Capítulo 8
Capítulo 8. Agridulce instinto
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Jungkook tuvo que irse a Seúl por unos días en un viaje negocios, la presentación de los productos de su marca y una reunión en la sede central de los Jeon. En esos días, Taehyung se sintió zarandeado por una sensación que últimamente le había estado mareando.
La tarde que estuvo en casa de Jimin junto a Lisa, Ikari y una pareja de tíos del sub-alfa, todo comenzó a volverse mucho más extraño.
—Ven, aquí —Jimin palmeó sobre su propio regazo.
Taehyung se quedó paralizado, se convirtió en un muñeco cuando Jimin tiró de su muñeca. Dio un par de pasos hacia el sofá y se dejó arrastrar hasta su regazo sintiéndose fugazmente diminuto. Su trasero se escurrió hacia un lado, sobre el mullido asiento, sus muslos quedaron por encima de los de Jimin en un gesto mucho más cercano. Jimin sujetó su cintura, como si fuera lo más normal del mundo.
Estaban acostumbrados a tener contacto, pocas barreras físicas, invadir el espacio del otro y sentirse cómodos. Incluso habían dormido la siesta en su casa unos días antes, pero Taehyung comenzaba a sentirse un poco extraño con el aura que envolvía a Jimin. ¿Era él? ¿O era su propia culpa?
En la facultad, se encontraban organizando el festival de invierno, estaban hablando del diseño de estandartes que colgarían por el campus y qué tipo de juego harían en el salón del gimnasio abandonado. Jimin se unió al grupo para echar una mano, cuando se aproximó a los chicos (de pie y otros de rodillas, alrededor del cartel que pintaban a mano), rodeó con sus brazos con los hombros de Taehyung, apoyó su mentón en uno de ellos y respiró serenamente tras él.
No era como si a Tae le molestase que Jimin actuase de forma cercana, es que, desde que no tenía pareja, estaba advirtiendo unas sensaciones fuera de lo común con el sub-alfa. Jimin se encontraba poniéndole de los nervios con los gestos más simples. Era excesivamente cercano, cálido, cariñoso, hasta erizar su vello, lucir sus mejillas de un ligero tono sonrosado y hacerle sentirse consciente de que algo más estaba pasando.
Taehyung se preguntó si sentía algo por Jimin. ¿Le gustaba? ¿Quería huir? ¿O caer en sus brazos? Pensar en Jimin así se le hacía extraño, teniendo en cuenta que la última vez que el sub-alfa le besó, él le cruzó la cara de un guantazo. Su amigo le había invitado a ver una película en su casa esa tarde y Tae no tenía ningún plan más interesante que aceptar o rechazar a su mejor amigo (habían terminado todos los exámenes).
El omega llegó cinco minutos tarde a propósito a su casa. Las temperaturas en Busan descendían vertiginosamente esos días y él se encontraba un poco indispuesto esa tarde. Tenía el cuerpo un poco más destemplado de lo normal, los pies fríos, la frente caliente y le molestaban los ruidos y olores demasiado fuertes. Jimin abrió la puerta con un saludo poco cortés, se fue directo a la cocina para encargarse de lo que estaba haciendo. Olía a palomitas de caramelo, el salón se encontraba en penumbra, con una suave manta de piel doblada sobre uno de los reposabrazos del sofá blanco, la televisión prendida con una programación silenciada.
Taehyung se quitó el abrigo y lo dejó en la entrada, abandonó su teléfono móvil en el bolsillo y se frotó las manos agradeciendo la más tibia atmósfera del interior de la casa. Siguió al rubio y al sinuoso olor a palomitas, deteniéndose frente a la isla cuadrangular de la cocina.
—¿Y tu padre?
—Mi padre se ha largado —contestó Jimin, chupando una cuchara con algún tipo de caramelo tostado.
Vestía un jersey tejido, ancho y blanco sobre unos jeans ajustados.
—¿Tan pronto? —dudó Taehyung con un pestañeo—. Pensé que se marchaba el sábado.
—Sus improvisaciones son las mejores. Todo un romántico.
El sub-alfa le dio la espalda, desquebrajó la bolsa de palomitas, dejando caer un montón sobre un bol de cristal, y después se lo pasó a Tae.
—Ten, déjalo en la mesa —le ordenó sin mirarle.
Taehyung captó rápidamente que Jimin estaba molesto con ese tema. ¿Cómo podía su tonto padre dejarle a solas tantos días, en unas fechas tan importantes? Se indignó por él, pero no quiso insistir en el asunto para no elevar la irritación de su amigo.
—¿Me llevo algo más?
—A ti —bromeó Jimin en tono malicioso—, procura no sentarte en mi lado si no quieres que te confunda con una palomita.
Tae esbozó una sonrisita, le dijo que era un tonto, y Jimin le pasó un par de vasos de vidrio para rellenar de refresco. El ceniza se lo llevó todo al salón y lo colocó sobre la mesa de café, también regresó a la cocina y se llevó una botella de refresco de melocotón (Jimin lo debía haber comprado para él). La calefacción no estaba puesta, pero todo lo demás se encontraba preparado para una sesión de cine.
—Ah, mira lo que me hice ayer, Tae.
Jimin apareció en el salón levantándose el condenado jersey hasta el pecho. El omega posó sus iris sobre el torso del chico, recibiendo un instantáneo subidón de bochorno en su cara. Jimin se había perforado el pezón derecho con un bonito piercing plateado. Estaba erizado, de un rosa un poco más fuerte, con un punzón de plata que rozó levemente.
—¿E-eso es lo que haces cuando sales con Hoseok? —dudó el omega.
—Qué, ¿no te gusta? Hmnh, ¿quieres tocarlo?
Taehyung se forzó a apartar la mirada, se llevó un puñado de palomitas a la boca y masticó para no maldecirle en voz alta.
—N-no, gracias —contestó con la voz amortiguada.
