Capítulo 5


Capítulo 5. Luz de luna

*Prohibida la distribución de este fanfic sin permiso de la autora. Puedes descargar esta historia completa en Patreon.com/chispasrojas

Su familia se encontraba durmiendo a esa hora de la madrugada, Taehyung subió a su dormitorio silenciosamente, se liberó de su chaqueta, percatándose de que se había quedado con la bufanda cachemira de Jungkook. Se la quitó a regañadientes y se fue hacia la ventana esperando poder verle. Fue un movimiento absurdo, frente a su casa, y junto al bordillo donde se había bajado de su auto ya no había nada. Se había marchado hacía un buen rato. Taehyung apretó la tela entre los dedos, su corazón aún palpitaba con un ritmo que desconocía. Decidió desprenderse de todo lo ocurrido (incluyendo las hormonas de Jay) metiéndose en la ducha.

Su remojón no pasó de los diez minutos, salió vestido con un pijama de terciopelo y sacudiéndose el pelo gris con una toalla blanca. Nada más regresar a su habitación, se sintió cansado por todas las cosas que había tenido que hacer el sábado. Él sólo esperaba poder disfrutar una noche de estar con amigos y conocidos, y no sentirse incómodo, cobarde, asustado, o tener ganar de llorar de impotencia.

Taehyung soltó la toalla sobre la cama y agarró un peluche con forma de ovejita que dejó junto a la almohada. De alguna forma, sus actos dejaron de volverse racionales. Tomó varios cojines rosas, una manta de lana azul a la que tenía cariño, de cuyo borde colgaban bolas de lana, una de sus sudaderas favoritas que Jimin le regaló las navidades pasadas, y su boina preferida. Lo colocó todo el círculo, alrededor de los bordes de su cama, su instinto le hizo agarrar un puñado de lápices de colores acuarelables que adoraba, dejó caer el puñado sobre la cama, agregó una caja de pinceles secos y desgastados que tenía desde los dieciséis, un puñado de caramelos de menta y limón que siempre guardaba en sus bolsillos, sus bocetos al carboncillo, y un peine que guardaba desde los diez años. Después, se tumbó justo en el centro con una almohada a la que enrolló la bufanda de Jungkook. Hundió la cabeza y estrechó la almohada, sus párpados se cerraron, el aroma de su bufanda le hizo sentirse como en casa, se hizo un ovillo, la cama estaba llena de cosas, ni siquiera podía extender las piernas. Pero se sintió a gusto, protegido, embriagado por objetos aleatorios que le aportaban buenas vibraciones, sentimientos y seguridad. No quería salir de allí. Se quedó durmiendo muy rápido y no se movió en toda la mañana.

—¿Cariño? —escuchó la voz preocupada de su madre por la mañana—. ¿Qué ha pasado? ¿Estás anidando?

Taehyung pestañeó, abrió los ojos confundido y giró la cabeza algo desorientado.

—¿Hmnh?

—Oh, dios mío —exhaló su madre, llevándose las manos a la boca—. ¿Te has quedado embarazado?

Se aproximó cuidadosamente hacia el omega, sentándose en el borde de la cama. Tocó su cabeza afectivamente y le preguntó si necesitaba algo de comida o cualquier cosa. Taehyung se desperezó de inmediato, se incorporó sobre la cama y no tardó demasiado en percatarse de lo que había hecho. Llevaba un montón de horas durmiendo allí, con el instinto relajado, conciencia inexplicablemente tranquila y un extraño bienestar que no sabía de dónde diablos había salido. Eran casi las dos de la tarde.

—¡Oh!

Taehyung pateó sin querer una almohada, un puñado de lápices se escurrieron al suelo, estuvo a punto de volverse loco cuando vio que había perdido toda la mañana del domingo sin hacer realmente nada productivo.

—Tae, ¡cariño! —su madre estaba a punto de zarandearle por los hombros para que le respondiese a si realmente iba a ser abuela del cachorro más bonito del mundo.

—¡Qué no, mamá! ¡Qué no estoy embarazado! —gruñó con las mejillas sonrosadas, acto seguido le lanzó un cojín inofensivo que dio contra la pared.

—Huh, vale, vale. No, con ese genio, cualquiera, mi vida —soltó Lu quitándose de en medio—. Mira como tienes el dormitorio, ¿te parece normal?

Taehyung le miró con cara de pocos amigos. Sí, ya sabía que todo estaba hecho un desastre, el armario abierto, la ropa por medio, incluso había anidado encima de la toalla con la que se secó después de ducharse. El ceniza fue al cuarto de baño, y cuando regresó, comenzó a recoger las cosas enérgicamente. Aquello no era normal en él, sólo había anidado una vez en su vida y había sido hace años, cuando su instinto omega aún estaba despertando.

Cuando alcanzó la bufanda de Jungkook (tuvo que desenmarañarla de la almohada a la que había estado abrazado), se la llevó a la nariz un instante y se sintió extrañamente encaprichado con la prenda.

«¿Eso era lo que había desencadenado que se comportase de esa forma?», se dijo con dureza.

La hizo una bola y la lanzó al otro extremo del dormitorio. Quería bien lejos esa prenda del diablo.

Por la tarde estuvo en casa de Jimin, se llevó algunas de sus obligaciones en un bloc. Jimin le abrió la puerta y advirtió inmediatamente la cara de estrés del omega.

