Capítulo 10: Reunión Privada

N/A: Una pequeña aclaración de la conversación final entre Issei y Jack en el capítulo anterior (ya que, releyéndola, me doy cuenta de que confunde un poco): cuando Issei dice que solo la [Organización] se vería perjudicada si Le Fay sufre daños mientras está bajo su cuidado, esto es porque lo relaciona con el hecho de que el ataque fue: 1) muy fácil de bloquear (vino de frente con bastante distancia para reaccionar); y 2) nadie los atacó mientras huían, pese a ser un momento vulnerable. Eso por si alguien quedó con la duda. Aclaro también que Le Fay no está usando el uniforme que tiene en el anime, sino ropas civiles occidentales con su sombrero y capa de maga encima.

Una última nota de que empezaré a jugar un poco con palabras en negrita en el texto para remarcar ciertas cosas, pero nada oficial o establecido aún (sigue en fase experimental).

Disclaimer: Highschool DxD no me pertenece, todo el crédito a su respectivo autor. Lo único de mi autoría son los elementos originales de esta historia que no hayan sido aportados por otros usuarios.

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Capítulo 10
Reunión Privada

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Kuoh
Mañana siguiente

Issei despertó antes de su alarma. Luchó contra la comodidad de las sábanas por un rato hasta que recordó lo que ocurriría aquel día, soltando una queja y finalmente saliendo de la cama. Arrastró sus pies hasta el baño, donde tomó una ducha dado que lo olvidó la noche anterior, y regresó a su cuarto con la palabra "cansancio" grabada en el rostro. Una vez dentro contempló el uniforme de la Academia Kuoh colgado en su armario. En un día normal se lo hubiera puesto sin un miramiento, dispuesto a seguir su normal día a día, pero...

"Después de todo, sabes que ocurre mañana, ¿no es así?"

La palabras de Jack resonaron por su mente. Sacudiendo la cabeza, sacó una camisa blanca de mangas largas, hizo a un lado la ropa escolar tras unos largos segundos de reflexión y sacó un colgador con un uniforme negro. Un par de minutos después y estaba terminando de anudar su corbata negra, suprimiendo un bostezo. Era demasiado temprano en un día cualquiera, y con lo acontecido la noche anterior estaba claro de que no iba a ser su día de mayor energía. Su alarma sonó tras él, marcando su hora usual para despertar, pero la apagó antes de que pudiera repetir el molesto ruido. Estiró sus brazos, ordenó flojamente su cuarto, dejó su pistola y la funda de esta en su maletín escolar y colgó su chaqueta negra de la [Organización] sobre su antebrazo, finalmente abriendo la puerta y bajando hasta el primer piso.

En el comedor encontró a su padre leyendo el periódico del día, recibiendo una ceja alzada de este. No era usual que se levantara tan temprano. Por suerte, la forma en que estaba doblada la chaqueta evitaba que uno pudiera distinguirla de la que usaba el uniforme de la academia, por lo que Issei pudo dejarla junto a su maletín en un asiento y dirigirse a la cocina. Su madre bajaría en cualquier momento, por lo que debía actuar rápido.

Sirvió dos tazas de café, entregándole una a su padre, y se preparó un crudo desayuno rápido. Un par de tostadas bastarían por ahora, y si no lo eran, siempre podía reponer fuerzas luego con algo de una tienda de conveniencia en el camino. Con eso en mente caminó hasta el comedor y comió en silencio, siendo observado por su padre tras el periódico.

—¿Por qué la chaqueta? —preguntó él de repente, provocando que el menor dejara de masticar—. ¿No están con uniforme de verano?

—Sí. Es para un asunto que tengo que ver con la administración. Me pidieron que fuera con el uniforme completo.

—¿Ah sí? —Se notaba con facilidad que no le creía del todo, pero Issei, salvo su etapa pervertida hacía ya más de un año, no tenía nada que lo probara de mentiroso, menos aun con asuntos graves—. ¿Y para qué es?

—Ni idea. Planeo averiguarlo apenas llegue a la academia, pero sospecho que tiene que ver con mi intercambio el años pasado.

—¿Y ese es el motivo por el que estás levantado tan temprano? Casi me creo que te vas al trabajo en alguna oficina.

—Ah, no. Solo me desperté antes de lo usual y no pude volver a dormir.

—¿Estás seguro de que estarás bien? —El gesto de su padre era preocupado, bajando el periódico para tener una mejor visión de su hijo—. Saliste bastante tarde ayer después de todo...

—Sí, estaré bien. Dormí como un tronco después de todo. —Disparó una sonrisa confiada que estaba seguro de que su padre no se compraba: las ojeras eran pequeñas, pero evidentes. Aun así, decidió no dejarle tiempo para contraatacar—. Me tengo que ir. Nos vemos más tarde.

—Sí, nos vemos...

Acabó su café en pocos segundos y llevó sus cosas a la cocina. El ruido de arriba le daba a entender que su madre bajaría pronto a preparar el desayuno para el resto de la casa, y la verdad es que no tenía confianza en poder engañarla a ella también (no estaba seguro de haber convencido a su padre, después de todo). Dejó sus cosas junto al mueble en el recibidor del hogar, sacó una hoja de papel, escribió una nota en esta y luego subió hasta el segundo piso, golpeando la puerta del cuarto de huéspedes que compartían temporalmente Asia y Le Fay. Ante la falta de respuesta, abrió la puerta y la cerró tras de sí.

