Capítulo 24
*Esta historia pertenece a Chispasrojas. Prohibida la distribución de este fanfic sin permiso de la autora. Puedes descargar esta historia completa en Patreon.com/chispasrojas
Capítulo 24. γ
En el apartamento de Namjoon, Jungkook se sentó en una butaca que su amigo le indicó. Instantes después, regresó ofreciéndole una bolsa de hielo para que se la pusiese en la mandíbula. Jungkook aceptó su cortesía, pese a que no le doliese tanto. No obstante, la hinchazón había alcanzado un lado de su rostro y la boca aún le sabía a sangre.
Jungkook se hundió en el asiento, cruzándose de piernas. Se alegraba de no haberle devuelto el puñetazo a Julen, pues en su época adolescente, su Lobo le hubiera golpeado hasta destrozarse los nudillos. Sin embargo, ahora se conformaba con la agridulce sensación de haberle humillado bajo una orden imposible de romper para su instinto de lobo seguidor. La voz del líder de la manada, este caso, la de un alfa puro, siempre estaba por encima de la voluntad del sujeto. Por eso, instintivamente, todos palidecían ante la presencia de un alfa como Jungkook. No era agradable pensar que un desconocido podía obligarte verbalmente a hacer algo indeseable.
Pese a todo, Jungkook lo había hecho por su bien. La otra opción que tenían era la de ponerse en contacto con la policía, y que encarcelasen a Julen.
—Hiciste lo mejor para él —expresó Namjoon, él miró por la ventana, ofreciéndole la espalda—. Te odiará mientras cierra ese club, pero con el tiempo, entenderá por qué le hemos sacado de esto.
—No sé si lo entenderá —expresó el azabache en voz baja, sosteniendo la bolsa de hielo junto a su mandíbula—. Le he visto... demasiado reticente...
—No esperé que mencionase a tu abuelo —suspiró Namjoon, le echó una mirada de soslayo, desde la ventana—. ¿Crees qué...? ¿tendrá represalias?
—No lo creo —comentó Jungkook con aire reflexivo—. Pero se equivoca en algo, los actos del pasado que ahora recaen sobre nuestra casta, no tienen por qué definirnos. Sé que Jeon Renzo no es un superhéroe, Nam, ya no soy un niño. No obstante, la fortuna de mi familia no se basa en la población campesina de los cincuenta. Los contratos son legales, mi abuelo se preocupó por corregir sus errores pasados. Y a mí, me transmitió una profunda moralidad que no pienso abandonar —entornó sus párpados, y continuó con seguridad y convicción—. Julen se equivoca, no puede atacar al apellido Jeon con asuntos del pasado. No puede hacerme daño.
—Eran otros tiempos —asintió Namjoon—. Ahora... todo es distinto...
Jungkook y él se miraron, los siguientes segundos transcurrieron en silencio, con algo más moviéndose entre las bambalinas de sus palabras.
—¿Tienes una relación con un alfa varón? —se aseguró el pelinegro.
Namjoon se mordisqueó el labio, bajó la cabeza y asintió, sin mencionar nada más. Jungkook no se sintió mal porque no se lo hubiera contado, supuso que era normal que se hubiese guardado algo que podía caracterizarle como promiscuo o darle una fama algo indeseada. La homosexualidad se justificaba hacia los omegas, cuyos varones, aparte de estar casi extintos, en términos naturales, seguían viéndose como hembras. Con las demás castas, la sociedad coreana tendía a ser un poco homofóbica, sobre todo, porque los alfas eran unos puritanos que sólo pensaban la descendencia de su sangre.
—Eh, Nam.
El alfa volvió a mirarle, el rostro de Jungkook le pareció ciertamente dulce, y sus palabras, sonaron cuidadosas.
—Es quien eres, no tienes por qué ocultarlo —expresó el pelinegro, y lentamente, sus comisuras se curvaron—. Además, ¿sabes que yo besé a un alfa en la universidad?
—Espera, ¿qué? —Namjoon pestañeó divertido—. Venga ya.
—Era eso, o cerrarle la boca de un puñetazo —agregó Jungkook—. Funcionó, aunque ese tipo no me gustó demasiado.
—Podías haber besado a Julen —se burló su amigo—. ¿Lo has pensado?
Jungkook soltó una risita baja.
—Nah, no —sonrió, con dolor de mandíbula.
«Sus labios ya pertenecían a alguien», pensó, sin llegar a pronunciarlo. «Alguien mucho más especial».
En ese rato que estuvieron en el apartamento de Namjoon, él le explicó un poco, que, en general, había probado a tener sexo casi con todas las castas, excepto la omega (era imposible encontrar a uno de esos). Por eso, Taehyung le causaba cierta fascinación. Era odioso que Jungkook hubiese tenido tanta suerte encontrándole.
Namjoon le ofreció un té y se preocupó por la hinchazón de su mandíbula.
