Capítulo 26


Dio un paso adelante cuando su nombre fue lanzado al viento bajo la voz de Erika. Había cierta tensión en la reunión que no podía descifrar aún imaginando todo. Natalia respiró hondo y, luego de que Pedro Sandoval asintiera como quien le da valor a un pequeño pajarillo, la chica dio un paso adelante.

—Puedes continuar, Erika.

—Hay cambios en la generación de glóbulos blancos en Natalia. Ha disminuido en cantidad y...

—Pero es una chica sana. ¿No es así, Erika?

—No estoy tan segura de ello. —Respondió con la vista fija en el hombre que la miraba con la severidad que le caracterizaba.

Constanza observó el rostro de cada uno de los integrantes tan solo para fijarse en los ojos de Diego. Bastante había sufrido su nieto con la reunión anterior y tal parecía que cada vez que el chico llegaba a la ciudad todo se desplomaba. Quizás solo eran alucinaciones de ella, pero no podía dejarlo pasar. Aunque ese momento era para Erika y Esteban, pronto tendría que reunirse con el chico que adoró cuando lo tuvo en sus brazos al nacer. Adoraba a sus nietos, más la sangre está por debajo del círculo. La familia quedaba relegada cuando estabas ahí. Ante la vista de los otros.

—Edgar, pudiéramos terminar con la verborrea. —reclamó Jorge.

Estaba destinado. Edgar tenía esa particularidad. Era el más viejo de todos y por tanto siempre se daba el tiempo para hacerse sentir. Algo que el más joven del círculo detestaba.

—Más allá de ello quisiera entender por qué Erika hizo lo que hizo.

—Soy médico. —respondió ella sin esperar a que le dieran la palabra.

La acción molestó a Edgar en un sentido que con solo mirarla hizo que la chica se arrodillara a sus pies. Erika sentía la presión en su cuerpo. Como si la gravedad se hubiera incrementado de una forma en que la mantenía pegada al suelo. Ni sus ojos se atrevían a verlo ante la fuerza que empezaba a dejarla sin energía.

—La naturaleza del humano es así. Hace tiempo atrás, algunos quisieron entender la particularidad del círculo. Debía haber algo que nos hiciera lo que somos. Algo tangible, pero la realidad es que somos los hijos de los primeros brujos que tocaron estas tierras. Sobrevivimos a través de sus cantos y su sumisión ante nuestro dios. Erika, no hay nada nuevo ni viejo en nuestra sangre que pudiera expresar lo que eres capaz de hacer. —murmuró Edgar con un tono paternal.

Luego de unos segundos, la soltó. Erika sintió que podía moverse con la libertad que le había sido negada.

—Pero más allá de ello, encontramos que nuestro círculo está enfermo. —dijo Constanza.

El grupo se observó curioso de las palabras que habían salido con una naturalidad que molestaba.

—¿Cómo te sientes, Natalia? —preguntó Constanza.

La chica miró al resto de los presentes y respiró hondo.

—Me he sentido bien —dijo.

Sí, había estado en una condición deplorable. Creía haber sido envenenada, ¿Cómo se veía en su sangre?

—Creí que... había sido envenenada. Erika lo supuso —comentó.

La médico asintió con la cabeza cuando la mirada pasó a ella.

—Fue lo primero que creí. Recibió bebidas de un bar. Puede suceder todo tipo de cosas en un lugar así. Solo que... sus análisis no fueron lo que esperaba —musitó.

—¿Moriré? —murmuró Nat en un hilo de voz que dejó atónito a los presentes.

—Oh, no, querida. Eso no es posible. —exclamó Edgar. Se acercó hasta ella para tomar sus manos con gentileza—. Nosotros no morimos de la forma en que otros lo hacen, no es posible. Si he expuesto esto es para que tu protectora vea lo ofensivo que pueden ser sus métodos.

»Me temo que es hora de dar castigo a quienes lo merecen. Por sus acciones hechas sin ningún tipo de miramientos.

—El resto de los presentes puede aguardar en la habitación contigua. Al terminar se los podrán llevar —comentó Jorge.

