018

Las puntas de mis dedos rozaron la tela lisa y elástica de mis pantalones cortos de spándex negro. Me quedé allí mientras que los rayos del sol calientes caían sobre mi piel. Harry no creía que deberíamos perder el tiempo y "establecernos". Prefirió empezar a trabajar lo antes posible. Pensé que tenía razón. Cuanto más rápido hiciéramos esto menos tiempo tendríamos que pasar juntos. 

Harry se dirigía hacia donde estaba, el patio trasero. La hierba era gruesa y escasa. Era mejor así, teniendo en cuenta que podría caerme un par de veces. Aspiré profundamente viéndolo soltar materiales al suelo a poca distancia de donde estábamos. Harry llevaba una camiseta negra, dejando ver los tatuajes. La tinta llegaba hasta el cuello, que también lo tenía tatuado. Llevaba pantalones azul marino cortos de baloncesto que se movían en sintonía con él y sus gráciles movimientos.

Le dio la vuelta a la gorra negra que tenía puesta, con la visera hacia atrás mientras que apretaba la mandíbula concentrado. Después de contar las cosas que había traído consigo, juntó las manos y las frotó lentamente mientras se giró hacia mí. Nuestros ojos se encontraron.

Me sentía intimidada bajo su mirada. La luz del sol parecía obligarnos a mirarnos. Levanté las cejas, cruzando los brazos sobre el pecho molesta.

"Pareces débil. Si de repente diera un paso hacia delante, te caerías de culo." Secamente juzgó mi postura.

Con el ceño fruncido sarcásticamente, desplegué los brazos y me estiracé un poco. Además de que me estaba insultando, tenía razón. Solía dejar que mi postura me delatara cuando me sentía incómoda y miserable.

"Mejor," murmuró. "Debemos estirar. No quiero forzar algo que no tienes."

Lo miré con disgusto, "¿Estás tratando de hacerte del gracioso?"

"Claro que no. No seas tan impulsiva ni tomes conclusiones," comentó con sarcasmo. No sabía qué problema tenía, pero decidí dejarlo ahí. "Haz lo que yo haga."

Harry llevó su brazo izquierdo detrás de su cuello, con su mano derecha en el codo. Hice lo mismo, mientras tanto no dejábamos de mirarnos. Mantuvo el brazo ahí durante unos diez segundos antes de cambiar de brazo. Se interpuso un brazo sobre el pecho, doblando la otra mano sobre él. Al igual que antes, copié sus movimientos, incluso cuando cambió de brazo.

No sentamos en la hierba. Me dolían varias zonas en las piernas. No estaba igual forma física que él, así que cualquiera se podría imaginar lo débil y patética que parecía en este momento con él. Suspiré y alcancé mi pie izquierdo, estirándolo lo mejor que podía e imitándolo lo mejor que podía.

Inmediatamente, decidió hacer la primera queja. "No estás haciendo ninguno bien."

"Bueno, me duele," le informé, frunciendo los labios mientras lo miraba desde mi posición. Se puso de pie y se acercó a mí. Dejé la posición en la que estaba sólo para que Harry me ordenara que me acostara. Harry se arrodilló a mi lado y cuando me tocó la pierna sentí que un estremecimiento recorría mi cuerpo y me enrojecí. Malditas mis hormonas, y malditas sean las cosas que su cuerpo podía provocarme. 

Sin embargo pareció ajeno a mi reacción. Y si se dio cuenta no le dio mucha importancia. Entreabrí los labios cuando me levantó la pierna y presionó, poco a poco hasta que pude sentirla que me dolía. Sus dos manos sujetaban mi pierna. Esperé a que terminara de contar. Dejó mi pierna caer e hizo lo mismo con la otra, con los ojos fijos en mi cara todo el rato. 

"Ahí," suspiró. "Al menos eso cuenta como estiramiento por hoy."

"Lo siento. No soy tan atlética ni machista como tú," escupí, sin importarme cómo reaccionaría.

"También estás muy delgada," comentó.

Lo miré y murmuré, "Espero que me enseñes bien, a ver si así puedo patearte el trasero alguno de estos días."

Él me dio la sonrisa más amplía que le había visto nunca y me sorprendió verle el hoyuelo en la mejilla izquierda. "Tendremos que empezar por ahí antes de que puedas patearme el culo, muñeca."

