Es algo llamado seguir órdenes, Alice. Podrías aprender algo de eso.

– Si eso es tan bueno como dices, ¿por qué tenemos el mismo rango y yo tengo más franjas de experiencia, pese a que llevas mucho más tiempo en la [Organización] que yo?

– ...

"Huh. Golpe bajo," pensó Issei, contemplando las hombreras de ambos individuos. Alice tenía una franja mediana y tres delgadas en estas: toda una veterana, y apostaba que más de una provenía de acciones arriesgadas en combate. Franz, por su parte, también tenía una mediana, pero solo esa: no era algo malo, pero palidecía frente a su compañera. Incluso James, un mago que no pertenecía a una unidad de élite, tenía más que eso. Si lo que Alice decía era cierto, lo más probable es que aquella franja de Franz fuera solo por su tiempo desplegado. Considerando que una franja mediana equivalía a cuatro delgadas, Alice le sacaba a su compañero tres franjas de ventaja, y eso teniendo menos tiempo dentro de la [Organización].

Él mismo tenía solo dos franjas delgadas, pero solo cinco meses desde que terminara su entrenamiento. Era un buen ritmo. Asia no tenía ninguna, pero considerando el poco tiempo que llevaba dentro de la institución, no era nada raro.

– Con eso fuera del camino, ¿cuánto nos falta? Estoy harta de caminar. – Alice se giró hacia Issei, quien se encogió de hombros ante el comentario.

– Ya estamos aquí – señaló un pequeño café a unos metros de distancia. De ambiente hogareño y pocas mesas, el hecho de que no había mucha gente dentro les ayudó a encontrar rápidamente una mesa para ubicarse, en la esquina del local y junto a una ventana.

– Bien, ahora-

– Antes de eso, Issei... – levantó una ceja hacia Alice, quién le miraba expectante. – No esperarás que lea la carta por mí misma, ¿verdad? Apenas y sé identificar el japonés del chino y el coreano.

– ... igual aquí. – Levantó brevemente la mano Franz, mirando por la ventana mientras intentaba disimular un ligero sonrojo de vergüenza. Si era por lo de no saber leer el idioma o el ataque de Alice respecto a su veteranía, no lo sabía.

– ¡Y-yo también, Issei-san! – Asia no se quedaba atrás, extendiéndole al castaño la carta del café ansiosamente. El castaño levantó una ceja ante esto.

– Asia, ¿no que tú ya te manejas con el jap-

– ¡Sólo léeme lo que hay! – Y con esas palabras prácticamente lo desarmó, a la vez que le colocaba la carta enfrente suyo (pese a tener él mismo una en sus manos). Suspirando, se enderezó en su silla mientras miraba al trío de la [Organización] alrededor suyo.

– Bien, lo que sea. Es un menú bastante estándar, así que, para resumir, lo que ofrecen es...

Varios minutos más tarde, los cuales pasaron con charlas casuales entre tres integrantes del grupo (Franz parecía seguir dolido por el comentario mordaz de su compañera, aparentemente, a juzgar por las pocas palabras que salieron de su boca), la camarera les trajo su pedido y se retiró de vuelta al mostrador. Una vez llegara hasta allí, los cuatro soltaron la atmósfera jovial escolar y se pusieron serios, empezando Issei a exponer lo que sabía sobre el tema que los reunía.

– ...y, para terminar, lo que sabemos de las fuerzas locales. – Cerraba el castaño japonés tras su exposición. – Hay tres exorcistas de la iglesia: dos novatas que llevan Excaliburs y un veterano de la guerra, quien las dirige. Los demonios locales suman dos noblezas incompletas y jóvenes, aunque desconozco sus capacidades totales. Los ángeles caídos, según lo indicado por el Consulere-Maestre, son alrededor de un centenar más un complemento de humanos, dirigidos por no más de veinte caídos de tres y cuatro pares de alas. Según él, posiblemente haya un Cadre entre las sombras.

– ¿Y de la [Organización]? – Preguntó Franz, anotando los datos en una libreta de notas que sacó de su bolsillo.

