022

Tuve la tentación de darme una ducha cuando me desperté. Y cuando acabé, salí y envolví una toalla alrededor de mi cuerpo. Fui por los pasillos lentamente, mi piel aún brillante con gotas de agua aún presentes. 

Tenía los brazos cruzados sobre el pecho, mirando las paredes vacías que decían que no había historia alguna en ellas. Sin cuadros ni fotografías.

Giré la esquina y frené en seco cuando oí la voz de Harry desde abajo. Su furiosa e increíble voz, rugió con fuerza e irritación: "¡Mierda!" Algunas cosas estallaron y chocaron, haciendo eco por toda la casa.

Se me atascó la respiración en la garganta, abriendo los ojos como platos. Apreté la toalla y corrí escaleras abajo para ver qué le había pasado. Me detuve en el final de la escalera, mis ojos vagando sobre el desastre hasta que llegué a Harry, que estaba de pie con las manos en el pelo y su cara de un rojo carmesí.

Lo observé, un poco horrorizada por su arrebato. 

"¿Harry...?" Respiré lentamente. 

Me miró, aunque no dijo nada. Estaba jadeando pesadamente, como si acabara de correr mil millas sin parar. Su ira lo dejó sin aliento. 

Sus ojos verdes entrecerrados se clavaron en los míos mientras que trataba de deshacerme de la sensación de intimidación que tenía por todo el desastre ocasionado. "¿Qué pasa?" Le pregunté, apretando aun más el agarre en la toalla.

Vi sus fosas nasales dilatarse cuando cerró los ojos y se detuvo. Apretó la mandíbula definida con fuerza, signo de impaciencia y furia absolutas. "He estado cuatro horas intentando comunicarme con tu padre, y no puedo," escupió. "El programa ha sido hackeado por otra fuente y no tengo ni puta idea de cómo."

"¿Has intentado llamar a Zayn o a Liam?" Pregunté, comenzando a sentir una leve aprehensión en mí. La misma que había estado evitando desde hace días.

"¡Pues claro que lo hice, joder!" Harry gritó, ambas manos alcanzando una silla antes de que él la tirara al otro lado del salón. Se estrelló con la pared, dejando la misma con abolladuras, agujeros y la pintura desconchada. 

Casi salté, cruzando las piernas e inhalando temblorosa. "Está bien, Harry. Trata de calmarte, por favor." Le rogué. Supliqué porque siguiera cuerdo. Odiaba verle perdiendo el control completo de su ira y que hiciera cosas que eran mejor ni mencionar.

Levantó las cejas, "¿Que me calme?" Susurró. "¿Que me calme, joder?" Aunque había bajado el volumen drásticamente, sonaba como si estuviera a punto de estallar otra vez. "No me puedo relajar. Esto significa que no tengo contacto alguno con tu padre o cualquier otra persona. No puedo decir si están sanos y salvos. Y eso, joder, lo arruina todo."

Me temía que sabía lo que significaba. Era una noticia horrible que no pudiéramos contactar con alguna persona en el exterior. ¿Cómo sabríamos si estábamos a salvo o si la investigación había avanzado? Porque si seguíamos así no lo sabríamos.

Harry negó con la cabeza, pegándole más patadas al ordenador que estaba en el suelo. Muy molesto, apoyó las manos contra el escritorio y respiró pesadamente. "Maldita sea, hay asesinos profesionales buscándote por todas partes. Personas que también tienen ahora en sus manos avances del gobierno."

Mientras trataba de calmarse, me quedé allí de pie con el corazón casi en la garganta. Una gota de agua goteaba lentamente desde mi pelo húmedo por mi cuello. Miré el suelo. 

Él se apartó de la mesa y se volvió hacia mí. Nuestras miradas se encontraron inevitablemente. "¿Y con la persecución?" Se rió con amargura. "Me cago en la puta, acaban de empezar con ella. Y estoy solo en esto maldita sea."