Apenas sus sentidos captaron la visión de una cantidad excesiva de piel a la vista se dio la vuelta, pegándose a la muralla. Escuchó una voz avergonzada detrás, y siendo honesto, él también lo estaba. Ambas chicas eran de piel blanca y cabellera rubia, además de bien parecidas bellezas occidentales, así que no logró distinguir bien de quién se trataba con su escasa observación. Tomó una profunda respiración para calmar su corazón latiendo a mil por hora y aventuró un nombre.

—¿Le Fay?

—S-sí...

Su intuición probó ser correcta. Asia nunca fue buena con las mañanas, y la alarma no debía haber sonado aún. Asia la colocaba diez minutos antes que la suya, pero siempre terminaba levantándose quince minutos después que él.

—T-ten. —Extendió el brazo tras el con el papel en mano. Sintió un poco de fuerza sobre el objeto, indicándole que la inglesa lo tenía en mano, provocando que lo soltara—. Déjalo en el velador de Asia. Tu termina de vestirte y ve a la entrada: nos vamos.

—¿D-donde? —El sonido de algodón contra la piel le indicaba que Le Fay seguía cambiándose, probablemente cubriéndose de más ropa en caso de que le castaño intentara espiar. Por suerte para el bienestar de ambos, él ya había dejado atrás esos hábitos.

Una vez, en Suiza, aquello le hizo mirar a la muerte a la cara. Desde entonces que había dejado de tentar a la suerte.

—... solo acompáñame.

Abrió la puerta lo suficiente como para salir y abandonó la habitación. Un par de minutos después Le Fay se unió a él en la entrada, desde donde ambos se despidieron del padre de Issei, se pusieron sus zapatos y abandonaron la estancia. En el camino pasaron a una tienda de conveniencia, donde Issei obligó a le Fay a guardar su sombrero y capa en su bolso para que solo pareciera una adolescente con ropas occidentales. Ambos compraron unas pocas cosas (Issei aprovechó de complementar su magro desayuno) y, comida en mano, hicieron su camino hasta el piso franco de la [Organización] en Kuoh.

Así comenzaba una mañana más.

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Cuando el par arribó hasta el edificio de oficinas donde se hallaba el piso franco se encontraron con la puerta vigilada. Usualmente había un conserje ocasionalmente acompañado de un guardia de seguridad privado, ninguno de los cuales les daría problemas de no empezarlos ellos, pero ahora había dos hombres de uniforme azul y cara seria apostados uno a cada lado de la entrada. Cuando los dos adolescentes cambiaron su rumbo para dirigirse a la puerta, ambos se acercaron un paso, bloqueando el acceso.

Le Fay se preocupó en ese instante, pensando en que tendrían problemas, pero un corto gesto de Issei hacia el broche con símbolo de la [Organización] que había colgado en su corbata bastó para que ambos adultos volvieran a sus posiciones originales. Aun así, cuando estaban por entrar uno levantó el brazo, bloqueando el paso.

—¿Identificación?

—Issei Hyoudou, task force Uniform-42. —El castaño extrajo un pequeño rectángulo de cuero y se lo entregó al guardia, uno que Le Fay supuso contenía alguna especie de identificación. El adulto en cuestión confirmó sus sospechas extrayendo una tarjeta de este, revisándola por ambos lados en lo que revisaba a Issei de pies a cabeza. Le Fay notó que el otro guardia, pese a mantenerse en su puesto, estaba atento a cualquier movimiento que hicieran.

—De acuerdo. —El guardia volvió a insertar la identificación en el porta-tarjetas de cuero, enviándole ahora una mirada a la inglesa—. ¿Y ella quién es?

—Y-yo-

—Externo bajo supervisión de Ípsilon-29 —indicó Issei sin un ápice de nerviosismo en la voz. Le Fay notó, sin embargo, que la mano que tenía oculta tras la espalda no paraba de juguetear con su identificación.

—No he recibido ninguna información oficial al respecto.

—La orden vino ayer de muy arriba. Debería ayer llegado la orden oficial hoy en la madrugada.

—Me temo que eso no es sufic-

—Si duda de mis palabras, puede preguntarles a los jefes de la task force X-Ray-41, comandante Ramírez o capitán Kaffelier del regimiento Overwatch. —Issei entonces apuntó al símbolo en la manga izquierda. Los ojos del guardia se estrecharon—. Pero creo que ambos estaríamos mejor si no se mete en asuntos de Seguridad Externa... ¿verdad?

Ambos intercambiaron miradas por lo que a Le Fay le pareció una eternidad, hasta que, con un ligero resoplido, el guardia asintió y se hizo a un lado, permitiéndoles el paso. Issei asintió y se dirigió al interior, la rubia siguiéndole de cerca tras un segundo de retardo. Solo cuando dejaron atrás la entrada y subieron a un ascensor fue que Issei pareció desarmarse, dejando salir un largo suspiro en lo que limpiaba unas gotas de sudor de su frente.

—Casi lo arruino. Estuve a punto de rendirme con ese guardia.

—¿Qué fue eso?

—... —Issei sacó su pistolera del maletín escolar y la puso en su cinturón, ocultándola con la chaqueta del uniforme—. Cosas mías. Dejémoslo en que la orden oficial de custodia tuya no llegó ayer a los guardias.

—Pero esos no eran guardias comunes... ¿verdad?

—Personal de la [Organización], para ser precisos. —Issei se rascó la parte posterior de la cabeza, lanzando un segundo suspiro—. Tal vez sea un poco agresivo ahora, pero tenemos que mantener apariencias. No solo somos nosotros los que están en este edificio.

—¿Qué quieres decir?

—Solo camina.

