Capítulo 7
Capítulo 7. Atracción prohibida
*Prohibida la distribución de este fanfic sin permiso de la autora. Puedes descargar esta historia completa en Patreon.com/chispasrojas
Taehyung quiso devolverle a Jungkook su regalo de alguna forma. Puede que no tuviese mucho donde elegir, lo más valioso en ese momento era su propio tiempo, entre las prácticas universitarias, las clases por las mañanas y los exámenes, tuvo que rebuscar entre sus horas libres en casa desempolvando uno de los lienzos que guardaba.
Limpió su paleta antes de exprimir cuidadosamente el óleo que deseaba estrenar, valoró bien los tonos que utilizaría y las diminutas proporciones para no malgastarlos. Negro azabache, gris perla, naranja mandarina, dorado como el sol. Púrpura y berenjena, azul marino, y rosa dorado. Probó sus pinceles nuevos y pintó un fondo de atardecer caliente, un cielo oscureciéndose por uno de los extremos. Un gran lobo, enorme, de esos que daban miedo, de cabello espeso y negro como el carbón, de ojos brillantes como el oro líquido. No sabía por qué, pero cuando cerraba los ojos podía identificarlo con Jungkook. Ese era el Jungkook que veía tras sus párpados. Con destellos naranjas y dorados en sus iris iluminados, como las llamas de una cálida chimenea en invierno.
Si hubiera tenido que pintar su forma humana no sabría cómo hacerlo, sentía que no conocía bien su rostro, que no había mirado lo suficiente a sus ojos. Usualmente apartaba la mirada, como si le sobrecogiera. No obstante, su lobo o como pensaba que era, se le hacía muy fácil de plasmar en un lienzo. Era como si hubiese mirado toda su vida a una figura onírica, con los ojos a rebosar de una galaxia dorada donde se escondía.
Fue su pintura más rápida, tardó dos tardes en terminarla y una más en añadir pequeños detalles sobre la pintura húmeda que comenzaba a secarse y endurecerse. Lo dejó reposar unos días más en un atril y después lo cubrió con un paño de tela.
En la facultad, Taehyung se sentó durante la hora de descanso con un grupo de sus compañeros; Iris, Doyun y Minjoon.
—¡El festival de invierno! —chirrió su compañera Iris—. Eh, Tae, ¿vendrás?
—Hmhn —llevó sus pupilas al penoso cartel lleno de copos de nieve y dudó seriamente si podría hacerlo.
Tenía el periodo de celo a la vuelta de la esquina, ni siquiera había podido comprobar su calendario, pero puede que le viniese mejor quedarse en casa teniendo en cuenta lo mal que lo pasó la vez que se le adelantó.
—Hemos organizado una buena exhibición de obras, creo que el profesor Jun está contento con todo lo que presentamos.
—Oh, no. Mierda —masculló el omega—. Lo olvidé.
—¿Qué? —dudó Doyun.
Taehyung se frotó la frente con un par de dedos.
—No le entregué mi lienzo a Jun, lo dejé secándose en el salón de artístico.
—Pues ha cerrado el plazo —respondió Doyun.
—¿Qué?
—No aceptaba ningún lienzo de la una —confirmó Iris comprobando su reloj de muñeca—. Quedan cinco minutos.
El ceniza se levantó precipitadamente de la mesa. Tenía quince minutos para atravesar la facultad, llegar al aula de artístico y cruzar de vuelta con el pesado lienzo encima, para dejárselo en su despacho. Moriría en su carrera.
—¡E-en seguida vuelvo!
Taehyung salió a la velocidad de la luz, agarró su lienzo y temió romperlo por el camino, pero por suerte le sobró un minuto cuando llegó al despacho del profesor. Jun le miró arqueando una ceja, aceptó su trabajo a regañadientes y le recordó al joven que le quedaban tres días exactos para la entrega del proyecto de su tutora.
—Sólo espero que no seas otro de los que lo entregan en el último momento, es un trabajo importante.
—O-oh, sí. Lo tengo controlado —exhaló el omega—, ¡gracias, Señor Jung! ¡Buenos días!
Salió de allí extinguiendo su falsa sonrisita, ni siquiera había empezado con el proyecto. Nada más girar una esquina, se dio de bruces con Jimin, su nariz impactó contra su mejilla y los dos se reconocieron rápidamente con un tonto tambaleo.
—A-auch.
—Aquí estás, llevo un rato buscándote por lo del festival de-
—No sé si podré ir.
—¿Tienes las llaves de mi casa? Creo que ayer-
—Sí, ten —Tae volvió a interrumpirle, pasándole un par de llaves rápidamente.
Se las quedó sin querer cuando se sentó a su lado la tarde de antes en la biblioteca. Las llaves de Jimin eran reconocibles, tenían un llavero con forma de huella de lobo. Él se las había guardado pensando que eran las suyas, siempre se quedaba con cosas aleatorias de Jimin sin darse cuenta. En una ocasión, también le quitó un mechero, a pesar de que no fumase (Jimin siempre llevaba un mechero plateado encima).
—Oye, ¿qué te pasa? Últimamente vas corriendo a todos lados y ni siquiera me dejas terminar las frases.
El ceniza se cruzó de brazos.
—N-no me pasa nada —dijo con un leve sonrosamiento de mejillas—. He estado ocupado.
—Ah, ya —soltó su amigo con voz grave—. En fin, tengo que largarme. He de pasar por el campo de golf de mi padre para recoger los palos que olvidó ayer.
—Jim, espera —Taehyung le agarró del codo, recibió su mirada de soslayo—. ¿Puedo ir contigo?
Le quedaban dos horas libres de clase, pero prefirió invertirlas en estar un rato con su mejor amigo. Después de todo, apenas habían tenido tiempo para verse esos días. Pasaron por el edificio donde estaban las pistas de pádel y de golf, y Jimin recogió la bolsa con los palos.
Namjoon estaba saliendo de allí a esa hora, pero no se conocían (jamás había visto una foto de Taehyung) y sólo se percató de ellos dos, reconociéndolos como una parejita de omega y sub-alfa.
Cuando eran más de las dos de la tarde, Taehyung convenció a Jimin para que le acompañase hasta casa y almorzase con él. Llevaba mucho tiempo sin quedarse a comer en su casa, su madre adoraba a Jimin puesto que le conocía desde pequeño, y a su padre le gustaba el chico, aunque él siempre se encontraba fuera de casa trabajando.
—¿Te quedas? Vamos, sí —insistió Tae tirando de su brazo—. Tienes tus cosas aquí, puedes terminar tu proyecto de diseño en el portátil, te dejaré la contraseña del wi-fi.
Jimin aceptó a regañadientes, no es que no le apeteciera, es que Tae y él siempre terminaban perdiendo el tiempo en cualquier cosa en lugar de ponerse con sus asuntos universitarios. Llegaron a casa del omega y se sintió reconfortado por el aura cálida de su hogar. Olía como una casa debía oler, a comida, con flores frescas en la entrada, con ropa tendida en el porche trasero y una madre de la que Tae siempre se quejaba por ser demasiado pedante.