– Dos miembros de los Observadores, que somos Asia y yo. – Aprovechó de acariciar brevemente a la susodicha en la cabeza, logrando que se relajara pese a lidiar con una situación tensa. – Frederick indicó que volvería mañana con su equipo de mando, con el que coordinaría otros equipos civiles si se hacía necesario llamarlos.

– Entonces cuatro más... ¿y otros elementos civiles o militares?

– Nada que yo haya escuchado, salvo ustedes.

– ¿Y tú y Argento? ¿A qué unidad pertenecen?

– Pertenecemos al 4to Equipo de Información.

– ¿Mando Central?

– Exacto.

– Ya veo...

La mesa estuvo en silencio unos segundos, cada uno sumido en sus pensamientos o, en el caso de Asia, tomando cortos sorbos de su chocolate caliente.

– ¿Y ustedes dos?

– ¿Hum?

– Sé que pertenecen a la Overwatch, pero fuera de eso no sé nada más – preguntó Issei, apoyando su cabeza en su mano, la que a su vez apoyó en la mesa.

– ... no sé si puedo decirte. ¿Es eso clasificado...? – Mientras que Franz se llevaba la mano al mentón, pensativo, Alice tomaba un largo trago de su café antes de estirarse ligeramente y responderle como si fuera algo casual del día a día.

– Ehm, si mal no recuerdo es la Primera Compañía. Nunca me fijé mucho en el número si me preguntas.

Franz escupió la poca agua que tenía en la boca en ese momento, Issei alcanzando a cubrir a Asia y a él mismo con un pequeño escudo de aire que logró crear en el momento.

– ¡Oye! – Le llamó la atención el japonés, siendo ignorado por la urgencia del militar.

– ¡¿Alice?! ¡No puedes ir diciendo esas cosas por ahí como si nada! – Le recriminó el oficial a su compañera, quien lo desestimó con un movimiento vago de su mano.

– ¿Qué tiene de malo? Conozco a Issei desde hace mucho, y créeme que es mejor que sepa al menos quién le va a estar cubriendo las espaldas y a quien va a estar apoyando los próximos días. – Tomó otro sorbo de su café antes de pensar en voz alta, su mirada perdida en alguna parte del techo. – En realidad, eso les sirve a todos.

– Hablando de su unidad, ¿qué rango son ustedes? ¿Y qué me pueden decir de su unidad? – Ante la mirada inquisitiva de ambos militares, Issei se justificó. – Seguramente ya lo sospechen, pero no soy precisamente el mayor conocedor militar en la [Organización], menos cuando se trata de unidades no precisamente conocidas.

– ¡Y-yo también quiero saber! – Anunció Asia, levantando su mano entusiasmada como si estuviera en una sala de clases. Esto arrancó más risas cortas del grupo, para vergüenza de la italiana.

– Bueno, somos una unidad del tamaño de una compañía militar, algo arriba de doscientas personas – informó Franz, recuperándose.

– Ambos somos tenientes segundos. Es el rango más bajo del escalafón de oficiales, es verdad, pero oficiales, al fin y al cabo, – informó a su vez Alice.

– ¿Y el resto de su unidad?

– Llegarán mañana por la mañana. Algunos se alojarán en la ciudad y el resto se quedará por las afueras en campamentos, al menos hasta que consigan algún almacén o bodega para alojarlos.

– Entiendo... yo y Asia estaremos asistiendo a la Academia Kuoh mientras tanto. Mantendremos el contacto con la iglesia y les iremos informando de todo lo que ocurra... lo que me recuerda, intercambiemos números de teléfono para poder comunicarnos mientras estén aquí.

– Claro.

El grupo intercambió números en lo que pagaban por sus bebidas. Ya la tarde avanzaba y varios escolares se veían apareciendo por las calles, habiendo terminado hace no poco las clases.

– Dicho sea de paso, ¿dónde está la iglesia donde se encuentran los caídos?

