Capítulo 15
Lily bajó por las escaleras con la mente dispersa. No se sentía nada bien y no creía que el resto del día fuese a mejorar. De hecho una parte de ella moría por quedarse en casa, arroparse hasta convertirse en una bolita de algodón y tomar cappuccino hasta no poder más. Necesitaba un día tranquilo donde no pensara en el ballet, en su carrera, su padre y lo poco importante que era todo lo que hacía. Necesitaba desconectar.
En algún momento llegó a pensar que quizás la llamada de Diego era en realidad un aviso divino que le gritaba se fuera de salida con el chico misterioso que a penas conocía, pero esa no era ella. Bien que tenía la inteligencia suficiente como para entender que meterse con Diego significaba caos y ella aunque le encantara la idea, no sabía que tan problemática podía ser eso. Tampoco quería averiguarlo.
Una raya más para el tigre no era su idea de diversión. Entonces solo podía pensar en qué quería para su vida y dónde se encontraba en ese instante. Caminaba por la entrada de Pascal como si flotara. Sus pasos eran lentos y para nada seguro ni su mente estaba tan seguro de nada. No fue hasta que escuchó el claxon de un auto que la hizo reaccionar y que le permitió volver a la realidad.
Vio el vehículo y no lo reconoció. Prefirió apurar el paso. El copiloto volvió a tocar y esta vez bajó la ventanilla. Lily lo observó hasta que pudo reconocerlo. Esteban le saludaba con una sonrisa embriagante y una alegría que no entendía. Solo lo había visto una vez.
—¡Hey, Lily! ¿No? —preguntó.
—¡Sí! Hola —Le saludó extrañada.
—¡Ven, sube! Es peligroso caminar por aquí a estas horas —lanzó.
Lo sabía, pero era un recorrido que hacia una vez por semana. Estaba más que acostumbrada.
—¡No te preocupes, siempre lo hago!
—¿Cómo que no me preocupe? ¿A dónde vas?
—A la universidad.
—Bien, entonces te llevo —dijo.
Lily miró su alrededor y notó la soledad. Dudaba. Aunque Diego se lo había presentado una parte de ella estaba temerosa y no era para menos, tenía la voz de Ana susurrándole cosas bizarras de lo que sucedía cuando extraños recogían a chicas de la calle. Claro que eso solo sucedía con extraños y Esteban no lo era o por lo menos no del todo.
Se apresuró en entrar en el auto cuando Esteban volvía a insistir. Empezaba a frustrarse, no quería tener que actuar de forma desagradable, pero justo cuando creyó que debía usar la fuerza la chica se encontraba en el asiento del copiloto con su bolso sobre su regazo.
—¿Lista? Abróchate el cinturón, por favor —pidió cortés.
Lily lo hizo sin perder tiempo.
—Sé que es un poco inseguro. No me conoces del todo, pero soy el padrino de tu novio. Eso debe darte seguridad —exclamó en tono jocoso.
Lily frunció el ceño al instante.
—No, Diego y yo no somos novio —aclaró.
Esteban la observó sonreído.
—No lo parece —lanzó.
Las mejillas de Lily se encendieron y Esteban lo notó bajo ese tono canela que tenía su piel.
—Diego es un chico guapo, si yo fuese mujer andaría tras él así que no te culpo.
Lily rio ante la ocurrencia.
—Debe tener muchas chicas detrás de él. Sí.
No pudo evitar pensar en Natalia. A leguas notaba el lazo que habían tenido y es que ella lo mostraba sin ningún pudor.
—Sí, bueno. Quizás hace tiempo atrás. Ahora trata de hacer las cosas bien —dijo.
Esteban miraba a su compañera y notaba esa alegría interna de saber que tenía oportunidad. Ella en cambio trataba de vaciar su mente. Había mejores cosas que pensar o eso creía, pero su rostro era un libro que se habría con cada paso de página que Esteban hacía. Era como ver a un lector cruzado de piernas y con su libro en mano entre que sus largos dedos tocaban el grosor de sus paginas amarillentas y embebía cada párrafo que leía.
—Lamento que no sean novios —continuó.