«Tae no sabía cuanta suerte tenía de poder quejarse de una madre», pensaba habitualmente Jimin. «Él tuvo que aprender a cocinar cuando la beta que trabajaba de vez en cuando en casa no le dejaba nada listo para calentar en el microondas. Su papá estaba demasiado ocupado entre negocios y sus jóvenes matrimonios destinados al fracaso».
Almorzaron los cuatro en familia, con Lu especialmente cariñosa y afectiva con Jimin, incluso le dejó unos pat-pat en la cabeza cuando le dijo que el postre había estado delicioso.
—¿Queréis que os prepare algo especial para la tarde? —sonrió amablemente mientras recogían la mesa—. Tengo queso y nata, podría hacer una tart-
—M-mamá, por el amor de dios —farfulló Taehyung con un par de orejas de lobo frustrado (metafóricas, claro)—, tenemos veinte años, no cinco.
—Oh, es que habéis crecido tanto que-
Lejos de la cocina, Taehyung empujó a Jimin insistentemente para que subiera por las escaleras. Cuando antes se alejasen del oso amoroso de su madre beta, antes podría dejar de ver a Jimin sonreír por compromiso (menos mal que no había salido alfa, podría haber sido mucho más intensa).
—Quédate aquí, voy a lavarme los dientes.
Jimin se quitó la chaqueta de cuero y la dejó a un lado. Se sentó en el borde de su cama, la habitación de Taehyung siempre olía a pintura seca, a rastros de óleo y pinceles, un agradable olor a ceras pastel. La mitad de su techo era diagonal, puesto que se encontraba en el altillo de la casa. Su cama estaba llena de cojincitos, una oveja de peluche, una manta azul con volutas y algo más bajo su almohada, que arrastró hacia afuera con un par de dedos.
Una suave bufada negra. «¿Se la había visto vestir antes?», dudó un instante.
La acercó a su nariz por puro instinto y percibió un ligero rastro a varón alfa. Era un aroma muy lejano, casi borrado, que creía haber olisqueando en alguna ocasión. No estaba seguro del todo, pero si cerraba los párpados, podía recordar a ese tipo; ese alfa de pelo negro al que amenazó en una ocasión.
Taehyung nunca más había vuelto a mencionarle, ¿le habría dejado en paz? ¿era esa prenda algo suyo?
El omega regresó al dormitorio y Jimin se deshizo de la bufanda mucho antes de que se percatara, la dejó caer tras la cama y se recostó cómodamente sobre esta como si aquel fuese un terreno a reclamar. Taehyung fue hasta su ventana, corrió el cristal y lo cerró correctamente. Se había quitado los zapatos y peinado el cabello gris con un peine.
—¿Huele demasiado a pintura? —formuló distraído.
Jimin respondió negativamente, mirándole desde allí.
—Recuerdo que una vez estuve a punto de intoxicarme.
—Exagerado —bufó el omega.
Tae posó sus iris sobre él, se aproximó considerando su escaso interés por comenzar a hacer cosas de la universidad. Se sentó a su lado, cruzando ambas piernas bajo sí mismo junto al costado del chico.
—¿Están marchando todos tus exámenes bien?
—Ya casi lo tengo, me quedan dos y la entrega del proyecto gráfico —contestó el sub-alfa, flexionando ambos brazos tras su propia nuca, sobre los almohadones.
—Mnhm.
Él se frotó la frente recordando que aún tenía que hacer el suyo artístico. No sabía a quién diablos pedírselo. Pero se sentía tan cansado (aquellos últimos siete días habían sido insufribles), que se hizo un hueco con Jimin como cuando eran un par de críos y pasó un brazo por encima de su pecho.
—¿Tu padre y Lisa están bien?
—Ya lo creo, se largarán a no sé dónde en navidad —emitió con voz neutra, su tibio aliento rozó su nariz de frente—. Ikari quiere que vaya con ellos.
Taehyung sonrió ligeramente por la manía que Jimin tenía a veces de llamar a su padre por su nombre de pila, pero su sonrisa se extinguió rápido.
—¿Qué vas a hacer?
—Pasaré la noche buena con mis tíos. Viven en el centro —contestó pausadamente—. Y estaré en casa, supongo, ¿quizá pueda montar una fiesta? A lo mejor salgo con Hoseok.
—Huh, ¿todavía quedas con él? —formuló Tae, apoyando la mejilla sobre su hombro.
El omega recordaba a Hoseok del instituto, Jimin y él eran buenos amigos.
—El sábado salí con él, todos sus colegas son sub-alfas.
—Ah —exhaló el ceniza, bajando la voz un poco—. También puedes... eh... venir aquí. A mis padres les encantará tenerte en casa.
—Mnhm, ¿habrá turrón de chocolate?
Taehyung se rio levemente, Jimin acarició su brazo con unos dedos. Se quedaron quietos un rato, en silencio, en un espacio de confort medio abrazados. En algún momento inconcreto el silencio se hizo más espeso, con la respiración profunda y relajada. Sin planearlo, los dos se quedaron durmiendo la siesta durante un buen rato. Llevaban años sin dormir juntos, como cuando eran mucho más pequeños.
El sub-alfa se estiró un poco durante la siesta, su posición cambió en algún momento, y aún con la consciencia perdida abrazó la espalda de Taehyung en forma de ovillo. Tae era un poco más pequeño que él, estaba acostumbrado a su olor y calidez, su nariz se posó tras su nuca de largos mechones de pelo suave y gris. Uno de sus brazos estrechó su cintura, reduciendo el espacio entre ambos. Jimin se despertó poco a poco con un molesto dolor de entrepierna, el leve roce fue casi instintivo. Abrió los ojos lentamente, su camiseta estaba levantada hasta el ombligo y su erección se aplastaba bajo el pantalón, hinchada, contra Taehyung. Dolía de forma inexplicable. Puede que llevase un buen rato soportándolo, puesto que tuvo que arrugar la nariz denotando la sutil, pero sin duda efectiva liberación de feromonas naturales de su compañero omega. Problemas por los que no podía dormir con Taehyung desde la pubertad; su cuerpo reaccionaba al suyo desde hacía algún tiempo, y sabía que no debía hacerlo.
Taehyung se retorció un poco, movió el trasero y rozó la erección de Jimin de forma directa y ascendente, él abrió la boca y apretó los párpados ligeramente, conteniendo un jadeo ahogado.
«Maldición, eso se sentía demasiado bien», pensó con una inesperada satisfacción. Se quedó muy quieto, sintiendo el palpitante calor de sus propias hormonas reaccionando en contra de su voluntad.
En un segundo movimiento, se sintió excesivamente sensible por el maldito trasero en forma de melocotón al que Taehyung estaba trabajando como si fuese a un centro fitness. Se vio forzado a levantarse en cuanto el omega se dio la vuelta rodeando su cadera con una pierna. Por ahí sí que no podía pasar, y aún menos después del roce interior de uno de sus bonitos muslos.
El omega mugió un poco cuando Jimin se liberó de él y se sentó en el borde de la cama. El sub-alfa se inclinó sobre sus propias rodillas y se peinó el cabello rubio con unos dedos, esperando a que el sofoco decidiese marcharse en algún momento.
—¿Qué... hora...?
—Las siete —contestó Jimin antes de que terminara.