– Está a las afueras de Kuoh, en una colina por el norte. ¿Por?

Alice sonrió. – Tengo ganas de echarles una ojeada.

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El guardia en la entrada del edificio llevó su mano a su boca para ocultar un bostezo, su mirada aburrida recorriendo su alrededor con una mirada vaga. No encontrando nada fuera de lo común, volvió a apoyarse en el marco de la cerrada puerta y a relajarse, dormitando en su puesto. A varios metros de distancia, escondidos entre el follaje de las plantas que rodeaban el pequeño claro donde se erigía el pequeño templo cristiano, los cuatro miembros de la [Organización] observaban atentos todos los cambios que ocurrían el lugar. Pero...

– Ya llevamos casi media hora aquí, y apenas hemos visto a este guardia muerto de sueño y a un par de patrullas humanas. Patrullas que, debo decir, no durarían nada contra una pandilla de matones callejeros desnutridos del África, aunque les fuera la vida en ello. ¿Por qué diablos seguidos aquí de nuevo?

El comentario notoriamente molesto de Franz fue pasado por alto por el resto, quienes seguían montando guardia. Asia vigilaba los alrededore, mientras que Alice e Issei realizaban comentarios cortos sobre lo que notaban respecto a la iglesia.

– Olvida lo que dije antes sobre la puerta: viéndola bien, parece ser bastante pesada, y la madera, resistente. Necesitaríamos magia o explosivos para forzarla – comentaba en ese momento Alice, anotando en una pequeña libreta propia.

– No he notado movimiento alrededor de la iglesia en todo este tiempo salvo las patrullas humanas, y como dijo Franz, son bastante débiles. No creo el exorcista haya mentido, se veía demasiado serio para eso. ¿Dónde están los caídos? – se preguntaba a su vez Issei, analizando constantemente con la mirada los bordes del claro. La media hora desde su llegada se cumplió, y el grupo decidió cambiar de táctica.

– Issei, Asia, quédense aquí y sigan observando. Franz, conmigo. – Ordenó la militar rubia. El resto le miró con una ceja levantada, en el caso de los hombres, o extrañeza total, en el caso de la exmonja. Ante sus miradas, Alice debió explicar su idea. – Franz y yo nos infiltraremos, o nos acercaremos lo suficiente como para mirar el interior. Ustedes dos se quedan aquí observando, y nos avisan si aparece cualquier peligro.

– ¿Cómo? Ni Asia ni yo sabemos usar magia de comunicación, y no tenemos ningún equipo para eso que no sean nuestros teléfonos. – Preguntó el japonés, confundido. – Y, aun así, no son precisamente convenientes. ¿Cómo lo haríamos?

– Atrápalo. – Alice sacó un objeto ubicado debajo de su chaqueta y se lo arrojó a Issei, este apenas logrando agarrarlo con su mano antes de que cayera al suelo. El peso le sorprendió, seguro, pero la forma fue lo que le alarmó más. – Si la situación se torna de mal para peor, da tres tiros al aire y huyan lejos de aquí. Esa será nuestra señal para evacuar. En caso de que llegue a eso, nos juntamos en el café a las dos mil horas.

– ¿Dos mil horas...? – La pregunta no dicha de Asia fue ignorada por los dos militares, quienes, ante unos gestos hechos por Alice con su mano en una lenguaje que seguramente habían aprendido en su entrenamiento, desaparecieron por los árboles cercanos camino hacia la iglesia. Los dos Observadores se miraron entre ellos, antes de resumir su tarea de observar la estructura.

– Ne, ¿Issei-san?

– ¿Sí, Asia?

– ¿Qué quería decir con dos mil horas? Eso es mucho tiempo, así que no creo que signifique literalmente eso...

– Es una forma de dar una hora del día para que haya menos confusión en la comunicación – explicó, sin apartar la vista de la entrada. El vigía seguía allí, dormitando. – Tomas la hora que quieres decir y le quitas los dos puntos del centro. Te quedará un número de tres o cuatro dígitos, el cual puedes decir como si fuera un número normal. Lo suelen usar los militares y agencias cuando no están en comunicación formal, por lo que muchos en la [Organización] lo usan usualmente.