—¿Qué? ¿Te quedaste durmiendo hasta tarde?

—Algo así —omitió la información y pasó al interior de su casa.

—Vamos a mi dormitorio —empujó levemente uno de sus omoplatos para que siguiese caminando.

—Buenas, señor Park.

El padre de Jimin saludó a Taehyung cuando le vio pasar de largo, Lisa estaba en casa, también el gato calicó de la familia, quien subió a la encimera de un salto.

—¿Está viviendo con vosotros? —preguntó Tae en voz baja de camino a su habitación.

—Nah, pero está aquí todo el día —Jimin contestó tras su nuca, le empujó un poco más y Tae se quejó por su insistencia.

Nada más entrar a su dormitorio, notó a Jimin levemente crispado por algo, aunque no parecía ser con él.

Taehyung soltó sus cosas sobre la cama de Jimin, se quitó los zapatos y subió en confianza, sentándose cómodamente. Estuvo farfullando no sé qué sobre un trabajo, mientras Jimin subía la persiana para que tuviera un poco más de luz. Él le echó una mano en lo de percibir qué diablos iba mal con su dibujo, Jimin era bueno en aspectos técnicos (por eso adoraba el diseño), pero Taehyung era mucho más creativo (aunque le faltaba seguridad).

Cuando el sub-alfa se aburrió de sus gruñidos, encendió la consola, abrió una bolsa de patatas, se sentó en la alfombra, apoyando la espalda a los pies de la cama y estuvo enseñándole un juego de partidas rápidas y disparos. Cien por cien familiar.

Taehyung terminó de comprobar su redacción, apartó el par de bocetos que tenía pendiente y se dejó caer sobre el borde de la cama clavando los codos.

—¿De dónde ha salido eso? —Jimin recibió un disparo en el juego, se escondió tras un muro y utilizó una pócima de curación.

—Eres muy malo —apreció Taehyung en voz baja, sin auténtico énfasis por molestarle—. ¿Por qué no te equipas la mirilla?

—Porque lo odio —contestó con el mismo hilo de voz.

—Tendrías más visión así.

—No me gustan las armas de precisión.

—¿Qué tontería es esa?

Jimin alzó la cabeza y le miró por encima de su hombro, encontrando su rostro casualmente cerca del suyo. El omega estaba ligeramente por encima, situado sobre la cama con el mentón apoyado despreocupadamente en una de sus manos. Llevaba una de sus boinas negras, con mechones grises despeinados bajo esta, camisa blanca de finas rayas grises y una rebeca de lana por encima. Él nunca se fijaba demasiado en el omega, pero en esa ocasión, se percató de que Taehyung estaba volviéndose más lindo cada año. ¿Había crecido tanto sin que se diese cuenta? ¿De dónde venía ese olor?

Taehyung le miró de soslayo, percibiendo la miradita de su compañero.

—¿Qué?

—¿Hueles a macho alfa?

Taehyung abrió la boca. Era el mejor halago que le habían hecho en su vida. Si tuviera que elegir entre oler como un bebé omega o un buen macho alfa, sin duda, se quedaba con el segundo si eso significaba lograr los abdominales que tanto se había estado trabajando.

—Huh, ¿yo? —Tae se olisqueó a sí mismo un instante y se emocionó imaginándose bien musculado—. ¿A qué te refieres?

Jimin se incorporó de rodillas frente al borde de la cama, tomó su nuca introduciendo los dedos entre los mechones de cabello que asomaban bajo la boina y uno de sus hombros con la otra. Se inclinó ligeramente en el omega para indagar más sobre el desconocido olor, hundiendo la cabeza en su cuello. Taehyung asimiló el gesto de forma familiar, aunque se encogió levemente cuando su nariz le rozó una décima de segundo, la respiración de Jimin le hizo cosquillas. Su aliento se encontraba tibio y acarició su piel ligeramente en la base de su cuello. Entrecerró los ojos y eventualmente lo sintió algo íntimo.

Jimin agarró su codo y le inspiró, Tae titubeó un poco, con las mejillas sonrosándose.

—Tu olor es... —murmuró el sub-alfa.

El corazón del omega elevó levemente el latido y dudó un instante sobre sí quería que le siguiese olisqueando de esa forma. No era por estrés o miedo, simplemente, comenzó a sentirse un poco tímido.

Las capacidades olfativas de alfas y sub-alfas eran buenas, después de todo.

De un momento a otro, alguien tocó la puerta y la abrió sin permiso, interrumpiéndoles en mitad de algo ciertamente comprometedor. Jimin se apartó de inmediato, Taehyung se quedó sentado sobre la cama como un peluche mareado, con las mejillas sonrojadas y un evidente sofoco.

—Qué —profirió Jimin claramente incómodo y con cara de pocos amigos.

—O-oh, perdón por interrumpir, Jimmy —expresó Lisa con una sonrisita que estrechó sus ojos—. Sólo quería preguntarle a Tae si quería merendar con nosotros, traje una caja de dulces de hojaldre y merengue, ¿te gustan?

Taehyung titubeó en una respuesta afirmativa; no era fan de los dulces, pero su cerebro aún estaba aturdido por la escenita, por lo que aceptó para no sonar demasiado seco. Lisa les dijo que le esperarían en el salón, cerró la puertecita y se marchó con una ligera sonrisa.