Jimin soltó una risita, se acercó al televisor para configurar no sé qué cosa mientras le comentaba que no había sentido nada especial al perforárselo. Además, le dijo despreocupadamente que pensaba tatuarse, pese a que su padre lo odiara.
El peligris pensó que a Jimin se le estaba leyendo la cabeza, no le parecía mal que actuase así, pero no quería pensar que su reciente cambio estaba siendo un efecto adverso a que había ciertas cosas en su vida no parecían andar contentándole demasiado.
—¿Qué vas a tatuarte? —formuló Taehyung.
Jimin le miró de medio lado.
—No sé, ¿algo que me represente?
—¿Un gatito? —sugirió Taehyung para chincharle, tratando de obviar su cuerpo de dios griego—. ¿Una bolita de arroz?
Ding, el sonido del microondas les avisó del segundo paquete de palomitas saladas listo. Jimin le miró con desdén, dejó el mando del televisor sobre la mesa y pasó de largo en dirección a la cocina.
—Algo que me represente, tal vez algún animal totémico —manifestó Jimin regresando.
Soltó el otro bol en la mesa, mientras Taehyung se acomodaba cruzándose de piernas y sintiendo la carne de gallina.
—¿Algo que te identifique? ¿Un osito?
El rostro del sub-alfa varió entre el fastidio y las ganas de demostrarle qué más que un gatito, era un lobo de veintiún años. A él le encantaba que Taehyung siempre le considerase como un ser adorable, no obstante, en ocasiones, los ositos amorosos también querían sexo duro.
—Tu casa está un poco helada, ¿no? —formuló el omega ante su silencio, frotándose los dedos.
Jimin caminó hacia él ladinamente;
—¿Quieres que aprovechemos el calor juntos? —aprovechó para bromear.
—¿C-cómo?
—La manta es eléctrica —exhaló una sonrisa, dejándose caer a su lado en la penumbra del salón—, acércate.
Jimin se sentó y Taehyung se arrastró a regañadientes hacia su lado, su corazón se volvió más rítmico, el sub-alfa extendió la manta sobre los dos e inició la película con un toque de mando. No planeaba fastidiar a Taehyung de ninguna forma, pero esos últimos días, había estado liberando un poco más de feromonas de lo normal y el omega no le había rechazado.
El aroma del sub-alfa era una especie de naranja dulce con caramelo, un toque a rollo de canela horneado en su punto. Su olor no era fuerte, era atractivo, delicioso, ciertamente conocido y un poco más acaramelado que de costumbre. Estaba cortejando a Taehyung sutilmente (lo suficiente como para no sentirse culpable por hacer algo que su instinto le gritaba) y una sigilosa tensión se encontraba aumentando muy despacio entre ambos, como una suave espuma.
La película trataba sobre un grupo de personas de las castas más bajas que despertaban en un bosque donde una panda de sanguinarios alfas millonarios les daban caza (excelente guión). Su compañero omega se dejó caer sobre su hombro cuando la película comenzó; lo habían hecho ciento de veces así, compartieron un bol de palomitas donde al agarrar un puñado se derramaban indistintamente sobre la manta eléctrica, y algunos sorbos de sus bebidas.
—Oye, ¿estás caliente? —murmuró Jimin, tocó su cabeza un instante con la ligera sensación de que se encontraba destemplado.
—¿No? Afuera hacía frío —contestó el omega, quitándole algunas palomitas de sus dedos de un mordisquito—. Supongo que me resfrié un poco.
Jimin dudó sobre eso, pero lo dejó pasar. Taehyung tenía las manos frías y las mejillas coloradas. El interior de la fina manta de piel se encontraba calentita, el sub-alfa tiró de ella para cubrirle bien (su gesto fue muy dulce), pero para Tae, el hombro y brazo de Jimin era mucho más importante en ese momento. A pesar de sentirse un poco tenso con él, no pudo evitar abrazar uno de sus bíceps y entrecerrar los ojos olvidando momentáneamente el hilo argumental de lo que veían.
Taehyung inhaló profundamente su liberación de feromonas, se sintió invadido por una sensación estimulante, sensual. Jimin susurró algo y su cuerpo ronroneó por él; había estado tan mimoso con él esos días y ahora quería más. Mucho más. Una extraña ola le mojó lentamente, enredó una de sus piernas entre las suyas. No sabía muy bien por qué, pero alrededor de veinte minutos después, sólo podía pensar en rozarse con él. Hundió la nariz junto a su hombro y gimió levemente sin percatarse. Bajo la manta, Jimin estaba poniéndose muy nervioso, sufrió una erección cuando tuvo el aliento húmedo de Taehyung bajo su oreja. ¿Qué diablos estaba haciendo? ¿Y por qué diablos olía como una fruta madura esperando a ser mordida?
De repente, Tae se rozó un poquito con él. Estaba excitado, no era él. Era su celo. Jimin lo comprendió de inmediato, estaba oliendo su celo. ¿Taehyung acababa de entrar en celo a su lado? Giró la cabeza, delineó uno de sus hombros con los dedos, y llegó hasta su rostro para sujetar su mentón un instante.
—Tae, ¿estás...?
Los labios del omega se juntaron con los suyos. Fue un besito diminuto, cariñoso, pero lo suficiente como para sonrojar sus mejillas y lanzar su corazón contra su pecho. Se obligó a apartar el rostro (por mucho que le apeteciese encargarse personalmente de su celo allí, en su casa, en su sofá, sin otros adultos de por medio). Detuvo la película, prendió el interruptor de mano de la lámpara de pie sin moverse de su lado, mientras la tarde grisácea y recubierta de nubes yacía tras unos amplios ventanales cubiertos por cortinas.
—Tae, tienes en un brote de celo, ¿llevas píldoras en tu...?
El omega rodeo su cuello con ambos brazos y subió patosamente sobre su regazo. Taehyung parecía febril, confundido, con las pupilas dilatadas y los labios resecos, alegó que le dolía demasiado y se rozó con él un poco en busca de alivio.