—¿Quieres que llame a un doctor? A lo mejor pueden recomendarte algo para la inflamación, apuesto a que tu omega se pondrá histérico cuando vea el golpe.
El pelinegro se sintió un poco preocupado por eso, le había contado a Tae por encima lo que estaba sucediendo, pero quería dejarle fuera de sus asuntos. Esos temas de alfas se encontraban lejos de su mundo y debían seguir estándolo. Quería que se sintiese completamente ajeno a sus problemas, no deseaba verle preocupado por él. Y pese a todo eso, Taehyung ya había pasado la noche a su lado, tan sólo por verle cansado o excesivamente ocupado.
«¿Podía tener una luna que fuese más dulce y protectora?», formuló su lobo enamorado.
—No te preocupes, tráeme ese té —dijo Jungkook amablemente—. Me tomaré un antiinflamatorio más tarde.
Namjoon exhaló una sonrisa; Jungkook siempre se hacía el duro, pese a que estuviese sufriendo. Se encargó de preparar una infusión para ambos, Nam aún sentía a sus glándulas endocrinas liberando una pequeña cantidad de hormonas invasivas por el previo enfrentamiento con Julen (era una reacción natural ante amenazas) y buscar entre la medicación que guardaba algo que funcionase para aliviar la inflamación de Jungkook.
En los minutos que el pelinegro estuvo a solas, recordó que había olvidado algo importante.
«Jimin», aludió de repente. «El condenado informe del doctor Park Seojoon seguía en su bandeja de entrada y aún no le había comentado una información más que relevante».
Sosteniendo la bolsa de hielo en una mano, tomó su propio teléfono y marcó el contacto que Jimin le dio la vez que hablaron en la facultad de Bellas Artes.
Unos tonos más tarde, el sub-alfa levantó el teléfono como si un fantasma hubiese llamado a su puerta.
—¿Jeon? ¿Te has equivocado de número? —ironizó Jimin—. No, no voy a ir al cine contigo.
—Ni lo sueñes, polluelo —bufó el alfa puro con voz grave.
Jimin soltó una risita, se humedeció los labios mientras se apartaba de la muchedumbre para escucharle. A esa hora estaba con varias amistades, nada importante, aunque podía imaginar que, para que Jungkook le llamase, debía ser esencialmente significativo.
—¿Por qué me llamas? ¿No localizas a Tae?
—No, estuve con él por la mañana —contestó el azabache—. Pero tengo algo de tu interés. Se trata de lo que... me pediste ayuda el otro día...
El sub-alfa abrió la boca.
—Oh, ah —exhaló sorprendido—. ¿Te refieres a...? c-casi lo había olvidado.
—Bien, ¿quieres que te lo diga ahora? —dudó Jungkook al otro lado de la línea.
—Sí, sí. Claro.
—La variante de omega que buscas tiene nombre propio. Creo que puede sonarte, se conocen como gammas.
—¿Gammas? —Jimin apretó los párpados—. Espera, ¿qué? ¿de dónde ha salido eso?
—Escucha —siseó el alfa, soltó la bolsa de hielo sobre la mesita y notó un dolor de mandíbula mucho más prominente—. Son similares a los omegas, pero reúnen ciertas características que les difieren. Parece que los gamma apenas sobreviven al parto. Es un sub-género olvidado, sus genes les vuelven débiles, tienen mala salud y son infértiles por nacimiento.
Jimin dejó escapar su aliento lentamente, se llevó una mano a la cabeza, pensando en Yoon.
—Dios.
—Sus úteros no son capaces de agarrar el óvulo fecundado, por lo que no generan descendencia. Antiguamente, se les conocía como ovejas negras —explicó Jungkook, haciendo memoria del informe en su bandeja de entrada—. Si los omegas sufrían en el pasado por su condición, los gammas eran abandonados. Quedaban fuera de las manadas.
—Oh...
Jungkook le ofreció unos instantes de silencio, en lo que el sub-alfa lo procesaba. Pudo escuchar su aliento al otro lado de la línea, y el azabache lo lamentó por él, si es que consideraba que era una mala noticia.
—Park, si los omegas están casi extintos, la población gamma no existe. Ni siquiera hay estadísticas de ellos —comentó Jungkook cuidadosamente—. Puede que sea el único de toda la región de Gyeongsang, puede que del país. Si necesitas ayuda, puedo ofrecerte...
—N-no, no —negó rápidamente el rubio—. Está bien. Creo. Es que, no tenía ni idea, y...
—Creo que hay ayudas del estado para los gamma, por su situación de exclusión y esos asuntos —agregó el alfa—. Si te soy sincero, el compañero con el que he hablado, me escribió suficientes datos. Te los enviaré para que los revises tú mismo.
—De acuerdo...