—Es insoportable.

—Es agradable.

—¿Tú crees? —el sub-alfa le miró de medio lado, se incorporó estirando sus jeans arrugados por las rodillas.

Ninguno de los dos dijo nada sobre lo que acababa de pasar, pese a que sus iris se encontraron una décima de segundo, recordando lo extraño que había sido todo. Jimin sabía que lo de olisquearle no había sido un movimiento muy inteligente, generalmente ese tipo de cosas eran meramente instintivas, no sabía ni por qué diablos había encontrado cierto placer en hacerlo, pese a que detectase el extraño e intenso olor de un desconocido.

Taehyung se anudó los zapatos antes de salir de la habitación, y Jimin volvió a perforarle con la mirada como si hubiese algo raro en él.

—¿Q-qué te pasa? —se quejó el omega.

—¿Has estado con un alfa?

Taehyung estuvo a punto de tropezar por el pasillo.

—¿Q-qué dices? ¡No! —refunfuñó.

—Hueles a uno, pero no viene de ti. Se te ha impregnado de alguien más.

Taehyung se ruborizó un poco; sabía de dónde venía ese aroma. De esa estúpida bufanda de la que no podía librarse. Cuando llegaron al salón, también había té. Taehyung se sentó en el sofá con una sonrisita amable hacia Lisa e Ikari, quienes les ofrecieron a ambos algo para merendar.

El omega probó un bocado de dulce, se sintió rápidamente empachado, cualquiera se hubiera reído de él si confesara que prefería unas albóndigas picantes al pegajoso merengue con hojaldre.

—Bueno, entonces, ¿pensáis enlazaros en vuestra graduación? —formuló Ikari bajo una elegante montura de gafas plateadas.

Taehyung comenzó a toser exageradamente, Jimin pasó una mano por su espalda y le palmeó suavemente.

—Uy —Jimin soltó una risita tenaz, sabiendo perfectamente que Taehyung iba a matarle—. Se le ha ido el merengue por el otro lado, he.

—¿Enlazarnos? —repitió cómicamente el ceniza—. ¿Tú y yo?

Jimin desvió su mirada.

—Papá, aún es un poco pronto para hablar de eso, ¿no crees? —argumentó Jimin—. Taehyung y yo queremos estudiar y tener un futuro.

Lisa se rio levemente, tocó el hombro de Ikari y dijo que él siempre había sido muy intenso con esas cosas. Los chicos apenas eran unos críos (en realidad tenía 20 y 21 años, respectivamente). Sin embargo, el progenitor de Jimin les escudriñó con una mirada, después de tomar el té y hablar sobre que esas vacaciones de navidad podían ir los cuatro juntos a algún lado (Tae estaba invitado), Ikari se levantó para recoger algunas cosas y Lisa le ayudó amablemente, pegando saltitos detrás de él.

—Voy a matarte —confirmó Taehyung entre dientes—. ¿Les convenciste de que estamos juntos? ¿¡Es que estás mal de la cabeza!?

Jimin alzó ambas manos en señal de paz.

—Será temporal, no te preocupes. Jay no lo sabrá.

—¿¡Será temporal!? —repitió Taehyung casi emitiendo un gritito—. ¿Estás diciendo que tendré que simular que estamos juntos durante un tiempo?!

Jimin volvió a tapar su boca con un rostro de pánico.

—¿Hazlo porque me quieres?

—Minnie —su voz sonó amortiguada, apartó sus manos y casi subió sobre su regazo al borde del colapso—, no puedes hacer esto, no puedo ser eternamente el salvaguardas que utilizas contra tu padre, deberías hablar con él de una vez y decirle qué-

Jimin abrazó su cintura y hundió la nariz en su vientre en cuanto escuchó a los dos adultos acercarse. Taehyung se sonrosó, posó las manos sobre su cabeza y pensó en usarla como un tambor de percusión, pero se contuvo.

—Oh, pero qué monos sois —soltó Lisa, sonrojando aún más a Taehyung—. Es realmente especial que estéis juntos desde que erais unos niños.

—Pensé que mi hijo nunca tendría el valor suficiente para cortejarle —agregó Ikari con cierta crudeza, encendiéndose sosegadamente uno de sus puros—. Los omegas no sois nada fáciles, ¿eh? —le dirigió una sonrisita a su chica.

Estuvieron con ellos un poco más, a Taehyung le molestaba el humo del puro de Ikari, pero no dijo nada. Jimin se reclinó cómodamente en el sofá, con un brazo por encima de sus hombros. Los dos estaban muy pegaditos, el omega le miró de medio lado, los labios fruncidos. Jimin leyó su mirada; se conocían bien a esas alturas.

Tenía suerte de que estuviesen tan cómodos en presencia del otro, además, Jimin se alegró silenciosamente por tenerle un rato bajo su brazo. Después de todo, hubiera implementado un remedio más efectivo para que su cuello dejase de apestar a macho alfa (sabía un truco con sus labios, generalmente, tanto labios como la saliva dejaban rastros más importantes), pero no tenía mucho sentido que intentase hacerlo si Taehyung le tiraba de los pelos.