—¡¿Las siete?!
Tae trató de levantarse precipitadamente por el otro lado de la cama, con el resultado de golpearse con la mesita de noche con un pie y acabar brincando por el dormitorio y maldiciéndose en voz alta por quedarse durmiendo. Tenía un montón de trabajos que subir a la plataforma online de la universidad.
—T-tengo hasta las siete y media, soy imbécil —comenzó a parlotear sentándose frente a su portátil en el escritorio—. ¿Y si la web ha caído? Jun me dijo que dejara de dejar todas mis cosas para el último momento, ¡ay!
Mientras tanto, Jimin inhaló, exhaló, y se preocupó por su propio problema personal e intransferible; su miembro viril decidido a mantenerse como un soldadito sacando pecho. En un par de minutos más, lo tuvo controlado. Su erección comenzó a marcharse, se levantó para estirar las piernas y acudir al cuarto de baño (necesitaba mojarse el rostro después del subidón de hormonas dominantes).
Regresó al dormitorio y vio a Taehyung con un par de gafas de montura cuadrada, sentado como si fuera un indio sobre la silla, y el cabello gris adorablemente despeinado. Estaba comprando la web de su facultad y la zona de trabajos enviados, calendarios y otros.
—¿Has podido enviar eso?
—Sí —contestó el omega girando la cabeza, y levantándose las lentes con un dedo—. ¿Vas a terminar tu proyecto?
—Da igual, lo haré en casa —Jimin exhaló una sonrisa despreocupada—. Sólo tengo que repasar algunas ilustraciones, y el plazo de entrega finaliza el viernes.
—Huh, vale. ¿Seguro? Mnh, lo siento —Tae apoyó la mandíbula en su mano y mirándole bajo las gafas sonrió felizmente—, me quedé totalmente dormido. Qué tonto.
Jimin se sentó a los pies de su cama, desvió sus iris evitando su adorabilidad y los posó fugazmente sobre un lienzo que apoyaba en la pared, bajo la ventana. Estaba cubierto por un trapo de tela blanco. Él se levantó para husmear en lo que Tae volvía a comprobar la plataforma universitaria, se acuclilló un instante, agarró el lienzo y le dio la vuelta deshaciéndose del trapo con la otra mano.
Encontró un enorme lobo negro de iris dorados, con un precioso atardecer de fondo. ¿O era un amanecer?
—Wow.
Taehyung se percató súbitamente de que Jimin estaba escudriñando su lienzo, estuvo a punto de escurrirse de la silla. Se precipitó hasta él, como si tratase de ocultar algo.
—O-oh, sí. Está secándose todavía, cuidado.
Jimin retrocedió un paso, arqueando una ceja.
—¿Un lobo negro?
—Ahá —emitió el omega ofreciéndole la espalda.
Tae no dijo nada más, pero el sub-alfa no pudo controlar su lengua, saltando directamente a otro tema.
—Oye, ¿qué hay del tipo ese?
—¿Qu-qué tipo?
—Al que agarraste de los pelos, ¿ha vuelto a molestarte?
—No.
—Mnh, ya. Te vi muy afectado.
—Estoy bien, él... s-se disculpó conmigo. Ya no va a cortejarme.
—Un momento, ¿te tiraste encima de él como una víbora por intentar cortejarte? —sonrió socarronamente—. Eres la cosa más agresiva que existe.
—No —gruñó Taehyung, volvió a girarse cruzándose de brazos, con la barbilla alta—, lo hice porque dijo algo muy estúpido. No pude evitarlo.
Jimin rodó los ojos, dejó el tema pasar, pero algo le decía que no había sido lo único por lo que se enfrentaron. Ya fuese física o verbalmente, el tal Jeon ese no le gustaba ni un pelo. Ya había atardecido a esa hora, pero Taehyung insistió en acompañarle hasta la parada de bus. Por el camino, respondió algunas preguntas de Jimin, notándole algo tirante.
—Dijiste que era tu pareja predestinada, ¿cómo... cómo sabes que es él y no... otra persona?
—Supongo que lo sentí —Tae se encogió de hombros, mordisqueó su labio mientras conversaban.
—¿Sentir? —repitió Jimin en incertidumbre.
El ceniza estrechó los párpados, tratando de recordar lo que pasó por él, en ese momento.
—Es como... si de repente lo supieses —expresó con un tono de voz mucho más suave de lo que esperaba—, y ya... todo lo demás... e-es distinto. No sé cómo explicar algo tan raro.
Jimin le miró de medio lado, sintió como si una punzada dolorosa le atravesara. ¿Iba a perder a Taehyung por ese imbécil?
—Pero nada va a cambiar, Jimin —exhaló seguidamente el omega—. Le dije que no quiero estar con él. Seremos amigos y ya está, porque, en fin —titubeó brevemente—, en un principio traté de evitar ser cordial con él. Spoiler: no salió bien. Compartimos algún tipo de conexión psíquica o no sé, pero duele como el infierno.
Su amigo bufó una carcajada, negó con la cabeza mientras caminaban.
—Ya, ¿y tú crees que un alfa de esos va a renunciar a su pareja predestinada? —formuló Jimin como si pensase era tonto—. Venga ya, esos tipos de castas altas y cerradas son los más peligrosos. Están acostumbrados a conseguir todo lo que quieren.
—Oh, gracias, Minnie —ironizó Taehyung con voz aguda—. Me haces sentirme muy seguro de esa forma.
—Oye, no estoy diciendo que vaya a morderte el cogote y arrastrarte hacia uno de sus nidos —aclaró afiladamente—, pero, créeme, ese tipo de alfas nunca son limpios. No pueden evitar sentirse superiores por estar en la cúspide de la sociedad.
—Eh —Taehyung se detuvo en mitad de la acera—, Jimin. No voy a desaparecer, no pasa nada, ¿vale? Lo tengo controlado.
Jimin se mostró un poco inquieto, Taehyung tiró de su mano, tocó su mejilla con la otra y tras compartir una significativa mirada, se dejó abrazar por el omega. Tae no dijo nada, pero entendía en mayor medida la esporádica preocupación del rubio; él había sido un importante apoyo para el sub-alfa tras la muerte de su madre. Los dos se habían tenido mucho tiempo, y los alfas siempre representaban una figura autoritaria con la capacidad de desafiar cualquier muro personal.
Pero eso no sucedería. Taehyung no pensaba permitir que ocurriera.
Al día siguiente finalizo sus prácticas en la sucursal de eventos Jeon, él se encargó de gestionar gran parte del diseño de un evento empresarial. Eligió tonos ocre y dorados para la exhibición del champán y los aromas de manzana que presentaban los nuevos productos, bajo la supervisión de su encargada de prácticas Haneul.
Taehyung vio pasar a Jungkook y a un hombre cerca de la oficina, se desconcentró en cierta medida, comprobó la hora y disponía justo de dos minutos para terminar. Estaba segurísimo de que Jungkook se había pasado por allí para incordiarle (aunque en realidad le apetecía volver a verle). Tenía su número de teléfono, pero Tae se había forzado a no hacer el estúpido con algo tan personal, sabía que la agenda de Jungkook estaba apretada, y no tenía ni idea de cómo diablos iba a entregarle un lienzo que no le había mencionado que existía. Al salir de las prácticas, recordó que le quedaban exactamente 36 horas para entregar su proyecto artístico y ni siquiera tenía un modelo.
