026
Harry seguía dormido y era cerca del mediodía. Fue tan estúpido por mi parte hacer lo que hice. Si alguien estuviera aquí para juzgarme, se reiría y me acosaría durante años.
No era cocinera. Hervir el agua era ya un prueba difícil. Nunca había tenido que poner un pie en la cocina ni me había sentido obligada a preparar algo.
Oh bueno, mejor me acostumbraba a esto, porque no podía contar con que Harry lo hiciera todo por mí, sobre todo con una herida de bala en el brazo.
Y todo el sueño que había estado descuidando... tenía que aprender.
Cuando estuve en la República Dominicana estaba sentada cerca de la cocinera la mayor parte del tiempo. Y me acuerdo de ella haciendo un arroz.
Eran unos simples pasos. No debería echar a arder ni estar con las puertas abiertas todo el tiempo, como cuando me quedé en RD. Constantemente las mujeres me ofrecían comida, y si ponía un pie en su cocina me bombardeaban a preguntas.
Se suponía que era inteligente, y muchas veces he demostrado mi capacidad intelectual, a Harry y a mí misma. ¿Dónde quedaría eso si ni siquiera puedo hacer un arroz?
Empecé por buscar los ingredientes, yendo de un lado a otro por los muebles y la estufa.. De la nevera a isla de la cocina. Lo de cocinar se volvía más fácil a medida que avanzaba guiándome por lo que había visto en la gente que me había rodeado hasta ahora. Me avergonzaba ser lo suficientemente despistada como para no saber siquiera organizarme en la cocina. Odiaría hacer a las mujeres un estereotipo, de todas formas. No todas estábamos hechas para estar en una cocina.
Media hora después, se me cayó el agua hirviendo en los pies y en el suelo. Grité y mordí la palma de mi mano para aguantar el dolor. Sentía los pies doloridos, calientes, estaban rojos y empezaban a doler. Hice una mueca y recogí el bote que se me había caído.
"Estúpida, estúpida, estúpida," me repetí en voz baja, tratando de ignorar el dolor agudo en mis pies. Fue en vano porque tuve que sentarme con hielo en los pies. Suspiré con alivio antes de forzarme a seguir cocinando.
Estaba decidida a hacerle de comer a Harry. Estaba asqueada de mí misma por ser tan despistada e indefensa. Toda mi vida igual. Nunca pude hacer nada por mi cuenta y creía que esto sería refrescante y diferente en todos los sentidos.
Removí el arroz y me quemé la punta de los dedos cuando pasé los dedos por la parte inferior de la olla que estaba muy pegada a la estufa. Se me escapó otro fuerte grito. Me alegraba que Harry estuviese tan profundamente dormido, porque ya había gritado un par de veces y no se había despertado.
Eso sí, no es que fuese mala cocinera. Era porque estaba nerviosa y estaba siendo estúpida. Definitivamente, Harry sería el tipo que me lanzaría el plato mi propia comida a la cara.
Cuando intenté freír el salami, el aceite me salpicó en los brazos y justo por encima del dedo índice, mi piel quemada por los nudillos.
Me quemé unas cinco veces haciendo esto. Gemí de dolor y suspiré fuertemente.
"¿Qué... estás haciendo?"
Me di la vuelta rápidamente, mis labios entreabiertos y mis ojos mirando a los cansados de Harry. Entrecerró los ojos escaneando la cocina y luego me miró fijamente. Su cansada, rasposa y ronca voz matutina tenía mis hormonas descontroladas.
Traté de decir algo, pero el salami de la sartén crepitaba y salpicaba, haciéndome saltar lejos y gritar. Con el corazón casi en la garganta, tragué saliva y me encogí de hombros.
"Bueno... he intentado cocinarte algo." Murmuré en voz baja. Creo que ni siquiera me escuchó.
Harry frunció el ceño profundamente. "¿Qué?"
"Yo.. eh..."
"¿Estabas intentando.... cocinar... para mí?"
Me mordí el labio mientras cruzaba los brazos sobre mi pecho. "Bueno... podría ser el caso."
"Estoy bastante seguro de que es lo que parece, Catalina." Dijo Harry con voz áspera por la sequedad de su garganta, a veces era divertido porque era muy contundente en todo.
Me miré los dedos de los pies con la cara como un tomate. "Bueno, yo..."
Me callé, incapaz de encontrar las palabras.
Escuché sus pasos, y justo cuando miré hacia arriba Harry estaba lo suficientemente cerca como para llegar con su brazo sano y agarrarme el brazo.
Se quedó mirándome la mano roja que estaba llena de burbujas de quemaduras. Levantó las cejas cuando echó un vistazo a mis pies.