La puerta del ascensor se abrió en ese momento y Le Fay sintió al castaño empujarla suavemente hacia adelante. La sorpresa la hizo tropezar levemente, pero se recuperó sin problemas. El japonés la tomó del brazo y avanzó por el pasillo, guiándola con cierta rudeza. Mantenía un rostro estoico, mas un análisis detallado evidenciaba que no estaba familiarizado con sus acciones. Aun así, Le Fay, sin su varita ni nada para defenderse, hizo caso de la instrucción y se dejó guiar con la cabeza baja, de reojo observando sus alrededores.

El pasillo tenía movimiento, y mucho más comparado a la tarde anterior en que la trajeron ahí. Varias personas iban y venían, algunas paradas junto a las puertas en diverso grado de apertura que flanqueaban ambos lados del pasillo, observando papeles, llevando carpetas o comentando cosas en voz baja de forma indiscernible para ella. La mayoría llevaba el uniforme negro de la [Organización], mismo que usaba Issei, aunque había una porción respetable que usaba uno muy parecido de corte más marcial.

"Militares de la [Organización]" dictaminó ella, revisándolos de reojo.

Le Fay se preguntó de donde había salido todo eso. Había estado en aquel mismo pasillo apenas la tarde anterior, pero parecía un entorno totalmente distinto. Era cierto que ayer no estaba precisamente prestando atención al edificio, más enfocada en vigilar a Issei y Asia, pero aun así recordaría algo así de ocupado. ¿De dónde salía esa diferencia?

El castaño la empujó a un lado, dirigiéndola a la oficina que hacía de piso franco y cerrando la puerta tras ellos. Dentro encontraron a James parado en el centro, papeles en mano, intercambiando comentarios bajos con otro uniformado. James estaba de frente a ellos y los saludó con un asentimiento, pero el otro no mostró reacción. Le Fay no tenía idea de quien era, pero Issei pareció reconocerlo de inmediato.

—Hang.

El desconocido se dio la vuelta de inmediato, devolviendo el saludo con un asentimiento. Le Fay notó que era oriental, pero no tan similar a Issei. ¿Quizás de China o Corea...?

—Hyoudou. No te veía desde Chechenia.

"¿Chechenia?" Le Fay disparó una mirada intrigada a su vigilante, pero este no hizo amago de verla. Si algo, desvió la mirada ante la mención del pequeño país anexado por Rusia.

—S-sí, hace ya un tiempo...

Hang lanzó a su vez una mirada curiosa a James, quien negó con la cabeza.

—Dejando de lado tiempos anteriores —intervino este, atrayendo la atención de todos y cambiando de tema—. Hyoudou, Jack te dejó un mensaje. Dos, en realidad. Están en el sobre en el mesón de la cocina.

—Entendido. —El japonés se giró sobre sus pies y dirigió a la cocina del apartamento—. Hey James, ¿ha llegado alguna orden oficial de supervisar a Le Fay desde Suiza?

—¿Lo dices por tu discusión con los guardias?

—¿C-cómo sabes de eso?

—Me llamaron inmediatamente después para corroborar la historia.

—¿Y qué pasó?

—Para desgracia de ellos, contestó Jack, que estaba recién yéndose. Ten por seguro que dejará a ambos guardias llorando con ganas de pedir perdón cuando termine con ellos.

—Huh... —El japonés encontró el sobre mencionado, abriéndolo y revisando los dos papeles en este.

—Lo que me recuerda, Hyoudou, parece que te divertiste empujando a Pendragon aquí por el edificio. ¿Te adaptas ya a ExtSec?

—Ah sí... quiero decir ¡no! —Escandalizado, Issei dejó de lado los papeles para encontrarse con las miradas divertidas de los dos adultos y la curiosa de la inglesa—. Era más que nada por apariencias. Lo de Le Fay aún es secreto y la comitiva de Golden Dawn aún no llega, así que hay que disimular. Así al menos parece una prisionera más que llevo bajo custodia.

—¿Y acaso no lo soy? —interrumpió la rubia, alzando una ceja, molesta.

—N-no, no eres una prisionera... bueno, o sea, supongo depende de cómo lo quieras ver, pero es cierto que no estás en un calabozo o algo así...

—Y, de todos modos, ¿qué era eso afuera? No había tanta gente aquí ayer —protestó Le Fay, ahora encarando a James y Hang. Estos intercambiaron una mirada en lo que respondía el primero.

—Gente de las task forces, principalmente. Algunos paramilitares, magos y burócratas que mantienen control de la situación y hacen reportes en las arrendadas oficinas vecinas.

Le Fay alzó una ceja.

—¿En todo este piso?

—Ajá, y también un par en el nivel de arriba. El resto del piso superior está ocupado por las delegaciones de otras organizaciones humanas que vienen, como Grauzauberer y Rosenkreuzer. La delegación de Golden Dawn estará aquí oficialmente en dos días, pero un grupo avanzado llegará hoy en la tarde para ocupar la oficina que les corresponde y asistir a la reunión.

Tal parecía que los pisos seis y siete de aquel edificio de oficinas se habían transformado en el centro de actividad sobrenatural humana. Tenía sentido: la seguridad estaba a cargo de todos, estar tan cerca hacía más fácil para sus mandos compartir datos y comunicarse entre sí. Era también motivo suficiente para que Issei se mostrara precavido y fingiera una actitud más autoritaria sobre ella dentro del edificio.

—Le Fay, ten. —La voz del castaño la trajo de vuelta a la realidad, apenas atrapando un trozo de tela que caía en su dirección. Revisándolo, se dio cuenta de que era una banda para el brazo con la palabra "Externo"—. Mientras lleves eso puesto y vayas junto a mí nadie hará preguntas. Nos evitaremos episodios como el de los guardias.