– Y-ya veo...

Issei revisó la hora en su teléfono. Las seis de la tarde, o mil ochocientas horas usando la forma recién explicada a Asia. Aprovechó de usarlo como ejemplo para pasar el rato, puesto que no pensaba que los dos militares del Overwatch volvieran pronto. Cumplido su cometido, se dispuso a instalar algunos sensores mágicos alrededor de su posición para delatar a cualquiera que se acercara a ellos. Pero tal como predijera, los dos europeos se tomaron su tiempo en revisar el interior y volver.

Como odiaba tener razón.

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– Hey, Issei, Asia. Qué casualidad el encuentro, ¿eh? – Preguntó burlescamente Alice, deslizándose hacia la posición que ocupaban los mencionados. Detrás de ella apareció Franz, ligeramente cansado, en lo que terminaba de anotar unas cosas en su siempre confiable libreta.

– Más despacio Alice, ¿quieres? Aún estoy anotando las cosas que vimos dentro.

– Ssshhh... – le acalló el único japonés del grupo, agazapado tras las plantas. Eran pasadas las seis y media de la tarde y el sol ya estaba parcialmente oculto por las montañas en el horizontes, proyectando sombras que, combinadas con sus uniformes negros, ayudaban al grupo a camuflarse. Los dos militares de la [Organización] se miraron entre ellos antes de asentir y acercarse hasta los dos Agentes Civiles, quienes seguían observando lo que ocurría frente al edificio.

– ¿Qué sucede? – Preguntó Alice, asomándose, para molestia de Asia, justo al lado de Issei, aunque al contrario del cual estaba ella.

– Mira – el castaño ignoró el gesto, apuntando a las ramas de un árbol en una posición equivalente a la de ellos con respecto a la iglesia, solo que al otro lado del camino que llevaba a la entrada. Alice y Franz escudriñaron con sus ojos para distinguir algo, viendo sus esfuerzos recompensados: allí, sentado sobre las ramas, había un hombre observando al igual que ellos la iglesia. Ninguno de los otros tres presentes lo notó en el momento, pero Alice quedó petrificada al verlo.

– ¿Y quién diablos es ese? – Issei escuchó preguntar a Franz, quien permanecía agazapado y observando por entre los hombros del grupo.

– Albrecht Mondrian. Es el Consulere-Maestre a cargo de los exorcistas en esta misión.

– ¿Esa lacra desgraciada malparida es Albrecht?

Franz e Issei se giraron sorprendidos ante el tono lleno de veneno usado por Alice. Asia se paralizó en su lugar del miedo. El rostro de la militar europea estaba desformado por el odio, sus ojos prácticamente centelleando de rabia. Los dos hombres se miraron entre sí: ninguno sabía bien como reaccionar ante el acontecimiento.

– ¿Lo conoces?

– Por desgracia. Issei, ¿crees poder averiguar dónde se está quedando aquí en Kuoh?

– P-puedo intentarlo, aunque no prometo nada...

– Eso me sirve. Vámonos.

Sin esperar respuesta, Alice lidero el camino lejos de allí. Asia, Issei y Franz se miraron entre sí antes de seguirla, cada uno con sus propios motivos para hacerlo.

XXXXXXXXXX

– ¿Alice? ¿Qué fue eso?

– Cállate y sigue caminando. Mientras más lejos de ese maldito, mejor.

El grupo siguió a la teniente hasta cerca del centro de Kuoh, lugar donde por fin se detuvo a mirar a su alrededor. Había pasado poco tiempo desde la puesta de sol, por lo que aún había constante actividad por las calles y muchas tiendas seguían abiertas.

– ¿Y ahora qué? – Preguntó Franz, cruzándose de brazos.

– Un momento, ¿quieres? – La rubia se masajeó la frente, analizando sus alrededores. – Oye, Issei.

– ¿Sí?

