Capítulo 17

—Escúchame, Lily. Los demonios vendrán por ti. Hazlos tuyos, porque siempre lo han sido.

Lily abrió los ojos de golpe en ese momento. No había sueños de donde proviniera esa voz, pero sí sabía quién le había susurrado esa frase. Era tan normal para ella que las advertencias fueran encantos de Ana. Después de todo, ella le mostraba el mundo y sus obscenidades de una forma u otra.

Cuando su mente se dispersó se sentó en la cama, seguía en la habitación que Esteban le había dado, pero por lo menos los efectos ya habían desaparecido. Su cuerpo ya no estaba entumecido y podía moverse con libertad por la habitación. Su primer impulso le decía que fuera hasta la puerta, aunque algo más le decía que la probabilidad que estuviera abierta era mínima. En cambio, fue hasta la ventana. Le mostró un camino bien cementado que iba directo a una calle. Supo entonces que estaba en una de las villas de la zona. De esas donde las personas se mofaban de tener botes aparcados en la parte trasera de sus casas.

Recordó la frase de Ana en su cabeza y un ligero toque en su sien la impulsó a tratar de abrir la ventana. Estaba sellado. Como era de esperar.

Entonces hizo lo que Ana le pidió. "Abrazar sus demonios", cualesquiera que fueran.

Tomó asiento en la cama y aguardó. En algún momento esa puerta se abriría para ella y sería el instante perfecto para salir de ahí, claro que ella no sabía nada de defensa personal, no tenía idea cómo golpear a alguien para dejarlo en el suelo. Lo único que recordaba era el movimiento especial de Ana: muerde, golpea y patea. Poco probable de usar si no estas de espalda al enemigo. Respiró profundo. Aunque no sabía defenderse si sabía hablar y en eso Katherine Jiménez era la mejor.

¿Sabría su madre que había sido secuestrada? Se rio. En su mente había un cuadro grande que gritaba no.

¿Qué pasaría al entrar Esteban por esa puerta? Se imaginó toda clase de situaciones y todas eran tan desagradables que se le revolvía el estómago. Una parte de ella temblaba como un perrito abandonado a una orilla del camino y la otra trataba de tomar fuerzas de donde no creía tener «Cree en tus demonios». No sentía ningún tipo de demonio dentro de ella, mucho menos sentía valentía. No imaginó verse alguna vez en una situación similar, pero ¿Quién podría imaginarlo?

Trató de tomar las fuerzas que parecían irse por la yema de sus dedos al sostener con tana fuerza las sabanas de la cama. Se tensó aun más al ver que la puerta se abría para dar paso a un hombre alto de piel quemada.

—Estas despierta —dijo más para sí.

Lily tragó el miedo que sentía. «Buscar sus demonios», ¿Cómo podría hacer eso?

—Vamos, el señor Velázquez la espera —dijo el hombre.

Se hizo a un lado y esperó a que ella caminara delante de él. Lily miraba el pasillo alumbrado por una luz blanca por cada cinco metros. Sus paredes eran de un tono dorado que contrataba con la baldosa de tonos beige. Era uno lindo que llamaba su atención. Tan lustroso podía ver sus pasos a través de él. Al llegar al final del pasillo se encontró con un amplio vestíbulo cercano a una escalera que subía a su alrededor. El hombre la empujó y ella le miró molesta. A él no le importó, le señaló a donde continuar y luego se perdió.

En la sala principal los muebles de tonos crema estaban dispuesto de una forma milimétrica para que no afectara los espacios. Cada mueble estaba pensado de forma concienzuda. Nada extravagante ni puntiagudo. Objetos grandes y pesados que ella no podría levantar ni aun intentándolo. Esteban le tendió la mano con una sonrisa que se elevaba en su rostro de marfil. No lo había notado antes, pero era guapo. Quizás de la clase que atraía con solo ver a su presa. Tonta había sido al caer en su juego. Prefirió no tomar su mano y siguió el camino hasta verse cercana a una vitrina llena de objetos de personales.

—Esos son mis padres. Buenos ingenieros —musitó él.

Lily veía el rostro amable de una señora canosa que recibía el abrazo de un hombre con apariencia de sobreprotector. Ambos en la edad de oro.