Se detuvo a la salida del edificio, comprobando su teléfono. Eran las ocho de la tarde y tenía un puñado de mensajes grupales.
—Disculpe, ¿tiene fuego? —le preguntó una voz masculina.
—No fumo, lo siento —contestó Tae sin levantar la cabeza.
—Mnh, ¿qué tal si lo encendemos entre los dos?
Taehyung se quedó a cuadros, miró al tipo y vio al estúpido de su lobo predestinado poniendo una voz sexy.
—Tenías que ser tú.
—¿Estabas esperándome? —Jungkook sonrió elegantemente, con las manos en los bolsillos—. ¿O sólo es que te has acostumbrado a que te lleve a casa?
—Bueno, estoy encariñándome con tu Mercedes —ironizó Taehyung fríamente—. Me gusta cómo ronronea.
«Ouch», le dijo su Lobo interior a Jungkook.
—Porque no me has escuchado ronronear a mí.
El omega se ruborizó algo enfurruñado.
—En fin —suspiró sonora y teatralmente—, ¿m-me llevas a casa? He olvidado la tarjeta del transporte público en mi otro monedero.
Jungkook esbozó una sonrisa nada disimulada, se mordió la punta de la lengua con un colmillo y pasó por su lado rozándole con un hombro. Tae le siguió con la mirada un instante.
—Vamos.
«Menudo engreído», se dijo, arrancando el paso inmediatamente tras él.
Le siguió hasta su auto, descubriendo que lo había estacionado mucho más cerca que la última vez.
«Seguro que Jungkook sabía que estaría allí», caviló Taehyung. Comenzaba a pensar que nada de lo que ocurría entre ambos era casualidad.
En cuanto entró y se sentó de copiloto, frotó sus manos alegrándose por el ligero cambio de atmósfera y esperó a que Jungkook entrase para presentar una mejorada amabilidad.
—¿Fue tu día bien?
Jungkook le miró suspicazmente. No iba a tragarse a ese lobito cruel actuando como una ovejita lanuda.
—¿Es que tienes fiebre? —bromeó el alfa, seguidamente extendió una mano y tocó su frente.
El organismo de Taehyung reaccionó bruscamente, una inesperada ola emocional atravesó su espina dorsal, sus labios liberaron su aliento y dejaron a sus pulmones desprovistos de oxígeno. Jadeó repentinamente, Jungkook apartó la mano en el mismo instante, con una sensación gemela que le obligó a apartarse. Su falta de respiración se hizo notable cuando trató de preguntarle.
—¿H-has...?
—¿Tú también...? —dudó el ceniza.
—No esperaba eso —masculló Jungkook, se pasó una mano por el cabello azabache, peinándoselo hacia atrás—. Joder.
Taehyung tragó saliva con la garganta comprimida. Quiso preguntarle por qué habían sentido eso, pero el ritmo de su corazón zumbando en su pecho y su nerviosismo le impidió volver a abrir la boca. Jungkook le llevó hasta casa sin mucho misterio. Tras unos minutos de silencio por la carretera, trató de hacer como si no hubiese ocurrido nada, contestó a la pregunta que Tae le hizo un rato atrás, mencionando que había adquirido un nuevo recinto para ampliar las bodegas y madurar los vinos de crianza. El omega se percató de lo responsable que era Jungkook con sus asuntos, su tono de voz siempre se volvía más grave y serio cuando hablaba de su trabajo, aunque nunca era pedante, nunca lo mencionaba demasiado y jamás le había escuchado quejarse.
Estacionó frente a su casa como habituaba a hacer, y Tae se deshizo del cinturón de seguridad un poco titubeante.
—¿P-puedes venir conmigo?
—¿Hmnh? —le miró de soslayo, con unos iris distraídos.
No parecía sospechar nada, pero aceptó sin reproches su sugerencia y salió del Mercedes bloqueándolo con la llave electrónica. Acompañó a Tae hasta el primer escalón del porche delantero de su casa, con una seria duda sobre qué estaba pasando. Si le hubiera invitado a entrar, Jungkook hubiera pensando que, definitivamente, su preciosa luna había perdido la cabeza (no era recomendable invitar a su casa a un lobo de ese calibre).
Taehyung no pensó en invitarle, ni de broma subiría a Jungkook hasta su dormitorio como hacía con Jimin, empezando porque podía morirse de vergüenza si ese tonto y sarcástico tipo subiese hasta allí. Le hizo esperar afuera con severidad, apuntándole con un dedo.
—No te muevas, espérame, ¿vale?
Jungkook pestañeó sin decir nada.
«Cómo le odiaba cuando intentaba hacerle rabiar con sus silencios», se dijo Taehyung.
Entró en su casa rápidamente, dejando una rendija de la puerta principal abierta. Al olfato de Jungkook llegó el aroma a su hogar, una casa pequeña y familiar de betas. En parte, Taehyung tenía impregnado ese tipo de aroma en su ropa, en su cabello, pese a que nunca hubiese podido olfatearle de cerca. Deseó poder hacerlo, rodearle con sus brazos por un momento y poder tomar su mano como la otra vez en las bodegas de la gran reserva de su abuelo. Quería sujetar su rostro, reclamar una profunda mirada de sus ojos, sus labios. Estaba desesperado por Taehyung, llevaba un mes echándole un pulso al destino, soportando la ansiedad por acercarse y viviendo de un cuentagotas que le ayudaba a no asfixiarse sin su presencia.
Mientras tanto, su plan por seducirle cuidadosamente seguía en funcionamiento. Sólo que, necesitaba que se le presentase esa oportunidad mágica para darle el empujón que necesitaba.
Se separó de la puerta y dio unos pasos por el porche, observando el césped recién cortado, verde oscuro y fresco, bajo la fría luz artificial. Taehyung llegó en un momento con un lienzo enorme, cubierto por un recubrimiento de lino que había cerrado con un lazo.
—N-no sé si te gustan este tipo de cosas —expresó tímidamente el omega.
Sus mejillas redondas estaban sonrosadas, sus ojos brillantes y su tono de voz sonó más dulce de lo que esperaba. Jungkook se sintió paralizado, cuando Taehyung le ofreció una de sus creaciones.
—Ten, lo hice para ti.
—¿Huh?
Jungkook lo tomó entre sus dedos, sus ojos estaban muy abiertos, algo redondeados con cierto asombro en su rostro. Sí, le había sorprendido.
—V-vamos a ver, tenía que devolverte el regalo de alguna forma —se excusó Taehyung hablando muy rápido—. Y yo no puedo pagarte un Ferrari, a-así que... pensé en...
—¿Pintaste algo para mí?
—Ni se te ocurra volver a regalarme nada más —emitió su omega con intensidad—. No quiero tener que verme obligado a devolverte detalles.
El alfa esbozó una dulce sonrisa.
—No lo haré —le aseguró cálidamente.