"Parece que te estoy protegiendo de ti misma la mayor parte del tiempo, idiota," Murmuró, sacudiendo la cabeza.
Con las cejas surcadas y una mueca, le miré y gemí: "Estaba siendo amable contigo. Me sentía mal porque te dispararon en el maldito brazo."
"¡¿A quién le importa mi sangriento brazo?!" Exclamó. "Catalina, no quiero que te hagas daño. Puedo cocinar por los dos. Es sólo una herida en el brazo, puedo hacer lo demás muy bien."
Me quedé mirándole más rato, mis labios apretados en una fina línea.
Harry también frunció el ceño, hasta que se me quedó mirando unos segundos y el ceño comenzó a desvanecerse. Las comisuras de sus labios se inclinaban hacia arriba y parecía que estaba sonriendo. Fruncí el ceño más profundamente y fue entonces cuando los labios de Harry formaban una sonrisa que casi mostraba sus dientes. Le parecía gracioso.
"¿De qué te ríes?" Le pregunté en voz baja.
"Tú...." Comenzó.
"¿Qué?" Me quejé.
"Pareces un... bebé cuando haces eso." Dijo de pronto.
"¿Parezco un bebé cuando estoy cabreada contigo?"
Sacudió la cabeza, apretando los labios mientras intentaba ignorar lo graciosa que según él estaba. A pesar de que estaba enfadada, estaba satisfecha de que Harry estuviera mostrando diferentes emociones. Hoy era probablemente la primera vez que había visto semejante genuina diversión en su rostro.
+
"Vamos a tener que salir de aquí," dijo Harry una vez que tuvimos recogido todo lo que teníamos en el suelo, otra vez. Todos los mapas, los marcadores, archivos. El equipo, roto en pedazos y la técnica perdida. Pero como ya teníamos todo impreso, no había ninguna razón por la que no pudiéramos seguir por donde lo habíamos dejado.
Se frotó la herida curada y tapada ligeramente, con el ceño fruncido y silbando un poco antes de crujirse el cuello a ambos lados.
"¿Adónde? ¿Y cómo?" Le pregunté, mis ojos puestos en los mapas. No teníamos ningún contacto con el resto de hombres que trabajaban para mi padre. A lo mejor con los que estaban en Brasil sí, pero, ¿cómo averiguábamos dónde están si no podemos contactar con ellos?"
El programa había sido hackeado y si los llamábamos tendrían nuestra ubicación más personas de las que nos atacaron.
Harry se pasó la mano por la cara, encogiéndose de hombros. "No puedo salir ahí herido. Tengo que curarme y tenemos que pensar en un plan mejor. No voy a permitir que nos metamos en algo así sin nada claro. Tenemos que estar listos."
"Wow," murmuré.
"¿Qué?" Nuestras miradas se encontraron.
"Parece que estemos en una película. Como cuando un personaje le dice al otro lo dramático que--"
"Catalina."
"¿Sí?"
"Cállate," concluyó.
Apreté los labios y me tranquilicé antes de que me dejara más en ridículo.
"¿Por qué no te lo tomas en serio? Esto no es una broma. Hay personas ahí fuera dispuestas a matar a cualquiera que se cruce en el camino. No se puede ir por ahí como si esto no fuese nada." Suspiró Harry, pasándose la mano por los gruesos rizos de su cabeza.
Abrí la boca. "Me lo estoy tomando en serio." Le contesté en voz baja.
"No lo parece," me espetó con vehemencia. "Deja de ser una maldita idiota y--" se detuvo, tenía la nariz ensanchada y se quedó en completo silencio.
Con un gemido escapando de mis labios me recosté en el suelo. Me quedé ahí mirando el techo agotada, sobre todo después de esta discusión incoherente con Harry.
"Averiguaremos a donde iremos. No pasará muucho tiempo antes de que vuelvan otra vez, y mucho más preparados para conseguir lo que quieren," murmuró Harry.
"Vale," acepté sin aliento, sentándome y pasando mis manos sobre un mapa de Chicago. Fruncí el ceño, simplemente mirándolo con confusión.
Miré en los otros mapas mientras que Harry estaba sentado frente a mí con las piernas cruzada. No había nada que decir, ya que ambos pensábamos. No podía contar los minutos porque el tiempo era borroso en mis pensamientos.
¿Qué más quedaba por hacer? No podíamos salir a buscar a nadie y luchar contra los malos porque obviamente no estábamos preparados de ninguna manera para eso. Aún no habíamos estado de acuerdo en nada que no fuera comida y dormir. Pero, suponía que eso era el comienzo.