"Cállate," le susurré y como resultado me agarró de los brazos y me levantó con fuerza. Grité justo cuando mis pies tocaron el suelo y me chocó contra su pecho. Tenía todo el pelo en la cara cuando me dio por mirarle a la cara debido a nuestra diferencia de altura.

Sentí sus manos en mis brazos recorriéndolos antes de dejarlas caer perezosamente a sus lados. Harry levantó las cejas, burlándose sin palabras. Abrí la boca una vez más, y resoplé mientras me pasaba las manos por el pelo, cogiendo todos los mechones sueltos y echándolos hacia atrás. 

"Cógete el pelo la próxima vez," murmuró con una mano envuelta alrededor de mi pelo, mientras que con la otra cogía una gomilla de mi muñeca. Me ató el pelo en una cola de caballo con facilidad. Después de una larga pausa, poco a poco fruncí el ceño.

"No sabía que supieras hacer coletas."

Harry me miró antes de retroceder, "me las hago yo todo el tiempo."

Él entrecerró los ojos con fastidio en el segundo en el que me eché a reír. Minutos después, estábamos trabajando otra vez. Harry fruncía el ceño constantemente y suspiraba irritado y frustrado cada vez que hacía algo mal. Obviamente, no servía como profesor pero prefería hacer lo que él me decía a ponerme a discutir con él. Tenía que darme un descanso.

"Catalina," espetó, y me quedé sin aliento cuando sentí sus manos apretar mis caderas desde atrás. Su piel caliente contrastaba con la mía, sus manos callosas grabando a fuego su toque en mi memoria. El toque hacía que me enrojeciese, según él me daba la vuelta en la dirección que quería. "Te dije que te volvieras hacia aquí."

Francamente, mi mente estaba en otra parte y él parecía saberlo. Pasaron minutos mientras me dijo donde colocar mis pies, dónde poner mis manos si no quería recibir un golpe en la cara y cómo mover el brazo. Después de diez minutos así, Harry se quitó la gorra y la tiró al suelo con irritación. Inspiró profundamente, dejando que sus fosas nasales se ampliaran cuando exhalaba. Sus ojos se posaron en mí antes de pasarse las manos por el pelo. 

"Está bien," se susurró a sí mismo, tratando de calmarse. Crucé las piernas, frunciendo el ceño ante la rapidez con la que se le agotaba la paciencia. "¿Sabes qué? Pégame."

No pude evitar abrir la boca. "¿Qué?"

"Golpéame. Tan fuerte como puedas," firmemente confirmó. Me miró con sus bonitos ojos, estrechándolos, todavía no estaba segura de si le había escuchado bien.

"Sólo... espera, ¿qué? ¿Quieres que te pegue? ¿De buena gana?"

Rodó los ojos. "Sí, joder. Eso es lo que he dicho."

"¿Y no te vas a enfadar?" pregunté con cautela.

"No, no me voy a cabrear." Escupió con sarcasmo.

Fruncí el ceño. 

"No me voy a enfadar, Catalina."

Suspirando para mí, le miré cautelosa dando un paso hacia delante. El pequeño paso que di no influyó ni hizo nuestra distancia más corta, ya que se había colocado más cerca de mí antes. Esperó pacientemente a que siguiera avanzando, y con un suspiro apreté la mano derecha en un puño y la levanté para golpearlo.

Grité cuando, por lo menos diez veces más rápido de lo que yo era, sus manos se envolvieron alrededor de mi muñeca. Pensé que lo había hecho cabrearse y grité: "¡Pensé que--!"

"Te dije que no iba a enfadarme, no dije nada de que no fuese a intentar detenerte." Rompió el silencio, tirando de mi muñeca y haciéndome caer contra él. "¿Ves qué fácil es atraparte para mí? Hay--"

"Lo viste venir," me defendí, "así que--"

"Shh," dijo entre dientes. "Estaba hablando yo, no me interrumpas. Y aunque supiera que me ibas a pegar, fácilmente te habría cogido de todos modos."

¿Qué se supone que demuestra esto?" Le pregunté, tratando de soltar mi muñeca de su agarre, pero no se inmutó. Harry cogió en silencio mi otra muñeca y colocó ambas para enseñarme. Cruzó las manos sobre las mías para apretarlas en puños.

Entonces me dijo: "Estoy probando un punto. Escucha y presta atención. Deja de sonrojarte cada vez que te toco."