—Y, otra cosa, ¿puedes mirarlo en... otro momento? —formuló Taehyung cruzado de brazos, bajó la cabeza notablemente ruborizado—. No quiero tener que excusarme por los pinceles. Aún no me he acostumbrado a su tacto.
—De acuerdo.
Taehyung volvió a alzar la cabeza, el tono de voz de Jungkook le estaba destrozando. El alfa extendió una mano y tocó su mejilla cariñosamente. Fue un toque sutil de yemas suaves y cálidas, él nunca tenía las manos frías sin importar la temperatura externa.
—Lo miraré cuando esté solo —le prometió en un susurro—. Gracias, pequeño.
Después de eso, apartó el toque de sus dedos y las mejillas de Taehyung se volvieron febriles. Se movió como un muñeco de Playmobil en dirección a casa, tras ofrecerle unas buenas noches. Cerró la puerta tras su espalda con el corazón en la boca.
«T-tranquilízate», se gritó mentalmente. «Sólo habéis sido amables, tenías que darle una compensación. No está ocurriendo nada».
Jungkook fue directo a su apartamento. Fuera lo que fuese que Taehyung había hecho, no podía llevarse el regalo de su omega a su hogar familiar; su aroma estaba impregnado en esa cosa. Estacionó el Mercedes en el aparcamiento privado del edificio, y se llevó el lienzo bajo el brazo. Saludó al portero de guardia, subió hasta su loft y cuando por fin estuvo a solas en su solitario refugio, desanudó el lazo y sacó el lienzo de la bolsa de tela.
El alfa puro se pasó una mano por la mandíbula cuando vio de qué se trataba. Era una pintura preciosa, Taehyung era realmente talentoso, más de lo que se imaginaba.
Su Lobo interior se sintió muy halagado, excitado, incluso le murmuró que podía probar a hacer intento de aparearse (sí, se emocionaba demasiado rápido, pero, al fin y al cabo, sólo era una criatura instintiva). Su consciencia más racional, o al menos la parte que Jungkook creía controlar, le dijo que Taehyung era su perdición. No podía llevarse el primer y valioso regalo de su omega, manufacturado por sus manos, a casa. Cualquiera de los sabuesos de su familia podría detectar ese tipo de elemento. Lo guardó en un lugar seguro en su dormitorio, sabiendo que nadie entraría allí, él era la única persona que pisaba aquel sitio. Sólo había llevado a Namjoon, pero ni Yui, ni su familia visitaban su apartamento.
Tras una vuelta por el frío y desempolvado lugar (una empresa de limpieza de confianza pasaba a limpiar las escasas motas de polvo que se generaban), decidió pasar la noche allí, como un lobo triste y solitario, que ahora tenía mucho más a lo que agarrarse. Su anhelo por Taehyung.
*Prohibida la distribución de este fanfic sin permiso de la autora. Puedes descargar esta historia completa en Patreon.com/chispasrojas
Su estrés iba en aumento. Tae suspiró frustrado y colgó el teléfono, sin saber a quién más acudir. Había perdido al modelo que tenía planeado (ya se encontraba ocupado por otros), y pedirle a Jimin que participase en su proyecto era algo que andaba clavándose en su mente. No obstante, enfrentarse a su molesto cuerpo de sub-alfa, mientras él seguía teniendo el vientre suave, el trasero enorme (no era para tanto, pero él lo odiaba), y los brazos finos y delgados, le hizo forzarse a descartarlo.
Necesitaba urgentemente alguien que colaborase en su proyecto. Tenía su cámara de fotos, en concreto una prestada, varios botes de pintura corporal de la que el modelo podría desprenderse con una simple ducha de agua caliente y jabón, más un escenario formado por papel de fieltro púrpura rojizo y anaranjado. Sólo necesitaba un maldito cuerpo al que pasarle una brocha.
Supuso que esa tarde estaba bajo de azúcar, pues salió de su última clase, se pidió un sándwich tostado y un batido de plátano en la cafetería, y mientras tanto, en la barra ojeó sus contactos pensando en sus opciones. Pulsó el contacto de Jungkook como un estúpido.
Cuando quiso colgar la llamada, Jungkook acababa de contestar.
—Hola, ¿todo bien?
Su voz sonó profunda, preocupada. Tae jamás pensó que Jungkook levantaría el teléfono tan rápido, en la primera vez que le llamase.
—A-ah, hola —exhaló el omega como un bobo—. Eh, ¿sí?
Jungkook miró hacia ambos lados, se distanció de la pequeña reunión de negocios y excesos de hormonas alfas, para atender a su bonita luz de luna por teléfono. Que le hubiese llamado le había puesto en dos tesituras; una, pensó que debía haberle pasado algo, y dos, su Lobo aulló emocionado.
—¿Tae? —pronunció su nombre en voz baja, ante el silencio del otro—. Disculpa, no es por ser desagradable, pero, ¿necesitas algo?
—Eh, uh, ¿estás... muy... ocupado?
—Un poco —reconoció Jungkook con suavidad. Apoyó el hombro contra la pared, en un pasillo silencioso y cercano al salón de reuniones y escuchó el murmullo de la cafetería que envolvía a Taehyung al otro lado—. ¿Te encuentras bien? ¿quieres que vaya?
—Dios, es una tontería —suspiró el omega en voz alta, clavó un codo sobre la barra y se frotó una sien.
«¿Por qué diablos se había quedado tan tonto al escuchar su voz por teléfono?», pensó el ceniza distraídamente. «Últimamente, sus neuronas no parecían estar regulando cómo administrarse correctamente cada molécula de oxígeno».
—¿Qué, necesitas un abrazo con urgencia? —Jungkook aprovechó para chincharle.
El alfa una risita cuando escuchó a Taehyung refunfuñar al otro lado de la línea.
—¿Puedes venir a mi facultad esta tarde?
—¿A qué hora?
—Humnh, creo que no cierran las aulas hasta las diez.
—Y eso me deja un margen de... —musitó el pelinegro, comprobando su reloj de muñeca—. ¿Ocho horas? Uh, tendrás que esperar siete y media.
—Te odio, Jungkook —reconoció Tae con voz neutra.
—No me odias, me necesitas —jugó maliciosamente.
—Te necesito —confesó el más joven en el mismo tono—, pero te odio.
—Te encanto.
—No tanto como le gustaría a tu lobo —le devolvió Tae mordisqueándose el labio sin que pudiera verlo.
—Oh, justo donde duele —ironizó el alfa, alzó una mano silenciosamente, indicándole a Jin que necesitaba un segundo más antes de entrar en la sala de reuniones—. Así me gusta, con garritas.
—¿Podrías venir, por favor? —le pidió Taehyung adorablemente al otro lado del teléfono—. Necesito terminar un proyecto y no sé a quién decírselo.
—Estaré allí a las siete, ¿de acuerdo? —resumió Jungkook.
«Eso había sido fácil», pensó el omega alzando ambas cejas.
—Vale, gracias. ¡Hasta luego!
«Siete de la tarde», pensó Tae. «Eso le dejaba varias horas para organizar el resto de sus cosas».
Estuvo en la biblioteca ordenando sus apuntes, deshaciéndose de bocetos y hojas arrugadas, salió a respirar un rato cuando la biblioteca se encontraba demasiado plagada, y buscó a Jimin, pero él debía haberse marchado un buen rato antes a casa.