—Entiendo. —Deslizó la banda hasta su posición idónea, fijándola a su chaqueta con un broche—. De todos modos... ¿qué hacemos aquí?

—Me hago la misma pregunta —anunció James, girándose a Issei—. Se suponía que pasarías aquí por la tarde. ¿Qué haces aquí tan temprano?

—Me tomé el día libre —indicó este sencillamente, sin levantar la vista de los mensajes en su mano. James, Hang y Le Fay se miraron entre sí, encogiéndose de hombros—. También necesito hacer un par de cosas, así que necesito que vigilen a Le Fay mientras tanto.

—¿Me ves cara de niñera? —James ignoró olímpicamente la mirada molesta de la inglesa—. El que tiene que vigilarla eres tú.

—Digamos que tengo que hacer algunas cosas aún y Le Fay llama demasiado la atención aún vestida de civil.

—¿Cómo llama alguien la atención vestido de civil?

—... —Ambos intercambiaron miradas por varios segundos, comunicándose mediante gestos faciales. Finalmente, James asintió—. Entiendo. No tardes mucho, yo también tengo trabajo.

—Intentaré estar de vuelta antes de una hora.

Issei guardó los mensajes en su bolsillo, se aseguró de que el arma en su cinturón se mantuviera oculta bajo su chaqueta y abandonó el lugar.

—Bueno, se fue. Hay algunos libros por ahí si quieres entretenerse, Pendragon. Hang, te encargo la vigilancia.

—Entendido.

—¿Yo no tengo derecho a decir algo?

—No que me importe. Solo estarás acá por un rato.

James apuntó vagamente a la sala de estar del piso franco, desapareciendo luego por el pasillo. Hang, a su vez, tomó asiento en un banco junto al mostrador de la cocina y empezó a leer algunos documentos, dejándola a su suerte.

XXXXXXXXXX

Issei volvió tres cuartos de hora después viéndose mucho más relajado que antes, encontrándose a Le Fay en el sillón de la sala de estar enfurruñada y a Hang vigilándola con un ojo desde la cocina. Ante la ceja alzada que tuvo ante la escena, su compañero de origen chino se encogió de hombros mientras cambiaba de página.

—Estaba hurgando por ahí en busca de sus cosas.

—¿Se las llevó Jack?

—Supongo. James sabrá de eso, pero está ocupado.

—¿Dónde está?

—Por todo lo que sé andará en el piso de arriba retando a alguien por imbécil.

—Heh... lo que sea. Le Fay, nos vamos.

—¿Dónde?

—Al hospital. Conseguí que te permitieran visitar a tus compañeros antes de que los saquen de aquí.

Le Fay estaba de pie de un salto, velozmente llegando a la puerta, despidiéndose cortésmente de Hang y saliendo al pasillo.

—¿Qué esperas, Issei? ¡Vamos!

—Sí, sí, ya voy. —Hang e Issei intercambiaron miradas, ambos negando con la cabeza simultáneamente —. Pero recuerda ir junto a mí. No queremos otro incidente como el de la mañana.

Los dos miembros de la [Organización] se despidieron con una corta reverencia y el par de adolescentes abandonó el piso franco. Hang, suspirando suavemente, levantó sus documentos para sacar la hoja que deslizara Issei cuando Le Fay salió del lugar, revisando su contenido de una ojeada. Luego, de nuevo. Cuando a la tercera revisión se diera cuenta de que lo que estaba ahí escrito no iba a cambiar, dejó el papel sobre la mesa, caminó hasta el lavaplatos y se echó agua en la cara. Dejando que las gotas cayeran libremente, solo pudo murmurar una cosa:

—Mierda.

XXXXXXXXXX

El par compuesto de Issei y Le Fay caminó a paso firme hasta uno de los hospitales en el centro de Kuoh: en la entrada, Le Fay notó a dos uniformados azules montando guardia desde dentro, impasibles. Aminoró el paso hasta quedar unos pocos pasos detrás de Issei, dejando que este manejara la entrada ahora a todas luces vigilada.

Como repitiendo la escena de una película, al acercarse Issei apuntó al logo colgado de su corbata. El guardia asintió, pero igualmente lo paró alzando el brazo cuando estuvieron frente a él. Luego el castaño entregó su identificación en lo que explicaba que iban a visitar a dos pacientes del lugar.

—¿Y ella quién es?

—Externa bajo cuidado de Ípsilon-29 —misma pregunta, misma respuesta. Sin embargo, esta vez, quizás por la banda que llevaba en el brazo, el guardia asintió y los dejó pasar. Una vez dentro Issei guardó su identificación y preguntó por una sala, mas fue Le Fay quien logró encontrar el lugar donde mantenían a sus compañeros. Al llegar se encontraron la puerta desbloqueada y dos camas ocupadas, con sus ocupantes flojamente observando el techo.

—¡Frank, Edmund!

—¿Le Fay?

Uno con más dificultad que el otro, ambos se incorporaron para saludar a su compañera. Esta se lanzó a abrazarlos sin demora, arrancando bajos quejidos ante el contacto.

—Despacio, Fay. Aún tengo el estómago abierto.

—Lo siento, Frank. Es solo que...

—Sí, lo sabemos. Siempre te has preocupado en exceso, ¿verdad Edmund?

—Sí, es verdad.

—¡Hey! Solo me preocupo por ustedes como una persona normal se preocupa de sus amigos.