La respuesta de Jimin sonó tan lúgubre, que Jungkook se detuvo unos segundos, preguntándose si realmente se encontraba bien. Contuvo su aliento y colgó un poco después. No quería presionarle, entre ellos, la tensión se disipaba lentamente, no obstante, Jungkook no iba a olvidar que estaba echándole una mano por ser el mejor amigo de su pareja, no por él.
Jimin apoyó su espalda en un árbol cuando Jungkook le pasó los datos por correo electrónico. Se distanció de sus amigos y abrió el archivo en su Smartphone, con el corazón zumbándole en la garganta.
Leyó lo que el azabache le mencionó sobre la habitual fragilidad física de los gamma, palidez, frialdad, cabello generalmente albino y ojos sin color. Los periodos de celo cíclicos eran dolorosos, duraban varios días y podían ser estresantes para el gamma. Solían tener una naturaleza agresiva con la gente que les rodea, pero eran muy, muy protectores con lo que consideraban como algo suyo. Usualmente, se sacrificaban por los seres queridos, y podían perecer sin motivos aparentes. En los noventa se realizaron una serie de estudios en los que se demostraron que podían fallecer a causa de una fuerte pena o tristeza, al perder a un ser querido, o a una pareja.
Jimin bloqueó la pantalla de su teléfono, pensando que había tenido suficiente. No podía leer nada más de eso. Era horrible. Terrible. Sera estaba enferma, pero era una beta. ¿Iba a perder a Yoon en algún momento? ¿Por eso había sido agresivo cuando se acostaron? ¿Para eso quería una identidad falsa? ¿Trataba de protegerse?
El rubio salió disparado de allí, olvidando a sus amistades. Sacó las llaves de su vehículo e ignoró el ponerse el casco. Con el corazón en la garganta, atravesó la ciudad de Busan en busca del peliazul. Fue al edificio residencial donde Yoon vivía, esperando que no estuviese trabajando esa mañana, porque si era así, pensaba irrumpir en su lugar laboral así le costase ganarse unos gritos por su parte.
Afortunadamente, vio la luz de su apartamento prendida y esa nublada mañana en la que las temperaturas permanecieron húmedas. Descartó tomar el ascensor y subió saltándose los peldaños, hasta llegar a su planta. Fue lo más tonto e irreflexivo que hizo, pero en ningún momento se le cruzó por la cabeza arrepentirse o detener sus pasos, cuando alguien abrió la puerta de aquel piso sin que él tuviese ni siquiera que tocar al timbre.
—Sí, llevo la lista encima —contestó Sera, rebuscando en los bolsillos de su chaqueta vaquera.
—No hace falta que compres gofres.
—¡Pero te gusta desayunar gofres! ¿Eggos, eran?
Jimin atravesó el rellano, esquivó a Sera, y pasó junto a su hombro dirigiéndose precipitadamente hasta Yoongi.
—¡No quiero ganar peso-o-oh! —Yoon se tambaleó cuando Jimin le abrazó con fuerza. Se quedó estático, sintiendo el veloz corazón del sub-alfa contra su propio pecho—. ¿J-Jimin?
Su aroma le abofeteó, también su nerviosismo y su inesperada aparición. Sera les miró desde el rellano, arqueando una ceja.
—Eh...
—N-no me dejes —musitó el rubio con una voz temblorosa.
Yoon posó ambas manos en sus hombros.
—¿Qué...? —farfulló, sus manos se deslizaron hasta su rostro, agarrándole para que le mirase—. ¿Qué dices? Jimin, ¿qué haces aquí?
Cuando pudo ver sus iris, advirtió la humedad del rubio, su rostro desencajado y una extraña desesperación dibujándose en su rictus. Yoongi adivinó de dónde salía esa cara, pese a que no pudo imaginarse qué tan afectado estaba sintiéndose.
—P-por qué no me lo has dicho, e-eres un estúpido, un inconsciente, un imbécil-
—M-me voy —mencionó Sera, haciéndose a un lado—. Hablad tranquilos.
Yoongi le hizo un gesto con la cabeza para que se largase rápidamente, la puerta se cerró tras la espalda de Jimin. Quedaron a solas, con el silencio precipitándose sobre sus respiraciones. El gamma volvió a mirarle, sujetando sus dos manos para que se tranquilizase.
—Jimin... estoy bien... no sé qué es lo qu-
—¿Gamma? ¿En serio?
—Estoy bien —repitió Yoongi, asustado—. ¿Cómo lo has... sabido...?
—¿Por qué te inyectas esa basura? —le arrojó Jimin.
Yoon apretó los labios.
—Reduce los efectos —dijo con frialdad.
—No sigas haciéndolo —le exigió el sub-alfa—. No puedes seguir abusando de medicamentos para simular ser lo que no eres.
—Llevo años haciéndolo. Eso no importa.
—¡Te matará!
