Capítulo 23
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Capítulo 23. La Voz superior
Yoongi agitó la bola de nieve y la dejó sobre el escritorio de su habitación, junto a la cajetilla abierta de su medicación en jeringuillas. Se dejó caer en la cama, observando los copos de nieve caer sobre la pareja de lobos.
¿Qué era eso que sentía en el pecho? Cuando abrazó una almohada, entrecerró los ojos y pensó en Jimin. Se habían visto el día de antes, pero quería verle de nuevo. ¿Le aceptaría, si supiera qué era de verdad? ¿Con qué ser se había apareado? Sus ojos se humedecieron, apretó los párpados e inspiró lentamente. Era más fácil pensar que no existía. Que nunca había nacido.
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Jungkook dejó que Taehyung se las arreglase a solas en la cocina de su apartamento. Después de todo, la idea de preparar la cena para los dos fue del omega. Desde que pasaban más tiempo en aquel piso, el lugar se había convertido en una especie de nidito particular entre ambos. Jungkook se había preocupado por pedir lotes de comida, tener suficientes provisiones básicas, pan, huevos, frutas, carne y hortalizas. Además de eso, aceite, harinas y fideos precocinados. Quería que Taehyung estuviese cómodo, él era sensible a los olores, así que descartó los ambientadores artificiales y los perfumes.
No obstante, las veces en las que Lee Seung-gi o Namjoon pisaron su apartamento, le hicieron arrugar posteriormente la nariz a Tae. Jungkook se sorprendió porque Tae detectase sus aromas a machos alfas, como si fueran un par de perros indeseables. Tan sólo se sentía completamente cómodo con el aroma de Jungkook (a veces, hasta lo pasaba por alto). Namjoon le mencionó en una ocasión que su casa olía a omega, tanto que, tenía serios problemas para respirar por la nariz allí dentro. El sofá estaba impregnado de su olor, ya fuese por sus mimos, previo celo u otros factores. Namjoon prefería no sentarse ahí, si no quería tener un conflicto con su miembro endureciéndose irremediablemente. Era el problema que tenían los condenados omegas, siempre olían a vicio y perdición.
En la cocina, esa noche, Taehyung cortó cebolla, calabacín y patatas en forma de cubos. Se alegró de que su madre le hubiese enseñado algunas recetas que preparaba en casa, como la del jajangmyeon. El peligris utilizó fideos con una pasta de soja negra fermentada, le echó setas cortadas, y sazonó el cerdo con una cucharada de vino tinto de la marca de R. Jeon. En la sartén, dejó caer una pizca de pimienta, sal, jengibre y un chorro de aceite. Preparó los fideos y el cerdo por separado, y en veinte minutos, sirvió animadamente dos platos.
El azabache salió de la ducha, se puso otra camisa sin arremeterla bajo el pantalón de tela beige. Apretó su cinturón por pura costumbre, y en lo que se dirigía al salón sintiéndose exhausto, su estómago rugió por el increíble olor a jajangmyeon.
Su teléfono comenzó a vibrar sobre la mesa y pudo verlo de refilón.
—¿Quieres que ponga la mesa? —preguntó Tae asomándose al salón.
—Estaremos más cómodos en el sofá —contestó el azabache despreocupadamente.
Taehyung asintió, le miró de medio lado desde el marco del enorme salón, quedándose brevemente embobado con su cabello oscuro y húmedo, formando ondas. Le costó arrancarse de allí, pero se forzó por volver a la cocina para agarrar los platos y cubiertos.
Mientras tanto, Jungkook extendió unos dedos para agarrar su propio teléfono, encontró el contacto del doctor Park Seojoon en la pantalla. Alzó ambas cejas, recibiendo el fugaz pensamiento de por qué motivo podía estar llamándole.
—Doctor Park —saludó el alfa puro—, ¿qué hay?
—Buenas noches, Jeon —escuchó su pulcra voz—. Disculpe que le llame a esta hora, quería notificarle que recopilé cierta información sobre la llamada que me hizo el otro día.
—Ah —Jungkook caminó por el loft desgarbadamente, pasándose una mano por el cabello—, ¿lo de...?
—Omegas infértiles, sí —terminó el alfa en su lugar—. He elaborado un pequeño informe, ¿puedo enviárselo?