Jimin tragó saliva pesada, trató de quitárselo de encima con un absurdo calentón corporal que le hizo sentirse mareado. Los sub-alfas no tenían celos cuatrimestrales como los alfas, pero sus organismos siempre reaccionaban cuando alguien apreciado les quería.
No podía engañarse a sí mismo, se planteó realmente si ayudar a su mejor amigo (de quien estaba tontamente enamorado) y de paso aliviar el dolor de su entrepierna. Pero sabía que Taehyung tenía un problema serio con el sexo. El Tae que estaba ahí no era el auténtico, sólo se trataba de un bobo lobo blanco que pensaba en tener cachorros y en todos los beneficios pélvicos que obtendría si alguien se apareaba con él en ese momento. El verdadero Taehyung podría entrar en un cuadro de conmoción si alguien le tomase en un estado tan vulnerable.
No obstante, sus labios volvieron a encontrarse envueltos en un lascivo deseo en el que gimió en su boca. Ni siquiera fue un beso en condiciones, Tae estaba nervioso y sólo le rozó con la almohadilla de sus labios y la suave punta de su lengua a forma de provocación.
Jimin le sujetó más suavemente, sostuvo su rostro y presionó sus labios con mimo, dejándole unos besitos cariñosos, deseando poder responder a su necesidad para que no sufriese. Sin embargo, su amigo era más importante que su parte instintiva, y algo mucho más profundo, en el fondo de su conciencia, le hizo recordar que no podían estar juntos.
—Me gustas, Taehyung —murmuró Jimin frente a sus labios—. Pero necesito que me digas dónde dejaste tus píldoras.
El verdadero Taehyung chispeó en la mirada del omega en ese momento.
—E-en mi bolso —musitó con hilo de voz—. En la entrada...
Jimin se levantó, rebuscó las tabletas supresoras en su bolso y sacó un par de píldoras que le llevó con un vaso de agua. Al entrar al salón de nuevo detectó el aroma dulzón de su celo, el cual casi le había hecho confundir entre lo que quería y lo que debía hacer durante un momento.
Taehyung se tomó las píldoras como un crío al que le quitaban sus caramelos; no era tan rebelde en esos términos, después de todo. Se bebió el contenido del agua con sorbos cortos y Jimin le observó sentando desde la mesita (había puesto algo de distancia de seguridad de por medio). Las pastillas supresoras nunca tenían una reacción instantánea, para eso existían las inyecciones o bombas supresoras que administraban profesionales. Pero al menos, Tae pareció recuperar sus cabales muy lentamente y comenzó a sentirse avergonzado.
Su amigo le preguntó por el número de taxis de urgencia (sólo atendían a los omegas), Tae le dio su número de identidad, y Jimin llamó por él para que le enviasen un coche seguro en el que marcharse a casa.
Se separaron esa tarde con una agridulce sensación. En casa, Taehyung se frotó la frente sintiéndose la criatura más ruin y pervertida del planeta. Estaba caliente como el diablo, pero, ¿subirse encima de las piernas de su mejor amigo para que se apareasen? Por el amor de dios, incluso le había besado con desidia. Tenía suerte de que Jimin fuera su maldito amigo y no hubiese aprovechado el momento para montarle.
Se sintió terriblemente avergonzando durante un buen rato, utilizó una bolsa hermética de hielo para bajar un poco su temperatura corporal y esperó a que las píldoras hicieran su efecto, sentado en la cama con el portátil. Intentó ver alguna serie, su progenitora pasó por su dormitorio con una leche caliente con miel, y cerca de la noche, comprobó los mensajes de su teléfono para ver si alguno era de Jimin.
No. No lo era. Jimin le había dado su espacio o puede que, tal vez, acabase de considerarle una perra en celo con pocas probabilidades de que su lazo amistoso continuase.
Taehyung se dejó caer sobre su almohada, sintiéndose muy avergonzado. Tenía ciertos dolores menstruales que pasearon por su vientre como si le clavasen un tenedor. Pensó en lo extraño que era todo, él siempre había tenido ciclos regulares y controlados (llevaba a rajatabla sus calendarios para evitar incidentes como el que le dejó marcado de por vida). No obstante, algo le había empujado en una pasarela de inestabilidad. El ceniza intuyó desde cuándo había comenzado a tener ese tipo de ciclos tan extraños, no fue muy difícil de señalar al culpable indirecto; Jeon Jungkook.
Desde que conoció a ese condenado lobo (ahora se llevaba bien con él), su organismo adelantaba o retrasaba su celo como si fuera una brújula loca. Tenía dolores más intensos, mayores síntomas y se había puesto cachondo hasta oliendo a Jimin. «Otra cosa más de la que podía culpar a Jungkook».
Después de cenar en la cama (le dolía demasiado el útero como para levantarse), tomó su teléfono con un tic nervioso y marcó al sub-alfa.
—¿Sí? ¿Estás bien?
—L-lo siento —expresó el omega con las mejillas febriles—.H-he tenido un desajuste con los ciclos desde que... bueno... n-no sabía que estaba a punto de llegarme.
—Está bien —Jimin sonó serio al otro lado de la línea—. ¿Has podido cenar un poco?
—Sí, mi madre me preparó arroz —asintió Tae adorablemente—. O-oye, ¿puedo preguntarte algo?
Jimin sintió como su corazón brincaba en su pecho con esa simple cuestión, esperó en silencio, sin pronunciar palabra.
—Lo que dijiste en tu casa, tú... me dijiste que...
—¿Qué me gustas? —formuló el sub-alfa con una pausa—. Me encantas, pero... no quiero que te alejes de mí por eso... puedo apartarlo si quieres, Tae...
Taehyung miró al techo y se abanicó con una mano. Eso no venía bien para sus feromonas bajo una dosis de pastillas que le apetecía rechazar. «Gustar» y «Jimin» en la misma frase era raro, y aún más, pensar que él también llevaba sintiéndose un tiempo tenso. ¿Era parte del celo? ¿Jimin también le gustaba?