—N-no me grites —gruñó Yoongi, le soltó y retrocedió unos pasos—. Mira, no sé de dónde has sacado lo de los gamma, pero no se te ocurra decirme qué es lo que debo hacer en mi vida, ¡tú ni siquiera sabes lo que es no existir para una sociedad dominada por alfas!
Jimin le miró con el ceño fruncido.
—Existes, ¡existes para mí! ¡No estás solo!
—¡Sí que lo estoy! —el peliazul volvió a retroceder—. M-márchate. No necesito que te compadezcas de mí, no quiero qu-
—No.
El sub-alfa avanzó hasta él, agarró sus hombros con un par de manos firmes.
—No vas a alejarme.
—Jimin, vete.
—No, ¡no!
—¿Qué es lo que quieres que reconozca? ¡Soy un puto gamma, las familias abortan para evitar tener a los de mi casta!
—¡¡Deja de decir eso!!
—¡Jim-
Jimin selló su boca con sus labios, los dos se tambalearon unos pasos. Yoon se sintió tan frágil, que apenas pudo detener al sub-alfa. Sus dedos reaccionaron con una pasmosa debilidad cuando trató de apartarle, en unos segundos, Jimin dejó escapar sus labios, pero sus brazos se estrecharon alrededor del peliazul, sin soltarle. De repente, sintió a Yoongi comenzar a temblar bajo su contacto, el peliazul bajó la cabeza, emitiendo un irremediable sollozo. Jimin no esperaba que Yoon llorase tan precipitadamente y con tanta fuerza, pero poco a poco, comprendió porque estaba haciéndolo. «La gente le rechazaba por eso».
Terminaron acurrucándose en el sofá, con una manta cubriendo las piernas del gamma, con Jimin abrazándole como si fuera su propio cachorro, aunque más bien, Yoon creyese que era justo al revés. Jimin era el auténtico cachorro de los dos. Y, aun así, se dejó mecer por él, por primera vez. El rubio apartó sus brillantes lágrimas con un par de dedos, le estrechó con tanta delicadeza, que percibió como si algo invisible les hiciese encajar. Una extraordinaria devoción por el gamma, efervesciendo en las venas de su propio lobo dorado, abrasando las yemas de sus dedos por acariciar su albino cabello.
—Me multarán por hacerme el test, en cuanto vean que tengo una acreditación falsa —dijo Yoon con debilidad—. Debo permanecer como beta.
—Creo que tengo a alguien que puede ayudarnos con eso —comentó el sub-alfa en voz baja.
Desde el hombro de Jimin, Yoon escuchó su voz con una de sus manos jugueteando con la de su compañero, bajo la manta.
—No quiero ser gamma —repitió el peliazul—. Puedo vivir así. Siempre lo he hecho.
—Yoon —musitó Jimin, orientó su rostro con un par de dedos, para que le mirase—. Si tuvieras un accidente, o un problema de salud, podrían cometer una negligencia por tratarte con una medicación específica para betas. No eres un varón beta, eres un varón gamma. ¿Quieres arriesgarte de esa forma?
—Qué importa... n-no tengo por qué acabar en un hospital...
—Importa. Tienes útero, ovarios —dijo el sub-alfa—. También sufres cambios hormonales. Los betas no tienen ciclos, ni celos, y los varones carecen de útero.
—Huh, ya —ironizó Yoon en voz baja—. Podrían sacarme el útero, de todos modos, no sirve para nada siendo gamma.
Jimin le estrechó entre sus brazos, apoyó su barbilla sobre su sien, detestando su forma de expresarse.
—Sigues siendo tú —alegó en un murmullo—. ¿No es suficiente?
—No entiendo, ¿por qué no te doy asco?
—¿Asco?
Yoongi se liberó de su agarre para mirarle.
—Te has apareado conmigo —expresó el gamma con neutralidad—. Soy como un muñeco, incapaz de crear vida. Es como si ya estuviera muerto, como si... hubiese nacido para ser desechado, como un pañuelo usado...
—Basta —le detuvo Jimin, y con un jadeo, sostuvo su rostro a unos centímetros del suyo—. No me arrepiento de nada, ¿me oyes? Jamás vuelvas a pronunciar esas palabras, eres una persona, Yoon. Por encima de nuestras malditas castas.
El peliazul bajó la cabeza, su compañero volvió a atraerle, le abrazó en silencio, con una profunda molestia por que estuviese siendo tan cruel consigo mismo. Yoon entrecerró los ojos, de alguna forma, se sintió reconfortado por su calidez. Tenía miedo de despertarse y que Jimin fuese un sueño, que él no fuese real, que su vulnerabilidad le estuviese haciendo creer que le había encontrado.
—¿Cuáles serían los efectos si dejases de inyectarte? —preguntó Jimin con precaución.
Yoongi meditó en eso, le contestó alguna de las probabilidades que se le pasaron por la cabeza, con la voz amortiguada bajo su cuello.