Pedro respiró hondo y expulsó el aire de sus pulmones. Fue directo al bar donde se sirvió de un trago al tiempo en que escuchaba un grito sonoro y frustrante emerger detrás de las blancas puertas. El grupo se miró horrorizado, pero los gritos no cesaron. Diego se mantuvo frente a la puerta inquieto. Cada clamor lo sentía de la forma en que él los había recibido en el pasado. El castigo por sus acciones sólo podían molestarlo.

—¿Ahora qué? —preguntó Joshua.

Entrelazaba sus manos con las de Vanessa como si fuera lo único que lo mantuviera de pie, de la misma forma en que ella lo hacía. Aquellos dos habían hecho lo posible por mantenerse juntos.

La pregunta había caído como un balde de agua fría en el grupo. Diego solo lo miró por breves segundos en los que repasó el rostro temeroso de los presentes solo para posarse en la mirada de su padre.

—Esperamos a que todos salgan —concluyó Ángel—. Es lo que dijo el viejo.

—Sí, Ángel. Esperamos a que todos salgan —Secundó Pedro.

...

Katherine caminaba con el grupo detrás de ella. Sabía que debía estar preparada para encontrarse cara a cara con el otro círculo, más no sabía si el resto de los suyos estaba listo. Sabrían con plena conciencia de que no eran los únicos en la ciudad. Que había más como ellos anclados a unos hombres que hicieron un pacto con seres de otra Naturaleza para conseguir lo que más ansiaban.

Al abrirse las puertas la impresión en la cara de los presentes era visible. Pedro Sandoval observó el pequeño círculo que ingresaba con especial cuidado, más su atención quedó sobre Katherine. Quien sin inmutarse se adentró y tomó lugar en los muebles como si aquellos no existieran.

—Entren, ellos ya van de salida. —exclamó.

Pedro hizo una mueca llena de ironía.

—Qué buena forma de presentarse tiene usted...

Katherine lo miró por la comisura de los ojos con la frente en alto.

—Mi nombre no es de interés para otros círculos. Tenga en cuenta que a pesar de este encuentro, es fortuito y no debe tomarse como una presentación de ambos círculos.

—Ya entiendo. Es de esas. Leales a los círculos, aunque tiene personas que se salen de las leyes —Se mofó.

—Todos tenemos un secreto, o dos —musitó.

—Papá, no es conveniente —murmuró Paty al oído de Pedro.

—Señor Sandoval...

Jenny miraba a Katherine con cierto temor.

—Señor...

—¿Qué ocurre? — preguntó Ángel.

—Debemos irnos, por favor —murmuró en una súplica que Ángel entendió.

Asintió con la cabeza y la tomó del brazo.

—Nos adelantaremos —lanzó.

—Iremos con ellos —dijo Joshua quien se aferraba a los delgados dedos de Vanessa.

Diego los miró por breves segundos en que su inquietud parecía mostrarse.

—Pa' —Lo llamó,

—Esta bien. Después de todo es tal como la señora dice, no es una reunión familiar la que acabamos de tener —Se mofó—. Que tengan un buen día.

Paty se tomó del brazo de Pedro y salió acompañada de él. Detrás, un Diego austero fijaba su vista en quienes quedaban dentro. No olvidaría ninguno de aquellos rostros, mucho menos el de Tomás.

Ana lanzó un resoplido y se echó en la silla.

—Cuanta tensión para un día. Pensar que esto aun no acaba.

—Dime algo, Ana. ¿Es él la persona que está detrás de Lily? —preguntó Katherine.

Ana tragó en seco. Vio a Tomás quien apresaba sus labios como quien intenta no soltar ninguna palabra.

—¿Cómo lo sabe? —preguntó

—Los vi. Antes. Lily hablaba con esos chicos, los reconocí a todos, él sobre todo —siseó.

—Diego Sandoval. llegué a pensar que estuviera dentro de un círculo, pero no que toda su familia formara uno.

—Ana, los círculos están formados por consanguinidad, que permitan la entrada de personas externas es algo que viene ocurriendo hace muy poco...

—Unos doscientos años, pero muy poco —Se mofó.

Amanda resopló.

—Sabes de lo que hablo.

—Es difícil pensar que estamos rodeados de brujos en todos lados —murmuró Tomas, estaba abstraído.

