Capítulo 9

Diego soltó una risa desde su diafragma. La miró con complicidad pues la persona que lo había hecho había sido muy enfática. «Si bailas bien, tienes el mundo». Lo escuchaba en ese momento como un suspiro que llegaba a sus oídos.

—Debes decirme ¿Quién te enseñó a bailar así? —preguntó Lily.

—Yo te diré quién fue, si primero Diego me presenta como debe ser —exclamó un hombre.

Lily observó al hombre frente a ella. Elevó los brazos ante la presencia de Diego, ambos se dieron un abrazo fraternal que descolocó un poco a Lily. La emoción con la que él veía a su cita le generaba cierta tranquilidad. Misma que Diego sentía en ese momento. Ver a Esteban Velázquez frente a él era algo que sabía que pasaría, aunque dudaba que sería esa noche y en ese lugar.

—¡Qué emoción tenerte aquí! —exclamó Esteban.

Apretaba ligeramente los brazos del chico de una forma tan paternal que acongojaba a Lily. Esteban volteó a ver a la chica sentada a un lado con una sonrisa seductora y segura.

—Diego, presentanos —lanzó.

Diego negó divertido.

—Lily, él es Esteban Velázquez, mi padrino —aclaró.

—Lily de ¿Liliana? —preguntó.

Ella asintió con la cabeza.

—Es un placer, señor Velázquez.

Lily aceptaba la mano de Esteban en un saludo donde el calor de Esteban se transmitió a ella.

—Estoy seguro que mi ahijado te ha tratado de maravilla, pero si no te ha invitado a probar los camarones, no lo ha hecho muy bien —dijo.

—¡Vamos, no me dejes así! —exclamó Diego divertido.

—Bien, bien, entonces permíteme hacerlo yo. Corre por mi cuenta —lanzó Esteban.

—No hace falta —dijo Lily tratando de impedir lo que Diego había renunciado a hacer.

—Claro que sí — lanzó.

Esteban buscó una silla y tomó asiento frente a la pareja.

—Bien, debo saber cómo conociste a este chico. Porque yo apenas me estoy enterando que ha regreado.

—Fue coincidencia —murmuró Lily extasiada por la buena vibra que Esteban mostraba.

—Oh, no. Nada es coincidiencia...

—... Nada es coincidencia —dijeron al tiempo.

Lily los vio a los dos por un instante. Tanta historia había entre aquellos dos que empezaba a entender porqué de repente el ambiente parecía sacarla de aquella relación.

—Fue a la fiesta de Paty —aclaró Diego—. Estaba huyendo de alguien.

La miró por un segundo y el rubor se mostró en sus mejillas. Lily estaba apenada porque, aunque era cierto, ponerlo en palabras era distinto.

—¡Oh! Y ahí es cuando mi ahijado apareció —recalcó observándola.

—Sí, ahí apareció él para decirme que era anfitrión de la casa —resaltó Lily.

—Luego de que me dijeras donde guardábamos el licor —lanzó.

Esteban abrió los ojos de par en par.

—¡Guau! Giro inesperado —rio—. Quisiera quedarme un poco más, pero es momento de irme. Cuídense. Diego, me gustaría que nos viéramos de nuevo, ya sabes dónde.

Esteban le tendió la mano a Lily que ella aceptó, con un leve gesto y un guiño de ojo.

—Espero que nos volvamos a ver —dijo.

—¡Por supuesto! —lanzó.

Una última seña de Esteban a Diego lo dejó paralizado. Esa mirada llena de complicidad notaba la verdadera razón por la que él estaba ahí. Diego volteó a verla con una sonrisa en sus labios, trataba de calmar sus propias emociones. Observó la forma tan natural en que Lily lo veía, ajena a lo que ellos dos se habían dicho en tan cortas palabras.

—Parece un buen sujeto —lanzó ella

—Lo es. Trata de cuidarme todo el tiempo —musitó—. ¿Quieres irte?

Lily dudó. Se sentía cómoda, pero la sugerencia y la forma en cómo hablaba le decía que él estaba listo para irse.

—Claro.

—Daremos un par de vueltas. No te preocupes, no pienso llevarte temprano a casa —comentó con un guiñó que despreocupó a Lily.

Veía de nuevo a Diego. El chico que empezaba a poner su universo de cabeza con tan solo estar a unos centímetros cerca de él.