—¿Saben que eres un secuestrador? —preguntó Lily con toda intención.

Esteban saboreó la pregunta de una forma sin igual. No imaginaba que la chica callada y simple podría lanzar aquella clase de palabras dolientes y le gustó.

—Han de hacerlo. Ellos hicieron de mi lo que soy —comunicó triunfal.

Esteban se dejó caer en uno de los muebles con un aire de pura satisfacción que recorrió el cuerpo de Lily con el miedo acusándola de caer. Hizo de sus manos dos puños y volvió la mirada al resto de pertenencias.

Ni un solo cristal.

—También eran secuestradores —afirmó.

—No. Ellos me "hicieron" porque su primer consejo antes de lanzarme a este mundo fue "si crees que es tuyo, tómalo".

—¿Y tomas a las personas como si fueran objetos? —preguntó Lily indignada.

—Es la primera vez que tomo a una persona.

Estaba complacido y eso ella lo notaba.

—¿Qué quiere de mi? —gruñó

La fascinación se mostraba en los ojos brillantes de Esteban; robar objetos, callar personas, incluso la sensación de las drogas vertiéndose en las arterias de los hombres no podían competir con la sensación que le generaba Lily. Le parecía intrigante. Era una etapa que no había contemplado porque estaba prohibido por los ancestros. Bien entendía la razón de ello. Creía que su don empezaba a alterarse ante la droga que Lily generaba en él con su sola presencia, ¿o sería el don de la chica?

—Tu don —musitó—. ¿Cómo lo haces?

—¿Mi qué? —preguntó

—Ah —Se mofó—. No tienes idea.

—¿De qué habla? ¿Sabe acaso Diego lo que ha hecho? —inquirió frustrada.

—No. Mi ahijado es estúpido en ocasiones. No sabe mantenerse al margen de los problemas y tu eres un problema gordo para él. —exclamó

—Oiga, no quiero ninguna clase de líos, si me deja ir no diré nada y haremos como si solo hubiera sido un mal sueño.

Esteban ladeó la cabeza. en ningún momento se había levantado del mueble, pero Lily ya estaba contra la pared, tanteaba tantas posibilidades y ninguna le daba seguridad.

—Hagamos que sea un mal sueño. —Determinó Esteban.

—Esteban —Abelardo le interrumpió.

El observó a su compañero intrigado, volvió la mirada a Lily y le hizo un simple gesto de señalación con el dedo. Caminó detrás de Abelardo curioso de las muestras de miedo en el hombre.

—¿Qué pasa ahora?

—Eso —dijo y señaló las afueras de la casa.

—¿Qué hacen ellos aquí? Llévate la chica al cuarto, no dejes que la vean —ordenó.

Esteban abrió la puerta aun intrigado: los ancianos hacían una visita en un momento menos adecuado.

...

Tomás tenía toda la intención de acercarse hasta la casa de Diego. Vivir tanto tiempo en el desfiladero y conocer los movimientos de cada personaje asociado le hacía saber a dónde llegar, más aun cuando la menor de los Sandoval hacía sus fiestas de días. Sin embargo el mensaje de Ana le detuvo antes de si quiera bajarse del auto.

Lo observó con suspicacia.

«Encontramos a Lily. Te necesito».

Respiró hondo y encendió el auto de una vez por todas. Dudaba de que Ana "hubiera encontrado". Estaba más que seguro que Diego estaba detrás de aquel asunto y se alejaba del lugar en el que seguro ella se encontraría. Buscó el teléfono a tientas y procedió a llamarla. Sabía que algo así sucedería en algún momento, quizás era demasiado pensar en un secuestro, pero estaba seguro que Lily se escaparía de las manos de Ana en algún momento. En su cabeza era ella en parte culpable de lo que ocurría...

—¿Dónde estas? —preguntó Ana incluso antes de que él pudiera hablar.

—Voy en camino ¿Dónde está ella? —inquirió.

—Esteban Velázquez la tiene —dijo

Tomás respiró hondo, rebuznó y negó con la cabeza.

—¿En serio? ¿Un día va con Amanda y al día siguiente se lleva a Lily? —pregunta ofuscado.