"Yo lisiado de un brazo por una bala y tú casi quemada como un patata frita..." murmuró Harry, entrecerrando los ojos. "Lo estamos haciendo genial, ¿eh muñeca?" Me miró con sus ojos verde pálido, arqueando la ceja.
Le di toda mi atención, mirándolo fijamente. "Eso está bastante bien, teniendo en cuenta que eres una máquina de matar, también conocido como Harry el Terminator y yo soy una pequeña cosa florida, dulce e inocente."
Harry se rió. "¿Te crees graciosa, eh?"
"No." Escupí. "Estoy histérica."
De repente se puso de pie. "Al fin admites que eres inocente y frágil."
Me puse de pie, recogí los marcadores y después de arrojarlos en el escritorio de Harry, le miré y le dije: "No soy inocente."
"Bueno, me miras como si lo fueras." Dijo Harry bruscamente.
Me apoyé en la mesa, entrecerrando los ojos mientras lo miraba fijamente. "¿Cómo?"
Justo cuando me crucé de brazos sobre el pecho, él hizo lo mismo. Era como si el tenerlos cruzados nos diera algún tipo de fuerza para mantener esta conversación. Para mí, era así la única forma en la que no me echaría a llorar por la situación.
Para él, no estaba tan segura.
"Tus ojos," comenzó. "Me diste esa mirada. Y no es que me guste mucho."
"Pero claro, a ti no te gusta nada, Harry," le dije, empezando a sacudir la cabeza.
"Lo sé. No soy alguien que admire mucho las cosas." Admitió. "Pero tú me has gustado. Eres muy frágil y eso me molesta. Sin embargo, saber que eres frágil me da una razón para estar a cargo de todo. Y me gusta eso."
Sentía mi cara calentarse, y mi estómago revuelto por sus palabras. Miré mis piernas para evitar el intenso contacto visual. No era tan inocente como alguien podía pensar a primera vista. Sabía demasiado y había visto un montón de cosas. Estaba segura de que Harry lo sabía.
No levanté la vista hasta que oí los pasos de Harry. Se dirigía hacia mí con la mandíbula apretada. Me eché hacia atrás, solo para darme cuenta de que mi culo ya estaba en el borde en la mesa. Mi corazón palpitaba con miedo, enfado y entusiasmo.
"Siempre he estado al mando." Dijo Harry, nuestras acaras a tres pulgadas de distancia ahora. Y de repente, empecé a casi derretirme, su cálido aliento contra mi piel, y su tatuada piel casi tocando la mía.
Sentía la garganta seca mientras decía, "Mi padre está a cargo de mí. No tú."
"Bueno, reconsidera esa respuesta. Él no está aquí. Yo sí." Rompió el silencio. Dejé que mis ojos se arrastraran por su cuello, mirando el tatuaje de la cobra. "Tienes que aprender a estar de acuerdo conmigo todo el tiempo."
No estaba segura de por qué, pero mis ojos se estaban llenando de lágrimas. Sollocé y sentí que mi visión se volvía borrosa.
Me flaqueaba la voz y aumentó de volumen cuando le dije, "No saqué una bala de tu brazo ni me quemé cocinándote algo para que te volvieras un idiota otra vez conmigo."
Harry me miró sin comprender. "¿Qué esperabas?" Escupió.
Levanté la mano para enjuagarme una lágrima que corría por mi mejilla. Una vez más, me probé a mí misma empujándole con una mano en su pecho, empujándolo lejos de mí.
Me volví hacia él justo antes de ir hacia la escalera. "Espero que en la vida me pidas que te ayude a curarte una herida, aunque se te infecte todo el brazo y se te pudra."
Dándole la espalda, le oí gritar, "¡Catalina!"
Corrí hacia mi habitación y cerré la puerta tan fuerte como pude. Giré la cerradura y cogiendo todo lo que estaba a mi lado, lo tiré al suelo. Para mi sorpresa, el cristal azul que estaba junto a la cómoda era un elemento decorativo.
Se rompió por la fuerza con la que lo tiré. Nunca había estado tan herida ni me había sentido tan estúpida en la vida. Y parecía que no estaba acostumbrada a que la gente me hiciera daño, cosa que era probablemente cierta.
No estaba acostumbrada a estar tanto tiempo con una persona y Harry me había demostrado que no debería.
Golpeó la puerta desde el otro lado. "Catalina," oí su voz ronca.
Indignada, grité, "¡¿Qué?!"
"¡Abre la puta puerta!" Gritó enfadado.
Gruñí, sintiéndome agitar del cabreo. "¡No, hijo de puta! ¡Púdrete en el infierno!"