Cerca de él, el mundo parecía un poco más pequeño de lo que para Lily ya podía ser. Tal como él había dicho, saldrían por ahí a recorrer la ciudad, si se podía decir de alguna forma. Ir por la calle hasta dar a la parte alta donde las montañas empezaban a notarse y los últimos edificios se divisaban cual pequeños escenarios que pasaban por su lateral. Diego se detuvo en una zona abierta donde el terraplano se mostraba a pocos centímetros del vacío. Era en ese sitio donde las luces de la ciudad se mostraban con algarabía. El aroma del mar se metía en sus fosas nasales y el viento hacía remolinos en su cabello cada tanto. Diego sacó un cigarro de su bolsillo y lo encendió, echó una calada al viento entre que los ojos de Lily se iban a sus labios.

—No sabía que fumaras —murmuró.

Diego enarcó una ceja. Se sentía descubierto, no quería mostrar esa clase de cosas frente a Lily, pero el intercambio de palabras con Esteban lo habían dejado fuera de base.

—No lo hago todo el tiempo —dijo sin más—. Si te molesta puedo botarlo.

Lily quería decir que sí. Le molestaba el humo, el cigarro mismo, le molestaba la necesidad de las personas y sus vicios, pero quién era ella para juzgar los vicios de los demás. ¿Tan moralista debía ser?

Negó con la cabeza.

—No pasa nada —dijo.

Volvió la mirada al aire. Al viento. Esperó que el mar se llevara lo que acababa de ver y sus sentimientos de culpa por juzgar. Aun así, Diego apagó el cigarro y se movió hacia ella. Le empujó levemente con su hombro, acción que le sacó una sonrisa.

—¿Siempre vienes? —preguntó.

—Antes venía muy seguido. Hace mucho que no lo hacía —contestó—. Sucedieron muchas cosas los últimos meses.

Lily lo observó por un segundo.

—¿Fue muy duro? —preguntó Lily.

No podía negar que sentía curiosidad aunque no quería que él sintiera que lo investigaba. Diego se perdió en la mirada de su compañera, en esa necesidad de saber qué sucedía con solo atravesar sus ojos. Él, más que nadie, necesitaba saber qué sucedía alrededor de ella. Si era tal como Erika decía o si, por el contrario, se trataba de algo más.

—Fue justo como debió ser —musitó.

Ella suspiró. Bajó la mirada luego de tener una respuesta aunque no la que esperaba. ¿Pero qué más podía decirle? Diego tomó de su mentón y se acercó hasta ella al punto en que sus labios de cruzaron. El corazón de Lily latía a mil por horas. Contra todo pronóstico sentía que sus latidos se volverían más inquietantes con cada segundo entre que sus labios se perdían en la humedad de los de él.

Como un empuje que los retenía a los dos, Diego la acercó hacia él mientras que sus dedos se enredaban en la cabellera de Lily y él deseo desmedido de su boca buscaba con tanto fervor cada parte de ella. Solo cuando sintió las manos de Lily sobre su pecho supo que debía detenerse. Ella bajó la mirada tratando de calmar a su corazón compulso.

—Perdóname —musitó él.

—No, yo... no lo sientas —dijo luego de recobrar el aire.

—¿Demasiado pronto?

Lily alzó la mirada y negó repetidamente. Él se sonrió divertido.

—Solo algo imprevisto —contestó—. Eso creo.

—Bueno, todo entre nosotros ha resultado de esa forma ¿o no? —preguntó ironico.

—Teniendo en cuenta que solo tenemos un par de días conociéndonos. Sí, parece que sí —lanzó ella.

Diego negó divertido, pero ella llevaba toda la razón.

—Eso solo significa una cosa —dijo.

Rodeó el auto y abrió la puerta para ella. Lily se quedó inmóvil sin entender mucho lo que sucedía, sin embargo obligó a sus pies a andar una vez más. Se adentró en el auto y esperó paciente porque Diego hiciera lo mismo. Ese día parecía que no iba a terminar o eso es lo que ella creía a simple vista.

...

—Me debes estar jodiendo —comentó Ana una vez más.

Ya Lily no sabía cuántas veces más la escucharía decir esa expresión  pero exactamente lo que ella sentía.

—Es así. Yo me quedé de piedra cuando vi hacia donde se dirigía —lanzó.

—¿Así de la nada? ¿Vamos para tu casa y ya? ¿Y el sexo? —lanzó Ana.

Lily se sonrojó, a pesar de que su amiga esperaba que ella tuviera una noche desenfrenada que la dejara extasiada, ella solo quería una noche más larga o por lo menos que no terminara de la forma en como lo hizo.

—¿Y el beso cómo fue? —volvió a preguntar Ana.

Ella lo meditó, tanto como para recordarlo. La había dejado sin palabras, incluso relamiendo sus labios por revivir la sensación. Hasta ese punto la había dejado de atolondrada.

—Ok, sí, eso es seguro —Se contestó Ana cuando Lily no pudo expresarse.

Ella soltó una risa tímida.

—Lo siento. Sí, fue lo mejor que me sucedió —recalcó.