Un rato antes de esa hora, estuvo mezclando colores y haciendo algunas pruebas de tonos en uno de sus brazos. Tenía dos brochas de distintos tamaños y un compañero le había dejado un spray que facilitaba la labor de pintar la piel. Después de una prueba consigo mismo, se limpió el brazo con agua fría y una toalla. Dejó todo preparado, esa era una de las pequeñas salas de pruebas y proyectos para los de tercero. Esperó a Jungkook en la entrada del edificio, tenía suerte de que no hubiera mucha gente por allí.
Le vio llegar a las siete menos diez, un poco antes de lo que esperaba. Sus iris se encontraron en la distancia, Tae con una boina con visera negra y una rebeca de lana gorda. Jungkook con un traje bajo el abrigo negro. Los pocos estudiantes que se encontraban fumando en un banco, girando la cabeza, detectando su exquisito aroma de puro alfa.
—Tienes dos minutos de mi valioso tiempo —le arrojó Jungkook haciéndose de rogar.
El omega agarró su codo y tiró de él.
—Vamos, señor ocupado. Y bájale a esas feromonas un poco, medio campus te está mirando.
Jungkook le siguió con media sonrisa, le importaba poquísimo que un puñado de betas recelaran o babearan por su aura. Él había nacido para crear esos efectos. Después de atravesar media facultad, subió la escalera a la primera planta y entró en un pequeño salón de fotografía y pintura.
Taehyung parecía un poco nervioso, cerró la puerta y la bloqueó para evitar interrupciones. Posicionó el foco de luz para no deslumbrar a Jungkook.
—Ponte ahí —señaló un taburete con el dedo—. ¿Me dejarás fotografiarte? Oye, ¿eres alérgico al Body Paint o algo así?
—¿Body Paint? ¿Voy a tener que desnudarme?
—Sí —contestó Taehyung con distracción—, o-o sea, no. No. No tienes que desnudarte. Sólo quitarte lo de arriba.
—Mi camisa es de seda, no puedo mancharla de pintura.
—No vamos a necesitar tu camisa.
—Y después de eso, ¿qué se supone que voy a ponerme? No me meteré en la ducha de una universidad pública.
—Jungkook, podemos quitarte la maldita pintura con un paño húmedo —Taehyung sonó como un sargento—. Desnúdate, ahora.
El alfa hizo una mueca de malicia. Tae exigiéndole que se desnudase era un golpe demasiado bueno a su realidad, qué lástima que no fuese en ninguna de las situaciones sofocantes que otras veces se había imaginado.
Dejó el abrigo sobre una de las sillas, se quitó la chaqueta, el elegante pañuelo que rodeaba su cuello, y después comenzó a desabotonar su camisa. Taehyung preparó mientras tanto el spray corporal, miró de soslayo a Jungkook, sólo para cerciorarse de si se había preparado. Se le derramó parte de la témpera corporal en cuanto le vio deshacerse de su camisa.
«No, no, no, mala idea», se maldijo mentalmente. «Soy un genio, evito a Jimin y me traigo un lobo a mi proyecto. Será que la inteligencia me persigue, pero yo soy más rápido».
Jungkook tenía el clásico cuerpo de alfa, alto, atlético, muslos gruesos, pectorales suaves, bíceps y tríceps voluminosos, sin llegar a ser exagerados. Su piel era blanca, como una crema suave y uniforme, con pezones oscuros y ligeramente erizados. Estaba bien proporcionado, al igual que su rostro y sus manos.
El azabache le atrapó mirándole de soslayo, una miradita rápida y sutil, una tenue liberación de feromonas por parte del omega. Él estrechó su mirada, ¿Taehyung se sentía curioso por él?
—¿Debo sentarme?
—E-es lo mejor —su propia voz sonó rara, carraspeó un poco y selló el spray para después agitarlo un poco—. ¿Crees que debería prender la calefacción?
—Estaré bien.
—La pintura está fría —mencionó sin darse la vuelta.
—Lo soportaré.
El omega se arremangó, le miró de medio lado como si comprobase algo y después se dirigió hacia él con una toalla.
—Ponte esto en las piernas, protegerá el pantalón.
Jungkook no dijo nada, le observó regresar con un bote de témperas corporales y una brocha. Se humedeció los labios bajo su mirada, retrasó temporalmente lo de encargarse de su torso y fue directamente a su espalda. Humedeció un grueso pincel y le avisó de que comenzaría. Pasó la cerda por encima de su piel, sintiéndose inicialmente extraño por el deslizamiento.
—Mnhm.
—¿Frío?
—Puede.
—Te lo dije —sonrió Tae, sin elevar su tono—. Encenderé la calefacción.
Se apartó un instante para prender el calefactor de aire, aquello sólo significaba una cosa; debía acelerar el proceso de pintarle para que el aire caliente no resecase demasiado sus pinceladas. Se encargó de su espalda y omoplatos, envidiando en secreto la anchura de su cuerpo. Él, como omega, no había crecido tan bien como Jungkook. Su salud frágil y constitución delgada le hacía parecer mucho menos amenazante que el alfa, además, su ascendencia alfa se hacía notar en la constitución de su espalda.
Él llevó el pincel hasta su hombro, lo pasó suavemente tras la nuca del azabache, Jungkook giró la cabeza, el trapecio que unía la línea de su cuello con el hombro se hinchó suavemente. Taehyung se sintió libidinoso, la forma de su musculatura le hizo barajarse entre la admiración y la envidia.
—¿Te entrenas? —preguntó Taehyung esporádicamente.
—Sí —respondió el pelinegro sin entrar en detalles.
—Y-yo llevo años intentando hacerlo —masculló el omega con una divertida frustración—. Pero no hay forma de obtener esos malditos abdominales.
—Apuesto a que tienes un abdomen excelente.
La timidez golpeó en la cara del ceniza, intentó de mantener el mismo orden de colores sobre sus brazos, pidiéndole que los mantuviese pegados a ambos costados. Sólo tocó uno de sus codos en una ocasión y fue para que no lo flexionase. Cuando llegó el momento de pasar la brocha por su torso, le costó tragar saliva, tomó el spray y le pidió a Jungkook que se levantase y sujetase una pequeña toalla para evitar salpicaduras en su rostro. El spray fue casi peor que arrastrar un pincel con distintas tonalidades por su piel cremosa, esparció un tono púrpura sobre su pecho que se derramó en finas gotas hasta el abdomen, con obligo más abajo y suave forma de V escondida. Sus abdominales eran perfectos, como raviolis insertados alrededor de un precioso ombligo, sin un rastro de vello oscuro.
Tae soltó el bote de spray, tomó una de las toallas rápidamente y detuvo el derramamiento de gotas para que no llegase hasta su cinturón de marca. Sus manos se posaron en la cadera del alfa, ejerciendo un contacto indirecto a través del algodón.
—C-creo que evitaré usarlo —titubeó Tae, seguidamente alzó la cabeza y se encontró al pelinegro mucho más cerca de lo que planeaba.
La diferencia de altura les salvaba como para no enfrentarse directamente a su rostro, aunque sí a sus labios a la altura de sus ojos.