La llamada no duró más de un minuto, Jungkook aceptó, se dejó caer en el sillón y comprobó su correo electrónico. El informe del doctor Park le llegó de inmediato, él hecho un vistazo por encima, sólo por curiosidad. Hablaba sobre la infertilidad de los omegas, qué tipo de genes recesivos podían provocar la mutación genética y sus características. El informe comenzaba con el símbolo griego γ, seguido de una palabra desconocida. Debía llamar a Jimin de inmediato.
No obstante, Taehyung reclamó su presencia cuando dejó la cena en la mesa. Había colocado los cubiertos, aunque Jungkook prefiriese algo más informal. Sus iris se posaron sobre el delicioso plato, el olor a salsa de soja, carne, fideos y patata le hizo percatarse de lo hambriento que se sentía.
—Vas a venir, ¿o no?
Jungkook se levantó y fue hasta la mesa.
—Hmnh, ¿vas a darme de comer, también?
—Oh, siéntate —soltó irritadamente el omega, le empujó un poco hacia la silla, con las mejillas ruborizadas.
Era la primera vez que cocinaba para alguien que no era directamente de su familia. Jungkook devoró el plato, se ahorró sus sarcasmos, mencionado lo delicioso que había quedado. Después de la cena, Taehyung advirtió que el cuadro que le pintó, el lobo negro en un bonito amanecer, estaba colgado junto a una estantería colgante.
Se sintió irremediablemente dulce, llevaban algo más de un mes como novios, y jamás pensó que podría ser tan feliz con un alfa como Jungkook, pese a que sus formas de vida fuesen diferentes.
Tras la cena, recogieron los platos y se acurrucaron juntos en el sofá. Jungkook olía a jabón tras la ducha, el peligris introdujo los dedos bajo el cuello abierto de su camisa, delineando una clavícula con los dedos.
—¿Me dejarás que te lleve en auto?
Su pareja alfa se rio ligeramente, no subestimaba sus cualidades para conducir, pero se le hacía adorable que Taehyung hubiese obtenido finalmente su permiso.
—¿Qué coche utilizarás?
—El de mi padre.
—¿No quieres tener uno?
—Aún no estoy trabajando —mencionó Taehyung—. Quizá, cuando acabe el último año.
Jungkook suspiró lentamente, maquinando algo más en su condenado cerebro de alfa.
—¿Qué color te gusta? ¿Púrpura? —sonrió un poco—. ¿O cereza?
—Ah, no —el omega levantó un dedo, deteniendo sus planes de futuro—. No puedes comprarme un coche.
—Técnicamente, sí que puedo. Podría tener un coche distinto cada mes.
—No, no, no —denegó Taehyung, con humildad—. N-no.
—Tae, eres mi pareja, ¿crees que no iría a-
—Vale, pero no ahora. Aún no —le pidió con mucha firmeza—. H-hazlo por mi cumpleaños, si quieres. Sólo por mi cumpleaños.
—Quedan meses para tu cumpleaños, fue la navidad pasada —Jungkook captó rápidamente su estrategia.
—Por eso —el omega se mordisqueó la lengua.
La firmeza del peligris convenció a Jungkook. Él no quería invadir su dignidad, ni nada por el estilo, pero si Tae quería que su regalo se demorase, lo demoraría un poco. No tanto. Si fuera por él, le hubiese comprado un BMW de color perla. Eran tan espaciosos como su Mercedes, estaba seguro de que, en uno de esos, podían tener sexo tanto en los asientos delanteros como traseros.
Durante la noche, se acurrucaron para ver algo. Tae le había prometido quedarse a dormir, por lo que no tuvo que preocuparse por la hora para regresarle a casa. Jungkook se relajó a su lado, Tae dejó un brazo por encima de su cintura. Su mano se deslizó en los siguientes segundos, por la forma de la estrecha cintura del pelinegro, hasta la hebilla del pantalón. Miró a Jungkook de soslayo, estaba sexy, con aura cálida e inofensiva, y todo lo que había en su instinto omega, se alzó deseando probar algo. Como decían, la curiosidad podía matar al gato.