La vergüenza me recorrió entera sin poder hacer nada.

Me miró en silencio cuando se alejó. "Vamos a empezar por algo con lo que estés familiarizada, ya que obviamente esto es mucho para empezar."

Sacudí mis nerviosas emociones y dejé caer mis manos. Me dio la espalda, y gritó: "¡Manos arriba!"

Se me enganchó el aliento en la garganta, haciendo rápidamente lo que me dijo. Finalmente me hizo bajar los brazos cuando él sacó un arma. Ahí estaba la cosa. No había tocado una en un tiempo, teniendo en cuenta que no hubo ni un momento en el que me ofrecieran una. Harry quitó el seguro y cargó la pistola, con la mandíbula apretada con fuerza mientras lo hacía. Sus grandes manos se movían con gracia. Era atractivo de una manera abrumadora. Él sabía lo que estaba haciendo. Tenía experiencia. 

"Muy bien," murmuró. "Date la vuelta."

Hice lo que me dijo. Dándole la espalda, con cuidado me aseguré de no hacer algo estúpido como tropezarme con mis propios pies. Lentamente se acercó a mi espalda, su pecho casi rozándome. Contuve la respiración cuando vi sus brazos a mi alrededor, usando su mano izquierda para acercar mi mano a la pistola.

Traté de ignorar la sensación que me inundaba cada vez que nuestro calor se mezclaba, cuando nuestros toques se conocían. Traté de frenar el aceleramiento de mi corazón, sabiendo que mi atención debía estar en el arma por completo. Sin embargo, todo parecía ir a cámara lenta. Como el que su aliento abanicara la piel de mi cuello. O la forma en la que su voz sonaba justo al lado de mi oreja. Esto hacía que mi interior se encogiera y que se me pusiera la piel de gallina.

"¿Estás prestando atención?" Preguntó.

Mirando hacia delante, me di cuenta de que mis manos estaban puestas en el arma, su mano encima de las mías. Tragué saliva lentamente y asentí con la cabeza, murmurando: "Sí."

"¿Qué es lo que he dicho, entonces?" Preguntó. No podía responder a eso. No tenía ni idea de lo que había dicho, ni siquiera sabía si había hablado. Después de pensar le dije, "Mantén... ¿el arma más apretada?" Salió más como una pregunta. 

Harry hizo una pausa, y me estremecí cuando sentí sus labios contra mi oreja. 

Susurró: "Qué interesante, porque resulta que no he dicho nada."

Estúpida idiota, me escupí a mí misma en mi cabeza. Me enrojecí y mi expresión facial cambió.

"Presta atención, Catalina," Harry casi gruñó. "Estoy harto de repetirme."

                        +

Esa noche estuve adolorida de correr mientras Harry continuamente me gritaba que no parase. Estaba cansada de dispararle a árboles y harta de intentar estar en la posición correcta porque él pensaba que deberíamos probar otra vez. Sin embargo, todo eso se fue al traste cuando metí la pata tantas veces que dijo que dejáramos el combate cuerpo a cuerpo para mañana. Temía saber que todo esto se iba a repetir mañana.

"Catalina," dijo Harry obteniendo mi atención. Me senté en la cocina con una taza de té caliente después de haberme dado una relajante ducha caliente. Harry me había estresado tanto que sólo me duché para relajarme un poco. Habría algún lugar en el que no tendría que estar vigilándome constantemente, un lugar en el que me diera espacio para respirar.

El taburete en el que estaba sentada, estaba alrededor de la isla de la cocina, que era enteramente de mármol y gemas de color agua. Mi padre esperaba que todo fuera perfecto.

Suspiré para mí, "¿Qué quieres ahora?"

Ni me molesté en mirarlo, estaba demasiado ocupada admirando la isla de la cocina. Harry me fulminó con la mirada. Literalmente, la sentí.

"Dame una taza del mueble." Me ordenó.

Me burlé de él, "¿Soy tu esclava ahora?"

"Antes de que tire tu maldito té al suelo, dame la taza. No te morirás por hacer algo por mí por una vez. Yo hago muchas cosas por ti, y todavía no me he muerto ni nada." Escupió.