—No es algo nuevo. Nuevo es la forma en que la manejamos. Nuestros antepasados expresaban a través de ritos sus sentires y buscaban riqueza y fortuna. Nosotros necesitamos solo la vida eterna. —murmuró Katherine.

—Tan poca cosa —Se burló Ana.

—¿Qué le pasará a Ana? —preguntó él.

Sus brazos se cruzaban sobre su pecho y su mirada fijada en los ojos recios de Katherine maximizaba aquella posición de protector que muy pocas veces mostraba. Tomás necesitaba saber qué ocurriría con ellos. Sería la primera vez que estaría bajo una sanción, dicho a parte que vería a uno del círculo sufrir alguna clase de castigo ¿ y qué pasaría con Lily? Esa niña que desconoce todo por cuanto su madre hace y lo que ella significa. Una inhibidora era sinónimo de malos presagios en la antigüedad. Lo había leído hasta memorizar cada libro que le habían otorgado para empaparse de su rol.

Lily.

Respiró hondo y se dejó caer sobre el mueble.

—Ana será castigada, más no expulsada. No lo permitiré. Será una sanción de algunos días donde su magia no podrá usarse.

Ana miró a Evangeline con curiosidad.

—¿Lo has visto antes? —preguntó Ana.

—Todos hemos sido sancionados de alguna forma. Para eso está el círculo, para decirnos cuándo hemos hecho mal y corregirnos.

Las puertas se abrieron. El rostro de Ana varió ante lo que sus ojos veían. Tanto Erika como Esteban salían a duras penas del lugar, agotados, se notaba la falta de energía, las ojeras en sus ojos como si hubieran sido drenados ¿Acaso así terminaría su castigo? El par salió del lugar curiosos de quienes esperaban, pero sin mencionar palabra alguna.

Katherine se levantó del mueble y caminó hacia la habitación, los demás la siguieron sin oposición. La angustia se mostraba en los ojos de Ana y Tomás, tomaba su mano en señal de compañía. Tanto Amanda como Evangeline estaban acostumbradas a ese tipo de reuniones y Katherine solo esperaba que todo resultara tal como ella lo había imaginado.

...

Lily se adentró en la residencia luego de verse dudosa en la entrada. Había vuelto su mirada a Felipe quien se mantuvo frente al auto de brazos cruzados. Ese hombre no entraría al lugar. A petición de Lily ¿por qué miraba hacia atrás? Respiró profundo y en cuestión de segundos se vio frente al ascensor. Habitación 201. Ese dato lo había conseguido de Felipe. Entró al ascensor con la idea de tocar el numero de piso y el número de la habitación en su cabeza.

201.

201.

201

¿Ana estaba con Katherine? ¿En una habitación? Tragó hondo. Sea lo que sea se encontraba frente a la habitación en ese instante. ¿Tocaría? Prefirió probar si la puerta yacía cerrada. Pará su buena fortuna no tenía seguro, pero el miedo se instaura en ella ¿hacía bien? Que tonta era por pensar en ello cuando ya se encontraba ahí. Abrió la puerta y se adentró cual ladrón que intentaba no llamar la atención de nadie. La habitación se abrió a una recepción donde parecía que alguien estuvo. La habitación contigua a su izquierda estaba vacía. A su derecha escuchaba a alguien hablar.

Solemne.

Su corazón palpitaba con rapidez. Se obligó a acercarse a la puerta. Entre abierta como estaba apenas podía ver quién estaba detrás y aún así, notaba la figura de Ana hincada al suelo. Sus ojos se agrandaron al verla.

—Ana García, en este momento serás expuesta a tu castigo por desobedecer a tu círculo y comprometerlo. —escuchó decir.

"desobedecer su círculo..."

Ana.

Sus dedos tocaron la puerta de madera con la firme intención de evitar que siguiera, pero se aterró al escuchar el primer gemido de dolor salir de su amiga.

Ana.

No se detendría. Tomó el pomo sin fuerza alguna, iba a entrar en esa habitación y detener lo que sea que estuviera pasando, pero no pudo hacerlo. Su cuerpo se vio envuelto en un abrazo que la alejó de la puerta. Su boca había sido sellada con fuerza y el terror la embargó. Se movió, forcejeó tanto como pudo sin poder hacer nada. Aquella persona se la llevaba fuera de la habitación y temió. Temió como nunca antes ser de nuevo una víctima. Volver a sentir esa sensación. No quería. Forcejeaba insistente, atrapó cómo pudo el brazo de su opresor y lo arañó y solo cuando la carne en roja viva lo hizo gritar, él la soltó. Lily estaba dispuesta a enfrentarlo hasta que notó de quién se trataba.