—Te quiero — Jimin continuó lentamente con algo que se habían dicho miles de veces—. Sé lo que has estado padeciendo durante mucho, pero, créeme, yo tengo que lidiar contra cosas peores, y...
—¿Qué cosas? —le interrumpió el ceniza.
Jimin guardó silencio.
—No —respondió Tae genuinamente, ante su silencio—. Es sólo que, para mí, es extraño sentir eso, ¿sabes? Eres como mi hermano.
—¿Sentir el qué?
—N-no lo sé, yo... —balbuceó.
Jimin exhaló su aliento durante su titubeo. Taehyung pensó que necesitaba aclararse, pensar en volver a tener algo con alguien le causaba ansiedad. Y pensar en Jimin de esa forma, además, le daba miedo. ¿Y si le perdía? ¿Y si no sabía cómo responder a ese algo más? Ni siquiera podía imaginarse a cómo enfrentarse a una serie de derechos físicos con él, esas cosas sólo ocurrían en mundos alternos, demasiado cachondos para su consciencia. Jimin era su osito (al que una vez tuvo que abofetear por besarle con lengua).
—¿Podemos vernos en unos días? —sugirió, tratando de tomarse un tiempo.
Tae parecía confuso. Jimin trató de tener en cuenta que el ceniza era un bebé con todos esos temas. Pero él no era un beta (su orgullo sub-alfa sacó pecho), ya conocía gran parte de su psique gracias a ser su mejor amigo y tenía la capacidad de analizar sus actos, ser paciente, no presionarle o tocar zonas que no quería. Jimin no haría sentirse incómodo a Taehyung, y deseaba mantener su valiosa amistad mientras ese «algo más» se hacía hermosamente inevitable entre ambos.
Al día siguiente, Tae asistió al festival de invierno por compromiso. Había una exposición de obras de arte entregadas por todos los cursos, puestos móviles de salchichas asadas con puré de patatas, malvaviscos, manzanas de caramelo, refrescos y barriles enormes de cerveza que el campus pensaba vaciar. El festival comenzó a las siete de la tarde, Taehyung estuvo con alguno de sus habituales amigos betas, Iris, Minjoon, Doyun. Al grupo se le unió Jay y uno de sus amigos de cuarto curso.
—¿Habéis visto la exposición? —gesticuló Iris emocionada—. Tae, el profesor Jun ha elegido tu obra como la joya de la corona. La pusieron justo en el centro.
—¡La he visto antes! ¿Quién es el modelo? Caray, qué espalda.
Taehyung se atragantó con la salchicha en cuanto escuchó lo de la espalda. Jay clavó sus iris sobre él, detectando algo inaudito.
—¿E-espalda?
—Era un varón alfa, ¿verdad? Un buen macho.
—Iris, sólo es un modelo —gruñó Minjoon—. ¿Puedes dejar de babear por todos los alfas del universo?
—No es mi culpa que hayan heredado esas espaldas, ¡no como vosotros!
Los dos se sumergieron en una pequeña discusión. Taehyung no entendía cómo el proyecto de artístico que envió a su tutora con una simple nota «una fría puesta de sol», acabó en las manos del señor Jun sin ni siquiera consultarle, pero eso le hizo sentirse irritado con el asunto. Si el rostro de Jungkook hubiera salido en esa imagen, le hubiera estrangulado.
«O peor, besado en la mejilla», se dijo con una dosis de sarcasmo.
—No sabía que eras tan bueno con la fotografía —Doyun se aproximó a él con admiración—. Qué era, ¿un atardecer?
—S-sí. Exactamente —confirmó el omega, y con suerte, logró diluir el tema lo suficiente como para que se olvidasen de su éxito en la exhibición un buen rato.
Estuvieron disparando con una escopeta de juguete en unos juegos de feria de dónde sacaron varios premios, un llavero, dos pulseras a juego y un oso de peluche enorme y de color azul.
—Os queda una ronda —dijo el trabajador, señalando el marcador electrónico.
Entre todos habían juntado dinero para pagar un total de dieciséis rondas y después repartirse los premios, aunque más bien estaban compitiendo de dos en dos, ya que Minjoon y Jay disfrutaban especialmente de batirse en duelos.
—Dejadme a mí —solicitó Taehyung.
La última ronda fue sólo para él, todos sabía que Tae era un omega menudo, con talento artístico, poco atine para los bordillos (tenía una cicatriz en una de sus rodillas por caerse tanto), y una inexplicable puntería que asustaba a todos los propietarios de los juegos de tiro que retocaban las armas para que la misión de apuntar bien se convirtiese en un reto imposible.
El peligris apoyó un codo sobre la mesa de aluminio, cerró un ojo y comprobó el peso y la inclinación de la escopeta. Esperó pacientemente a que el círculo en movimiento se acercase a la diana central, la más pequeña y alta, donde la peana en movimiento siempre se apresuraba a pasar más rápido, volviendo el tiro imposible. Entonces, justo cuando se acercó, apretó el gatillo, y, ¡chas! La diana cayó hacia atrás y ganó el mayor premio de la tienda; un condenado y enorme oso de peluche de color azul que le ofrecieron en el último segundo.
«Si él saliese consigo mismo, se conseguiría sus propios regalitos».
—¡No! —se quejó Taehyung—. ¿Por qué un peluche? ¡Quiero esa bola de discoteca!
El hombre le miró sin comprender nada.
—Pero el peluche es lo que quiere todo el mundo —dijo con una voz particular.
«Él era omega, a los omegas les encantaba las cosas suavitas», pensó el trabajador. No obstante, y en base a su insistencia, le intercambió el premio por un proyector de luz en forma de esfera, que tenía siete colores y convertía el techo de cualquier habitación en un interesante cielo estrellado.
Tae se largó felizmente, con la bolsita colgando de una mano.