El pelinegro sintió la nariz de su omega acariciando su mejilla, su cálida respiración provocándole unas mariposas en forma de un tenue cosquilleo. De repente, los dedos de Taehyung se posaron por encima de su zona viril, sobre el pantalón. Jungkook se encogió un instante, a causa del inesperado contacto tan directo. Podía haber sido un accidente, a veces, era normal que su mano pasase por allí sin mucho más interés, pero en esta ocasión Tae estaba haciéndolo a propósito. Comenzó a palpar sin demasiado tacto, como si estuviese comprobando qué tipo de vida podía haber allí dentro. Jungkook giró la cabeza con los labios entreabiertos.
—¿Q-qué haces? —farfulló ruborizándose.
Su compañero le miró con un ligero rubor e iris vidriosos.
—¿N-no te gusta así?
Jungkook agarró su muñeca bajo la manta y le detuvo.
«Dios, sí», pensó con torpeza. «Pero no esperaba para nada que Taehyung osase tocarle de forma tan improvisada».
Su miembro no tardó en reaccionar a la previa caricia, se hinchó lentamente y sin permiso, y el alfa contempló los iris almendrados de su omega, preguntándose interiormente qué es lo que había hecho mal.
—¿Quieres... hacer eso? —dudó un segundo.
El peligris asintió con la cabeza, le miró tímidamente, esperando un probable rechazo.
—Dame tu mano —murmuró Jungkook, liberando lentamente su muñeca.
Tae se dejó llevar por la curiosidad, el alfa tomó sus dedos delicadamente, posándolos sobre su pantalón y orientándolos de una forma mucho más complaciente. El peligris se sintió algo avergonzado, con el contacto hormigueando en sus dedos, mientras comprobaba superficialmente el grosor y tamaño de su compañero alfa. Su erección aumentó de tamaño bajo la tela y su mano, y sus propios pómulos se llenaron de sangre, más una interesante ansiedad por conocerla más a fondo.
—¿Es que nunca te has masturbado a ti mismo? —el azabache esbozó una débil sonrisa, el susurro de sus labios rozó su mejilla, y sin soltar su mano, orientó un suave movimiento, apretándole por encima—. Hazlo así...
El omega repitió la forma de su movimiento, suave, alargado, la presión justa y necesaria. Se sintió fascinado por su dureza, por muy tímido que pudiera sentirse. Nunca había tocado a otra persona, y pese a que su corazón latiese rápido, no se sentía realmente inquieto, sólo nervioso ante la posibilidad de desagradar a Jungkook. Quería explorarle como si fuese una tierra prohibida que no merecía probar.
En silencio, consideró que su tamaño superaba con creces el propio. Es más, el miembro masculino de omega no tenía nada que hacer contra eso.
—¿Te gusta? —preguntó Jungkook, paradójicamente.
Taehyung le miró ciertamente enfurruñado, con un puchero formándose en sus labios y mirada felina.
—Es demasiado grande —sentenció indignado.
Jungkook trató de contener su hilaridad, reprimió una carcajada apretando los labios, aunque no pudo evitar verse divertido.
—Estás exagerando, es lo común entre varones alfas —comentó el azabache con una sonrisita.
—¿Todos la tenéis así? —repitió Taehyung quejumbroso—. Qué despropósito.
—Está bien proporcionado con el resto de mi cuerpo —Jungkook pellizcó su mejilla ruborizada con encanto—. Además, no es tan grande. Entrará igualmente.
El omega estuvo a punto de sufrir una hemorragia nasal.
«Entrar», repitió en su cabeza, cómicamente. «No estaba seguro de que algo como eso entrase, así como así».
—No es como la mía —gruñó Tae, sin poder evitar compararse.
Después de todo, no tenía sentido equiparar medidas. Su subgénero omega incidía de forma directa desde en sus órganos sexuales, hasta en el tamaño de sus colmillos.
—Tae, tu cuerpo está preparado para gestar, no para procurar fecundar a alguien —expresó el alfa con una risita grave—. Aunque me encantaría verte intentándolo.
El peligris puso los ojos en blanco, le imitó en voz baja, con un retintín chistoso. Jungkook se sintió tan divertido como excitado, deshizo la hebilla de su cinturón y desabotonó su pantalón para que continuase.