—Quizás, pero eres muy dramática.

—No lo soy.

—¿Ah no? ¿Recuerdas esa vez en Hungría que-

—¡LALALALALA, no los escucho!

Mientras ambos varones reían ante la imagen de la rubia tapándose los oídos avergonzada, en el exterior de la habitación ocurría otra conversación mucho menos amena.

—¿Alguna novedad?

—Ninguna. Sí estuvieron agitados al principio, pero cuando se calmaron cuando los médicos llegaron para tratar sus heridas. No han intentado escapar o comunicarse con alguien desde que ingresaron.

—Ya veo... eso es bueno. —Despidiendo a los dos guardias de la [Organización], Issei se dio la vuelta y esperó pacientemente en una silla del pasillo, observando de reojo la interacción de los tres extranjeros.

"Al menos parece que la cosa no pasará a peor," pensó para sus adentros. Aún recordaba la amenaza de Jack a Le Fay cuando la atraparon, y el principal motivo por el cual había cuatro guardias de la [Organización] asignados a ese hospital. Con ambos magos heridos y con la guardia baja, eliminarlos de golpe era extremadamente sencillo.

Agh, ya estaba pensando en muerte de nuevo. Respiró profundamente y exhaló con lentitud, restregándose el rostro con ambas manos. ¿Por qué todos parecían ir primero a las armas y luego al diálogo? ¿Era una consecuencia de la guerra? ¿O era la naturaleza de la gente que trabajaba en ese oficio? No parecía haber mucho espacio para la piedad en su línea de trabajo, aunque quizás fuera su culpa por escoger aquella vida. Era incómodo. En las novelas ligeras e historias de fantasía los magos siempre eran este reducido grupo de eruditos, efectuando hechizos de largas invocaciones o seres misteriosos que podían salvar el día. Sin embargo, en una realidad mucho más bizarra de lo que alguna vez realísticamente esperó, los magos resultaron ser gente común y corriente con otro conjunto de habilidades, muchos enfrascados en un violento mundo en el cual la muerte no era nada más que una vecina.

Había terminado pensando en la muerte de nuevo. Suspiró más fuerte, llevando ambas manos tras su cabeza y reclinándose en el asiento contra la pared tras él. Así, nadie vería la luz verde en el dorso de su palma izquierda.

"Oye, Ddraig."

"[Te escucho.]"

Era raro oír a Ddraig dentro de su cabeza. Hacía no mucho que había vuelto a hablar con el dragón galés, pero sus comunicaciones mentales, cuya única evidencia era la luz verde esmeralda en su mano izquierda, eran todavía experiencias sorprendentes para el castaño. Estaba mucho más acostumbrado a hablar con él cara a cara en su subconsciente, cuando lo "entrenaba" para el combate (si es que la idea del ser mitológico de hacerlo huir de su aliento de fuego podía considerarse entrenamiento en primer lugar).

"¿Sabes si alguno de tus portadores anteriores fue un mago? Antes de sucumbir al odio, digo..."

"[Como sabes, nunca tuve la costumbre de comunicarme con mis portadores, salvo unas contadas excepciones. Además, hay que recordar que la magia humana como la conoces no alcanza a cumplir los dos mil años de antigüedad, Sin embargo, de lo que recuerdo, sí hubo dos o tres portadores que fueron magos.]"

"¿Qué pasó con ellos?"

"[El primero murió por la plaga: sucumbió rápidamente y, en un intento de sanarse usando la [Boosted Gear], aceleró su muerte. El segundo cayó en la guerra civil demoniaca, usando el Juggernaut Drive tras perder a su amada por un ataque de los demonios. El tercero cayó en un duelo como parte de una cábala mágica, sin alcanzar a usar el odio de la [Boosted Gear]. Estadísticamente hablando, siendo mago tienes una buena posibilidad de no caer en el odio, pero una cierta de no morir de viejo.]"

"Heh. Quién lo diría... aunque creo que esa última es alta para todos tus portadores."

"[Es la verdad. Pero también tengo otra observación.]"

"... ¿cual?"

"[De lo que recuerdo, eres quizá el primero que vive en esta atmósfera.]"

"... ¿atmósfera?"

"[El miedo.]"

"... ¿miedo?"

"[Piensa, compañero. Temes por tu vida constantemente, temes por la vida de tu protegida, temes por la vida de los que te rodean... incluso temes por la vida de esta maga que vigilas, una que intentó espiar para alguien que aún no conocemos. Y aun así temes por su vida porque tienes miedo.]"

"..."

"[Tienes miedo de seguir viendo gente morir frente a tus ojos. Vives rodeado de gente que teme morir, pero no teme matar a otros. Es natural. El ser humano, de tener que escoger, prefiere ser el que aprieta el gatillo a ser el que está frente al arma. ¿A cuántos has visto caer frente a ti?]"

"..."

"[Además, solo mira a tu alrededor. Todos temen que su vida acabe por órdenes de arriba, incluso más que por un externo. Esos guardias que te detuvieron en la puerta solo te dejaron pasar porque los amenazaste con tu posición como agente de seguridad. Apenas eso fue suficiente, y eso que tú nunca has abusado de tu poder o algo parecido.]"

"¿A qué quieres llegar?"

"[Estás en un entorno donde estás siempre alerta, tanto por parte de tus enemigos como de tus aliados, donde tu sola existencia no como [Dragón Emperador Rojo], sino como Issei Hyoudou, es motivo suficiente para que temas que alguien te enviará a matar. No es una situación de poder bruto, sino de complejas palabras y juegos de poder. No sé de otro portador mío que haya pasado por algo así. Tendrás que moverte con mucho cuidado para sobrevivir en esta jungla.]"