—Si hubieras entrado en el servicio militar, serías el mejor francotirador del país —dijo Doyun.
—A los omegas no les dejan entrar —le recordó Iris.
El ceniza frunció los labios. Él no tenía inclinación por el servicio militar obligatorio de su país, pero entre los requisitos más importantes de su lista se incluían ser «varón» de cualquier casta, y no ser omega.
Después de los juegos, pasaron a ver la exposición. Taehyung se fijó en su obra, la habían imprimido en un lienzo de buena calidad, era una fotografía que él mismo había retocado con tonos grisáceos, excepto por la bonita espalda de Jungkook, de hombros anchos, músculos marcados y bonitos omoplatos.
Encontraron a su profesora en el interior del edificio acomodado.
—Señor Kim, quería decirle que-
—¿Han tomado mi trabajo sin permiso?
—No hay fines de lucro, pero me disculpo por ello —lo lamentó la tutora—. Cuando vi tu fotografía, tanto el señor Jun como yo nos sentimos interesados en tu trabajo. Es simple pero artístico.
Taehyung suspiró profundamente, apretó los párpados y no tuvo más remedio que aceptar sus halagos.
—¿Tú mismo lo pintaste?
—Así es.
—Tal vez te sientas interesado en tener unas prácticas de Body Paint para modelajes, la próxima primavera —la mujer rebuscó algo en su bolsillo—. Ah, aquí está. Conseguí el número de la estética.
—Gracias.
Tae se guardó la tarjeta, se despidió de la sub-alfa y dio de lado la exhibición, no sin antes detenerse a unos metros del lienzo impreso. Su nombre estaba en una esquina escrito en hangul; «Kim Taehyung». Observó la fotografía de medio lado, recordando brevemente la tarde que pasó con el alfa.
«En el futuro, la gente pagará por ver tus exposiciones», escuchó la voz de Jungkook en un lejano eco.
Apartó la mirada y no pudo evitar que sus comisuras se curvasen levemente.
La noche ya había entrado cuando se detuvieron en una de las carpas para compartir una deliciosa barbacoa coreana, con agradable música y unas copas. Taehyung encontró la marca Jeon en uno de los vinos que les sirvieron. Lo probó por curiosidad, era tenue, de un tono beige con burbujas. Sin duda no tan intenso y dulzón como el líquido más espeso y oscuro que probó en la bodega a la que Jungkook le llevó. Sintió un poco de encanto con ese recuerdo.
Antes rechazaba pensar en Jungkook, pero desde hacía algún tiempo, se le hacía agradable cuando tomaba un pincel y le recordaba, o se ponía sus guantes pensando en que habían estado sus manos. Se sentía cercano a él pese a que apenas estuviesen viéndose. Jungkook se encontraba ocupado, había hecho un viaje fuera de Busan por unos días y él sentía que el tiempo estaba haciendo un extraño efecto de ralentización desde que no compartían la misma ciudad. ¿Era sólo su imaginación?
Jungkook regresó a Busan esa misma noche desde Seúl, pero Tae no tenía ni idea. El alfa se encontraba muy ocupado entre asuntos familiares, negocios, y el adelantamiento de la boda de su hermana para mediados de enero. Quería ver a Taehyung más que nada, sentir que volvía a respirar por él, escucharle gruñir alguna estupidez y percibir como su corazón se aceleraba pese a sus intentos de reprimirlo. Pero antes necesitaba dejar algunos asuntos en su sitio, como la discusión que tuvo Yui por teléfono, por no querer tener un encuentro con ella tras su regreso (últimamente, estaba de uñas por sus faltas de atenciones).
Taehyung, por su lado, actuó con imprudencia esa noche. Se tomó la repetición de sus píldoras tarde, bebió vino, comió demasiado, lo mezcló con una cerveza que le sentó fatal y su organismo respondió al regreso de Jungkook a la ciudad, rompiendo su endometrio con un calambre que desató un brote de celo en contra del medicamento. El chico se levantó de la mesa y salió de la carpa para tomar aire, estaba asfixiándose, necesitaba alejarse de la muchedumbre. Detectó su propio aroma con una mezcla extraña, se encontraba exudando, jadeante, con la boca amarga y las mejillas febriles.
Rebuscó en su bolso y se forzó a tomar otro supresor con un sorbo de su botella de agua. Pensó rápidamente en que debía ser la mezcla de bebidas, el alcohol no era aconsejable con medicamentos supresores, pero él casi lo había olvidado. Se sintió tan mal y tan enfermo que intentó volver a casa, pero fuera de la carpa, tras girar una de las esquinas, se escurrió y cayó al suelo. Estaba sudando con una explosión de celo demasiado fuerte que le hizo retorcerse.
Nunca sintió una sensación así, ni siquiera cuando el periodo anterior le hizo gemir por un Jungkook que desconocía. Trató de levantarse torpemente, cuando entonces, una mano oscura le ayudó y aprovechó su aturdimiento. Taehyung no sabía quién era, su olor era como el de un varón alfa, su mano grande y tibia, sus dedos apretaron levemente su muñeca, dejándose llevar por el hechizo de un necesitado, desesperado, precioso omega.
No miró a sus ojos desconocidos, tampoco a su cabello castaño, más que a unos dedos que tiraron de él gentilmente, ofreciéndole el consuelo sexual justo. Taehyung le siguió confuso, aturdido, ¿quería pedir auxilio? ¿quería seguir andando? ¿por qué sus piernas flaqueaban tanto? Un segundo calambre le hizo soltar un gemido de omega, uno suave y casi imperceptible para cualquiera. Entre toda esa gente, nadie pudo escucharle en apuros, siendo arrastrado por una falsa amabilidad de un extraño. Excepto Jungkook. Su gemido llego a él de la misma forma psíquica que le taladró en otras ocasiones; esa era una de las señales que le recordaban que era su pareja predestinada. Sólo las almas gemelas, enlazas o no, eran capaces de escucharse de esa forma.
