Capítulo 26

*Esta historia pertenece a Chispasrojas. Prohibida la distribución de este fanfic sin permiso de la autora. Puedes descargar esta historia completa en Patreon.com/chispasrojas

Capítulo 26. Elegir tu destino

Jungkook pasó la madrugada en su apartamento, tras dejar al gamma frente a su casa. Se permitió una ducha fría, un cambio de ropa para liberarse de aquel traje, mientras las sábanas de su dormitorio gritaban el nombre de su omega. Sus ojos aún se encontraban dorados frente al espejo, de un amarillo cristalizado que bombeaba bajo las ganas de vengarse; la policía nunca saciaría su apetito. En su reflejo, contempló su cabello oscuro húmedo, formando ondas, peinó un lado hacia atrás con los dedos, dejando a la vista el rapado de su sien. Su rostro parecía cansado, inesperadamente inexpresivo teniendo en cuenta toda la tormenta que trascurría por dentro.

En veinte minutos más, salió de allí. Pasó a primera hora de la mañana por una tienda de Apple, donde se hizo con un nuevo teléfono y el duplicado de su número. Encontró una decena de llamadas perdidas durante la madrugada, su familia, Jimin, Namjoon, alguien de la empresa.

No tardó ni dos segundos en devolvérsela a Jimin, obviando al resto del mundo. Sus pies se orientaron hacia su Mercedes, deseaba reponer el depósito y volver a ese estúpido hospital así tuviesen que expulsarle de nuevo.

Jimin sintió a su propio teléfono vibrar en el bolsillo, dio un respingo en la cómoda butaca donde reposaba. Pestañeó somnoliento, posando sus iris sobre Tae. Apenas hacía media hora que había pasado otro doctor para revisarle, y él estaba despierto, todavía atontado, con el sopor de los medicamentos. El sub-alfa se levantó del sillón como si hubiese sido la noche más larga de su vida. Miró su teléfono y descubrió el contacto de Jungkook en mitad de la resplandeciente pantalla. Volvió a mirar a Taehyung de soslayo, no quería alterar sus constantes, por lo que decidió deliberadamente salir de esa habitación antes de hablar con el alfa.

—Voy a por un café —masculló, abandonando la estancia.

Afuera, casi se dio de bruces con Namjoon. Sin corbata, ni chaqueta, las mangas arremangadas, cabello platino algo despeinado, y una sonrisa de labios, ofreciéndole un café de máquina.

—¿Quieres un donut?

—¿Aún sigues aquí? —dudó Jimin, agarró el café hirviente con un pestañeo curioso.

—Oh, buenos días a ti también —exhaló Namjoon con cierta ironía—, ¿cómo está la criatura?

—A-ah, perdona, e-es que pensaba que te habías largado hace un rato —se excusó Jimin afablemente—. Gracias por el café. Ohn, el médico ha pasado dos veces. ¿O han sido tres?

Namjoon asintió con la cabeza, se llevó el café a los labios seguidamente.

—Quédate por aquí —le pidió Jimin en voz baja—, Jungkook llamó. Voy a devolverle la llamada antes de que me corte los coj-

—¿Qué? ¿Te ha llamado? —interrumpió Namjoon—. ¿A ti?

—Eh, ¿sí?

—Genial, acabo de perder mi puesto de mejor amigo en sólo veinticuatro horas —satirizó el alfa bajo el mismo tono.

Jimin se rio levemente; dudaba muchísimo de eso. Era capaz de asegurar que Jungkook sólo le llamaba a él, porque era al único al que se veía con ánimos de estrangular si no cuidaba del peligris como correspondía. Cuando atravesó el pasillo, pasó de largo de la sala de espera y salió a una pequeña terraza remarcando su número.

—¿Jeon? Buenos días.

—¿Está Taehyung bien? Voy de camino a la comisaría —mencionó el alfa, saltándose las formalidades—. Iré al hospital en cuanto termine.

—Eh, calma. Tae está atontado, pero no está tan mal —declaró el rubio, apoyando una mano en la barandilla exterior—. No ha parado de preguntar dónde estabas, así que, tuve que besarle haciéndome pasar por ti.

Jimin escuchó a Jungkook gruñir ligeramente al otro lado del teléfono, él soltó una risita satisfecha. Por supuesto que estaba bromeando, es más, había escuchado a Tae llamar el nombre de Jungkook en sueños tantas veces, que tenía ganas de vomitar un arcoíris.

—Te pondré un bozal, perro —le arrojó Jungkook con tirantez—. Pero tengo cosas más importantes que hacer hoy. Yoon me ayudó a revisar las cintas de las grabaciones de...

—Q-qué Yoon, ¿qué?

—Tu querido gamma no sólo es más listo que tú, también avistó al sospechoso —sonrió Jungkook, girando el volante—. Tenemos las imágenes inéditas, y además de eso, sus nombres.

—Ah, eso es genial —Jimin se pasó una mano por la mandíbula—. Tae también dijo algo. Parece que recuerda muy bien su olor, ayer se lo describió a Namjoon antes de quedarse dormido.

—¿Conoces a Drake?

—¿Drake? Hmnh, me suena —titubeó Jimin—, creo.

—Suji te apuñaló.

—E-espera, ¿cómo sabes...? —el sub-alfa se detuvo a sí mismo—. Oh, claro. Yoon —se frotó seguidamente la frente—. Pero, un momento, ¿qué diablos tiene que ver esa gente contigo? Son peligrosos. Muy peligrosos.

Jungkook suspiró lentamente al otro lado del auricular.

—El mundo es un pañuelo, Park —declaró el lobo—. Desgraciadamente.