—Eso parece, no lo sé. Necesito que vengas... voy en dirección a la casa de ese sujeto.

—¿Tienes idea de cómo llegar? —preguntó Tomás curioso.

—Katherine llamó a los ancianos —comentó.

Él frenó pues en su laguna se comió una luz roja y estuvo a punto de estrellarse contra otro auto. El hombre del otro auto soltó unos cuantos improperios que Tomás regresó para luego meterse al auto y mirar el teléfono confundido.

¿Era necesario llamar a los ancianos?

—¿Esta loca? —inquirió.

—Según Katherine es el proceder. Nosotros debemos infiltrarnos en su casa —comentó Ana.

—¿In—Infiltrarnos dices? Lo haces ver muy fácil

—Lo será. Él estará muy ocupado atendiendo a los ancianos ¿Ya estas cerca?

—Sí, dame diez minutos. Ana, eso es una locura. Si Katherine habló con los ancianos entonces que les pida que regresen a Lily.

—No lo entiendes, Katherine hizo el llamado, pero no les advirtió del secuestro. Por eso debemos entrar —aclaró.

Tomás fijó la mirada en el auto azul. Notó a Katherine cruzada de brazos con una mirada llena de austeridad. Sabía que Ana debía estar cerca. Recorrió varios metros hasta ver el auto de Ana aparcado y oculto entre arboles. Se detuvo de inmediato justo delante de ella. Tomó el teléfono y colgó. Buscó a la chica quien bajaba del auto con la mirada fija en él.

—¿De verdad quiere que entremos?

—¿Eres un cazador, no? Ya será hora que pongas a prueba tu don —comentó ella con indiferencia.

—Si nos encontrasen...

—Oye, yo tampoco quería, pero se trata de Lily. Debe estar muerta de miedo.

Tomás calló. Lo más seguro es que Lily esté al borde del colapso sin tener la menor idea de lo que sucede. ¿Qué podrían hacer ellos como su circulo? ¿en quien más podría ella confiar? Resopló ante lo evidente y se resignó a tomar un paso adelante. Si entrarían en la casa de Esteban Velázquez lo harían bajo sus ordenes. Después de todo, tal como Ana lo dijo sin que nada le quedara por dentro, él era el cazador.

Se movilizó por los laterales de la entrada a la urbanización. El terreno tenía sus desniveles lo que hacía que a Ana le costara seguir el paso de Tomás, pero este no se inmutó. Ella debía ir a su nivel pues el tiempo corría en contra. Las pocas veces que había visto a los ancianos de cerca se dio a la tarea de averiguar cuanto solían tardar en reuniones y visitas. Esto apoyado por su padre quien le animaba con una frase solemne. "los cazadores, cazan". Era tan obvio, nunca le encontró sentido a una frase tan simple hasta que falleció en un accidente. Ese día inició su momento como cazador, ahí lo supo. Silenciosos, cuidadosos, formados y entrenados para un solo objetivo. Su objetivo ese día era encontrar a Lily.

Se vio en el lateral de la casa entre ventanales que mostraban a medias lo que sucedía en el interior. Personas que visitaban la cocina y cuchicheaban entre ellas. Notó el segundo piso y la suerte de techo que creaba un ventanal con banquillo incluido. Miró a ana y luego al sitio.

—Te toca —musitó.

—¿Yo? Ni siquiera sabemos si esta ahí dentro —reclamó.

—No, pero entraremos, y ahora es que necesitamos. Vamos, te ayudaré —comentó.

Ana resopló. Se aguantó de Tomás para quedar sobre sus hombros y empujada por él llegó al pequeño techo. Se aferró al ventanal del segundo piso y trató como pudo de abrirlo sin suerte. Miró a Tomás quien con una seña le pidió que lo rompiera. Haría mucho ruido. Aunque qué importaba si esteban estaría abajo, golpeó la ventana como pudo hasta que notó que alguien se acercaba, trató de alejarse para no ser vista cuando notó la pequeña mano de su amiga. El rostro lleno de temor e intriga.

—Lily, tranquila. Ya estoy aquí —recalcó.