—No hace falta que lo digas, amiga. Ya lo veo. Imagínate si te hace aquello, no te viera el día de hoy —lanzó.

Lily ocultó el rostro en el menú. Llevaba horas viendo los platos que servían en el local sin terminar de verlos por completo. Estaba en una nube con la conversación que llevaba con Ana.

—Hablemos de otra cosa, como que tendré que hacer un protagónico para la academia.

Ana abrió los ojos de par en par.

—¿Un protagónico? —inquirió.

—Sí, creo que la profesora Evangeline esta harta de mi inutilidad —comentó.

—Pues vendría siendo hora que salgas de ahí —propuso Ana.

—¡Lo sé! ¿Cómo lo hago si mi madre se encarga de que no haya forma? —preguntó molesta.

—¡Solo hazlo! Ya no eres una nena, Lily. Dile lo que quieres y libérate de una vez.

Lily se quedó pasmada. Volvió la mirada al menú. No se le antojaba nada, pero Ana ya hacia los honores de pedir una paella para dos y un par de jugos de fresa. La hora del almuerzo se estaba convirtiendo en la hora más larga que había tenido.

Pensar en renunciar le daba pavor. No solo por su madre si no porque tendría tiempo, se alejaría de algo que hacía por diversión al principio y luego como una actividad. El hobby pasó por encima de ella para convertirse en un propósito de alguien más a costa de su propia decisión. Sí, hacía mucho que ansiaba salir corriendo de la academia. Necesitaba alejarse de las imposiciones, la necesidad de su madre de recordarle sobre su alimentación, su practica, la forma de sus dedos, sus manos, su rostro hacia atrás ¡Necesitaba gritar! Pero Lily no gritaba. Ella se dejaba llevar por la extravagancia y era el muñeco de cuerdas de alguien más.

¿Cuándo sería capaz de mostrar su voz tal como era? Ni ella misma lo sabía, o si en realidad había alguna voz que mostrar. No tenía idea de absolutamente nada.

—Lily —Ana la llamó. Sus ojos marrones la veían con cariño—, tu puedes.

Una mueca similar a una sonrisa se mostró en los labios de Lily. ¿Poder? Lo dudaba, pero que Ana lo creyera le gustaba.

Entró en el conjunto residencial una vez que vio que Ana partía. Había sido clara en que debía ver a Fernando antes de que fuera una cita odontológica. No entendía la necesidad de su amiga, pero bien sabía que luego tendría los pormenores de aquella relación. Pasó su vista por la puerta del apartamento de Natalia con cierta sensación de inconformidad asomándose, quiso sacudirlo y volver su mirada a su destino. Claro que en su destino no pensaba ni por un segundo verlo a él ahí.

Tan relajado en la puerta, con sus brazos sobre el barandal y sus ojos puestos en el horizonte abstraídos en su propio mundo que solo volvió cuando notó la presencia de la chica. Había hecho una cita con la firme intención de saber quién era, pero en ello solo se encontró con una pared que no podía derrumbar ¿Cómo haces a un lado las paredes de una inhibidora? Si Lily lo hacía a merced bien podía hacer con él lo que ella deseara, pero tal como lo veía ni ella ni su entorno sabían lo que ella reflejaba en ojos expertos como los de él o el mismísimo Esteban Velázquez.

Se había saltado su reunión con él únicamente para estar seguro de que Lily era ajena a su mundo. Aunque tal como veía, él empezaba a caer en el mundo de ella y eso solo lo complicaría todo.

—Hola —dijo al fin.

Lily se acercó hasta él. Observaba los rasgos de Diego con cierta dulzura. Aquel chico parecía haber salido de su casa con tanta prisa como para olvidarse de peinarse o de atar sus cordones. A pesar de que lo segundo sí lo había hecho, a medias.

—Hola —respondió—. No te esperaba.

—Quise pasar a ver cómo estabas —Se encogió de hombros.

—Claro y ver que siguiera viva —Se mofó.

—Sobre todo —Le siguió el juego.

Ambos rieron por un segundo.

—Hoy quise llamarte —Empezó— y me di cuenta de que nunca me diste tu número, pero sé que nunca lo pedí.

—Por alguna razón nos vemos tan seguido que no hace falta números de por medio.

—Pero me gustaría tenerlo —aclaró.

—¿Y solo viniste a pedir mi numero? —inquirió ella.

Diego se acercó a ella en un momento. Lily quedó presa de sus nervios. No lo rechazaría, de eso estaba segura, de hecho podría esperar por sentir sus labios una vez más, pero esa vez Diego no fue tan imprudente. Solo depositó un beso en su mejilla y un susurro a sus oídos.

—Solo vine a desearte buenos días.

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