– ¿Qué tan cerca estamos del piso franco de la [Organización] en Kuoh?

– No muy lejos. Menos de cinco minutos caminando.

– Pues vamos. Consigamos algo para comer en el camino.

Por suerte para el grupo, una tienda de conveniencia se hallaba en el camino. Con bolsas cargando comida preparada en sus manos, el cuarteto llegó hasta el edificio bajo de oficinas e ingresó, saludando brevemente al guardia y subiendo hasta el cuarto piso. Allí se dirigieron a uno puerta en específico, pese a ser similar a cualquier otra, con un cartel de consultoría a un lado del marco. Sin importarle aquello, Issei deslizó una tarjeta con una banda magnética por el cartel, escuchándose un click en la puerta y permitiéndole al grupo abrirla sin dificultades, ingresando al apartamento de oficinas acomodado como piso franco.

– ¿Les dejaron modificar eso? Pensé que varios edificios tenían cláusulas en sus contratos en contra de hacer modificaciones a la infraestructura. – Preguntó Franz, intrigado.

– No sé si aplique con un edificio de oficinas como este. Además, dudo que haya sido precisamente autorizado. – Replicó el japonés, indiferente. Una vez dentro Asia se dirigió a la cocina, llevando las bolsas del grupo, seguida de Alice, quien se dedicó a revisar todos los muebles presentes. Los dos hombres hicieron un recorrido por el lugar, acostumbrándose a sus interiores.

– ¿Has estado antes aquí?

– Nunca, aunque Frederick me contó sobre él cuando llegué de vuelta a Kuoh. Se supone que es en caso de que algún miembro de la [Organización] deba ocultarse del ojo público o para asuntos oficiales, aunque-

– ¡Eu-fucking-reka! – Se escuchó el grito venir de la cocina. Ambos asomaron su cabeza desde el pasillo, observando a Alice ir, triunfante, a desplomarse en un sofá en el rincón que simulaba ser una sala de estar, un sixpack de cervezas occidentales en mano. Con un sencillo hechizo abrió la primera lata y se la llevó a los labios, acabándola en cuestión de segundos y abriendo otra, tomando un largo trago.

– ¿Cómo la consiguió? La edad para beber alcohol en Japón es 20 años... – la pregunta del habitante nativo fue respondida a la brevedad por la militar, aún recostada en el sofá.

– ¡Pues parece que algún miembro de la [Organización] pensó bien en dejar algo de alcohol aquí! ¡Especialmente si, no lo sé, quizás la mayor parte de la institución viene fuera del puto país nukeado!

Las mejillas de la oficial ya estaban rojas por el alcohol, cosa que evitó que el japonés le replicara de forma agresiva su estamento. Dándose la vuelta bruscamente, continuando con la exploración del interior del apartamento. No fue hasta algunos minutos después que volvieron, encontrándose a Alice desparramada en el sofá y a Asia esperándolos con la comida comprada distribuida en platos. Sentándose alrededor del comedor, empezaron a comer en silencio.

– ¿Qué fue eso? Alice, ¿estás bien?

– De puta *hic* maravilla. No podría estar mejor después de *hic* ver a ese desgraciado de nuevo.

La preocupación de Franz fue respondida por hostilidad por parte de la ebria. Issei revisó la sala de estar: al menos tres latas vacías.

– ¿Alice? – Habló tras tragar otra porción de alimento. – ¿De dónde conoces a Albrecht?

– ... – la aludida desvió la mirada hacia la pared, guardando silencio, hasta silenciosamente erguir su torso y murmurar – Operation Black Forest.

Franz escupió su refresco por segunda vez en el día, pero en esta ocasión logró contenerlo dentro de su vaso. Issei y Asia se miraron confundidos ante el nombre.

– ¿Q-qué es eso? – Inquirió la exmonja, solo para ser descartada por un movimiento vago de la mano de Alice.