—Celo, olor más fuerte, y probablemente, me comportaría de forma errática.
—¿Errática...?
—Me vuelvo celoso, desconfiado y excesivamente protector —detalló Yoon—. Una vez, arañé a Sera. Sólo discutimos, pero yo... n-no pude evitarlo... trajo impregnado el olor de un alfa a casa. Y por un momento, no la reconocí. Pensé que era peligrosa.
Jimin se quedó en silencio unos segundos, pensando en todo eso.
—Has estado cuidando de ella tú sólo —expresó el sub-alfa—. Tomaste el liderazgo y tu instinto se alzó para tomar el control.
—No hay forma de que pueda evitarlo, las píldoras supresoras nunca funcionaron —le explicó Yoongi pausadamente—. Los calmantes son lo único que deja a raya mi instinto. ¿Sabes que la única vez que Sera trajo a alguien, le mordí?
Jimin sonrió un poco. Podía haber pensado que Yoon tenía problemas de agresividad, no obstante, a él se le hizo adorable.
—Yoon, escucha...
El gamma le miró con cierta timidez.
—Yo cuidaré de ti —le prometió el rubio—. No volverás a estar solo.
—Pero yo... no quiero ser tu responsabilidad...
—No, eres mi elección. Es muy distinto —dijo Jimin—. No obstante, debemos solucionar lo de tu acreditación, para que en el futuro no tengas problemas.
—¿Mhn? P-pero...
—Me dejaste entrar aquí —prosiguió el sub-alfa—. Es como tu nido, ¿verdad? ¿Por qué lo hiciste?
El peliazul parpadeó, se sintió un poco aturdido por su pregunta.
—Yoon-
—No lo sé —dudó Yoongi.
—Ah, no lo sabes —sonrió Jimin—. Ya...
—A-a lo mejor es porque me gustas —confesó Yoongi con las mejillas sonrosadas—. O porque tengo complejo de niñera. Te apuñalaron por mi culpa.
—Oh, ¿te gusto? Qué sorpresa —se burló Jimin ligeramente—. Eso sí que no me lo esperaba.
Yoongi se cruzó de brazos y le miró mal.
—Crece un poco —dijo fastidiado.
Jimin se rio despreocupadamente, su rostro se serenó un poco después, él se inclinó a su lado, abrazándole.
—Sea como sea —murmuró Jimin—, no puedes abandonarme.
Yoongi no dijo nada, pero se preguntó por qué Jimin pensaba que iba a marcharse a algún lado. ¿Lo decía porque los gamma podían morir de tristeza cuando perdían a sus compañeros? Yoon también había pensado en eso, y puede que también por eso, se preocupase tanto por su única compañera de vida. Sin embargo, se sintió reconfortado estuviese allí, envolviendo su frío corazón con sus palabras.
«Jimin había entrado en su vida sin permiso», pensó.
Sera regresó a casa unos minutos después, había intentado demorarse todo lo posible para no interrumpirles, y entró al salón, encontrándose una escena muy tierna. El peliazul se hubiera escapado de los brazos de su compañero para no darle algo a Sera con lo que burlarse de él, pero sus células gamma se encontraban vibrando en una hermosa sintonía con las del sub-alfa. El aura de Jimin era tan cálida, segura, como un rayo de sol calentando su lomo. Le costó una barbaridad arrancarse de él para para poner los pies sobre la tierra. Y con el corazón en la garganta, se pasó una mano por el cabello mientras Jimin comenzaba a actuar como si realmente, todo estuviera en su lugar.
—¿Gofres con nata? —formuló Sera, en dirección al más joven—. Son casi las doce, pero me gusta desayunar tarde.
—Me encanta —confirmó Jimin, con media sonrisa.
*Esta historia pertenece a Chispasrojas. Prohibida la distribución de este fanfic sin permiso de la autora. Puedes descargar esta historia completa en Patreon.com/chispasrojas
Julen le contó todo, absolutamente todo a su socio Drake. Cerró el club bajo los efectos de La Voz superior, y se encontró con Drake, con una terrible ansiedad por lo sucedido. Su instinto alfa se sometió al de Jungkook en todos los aspectos, ni siquiera podía pensar en cómo vengarse de él, sus dedos no se moverían si lo intentaba. Sus labios, sus manos, su cuerpo no se moverían si quisiese volver a enfrentarse. Al menos, no hasta que el efecto se diluyese lentamente, con el paso del tiempo. Necesitaría días, puede que semanas.
Drake partió una copa entre sus dedos cuando Julen le dijo que había despedido a la plantilla. Que el negocio que compartían había echado el cerrojo indefinidamente.
En ese momento, se encontraba junto a Suji, un fiel seguidor y amigo de sus asuntos de la noche.
—No podéis enfrentaros a un alfa puro —dijo Suji—. Ese hijo de puta...