"Vaya suerte, ¿no?"

"[¿Por qué crees que los dragones preferimos las peleas directas? Somos seres de poder puro: nos ahorramos dolores de cabeza como este, propios de los débiles humanos y su política.]"

"A veces me gustaría ser tan despreocupado como tú."

"[Viene con el poder. Pronto podrás permitírtelo.]"

"Esperemos que sí."

—¿Issei?

El castaño abrió los ojos para encontrarse a Le Fay de brazos cruzados frente a él. Levantó una ceja, expectante, hasta que se fijó en el reloj colgado en la muralla.

"Ups." Era tarde, y su permiso de estar en el hospital estaba por acabar.

—Vámonos. —Se puso de pie y echó a andar camino a la entrada, la rubia siguiéndolo de cerca. Abandonaron el hospital a paso rápido sin dar más que un asentimiento a los guardias, perdiéndose por las calles de Kuoh.

XXXXXXXXXX

—¿A dónde vamos ahora?

—Tengo que hacer una visita al marqués Hayes para informarle del incidente de ayer.

—¿El de la heredera que te llamó?

—Y el "ataque" que sufrí. —Le Fay giró los ojos ante el énfasis en la palabra "ataque"—. Aprovecharé de pasarme por algunos puestos de vigilancia en Kuoh y ver cómo van las cábalas mágicas.

—El señor Ramírez mencionó a Grauzauberer y Rosenkreuzer, y ya me encontré con Hexennacht. ¿Hay algún otro?

—No que yo sepa. Nilrem fue invitado, pero rechazó venir.

—Y estamos mejor sin ellos, muchas gracias.

Issei emitió una risa corta ante la adorable forma en que Le Fay habló, pero siguió caminando. En su trayecto el par se encontró con algunas patrullas y puntos de reunión de los magos de las cábalas mágicas, con los que tuvieron encuentros cordiales, pero con cierto recelo. Luego de ello llegaron a un gran edificio en la zona residencial oriente de Kuoh, donde, tras registrarse con el portero que avisó al departamento correspondiente, ambos subieron al ascensor. Fue allí donde Le Fay notó, con sorpresa, que Issei marcaba el último nivel

—¿Otro piso franco?

—Para nada. ¿Recuerdas al marqués Hayes?

La rubia abrió los ojos, pero justo entonces, con el sonido simulado de una campana, el ascensor abrió sus puertas y les mostró a ambos una puerta al final de un corto pasillo. No sin cierta duda, Issei se acercó a esta y golpeó dos veces, Le Fay tras él, apareciendo luego un círculo mágico en el suelo que empezó a flotar con ellos dentro.

—... hablando de cosas desconocidas...

—Esto...

—¿Pasa algo, Le Fay?

—Este círculo mágico es bastante complicado.

—¿Ah? —Issei parpadeó, confundido. Recorrió la estructura mágica color gris con la mirada, alzando una ceja—. ¿Lo entiendes?

—Me cuesta un poco porque no estoy tan versada en magia demoniaca, pero puedo reconocer la mayoría de sus elementos. No es un hechizo personalizado, al menos no totalmente.

—...

—Por los símbolos del segundo anillo desde el interior podemos ver que es un hechizo de lectura, pero los que están en el tercer anillo indican que no solo lee magia, sino que también otra cosa, que de lo que entiendo es una mezcla de imagen visual y sonido. El resultado es enviado a alguna parte. —Le Fay ignoró la falta de reacción de Issei y siguió su análisis, recorriendo con su dedo índice la estructura metafísica que era el círculo mágico que los rodeaba—. Utiliza magia demoniaca, pero no reconozco el símbolo en el centro. Probablemente sea de un clan extra. Eso significa que... —se detuvo al no detectar respuesta alguna, girándose para encontrar la extremadamente confundida cara del castaño—. ¿Estás escuchando?

—E-erm...

Afortunadamente para Issei, se salvó de responder cuando la puerta frente a ellos se abrió con un sonido de la cerradura, sacándolo de su estado y distrayendo a Le Fay de su análisis. Intercambiando miradas, ambos asintieron y cruzaron el umbral, hallando dentro a una figura de espaldas a ellos, mirando por el ventanal del apartamento la ciudad que se extendía a la distancia, rodeado de finos, pero simples muebles en un espacioso apartamento. Pese a no poder ver su rostro, su alta estatura y forma de su cuerpo les permitieron reconocerlo de inmediato.

—Marqués Hayes. —Ambos adolescentes inclinaron la cabeza en señal de respeto, pese a que este no se giró para encararlos—. Disculpe lo sorpresivo de la visita.

—No hay problema, Hyoudou... ese es tu nombre, ¿verdad?

Su voz sonaba serena, pero pesada. Ambos intercambiaron miradas nuevamente.

—En efecto, marqués.

—Y tú eres... —Ninguno se movió en lo que el demonio guardaba silencio, la chica controlando su respiración—. ... Le Fay Pendragon, ¿no es así? Hija de la Casa de Camelot.

Alarmas se encendieron en el rostro de la maga, pero el marqués continuó inmutable. Le Fay carecía de cualquier elemento mágico para defenderse, y, sin ofender a su compañero forzado, dudaba seriamente de que Issei pudiera (o siquiera fuera a) defenderla si el marqués intentaba algo.

Como leyendo sus pensamientos, Gabriel finalmente giró sobre sí mismo y observó de perfil a ambos humanos. Sus ojos reflejaban una indiferencia lejana, aunque a Issei no se le escapó el fugaz análisis que hicieron de ellos.

