Capítulo 21

Tomó asiento dentro del salón principal. Lista para realizar su primer examen luego de una semana tan extrema. La situación que vivió con anterioridad no le quitaría el examen que tendría ese día, así que ir a hablar con el profesor para aplazar lo irremediable no era una opción para ella. Podría hacerlo, estudiar mejor, tratar más, pero no lo haría porque ya sabía cuál sería el resultado ese día o cualquier otro día.

Solo le bastaba ver el libro de preguntas.

Luego de dos frustrantes horas el dolor de cabeza empeoraba y nada podía detenerlo. Se movió hasta la salida donde esperaba encontrarse con Ana aunque no fue lo primero que vio. Al notar la mochila verde y el cabello castaño emergiendo como un brote mal peinado corrió hacia él.

—¡Tomás! —exclamó.

Él volteó a verla. Sonrió al reconocer a Lily aunque ella no se quedaría con una simple sonrisa. Se ancló a su cuello como un amigo que no veía en años. Después de lo sucedido su principal preocupación era ese chico que se enfrentó sin armas ni nada a un par de vándalos que podían haberlo matado. Muy a pesar de que Ana había sido certera al decir que él estaba bien, no podría quedarse quieta hasta verlo frente a frente como en esa ocasión.

—¡Hey! Tanta emoción me extraña —respondió él.

Recibió un golpe a su hombro por parte de Lily.

—Sabes porqué me alegra verte —reclamó—. No lo vuelvas a hacer.

—No te vuelvas a desaparecer —contestó.

—Te aseguro que no —musitó.

Sonrió ante la respuesta de Lily.

—¿Y ahora qué haremos? —preguntó Ana

Se acercó hasta el par y abrazó a ambos con una sonrisa jovial en su rostro.

—¿Podemos ir a Burger Shark? —preguntó Lily.

—¡Oh, vaya! Ayer no tenías hambre y hoy te quieres atragantar —exclamó en tono de burla.

—Quiero compartir con ustedes —musitó.

Ana miró a Tomás quien se la devolvió. No les convencía del todo.

—Quiero hablar y también tengo preguntas y solo si lo expongo puedo contar con sus opiniones ¿está bien? —preguntó Lily.

—Esta bien, vamos a Burger Shark —dijo Tomás al fin.

...

Katherine depositó su mirada en los ojos viejos de aquella mujer a la que el labial parecía darle algo de vida. Su rostro se estiraba detrás de su oreja, producto de la cantidad de operaciones estéticas que se había hecho con el pasar de los tiempos para que la piel arrugada no mostrara su edad. A pesar de ello se notaba como el agua que era alguien mayor. Katherine solía odiar su presencia en la oficina porque solo era un estorbo cuando requería trabajar en lo que le importaba, lo cual no era las miles de hojas con solicitudes que estaban dispuesta en ese momento sobre su escritorio si no su hija, pero eso a aquella persona no le importaba.

Vislumbraba como uno de sus broches resplandecía con el sol al darle de frente y mostraba un bonito arcoíris sobre el abrigo fino de tono vinotinto que contrastaba con su piel blanca. La forma en cómo movía la cucharilla en el café luego de lanzar dos terrones y el tiempo que se tomaba en meditar sus palabras: ya Katherine las conocía. No era su don el de leer la mente, pero tanto tiempo al lado de Constanza Arreaza le daba cierta visión de lo que diría.

—¿Cómo esta ella? —dijo después de lamerse los labios.

El simple acto hizo que Katherine se enojara.

—Mucho mejor.

—Es una chica fuerte.

—Es mi hija.

Constanza rio.

—Si, esperable —comentó.

—¿Alguna otra razón para la visita? —preguntó.

—No me tomes a la ligera, Katherine —dijo. 

La miró a duras penas con los labios posados sobre la taza y esos ojos negros fijos en ella que exclamaba superioridad.

—No lo hago.

—Bien. Esperable.

La manía de Constanza era la frustración de Katherine.

—Es necesario saber cómo supiste de ella en esta situación. Verás, fuimos hasta el lugar y más allá de verlo algo inquieto no encontramos rastros de lo que expresaste.

—¿No será juzgado por no haber visto con ojos mortales lo que les comenté?

—No, no es lo que dije. Y claro que vimos. Pero... si otra hubiera sido la situación no lo hubiéramos podido hacer.

Katherine suspiró.