—No queremos que se derrame todo, ¿verdad? —la voz del alfa sonó profunda y sinuosa.
Su aroma se desprendió de él con un fastidioso y exquisito olor personal; cereza dulce, chocolate oscuro y espeso, un toque cítrico y más fresco. Taehyung apretó los párpados un instante, suplicándose mantener la concentración.
«Ahora no, por favor», le pidió a su instinto omega. «No es el momento de olisquearle».
—¿T-te gustó mi pintura? —formuló el ceniza improvisadamente, retiró la toalla comprobando que no había peligro y la dejó sobre la mesa.
—Tienes talento. Lo guardaré como un tesoro.
—Oh, venga ya —Tae sonrió un poco, remojó un pincel y volvió a aproximarse a él para dejar unos retoques finales por encima de su pecho.
—En el futuro, la gente pagará por ver tus exposiciones.
Taehyung negó con la cabeza con una humilde sonrisa, se mordisqueó el labio concentrándose en las tenues pinceladas.
—No tengo tantos cuadros como para llenar un recinto.
—Los tendrás algún día. Y yo, te conseguiré la oportunidad para que puedas mostrarte al mundo.
Alzó sus iris un instante, Jungkook iba en serio, no había ni una pizca de burla o sarcasmo en su rostro. Sus ojos parecían cálidos, su tono de voz era un abrigo. Taehyung pestañeó y se quedó mirándole con unos grandes y rasgados ojos curiosos. ¿Por qué Jungkook provocaba ese efecto? Desde el principio, como si sus iris oscuros atrapasen cualquier tipo de luz que se arrojara sobre ellos.
Por un segundo, se imaginó a Jungkook enterrando los dedos en su cabello gris y tomando sin permiso sus labios. Su aliento se volvió entrecortado; saliva, besos, pintura, él subiéndole con malos modos sobre una de las mesas, arañando sus muslos y mordiendo su belfo inferior. Acariciando con sus colmillos de alfa su barbilla, atacando a su cuello en una batalla de jadeos y pintura diluida.
El omega clavó el pincel tontamente sobre su pecho, dejándose aturdir por su espontánea fantasía. Se derramó el bote de pintura manchándose la ropa y las manos. Jungkook atrapó el tazón de aluminio, pero su pantalón terminó salpicándose de pintura celeste de todos modos.
—O-oh, dios, s-soy imbécil —articuló Taehyung con una voz ronca.
El alfa exhaló una carcajada silenciosa, dejó el aluminio sobre el taburete. Tae era torpe, pero él no iba a decírselo. Tomó sus manos manchadas, sus pequeños y delgados dedos en alto, sobre su pecho, y atrapó sus iris una vez más. Su Lobo se sentía halagado por su dulce liberación de feromonas, Taehyung se encontraba receptivo esa tarde, respondía bien a sus ojos, al tono de su voz, y al desprendimiento de su aroma con intenciones de cortejo. Su brillo de sus iris almendrados y el tono de sus mejillas acompañó la caricia de dedos húmedos y manchados de pintura entre ambos.
—Si quieres —susurró su lobo—, puedes hacerlo.
—¿Hacer qué...? —dudó el ceniza sin aliento.
El toque de sus yemas era suave, estimulante, cálido. Taehyung nunca había enlazado sus dedos con alguien de esa forma, estaban húmedos, pegajosos, con un intenso olor a aguada acuarela corporal. Se estaba mareando entre Jungkook y el desperdicio de pintura.
—Tocarme.
Su corazón zumbó con fuerza en su garganta, definitivamente, se encontraba a punto de caer de rodillas.
—¿Por qué iba a querer hacer algo... así...?
Jungkook llevó sus dedos hasta uno de sus pechos, orientó las yemas del omega para acariciar sutilmente la forma voluminosa del pectoral, rozando con suavidad la aureola del pezón oscuro y erizado. Sus pectorales tenían buena forma, voluminosos y redondeados, firmes, de piel suave y marcada sobre el músculo. Taehyung se sintió aturdido, sofocado y un poco más encantado de lo que esperaba con un trazo de dedos en el que diluyó la pintura púrpura y aún húmeda de su piel con la azul de sus yemas.
—Dijiste que intentabas entrenarte —sostuvo Jungkook—. ¿No será útil conocer qué es lo que quieres conseguir de una forma física?
Tae no alcanzó a escucharle, su excusa era penosa, y su propio omega, una criatura frágil que escondía una profunda debilidad por él. Con ojos entornados y atentos a la piel ligeramente erizada de su pecho, se preguntó por qué diablos estaba tocando a su musa y disfrutándolo tanto.
—Debería estar fotografiándote —tragó saliva con lengua reseca—, y no, to-tocando a mi modelo, ¿no crees?
—Digamos que ambos proyectos son igual de ilustrativos —expresó el alfa con malicia—. Lo segundo será nuestro secreto.
Tae detectó un destello de diversión en sus iris de espeso chocolate, Jungkook se inclinó y dejó un beso por encima de su mejilla. El omega entrecerró los ojos, se debatió entre la frustración y lo mucho que le ruborizó recibir un besito cálido, entre todo ese desastre de pintura y hormonas, como si se tratase de un crío necesitado de mimos.
Él apartó sus manos enfurruñado, tan rojo como un tomate y se fue de su lado danzando una marcha militar en dirección a una toalla seca. Posteriormente se colocó unos guantes desechables para apoderarse de su cámara y terminar de una vez por todas con un proyecto que estaba provocándole tantas jaquecas como entibiando su cuerpo.
«Maldito lobo con cola de diablo», se maldijo interiormente.
—Siéntate —le pidió en una distancia de seguridad que tuvo que haber implementado mucho antes—. ¿Podrías cambiar de posición? Sólo fotografiaré tu tronco.
El alfa se sentó en el taburete, le ofreció a Taehyung unas buenas tomas frente al sencillo papel de fieltro que cubría el fondo. El ceniza advirtió la seguridad de su compañero, le miraba como si fuese una piruleta de caramelo que se dejaría chupar (mal metáfora), pero también era capaz de entrecerrar sus ojos y serenar su rostro, de actuar frente a una cámara a pesar de que no fuese a sacar su cara en su proyecto (no era necesario).
Un poco después, Jungkook se levantó y le ofreció su espalda bajo sus indicaciones. Taehyung valoró sus fotos cuando hubieron terminado, tuvo una favorita desde el principio, la más indirecta y que menos problemas feromonales le provocaba; una de su espalda con un fondo en tono sepia que creaba con exquisito contraste.
—Esta es preciosa —expresó el omega en voz baja.
Jungkook comprobó la pantalla digital a su lado, Tae le preguntó por si se encontraba de acuerdo con su decisión. No podía intuirse que era él, nadie sabría qué le había prestado su espalda.
—Me gusta.
La seleccionó y se deshizo del resto por seguridad. Cuando quiso acordar de todo lo que habían liado allí dentro, se preguntó cómo diablos iba a limpiarlo antes de volver a casa.
—Dios, necesito una fregona.
—Puedo ayudarte —se ofreció Jungkook.