Cuando Ikari por fin levantó el culo y agarró las llaves de su deportivo para llevar a su novia a casa, los dos salieron de allí. Entraron en la habitación de Jimin, el sub-alfa cerró la puerta tras su espalda y se enfrentó a la bestia encolerizada de su querido amigo omega.

—¿Cómo le has explicado a tu papá que te guantease la otra noche?

Jimin se pasó una mano por la nuca.

—¿Un brote de celos?

—Dios, pues debo ser la persona más celosa del mundo —ironizó Taehyung.

El sub-alfa se mordisqueó el labio, tenía demasiada suerte de tenerle a él para respaldarse. Taehyung se cruzó de brazos e inspiró profundamente.

—Jimin.

—¿Hmnh?

—He cortado con Jay —confesó el ceniza en voz baja.

—¿C-cómo?

—El sábado, en la fiesta —se humedeció los labios.

—¿Por qué...?

El omega se frotó la frente, retrocedió unos pasos, se giró cavilando en su cabeza, y se dejó caer sobre el borde de la cama para sentarse.

—Creo que me siento confuso. Nosotros...

—¿Nosotros? —repitió Jimin rápidamente, ruborizándose—. P-pero...

Taehyung le señaló con un dedo, las mejillas ciertamente sonrosadas.

—E-eh, ¡que no he dicho eso! Jay me montó un numerito celoso cuando intenté dejarle —expresó atropelladamente—. Llegó a mencionarte.

—¿Y... se acabó...? —dudó Jimin en voz baja—. ¿No vas a volver a intentarlo con él?

Taehyung no estaba muy seguro, lo expresó brevemente, pero tampoco llegó a dejárselo muy claro. Después de eso, Jimin le insistió varias veces para que le contase por qué olía a alfa, Taehyung se cerró por completo, no quería hablar de eso de ninguna de las formas, era más hermético que un búnker.

No es que no confiase en él, pero tenía miedo de contarle lo que le había pasado la última semana. Esa noche, se subió en su coche y Jimin le dejó en casa, pellizcó su mejilla antes de que saliera por la puerta y le deseó que pasase unas buenas noches.

Estar con Jimin siempre era reconfortante, sanador.

Los siguientes días transcurrieron rápido, clases, parciales, pruebas de dibujo, Taehyung derramó un bote de pintura acrílica sobre su cama. Estuvo limpiándolo alrededor de tres horas hasta poder borrar la mancha, pero el colchón tenía una esquina empapada.

Jay habló con él de manera natural, intentó iniciar un acercamiento, una disculpa que Taehyung se tomó bien, pese a que le habló con sinceridad expresándole que necesitaba darse un tiempo. Mientras estaba en la cafetería de la universidad con unos amigos, se sintió algo irritado creyendo percibir la presencia de Jungkook. Miró varias veces hacia el exterior, ¿estaba volviéndose loco? ¿o se sentía tan frustrado como ansioso por volver a verle?

En el fondo, no quería que volviese a acercarse a su facultad, pero cuando le vio conversando con una pobre beta a la salida del campus, sacó las uñas y corrió hasta él con muy malos humos.

Jungkook le miró como si fuera una ovejita inútil. En realidad, él estaba ahí porque el decano de la universidad de Bellas Artes de Busan era buen amigo de su padre. Aunque en el fondo seguía luchando contra sus impulsos de stalkear al tonto del omega que le había tocado como compañero predestinado.

Era sólo que, esa semana, había estado demasiado ocupado con los cientos de personas que requerían su presencia. Brunch y carreras de caballos, la inauguración de un Casino en el centro que colaboraba con la marca Jeon de vino tinto, y además, tenía a una prometida sedienta de la que se encontraba escabulléndose como si fuera un cobarde: y él nunca, nunca huía de nadie. Pero estaba frustrado por haber tenido que pasar su celo cuatrimestral golpeando a un saco de boxeo mientras que no podía sacarse a esa ovejita gris de la cabeza.

—Pero, qué haces aquí, ¡fus, fus! —Tae empujó el pecho de Jungkook inofensivamente con ambas manos—. ¡Largo!

—No me toques, oveja obrera.

—¡No me llames así! —chirrió el omega malhumoradamente, pensando en que ni siquiera había dicho bien la expresión—. Te dije que no estoy interesado en que me cortejes, y ahora, ¿puedes marcharte? Por favor.

Jungkook se quedó inmóvil, le miró orgullosamente y sin una pizca de gracia.

—¿Ya se te ha subido a la cabeza? —profirió el lobo descaradamente—. No estoy aquí para ti, despierta de tus sueños, Taehyung.

—Huh, ¿entonces? —los ojos de Tae se volvieron más redondos, su rostro se serenó lentamente.

Por dentro, sólo esperaba que no le pidiese de vuelta su bufanda. No quería devolvérsela. Le fastidiaba reconocerlo, pero había algo muy enterrado en el fondo de su estúpido instinto omega, que sentía un extraño encaprichamiento por la prenda.

«¿Y si le mentía, diciéndole que la había perdido o algo así?», pensó, sintiéndose rápidamente avergonzado por sus ideas.

—Quiero que seamos amigos.

Jungkook se cruzó de brazos y desvió la mirada, Taehyung se quedó a cuadros. ¿Acababa de escuchar lo que creía haber escuchado?

—¿Ah? ¿T-tú y yo?