– Si tanto quieren saber, ¿por qué mejor no le preguntan a Franz? – Comentó sarcásticamente antes de darse la vuelta y quedarse tendida en el sofá. Franz tosió un par de veces para despejar su garganta ante la inquisidora mirada de los dos Observadores.

– Maldita sea... ¿Black Forest? No me sorprende que Alice odie a ese tipo.

– ¿Franz? ¿Qué es ese Black Forest que mencionó Alice?

– ... – el militar dio un largo trago a su vaso de agua antes de responderle, jugueteando con la comida comprada en su plato. – No es algo bonito. La operación Black Forest es infame entre la comunidad militar de la [Organización], y con justa razón.

– ¿Infame? – Asia se veía confundida ante el estamento. ¿No eran las tropas de la [Organización] de las mejores del mundo? – ¿Por qué? ¿Ocurrió algo malo?

– Más que malo, de hecho. – Franz se acabó su agua de golpe, dejando el vaso sobre la mesa sin mucho cuidado por la delicadeza. – Fue una misión llevada a cabo por las fuerzas especiales de la [Elite] durante la guerra. Unos... tres o cuatro equipos, si mal no recuerdo. Alrededor de quince hombres, Alice entre ellos por lo que nos cuenta ella ahora. – Empezó a relatar, sin prestar mucha atención a los miembros civiles de la [Organización] enfrente suyo. – Era una misión sencilla, ¿saben? O al menos eso se suponía. Avanzar por la selva amazónica manteniendo un mínimo contacto con el alto mando para infiltrarse en los pueblos tras las líneas eclesiásticas y recolectar información, colocar algunos explosivos, y escapar antes de que llegaran los exorcistas. Nada difícil para unas fuerzas especiales, ¿verdad? Con un combate recrudeciéndose cada día en el frente, era poco probable que se encontraran cualquier resistencia seria en el camino. Esto ocurrió durante la Guerra Mágica, por supuesto.

– ... y... ¿qué pasó?

– Mondrian. Albrecht Mondrian. Eso pasó. – Replicó pesadamente el teniente, recostándose en su silla. – No conozco los detalles, puesto que son clasificados, pero no estoy mintiendo cuando diga que es infame por algo. Hubieran fusilado al comandante de la operación por traición o incompetencia, el que se les hubiera ocurrido primero, si no fuera que murió durante esta.

– Franz – el europeo se giró con una ceja levantada al japonés, quien le miraba seriamente. – Al punto, por favor.

– Claro, claro. A ver... ah sí, por qué es infame. Bueno, ¿esos tres o cuatro equipos de las fuerzas especiales? Eliminados. Borrados de la faz de la tierra. Casi todo rastro de vida de ellos se desvaneció durante la operación, y cuando lograron retomarlo, de los doce soldados o así solo quedaban dos. Alice aquí, – señaló a la rubia, ya profundamente dormida. – Es una de esos dos que sobrevivieron a esa masacre. El testimonio era desesperanzador: la unidad fue emboscada cerca de su objetivo y aniquilada casi por completo por exorcistas, con los supervivientes escapando a través de la jungla.

– ¿Y luego? – Inquirió Issei, preguntándose a donde iba aquello.

– A lo que iba. El resultado: la misión no se cumplió. El 83% de la unidad murió y, pese a los intentos de mantener el secreto, la tropa regular del frente se enteró y la moral se desplomó en cosa de pocos días. En algunos sectores tuvieron que emplear disciplina a punta de pistola cuál soviéticos durante la segunda guerra mundial a fin de evitar que el frente colapsara, y la totalidad de la cadena de mando de la zona fue puesta bajo investigación para saber si teníamos un topo que le pasaba información a la iglesia. Al final se logró estabilizar el frente, pero perdimos la iniciativa por un largo tiempo. Fue un desastre en todo sentido, uno en el que por diez personas muertas tuvimos que paralizar todas las operaciones durante semanas enteras.

– ¿Y cómo se relaciona esto con Albrecht? – Pese a la pregunta de Asia, Issei ya empezaba a llegar a la conclusión del asunto. Una que no le agradaba, precisamente.