La llamada que compartieron no duró mucho más, Jimin le aseguró que le avisara si trasladaban definitivamente a Taehyung, desde el hospital provincial a la clínica privada de Nakdong, dónde podrían estar más tranquilos. Cuando el joven Jeon llegó a la comisaría de Busan, se encontró inesperadamente con Lee Seung-gi, en compañía de su mismísimo padre, Jiro.

Jiro agarró el codo de su hijo, clavando unos oscuros iris sobre los dorados del chico.

—Jungkook, tus ojos. ¿Q-qué diablos...?

—Está bien —Jungkook tiró del brazo, deshaciéndose de su agarre—. Sólo está descansando, volverá en otro momento.

Su uso de la tercera persona advirtió a Jiro de que su lobo era quien había tomado el mando. El lobo de Jungkook no respondía a su padre, tampoco a su familia biológica. El único ser que consideraba familiar desde su primer brote, siempre había sido Renzo, quién, de alguna forma, era respetado por su instinto como un antiguo líder, un lobo viejo, y su único interés afectivo hasta la aparición de Taehyung.

—¿Qué haces aquí? —preguntó el pelinegro.

—Kim Seokjin me llamó, me dijo que habían atentado contra la vida de mi hijo —mencionó Jiro exasperado—. No contestaste a ninguna de mis llamadas, ni siquiera pudimos localizarte. La gente vio tus ojos amarillos, Jungkook. Todos estaban preocupados por tu desaparición.

—Pueden esperar —el más joven entrecerró los ojos—, tomaré unas vacaciones indefinidas.

—Jungkook, por el amor de dios —exhaló su padre—, ¿qué te ha pasado en la mandíbula?

Los iris del pelinegro fueron hasta el agente Lee Seung-gi, y mientras tanto, el comisario se aproximó a ellos con la boca abierta, reconociendo sus aspectos. Dos alfas, prácticamente celebridades, allí, en mitad de una la ajetreada comisaría central Busan.

—Intentaron matar a mi omega —la voz de Jungkook sonó seca, grave, feroz—, para acabar conmigo.

—¿Qué...? ¿Cómo sabes qué...?

El azabache alzó el archivo recopilado por Lee Seung-gi, respecto al Red Velvet.

—Toda la información está ahí —se la dio al comisario, explicándose—. Traté de razonar con el propietario. Julen es un viejo amigo, su socio Drake está implicado en el intento de homicidio.

—¿Puedes demostrar lo de Drake?

—No lo sé —Jungkook se mordisqueó la lengua—, pero tengo imágenes de alguien que trabaja para él. Y mi omega, si es que se recupera, podrá identificarle. Será mejor que lo haga él, porque si lo hago yo —inesperadamente, esbozó la sonrisa más perturbadora que jamás vieron en su vida—, no responderé mediante actos legales.

*Esta historia pertenece a Chispasrojas. Prohibida la distribución de este fanfic sin permiso de la autora. Puedes descargar esta historia completa en Patreon.com/chispasrojas

Atentar contra la vida de un Jeon podía salir muy caro, ellos disponían de los mejores abogados y recursos económicos necesarios para hundir a una persona. Y, además, las familias acomodadas alfas eran realmente protectoras con los suyos. Cuando los Jeon supieron que el heredero de la familia había recibido un ataque indirecto a su vida, la noticia sobre que se encontraba enlazado a un predestinado voló como la pólvora. En sólo unas horas, salió en los noticiarios, en la prensa rosa digital y un puñado de periodistas acosaron a su teléfono personal.

Jiro le pidió que no se preocupara, sólo eran eso, «cotilleos». Los mortales, la población beta y otros tantos, necesitaba algo de lo que hablar en sus corrientes vidas.

—No está enlazado a mí —pronunció el lobo esa mañana.

A la salida de la comisaría, sobre la gran escalera de piedra, Jiro se detuvo con un rostro rígido.

—Debes hacerlo —dijo en una clave firme—. Sé lo que siente mi hijo, pero tú, ¿le amas, o no es así?

—Le amo —pronunció con una especie de ronroneo.

—Entonces, enlázale —exigió Jiro, sacó una mano del bolsillo de su pantalón y se llevó un puño a los labios—. Eso es amor, protección, una auténtica promesa de lealtad.

—Le prometí hacerlo... sólo qué, aún no.

El alfa mayor alzó ambas cejas.

—¿Qué? —dudó—. ¿Por qué?

—Le prometí que lo haría después de su graduación —contestó el azabache en voz baja—. Él quiere... tiempo...

—Queda un año para eso —exhaló su padre, se pasó una mano por el cabello canoso y trató de explicárselo—. No se trata de modernismos, Jungkook, se trata de seguridad. Yo enlacé a tu madre antes de casarnos, pero los omegas tienen que enlazarse si encuentran a su pareja destinada —tuvo una pausa—, ¿sabes lo que podrían haberle hecho para llegar hasta ti? Algo mucho peor que un accidente, algo mucho más horrible que matarle rápido. Un enlace forzoso, te arrancaría parte de tu ser. Un mordisco en su nuca, por parte de uno de esos lobos peligrosos, y podrías volverte loco viéndole convertirse en una maldita marioneta sin vida-

—P-para.

Jiro giró la cabeza, Jungkook tenía el rostro desencajado. El joven dejó escapar su aliento, con un rítmico pálpito horrorizado. No había pensado antes en los efectos que podían hacer ese tipo de cosas entre los predestinados. Si el corazón de Taehyung elegía a alguien más, y se enlazaba con esa persona a voluntad, puede que no hubiese consecuencias entre ellos. Pero un enlace forzoso, una ruptura obligada entre dos almas que se amaban, podía ser nefasta tanto para uno como para otro. Jiro tenía razón en eso, no haber enlazado a Taehyung era una falta de consideración, una irresponsabilidad.

—Es mi consejo. Haz lo que debes hacer, habla con él y enlázale. Es tu omega, un mordisco le protegerá de cualquier depredador sexual —prosiguió Jiro lentamente—. Sabes cómo funciona eso, Jungkook. Su aroma cambiará, estará mucho más seguro en propiedad de su pareja.