—Te dije que no pienso interferir en tu vida, de hecho, me das completamente igual —soltó Jeon Jungkook airadamente, sin mirarle—. Pero como estamos en la misma ciudad, será útil que mantengamos una relación cordial para no sufrir fatigas físicas. Es lo más inteligente.

Miró de soslayo a Taehyung para comprobar su rostro, y sólo encontró su rostro de perplejidad sumado a una especie de circunspección.

—No.

Su respuesta sonó serena, seria, redundantemente negativa.

—No puedo confiar en ti —agregó Taehyung con resquemor—. Lo lamento.

Jungkook se sintió horrible con su rechazo, le miró como si no pudiese tomarse en serio a alguien así. Estaba obsesionado con él, ni siquiera estaba durmiendo bien esos días, le había sacado de un apuro, y aun así era tan obcecado como para seguir empujándole fuera de su vida.

—¿Por qué? —formuló Jungkook con un chispazo feroz en su mirada.

—No me gustan los alfas como tú.

—Ni a mí los omegas como tú —rebatió Jungkook afiladamente—. No, ¿sabes qué? No tiene nada que ver tu condición de omega con eso. Eres desagradable, maleducado, descuidado con tus propios actos y no sabes cuidar de tu entorno.

—¿Qué?

—Me alegra que rechazases cualquier tipo de contacto conmigo la semana pasada —prosiguió el alfa azabache—. No sé cómo pude ser tan crédulo, creyendo que alguien como tú podría complacerme. ¿Crees que alguien aguantará todas tus frustraciones por tener una cara bonita?

—Cállate.

—Necesitas unos años para madurar.

—¡Tú ni siquiera me conoces! ¡No sabes nada de mí!

—¡Tú tampoco lo sabes! —gritó Jungkook.

—¡No quiero conocerte, entiéndelo! —Taehyung igualó su grito—. ¡Yo ya he elegido, no permitiré que nadie arranque mi decisión por...

—¿Decisiones? Ja, no creo que te queden muchas en esta universidad pública llena de betas. Aquí no tienes ningún futuro.

Jungkook pasó de largo y Taehyung se sintió realmente encolerizado con sus palabras, no pudo evitar sus siguientes pasos, perdió totalmente los papeles con Jungkook. Se lanzó sobre su espalda para agarrarle del pelo y entre los dos se zarandearon como un par de mocosos. El problema era, que ambos eran lo suficientemente adultos como para ese tipo de cosas. Taehyung le gritó, arañó a Jungkook, y se cayó de espaldas doblándose una muñeca. Era frágil, Jungkook se tropezó con él encima, cayó al suelo a su lado, raspándose las manos. Tae instantáneamente rompió a llorar y liberó un gemido de omega que taladró a Jungkook psíquicamente.

Su organismo alfa le derrumbó en el suelo, la gente se aproximó rápidamente, Jimin llegó hasta la escena y fue hacia Tae, se arrodilló a su lado para comprobar su estado.

—¡Tae! ¿Tae, estás bien?

Taehyung jadeaba enfermizamente, sus ojos estaban brillantes, derramaron unas lágrimas de frustración y miró a un alfa que Jimin creyó reconocer de inmediato.

Jungkook jadeó frustrado, dolorido, pero no sólo por el taladro psíquico que le hizo caer al suelo, sino por su enfrentamiento verbal y físico. Comenzó a exudar rápidamente, parpadeó y su visión se difuminó, apenas podía respirar, sus pupilas se volvieron amarillas y la gente se apartó asustada.

—¡Cuidado, es un alfa puro! —gritó uno.

—¡Aléjense!

Jimin se incorporó, liberó una dosis de hormonas invasivas y se dirigió a Jungkook de forma imponente. Reconoció su aroma, Taehyung había tenido el mismo unos días antes. ¿Habían estado juntos? ¿Estaba cortejándole sin su permiso? ¿Por qué se sintió tan repentinamente celoso?

—¿Tienes algún problema? —dijo Jimin con una voz rasposa.

Jungkook se levantó del suelo con un tambaleo, apenas podía redirigir sus sentidos en ese punto. Sus iris resplandecieron de un tono dorado e intenso, y su Lobo interior disfrutó brevemente del desafío.

—Aléjate de él —añadió el sub-alfa.

Dio unos pasos hacia Jimin sin ningún temor, era más alto que el sub-alfa, más peligroso, muchísimo más agresivo que él si quería. Podía utilizar La Voz superior con él si le apetecía, pero estaban en un lugar público, y tras su hombro, sus iris dorados se deslizaron hacia Taehyung y su Lobo interior se vio repentinamente atropellado.

Pudo ver el rencor y dolor del omega por él.

«¿Le había lastimado sin querer?». Retrocedió instintivamente unos pasos, sus pupilas se contrajeron. «No. No. Su Luna, su preciosa Luna, su omega».

Jungkook se volvió consciente de lo que estaba pasando, hasta qué punto había escalado la situación. Giró la cabeza y pudo ver con nitidez a la gente joven agrupándose a su alrededor, alguien había llamado a urgencias omegas, otros estaban alejándose, temiendo que se convirtiese en un auténtico lobo. Se sintió tan horrorizado, que se marchó de allí como si fuera la peor bestia del mundo.

Un rato después, en una pequeña clínica, una enfermera vendó la muñeca de Taehyung cuidadosamente.