Se llevó la mano de Taehyung maliciosamente hasta el bóxer abultado, las yemas de su compañero se volvieron más tímidas, pero poco a poco, su curiosidad le arrastró hasta levantar la tela. No quería ser un descarado, pero el miembro de Jungkook le provocó cierto recelo.
«¿Los penes podían ser arrogantes?», se preguntó. El suyo lo era, grueso, pero sin ser excesivo. Bien formado, erecto y de punta redondeada e hinchada. Unas suaves venas se marcaban bajo la piel apretada, ligeramente arqueado, sin vello en la base.
«Era bonito», pensó Taehyung, inesperadamente. «Le envidiaba».
Sus labios se resecaron mientras le acariciaba. Jungkook apretó sus dedos alrededor de los del omega, instándole a masturbarle con una mayor constancia. Taehyung lo hizo lenta y rítmicamente, por su propia cuenta, el alfa le dejó mantener su propio ritmo. Ahogó un jadeo y el omega se sintió más que complacido, su piel se erizó escuchando su aliento ligeramente entrecortado. Jamás pensó que darle placer le hiciera sentirse tan encantado, ¿Jungkook jadeaba así? Su mandíbula apretándose era sexy, iris perdidos, pestañas oscuras cerrándose, labios finos y rosados humedeciéndose por la punta de su lengua.
Estaba totalmente encaprichado con Jungkook, descubrirle era un placer, un trozo de chocolate negro que deseaba morder con los dientes. Y mordió su barbilla sin dejar de masturbarle, subió sobre él con un nuevo apetito, dejándose llevar por un impulso que nunca antes había tenido.
Jungkook le miró con pupilas dilatadas, sujetó la zona baja de su espalda cuando el más joven se rozó con él. En esa nueva ocasión, Tae no se encontraba influenciado bajo el celo y el alfa permitió que fuese más allá, advirtiendo su deseo y ganas de probarse. El omega atrapó sus labios en un beso apasionado, los iris de Jungkook resplandecieron en dorado cuando el peligris mordió su labio inferior y tiró de él con suavidad, entusiasmando a su Lobo interior. Su movimiento de cadera le hizo ahogarse en un tremendo placer, su erección desnuda contra el pantalón de su compañero, más una similar dureza mucho más tímida enterrada bajo la tela.
Taehyung desabotonó su camisa lentamente, sus yemas disfrutaron con la suave textura del algodón. Sus colmillos de omega mordieron suavemente su cuello, dejando pequeñas marquitas rosadas por encima de la dermis. Era divertido marcar a un alfa puro, él, Jungkook, un lobo situado en la cima de la cúspide, dejándose llevar por un consentido omega que buscaba desafiarle físicamente.
Su pecho de alfa era envidiable, pectorales suavemente voluminosos de pezón oscuro por donde pasó la punta de su lengua como si necesitase probarlos. El azabache recuperó sus labios antes de que le volviera loco, sujetó su rostro, su nuca, con un brazo rodeando su cintura y ejerciendo el ritmo de caderas sin penetración, devoró sus labios, se dejó empujar hacia el sinuoso borde de un clímax que pronto impactó sobre ambos.
Sólo se habían rozado, y ya estaban nerviosos y jadeantes, con el pulso disparado, con falta de aliento. Jungkook sorbió entre dientes, nunca había eyaculado sólo por rozarse con alguien, pero tener a su omega encima, moviéndose de esa forma, le había dejado completamente desarmado. Y si fuese por él, pese al pegajoso semen que manchó su abdomen y parte de su camisa, hubiese cambiado las tornas para continuar más allá. Él no se cansaba con un orgasmo, su Lobo interior deseaba tomar la virginidad de su querido lobo blanco debidamente, en una posición donde tuviese mucho más control y mejores vistas del omega. Sin embargo, se contuvo, se dio por satisfecho cuando el omega abrazó su cuello, sin bajar de él. Escuchó su respiración contenida, una especie de silencio mecido por algo más.
—Quiero hacerlo contigo.
Jungkook posó sus iris en el alto techo blanco del salón, Tae se incorporó sobre él lentamente. Desde abajo, sus ojos parecían más grandes y rasgados, más alargados, de profundas pestañas castañas y rostro sonrosado.