El azabache bajó la cabeza, apretó la mandíbula. No dijo nada. Sabía muy bien cómo funcionaban las parejas de enlace, aunque él aún no hubiese mordido a nadie.

«Lo enlazaré esta misma noche», pensó el lobo. «Es mío. Debo protegerle».

«No puedes hacerlo, así como así», el auténtico Jungkook fracturó su mente con una nueva voz. «Debo hablar con él».

«Vaya, has vuelto».

«Llevo aquí más de lo que te gustaría», pensó Jungkook.

«Vuelve a la cama, cielo», le dedicó su propio lobo. «Puedo encargarme de nuestra vida yo mismo».

«Sí, consiguiendo un veto indefinido en el hospital provincial de Busan, ¿es qué eres un perro rabioso?».

«Taehyung no dará a luz a nuestros cachorros allí, de todas formas», contempló su alterego. «Estará más seguro en casa, con los cuidados de una comadrona beta».

El pelinegro bajó la cabeza, se quejó ligeramente por el dolor de cabeza (su desdoble de personalidad siempre causaba cierta jaqueca) y se masajeó la sien con un par de dedos en lo que su padre seguía hablando.

—Y no te preocupes por la prensa, se iban a enterar tarde o temprano —parloteaba su padre—. Le diré a Macy que desvíe todas las llamadas a su teléfono, ella sigue siendo tu mánager personal, ¿verdad? ¿Jungkook? ¿estás bien?

El más joven asintió con la cabeza, pestañeó ligeramente, mientras sus iris castaños volvían lentamente a formar parte de sus ojos. Sentía la cabeza embotada, le dolían los ojos por no haber dormido en toda la noche.

—Avísame si el inspector Lee o el comisario te notifican de la detención de alguno de esos dos —le pidió a Jiro.

—Por supuesto. Ah, y, trae a mi hijo de vuelta —sonrió su padre—. El auténtico.

Jiro no vio muy bien sus ojos, los iris del alfa puro aún se debatían entre un castaño dorado, decidiéndose temporalmente por el amarillo vidrioso. Jungkook aún se sentía débil, puede que sus magulladuras internas fueran invisibles, pero dolían tanto como el dolor físico del omega.

Se despidieron a esa hora, tras haber solucionado todos los asuntos interpuestos con el abogado personal de la familia. Jungkook regresó a su coche y comprobó su teléfono; tenía un mensaje de Jimin.

Jimin (13.17pm): «Me he ido con los Kim, han aprobado el traslado de Tae al centro de Nakdong».

Jungkook (13.53pm): «¿Está allí ahora?».

Jimin en línea (13.54pm): «Le han dado una habitación hace diez minutos. Esto parece un hotel de lujo, ¿dónde esconden el minibar?».

Jungkook soltó una carcajada. Bloqueó la pantalla de su teléfono y metió la llave en el contacto, prendiendo el motor. En quince minutos, aparcó en el estacionamiento de la clínica privada. El edificio tenía una sola planta, estaba rodeada de setos bien cuidados, ligeramente situada al exterior de la ciudad. En cuanto entró por la puerta corrediza de cristal, una joven le reconoció. Su abuelo Renzo había estado hacía relativamente poco allí, y con todas las noticias de la prensa últimamente, cualquiera reconocería su rostro.

—Señor Jeon —sonrió la chica sub-alfa—, ala izquierda, habitación 2. Es la más tranquila, y tiene buenas vistas. La familia de su pareja y su primo siguen por ahí.

—¿Su primo?

—H-huh, un chico, así —señaló su altura—, de cabello rubio. Pendientes en una oreja y chaqueta de cuero marrón.

El azabache reprimió una sonrisita.

—Sí, el rey de los primos, más bien —ironizó, él se detuvo frente a la joven y sacó un billete de cincuenta mil wons de su cartera—. Tráele gardenias para ponerlas en la mesa. Y de almuerzo, dile al chef que saque albóndigas de dónde sea.

—¿Gardenias blancas, señor? —procuró la joven—. Oh, pero, no sé si podemos añadir albóndigas a su dieta, le han quitado esta mañana el suelo.

—Sí. Está bien, pero trae las flores.

Jungkook pasó de largo y fue directo hacia el ala izquierda, allí reinaba el silencio. Sin aromas molestos ni antisépticos, sin calefacciones excesivamente altas, y el comedor ubicado en el otro extremo del moderno edificio. El pasillo no era de un blanco chirriante, sino en tonos madera, anaranjados, las habitaciones tenían cortinas de distintos tonos pastel. La habitación número dos era de un suave amarillo, con un sofá en tono crema, televisión propia, cuarto de baño privado, e incluso un armario. La cama hospitalaria era exactamente igual que la de cualquier otro paciente, aunque Tae pensó que las sábanas eran mucho más cómodas y, además, tenía una colcha celeste muy suave.

El pelinegro encontró a Lu con Jimin, les saludó unos instantes.

—Está dormido.

—Aún está débil, pero esta mañana dijo que tenía hambre —sonrió la progenitora del peligris.

—Este omega, siempre traga demasiado —bromeó Jimin, acto seguido indicó con la cabeza a Lu para ir a buscar su almuerzo—. Es estupendo que acabes de llegar, nosotros vamos a comer.

Jungkook se mordisqueó el labio, agradeció mentalmente que se llevase a Lu para tener un instante a solas. Él entró en la habitación, empujando la puerta con una mano. Efectivamente, Tae estaba dormido, la cama ligeramente doblada. Sus mechones voluminosos y grisáceos esparcidos sobre la mullida almohada. Sus iris fueron a comprobar la habitación, la habían acomodado bien para el familiar que se quedase con él, dejando una pequeña nevera con bebidas y snacks, un teléfono fijo pegado a la pared, y una guía de canales para el televisor.

