Capítulo 11

Una clase de ballet un sábado por la mañana era algo que Lily no haría, más que todo porque las clases eran de lunes a viernes. Con los cambios hechos por Evangeline era imperativo que todos los días ensayaran. No sabía cuántas veces más haría cada paso. La posición había dejado de incomodar desde que era una niña, pero tener a la profesora con su intensa mirada sobre ella le quitaba toda su capacidad de aguante.

Repetía cada paso al son de la voz de Evangeline. Una y otra vez. Lily solo descansó en el instante en que la profesora así lo quiso. Ella miraba a Armando en un momento en que Lily deseó escapar tan pronto como le fuera posible de ahí. Huir. ¿Cuántas veces más soñaría con ese deseo? Tan inútil se sentía por no poder hacerlo desde un principio. A veces se sentía atada a ese lugar, de manera en que por más que lo deseaba no podía hacer nada.

—Hey, ¿irás a lo de Paty? —preguntó Tamara en su lateral.

Lily dudó un segundo, trataba de recordar qué era lo que le preguntaba.

—No estoy segura —respondió.

—Bueno, si llegas a ir trata de ir vestida de rosado. Paty quiere hacer algo temático —comunicó.

—Ah, claro —respondió simple.

—¿Qué le sucederá a la profesora hoy? —escuchó desde el otro lado.

Una de las bailarinas hablaba con voz muy baja con otra chica. Lily resopló. Se dejó caer a un lado mientras frotaba sus pies. Ni ella entendía qué le sucedía a Evangeline. Podía ser muy dura, pero ese día estaba por encima de cualquier otro y no podía decir que deseaba que todo saliera perfecto, pues aun con su humor alegre podrían hacerlo. ¿Era más importante esa presentación que todas las anteriores? Sacudió su cabeza de todo aquello. Solo para notar que una vez más Evangeline volvía a llamar al grupo.

—¿Crees que empiece de nuevo? —preguntó Marina, una chica de ojos verdes y brillantes.

—No lo sé... —respondió.

—¡Liliana! Repasemos tu solo —lanzó.

«Battemanagement, atrás, vuelta al sitio. Primera posición». El rostro de Lily estaba inmutable en la primera posición con su respiración calmada.

—Ni mejor ni peor. Trata una vez más.

Lily observó la dureza en los ojos de Evangeline. Caminó hasta la posición inicial y repitió. Una y otra vez, y otra vez, una más. Hasta que Evangeline dijera basta o se hartara o lo que fuera. Lo que sea con tal de terminar.

—Concluyamos por hoy, buen trabajo chicos —dijo aplaudiendo al grupo exhausto que apenas podía chocar sus manos entre sí.

Lily se acercó hasta Evangeline con el puro deseo de enfrentarla. Aunque las palabras de su tía empezaban a colarse en su mente.

—¿Sucede algo, señorita? —preguntó Evangeline.

Lily tragó.

—¿Seguiremos mañana? —preguntó en cambio.

Evangeline torció el gesto y cambió rápidamente su rostro con tal de que Lily no notara la duda en su mirada.

—Si crees que puedes hacerlo mejor.

—Sé que puedo —Enfrentó con una mentira a medias.

—Nos vemos mañana, señorita Jiménez —zanjó.

Lily soltó el aire que estaba atrapado en sus pulmones. ¿Cuán rápido había cambiado de opinión? Corrió hacia los camerinos en búsqueda de sus cosas. Notó al grupo de bailarinas sosteniendo una conversación amena a la que Marina quiso introducirla, pero que ella se rehusó a continuar.

Sus pasos fueron directo a las afueras de la academia, a buscar el aire que creía empezaba a hacerle falta y la sensación de opresión que no parecía dejarla aun cuando estaba al aire libre. Quizás sufriría alguna clase de desmayo. Trataba de mantener cada una de sus emociones bajo control de la forma en que su madre le había enseñado. Explotar en ese instante y en ese lugar no era lo mejor que podía hacer.

—¿Lily? —escuchó su nombre en la lejanía aunque no sabía de dónde provenía— Lily...

Volteó sobre sus pies y observó el mundo fuera de su mente. Diego la observaba curioso y, más allá, Evangeline notaba la presencia del chico cerca. Se acercó hasta el par con la misma expresión que siempre veía a Lily y encaró a Diego.

—¿Sucede algo con mi alumna, joven? —preguntó Evangeline.

—¿Su alumna? —inquirió Diego. Fijó su mirada en la mujer frente a ella y su porte—. Debe ser la profesora de ballet.

Evangeline no negó ni aceptó, en cambio esperó por una respuesta de Diego.

—No, yo solo vi que Lily no se sentía bien y quise preguntar ¿Estás bien, Lily?

La chica no entendía en qué momento aquellos dos se enfrentaron. Mucho menos qué pasaba por la cabeza de su profesora. No le parecía que ella fuera de esa clase de mujer, mucho menos luego de indisponerla en su clase.