—Quiero hacerlo de verdad —añadió el omega—. Q-quiero sentirte.
El alfa alzó unos dedos, un pulgar suavísimo delineó la forma de su pómulo, nariz y labio inferior.
—¿Crees que estás preparado? —preguntó precavidamente el azabache—. Tú...
Los ojos de Taehyung se llenaron inesperadamente de lágrimas, Jungkook abrió los ojos, y desde su posición, vislumbró cómo una de las lágrimas de su compañero se derramaba sobre su rostro. Llegó a su mejilla, tibia, densa, salada.
—Estoy preparado para estar contigo —resolló, hundiéndose en un abrazo.
Jungkook le mantuvo entre sus brazos, tragó saliva, y se limpió la lágrima discretamente con un dedo. Se sentía feliz por su decisión, pero, aun así, no iba a olvidar lo importante que para él era el sexo.
—Todo saldrá bien, no te preocupes —musitó en su hombro—. ¿Confías en mí...?
—¿Y-y si no logro complacerte?
—Oh, Taehyung —suspiró el alfa—. No tienes ni idea de lo complacido que ya me siento, pedazo de zoquete.
Tae no dijo nada más, pero Jungkook orientó su mentón para que le mirase.
—Disfrutaré contigo —le aseguró con una voz ronroneante—. No he anhelado otra piel desde que te conocí, ¿cómo quieres que te lo diga?
El peligris sonrió un poco, agarró su mano, y se inclinó sobre sus labios, besándole con serenidad. Todo él, se encontraba lleno de su impregnación, por sus roces, besos y abrazos, sentía que pertenecía a Jungkook pese a que aún no se hubiesen apareado. Que su conexión iba mucho más allá si bien aún no se hubiesen enlazado. Pero lo más satisfactorio de todo, era rozar esas marcas de sus colmillos en su cuello. Ni el cuello de su camisa cerrada, o usar corbata, iba a solucionar el problema que tendría en su próxima reunión.
—Probablemente, nuestra primera vez no dure demasiado —emitió Jungkook de repente.
—¿Hmhn? —Tae pestañeó con curiosidad.
—Nos vendremos rápido cuando conozcamos nuestros cuerpos. Cosas de predestinados —sentenció el alfa, con media sonrisa—, apuesto a que nuestros lobos están ansiándolo.
El omega se rio alegremente con eso.
—No me importa que sea rápido —murmuró cálidamente, entrecerrando los ojos cerca de su mandíbula—. Sólo quiero estar contigo.
Jungkook sostuvo su rostro, le dejó varios besitos por las mejillas, hasta incrementar su pulso. Decidieron levantarse un poco después, Jungkook debía cambiarse de ropa por motivos evidentes, y Tae, también metió en la misma lavadora, su blusa, tras ponerse uno de los bonitos pijamas que Jungkook mantenía en su casa, para él. El que usó era gris, una seda de un tono plateado con bordes cosidos y blancos. Utilizó el cuarto de baño para lavarse la cara, las manos, y peinarse el cabello con unos dedos. Sus mejillas estaban sonrosadas, tenía mejor cara desde hacía un tiempo (estaba comiendo más), y la luna creciente de su colgante colgaba entre sus dos clavículas.
El alfa llegó desde atrás, abrazó sus hombros y le miró en el espejo, alcanzando un cepillo de dientes.
—Este es para ti.
Tae lo agarró en su mano, se miraron unos segundos y el omega bajó la cabeza con una sonrisita de labios.
—Kookie...
—¿Mnh?
—Nada —emitió unos instantes después, con una felicidad palpitante.
Jungkook sonrió con su evasión, intuyendo lo que pasaba por él en ese momento. Sus ojos hablaban de por sí solos. Revolvió su cabello con una mano y le dejó en el cuarto de baño a solas, lavándose los dientes. Preparó la cama para dormir a su lado, era la primera vez, después de todo ese tiempo, que Taehyung pasaba la noche en su apartamento.