La puerta se rompió con un fuerte impulso y me quedé sin aliento cuando la abrió. Estaba ahí con los puños apretados, los nudillos blancos y sus ojos enfadados mirándome fijamente.
"¿De verdad creías que no podía romper una puerta?" Preguntó, aunque la vena de su cuello era mucha más información de la necesaria para saber que estaba cabreado.
Enfadada, cogí lo que tenía al lado --que era un zapato mío-- y se lo tiré por el lado del tacón. Harry lo esquivó y sin esfuerzo dio cuatro pasos hacia mí. Le grité en la cara, pegándole en el pecho con los puños.
"¡Para, joder!" Me espetó.
"¡Suéltame!" Grité, sintiendo sus manos en mis caderas y su cuerpo aplastando el mío contra la pared justo al lado de la ventana. Me dejé caer con cansancio mientras apretaba los labios y le daba un par de golpes más, con los que ni siquiera se inmutaba. "Suéltame." Le dije más tranquila esta vez, empezando a sollozar.
¿Me estaba volviendo loca? ¿Qué era esto? Estaba tan estresada tratando de arreglar las cosas, pero solo para terminar cagándola aún más. Y Harry con su cruel personalidad y estrictas "órdenes". También sabía que iba a morir. Había demasiados ahí fuera y todo lo que me decían de hacer, y mis pensamientos tortuosos no ayudaban.
"Me pones de tan mala leche," lloré, como un niño chico. "Me has hecho daño. La única forma de dolor que existe es físico para ti, pero no es esa la forma de la que me lastimas."
Tuve tiempo incluso de pensar en mi madre. Me gustaría estar más con ella. Ella vivía en su propio apartamento en algún lugar que mi padre no quería revelar. Siempre envía cartas que mi padre intenta ocultar, pero nunca se daba cuenta de que no era tonta y que las había visto.
"No soporto esto más," continué divagando mirándole fijamente a los ojos. "Me estoy volviendo loca por ti. Eres la fuente principal de mi estrés. Simplemente no puedo más, me--"
Harry clavó ligeramente sus uñas en la piel de mis caderas, sus rugosas manos haciendo contacto con mi piel antes de interrumpirme. "No estoy haciendo eso para hacerte daño."
"Deja que me maten," susurré descuidadamente. "Sabes qué, ¿a quién le importa? Mi padre tiene a Paige de todas formas."
El hombre que tenía delante pareció perder la paciencia. Los dientes de Harry de milagro no habían roto de tanto apretar la mandíbula.
"Eres el orgullo y la alegría de ese hombre, y me aseguraré de que sigas con vida, incluso si me matan." Gruñó. "No sé qué más hacer. No sé como estar más pendiente de ti."
"Yo tampoco." Dije en voz baja. Los dos parecíamos mirarnos fijamente sin parar. "Voy a morir de todos modos."
"No vas a morir," insistió.
Negué con la cabeza. "Sí, sí moriré. ¿Y crees que no tengo miedo? He estado fingiendo ser fuerte, así no te molestaba con mis llantos. ¿Tampoco te gusta eso? De hecho, ni siquiera te gusta que respire en la misma habitación que tú."
Harry susurró, "¿Qué quieres de mí, Catalina?"
"No lo sé." Empecé a decir.
Sacudió la cabeza. "No. Dímelo ahora mismo. ¿Qué quieres? Estoy cansado. Estoy hasta los cojones de esta mierda."
Hice una pausa, mirándole nerviosa. Quería de él algo más que su fría crueldad que él encuentra apropiada.
Antes de que pudiera abrir la boca, mis labios ya estaban ocupados por la asombrosa sensación de los suyos. Nuestros labios se frotaban duramente los unos contra los otros, mis grandes ojos cerrándose lentamente. Sostuvo mis caderas con fuerza mientras descansaba mis manos contra su pecho. De alguna manera, apreté su camisa con fuerza en mis puños. Me apretó más contra la pared, las manos de Harry deslizándose por la parte de atrás de mis muslos.
Di un grito ahogado contra sus labios cuando me levantó, mis piernas envueltas alrededor de su cintura, como él quería. El sonido de nuestros labios moviéndose hacía que mi estómago se revolviera y me aferré a su camisa oscura.
Harry se alejó, nuestras respiraciones audibles para nosotros. En el silencio, me di cuenta de que mi rostro ya estaba rojo y la temperatura había aumentado. Suspiré y apoyé mi frente con la suya, tratando de sentirme cómoda a pesar de que se sentía raro con Harry -- y demasiado apetecible.
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