—Estoy bien —dijo al fin.

Evangeline observó a la chica con suspicacia.

—Si necesitas que llame a alguien...

—No, puedo irme sola —exclamó.

—Yo te puedo llevar, no hay ningún problema —recalcó Diego.

—No lo creo —dijo Evangeline. Lily la miró extrañada—. Hay cosas de qué hablar, señorita Jiménez. Si puede seguirme, por favor.

Lily vio a Evangeline seguir el camino a la entrada de la academia con una sensación que le recorría el cuerpo. Diego en cambio fijaba su mirada en el rostro ovalado de Lily.

—¿Estás bien? —volvió a preguntar.

Lily fijó su mirada en el rostro preocupado de Diego.

—Sí, no te preocupes —respondió.

—Te veré hoy. Más tarde. Iré por ti —musitó y depositó un beso en su mejilla.

...

Lily entró en la academia y siguió los pasos de Evangeline hasta el estacionamiento en la planta baja. La mujer se detuvo frente a su auto mientras la preocupación se asomaba al rostro de la bailarina.

—Vamos, te llevaré a tu casa —respondió.

—Diego podía haberlo hecho, no es ne...

—Entra ahora, Liliana —zanjó.

Lily se quedó pegada al suelo. La autoridad con la que Evangeline se imponía en algo que no fuera su clase la dejó pasmada. Hizo lo que pidió aún así, pues no deseaba llevar la contraria. Se metió en el auto en cuanto pudo.

—¿Hay algo que desee decirme? —preguntó ella al cabo de unos segundos.

—Mañana a las seis de la mañana.

—¿¡Seis!? ¿Qué clase de broma es esa? —preguntó indignada.

—No es una broma, si crees que puedes hacerlo bien es hora de que empieces a entrenar como debe ser —respondió.

Luego de ello el viaje se hizo silencioso, incluso pesado. Lily había decidido luchar contra Evangeline y ella, quizás, creía que debía ayudarla. ¿Cuánto más se retorcería todo?

—Liliana, de más está decir que, si deseas salir esta noche, lo mejor será que te quedes en casa. Las horas de sueño son importantes para una bailarina con el peso de un personaje como el que tienes —recalcó.

—Me parece estar escuchando a mi madre —Se mofó.

—Katherine Jiménez es una mujer que sabe lo que desea. Es simple de ver —comunicó Evangeline.

Se detuvo justo frente a la residencia de Liliana lo cual le extrañó porque nunca antes ella la había llevado a su casa.

—¿Cómo supo...? —empezó.

—Cuando ingresan rellenan un formulario, mismo que tu madre se ha encargado de rellenar y actualizar hasta hacer que lo memorice. Lo dije, es una mujer que sabe lo que quiere. Ahora ve, no olvides tus horas de sueño —zanjó.

Lily salió del auto con miras a su apartamento y en el camino trataba de entender qué había sucedido ese día.

...

Si había una palabra para describir ese momento en que ambos se sentían miedosos de lo que habían visto o sentido era terror. Tanto Vanessa como Joshua se miraban entre ellos. Generaban sus dudas con solo mirarse. Erika había sido muy enfática en lo que debían hacer, sin embargo aquello era inesperado incluso para el círculo.

Joshua dio un paso al frente. Después de todo debía dar la cara por su compañera. Colocó su mano sobre la mesa frente a Erika y visualizó el cuadro detrás de la doctora. Ni bien habían pasado dos segundos cuando esta había insertado la aguja en el dorso de su mano. Erika hacía el procedimiento de forma tan natural como le fuera posible, aunque para Joshua no lo era. Sí, le habían extraído sangre, más no el resto. El embolo empezó a llenarse del liquido negro y la respiración de Joshua cesó. Jamás lo había visto. Aquello que lo hacía tener el don estaba frente a él en una jeringa que Erika pasó directo a un tubo pequeño para hemogramas.

El chico tragó profundo. Ni bien había terminado cuando Erika hizo que Vanessa pasara al frente. La chica miró por el rabillo del ojo a su compañero quien solo asintió para darle fortaleza.

—Oh vamos, tampoco estén tan petrificados. Esto lo han hecho desde hace siglos —rezongó la doctora.

—Es la primera vez para mí —musitó Vanessa.

—Lo sé, su antigua observadora no hacía mucho por ustedes, pero este es el procedimiento normal. Joshua, mantente en la camilla podrías empezar a sentirte mareado —comunicó ella—. Vanessa siéntate. Terminemos con esto de una vez.

La chica se movió hasta la silla. Temblaba de miedo. Dejó su mano sobre el escritorio y Erika hizo el mismo procedimiento. Vanessa giró a mirar hacia atrás donde un Joshua mareado decidía recostarse. Su alma parecía dejar su cuerpo.