Él se aproximó a la cama del omega, se sentó en el borde, y con el dorso de su mano, acarició su pómulo hasta despertarle. Tae necesitó parpadear varias veces para enfocar sus pupilas, y sintiéndose víctima de los poderosos calmantes, pensó que su visión aún formaba parte de una experiencia onírica. Cuando sus iris dorados se encontraron con los almendrados, Tae abrió la boca, dejó escapar un jadeo, una especie de gemido de necesidad, en lo que su rostro se debatía entre la felicidad y las intensas ganas de llorar por todo. Jungkook siseó con su lengua, frenó su intento de hablar mucho antes de eso. Se inclinó a su lado, y sujetando su rostro, dejó un suavísimo beso en una de sus comisuras como si fuese lo más especial, frágil, y de valor incuestionable que poseía.

—Perdóname —le suplicó a Taehyung repentinamente—. Perdóname por no haber pensado en ti antes.

—¿Q-qué...? Jungkook...

—Si te hubiera perdido, si te hubieran hecho daños irreparables —farfulló, con una desesperación en la que nunca le había escuchado—, una parte de mí hubiera muerto contigo, mi luna.

—Jungkook, estoy mejor de lo que-

El pelinegro le estrechó con fuerza y de repente, comenzó a temblar en sus brazos. Taehyung se quedó helado escuchando su sollozo, se mareó un poco por su estado, por la fuerza de su abrazo, más una extraña emoción latente, sacudiéndole. Se asustó muchísimo por tener al alfa llorando en sus brazos, nunca le había visto así; romperse en pedazos, tiritar, utilizar su hombro como un apoyo, estrechando su pecho como si fuese algo valioso.

—No pasa nada, estoy aquí —murmuró Taehyung estrechando suavemente su espalda—. Estoy bien. A-ay, no me dejas respirar.

Jungkook le soltó en cuanto dijo eso, Tae tenía costillas fracturadas y casi lo había olvidado. El peligris le miró fijamente, con debilidad y lástima, llevó unos dedos a uno de sus pómulos húmedos. El alfa desvió su mirada, retirando sus iris amarillos y ojos húmedos.

—Kookie, mírame —solicitó el omega, apartando un mechón de cabello negro—. No llores por mí. Me partes el alma en pedazos.

De repente, Tae se dio cuenta de la magulladura de su mandíbula, un moretón oscuro y extendido que tintaba un lado de su rostro como una mancha de acuarela.

—Oh, ¿qué es esto? —preguntó con un mohín—. ¿Por qué tienes un golpe?

—No importa.

—Debe doler —rebatió Tae.

—No duele tanto como tú.

Taehyung dejó escapar su aliento, le observó de perfil recuperarse lentamente.

—He interpuesto una denuncia contra los agresores que perpetuaron tu accidente —le contó Jungkook—. Es probable que los detengan hoy mismo, pero, tendrás que identificar al tipo que las cámaras de seguridad grabaron.

—El de la capucha —murmuró el peligris—. Mnh.

—Son peligrosos, Tae. Pero mi familia ha puesto una segunda denuncia, por agresión a su apellido —prosiguió el alfa—. No volverán a tocarte, te lo prometo.

—Jungkook —Tae pestañeó, contemplándole de perfil—. Espera, ¿por qué tienes los ojos dorados?

El silencio del azabache alertó al omega sobre lo que había pasado, precipitadamente, agarró una de sus manos con una sacudida en su pecho.

—¿Es por lo que me ha pasado? ¿Está Jungkook bien?

—Está descansando —contestó su compañero alfa—. Sentimos tu accidente, pero él absorbió casi todo el daño. Intentaron matarme a través de ti.

El pelinegro giró la cabeza para mirarle, se encontró con los ojos del omega perdidos en el otro lado de la habitación, colmados de lágrimas, los labios apretados como si tratase de retener un inminente llanto. Él fue hasta Tae de nuevo, y sujetando su rostro con una mano, dejó un tierno y lento beso en uno de sus pómulos, en su mejilla, en la comisura de sus labios y finalmente, sobre estos. Tae se hundió en el almohadón, agradecido de recibir unos suaves y cariñosos labios que borrasen sus lágrimas. El calmante diluyéndose en sus venas, y amor de su lobo, sanando las cicatrices de su propia alma. En el intercambio de alientos húmedos, respiraciones y leve roce de belfos, volvieron a mirarse a sólo unos centímetros, muy de cerca, frente con frente, con una caricia de pestañas, más pupilas dilatadas. Los iris castaños del alfa regresaron para él, borrando el dorado, Taehyung se sintió feliz por tenerle de vuelta.

El auténtico Jungkook estaba ahora con él, y Tae abrazó su cuello y respiró profundamente en su hombro. Un poco después, el pelinegro trató de serenar sus corazones, se sentó en una silla que arrastró junto al borde de su cama, agarró una de sus manos y entrelazó sus dedos, llevando la conversación a cualquier otra cosa que no pudiera perturbarle. Lo cierto era que se equivocaba, a Tae le perturbaban más cosas que tres alfas rabiosos; estaba perdiendo clases en la universidad y los exámenes finales de tercero se encontraban más cerca que nunca.

Debía pasar como mínimo, una semana en la clínica, pero él quería comenzar a estudiar cuanto antes. Jungkook le prometió que se lo diría a su madre y a Jimin, para que le trajesen el material que necesitaba. Quería pedirle que se lo tomase con calma, pero Tae no era bueno tomándose nada con calma. Él era un espíritu inquieto.