—A un alfa puro no, pero tiene un omega —comentó Drake, limpiándose la mano con una servilleta de tela.
Julen levantó la cabeza, tenía los ojos vidriosos, rojizos por la ira y la vergüenza. Él le había contado esa información, sobre el omega de Jeon.
—¿Y? —dudó Suji—. A no ser que estén enlazados, no servirá de nada hacerle daño.
—Son predestinados, ¿verdad? —formuló Drake, en dirección a Julen.
Julen no se vio capaz de responder, asintió con la cabeza dificultosamente, casi como si su propio cuerpo le detuviera.
—Y están juntos —añadió Drake—. Si matas al predestinado, se muere el otro. Así funcionan esos vínculos. Por eso son tan peligrosos.
—¿Q-qué...? —jadeó Julen.
Suji señaló su malvada inteligencia. Tenía razón en eso. Puede que el Lobo interior de Jungkook sobreviviese a la muerte de su omega, pero la psique de Jungkook, se destruiría en un 90%. Y si sobrevivía físicamente a un dolor tan grande, quizá ni siquiera volvería a ser el mismo. Acabaría en un psiquiátrico.
—Déjame eso a mí. Se me da bien rastrear el olor de esas criaturas —exhaló Suji, emitiendo una sonrisa torcida—. Decidle adiós al imperio Jeon. El lobo no volverá a levantar cabeza, ni a alzar La Voz.
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Jimin agarró la caja de medicinas y la tiró a la papelera. Miró de soslayo la bola de nieve con el par de lobos en su interior, sus iris se toparon con los grisáceos del gamma justo después de eso. Yoongi parecía sereno, ligeramente preocupado por ver sus medicamentos en la papelera, en lo que su compañero musitaba que sacaría el contenido a un contenedor de basura en cuanto se marchase de allí.
El sub-alfa se sentó en el borde de la cama, posando una palma sobre su regazo.
—Ven —solicitó.
Yoon se acercó a él, tenerle en su pequeño dormitorio era raro. Y más extraño aún se le hizo escucharle con esa claridad.
—Prométemelo.
—¿Qué no me inyectaré?
—Buscaremos otra solución si tienes dolores, ¿vale?
El peliazul asintió con la cabeza, Jimin agarró su cintura y le abrazó, hundiendo la cabeza bajo su pecho. Yoon tardó unos segundos en responder a su abrazo, posó los brazos sobre sus hombros, tocó su cabello dorado lentamente y seguidamente, hundió la nariz sobre su cabeza, percibiendo el agradable aroma a suave champú, rastros de tabaco y naranja dulce.
—Eres un bebé enorme.
Escuchó a Jimin soltar una risita ligera.
—¿Cómo va a cuidar un cachorro de mí? —bromeó, pese a que terminó aceptando su petición.
Le fue imposible sacarle de su apartamento, e incluso pensó en alguna excusa para lograr que Jimin se quedase allí más tiempo. Afortunadamente, el rubio no pareció tener intenciones de marcharse. Que se llevase bien con Sera fue un punto a favor, y durante la tarde, Yoon se hizo un hueco en su regazo. Terminó sentándose sobre él para reclamar lo que era suyo, un espacio de confort y calidez que quería mantener para él mismo. Jimin se percató lentamente, Yoon no era muy mimoso, pero marcaba territorio. Se dejó arrastrar de forma natural hacia él, ya fuese con un brazo sobre los hombros mientras veían algo, o simplemente estrechando sus dedos cuando no estaban hablando.
Cuando anocheció, Jimin se ofreció a ayudarles con una cena sencilla, ramen con salsa y brotes de soja. Tras la cena, estuvieron tomándose unas cervezas hasta tarde. Sera se fue a dormir después de una agradable charla.
—Me quedaré en el sofá —se ofreció Jimin—. Ya he dormido aquí en otra ocasión.
El gamma titubeó un poco, sin embargo, lo aceptó, expresando que le traería una almohada. En lo que se demoraba en el cuarto de baño, cepillándose los dientes, Jimin jugó sucio e invadió su habitación. Agarró el único osito de peluche que tenía y se tumbó sobre la cama, con una auténtica desfachatez. Yoon entró en el dormitorio sin percatarse, estaba a punto de sacar la almohada extra del armario, cuando de repente, escuchó un carraspeo ajeno. El gamma soltó un gritito tonto cuando encontró a Jimin en su cama.
La penumbra del dormitorio le hizo cerrar la boca, Jimin iba sin chaqueta, sin zapatillas converse. Sus comisuras se curvaron lentamente, en lo que el peliazul le miraba.
—¿No te han enseñado a no invadir espacios privados, Park?
—Nah.
Yoongi dio unos pasos hacia la cama, clavó una rodilla en el borde, y Jimin tiró de él, para que le acompañara. Se tumbaron juntos, y pese a que Yoon pensó que le reclamaría con algún roce explícito, sólo fue abrazado. Complacientemente estrechado.