—¿Qué le pasa? —preguntó ella.

Erika solo alzó la mirada por un segundo para volver a lo suyo.

—Lo que sucede con todos. He extraído una parte, su cuerpo no está acostumbrado a ello así que vienen los mareos, los desmayos e incluso la necesidad de dormir.

—¿Por qué tienes que hacerlo? Nina no lo hacía, nunca hizo nada de esto.

—Porque Nina era una rebelde que la pagó muy caro —aclaró Erika—. No querrás saber qué le pasó a la pobre. Necesito que sus dones no se vean afectados y estén limpios de cualquier sustancia extraña. Hasta ahora ambos tienen el color necesario, pero debo cerciorarme de que sea así.

—¿Y luego qué pasará? ¿Nat, Diego y el resto también vendrán?

—Diego está muy acostumbrado a estas cosas. Igual que Ángel, para Natalia y Jenny será algo nuevo como para ustedes lo fue, pero no te preocupes, cariño, una vez compruebe que todo está bien podrán seguir en lo que hacían. Por ahora, nada de travesuras. Manténgase alejado de los problemas y de las fiestas del desfiladero.

Vanessa observaba a Erika extrañada. Aquello último había sido enfático, pero no podía negarse o reclamar porque su cuerpo empezaba a sentirse pesado. En cuestión de segundo había caído sobre el escritorio.

Erika resopló.

—Había olvidado lo temerosos que se ponen por primera vez —musitó.

Dejó el líquido dentro del tubo para llevarlos a centrifugar. Necesitaba constatar que ninguno de los dos había sido tocado por la inhibidora. Aunque temía no hallar nada pues estaba dejando a Natalia para el final, no quería sorpresas. Una vez salías del círculo no vuelves a ser la misma persona, si bien sabía ella que había tenido que atender a Nina en un par de ocasiones luego del cierre.

Buscó en su bata un líquido espeso y lo aplicó sobre el portaobjeto esperó a que este se esparciera y acto seguido, agregó una gota del líquido que había sacado de los chicos. La centrifugadora había terminado con su trabajo al dividir el líquido en tres partes iguales. A Erika le interesaba el líquido viscoso en la parte superior. Tomaba aquel asunto con toda la proeza de alguien entrenado. No sería la primera vez que lo hiciera y siendo una observadora, tampoco sería la última. Dejó caer una gota, cubrió el portaobjeto y lo colocó sobre el plato del microscopio. Apenas visualizó bien lo que buscaba, empezó sus anotaciones.

Lo podía ver: hematocritos con tinción en un tono negro. Algo así en una persona normal sería extraño, aun recordaba la primera vez que lo vio. La tinción no le quitaba ninguna función al hematocrito. Estaba tan perfectamente acoplado a la célula que casi estaba segura que al hematocrito le parecía que siempre estuvo ahí. Su investigación luego de ello la llevó a recorrer el camino hasta el círculo. Ese día supo que no volvería a ser la misma.

Procedió con la muestra de Vanessa luego de ver que Joshua estaba en perfecto estado. Hizo los mismos pasos y buscó las células de Vanessa. Nada que acotar.

Se relajó en la silla luego de constatar que ambos chicos estaban bien. Meditaba al respecto pues eso solo quiere decir que sus interacciones con la inhibidora eran nulas o pocas. Le empezaba a preocupar las de Diego. Él estaba en otro estado. Lo entendía, a pesar de que el don de un inhibidor es tal cual su palabra lo indica, suelen tener un magnetismo que los hace deseables a otros. Tenía la experiencia necesaria para saber cuán peligroso era seguirlos.

Al ver que Esteban la llamaba no pudo sentirse más feliz que antes. Esperaba buenas noticias.

—¿Pudiste hablar con Diego? —preguntó de una vez.

No le dio mucho margen para que pudiera responder de forma adecuada.

—Sí, lo hice. Erika ¿Tienes alguna forma de sacar a Diego de aquí?

La pregunta la incomodó y en esa franja de segundos temió lo peor.

—No. No hay posibilidades para ello en este momento ¿Tan mal va?

—Temo que pueda complicarse. Le he dicho lo que seguramente le has recalcado, debes conocer al chico. No es fácil sacarle algo cuando está tan ensimismado y encima le entiendo. Tuve la oportunidad de conocer a Lily y es una chica encantadora.

—Esteban —resopló Erika

—Lo que te digo es que haz lo mejor que puedas para mantenerlo distraído y lejos de ella.

—¿Algo más que deba saber? ¿La has investigado?

—No quiero meterme en esa clase de líos, Erika.

—Necesito saber quienes están en su círculo. Solo así podré proteger bien a estos chicos.

Esteban no respondió, no le gustaba la idea de indagar más allá de lo permitido sobre una inhibidora, aunque bien entendía por que ella lo pedía con tanta insistencia.

—Te haré saber —Colgó.

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