Él estaba realmente cansado, por lo que compartir cama con Tae fue agradable. Sabía cómo funcionaba lo de acurrucarse junto a un omega, era terriblemente cálido, reconfortante, pequeño y suave. Su corazón encontraba una paz y calma redundante a su lado. Sus hormonas liberaron serotonina resguardándole entre sus brazos. Durante la noche, se enredaron, Tae llegó a patearle en alguna ocasión, musitó algo cómico en sueños, y él, se sintió muy feliz a pesar de que su compañero fuese un poco jaleoso. Su parte omega tenía la costumbre de amasar de madrugada, con la entrada de unos rayos de sol incipientes a través de los ventanales ocupados por persianas graduables. Tae también ronroneaba, sólo que lo hacía de forma inconsciente y cuando se sentía completamente relajado.
El alfa le escuchó con encanto. No pensaba decírselo, eso era un secreto entre él y su propio lobo. No había nada más satisfactorio que tener a un omega hecho un ovillo entre sus brazos, con párpados cerrados y cabello gris desordenado, con ánimo de desafiar a la física. Debía mantener sus manos quietas y lo logró con esfuerzo, pero lo que no pudo evitar fue besuquearle de buena mañana. Evitando sus labios mullidos, fue directamente a una de sus redondas mejillas, a la mandíbula, un suave tirón en su lóbulo con tres pendientes, cuyas perforaciones formaban un triángulo.
Sus colmillos de alfa se estimularon muy rápido, las puntas crecieron y se afilaron, rozando su piel suavemente. Y como aún no había desayunado, su Lobo interior tomó el control de sus impulsos, asegurándole a Jungkook que él podía hacer mucho mejor lo de mimar a Taehyung.
Taehyung se despertó con el cosquilleo de sus besitos, un brazo en su cintura y una mano enterrándose en su nuca. Se encogió vergonzosamente y llegó a quejarse con un mugido débil y agudo, en cuanto la tormenta de besitos se volvió molesta, a propósito.
—J-Jungkook, ¡ay! —Tae se rio levemente, hundiéndose entre los almohadones—. ¡N-no, no!
Frente a frente, con Jungkook sobre su regazo, a unos centímetros por encima de su rostro, sujetó sus mejillas unos segundos. El más joven se encontró con los iris dorados del Lobo. Sus yemas rozaron su rostro como si fuera frágil, y los labios del azabache, se posaron sobre su frente con un cálido ronroneo. El peligris entrecerró los ojos, y percibió cómo sus propias células omegas saltaban en su interior.
—Mi luna.
La voz del pelinegro sonó distinta, algo más grave, ronca y oscura.
—¿S-sí? —formuló con cierta timidez.
—Debes estar fuerte para llevar a todos nuestros cachorros dentro de ti —posó una mano sobre su vientre, esbozando una inesperada sonrisita—. No te saltes comidas, ¿sí?
Taehyung desvió su rostro y tomó una bocanada de aire, ruborizándose rápidamente.
—N-no me estoy saltando comidas, es que he vuelto a hacer ejercicio —se defendió el omega con uñas y dientes—. S-sólo es eso.
—Tu celo es tan exquisito, haré un nido para que estés cómodo cuando por fin podamos aparearn-
—T-tráeme a Jungkook de nuevo, por favor —refunfuñó Taehyung con los pómulos latentes—. Q-quiero hablar con él un rato.
El lobo se mordisqueó la lengua coquetamente, se dejó caer sobre la almohada un instante, y con un parpadeo, sus iris amarillos se desvanecieron hasta volverse completamente castaños. Tae se incorporó sobre la cama, carraspeando un poco.
—Tu lobo es un intenso —dijo el peligris.
—Dime algo que no sepa —exhaló Jungkook, con tono de voz más conocido—, si algún día te pide matrimonio, espero que al menos, me pregunte a mí primero.
Tae soltó una risita alegre, se pasó una mano por el cabello y suspiró, comprobando la hora que era. Tenía media hora exacta para vestirse y asistir a su jornada parcial en la panadería en la que trabajaba. Lamentablemente, no podía quedarse para desayunar con Jungkook, pero su pareja le dejó en el trabajo esa mañana. Paró frente al local con su auto de un negro impecable, y le deseó que tuviera una buena mañana.