Cuando finalmente le eché un vistazo, sentí el karma por ser grosera. Harry tenía el pelo mojado por la ducha reciente. Sus ojos llenos de frustración y estrés. Me di cuenta de que tenía círculos oscuros debajo de los ojos, y aunque parecía cansado, se veía igual de caliente que siempre. Llevaba un par de pantalones cortos de deporte, y podía verla banda blanca  de sus Calvin Klein de los calzoncillos. Su vello en una línea y la v cercas de la banda. Tragué saliva ruidosamente mientras caminaba y se sentaba frente a mí.

Sus bíceps se flexionaron cuando repentinamente me quitó la taza y dio un sorbo. Observé con los labios entreabiertos cómo se bebía mi té calentito con cuidado. Mi té. La manera en la que su nuez de Adán subía y bajaba me llamaba la atención, y admiré su anatomía desnuda dos segundos antes de reaccionar. 

"Harry, ¡ese era mi maldito té!"

"Genial, gracias por la información." Finalmente dijo, suspirando y colocando la taza vacía en la mesa. Se bebió el té en unos treinta segundos. Harry se pasó la lengua por sus carnosos labios rosados, y me miró entrecerrando los ojos un poco. 

Miré hacia otro lado con no muy buenos humos, "Creía que no podía odiarte más."

"Ve a hacerme otro, ¿quieres?" Claramente ignoró mi comentario y comenzó a jugar con las cuerdas de sus pantalones. Miré arriba y abajo sus tatuados, musculosos brazos y me levanté de mi asiento enfadada.

Pasé por su lado y cogí la taza. Con los labios apretados, me dirigí hacia el estante en una pared azul de donde saqué la taza. Al darme cuenta de que las otras estaban en lo más alto, suspiré y empecé a ponerme de puntillas. Sentí que la camiseta se subía por mis caderas y los pantalones cortos subir por el trasero. 

Con un brazo estirado, hice una mueca de dolor, estaba bastante determinada a alcanzar la taza que sólo estaba a milímetros de mis dedos. Cuando casi la tenía, sentí la presencia de Harry detrás de mí. Una de sus manos descansaba en mi cadera derecha mientras que con la otra cogía sin esfuerzo la taza.

Me di la vuelta en su agarre, mirándolo ligaramente enfadada. Harry me devolvió la mirada sin estar enfadado, y me dio la taza. "Aparte de muy frágil, eres jodidamente pequeña."

"Soy más alta que la media," me defendí, sin apenas darme cuenta de lo cerca que estábamos.

"No lo suficientemente alta como para coger una taza," me pareció oír la burla en su tono de voz.

"Vale, ¿y entonces?"

"Entonces nada."

"Está bien," dije repitiendo. "Ahora quítate de en medio."

Los ojos de Harry se cerraron. "¿Por qué te gusta pelearte siempre conmigo?" Preguntó humildemente, sus preciosos ojos nunca dejando los míos. Estaba cansada de darle todo el tiempo mi atención, primeramente porque me di cuenta de que lo único que haría es usarlo contra mí y luego hacerme sentir como una idiota.

"¿Me dejarás hacerte el maldito té?" Levanté la voz sin querer.

Apretó la mandíbula, sus manos agarrándome los brazos. "Deja de levantarme la voz."

"Deja de ser tan idiota."

"¡Ves!" Se rió sin humor. "Estás a la gresca conmigo todo el tiempo. Cualquier cosa que digo, encuentras una forma de no estar conforme conmigo."

"Tal vez es porque eres frustrante." Escupí.

"¿Frustrante? Ah, sí, sólo porque no puedes evitar sonrojarte cada vez que te toco. Es como que si pongo las manos en tu pelo, no tardarías ni un segundo en sonrojarte." Comentó Harry.

Con los labios apretados, fruncí el ceño y le repliqué. "Eres injusto. Si me quitara la camiseta ahora mismo, me mirarías fijamente lo más seguro, sin ruborizarte, pero pondrías todo de tu parte para no reaccionar cuando sabes que quieres. No es que me guste sonrojarme, ¿sabes?"

"Mejor no hablamos de quitarte la camiseta porque voy a lamentar lo que voy a decir."

"¿Qué vas a decir, eh?" Insistí, empujando su pecho y provocándolo.

Harry gritó, "Si me diera la gana, si lo hiciera, ¡te quitaría la camiseta yo mismo! No te estoy rechazando, negándote estoy haciendo lo que es mejor par ambos. Porque prácticamente, te me tiras encima todo el rato."