Se quedó durmiendo un rato después, en lo que Jungkook miraba su teléfono, agradeciendo mentalmente que su mánager Macy hubiese desviado todas las llamadas que no pertenecían a su agenda, a otro número. Una empleada de la clínica privada entró en el dormitorio con el enorme ramo de gardenias blancas que Jungkook había solicitado, el pelinegro sonrió un poco, eran preciosas, la chica las colocó en un bonito jarrón plateado junto a la cama del omega. Un poco más tarde, le trajeron el menú de almuerzo sin albóndigas, pero al menos con lo suficiente para ajustar su dieta a algo saludable que le ayudase a recuperarse.

—Despierta —murmuró el alfa, colocando la mesa móvil con la bandeja.

Tae estaba medio atontado, pero gracias a que pudo incorporar su cama para quedarse más cómodo, recuperó su apetito con ánimo.

—Puedo comer solo —dijo el peligris, agarrando un cubierto—. No soy un bebé.

Jungkook arqueó una ceja. No dudaba de sus capacidades, aunque si aquel fuese su lobo en vez de su propio yo, le hubiese arrancado el cubierto de la mano para darle de comer él mismo (su devoción no tenía límites).

En unos minutos más, le vio llenarse las mejillas de un menú exquisito. Señaló el ramo de gardenias como si hubiese aparecido allí por arte de magia (Jungkook le dejó creer que así era, pese a que él mismo las había encargado para él).

—Es muy bonito, quiero pintarlo.

—No puedes pintar nada ahora —sentenció el alfa gravemente—, come. Bébete el zumo.

Taehyung le miró enfurruñado.

—Sí, señor Jeon —respondió con retintín.

Jimin y Lu regresaron a la habitación, pero no eran los únicos que vinieron desde la cafetería. También se encontraba Hoseok y un puñado de betas universitarios que debían ser amigos de Taehyung. Jungkook se vio desconcertado con la llegada de personas, olores y desconocidos. Su instinto más primario susurró que debía gruñirles a todos para que se largasen de su omega. Tae era «suyo» en ese momento, estaba herido y no quería que nadie más le tocase. Sin embargo, cedió a base de raciocinio, sólo porque eran sus conocidos.

—¿Qué hacéis aquí? —sonrió el omega—. Oh, dios.

—¡Te hemos traído chocolates! —Iris sacudió una bolsa de papel rojo, y una caja de bombones—. Cogerás cinco kilos, te lo aseguro.

Dentro de la bolsa había media docena de pastas de chocolate con leche y blanco, otras rellenas de naranja, fresa, coco, galleta, almendras, etc.

—Y nuestro pésame por tu carnet de conducir, duró lo que debía durar —bromeó Doyun rascándose la nuca—. Esto te pasa por creerte Mad Max.

—Esto es para ti —Minjoon le ofreció tímidamente, un pequeño ramo de lirios rosas—. Espero que no seas alérgico.

—Eh, eh, que está su novio delante —Jimin se interpuso cómicamente—. ¿Es que no tenéis consideración?

Taehyung tomó el pequeño ramo, mirando al sub-alfa con cara de pocos amigos. Todos giraron la cabeza en dirección a Jungkook, él se había quitado de en medio, se encontraba serenamente apoyado en la pared, de brazos cruzados, como si tan sólo fuera un mero espectador.

—¿Mhn? —dudó, sin molestarse realmente con eso.

«Sólo eran flores. Y de sus amigos», pensó.

—Me refería a mí —se burló Jimin, redirigiendo la atención a sí mismo—. Por supuesto. Soy un sub-alfa celoso, tened cuidado con vuestros regalitos.

Hoseok le dio una colleja para que se callase.

—Ouch —se quejó Jimin.

—Bocazas —le llamó en voz baja.

—Jay quería venir, pero su abuela tiene la gripe —agregó Iris ignorando a los otros lados.

—No, el de la gripe era su hermano pequeño —rebatió Minjoon.

—Era su abuela —discutió Iris.

—¿No fue el entierro de su abuela la semana pasada? —dudó Doyun en voz alta.

—Uy.

—Oops.

En lo que comenzaban a hablar de la estúpida universidad y el montón de exámenes y trabajos que estaban por acercarse, Jimin se sentó en el borde de la cama del omega, profanando una caja de bombones que no le pertenecían. Se metió uno aleatorio en la boca y a Tae le ofreció otro, para estimular su apetito. Él no era muy fan de los chocolates, pero ese bocado endulzó su paladar mientras sus amigos fanfarroneaban sobre que Minjoon había conseguido una supuesta novia (una chica de cuarto, beta).

En menos de una hora, Jimin sugirió que se marchasen. Hoseok también se marchó tras compartir unas palabras con el sub-alfa, fuera de la habitación. Tae liberó su aliento cuando todos salieron de allí, bombones, chocolates, flores, e incluso le habían llevado un peluche con forma de delfín, de color azul. Jungkook guardó las manos en los bolsillos, se aproximó a Tae hasta sentarse en su cama, y miró de soslayo su almuerzo.

—Debe haberse enfriado, pediré que te traigan otra cosa.

—O puedo comer chocolates, y salir de aquí rodando —dijo Tae, llevándose otro bombón a la boca.

Jungkook sonrió levemente, le miró con encanto.

—Tus amigos son muy animados.

—¿Chillones, quieres decir? Deberías verles en artes plásticas, es como un circo.

Los dos compartieron una risita en voz baja.

—Creo que Jimin me gusta más —opinó el alfa despreocupadamente—, sólo porque abre la boca mucho menos.

Taehyung se quedó pasmado. «¿Jungkook acababa de dejar caer que Jimin le caía bien? Eso era totalmente inesperado», se dijo, mirándole con un parpadeo.

—¿Estás bien? —dudó el peligris—. Tenemos suerte de estar en un hospital, aquí atenderán tu delirio.