– Bueno, cuando dije que los emboscaron exorcistas, el término plural apenas corresponde para eso. Fueron solo dos. Piénsalo, Asia. Dos exorcistas acabaron con diez soldados que pertenecían a la élite de la [Élite], la crema de la crema y la nata de la nata de nuestros militares, prácticamente como si fuera un paseo por el parque. Nosotros no tendríamos ninguna oportunidad en una pelea frente a frente contra él, aunque fuéramos los cuatro aquí presentes al mismo tiempo.

– Déjame adivinar: Albreacht era uno de esos dos exorcistas que los emboscaron. – intervino el adolescente japonés, frunciendo el ceño. Su respeto y temor por el exorcista aumentaron enormemente con lo recién revelado.

– A juzgar por la reacción de Alice y el hecho de que está al mando de la operación para recuperar las Excalibur de todas las cosas, diría que sí. Y ahora está aquí en Kuoh. – Franz suspiró, masajeándose la frente. – Juraría que alguno de esos dioses allá afuera nos quiere jugar alguna mala pasada. Lo que sea. Me encargaré de los platos y de Alice aquí. Ustedes dos – les apuntó ausentemente con el dedo, para luego dirigirlo a la puerta. – Deberían irse pronto. Algo más tarde y preocuparán a sus padres o a quien sea con el que vivan. Nos vemos mañana.

Ambos asintieron, algo inhibidos por la información recién rebelada. Despidiéndose vagamente, ambos arreglaron sus uniformes y salieron a la calle, camino a la casa de Issei. El japonés envió un corto mensaje por la aplicación de la [Organización] en su teléfono, que supuso le llegaría a su jefe, Haugen, de alguna forma u otra. Luego lo guardó, considerando que ya se lo diría a Frederick mañana.

Ya habría tiempo para procesar todo lo demás.

.

XXXXXXXXXX

.

Muelle, Kuoh
En esos momentos...

Escuchó el sonido de unas botas contra la madera del muelle en el que se encontraba. No se giró, sino que esperó a que estas se detuvieran a su lado y el usuario de aquel par le hablara primero.

– ¿Te importa si me uno?

– ¿Siquiera tienes licencia para pescar aquí? – Le contraatacó con otra pregunta. El sujeto se encogió de hombros antes de tomar una caja cercana y sentarse junto a él, tomando una de las cañas de pescar y lanzando el anzuelo previamente preparado hacia las tranquilas aguas del lago de Kuoh.

– Al menos esto no es el Reino Unido. Los malditos policías parecían magos: cada vez que te sentabas a pescar, apenas el hilo de tu caña tocaba el agua aparecía una patrulla para revisar si tenías el maldito permiso.

– ¿Y lo tenías?

– ¿Quién crees que soy? Por supuesto que lo tengo.

– Uno legítimo, quiero decir.

– Ah...

El par permaneció en silencio durante varios minutos. La conversación no se resumió hasta que su anzuelo picó algo, por lo que empezó a tirar flojamente de este mientras resumía la conversación.

– Y hablando de magos, ¿puedes decirme que estás haciendo aquí, Jack?

– ¿Por qué no me respondes tú primero esa misma pregunta, Azazel?

El pez cedió y salió del agua, colgando de la caña del líder de los ángeles caídos. Este lo revisó desinteresadamente antes de echarlo a una nevera portátil que traía consigo, donde ya tenía un par más.

– Mmm... no, definitivamente no es de mi agrado.

– ¿El qué? ¿El decirme por qué estás aquí?

– No, no, nada de eso. Me refiero a tu apariencia. Diría que prefiero tu apariencia normal. No me tomes a mal, te queda bien el pelo canoso, pero esa máscara de treintañero cansado de la vida me hace sentir viejo hasta a mí.

– Esa es la idea.

– ¿Ahora me dirás que la creaste solo para recordarme que he vivido más de una milenia?