Jungkook retomó sus asuntos a partir de ese momento, tenía una cita con Namjoon y Julen pendiente. Se vieron en una cafetería pija, de esas donde las tostadas con mantequilla y mermelada de frambuesas se servían con cubertería de plata. El azabache bajó del Mercedes y vio a Namjoon sentado en una de las mesas de la terraza, bajo una sombrilla, con un cigarro entre los dedos y las piernas cruzadas.
Sus iris se encontraron de inmediato, Jungkook tomó un asiento junto a él, advirtiendo que aún no había llegado Julen.
—Buenos días. Hmnh —Namjoon arrugó la nariz—. Hueles a felicidad, ah. Qué desfachatez.
El pelinegro sonrió levemente. «Sí, la serotonina también tenía un aroma muy particular».
—¿Tienes el archivo de Lee? —formuló Jungkook.
Namjoon extendió una mano hacia una de las sillas libres y agarró una carpeta beige. La dejó caer sobre la mesa, junto a la taza con platillo de su café.
—Es una copia. Se la regalaré —el alfa sonrió con cierta acidez.
Jungkook alzó la cabeza, justo cuando Julen apareció. Fue puntual, como siempre. Su amigo tomó asiento, Jungkook se sintió muy distinto frente a Julen. A esas alturas del cuento, sabía más cosas de las que podía haber llegado a imaginarse, pero cerró la boca y esperó que tomase una buena decisión.
Julen tomó el archivo y revisó su contenido, páginas con datos sobre los trabajadores, nóminas, horarios, la lista privada de clientes, y otros tantos datos.
—¿Qué es esto?
—El fin del Red Velvet —dijo Namjoon—. Dos omegas involucrados.
—No están ahí a la fuerza —rebatió Julen—. Os lo he dicho.
—Julen, los alfas no hacen negocios con omegas —Jungkook fue radical en sus palabras—. ¿Sabes por qué? La jurisdicción es peligrosa para nosotros. Si te denuncian, te hundirán la vida.
—Estoy en el borde de la ley-
—¡Julen, entra en razón! —le exigió Namjoon—. ¡Es peligroso! ¡El dinero no lo es todo!
El alfa entró en cólera, cerró el archivo y miró con pupilas dilatadas a ambos.
—No sé de dónde habéis sacado todo esto, pero si metéis vuestros hocicos en mis negocios, meteré el mío en vuestros asuntos y-
—No te atrevas a amenazarnos, Juls.
—Namjoon, eres un cerdo y tu negocio sigue siendo el de papá —le arrojó Julen—. Tienes veinticinco años, y, ¿crees que no sé qué te tiras a machos alfas? Te he visto con-
—Suficiente —Jungkook intervino con voz grave.
Ante la liberación de hormonas invasivas que comenzó a liberar Julen, Namjoon se sintió especialmente iracundo. No obstante, Jungkook mantuvo la cama. Le explicó cómo funcionaba su trato; no estaban amenazándole. Sólo pensaban que debía disolver la plantilla del Red Velvet antes de que las cosas se pusieran turbias.
—No sé por qué trabajas con Drake, pero tiene un historial penal abierto por un posible enlace forzoso a un beta —pronunció Jungkook con neutralidad—. Investigué sus antecedentes, se libró de la prisión porque pagó una fianza de un millón de wons. ¿Crees que involucrando a Yui en esto...?
—Cierra la boca, Jeon. No eres el guardián de Busan —bramó Julen, golpeó con la palma de la mano sobre la mesa, haciendo temblar la taza de café—. Tu imperio es un árbol de raíces negras, ¡deberías mirar tus propios orígenes! ¿Sabes que Renzo estuvo casado dos veces? ¿Qué tu padre no fue su primogénito? ¿¡Que los trabajadores betas que araban sus cultivos en los cincuenta, eran explotados dieciséis horas al día!? —elevó su tono, con un gruñido gutural—. Tu familia no es tan limpia como crees, el apellido Jeon sólo tomó poder porque en esa era, someter a las castas bajas era fácil. ¡Eran nuestros esclavos! ¡Y tú, no eres un príncipe sin corona!
—Muy bien —habló el azabache con voz rasposa—. Te denunciaré a las autoridades. Levántate de esta mesa, tendrás una redada esta noche, si ese club vuelve a abrirse.