Jungkook se mordió la lengua, sintiéndose un poco tímido. Se levantó de allí quitándole la caja de bombones y recogiendo la bandeja con su comida fría. Le dijo que sería mejor que primero almorzase algo en condiciones, antes de atacar todos esos dulces.

Durante la tarde, le hicieron una revisión a Taehyung y le colocaron un yeso más firme en su pierna fracturada. Además, le quitaron la vía y el gotero de calmantes, así como de sangre. Lo regresaron al dormitorio con una medicación de píldoras antiinflamatorias y otros. Cambiaron las sábanas para que estuviera más cómodo, y la habitación estaba recogida cuando regresó, había un par de blocs personales y una mochila con su carpeta y materiales para poder estudiar, hacer bocetos y llevar al día sus cosas desde la clínica. Jimin se encargó de traer todo eso desde su casa, Jungkook le pidió que se marchase y descansara tras ese par de estresantes días, él también debía tener cientos de responsabilidades universitarias.

—Estás seguro de que...

—Estará bien aquí, me quedaré con él.

—Vale, ehm, de acuerdo —musitó pasándose una mano por la coronilla—. Pues, llámame si sabes algo. Si la policía se pone en contacto contigo por la detención ese tipo.

—Lo haré.

El sub-alfa se marchó en la última hora de la tarde. Jungkook suspiró cuando se quedó a solas, regresó al dormitorio del omega, él estaba leyéndose sus apuntes, pero sus iris fueron a parar a él en cuanto cerró la puerta.

—¿Se ha ido?

—Se ha ido —repitió Jungkook.

—¿Y tú...?

—Me quedaré contigo —expresó el azabache—. Serena me dijo que me traería algo de ropa, hay un cuarto de baño privado, y ese sofá cama es estupendo. Adoro el menú de la cafetería, así que...

Taehyung levantó los brazos como un crío, exigiendo que fuera hasta él. Jungkook se aproximó a regañadientes (en el fondo, estaba encantado). Le dio varios besitos en la frente, acarició su cabello y se posicionó a la altura de sus iris, adorándole por completo.

—Ya no podré caminar hasta dentro de un mes —refunfuñó el omega—. No podré seguir trabajando en la panadería.

—Yo te llevaré a la universidad cuando tengas los exámenes.

—Huh.

—Piénsalo así, las próximas navidades podremos volver a patinar sobre hielo.

—E-eso sólo te gusta a ti —gruñó Tae—. A mí me da miedo.

—No te daba tanto miedo la última vez que lo hicimos.

Taehyung desvió su rostro, ligeramente ruborizado.

—Bueno, sí.

—Oye, tengo que decirte algo.

—¿Hmnh?

Jungkook bajó la cabeza, mordisqueándose el labio. No sabía cómo diablos decirle lo del enlace a Taehyung, ¿cómo iba a hacerlo para no parecer posesivo? ¿se enfadaría con él? ¿le rechazaría? El alfa tragó saliva y observó a Taehyung dejarse caer ligeramente hacia atrás, hundiéndose en el par de almohadas nuevas que le habían colocado. Sus párpados se entrecerraron levemente.

—Jungkook —pronunció entonces—, te amo. Y no porque lo diga nuestro destino. Quiero estar contigo porque te he elegido, no porque no pueda escapar de ti.

El pelinegro se quedó sin palabras, se humedeció los labios y apretó gentilmente su mano.

—Yo también te amo —murmuró con una voz de terciopelo—. Duerme un rato, estaré por aquí.

Esa noche, Serena llegó a la clínica con un bolso de ropa para su hijo. Se encontraron en el pasillo, justo cuando Jungkook regresaba del jardín de la clínica tras fumarse un cigarro (odiaba hacerlo, pero los nervios le habían vuelto a empujar a eso).

—Cielo.

—¿Mamá?

Serena se aproximó al chico, vestida con un traje femenino de seda blanca con pantalón, y cabello largo, rubio, más un fino maquillaje delineando sus ojos. Ella tocó el hombro de Jungkook afectivamente.

—Siento lo ocurrido, ¿está mejor?

—Sí —suspiró el joven—. Está dormido, por suerte, sus secuelas se recuperarán sin problemas.

—He visto lo de la prensa. Tu pareja de enlace —sonrió ligeramente la sub-alfa—, tienes un buen lío encima.

Jungkook exhaló una débil sonrisa.

—No te preocupes, a partir de hoy, todo será distinto —prosiguió Serena con un nuevo tono, mucho más severo—. No permitiré que nadie ponga la vida de mi hijo en riesgo. Lo que ha tocado es sagrado, Jungkook. Nadie se mete con un Jeon, y mucho menos con su pareja.

El pelinegro agradeció su apoyo, Serena mencionó que Ayane estaba de camino a Busan, después de la noticia.

—¿Ayane? Oh, no. No. No es necesario, estoy bien —manifestó pausadamente—. Tae está bien, detendrán a su agresor.

—Escúchame —Serena agarró su muñeca, bajó su voz todo lo posible, sin perder su firmeza—, si debes usar La Voz en quien sea, no duces en hacerlo, Jungkook. Los alfas de nuestro mundo pueden vivir en el rencor, en la ira, en un resquicio enfocado a la venganza. Si quieren hacerte daño, irán a por lo único que tienes, pareja, cachorros, tu debilidad. Marca tu territorio, nosotros nos encargaremos de la parte judicial.

Jungkook sabía a lo que se refería, Jiro le había dicho algo similar. Cuando Serena se marchó de allí, él se quedó finalmente a solas. Cenó algo ligero (llevaba veinticuatro horas sin comer, su estómago se había cerrado) y estaba regresando al dormitorio cuando su teléfono comenzó a sonar.

—Le tenemos —dijo Lee—. Pasará la noche en el calabozo.

—¿Quién...?

—Choi Suji, treintaiún años, sub-alfa, tiene antecedentes penales. No obstante, necesitaremos el testimonio de la víctima.