—Le envidio —susurró Yoon más tarde.
—¿A quién? —formuló el rubio en murmullo.
—A ese omega.
Jimin se sintió un poco desorientado, aunque no tardó demasiado en adivinar a quién se refería.
—¿Taehyung...?
—¿Qué hizo para enamorarte?
El sub-alfa incorporó la cabeza, le miró como si estuviese de coña.
—Yoon, ya no existe nada de eso entre nosotros. Lo sabes.
—¿Le has hablado de mí...?
—H-huh —Jimin se llevó una mano a la frente—, no demasiado. Estos días hemos estado un poco... ocupados.
—¡Hmnh!
Yoon rodeó su cuello con los brazos, subió sobre su regazo y atrapó una de sus piernas con dos muslos. El rubio apoyó la cabeza en la almohada, le miró con cierta timidez, desde abajo.
—Apuesto a que él te adorará. Y tú también —dijo Jimin.
El gamma no dijo nada, se inclinó sobre su cuello, e inesperadamente, Jimin sintió varios mordisquitos de los afilados y diminutos colmillos del gamma sobre su piel.
—¿Y-Yoon? Ay-
—Te marcaré para que lo sepa.
El sub-alfa miró al techo, con los pómulos ruborizados.
«Lo que le faltaba», pensó. «Un gamma dominante, sí que iba a ser su ruina».
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Taehyung salió de su trabajo, con la cabeza aún en las nubes. Caminó por la acera guardando las manos en la fina chaqueta larga que vestía. Pensó en Jungkook mientras andaba, la noche de antes había sido una especie de nirvana, dulce, caliente, lleno de mariposas. Creyó que podría acostumbrarse a tener su propio cepillo de dientes junto al suyo. Estaba enamorado de él hasta los huesos. De un momento a otro, giró la cabeza como si detectase algo. No había nadie tras él, pero una extraña sensación erizó su vello de camino a casa. Tomó un autobús y regresó a su hogar, encontrando el coche de su padre estacionado frente a la casa. Se detuvo un instante, dándole una patadita con la punta de los zapatos para comprobar la dureza del neumático.
«¿Debía usar sus ahorros para cambiarlos? Puede que necesitase renovarlos», pensó.
De repente, se giró en redondo, avistando a un hombre en la otra acera. Llevaba una capucha gris y su rostro estaba ensombrecido. Su olor a alfa hizo que Tae parpadease, retrocedió unos pasos, y con una mano en el tirante de su bolso, atravesó el porche y entró en casa.
El peligris era así, a veces no podía evitar sentirse incómodo con miradas desconocidas, especialmente, si encontraba aromas a alfas en un barrio familiar, lleno de betas conocidos.
En el interior de su casa, Taehyung se quitó la chaqueta y se asomó al salón.
—Hola, papá —se apoyó en el marco de la puerta—. ¿Utilizarás el coche mañana?
—Uh, no, no. Olvidé guardarlo en el garaje, pero en un rato salgo y...
—Déjalo ahí. Mañana lo llevaré a cambiar los neumáticos.
—¿Oh? —Seung pestañeó, encantado—. Magnífico.
Taehyung sonrió ligeramente.
—Ahora que voy a utilizarlo yo, creo que será mejor renovarlos —comentó despreocupadamente, antes de pasar de largo—. ¡Hola, mamá!
—Oh, pero si es mi hijo. Mi único hijo —ironizó Lu—. Dime, ¿cómo te va la vida de adulto? Oh, sí, tus padres también te echan de menos. Ven a vernos por navidades, ¿vale? ¿Recuerdas que el cumpleaños de tu padre es el uno de agosto?
El peligris arqueó una ceja.
—Mamá, sólo me he quedado a dormir una noche fuera, ¿quieres dejar de dramatizarlo todo? —gruñó Taehyung cómicamente.
—¡Casi no te veo! —teatralizó su madre—. ¿¡Estás más alto!?
Taehyung bufó, subió las escaleras, tras un «meh». A su madre le encantaba exagerarlo todo.
A la mañana siguiente, Jungkook le dejó un mensaje para verse a mediodía, mencionado que debían hablar sobre algo. Él aceptó, desayunó con su familia, y un poco después, comprobó sus correos electrónicos de la universidad por si acaso. Salió de casa no muy tarde, tras contar el dinero que llevaba encima. Se metió en el coche con la intención pasarse por el taller, se puso el cinturón y durante unos minutos, se esforzó por girar las llaves en el contacto para prender un motor que se mostraba reticente, su olfato detectó un ligero aroma a aceite.
«Debe haber una fuga», pensó, logrando arrancar finalmente el auto. «Le pediré que lo comprueben en el taller».