—¿Acerté?

—... ¿cómo lo sabe?

—El círculo mágico que estaba en la puerta.

Hayes desvió la mirada a un costado. Siguiendo su mirada, ambos notaron un pequeño círculo mágico con un hueco al centro. Dicho agujero daba...

...al pasillo donde recién estuvieran.

—No empezaste a revisar el círculo mágico de la entrada hasta que ya llevaba la mitad de su recorrido, y aun así lograste descifrar la mayoría de sus funciones pese a ser un diseño personalizado de magia demoniaca. Pese a que está lejos de ser el más complicado que haya hecho, pues tuve que improvisar con algunos círculos mágicos demoniacos estandarizados, no hay que desmerecer que es un conocimiento y capacidad de análisis envidiables para la mayoría de los demonios con varias veces tu edad, jovencita, algo doblemente loable dado que es un sistema que no utilizas por ser de una especie distinta. Incluso parecías a punto de descifrar que estaba transmitiendo todo lo que hacían y decían antes de distraerte con Hyoudou.

Hayes finalmente deshizo el círculo mágico frente a él, pasando junto al congelado par de adolescentes en su camino hasta la cocina al costado del apartamento. Allí tomó un pequeño vaso adornado, al que le echó dos cubos de hielo.

—Coincidentemente, solo hay un puñado de magos humanos jóvenes que podrían realizar tal proeza. De ellos apenas una fracción sobrevivió a la guerra, el resto caído en combate o asesinado por la [Organización], lo que hace a los exiguos restantes bastante fáciles de recordar. —Le Fay se atragantó con su saliva, pero el marqués no dio señales de detenerse—. Dime, Pendragon, ¿cuántas magas humanas con esa capacidad de análisis de magia ajena a la humana deben quedar en el mundo? —Tomó una botella al costado, abriéndola y vertiendo un líquido color ámbar sobre los hielos en el vaso—. ¿Cien? ¿Cincuenta? ¿Treinta?

Le Fay no se movió, aparentemente paralizada en su lugar. Issei se forzó a salir de su confusión ante las palabras del demonio, dando un paso adelante y cubriendo parcialmente a su acompañante. Era raro, pero podía jurar que la sala se estaba volviendo cada vez más oscura.

—¿Veinticinco? ¿Veinte? ¿Diez? O quizás... —Alzó la mirada, fijando sus nublados ojos azules con los agitados del mismo color de la humana— ... ¿Siete?

Marques Hayes. —Hasta el mismo Issei se vio sorprendido por la gravedad con la que salió su voz, pero no dejó que aquello lo detuviera—. Me parece que este tópico de conversación no es el adecuado. Estoy aquí como parte de mis labores como miembro de la [Organización] asignado en Kuoh, y como tal, me gustaría que nos limitáramos a los temas que nos son pertinentes a ambas partes.

El marqués lo observó con una ceja alzada, su rostro no traicionando ninguna emoción extra, hasta que finalmente dio un trago a su vaso y asintió. De inmediato Issei sintió como una gran presión era levantada de sus hombros, y la sensación de que el lugar se estaba quedando a oscuras desapareció de la nada. De hecho, hasta parecía que estuviera mejor iluminada que antes.

"Quizás estoy viendo cosas."

Hayes caminó tranquilamente hasta uno de los sofás en la sala de estar, invitando a ambos a hacer lo propio en el que estaba frente a él. Reticente ante lo recién ocurrido, Issei asintió y condujo a una silenciosa Le Fay, sentándola junto a él. Luego encaró al demonio frente a él.

—¿Supongo, entonces, tienes algo que informarme?

—Así es. —Issei sacó de su chaqueta uno de los papeles que le dejara Jack en el sobre más temprano, extendiéndoselo al marqués a través de la mesa—. Aunque ya debe estar enterado, ayer hubo algunos incidentes de seguridad en Kuoh. El más notable fue el doble ataque a mi persona por un mago desconocido de fuego, del que seguro escuchó por parte de la heredera Gremory, así como la intercepción de un grupo de magos por parte de algunas patrullas de Hexennacht. También hubo un incidente en la zona occidental en que patrullas de la [Organización] interceptaron lo que parecían ser criaturas sobrenaturales locales...

El marqués escuchó atentamente y sin gesto alguno las palabras del castaño, asintiendo ocasionalmente y de vez en cuando pidiendo más datos. Revisó de una ojeada el papel entregado al inicio, apenas un resumen de los acontecimientos, y lo dejó dentro de una carpeta que hizo aparecer en su mano mediante otro círculo mágico. Issei también noto, no sin cierta preocupación, que Le Fay no se movió en ningún momento de la conversación.

—... y por último, ayer en la mañana arribó a Kuoh la primera comitiva de la [Orden de Exorcistas] liderada por un [Paladín], el Consulere-Maestre Albrecht Mondrian.

—Entendido. Le agradezco el informe, Hyoudou. Puedes retirarte.

—Y sobre lo de las herederas...

—Hablaré con ellas, no te preocupes. Es su obligación consultar conmigo movimientos que puedan involucrar gravemente a terceras partes, como involucrar a un miembro de la seguridad humana en busca de información confidencial...

Dejó la palabra en al aire, pero el significado estaba claro. Poniéndose de pie, Issei dio una corta inclinación de cabeza antes de conducir a una aún cabizbaja Le Fay hacia la salida del apartamento. Pero, antes de salir él mismo, giró parcialmente y encaró al demonio, que revisaba una vez más el documento que le entregara antes. En que momento lo sacó de nuevo no tuvo idea.