—Ustedes entregan el don, quién soy yo para reclamar lo que cada uno del circulo haga.

—Esperable. —comentó—. Así que Amanda.

Katherine no asintió ni negó aquella afirmación, lo obvio quedó grabado en ese momento.

—¿Cómo escapó? —inquirió.

—Usted debe saberlo mejor que yo. Lo único que podría decir es que muy tarde por la noche la vi llegar con Ana. No sé qué hizo y qué no. Tampoco es mi interés saberlo.

—Esperable. Ana será castigada por su acción ¿Lo entiendes?

—Si.

—¿Lo entenderá ella?

—Deberá hacerlo.

Constanza sonrió cómoda con la afirmación.

—Ahora debo hacerte otra pregunta, Katherine —dijo al mismo tiempo en que dejaba la taza de café sobre el escritorio.

Katherine se mantuvo firme en su silla. Con sus dedos sobre el lápiz negro que parecía en algún momento lo iba a romper. Trataba de calmar el enojo que le producía la mujer. No sabía por qué, a pesar de ser una anciana, le caía tan mal su presencia. Siempre le sucedía con ella y solo con ella.

—¿Cómo sabes de la existencia de otros círculos? —inquirió Arreaza.

Katherine la observó por segundos en los que meditaba qué decir al respecto. Suspiró profundo y tragó.

—Ese hombre fue hasta el lugar de trabajo de mi hermana, y días después secuestra a mi hija.

—Puede ser un hecho aislado —comunicó.

—Se relaciona con un hombre que ha estado cerca de mi hija. ¿Entiende lo que quiero decir? Esa persona tiene un don. Un hombre fuera de mi círculo con un don es un hecho extraño ¿Habrá otros? ¿Será nuevo en el país? ¿Qué relación tiene con nosotros? Son muchas preguntas que el consejo de ancianos nunca responderá porque para ustedes solo existe uno, pero luego de esto creo que deberán hablar al respecto. Los círculos no se pueden unir. Están hechos de forma separada para atraer a otros, no para unirse entre sí. Considero que es parte de su trabajo velar porque eso se cumpla. No es mi intención caer en provocaciones con otros, tampoco es de mi interés unir a mi hija a otro circulo cuando...

—Cuando se trata de una inhibidora.

La frase generó una tensión que agobiaba a Katherine. Su mirada se quedó fija en los ojos de Constanza.

—Sí, Katherine, lo sabemos. ¿Crees que un niño que nace dentro del circulo será traído al mundo sin nuestro consentimiento?

—Suena a Dios.

—Dios está de nuestro lado y por eso podemos hacer cosas que los hombres querrían poder hacer. Que Liliana haya nacido con ese don no es un hecho aislado y aunque quieras negarlo también eres consiente de ello. Liliana tiene algo que hacer en el mundo, no será ahora, ni mañana ni en los próximos días, pero la razón por la que está aquí está escrita y no habrá poder en el mundo que lo cambie. Ni siquiera nosotros.

—Todos tenemos un lugar en el mundo.

Constanza mostró una sonrisa satisfactoria.

—Ahora entiendo porqué los ancianos te están considerando. Bueno, la verdad es que entre los lideres de los círculos, tu eres de las más prometedoras.

—¿Me considerar para unirme al consejo? No soy tan anciana —exclamó Katherine sarcástica.

Constanza lanzó una risa burlona.

—Es lo mismo que dije, pero los hombres suelen ser algo cortos de mente. Haré lo posible para que no llegues a entrar nunca. Tu lugar es con tu hija, es lo que me has demostrado desde hace unos minutos. ¿Para qué molestarse con los problemas del consejo? —dijo con énfasis en cada palabra.

—Lo comprendo. Al final la decisión será de tres, espero pueda hacer algo al respecto. Por mi parte haré lo que siempre he hecho para mantener a mi circulo a raya. —zanjó.

—Sí, bien. El castigo de Ana será decidido el martes, luego del castigo de Esteban Velázquez.

—¿Anunciarán nuestra presencia ante otros?

—El consejo lo considera necesario. Además de que queremos evitar otra "acción peculiar". —musitó.

Constanza se irguió ante Katherine, quien le siguió los pasos.

—Nos veremos ese día. Entenderemos si Liliana no está presente, Katherine. Después de lo ocurrido estoy segura que no querrás mostrarla. ¿Aun no le dices quién es, verdad?