—Está bien —Jungkook se masajeó la frente con unos dedos—. Pero está ingresado, ¿podría ser el fin de semana?

—Sí, claro. Ah, y sobre el tal Drake... —continuó el inspector—. También tengo su informe de antecedentes, pero, hay un problema.

—¿Y es?

—No tenemos pruebas incriminatorias, Jeon. Ni siquiera sabemos dónde encontrarle.

—Suji trabaja para él —repitió Jungkook, ordenando paso a paso sus acusaciones—, Julen y Drake tenían ese maldito club. Julen lo cerró veinticuatro horas antes. Yo le ordené que lo hiciera, bajo el mandato de la Voz superior.

—Sí, y tenemos suficientes cargos por el informe —dijo Seung-gi—. Pero no sabemos el paradero de ese tipo...

El pelinegro se sintió encrespado.

«¿Sólo debían hacer una cosa y no podían hacerla bien?», pensó exasperado. Le dio tanta rabia, que sus iris volvieron a prenderse con una llama dorada. Estuvo a punto de golpear una pared con el puño, pero no quería hundir la pared, ni fracturarse los dedos en un momento tan crucial. Además, sabia que Taehyung se asustaría si le viese así, si oliese su liberación hormonal invasiva, o le notase tan irascible, tan perturbado. Él no quería darle más preocupaciones, por lo que se contuvo.

—Muy bien. Le llevaré el fin de semana a la comisaría para que le identifique —dijo Jungkook con una voz rasposa—, pero después de eso, yo mismo buscaré a Drake.

—Jeon —masculló el inspector al otro lado de la línea—, ten cuidado. No hagas nada que te ponga en un compromiso. Si asesinas a alguien, los mismos cargos irán para ti. Tienes una vida, trabajo, familia, pareja. No pierdas el control de tu lobo, por lo que más quieras.

Su llamada telefónica acabó ahí. Jungkook guardó el teléfono en su bolsillo antes de volver a machacar un dispositivo entre los dedos. Caminó por el pasillo hasta que se tranquilizó lo suficiente como para recuperar su control. Cuando se aproximó al dormitorio, una enfermera beta salió tras dejarle la cena a Taehyung en una bandeja. Jungkook le dio las buenas noches, atravesó la puerta y la cerró tras su espalda, sus iris chocolate se posaron un instante sobre el omega, quien mordisqueaba su cena, ojeando un canal de televisión donde daban un dorama de comedia-romántica.

Jungkook no se había dado cuenta hasta entonces del terror que tenía de perder a Taehyung, no sólo sentimentalmente, sino físicamente. No volver a ver nada más precioso que sus ojos, su olor a miel y avellana, a veces mezclándose con la pintura o las ceras pastel.

—Hola, ¿quieres? —Tae le ofreció compartir su cena—. Es demasiado.

—Ya he cenado.

—Estás más delgado.

—He comido poco desde hace dos días —suspiró Jungkook—, culpa mía.

—No hagas eso —le pidió Taehyung, con tristeza—. Por favor.

Él dejó la bolsa de su propia ropa al lado del mullido sofá, abrió el amplio ventanal para que la cortina ondease y refrescase un poco el ambiente. Se sentó en la silla, junto a la cama de Tae, cruzándose de piernas y clavando un codo en la rodilla, y su mentón, sobre su propia mano para mirarle.

—Tae.

—¿Qué? —dudó el peligris, le miró preocupado, con bonito pestañeo, como si fuese a decirle algo malo.

—Han atrapado a Suji, pero no a Drake.

—¿Y qué hay de tu... viejo amigo?

—Él estaba bajo La Voz. Los cargos del Red Velvet le afectarán lo suficiente —dijo Jungkook lentamente—. Pero que Drake no aparezca, me causa cierta inquietud.

El omega no dijo nada, le contempló, advirtiendo que Jungkook parecía muy serio, con un indescifrable rostro circunspecto.

—Q-quiero enlazarte a mí —expresó entonces.

Taehyung bajó la cabeza.

—¿Enlazarme?

—Tendríamos muchos menos riesgos si estuviéramos enlazados —le explicó cuidadosamente—, piénsalo así. Descartaríamos la posibilidad de que alguien te enlazase a la fuerza. Tu olor estaría unido al mío, ya tendrías una marca, no podrían hacerte daño en ese sentido.

—Pero, ¿crees que vendrán a por mí?

El pelinegro suspiró en tensión, sacudió la cabeza y se mostró dudoso.

—No lo sé. No estoy seguro.

Taehyung no dijo nada, permaneció sentado, sin moverse, con los iris sobre las sábanas, donde enterraba las piernas, con una de ellas enyesada.

—Me amas, ¿o no? —habló Jungkook con un tono lastimado—. ¿Por qué no quieres hacerlo? ¿Por qué te cuesta tanto?

—N-no me cuesta, es que... no sé...

—Qué importa, Taehyung —exhaló Jungkook, levantándose de la silla—, sólo es una maldita marca. Nos queremos, de todos modos. ¿O tú no...?

—Claro que te quiero —el peligris se sintió ofendido por su pregunta—. Pero, no sé si...

—Somos predestinados, esa marca no nos unirá más, no te obligará a estar conmigo. Sólo te protegerá.

—Jungkook, hace unas horas te he dicho que elijo estar conmigo —se defendió Taehyung, elevando su tono de voz—, no me siento obligado. Tranquilízate.

—Estoy muy tranquilo —rebatió Jungkook dando una vuelta por el dormitorio.

—No lo parece.

—Tú no entiendes lo que es que tú seguridad corra por mi cuenta.

—L-lo siento. Ojalá yo fuera el alfa, de los dos —respiró Tae, con los iris volviéndose vidriosos—. No me importaría si fuese así. ¡No me importaría!