Taehyung estuvo a punto de tropezar con él e ir directo hacia su pecho desnudo. Alzó ambas manos para que la fuerza de la gravedad de su alma gemela no le arrastrase hasta sus brazos y emitió con claridad:
—No, ahí hay un lavabo —señaló al fondo de la pequeña aula—. Deshazte un poco de la pintura, te daré una camiseta.
Él pasó de largo sin opciones a que el pelinegro le reprochara. No iba en broma, pensaba que Jungkook le sería más útil a su conciencia con camisa que sin ella. Taehyung se las arregló para levantar el papel de fieltro del suelo y deshacerse de todo el recubrimiento en una bolsa de basura. Tiró la acuarela sobrante por el lavabo y remojó sus pinceles.
Miró de medio lado a su compañero, descubriéndole cerrando los botones de su camisa.
—Oh, ¿te la has puesto? —Tae se sintió responsable—. P-pero dijiste que, huh, te podía haber prestado otra cosa para que no la manchases. Podías habérmelo dicho.
—La enviaré a la tintorería.
El pelinegro le quitó importancia, pero el omega sintió un poco de lástima. Cuando recogió todos sus materiales, se lavó las manos por tercera vez y guardó su portátil en la bandolera, comprobó la hora y eran más de las nueve de la noche. Había estado todo el día en la facultad.
—Dios, le dije a mi madre que le ayudaría con la cena.
Jungkook rodó los ojos, «sabía que le encantaba que le llevase a casa».
Se largaron de la universidad con la ropa y la piel manchada bajo el abrigo. En el auto del azabache, Tae trató de ponerse el cinturón con los dedos helados, pero Jungkook los apartó hacia un lado. Tomó el enganche y lo introdujo con un simple clic para resumir las cosas.
—Sé ponerme el cinturón —se defendió Tae.
—Las marcas de tus ralladuras sobre el enganche no dicen lo mismo.
El omega infló las mejillas.
—Tae, tienes que cuidar tus manos, mira cómo las tienes —el tono de voz de Jungkook sonó repentinamente duro.
Taehyung se sintió aturdido, bajó la cabeza y comprobó sus manos sin descubrir nada nuevo. Tenía las uñas limpias pero descuidadas, la piel algo agrietada por el frío, por los materiales de pintura, carboncillo y la arcilla con la que a veces trabajaba a mano. Se sintió un poco tímido en comparación a los perfectos dedos del alfa. Jungkook prendió la calefacción del Mercedes y atrapó sus manos como si el asunto llevase un tiempo molestándole. Sus manos eran un poco más grandes y cálidas en comparación a las del omega, suaves, de uñas bien cuidadas. Frotó las de Tae suavemente con los dedos pulgares, dirigiéndole un tono familiar.
—Deberías preocuparte más por cómo tratas tus manos, los pinceles son reemplazables, pero estas son las únicas herramientas que durarán toda tu vida —le dijo con seriedad—. Con las que comerás, trabajarás, con las que agarrarás a tus hijos, con la que tomarás la mano de tu futura pareja.
—L-lo siento.
El peligris se quedó cabizbajo, en esa corta distancia que compartieron en el interior del auto, no sabía por qué era él el que se disculpaba con Jungkook, pero el alfa vislumbró que acababa de avergonzarle con su sermón. Sintió haberlo hecho, le sacaba de quicio que Tae no se cuidase con todas las ganas que él le cuidaría si le permitiese.
Las manos de su omega se templaron entre las suyas, Tae no dijo nada, permaneció quieto y callado bajo la agradable caricia de los pulgares de su compañero. Jungkook deseó besuquearle y hacerle comprender otra de sus prioridades. Sin embargo, le soltó lentamente y rebuscó algo en la guantera para él.
Tae le miró con curiosidad, el alfa sacó un par de guantes de piel negra, los que él generalmente llevaba encima por esas fechas. Si Taehyung le permitiera hacerle más regalos, le hubiera gustado conseguir unos grises con el borde recubierto en suave piel de visón para él. Seguro que, por muy duro que se hiciese, a él le encantaban ese tipo de complementos adorables.
—Póntelos —le indicó—. Si no te consigues unos guantes pronto, tendrás que quedarte con los míos.
El omega sonrió levemente, apretó la piel de los guantes entre los dedos antes de meter una mano. El material interno era suave, estaba recubierto de pelo y se sintió agradable en sus yemas.
«Ahí era donde Jungkook metía sus manos», pensó con encanto.
Jungkook prendió el motor, le miró de soslayo mientras salía de su estacionamiento.
—¿Qué, estás feliz de repente? Déjame adivinar, has hecho el mejor proyecto de tu vida en la mejor compañía —dijo airadamente.
Tae se cruzó de brazos y le sacó la lengua, cerró la boca para evitar darle el gusto. Jungkook exhaló una risita muda. El distante murmullo de la cadena de radio resonó de fondo en lo que se desplazaban por la ciudad.
—¿Por qué te preocupas así por mí? —se atrevió a formular el omega—. ¿Es porque... piensas que soy tu... alma gemela?
—Es porque me pones de los nervios, naciste con un don —Jungkook le pagó con su misma moneda.
—Mnh —Tae sonrió un poco—. Es un buen don. Diría que tu superpoder es aparecer en todos lados.
—Tú eres el que llegó de prácticas a la sucursal en la que he estado teniendo reuniones en el último mes.
—Vale —decretó el peligris obstinadamente—, pero tú chocaste conmigo en aquel pasillo.
—¿En el Palace? —Jungkook pareció mucho más divertido y escéptico con su mención—. Ni de broma, tú eras el que iba corriendo como un rinoceronte.
—Podías haberme esquivado —replicó Taehyung.
—No te vi venir.
—¿Ves?
—Ves, ¿qué? —bufó el alfa sarcásticamente—. Desde que puse un pie en Seúl has estado lanzándote en mis brazos de todas las formas posibles.
Taehyung abrió la boca ofendido.
«Eso no era verdad», pensó. ¿O sí lo era?
—Ya quisieras —gruñó como habituaba.
Varios segundos de silencio transcurrieron antes de que el alfa se atreviese a volver a increparle.
—Y no es porque seas mi pareja predestinada —le recordó Jungkook. Tae contempló su perfil un instante, con un pálpito en su pecho—. Me agradas. Sólo es eso.
Las próximas palabras del omega casi escaparon de sus labios;
—¿Acostumbras a ser así de dulce con la gente que te agrada? —cuestionó con una auténtica curiosidad.
El alfa meditó un instante, era una buena pregunta para haber salido de una boca tan molesta como la de Taehyung. Después de todo, si había alguna forma de callarle debía ser besándole con fuerza, o quizá invitándole a un plato de ramen picante.
—No soy dulce.
—Eso es improbable. Diría, imposible.
—No me conoces, Tae —dijo Jungkook con un tono neutral.
Taehyung cerró la boca unos segundos.
—P-pues quiero... conocerte... —dijo tímidamente.
Jungkook no le respondió, pero sus dedos apretaron ligeramente el volante y las comisuras de sus labios se curvaron. Le hizo sentirse feliz escucharlo en sus labios.
*Prohibida la distribución de este fanfic sin permiso de la autora. Puedes descargar esta historia completa en Patreon.com/chispasrojas
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