– No, pero podría ser su nuevo objetivo. – Al finalizar sus palabras, su acompañante chasqueó los dedos despreocupadamente. Su aspecto pareció retroceder diez o quince años, pasando de ser un adulto de edad media con el cabello blanco de canas y un par de cicatrices, a un adulto joven con abundante cabello negro y notable altura.

– Hum, sí, prefiero esta apariencia. Me recuerda a los buenos tiempos.

– ¿Buenos tiempos? ¿Una guerra de exterminación indiscriminada son buenos tiempos?

– Hablaba de la paz previa a eso.

– Ah. Sí, eso suena bien. Al menos no te refieres al periodo de operaciones ocultas y puñaladas por la espalda entre traidores.

– Y entre aliados.

– ...y entre aliados.

El anzuelo del identificado como "Jack" pareció picar algo, por lo que este le dedicó su atención a tratar de extraer el pez del agua.

– Vamos pequeño hijo de pu-

– Bueno, para resumir, estoy aquí para seguirle el rastro a uno de mis Cadres que parece que se ha desviado del camino...

– ¿Hablas de Mierdabiel?

– Kokabiel, sí.

– ¿Así que él está detrás de esto?

– No lo sé con certeza, pero dadas sus inclinaciones y la calidad y cantidad de los ángeles involucrados, es lo más probable.

– Huh... curioso. Bueno, supongo que le tendré que comentar eso al [Consejo]. Capaz que me dejan ir a golpearlo si resulta ser él.

– El [Consejo]... ¿sigue vivo?

– Vivito y coleando, si eso es lo que preguntas. El hecho de que hayan muerto varios de nosotros es irrelevante, al menos en ese aspecto.

– ¿O sea que la [Organización] seguirá con sus métodos de siempre?

– Somos más precavidos ahora, si es lo que preguntas. No tenemos la fuerza de antaño, al igual que las cábalas o los exorcistas de la iglesia. Creo que los únicos que salieron relativamente fortalecidos de la guerra fueron las órdenes de caballería religiosas. Cuando menos, dejaron de ser actores menores.

– Ya veo...

– ...

– ...

– Cambiando de tema, ¿Mierdabiel es el que está detrás de este desastre de las Excalibur?

– ¿Ya se enteraron de eso?

– Es más sorpresivo que te hayas enterado. No creo que la iglesia lo vaya diciendo por ahí.

– Tengo mis fuentes.

– Igualmente nosotros.

Touché.

– ¿Entonces?

– Pues como dices, tiene que ver con las Excalibur robadas. Considerando donde estamos, las cosas parecen alinearse muy bien como para causar un desastre diplomático. Algo que le gustaría mucho a Kokabiel.

– Huh...

Jack logró por fin sacar el pez del agua, observando cómo, pese a haber puesto buena pelea, este era de reducido tamaño.

– Veo que aún no puedes romper la barrera de los ocho centímetros, ¿eh? – Escuchó que se burlaba Azazel. Le devolvió lo mirada claramente molesto.

– Mi pez mide 7.9 centímetros, ¿ok? Es perfectamente funcional.

– Sí, sí, lo que digas.

El caído empezó a guardar su equipo, el miembro de la [Organización] devolviendo el pez al agua antes de pasarle de vuelta su caña a Azazel.

– ¿Tienes gente trabajando en el asunto? Si la cosa se pone mala necesitaremos tropas en terreno, y no soy precisamente libre en términos de poder disponer de fuerzas militares...

– Varias facciones de la [Organización] moverán sus efectivos aquí pronto, los primeros llegando mañana. Tendremos ese lado cubierto. Solo dame una llamada e intervendremos.

– Eso espero. Ese exorcista de la iglesia es muy poderoso, pero no confío en ellos.

– ¿Y en nosotros sí?

– Puedo confiar en saber qué es lo que harán, que es más que lo que puedo decir sobre las tropas de Roma.

Tou-fucking-ché.

Ambos hombres se despidieron brevemente y se separaron, uno desvaneciéndose de la vista tras dar unos pasos en una dirección, mientras que el otro desaparecía caminando por las calles de Kuoh.

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