—No te preocupes, estarás bien en unos días, sólo es un pequeño esguince —le alentó animadamente—. Los omegas sois un poco más frágiles, ¿alguna vez has hecho algún deporte como futbol o baloncesto? De vez en cuando tengo a algún omega por aquí pensando que se ha lastimado algún hueso, pero sólo son pequeños dolores musculares.

Taehyung agradeció la información, salió de la sala clínica y se topó con Jimin en el pasillo.

—¿Quién es ese? —preguntó con severidad.

Taehyung se puso el abrigo, lo anudó a su cintura en silencio y pasó de largo.

—Qu-quiero irme... a casa... —fue lo único que expresó.

—¡Taehyung!

Jimin le persiguió hasta la salida de la clínica, y justo cuando atravesaron la puerta, se detuvo en mitad de su camino. Había atardecido y el cielo se encontraba de un sosegado azul que comenzaba a apagarse, mientras la ciudad se iluminaba lentamente por las luces artificiales.

—¡Es mi pareja predestinada! —le gritó Taehyung esporádicamente.

Sus ojos se llenaron de lágrimas.

—No quiero sentirme atraído por él, no quiero perder el control de mi vida y que eso me aleje de mi mismo...

Jimin le abrazó rápidamente. No dijo nada, le envolvió con unos brazos y le sintió temblar sobre su hombro en parte por el fresco exterior, y en parte por su ansiedad.

«Taehyung había encontrado a su pareja predestinada, ¿y se lo había estado guardando todo ese tiempo?», comprendió silenciosamente su miedo a sentirse atraído por un alfa desconocido. Pero las parejas predestinadas nunca eran una obligación, sólo una elección, una atracción irremediable, difícil de declinar.

—Dime una cosa, ¿se ha sobrepasado contigo?

—No —musitó con un hilo de voz.

De alguna forma, se sintió profundamente estúpido. Jungkook no era malo, había sido dulce con él y eso era lo que más le asustaba de todo. ¿Había sido su culpa? ¿Por qué diablos le había atacado físicamente? Se estaba convirtiendo en una fiera asustada, no tenía más excusas.

Cuando volvieron a mirarse, Jimin apartó sus lágrimas con los dedos y volvió a preguntarle seriamente si le había hecho algo físicamente. El omega negó de nuevo, y él presintió su sinceridad.

Agarró la mano de Taehyung como cuando tenían siete años y le acompañó a casa. Había un buen trayecto hasta su barrio, pero pensó que sería mejor que le diera el aire fresco y poder invitarle a algún aperitivo; compraron un cono de almendras tostadas en un puesto móvil que se encontraba asándolas.

Llegaron a casa más tarde, Taehyung no había vuelto a llorar. Era fuerte. Aunque Jimin sabía muy bien que él siempre se guardaba las cosas para sí mismo. No obstante, agarró sus hombros un instante para mirarle y le abrazó.

—Sabes que estoy aquí, ¿no? —murmuró el sub-alfa junto a su oreja—. Sabes que te quiero.

Taehyung entrecerró los ojos. Su corazón latió cálidamente, ellos nunca se decían ese tipo de cosas, pero nunca era mal momento para recordarlo. Habían sido inseparables desde pequeños por algo. Cuando se distanciaron, Tae asintió con la cabeza, se frotó la nariz con unos dedos. Y Jimin le instó a que entrara a casa. Se marchó cuando entró por la puerta.

*Prohibida la distribución de este fanfic sin permiso de la autora. Puedes descargar esta historia completa en Patreon.com/chispasrojas

Jungkook se desplomó sobre el suelo de madera del salón gimnasio. Sin camiseta, sudoroso, con la realidad amortiguando el sonido a su alrededor. Su piel se encontraba febril, una extraña respiración enfermiza. No podía soportarlo, su enfrentamiento con Taehyung estuvo a punto de matarle esa noche.

Namjoon le encontró cerca de la zona de vestuario, trató de arrastrarle y le pidió ayuda a Julen para traer unas toallas cuando el alfa se sentó sobre el suelo. Apoyó la espalda contra una fría taquilla.

—Ten —Julen regresó al vestuario ofreciéndole una bebida isotónica helada.

El azabache tomó y la pegó a su mejilla sintiendo el efecto refrescante. Poco a poco, logró volver a centrarse en la realidad que le envolvía. Namjoon se sentó en el suelo, a su lado, con una cinta deportiva en la frente. Julen se cruzó de brazos y se apoyó contra la puerta para evitar la entrada de cualquier otra persona.

—¿Sigues con esos temblores? —formuló Namjoon.

—No me libro de ello —respiró Jungkook con una voz que le costó reconocer como propia.

—Jungkook, escucha; necesitas tranquilizarte, estás perdiendo el control de ti mismo —procedió Namjoon con una voz mediadora—. Ayer te vi beber tanto que pensé que enfermarías, y hoy has hecho tanto ejercicio que vas a matarte.

—Y no ha comido demasiado desde el miércoles —agregó Julen—. Ha adelgazado dos kilos. ¿Estás tomando algo más que ese batido proteínico que te di?

—Tienes que parar —añadió Namjoon.

Jungkook se mantuvo en silencio, con la mirada e iris oscuros perdidos, inexpresivo, de rostro indescifrable.

—Tae estará bien. Se recuperará, aunque te odie.