Estaba que echaba humo. Tenía razón, lo hice. Pero desearía no haberlo hecho. Me sentía como una idiota. Aunque quisiera sentirme satisfecha porque reconoció que me quitaría la camiseta si tuviera la oportunidad en algún momento, no pensé que fuese apropiado por mi parte reaccionar ante eso. Me confundía y me engañaba.

"Eso fue un error que no tenía que haber cometido, eres un cabrón y--"

"Y deberías haberme escuchado. Te dije, te dije que era un imbécil. Mira, no voy a quedarme aquí y tratar de convencerte de que soy un tipo con intenciones de besar tus pies como si fueras una maldita princesita."

Empujándole con mis nudillos, porque tenía las manos envueltas en las tazas, me alejé de él y escupí. "¡¿Por qué estamos hablando de esto?!"

"Tienes razón," gritó detrás de mí. "Tampoco sé por qué hablamos de eso. Es nuestra primera noche aquí y ya me estás cabreando."

Me di la vuelta y le grité. "¡Oh, así que yo empecé esto!"

"¡No es que estuviera diciendo lo contrario!"

"¡Ugh!" Grité cabreada. "Me encantaría ser un tío ahora mismo para patearte el culo sucio ese que tienes. Olvida eso de que no me gustabas, te odio." Le grité. "Ni siquiera me dejaste que te hiciera el té."

"Divagar es poco atractivo," chasqueó. "Y realmente molesto."

Me reí sarcásticamente, "¿Acaso te parece que estoy intentando impresionarte?"

"Ya no, de todas formas. Me acuerdo de cómo te quitabas la bata la otra noche y quedándote solo en ropa interior. Oh, chica mala," se burló.

No podía estar más avergonzada, pero me negaba a reconocerlo.

"¡Hazte tú el maldito té!" Grité, inundada por la furia, vergüenza, y posiblemente, lujuria. Qué horror. Me gustaría que mi madre estuviese aquí ahora para preguntarle cosas sobre chicos. Lástima que pasa la mayor parte de su tiempo trabajando como camarera, y haciendo caso omiso de mi padre ofreciéndole dinero.

Harry vio como tiraba las tazas en el fregadero, sin importarme si se rompían. Apenas salí de la cocina cuando  me volví a dar la vuelta y puse la mano en la parte baja de mi espalda. Nuestros cuerpos se tocaban y juro que no podía estar más enfadada y muerta por besar a alguien al mismo tiempo.

Su mano estaba en mi trasero, utilizando una mano sólo para dejarme contra él. "En ningún momento he dicho que pudieras irte," Dijo firmemente, entrecerrando los ojos.

Mis manos, sin darme cuenta, estaban presionadas contra su pecho en un inútil intento de resistirme. "Tampoco dijiste que no pudiera." Repliqué.

Harry resopló con rabia. "Está bien, sabelotodo," murmuró, su mano aún en mi trasero fuertemente. "Ve a buscar la taza al fregadero, sé una buena chica y hazme el té."

"Eres un hombre decidido. ¿No puedes hacértelo tú mismo? ¿Por qué insistes en que yo te lo haga?" Le pregunté, claramente molesta y cabreada a estas alturas.

"Porque te crees que puedes luchar conmigo. Así no es como funciona. Me haces caso a mí y sólo a mí." Exigió.

"Vete a la mierda," siseé lentamente. "¿Así mejor?"

Sus fosas nasales se ensancharon, "te he dicho que me hicieras el té. O te arrastro al fregadero yo mismo."

Ante esto, dije lentamente, "No."

"Bueno," escupió. "Tu elección."

Harry me dio la vuelta sin mucho esfuerzo y grité cuando me cogió y me llevó hacia el fregadero. Sinceramente, no creía que lo hiciera. Me soltó y me agarró de las caderas, con enfado, escupió, "Ahora, cariño, coge la maldita taza. No tengo todo el día."

Molesta, metí la mano en el fregadero, y saqué la taza verde. Aspiré profundamente, cuando le oí murmurar, "Buena chica, nena."

Con un estremecimiento, le oí añadir, "No me hagas levantarme cuando me siente."

Me soltó y se dirigió a la silla. Me prestaba atención mientras le hacía el té, todavía respirando agitadamente por todo esto. Dios, lo odiaba. Y también quería besarlo desesperadamente. Tenía muchas emociones encontradas.

Entonces le di el té cuando estuvo listo, y él simplemente lo cogió y musitó un "Gracias."


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