Julen se levantó de la mesa, emitiendo un claro desafío. Jungkook sacó su teléfono del bolsillo para provocarle, y cuando el tipo se dirigió hacia él, Namjoon también se levantó, contrarrestando sus hormonas invasivas con una buena proporción de las suyas.
—Quieto —sugirió Namjoon—. Nos conocemos desde hace años, no eleves esto a algo que no tiene por qué pasar.
—Traidores. Cerdos —gruñó Julen, con pupilas dilatadas y colmillos amenazantes—. Desertores.
De repente, el alfa puro notó el ambiente excesivamente crispado. Dos lobos mostrándose los colmillos, con poca paciencia y demasiadas ganas por clavar las uñas en el otro. A Jungkook no le molestaban las hormonas invasivas de los alfas o sub-alfas, su instinto depredador y sus genes de alfa puro se estimulaban ante la posible agresión de otro. Controlaba bien su propia excitación ante las amenazas, y en esa ocasión, se levantó serenamente de la silla, esperando que Namjoon no entrase en una disputa física.
—Calma —articuló Jungkook, burlonamente—. ¿Quién se estuvo acostando con mi ex, mientras seguía prometida a mí? Supongo que, el único traidor de aquí eres tú.
Lo último que esperaba, era que Julen trasgrediese los límites. Pero su provocación verbal fue suficiente, el alfa fue hacia él y le proporcionó un puñetazo en la mandíbula. Jungkook desvió la cabeza, escuchó a Namjoon agarrar a Julen y forcejear con él. El pelinegro se pasó la lengua por los dientes, detectando la punzada de su magulladura.
«Había sido un buen gancho», consideró en silencio. «Era lo que tenía que él también practicase boxeo».
Jungkook escupió sangre y saliva al suelo, alzó la cabeza y clavó sus iris sobre Julen. Namjoon y él se enfrentaron como dos lobos de lomo erizado, la disputa rozó límites entre los tres. Julen acusó a Namjoon por follarse a alfas varones (eso casi era una herejía para su casta, no había nada más humillante para uno de ellos, que ser sexualmente doblegado por otro).
Y entonces, Jungkook hizo algo comprometedor. Alzó su voz, y no cualquier tono, La Voz superior llegó hasta ellos con un timbre muy especial y distinto. Era algo implícito en su genoma puro, la capacidad de elevar un tono especial, que obligaba a los demás a obedecer cualquiera de sus exigencias.
Los alfas comunes poseían La Voz, don que influía sobre castas inferiores y no afectaba a otros alfas. En los tiempos que corrían, La Voz no se utilizaba por cuestiones morales. Por otro lado, los sub-alfas carecían de ese talento, ubicándose un escalón por debajo de la pirámide jerárquica de alfas. No obstante, Jungkook tenía el don de dominar a otros alfas con su voz, y pese a que no hubiese puesto demasiado en práctica aquello, esa mañana, se vio forzado a influenciar sobre Julen.
Su timbre de La Voz superior le hizo agachar las orejas, esconder el rabo entre las patas, Namjoon sintió cómo sus venas se helaban, pese a que Jungkook no estuviese dirigiéndose a él. Julen miró al alfa puro con los ojos muy abiertos, horrorizado, contemplando como su fuerza de voluntad se desvanecía, y pronto, ofreció una extrema sumisión bajo sus palabras.
—Cerrarás el negocio y liberarás a tu plantilla de trabajadores. No volverás a ese club, Julen —expresó Jungkook, con una inflexión que penetró bajo su piel—. Este es el final del Red Velvet.
—Perro, hijo de puta. T-te lo haré pagar —masculló Julen con un extraño jadeo—. C-cómo te atreves, a-a darme una orden.
Jungkook guardó las manos en los bolsillos, comenzó a caminar y pasó por su lado, rozando uno de sus hombros. Namjoon miró con cierta lástima a Julen, pero siguió a Jungkook, aceptando su liderazgo.
—Se lo agradecerás cuando la policía acordone el lugar —dijo Nam, con lástima—. Buena suerte, Juls.
*Esta historia pertenece a Chispasrojas. Prohibida la distribución de este fanfic sin permiso de la autora. Puedes descargar esta historia completa en Patreon.com/chispasrojas
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