—¿Diego?

—Sí. Hola, fiera. —Se mofa a duras penas.

Lily se obligó a respirar, negó con la cabeza en lo que trataba de entender.

—Me diste un susto de muerte ¿Qué esperabas?

Él ladeó la cabeza. Mostró una sonrisa de medio lado.

—Entiendo.

—¿Qué haces aquí? —preguntó ella.

—¿Qué haces tú?

ella lo observó por segundos en los que conectaba lo que había sucedido con lo que había visto,

—Sabes qué ocurre ahí... —afirmó

Él no lo podía negar. Después de todo fue él quien la sacó de la habitación

—No deberías estar aquí, debes irte.

—¿Cómo puedo irme si le están haciendo daño a mi amiga? Debo evitarlo.

Diego se interpuso entre ella y sus intentos de ingresar de nuevo a la habitación. Levantó la mirada para buscar que nadie conocido esté a su alrededor.

—Sí ingresas ahí será peor para ella. Ven, debes salir de aquí —exclamó. Tomó de su mano con aprehensión misma con la que ella se soltó.

—No moveré un solo dedo de aquí. —Le señaló

—Pues a menos que quieras complicarle más la vida a tu amiga, será mejor que muevas tu culo fuera de aquí, Lily. —exclamó él.

Notaba en la voz de Diego la severidad y urgencia que ella tomaba por poca cosa. Esa era la primera vez que lo veía alterado, pero tampoco podía decir que conocía al chico como la palma de su mano. Era una sorpresa para ella.

—Lily, cada segundo que pasa...

—No me iré a ningún lado.

—¿Pretendes jugar así?

Ella se molestó. No lo vio venir hasta que se vio levantada del suelo y arrojada al hombro como si se tratara de un saco de papas.

—¡¿Qué coño haces?! ¡Bájame!

—Será mejor que te calles si no quieres empeorar todo. —reclamó Diego.

No le gustaba ni un poco llevarla de esa forma, pero su seguridad estaba en peligro. Entendía que la única razón por la que ella no había aparecido antes era porque los ancianos no tenían conocimiento de ella. ¿Qué harían si se enteraran de que hay una mujer a la que los simples conjuros no pueden tocarla? Era como una piedra blanca en medio de tanta oscuridad y la tenía ahí tan cerca como para complicarle la vida a todos.

Cuando se vio en el estacionamiento frente a su auto se dispuso a bajarla. Lily observó la puerta abierta y luego a él. Se cruzó de brazos enojada por lo sucedido.

—No creas que me voy a meter ahí tan fácil.

—Hazlo, por favor.

Ella escuchó la súplica en su voz, sin embargo no retrocedió.

—Diego, si uno de tus amigos está en problemas ¿no harías nada para ayudarlos?

—Haría lo que estuviera en mis manos, incluso si eso significa que me tengo que hacer a un lado.

Lily tercio el gesto. Su rostro se suavizó en cuanto entendió lo que él le decía.

—Necesitas saber. Lo sé, pero este no es el mejor lugar para ti. Por favor, déjame llevarte fuera y si está en mi poder responderte, lo haré.

—¿Qué puedes saber tú de lo que sucede con Ana... o con mi madre? —se mofo en un susurro apenas audible.

Cabizbaja, reconocía que aún cuando quisiera hacer lo posible por ayudar a su amiga, no sabría cómo. ¿Cuántos serían? ¿Su madre estaría ahí, con ella?

Diego se acercó a ella y tomó su rostro en un gesto dulce.

—Te diré lo que sepa y lo que pueda decir. Por favor, Lily.

Ella miró el asiento del copiloto. Asintió con la cabeza y se adentró en el auto. Diego respiró hondo una vez que la chica se encontraba dentro. Sería la noche más larga que tendría si iba a contar todo lo que sabía, pero era mejor así a que estuviera en peligro.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top