Aquella mención fue lo único que le hizo reaccionar, miró a Namjoon como si acabase de quemarle con un trozo de metal ardiendo. Incluso creyó haber leído cierto terror ocultándose tras la oscura pupila dilatada de sus ojos. Jungkook tenía miedo, estaba paralizado, enfermando por un enfrentamiento que creía haber provocado.

Esa noche, se miró a sí mismo en el espejo. Tras una lucha, se vistió con una camisa de seda blanca, peinó un lado de su cabello hacia atrás con espuma para el pelo, se presentó en la cena de negocios a la que debía asistir y actuó como si nada pasara. Como si no sintiera nada. Incluso llegó a creer que era incapaz de sentirlo, comió sin hambre y actuó con una relativa normalidad mientras algo por dentro de él se desgajaba.

Renzo estaba allí, él era más importante. Pero cuando salió de la cena, se cruzó a Yui, a su progenitora, y a un par de familiares más de la joven. Sus miradas se cruzaron, Jungkook rozó apropósito su hombro. Puede que Yui fuese despreciable. No le importaba; él también lo era. Necesitaba liberar sus frustrantes hormonas y su prometida no era la peor opción que tenía.

Ella era perceptiva, se despidió de su familia y se fue con Jungkook sin decir media palabra. Subió a su coche sabiendo perfectamente lo que quería. Podían haberlo hecho en el asiento trasero, puede que incluso hubiese sido divertido estacionar en algún sitio solitario y mover el asiento de piloto hacia atrás para tener un poco más de espacio, pero esa noche necesitaba aparearse realmente con alguien para buscar un ansiado pinchazo de dopamina que le ayudase.

Pagó una habitación demasiado cara sólo para su uso, subió con su prometida y se besaron apasionadamente. Para Jungkook era ese tipo de pasión fría en la que, en ocasiones, disfrutaba para acallar el eco de su vacío. La montó sin mayor problema, tras rasgar el envoltorio del profiláctico con los colmillos. Yui estaba algo apretaba, pero no era virgen y montarla fue divertido, desestresante. No tenía por qué preocuparse por su fuerza, ella también era alfa, lo disfrutó muchísimo y llegó a contar hasta tres orgasmos entre los cambios de posiciones, juegos, y la mezcla de champán que pudieron tomar tras saquear el minibar.

En la madrugada, cuando el sol aún no había salido, Jungkook contempló la ciudad de Busan a través de la ventana, tras el fino visillo que le otorgaba intimidad. Tenía la espalda llena de marcas de uñas y arañazos, un mordisco de Yui en el hombro (un simple mordisco de dientes, sin colmillos). La liberación de dopamina, el roce físico y la descarga sexual fue útil, pero por dentro se sentía como un perro. Exiliado, vacío, sin dueño. Como si alguien le hubiese pateado tras un atropello.

Se sentía enfermo, aunque lo que hubiera hecho esa noche fuese lo que cualquier pareja de alfas prometidos hacían en sus noches.

Él sólo quería poder formar parte de la vida de Taehyung, antes de que vivir sin él terminase matándole.

Taehyung perdió la cuenta de días que pasaron desde el incidente, su estado de salud había desmejorado con un cansancio general, fatiga y una especie de depresión que no sabía de dónde había salido. Ni siquiera podía concentrarse en clase, descartaba todas sus pinturas, sus trazos salían mal, no sabía cómo diablos pararlo.

Jimin había estado actuando como un guardián. No parecía querer decírselo, pero Tae sabía que estaba alerta por él y un poco más dulce que de costumbre (sólo quería que se sintiese cómodo cuando estaban juntos).

En ocasiones, soñaba con un lobo negro. Había guardado la bufanda de Jungkook en el último cajón de su cómoda; ese objeto era como una de sus mayores obsesiones y adicciones. Se habían herido mutuamente, le había atacado como un gato rabioso. Tenía muchas ganas de llorar cuando lo recordaba, pero no porque se creyese las palabras que Jungkook le arrojó tratando de herirle, sino porque sentía que se encontraba lastimando algo mucho más profundo entre los dos, que les conectaba.

«¿De qué tenía tanto miedo?», se preguntó una tarde de llovizna en casa. Miró por la ventana y apoyó el mentón sobre un brazo, contemplando la tenue lluvia caer y remojar todo su barrio, el asfalto oscuro y brillante, los coches llenos de rocío que se heló sobre los cristales.

Después de una cena con mamá y papá, Taehyung regresó a su dormitorio y vio unos cuantos vídeos divertidos y banales en su portátil, sobre la cama.

A penas eran las diez de la noche, la luna llena asomó tras unas nubes que pudo ver desde su ventana, la lluvia amainó y Taehyung fue al cuarto de baño para lavar sus dientes. Fue a correr el visillo antes de volver a repantigarse en su cama, pero la luz lunar le provocó una leve excitación que le hizo querer salir de casa.

Muy pocas veces le había pasado (generalmente era un omega reservado y le gustaba aguardar en su hogar), pero la mezcla de estrés y ansiedad de esa semana le hizo sentirse muy inquieto, no quería dormir, tenía más hambre que de costumbre y le apetecía hacer cualquier cosa que quedarse en su habitación. Bajó la escalera y entró a hurtadillas a la cocina, robó un tazón de yogurt al que le puso sirope de chocolate y miel. Se lo comió a cucharadas, después mordisqueó una rebanada de pan, unas galletitas saladas e incluso estuvo a punto de comerse un trozo de ramen seco.