Lily fijó la mirada en él. Escuchó en su mente ese tono. La forma en cómo había dicho aquella frase le daba escalofríos. La sonrisa la dejó y la presión sobre su rostro la atrapó. Alguien, que provenía del asiento trasero, sostenía su rostro contra un pañuelo. Ella luchaba con fuerzas para zafarse pero incluso el cinturón le molestaba. Quiso gritar y miró por el rabillo del ojo a Esteban tan impasible que supo que todo había sido planeado. La voz de Ana volvía con fuerza. En su mente gritaba con la fuerza que su cuerpo ya no tenía.
«¿Por qué?».
Cuando Esteban notó que la chica había quedado inconsciente se detuvo. Su compañero salió del auto y movió a Lily al asiento trasero. Él se sentó en el copiloto y Esteban volvió a andar.
El hombre miraba a la chica preocupado. Nunca antes había hecho algo parecido a una inhibidora y esa era su preocupación.
—Deja de verla. Me pones nervioso —reclamó Esteban.
—Se despertará. Tengo un palpito —dijo el otro.
—Lo que tienes es miedo y no lo hará ¿Alguna vez alguien ha despertado de tus somníferos? —inquirió para demostrar lo obvio.
El hombre hizo una mueca que solo acrecentó la cicatriz de su boca. Respiró con pesar porque aunque Esteban llevaba razón, al saber lo que la chica era empezó a dudar. Claro que Esteban había sido cauteloso y solo le dijo lo que era cuando ya estaba en el auto listo para llevar su cometido.
—¿Por lo menos tienes idea de a qué circulo pertenece? —preguntó
—Tengo un palpito. —respondió Esteban socarrón
...
La vajilla se estrelló contra el suelo, Amanda caía por igual. No fue hasta que el personal buscó por todo el local un poco de alcohol para auxiliarla que volvió en sí. Estaba en su oficina con una parte de ella mareada, la otra adolorida y sin tener en cuenta una tercera parte: sentía un sabor agrío en su boca. Miró a su sus chef preocupado así como al administrador. Los vio curiosos, hasta que se removió y ambos corrieron a impedírselo.
—Estoy bien —reclamó.
—Te desmallaste frente a nosotros ¿Has comido estos días? —su administrador.
Amanda sabía a dónde quería llegar Vicente y no le gustaba nada porque solo daría pie a cuestiones más personales que no estaba en la capacidad de atender en ese momento.
—¡Claro que sí! Dile Tony, ayer me comí una pasta en salsa marinada que era una exquisitez —dijo sin problemas.
Lo que hizo que su sous chef sonriera pues él era el creador de aquella exquisitez.
—¿Quién esta en la cocina? —Soltó Amanda.
Tony se levantó de la mesa de una vez.
—¿Esta segura que esta bien? —preguntó aunque el rostro de Amanda hablaba por sí solo.
—Anda, no te destruyas mi cocina —lanzó.
Vio al chico de veinticinco años a duras penas salir por la puerta como si alguien lo hubiera sacado de la oficina a patadas y así era. Aunque Amanda no era muy dura con su personal solía ser más firme que cuando estaba fuera de la cocina.
—A mi no me puedes correr así de fácil —recalcó Vicente.
La mujer notó la mirada azabache encuadrado en ese rostro bronceado por el sol y la cabellera lisa que parecía no haber sido peinada en varios días. Amanda odiaba quedarse a solas con él pues Vicente no tenía reparos en hacerla sentir incomoda con solo mirarla de la forma en que lo hacía en ese momento.
—Estoy bien —recalcó ella por enésima vez—. Y no tiene que ver con que no esté comiendo.
—¿No lo haces? —preguntó él.
Amanda suspiró. Lo hacía, aunque no en las cantidades adecuadas. Ya llevaba varios días así aunque no quería decir nada.
—Si hay que llevarte a...
—No me tienes que llevar a ningún lado, solo tengo que hablar con mi hermana —reconoció.
Calló con la mirada fija en el final de su oficina ahí donde la foto de Katherine y Liliana se alzaban sobre una repisa al lado de la de sus padres.
—Necesito ver a Liliana —musitó.