—Marqués Hayes.

—Dime Gabe si te es más cómodo. No me gusta demasiado mi apellido.

—Como diga... —Sacudió la cabeza. Tenía que ser firme—. Marqués Gabe, lo que hizo antes...

—¿Qué cosa?

—Encarar a Le Fay sobre los magos de su capacidad. Dejando de lado lo relevante a saber cuantos magos de su calibre quedan, pues eso puedo entenderlo, pero el enfrentarla respecto a cuantas quedan con vida junto con lo preocupante de que alguien tenga información suficiente como para identificarte... a lo que quiero llegar es...

Gabe lo miró con una ceja levantada, incitándolo a que continuara. Tragó saliva.

—... Le Fay se veía muy incómoda con lo que usted dijo. Lo que sea que haya pasado, no fue correcto que le sacara en cara el pasado. Es muy probable que varias de esas chicas que mencionó fueran conocidas de ella.

El ceño de Gabe se ensombreció de golpe, e Issei estaba seguro de haber pisado una mina. Ninguno dijo algo por varios segundos, segundos enervantes para el castaño, hasta que finalmente el demonio rubio habló.

—Te encomiendo por defender a tu carga, Hyoudou. —No había señal alguna de amistas en su tono, pese a sus palabras—. Pero el pasado no se puede cambiar. Quizá no lo sepas, pero Le Fay Pendragon tiene cierta infamia en la comunidad mágica humana. ¿Y sabes por qué? —Negó con la cabeza. ¿A qué quería ir Gabe...?— Es simple. Era una chica joven, curiosa, llena de energía, bendecida con buena apariencia y un talento innato para la magia y el análisis de información que le dieron la reputación de una genio pese a su corta edad. Pero, de un momento a otro, abandonó su cábala y toda su vida hasta entonces, dicen que por un asunto familiar.

—¿Y qué? Lo que haya hecho Le Fay con su vida es cosa suya. Si de verdad eso ocurrió, ¿por qué es infame que se haya preocupado por su familia? ¿Qué tiene esto que ver con las otras magas?

Gabe le dio una sola y sencilla mirada, una que lo desarmó por completo. Al cabo de unos eternos segundos, donde el tiempo mismo pareció detenerse, fue que habló:

—Apenas una semana después de que desapareciera, la [Guerra Mágica] estalló —reveló, reclinándose en su asiento. Ya no miraba a Issei, pero el efecto de sus palabra era el mismo—. ¿Esas magas que mencionaba? Varias pertenecían a Golden Dawn, académicas todas ellas. Pero la guerra no es piadosa: reclutadas todas para la guerra, sería más sencillo contar las que sobrevivieron que las que cayeron en combate.

—...

—...

—Entonces, Le Fay...

—No soy un extraño a la guerra, Hyoudou, como Jack seguramente mencionó ayer —declaró, reclinándose en su asiento. Levantó su vaso, pero lo bajó nuevamente al notar que ahora solo quedaba hielo—. Apostaría la mitad de mi fortuna a que la Pendragon se siente culpable de haber "abandonado" a sus amigos en Golden Dawn. ¿Y quién puede culparla? Con una genio tras sus espaldas, es probable que muchos miembros de la cábala que ahora están muertos hubieran salvado la vida. ¿Por qué crees, si no, que Pendragon intentó infiltrarse en Kuoh usando magos igualmente independientes en lugar de reclutar ayuda de su antigua cábala?

Issei se atragantó. Nunca lo había pensado con tanta profundidad, pero todo lo que decía Gabe tenía sentido. Pero aquello solo levantaba otra pregunta.

—¿Cómo lo sabes?

—¿Hum?

—¿Cómo sabes eso?

Gabe dio una corta sonrisa de superioridad.

—¿De verdad crees que no he vigilado lo que ocurre en esta ciudad desde que llegué? —Con un chasquido de los dedos, incontables círculos mágicos cubrieron el ventanal tras el demonio. Cada uno de ellos, en su interior, mostraba una parte de Kuoh en vivo. Por la mente de Issei pasó la advertencia que hiciera Jack respecto al demonio frente a él el día anterior:

"Gabe será de todo menos una persona agradable, pero eso no borra que, si quiera obtener respuestas, sabe cómo hacerlo."

—Agradecería no me subestimaras, Hyoudou. —Su tono era peligroso, e Issei no pudo evitar retroceder un paso ante la presión que sentía encima—. No seré de los [72 Clanes] originales, pero no cuento con la confianza del Satan Asmodeus por nada. —Con un nuevo chasquido las imágenes desaparecieron, y la luz natural del día volvió a inundar la sala. Encogiéndose de hombros, Gabe se puso de pie y caminó hasta la cocina.

—Lo... lo tendré en cuenta...

—Bien. —Vació su vaso y colocó dos nuevos cubos de hielo, llenándolo entonces del mismo líquido de antes—. Ah, y otra cosa.

—¿S-sí?

Gabe sonrió.

—La próxima vez que hagan un ataque de bandera falsa, me gustaría que me avisaran de antemano.

Issei se congeló en su lugar. Lo habían atrapado.

—No te preocupes, no estoy molesto. Quizás hubiera hecho lo mismo. En fin, mándale mis saludos a Jack cuando lo veas. —Se encogió de hombros de nuevo, tomando un sorbo de su vaso—. Puedes retirarte.

Issei no se hizo rogar. Giró sobre sus talones y desapareció del lugar, dejando nada más que un sonriente demonio detrás.

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