Volvió a golpear la ventana con más fuerza. En su contraparte, Lily miró a su alrededor. Buscó en aquella habitación cualquier cosa con tal de que le pudiera abrir la ventana. Tomó una lampara que estaba sobre una mesa y la arrojó contra el vidrio. Ana se movió mucho antes de que ella pudiera lanzarlo. Vio el hueco que había dejado.

—Busca cualquier otra cosa para terminar de abrirlo —pidió—. Tomás...

—Dense prisa, ya escucharon el ruido —comentó él. Observaba por el ventanal el movimiento en la cocina.

Tomás escuchó los pasos en su lateral y se alertó.

—¡Ana! —gritó.

La chica ayudaba a Lily a salir por la ventana. Notó que la puerta se abrió y se apresuró en ayudarla. Le indicó por donde bajar mientras que Tomás esperaba paciente para sostenerla. Cuando tuvo a Lily cerca se alegró, más los pasos se hacían cada vez más cercanos.

—¡Muévelo, Ana!

—¡Hago lo que puedo imbécil! —reclamó la chica.

Lily tomó el brazo de Tomás asustada. Sus ojos parecía salirse de sus cuencas y con justa razón. Abelardo y otro sujeto estaban frente a ellos, dispuesto a lo que sea necesario para evitar que Lily escapara. Tomás observó el par meditabundo. Sus opciones eran pocas si tenía en cuenta de que su amiga estaba ahí a su lado. No quería que fuera lastimada.

—Esto es simple. Entrega a la chica y podrán irse. Han invadido propiedad privada, pero no diré nada si se van de la forma en que vinieron —comenzó Abelardo.

—¿Tu dejarías a tu novia en manos de un secuestrador? Supongo que no, así que la respuesta también es simple —respondió Tomás.

Hizo que Lily se apartara justo cuando Ana ya se encontraba en el suelo.

—¿Tomás?

El chico miró al par y volvió la mirada a los hombres. El otro introdujo su mano detrás de su espalda y Abelardo era tan gráfico como podía al mostrar el arma enfundada en su cinturón.

—Créeme que no quiero hacer esto, pero lo haré si no haces lo que te pido —masculló Abelardo.

Empezaba a impacientarse. Debía ser meticuloso y silencioso, eran las dos palabras que Esteban había usado para el cuidado de la chica. Nadie debía saber que estaba ahí, mucho menos los ancianos, pero aquellos dos habían llegado tan simple a ese lugar ¿cómo?

—Yo tampoco quiero hacer esto, aun así lo haré si no dejas que nos vayamos los tres juntos —dijo.

—¿Eres como el señor? —preguntó el otro sujeto.

Mas menudo que Abelardo, sus ojos empezaban a mostrar cierto nerviosismo. Abelardo lo miró por el rabillo del ojo por su imprudencia.

—¿Cómo el señor? —preguntó Ana curiosa.

—Él hablo de un don... —recordó Lily al cabo de unos segundos.

La tensión se había dispersado del cuerpo de tomas. No lo había notado hasta que el miedo reflejado en los ojos de su adversario le dieron algo que no esperaba: aquellos dos no pertenecían a ningún circulo. Eran peones, armados, sí, pero peones. Tomás se relajó y una sonrisa se asomó en sus labios.

—Esto será más fácil de lo que pensé, siendo así. —concluyó. Miró atrás para alejarlas de ahí cuando notó la angustia y el terror en los ojos de Lily—. Todo estará bien, corran, ahora.

Ana haló a Lily del brazo.

—Vamos, dejemos que Tomás se ocupe.

—¡Hey no se muevan! —exclamó Abelardo y su contraparte disparó.

Sin embargo ninguno de los dos podrían haber predicho lo siguiente. Como el viento o quizás como un guepardo en plena caza, Tomás se movió por el lugar a sus anchas. Golpeó con fuerza el abdomen del segundo entre que Abelardo apenas podía notar su presencia, quiso disparar para cuando Tomás ya estaba tan cerca que golpeó su rostro y lo dejó en el suelo. Abelardo se apresuró en ponerse de pie, pero al ver su alrededor no encontró nada más que a su compañero en el suelo con la sangre brotando de una herida en su cabeza. respiró tan acelerado entre que procesaba lo que había visto y lo que tendría que decir al respecto. Nada pintaba bien.

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