Eran efectos de los periodos de ciclo lunares, pero esa noche fue mucho más intenso, no pudo controlar el extraño jadeo que escapó de entre sus labios cuando percibió la presencia de alguien más, tras las paredes de su casa. Salió al porche descalzo, en pijama, los dedos de sus pies se mojaron sobre el césped húmedo. En su barrio, formado tan sólo por pequeñas casas, apenas había luz en los porches traseros.

Vio su silueta, sus extraños iris dorados. Vestía de negro, parecía algo descuidado, sin chaqueta, con una camisa negra desabotonada hasta la mitad del pecho, dejando a la vista sus clavículas. Su cabello se encontraba despeinado, mechones oscuros y ondulados esparcido sobre su rostro, ocultando parte de sus cejas y ojos, espesas pestañas negras, ensombreciendo su mirada. Su olor, la menta, el chocolate amargo de un bombón de cereza confitada esperando a ser mordido. Los rastros de un cítrico suave, bajo un aliento entrecortado.

Taehyung dio unos pasos, se apartó del porche y desvió la mirada esperando a que le siguiera. Él lo hizo sin mediar palabra, el omega apoyó la espalda en el basto revestimiento de madera de la pared anhelando que le siguiera. Lo hizo con obediencia, el azabache apoyó un brazo en la misma pared, por encima de uno de sus hombros. Sus alientos se unieron y el fino toque de sus yemas perfiló una de las redondas mejillas del omega.

Los dos jadearon por el toque, tan sutil, tan doloroso.

—¿Por qué temes de mi? —le preguntó su lobo enfermo, débil, afligido.

—Un alfa me hizo daño, mucho daño —respondió Taehyung, o más bien, la luna que resplandecía por su lobo.

Eran demasiadas cosas, Jungkook no le daba miedo sólo por ser un alfa. Temía por sí mismo, porque sus actos le empujasen a volverse algo que no reconocía. El pelinegro rozó sus labios con su aliento, pensó que iría a besarle y gimió esperando que lo hiciera, pero se distanció de él súbitamente, para caer de rodillas sin explicación.

Cuando volvió a alzar la cabeza, pudo ver el brillo rojizo de sus globos oculares.

—Dame una oportunidad, te lo suplico —jadeó Jungkook con una voz desesperada—. Sólo una. Yo jamás te arrancaría de tu vida, no te haré daño.

—¿Crees que podemos ser amigos y estar cerca sin lastimarnos?

—Mi preciosa luna, mi Lobo interior me apuñalaría antes de lastimarte.

Taehyung se sintió muy afligido con sus palabras.

—Jungkook, lo que pasó el otro día... yo... lo siento...

—No... —trató de detenerle débilmente—. No... yo lo siento...

—Escucha mis palabras —Taehyung se inclinó sobre su rostro agarró el cabello de su nuca entre los dedos—; odio que me ames y que me desees de esta forma, odio desear corresponderte y seguir pidiéndote que te marches y no vuelvas. Pero si vuelves a hacerlo, moriré sin ti.

Jungkook contempló sus carnosos labios, el brillo de sus ojos de un castaño claro bajo la única luz de la luna, estaban helados, Taehyung temblaba por andar descalzo sobre el césped mojado, también por él. Sus propias rodillas comenzaban a empaparse hasta llegar a su piel, pero no le importaba, no suponía un problema que el omega agarrase su cabello con fuerza, ni arrodillarse ante él. Su Lobo quería permanecer así, dócil, sumiso ante la única criatura por la que se doblegaría hasta perder la cabeza.

—Dime, Jungkook —pronunció Taehyung con suavidad tras unos segundos—, ¿crees que podrías amar a alguien que está roto?

—No estás roto, sólo permites que el miedo te domine.

Taehyung esbozó una sonrisa sobre su rostro.

—Bueno, yo no tengo a un Lobo interior que hace temblar a todos lo que me ven.

—No, tienes algo mucho mejor que eso —expresó Jungkook con una profunda calidez—, brillas por ti mismo. No eres una luna, eres un sol.

Taehyung se sintió conmovido por sus palabras, apenas pudo retener el impulso, presionó con sus labios por encima de los del alfa unos segundos. Duró poco, pero fue mucho para ambos. Después de eso, el resplandor de los iris dorados de Jungkook se marchó. Él besuqueó la muñeca que se lastimó el día que se revolcaron como un par de perros rabiosos, Taehyung se sonrosó un poco, le hubiera detenido mucho antes si no estuviese bajo los excitantes efectos de la luna. Fue vergonzoso que alguien besase su muñeca de esa forma, y se sintió mucho más tímido viendo el efecto reflejo de Jungkook.

Su forma de disculparse con él, cuando él mismo fue el que se tiró sobre su espalda para arañarle como una perra desatada. Puede que algún día pudieran reírse de eso si realmente lograban ser amigos, pero cuando Taehyung regresó a casa, a solas, sabiendo que Jungkook se había marchado, subió la escalera con los pies helados, cerró la puerta tras su espalda y se deslizó sobre está hasta quedar sentado sobre el suelo.

«Se sentía curado».

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