—No se trata de que me importe, Tae —discutió Jungkook con él—. Dios, sólo tengo miedo, temo que te arranquen de mí. ¡Temo que te hagan algo más!

—¿No hay más soluciones, que no sea la del enlace?

—Supongo que sí —el pelinegro se guardó las manos en los bolsillos del pantalón y le miró desde el otro lado—. Romper nuestra relación. Alejarme de ti. Permitir que la estrechez de nuestro vínculo emocional se deshaga lentamente, se enfríe, hasta que nada nos haga daño.

Taehyung parpadeó.

—¿R-romperías conmigo? —pronunció escéptico.

—No creas que no lo he pensado. Tal vez sería lo mejor para ambos —confirmó el alfa fríamente—. Si me voy a Seúl, estarás en paz en Busan. Esos perros vendrán detrás de mí, de todos modos.

El omega comenzó a llorar de repente, Jungkook giró la cabeza, se asustó por su reacción. Hasta ese instante, no se percató de que estaba haciendo exactamente lo que no quería; asustarle. Estaba liberando unas sofocantes hormonas invasivas y Taehyung casi no podía respirar por su fuerte olor. Además, su forma de hablarle le había causado un extraño temblor.

—N-no me dejes.

Jungkook le contempló desde el otro extremo del dormitorio, sintiéndose horrorizado.

—M-muérdeme. Prefiero que me muerdas —articuló el omega, frotándose los ojos con la manga—, pero no te vayas a Seúl. No me dejes solo.

—Joder...

El alfa fue hasta él, se inclinó sobre su cama para abrazarle, arrepintiéndose profundamente por haberle dicho eso.

—No te vayas, por favor —lloriqueó Tae tiernamente sobre su hombro—. N-no puedes dejarme así-

—No voy a hacerlo —murmuró Jungkook, le estrechó con cuidado y apartó sus lágrimas—. Lo siento. No debí haber dicho eso.

—Muérdeme —Taehyung agarró las mangas de su camisa, como si tuviera miedo de que realmente le abandonase—. Enlázame a ti.

Esa misma noche, Jungkook se dio cuenta de que no podía hacerlo. Ni el impaciente e irreverente de su lobo quería hacerlo. No así. Taehyung tenía problemas con las relaciones, un rechazo natural a sentirse vulnerable. Él se había labrado poco a poco su camino con él, y no podía obligarle a que se decidiese por un enlace precipitado. Quería enlazarse con él cuando el omega estuviese totalmente seguro de hacerlo, cuando le pidiese hacerlo, porque deseaba tener una marca suya en su piel y en su alma. «No podía enlazarle bajo un montón de lágrimas».

—Jungkook.

—Lo siento —repitió el alfa, bajando la cabeza—. Perdóname... n-no...

—Enlázame —solicitó Taehyung.

—No, así no.

—No quiero que pienses que no te amo...

—Sé que lo haces —le detuvo Jungkook, ciertamente atormentado—. Sé perfectamente lo que sientes, mi luna... no quiero hacerte daño con esto... lo siento.

Un poco después, se sentó en la cama con el omega, echando un brazo por encima de sus hombros. Tae reposó la cabeza bajo su hombro, estuvieron hablando con más serenidad hasta tarde. El peligris comprendió que el estrés de Jungkook le había llevado a actuar así; Tae también tenía miedo de perderle, pero de otras formas, empezando por unas propias inseguridades que el alfa quería borrar.

—No vas a irte, ¿verdad? —murmuró Taehyung cuando apagaron la televisión—. Me has perseguido tanto desde que nos conocimos, que, si te vas, te prometo que nunca te lo perdonaré, Jungkook. Nunca.

—No podría ir a ningún lado sin ti —susurró el azabache, reposando su mejilla sobre su cabeza—. Me has atrapado.

Tae sonrió un poco, miró sus dedos enlazados y adoró la forma de su mano con la suya.

—¿Me lo prometes?

—Te lo prometo.

—Quiero que me muerdas antes de la graduación —confesó el omega—, pero no sé... cuándo...

Jungkook se quedó en silencio, le estrechó un poco y suspiró profundamente. Teniéndole en sus brazos, todo parecía más fácil, todo se sentía seguro. No le importaba esperar el tiempo que fuera.

—Sea como sea, mientras ese tipo no aparezca, tendrás que soportarme más de la cuenta —declaró Jungkook, pellizcó su mejilla juguetonamente—. Moc, moc.

—¿Más? —la sonrisita de Tae se ensanchó, y seguidamente elevó la cabeza para mirarle—. No sé si sobreviviré a ti y a tu lobo.

—Oh, pues tendrás un coche antes de tu cumpleaños. Lidia con tu orgullo más tarde.

Taehyung refunfuñó, abrazó su cuello y se quejó un poco por el dolor abdominal. Como no hablaron mucho más después de eso, se quedó muy relajado a su lado, hasta dormirse. Jungkook decidió levantarse despacio para cederle su espacio. Él cerró la ventana, se hizo un hueco en el sofá tras agarrar una manta del armario, apagó la luz y se dejó caer allí. Tae durmió profundamente esa noche, olvidó las horas. La presencia de su lobo actuó como otro de esos calmantes, a esas alturas confiaba ciegamente en él.

En su sueño, vio a un lobo enorme, de denso cabello negro, al que abrazó sintiéndose pequeño. El lobo debía medir dos metros, como la criatura que dibujó en su lienzo. Amor, destino, decisiones. Fuera como fuese, le quería a su lado. Ese lobo negro de ojos dorados era lo único por lo que la luna llena brillaba. Y por el que había elegido amar, en lugar de huir sobre quién era él mismo en realidad.

*Esta historia pertenece a Chispasrojas. Prohibida la distribución de este fanfic sin permiso de la autora. Puedes descargar esta historia completa en Patreon.com/chispasrojas

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top