Él se encontraba cerca de su apartamento, dejó lo que estaba haciendo y encontró el rastro psíquico de su gemido como si tirase de un lazo rojo. Dio un volantazo, y con suerte, se topó a menos de cien metros un pequeño festival de invierno cerca del campus universitario. Estaba a rebosar de gente, tendría suerte si le encontrase. Estacionó mal el auto, y unos cuantos tipos le miraron fatal cuando salió por la puerta, pero se asustaron igualmente con su presencia de alfa puro nada más verle.
Taehyung reprimió un puñado de lágrimas cuando intentó deshacerse del agarre de ese hombre, el terror le invadió como si una patada le empujase nuevamente a esa noche. Tenía catorce años, un brote espontáneo de celo, en un cuarto de baño público en la planta superior de un bar. Un varón mayor que él, se dejó llevar por un extraño instinto animal para tomarle, bloqueó la puerta, le arrinconó, le bajó la prenda inferior.
—D-déjame m-marcharme, por favor-
Su voz escapó de su garganta en el mismo tono, tembloroso, húmedo, aterrorizado, salieron del festival y rodearon un muro. No hay nadie, ni voces, ni luz, ni gente. Un ácido olor a orina y a vómito, más la peste de un alfa demasiado sugestionado como para respetar las súplicas de un delicioso omega. Le empujó contra la pared y Tae se golpeó la coronilla, lloriqueó, se encogió en cuchillas, buscando en donde posar las manos para arrastrarse. El hombre desabrochó su propio cinturón con desesperación, cuando súbitamente, alguien agarró su nuca y le obligó a inclinarse.
Taehyung estaba demasiado enfermo para verlo con claridad; escuchó una voz de terciopelo negro, un tono terroríficamente bajo y grave, como si alguien estuviese rozando los acordes asíntonos de un piano.
—¡Ghg!
—Hijo de puta —masculló Jungkook en la oreja del otro alfa—, te puede la polla, ¿verdad? Permíteme que te eche una mano con eso.
Jungkook le proporcionó un rodillazo en los testículos, él cayó de rodillas al suelo con un gemido, sin lograr zafarse de la mano en forma de garra que se hundía en su nuca, sosteniendo con firmeza su pelo. El alfa alzó los iris y encontró los dorados del lobo, su presencia invasiva y colérica abrasó la suya, reconociéndole como el alfa puro que era.
—L-lo siento, n-no sabía que ya estaba enlazado —jadeó el pobre perro agachando las orejas—. E-está en celo, l-llamando a todo el mundo...
«Taehyung no había sido mordido», ese era uno de los mayores problemas para un omega tan joven y lindo como él.
Desgraciadamente, a pesar de que las violaciones fueran un delito en su sociedad, la mayoría de los alfas que se dejaban llevar por el impulso sexual de su lobo más enfermizo cuando detectaban a un omega, no respetaban sus derechos humanos a no ser que encontrasen la marca o detectasen la esencia de alfa impregnada en su aroma.
Jungkook le miró con desprecio, llevó sus iris amarillos hasta Taehyung, comprobando lo débil, enfermo y vulnerable que se encontraba sentado en el suelo, retorciéndose como si algo en su celo no fuese del todo bien. Su olor era fuerte, excesivamente embriagador, pero también tenía un rastro de sangre que su Lobo interior detectó en su olfato.
—Oh, tienes razón, no lo está. Discúlpame por arruinar tu noche —Jungkook susurró sarcásticamente, acto seguido soltó su cabello y pateó su trasero para que caminase a cuatro patas sobre el suelo—. Vamos, ve a por él. Fóllatelo como un perrito.
El tipo estaba atemorizado, su vello de punta, su miembro latiendo y dolorido. No obstante, pese a que supiese que su frase había sido un desafío de un lobo mucho más alfa que él, no pudo evitar pensar en que podía tomar a ese omega como un consumible reutilizable. Se arrastró hacia él con la intención de agarrarle en su lloriqueo, y a Jungkook le ardió la sangre. Se acuclilló a su lado, agarró su cuello desproporcionadamente le empujó contra el suelo como un gusano. Clavando la rodilla sobre su pecho, le obligó a soltar un jadeo, una sonrisita y una frase sucia sobre que debía controlar a su puta perra si no quería que alguien la preñara.
Taehyung sentía un fuerte dolor de útero, el asfalto estaba helado, más allá del aturdimiento, el miedo, la angustia por no saber dónde se encontraba, giró la cabeza y vio a Jungkook golpear a alguien. Un golpe, otro, y otro, y otro. El ruido era seco, a veces húmedo. Sus nudillos se mancharon de sangre, los jadeos y gruñidos de otro se mezclaron con una densa ira formándose en el estómago del lobo negro. Taehyung se asustó mucho, muchísimo, su segundo gemido de omega esa noche, provocó que Jungkook dejara de golpear al desconocido.
Con las pupilas dilatadas y un extraño disfrute por triturar a alguien hasta la muerte, giró la cabeza lentamente y percibió a su omega temblar. Olía a adrenalina, a miedo, a terror.
Jungkook se levantó del suelo, sacó un pañuelo blanco de un bolsillo y se limpió los nudillos, su perfecto rostro se encontraba ligeramente salpicado en un lado de la mejilla y el labio. Miró al tipo en el suelo; le había dado una paliza, con suerte estaba vivo, respiraba y babeaba entre la sangre de su rostro hinchado. El pelinegro se anudó los nudillos reventados de su mano derecha, se dirigió hacia el omega, y este retrocedió un centímetro sobre el suelo, con una extrema docilidad. Daba las gracias de que sus pupilas se encontrasen distorsionando el mundo lo suficiente como para no enfocar el brutal resultado del otro alfa.
El azabache se agachó frente a él con los iris dorados, siseó para que Taehyung no temiese y extendió sus brazos para tomarle. El omega reaccionó a su misericordia, acurrucándose en él. Esa noche, se llevó a un Taehyung en sus brazos a un refugio seguro.