Giró el volante y se puso en marcha, tomando la primera carretera en dirección a la autovía. Ya había conducido en dos ocasiones con el coche de su padre, pero ese día, sintió el automóvil extraño. El volante se movía con facilidad, la palanca de marchas y el pedal de frenos no agarraba bien. Taehyung trató de disminuir la velocidad, pero el coche sólo tomó más y más. Trató de mantener la calma, su aliento abandonó sus labios mientras trataba de mantener el control del auto. No tenía frenos. No podía controlarlo. Y entonces, en su estrés, pavor e incomprensión, el control se fue de por sí sólo, hacia una fatídica colisión que se llevó por delante todo lo que había conocido.
*Esta historia pertenece a Chispasrojas. Prohibida la distribución de este fanfic sin permiso de la autora. Puedes descargar esta historia completa en Patreon.com/chispasrojas
Tras una noche tranquila, Yoon abrió los ojos, sintiéndose mecido por una profunda respiración ajena. Estaba entre unos brazos, bajo una mandíbula de la que no quería apartarse. Se incorporó lentamente, pestañeando con debilidad a su lado. El cabello de Jimin se encontraba despeinado, su camisa de cuadros abierta y arrugada sobre la camiseta blanca.
Volvió a recolocarse en ese hueco, deseando hacer un nido. No quería salir de sus brazos, deseaba ahogarse allí, cerrar los ojos y pensar que siempre había estado junto a él. E incluso en ese momento, su lado gamma le hizo saber lo feliz que se sentía por tener a un sub-alfa a su lado. Lo bueno de que Jimin lo fuera, es que su aroma no resultaba tan fuerte, no le hacía sentirse invadido o agresivo. Pero quería a Jimin para él, con una extraña posesividad que le hizo sentir ansiedad. Tenerlo allí, en su casa, en su cama. Que fuera sólo suyo. Le permitiría que le dominase sólo si aceptaba no volver a aparearse con nadie más que él.
Yoon gimió un poco en su cuello, Jimin se despertó con el paso de los minutos, presintiendo el extraño temblor que invadió a su compañero.
—Yoon —pronunció el sub-alfa, desorientado—. Eh...
Despertar en una cama ajena siempre era extraño, pero en esa ocasión, se ubicó con una asombrosa facilidad. No sabía por qué Yoon estaba tan ansioso, pero su estrés hizo reaccionar su propio pulso. Le sujeto, siseó en voz baja para que se tranquilizase, acarició ligeramente su cabello, su espalda, le habló en voz baja. Yoon dejó de clavar las uñas en sus hombros, su tensión muscular se desvaneció con el paso de los minutos, tragó saliva, respiró entrecortadamente, y cuando superó su bache emocional, se miraron.
El sub-alfa sujetó su mejilla con un par de dedos.
—No vuelvas a repetirlo —le dijo el rubio.
—¿Q-qué...?
—No me iré a ningún lado, no voy a abandonarte.
Yoon bajó la cabeza, cuando Jimin se levantó lentamente de la cama.
«¿Había estado repitiendo eso?», dudó. «Ni siquiera había sido consciente. No era él. Era su lobo gamma. Estaba muy asustado de perder lo que acababa de comprender que tenía».
El sub-alfa se marchó al cuarto de baño, tardó unos minutos, en los que Yoon se levantó con cierta fatiga. Pensar en Sera le hizo salir del dormitorio, la encontró en el salón, con las piernas cruzadas, una taza en la mano y en la otra, un periódico.
—¡Buenos días! —sonrió la beta.
—¿Tienes fiebre? —preguntó Yoongi.
—Ah, ¿no?
Yoon se acercó perezosamente, tocando su frente.
—Ya estoy mucho mejor —aseguró la joven—. Volveré al trabajo, entro a las dos.
—¿Seguro?
—¡Yoonie, dime algo! —masculló teatralmente—. ¿¡Anoche hubo sexo o no!?
Yoon le quitó el periódico de la mano y le dio en la cabeza.
—¡Se nota que estás mejor, animal! —gruñó ligeramente.
De repente, Jimin entró en el salón con un rostro muy distinto. Acababa de salir del cuarto de baño, pero tenía el teléfono en la mano. Su rostro estaba pálido, sus ojos, desencajados, y su voz sonó tan inestable que Yoongi sintió vértigo al escucharle.
—T-tengo que irme... T-Taehyung... —titubeó el sub-alfa—. S-su familia...
—¿Qué? —Yoongi se aproximó a él con los ojos muy abiertos—. Jimin, ¿qué ocurre?
Jimin agarró su chaqueta rápidamente con dedos temblorosos, ni siquiera le miró, hasta que el gamma sujetó su brazo. Al tocarle, percibió el horror en el sub-alfa, unas hormonas del miedo efervesciendo en sus venas.
—¿Jimin?
—Taehyung está en el hospital. Ha tenido un accidente de coche —articuló con horror—. E-está muy grave.
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