Si no supiera lo que estaba haciendo, diría que Harry estaba empezando a entrar en pánico. Era el fin de cualquier esperanza que me quedara si veía a Harry preocuparse. Bastó un segundo para darme cuenta de la gravedad de la situación. No es que no me hubiese dado cuenta antes, sino que ahora tenía la sensación de que esto sólo nos conducía a una muerte directa. 

"Yo podría ayudarte..." Comencé bajito, con miedo de que me gritara o de que acabase estampada en la pared como esa silla. Mi padre podría estar encerrado ahora mismo en una habitación con toneladas de sus hombres ya muertos por haber dado sus vidas por protegerlo. El mero pensamiento me golpeó en el estómago como si se trataran de rocas pesadas, y vacilante miré a Harry.

"No, ni lo sueñes." Chasqueó, sus ojos evitando la silla que estampó contra la pared. La recogió, y más o menos, la puso de vuelta cerca del escritorio. "Tienes que estar fuera de la investigación. No te voy a poner--"

"¿En cuánto más peligro podría estar?" Lo interrumpí apresuradamente. Sabía que nunca podría conseguir nada bueno tratando de defenderme, sobre todo con alguien tan bueno como Harry. "Es imposible que esté en más peligro del que ya estoy. Así que, ¿por qué no puedes aceptar mi ayuda? Podríamos resolver esto juntos."

Harry se rió. "¿Juntos? Aunque tu ayuda fuera suficiente, sigo estando bajo órdenes."

Ya me había hartado. 

"¡A la mierda tus órdenes!" Grité, viendo como me miraba otra vez. La sorpresa era más que visible en sus odiosos, pero bonitos ojos. Agarré la toalla con tanta fuerza que tenía los nudillos blancos. Había perdido todo el miedo de que me gritara o me asustara de cualquier otro modo. Estaba cansada de todo esto.

"Estoy más que harta de escucharte decir eso. Puede que no sea la mejor físicamente para poder ayudar a combatir a algunos putos asesinos, pero tengo un cerebro. Uno que me ha hecho llegar muy lejos. Hubiese sido una de las mejores estudiantes si no hubiera tenido que mudarme treinta y ocho veces." Me desahogué, mi voz comenzaba a flaquear. 

Dejando de lado la frustración, se me llenaron los ojos de lágrimas y suspiré pesadamente. Harry, con los ojos entrecerrados dio un paso adelante hacia mi, cuando yo di un valiente y audaz paso hacia adelante también. 

Continué, una lágrima deslizándose por mi mejilla. "Sé que no soy la persona más fácil con la que se puede trabajar, y que no soy capaz de luchar para salvar una vida, pero no puedo sentarme aquí y ser una inútil."

"¿Por qué lloras?" Murmuró Harry con voz cansada. Una vez más estaba lo suficientemente cerca como para alcanzarme. Acunó mi cara entre sus manos, mientras que con las yemas de sus dedos pulgares limpiaba las lágrimas derramadas por la rabia, aún calientes. Podría haberme derretido en sus fuertes brazos. 

"Porque estoy enfadada," sollocé.

Le miré a través de mis pestañas mojadas, sus ojos color verde pálido mirando los míos. Dejó caer las manos de mi cara, sin alejarse de mí. "Tengo que protegerte," dijo por centésima vez. "Y si eso implica hacerlo todo por mi cuenta, joder, entonces que así sea."

"No, no puedes hacerlo todo por tu cuenta. Y lo sabes." Insistí, tragando ruidosamente cuando Harry entrecerró sus preciosos ojos hacia mí. A esta distancia, eran fascinantes. Luché para centrarme en mi objetivo.

Luego suspiró y dejó que su expresión se suavizara, pero por supuesto, todavía no dejaba de fruncir las cejas ni de apretar los labios en una línea. "Hay ciertas cosas que no deberías saber, muñeca." Dijo con voz áspera. "Soy muy consciente de lo inteligente que eres, pero aún así no deberías estar involucrada."