Tae no sabía muy bien qué estaba pasando, pero encontró un eventual consuelo en Jungkook. Su aroma, el tacto de sus yemas cuando sujetó su rostro preguntándole dónde guardaba su acreditación de identidad. Recordaba vagamente estar en el coche, en el asiento trasero, hecho un ovillo frío, tembloroso y gimiente. Las luces de la ciudad atravesando el cristal tintado de un Mercedes negro. Volvió a tener miedo durante un rato, ¿dónde estaba su madre? ¿dónde se encontraba Jimin? ¿por qué no estaba en casa, bajo una manta, tras los seguros muros de su dormitorio?
Sólo volvió a encontrar la paz de luego cuando el ronroneante motor del auto se detuvo, los brazos de Jungkook se convirtieron en su cosa favorita justo después de eso.
—Cuidado con la cabeza —murmuró cuando le sacó afuera.
Cerró y bloqueó el Mercedes como pudo, atravesó el párking privado hasta llegar al edificio. Tae le había dado la lata muchísimo mientras conducía, entre gemiditos, lloriqueos y jadeos extraños que estaban preocupándole en exceso. Estaba frío, pero tenía la cara ardiendo y una fina capa de sudor bajo el abrigo.
Jungkook pasó de largo ante el portero del edificio, indicándole que tenía una urgencia. En su apartamento, dejó a Taehyung cuidadosamente sobre la cama. Ni siquiera había tenido tiempo a pasarse por ahí tras su breve viaje. Sacó el Smartphone de su bolsillo y con la acreditación de identidad del omega en la mano, dio una vuelta por su dormitorio llamando a un médico privado.
Eran más de las once de la noche, pero él tenía a unos cuantos amigos que trabajaban en clínicas y se especializaban en omegas. Llamó a Park Seojoon, tirando del listado de su agenda.
—Le tengo conmigo, nunca le había visto así.
—¿De qué color tiene los labios?
—Blancos, no quiere beber agua —contestó Jungkook—. Se la he ofrecido.
—Debe haber mezclado alguna bebida alcohólica con supresores —valoró el doctor Park—. ¿Seguro que está en celo?
—Es mi pareja predestinada —contestó Jungkook, como si aquello lo explicase todo.
—Oh, entiendo. Envíame tu ubicación, Jeon —solicitó el alfa serenamente—. Estaré allí en quince o veinte minutos.
Jungkook le envió la dirección de su apartamento, bloqueó el teléfono y atendió a Taehyung mientras tanto. Se sentó en el borde de la cama.
—Vamos a quitarte algo de ropa con cuidado.
Taehyung no le puso ningún impedimento en que le desnudase, sus dedos se engancharon a su corbata de forma natural, tiró de él para acercarle a su aliento. Jungkook pensó en su frustrante aroma, como una fresa madura esperando a que sus colmillos se clavaran para derramar su jugo. Estaba excitado, era evidente. Su erección era palpable, después de todo, su lobo había nacido para complacerle. Los labios de su compañero omega, carentes de color, parecían más carnosos y apetitosos sobre su cama de sábanas de seda negra. Jungkook se inclinó levemente sintiendo aquella profunda tentación abrasándole, dulce y dolorosa incitación de responder a un terrible deseo que estaba matándole.
No obstante, Taehyung también olía a sangre menstrual, a sudor, y a un diluido terror por lo sucedido en la calle. Él accedió a prestarle su calor un instante, sin excederse, jamás con la intención de abusar de algo que no era totalmente suyo, permitió que Tae dispusiese de su presencia de alfa para reclamarle. El peligris hundió los dedos en su camisa y la nariz bajo su nuez con sumisión, casi una pedida formal para compartir pieles. Jungkook le estrechó levemente, después le olisqueó, inhaló su aroma, en la base del cuello de su jersey y bajo la mandíbula.
El omega gimió sólo con eso, intentó besarle en un falso movimiento, pero él le tomó del cuello. Su nuca reposó sobre la almohada, con los mechones de cabello plateado esparcidos. Los dedos del azabache jamás apretaron, sólo le recordaron el límite entre ambos; no habría besos por mucho que desease dárselos, no iría a montarle, pese a que su Lobo interior estuviese arañándole por dentro para hacerlo.
—K-Kookie, t-te necesito —le suplicó humildemente.
Taehyung mostró una auténtica sumisión bajo su negativa, se quedó quieto y él desabrochó su pantalón cuidadosamente. Se incorporó a un lado y tiró de la prenda con su ayuda, deslizándola fuera de sus muslos suaves y dorados. El omega estaba cubierto de sangre menstrual, el pantalón ligeramente oscurecido y su ropa interior de un suave encaje blanco manchado. Era evidente que había tenido una fuerte reacción a algo.
Jungkook apartó por completo el impulso sexual, ver a su pequeño omega así le daba miedo. Le produjo un fuerte impacto que le hizo deducir erróneamente que debía ser algo grave. Le tapó con una manta para evitar que se enfriase, y tocó su mejilla, Taehyung enredó sus dedos con los suyos instantáneamente. Se vieron a una corta distancia, Jungkook estrechó su mano con inquietud.
—Te traeré un paño húmedo, no te muevas.
En unos minutos, humedeció cuidadosamente su cuello bajo el enfermizo brillo de sus globos oculares, lo pasó por su frente y Taehyung le miró con adoración. Jungkook acarició su mejilla con un par de tibios dedos.
—¿Qué?
—Bésame —suspiró su preciosa luna, poniéndoselo muy difícil.
—No —el alfa sonrió ligeramente.
Le hubiera besado, sin dudarlo. Su plan de resistirse se deshizo tan pronto como lo tejió semanas antes. Pero no deseaba que su primer beso (beso auténtico) fuese algo de lo que arrepentirse.
—¿Por qué? —Tae agarró su muñeca y le lloriqueó un poco, como un crío mimado.
Jungkook puso los ojos en blanco.