—La protección es mi bandera, señora Constanza.

—Esperable. Bien, sin otro anuncio que hacer, me retiro. Que tengas buen día.

Katherine esperó hasta que la puerta de su oficina se cerrara. Se lanzó en el asiento luego de escuchar el clic de la puerta y respiró hondo. Había contenido la respiración por tanto tiempo luego de escuchar cada palabra de la boca de Constanza. El consejo de ancianos se iba a mover de una forma en que no lo habían hecho hacía mucho tiempo. ¿Anunciar la cantidad de círculos en el estado? Quizás Constanza se estaba volviendo loca y ese era el anuncio. O el resto de los ancianos ¿Quién estaba peor de los dos? Más aun enfrentar a Liliana a un evento como una reunión de aquellas era una barbaridad. Se refregó los ojos ante el cansancio que sentía. Sería un día largo para ella, pero también para los suyos.

Volvió la mirada al teléfono sobre su escritorio, buscó un número en particular y llamó. Necesitaba un trago en ese preciso instante.

—Estaré ahí en una hora —dijo y cortó.

Si Constanza pondría a todo el estado de cabeza, ella debería prepararse. Eso es lo que haría.

...

Ella se reía de las ocurrencias de Tomás. Más aun él se mostraba extrañado de que Ana le siguiera el juego. Visto desde lejos parecían un grupo de amigos que habían ido a comer algo, pero tanto él como Ana estaban expectante a lo que Lily quería hablar.

—Lil...

Lily los observó y respiró hondo antes de si quiera empezar.

—Conocí a ese sujeto gracias a Diego. —comentó.

Tomás endureció la mirada con solo escuchar el nombre.

—Parecía un buen sujeto, la verdad. Fue muy amable cuando lo conocí. No esperé jamás que hiciera algo así, aunque debí. Fui una tonta. Yo iba camino a la universidad y él me vio. Llamó mi atención y cuando noté de quién se trataba, entré en el auto. Él insistió en llevarme. Creo que pensé que sería más rápido. No lo imaginé —dijo.

—No podrías hacerlo.

Ana frotó su hombro con cariño.

—Es un poco más difícil cuando se trata de gente de confianza. Uno no podría esperar que hicieran cosas así, pero pasa. —comentó Ana.

—Sí, eso lo sé, pero... fui una tonta ¿Verdad, Tomás? —inquirió.

Tomás tenía una línea dibujada en sus labios, se obligó a soltar un suspiro ante la mirada aterrada que Lily tenía.

—No, no lo fuiste. Es tal como dice Ana, no podrías imaginarlo. Aunque eso ya no importa, ahora estas aquí y te cuidaremos —lanzó.

Lily suprimió sus deseos de llorar hasta que Tomás la haló y llevó a un abrazo cálido. Ana observó a Tomás y luego a Lily. Un evento traumático como aquel no pasaría por debajo de la mesa tan fácil. Supo entonces que pasaría un tiempo hasta sentirse mejor y capaz de caminar por sí misma sin temor.

—Solo hay algo que no entendí en todo esto —comentó Lily.

—¿Qué? —inquirió Ana.

—Esteban hablaba de un don... algo que sabía que yo tenía. Fue demasiado loco —bufó ella.

Se enderezó al cabo de unos segundos para ver el rostro de ambos.

—¿Si lo es, verdad? —inquirió.

—Pues a menos que hable del don de joder la existencia que es solo mía, cabe destacar, no entiendo nada —Se mofó Ana.

Lily se rio ante la ocurrencia aunque entre Tomás y Ana no había nada de divertido en aquello.

—Gracias por rescatarme. Aun no sé cómo supieron dónde estaba —lanzó.

—Alguien vio la matricula del auto. Soy de conocer gente así que pudimos ubicarte.

Tomás se adelantó.

—Genial. Creí que estaba sola en la calle.

—Siempre hay algún chismoso por ahí, Lily. Nunca están demás, gracias a Dios a veces sirven de algo —comentó Ana.

—De verás que son los mejores —musitó—. Gracias.

Una parte de Lily se sentía mejor, la otra parte aun sentía que había cosas por resolver. No estaba del todo tranquila con las palabras de Esteban sobre un don que desconocía ni los murmullos de Ana hablándole sobre demonios. Aun así, por ese día, decidió pasar un momento tranquilo con sus amigos. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top