Salió de la oficina sin siquiera permitirle a Vicente hacer o decir algo al respecto. Solo vio su sombra cuando quiso ir por ella.
...
Tecleó varias veces. Sus dedos temblaban ante sus nervios. Solo al cuarto intento logró salir la llamada. Katherine no contestaba. Maldijo la costumbre de su hermana de no contestar el teléfono cuando más se requería. Buscó en el directorio el de Ana. Si alguien podía saber donde estaba Lily era ella, después de todo era su cuidadora.
Mientras el teléfono repicaba Amanda corría por la vía principal de las garzas con miras a al edifico de su sobrina. Rogaba al cielo que su presentimiento fuera solo eso, que no fuera su don activo y que por todas las señales que recibía solo fuera una mera tontería. Quizás tal como Vicente pensaba, su falta de apetito a pesar de que se obligaba a comer.
—Amanda, ¿qué sucede? —preguntó Ana
—¿Sabes donde esta Lily? —inquirió ella en respuesta.
El silencio la atormentó el tiempo que duró.
—Por favor, Ana responde —gimoteó.
—Debe estar en la universidad en estos momentos —calculó.
—¿Estas segura?
—N—no... ¿por qué? —inquirió Ana. Empezaba a notar el desespero en la voz de Amanda.
—Tengo un mal presentimiento. Me siento demasiado mareada, atrapada. Con un sabor en la boca muy extraño y solo puedo pensar en ella.
—¿Le has llamado? —preguntó.
—¡Sí, claro que sí! ¿Por qué crees que te llamo si no? —lanzó ofuscada.
—Bien, dame un chance. Hablare con Tomás. Ellos toman esta clase juntos —dijo y colgó.
El solo escuchar la inseguridad en la voz de Ana la alertó. Amanda se apartó de la avenida principal. Apagó el auto a un lado de la vía y aguardó. No valía la pena ir hasta el edificio si ella no estaba ahí, entonces solo podía hacer lo que solo ella sabía hacer: activar su don para buscarla. Era difícil hacerlo, más si tenía en cuenta las migajas que dejaba su sobrina. Al ser una inhibidora su huella era demasiado pequeña. Aun así se concentró. Visualizó la zona donde Lily frecuentaba para salir y aguardó como un águila sobre un tejado que espera por su próxima comida.
Hacer tal actividad la consumía. Siempre lo odió porque recibía todo tipo de energía que le restaba fuerzas, pero cuando encontró esa pequeña bruma orillado a un lado de la carretera se estremeció. Sufrió un ataque de convulsión que la dejó en blanco al punto de dejar sus órbitas del mismo color y salivar más de la cuenta. Lo que su energía sintió, entendió y vivió era tan grave que su cuerpo solo encontró una forma de sacarlo de ella. El ataque duró unos diez minutos hasta dejarla descompensada y cesó.
Personas alrededor vieron el hecho con miedo y algunos buscaron ayudarla pero el auto estaba cerrado.
Esa sería la primera vez que Amanda sufría de un ataque desde hacía veinte años atrás.
¡Hola!
Vuelvo con una maratón y es que los Wattys me respiran en la nuca, Marce. De momentos me siento así:
Y en otros momentos estoy así:
Sin embargo, pueden estar seguros que esta historia va derechita a ser concluida 😉
Por otro lado quiero hablar un poquito del tema que toco aquí. No suelo escribir temas que puedan ser sensible a los lectores como es un secuestro, por lo mismo no deseaba hacer que fuera tan traumático. Sin embargo quería tocar algo y es que... No todas las personas son buenas. No importa si alguien más te la presentó. Debemos ser cuidadosos de las personas que apenas estamos conociendo o que hemos visto una vez. Parece algo lógico, pero sucede con tanta frecuencia que da miedo. En este capítulo en particular los motivos de Esteban son otros, quizás pudo hacerlo de otra manera, pero ese no sería Esteban. Si han leído todo lo que hace este sujeto, podrán ver que no es alguien "bueno", de ahí el cartelito que he dejado al principio.
Dicho banner lo dejaré en todo capítulo que considere toque un tema sensible ya sea de este estilo y/o sexual.
Gracias por leer 🙂
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