«Si algún día llegaban a salir juntos y tenían relaciones sexuales, se aseguraría de follarle todo lo duro y lento que pudiese hasta que dejase de mendigarle como un desesperado», se dijo. «Tae no pasaría hambre con él».
Park Seojoon tocó en su porterillo digital justo en ese momento. Jungkook fue a abrirle, le esperó en la puerta con las manos guardadas en los bolsillos del pantalón. Seojoon llegó con carácter templado, ojos serenos y un maletín médico.
—Buenas noches, Jeon —le saludó.
—Buenas noches. Lamento haber interrumpido tu cena.
—Está bien —el alfa arrugó levemente la nariz, detectando el aroma de Tae desde la entrada—. Ah, su olor es fuerte. Dame un minuto, me aplicaré un supresor olfativo.
Frente a él, dejó el maletín a un lado y sacó un pequeño bote de suero fisiológico, esnifó dos gotas que le ayudaron a omitir por completo su olfato. Ese tipo de medicación era un útil viable para los médicos privados alfas que se dedicaban al cualquier tipo de atenciones, incluyendo la de omegas. El suero olfativo siempre suprimía la detección de feromonas de esas criaturas, que podían interferir en su profesionalidad.
Más tarde, Seojoon verificó el estado de Taehyung, le auscultó atentamente; su derramamiento menstrual excesivo, su fiebre y el dolor de su vientre, el cual palpó para comprobar que no tuviese ningún órgano dañado. Jungkook lo vio todo, como un buen lobo guardián se quedó a su lado, ofreciéndole cualquier tipo de información, incluyendo el carnet de acreditación de su omega.
Seojoon lo miró por encima para comprobar sus especificaciones.
«Kim Taehyung, 20 años, varón omega, soltero, 1,61 centímetros de altura, 60 kilos de peso. Tipo de sangre, AB. Sin enlaces activos. Sin descendencia. Última renovación, el año pasado».
—Ha tenido un pequeño brote hemorrágico, te dejaré un coagulante para que recupere su nivel de menstruación normal. Es probable que le haya aparecido durante el celo como una señal más de rechazo —le tranquilizó Seojoon—. Debe tomarse tres pastillas al día. No tiene nada hinchado, sólo se ha quejado cuando he palpado por donde se entierra su ovario izquierdo. Diría que tiene un celo un poco más fuerte de lo normal, más un espontáneo brote hemorrágico, nada más.
Jungkook suspiró lentamente, fue reconfortante escuchar que Taehyung no se enfrentaba a nada serio.
—Permíteme hacerte una pregunta, ¿cuánto tiempo llevas con él?
—Nos conocemos desde hace algún tiempo.
—De acuerdo, procederé a explicarte lo que creo —Seojoon se incorporó, le miró seriamente y procedió a hablarle con un tono sosegado—. Es una reacción física común en omegas, más de lo que crees. El punto es que hay pocos de ellos, y aún menos, con parejas predestinadas. Su cuerpo debe estar rechazando la medicación supresora por instinto, en concreto, por ti —expresó discretamente—. Lo correcto sería que os apareaseis. Dejará de sufrir cuando se sienta reconocido por su pareja. Es mi único consejo; con que te encargues de su celo durante el próximo par de ciclos o tres, logrará recuperar su equilibrio cíclico sin mayor problema y de forma natural.
Jungkook se quedó perplejo. «¿Todo eso era porque aún no habían copulado? Magnífico», pensó con sarcasmo.
—No obstante, como se le ha disparado hasta enfermarse, le inyectaré un supresor líquido, si me lo permites —prosiguió el doctor Park.
El azabache asintió con la cabeza.
—Por supuesto, si eso va a ayudarle.
Generalmente, los supresores líquidos sólo se inyectaban por vía intravenosa a través de inyecciones controladas. Se utilizaban en casos de emergencia, en los que el omega reaccionaba en contra del supresores y su salud se ponía en riesgo. Eran de acción rápida y eficaz, y funcionaban como calmantes en la persona en la que eran inyectados.
—Kookie...
Jungkook se sentó al lado del omega, agarró su mano y atendió a su llamada con suavidad, apartando unos mechones de su cabello ceniza con unas yemas.
—¿Sí, mi luna?
Seojoon preparó mientras tanto la inyección de supresores con la cantidad de mililitros recomendada. El azabache facilitó las cosas, alzó el jersey del omega hasta el ombligo, para que pudiera inyectarle bajo el vientre con cuidado. Tae se quejó un poco por el pinchazo, pero sólo porque el líquido estaba frío. Instantáneamente, le calmó y rebajó su malestar. Jungkook lo notó por la forma en que sus dedos dejaron de estrechar los suyos, en lo que el tranquilizante hacía su efecto.
—Te dejaré dos dosis más, por si son necesarias —expresó el doctor, recogiendo el botiquín y guardando las cosas en el maletín. Seguidamente le ofreció a Jungkook dos pequeñas jeringuillas en una malla de cuero—. Puedes ponerle una cada seis horas. Aun así, creo que lo único por lo que ha reaccionado con esa fuerza es porque aún no se ha apareado contigo y, por haber mezclado las píldoras con algo de alcohol, si es verdad lo que me dijiste.
El alfa dejó la medicación de píldoras coagulantes y jeringuillas sobre una mesita redonda.
—Gracias por tratarle —dijo Jungkook con sinceridad, estrechando su mano—. Déjame tu número de cuenta, te dejaré el pago esta noche.
Seojoon actuó cortésmente, le rebajó a Jungkook la medicación y su visita domiciliaria sólo por pura simpatía (aunque al pelinegro no le importaba demasiado su precio). Se despidió de él un poco después, felicitándole por haber encontrado a su pareja predestinada. Según él, debía ser la sensación más hermosa del mundo.
«Y lo era».
*Prohibida la distribución de este fanfic sin permiso de la autora. Esta historia YA está completa en Patreon.com/chispasrojas
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