"Ya lo estoy desde el principio. Pero ahora también lo está mi padre. Y él puede ser el único que no se preocupe por mí," no podía evitar que las lágrimas fluyeran por mis mejillas rosadas. No me refería a que era débil por ello, pero era cierto, en mi opinión. A Paige no le importaba, y estaba más que claro para todo el mundo. Mi padre, sin embargo, juró mantenerme a salvo y lo menos que podía hacer ahora era devolverle el favor.

Harry se pasó las manos por sus gruesos rizos de nuevo. "Eso no es cierto," dijo con la mandíbula apretada.

"¿Qué?" Pregunté en voz baja, a punto de estallar de nuevo. "¿Quieres decir que estás preocupado por mí?"

"Catalina--" empezó de manera exhaustiva.

"Este es tu trabajo. No te preocupas por mí, y me cuesta creer que alguna vez lo harás. Así es como funciona, ¿verdad?" Bufé y me giré sobre mis talones, más que lista para irme hacia las escaleras cuando sus manos agarraron mi cadera, sintiéndolo incluso a través del material esponjoso y suave de la toalla.

Un grito escapó de mis labios una vez que estuve frente a él de nuevo, nuestros cuerpos apretados. A pesar de mi enfado de antes, sentí sonrojarme violentamente. Le miré a los ojos, nuestras narices frotándose ligeramente cuando me miró.

Se hizo el silencio entre nosotros, frustradas miradas fulminantes que ardían como si el agua no existiera. Como si el aire nunca corriese y la temperatura nunca bajase.

"Me dejo el culo intentando protegerte," espetó en voz baja, "no duermo y casi ni como, y aún sigo aquí cada puto día más que preparado para recibir un disparo en el corazón. Por ti. Si eso no te dice nada, entonces tu premio por ser la mejor estudiante es una mierda comparado con el mundo real."

Mi boca se secó, no sabía qué decir cuando abrí la boca para decir algo, y nada salió. Él respiró hondo y murmuró. "No puedo decir que me preocupo por ti, Catalina. Pero en cierto modo dedico mi vida a tu seguridad, y considero que es suficiente."

"No tengo a nadie," continuó lentamente. "A nadie le importo una mierda, y no me quejo."

"Harry--"

"Harry nada, muñeca." Chasqueó. "Harry nada," repitió con más suavidad mientras negaba con la cabeza. "No soy un misterio que tengas que resolver. Déjame eso a mí."

"Yo sólo he querido ayudarte." Susurré.

"Lo sé." Respondió en voz baja, asintiendo con la cabeza. "Lo sé, créeme, no tienes que decírmelo."

"¿Entonces por qué no puedes dejarme? Olvida tus órdenes, no creo que importen ahora." Intenté de nuevo. 

Harry gimió agotado, suspirando pesadamente. "Lo haces muy difícil, Catalina."

"No tiene por qué ser así, Harry."

"Catalina," advirtió.

"Harry."

"Catalina."

"Harry."

Cerró los ojos por un momento, inhalando profundamente. "Está bien." Gimió, abriendo los ojos mientras negaba con la cabeza.

"Estaré segura," le prometí. "Contigo."

Me miró durante unos segundos sin decir nada. "Vístete, ¿vale? Tenemos que ir a la ciudad y comprar un ordenador nuevo. Me he cargado el otro."

"Vale," asentí con la cabeza lentamente, alejándome de su agarre y corriendo por las escaleras con mis manos aún envueltas alrededor de la toalla, lo único que separaba mi cuerpo de la mirada intimidante de Harry.

Cuando llegué a mi habitación me di cuenta de que seguía sonrojada. Cerré la puerta y me apoyé contra ella, suspirando profundamente. No me podía creer que estuviese de acuerdo, después de mucha insistencia. Y todavía me arrepentía de no habérselo dicho. 

Que cuando él dijo que nadie se preocupaba por él, no era cierto.


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