Capítulo 21
*Esta historia pertenece a Chispasrojas. Prohibida la distribución de este fanfic sin permiso de la autora. Puedes descargar esta historia completa en Patreon.com/chispasrojas
Capítulo 21. Encuentros secretos
Namjoon, Jungkook y el detective Lee se reunieron una mañana en el loft de Jungkook. Lee Seung-gi estrechó la mano del alfa puro y la del alfa, creyó reconocer el rostro de Namjoon de alguna parte.
—Por supuesto que te recuerdo, Kim Namjoon —expresó el detective Lee, con una sonrisa—. Siempre erais cercanos de pequeños. ¿Aún no salís juntos?
Jungkook y Namjoon se miraron de soslayo; «ugh, no», soltaron al unísono. Demasiada testosterona y familiaridad junta como para compartir un roce.
—Tome asiento, por favor.
El azabache le explicó a Lee en qué se estaban metiendo, le pasó los datos del Red Velvet para que pudiese investigar sobre los trabajadores y conseguir la información inculpatoria que necesitaba. Namjoon le contó lo poco que habían visto sus ojos, si el tal Drake estaba metido en el asunto, hasta las cejas, Julen se vería salpicado.
—Hay algo que no me da muy buena sensación en todo esto —comentó Namjoon, cruzándose de piernas en el asiento.
—Si tratan este tipo de asuntos en el Red Velvet, es probable que se trate de una banda —dijo Lee, mirándoles a ambos—. Podría ser peligroso.
—No importa —contestó Jungkook firmemente—, continúe.
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La espalda de Yoon chocó bruscamente contra la pared, Jimin devoró sus labios con ánimo, sus besos discurrieron como la excitada corriente de un río, unos mordiscos en el labio inferior, un jadeo apasionado. El peliazul deslizó sus manos sobre los hombros de Jimin, deshaciéndose de su chaqueta de cuero. Cayó tras su espalda, el sub-alfa le empujó contra la pared con firmeza, sosteniendo su rostro y su boca bajo la suya con la firmeza de una mano.
—Casi me despiden por tu culpa —declaró Yoongi.
—Ah, ¿sí? —musitó el rubio entre unos besos entrecortados, seguidamente, sostuvo su mandíbula con la mano, deslizando sus labios por el redondeado borde de esta.
Bajó por su cuello mimosamente, Yoon apretó los párpados conteniendo su aliento.
¿Qué diablos estaba haciendo? Él tampoco lo entendía, pero que Jimin hubiese entrado en la estúpida heladería sólo para agarrarle de la muñeca y arrancarle de su puesto laboral sólo para besarle en la sala del personal, le parecía perfectamente razonable.
Jimin mordisqueó la piel de su cuello suavemente con unos crecidos colmillos de sub-alfa. Se sintió tan perdido en su aroma a rollos de canela y gajos de naranja dulce, que gimió suavemente bajo el cálido hechizo de su aliento.
—J-Jimin... e-espera...
—Y-ya, estás trabajando. Lo sé —jadeó el más joven, volvió a mirarle con las pupilas dilatadas y una excelente erección apretándose contra su compañero.
Con una mano, tiró su estúpido gorrito de marinero al suelo. Yoon sonrió ligeramente, enredó los brazos en su cuello, y el sub-alfa volvió a inclinarse para besar sus labios. Los entreabrió con apetito, acariciando la punta de su lengua con la propia melosamente, intercambiando una dulce saliva que le hizo marearse.
Yoongi se deslizó ligeramente entre sus brazos, sus rodillas se volvieron frágiles, se apartó de su boca y apretó los labios como si algo no marchase bien. Afortunadamente, Jimin le mantuvo antes de que se escurriese. Percibió el espontáneo brote de sudor bajo los mechones de cabello claro en su frente.
—Eh, eh... ¿estás bien...?
—N-no —respiró Yoon.
—¿Necesitas las inyecciones?
—No las llevo en-encima...
Jimin le contempló con preocupación, le ayudo a sentarse en el suelo, clavó una rodilla a su lado y le escudriñó con la mirada. Apartó unos mechones de cabello claro de su rostro delicadamente.
—Yoon... Tae es la persona de la que hablé esa noche, pero no hay... —expresó Jimin en voz baja—, ya no hay nada entre nosotros.
—No hace falta que te excuses. Me da igual ese estúpido o-omega. Tú s-sigues siendo —jadeó de repente, sintiéndose mareado—, m-mío.
—¿Mnh?
El sub-alfa parpadeó, sorprendido.
—¿Tú... y yo...?
—E-eres un idiota, ¿es qu-que no lo sentiste? —farfulló Yoongi muy molesto, con mal aspecto—. Eres como un cachorro tonto, infantil, m-molesto.
Jimin le miró con misericordia a pesar de su absurdo afán por decirle que debía madurar un poco. Su corazón latió rítmicamente por él, y no esencialmente por sus palabras, si no por su espontáneo mal aspecto. Que Yoon tuviese aquellos brotes de mala salud, erizaba su vello y le hacía sentir que necesitaba protegerle de algo, recubrirle con sus brazos y pedirle que le permitiese ser su lobo guardián.
«¿Eso era lo que se sentía por un predestinado?», se preguntó. «Era como si le conociese desde siempre, como si hubiese estado esperando para encontrar a ese ser desconocido, incomprensible, dolorosamente torturado».
—Ven.
Jimin le ayudó a levantarse, le llevó hasta el lavabo y abrió el grifo para ayudarle a humedecerse las muñecas y el cuello.
—Lo siento, ¿reaccionas mal a mis besos?
—N-no es eso —Yoon bajó la cabeza.
—Siento haberte gritado ayer —se disculpó el sub-alfa—. Entiendo que me lanzases helado a la cara. Reconozco que fue divertido, aunque te hubiera pedido un cucurucho si no lo hubieras hecho.
Yoongi le miró con debilidad.
—¿Te parece divertido que alguien te grite y te arroje un puñado de helado a la cara? —ironizó levemente—. No es lo más loco que he hecho. Una vez, le tiré un vodka con hielo a alguien.
Jimin soltó una risita agradable.
—¿En serio? ¿En el pub?
—Un beta intentado ligar conmigo. Me tocó el culo —declaró el peliazul—. Asqueroso. Yunho estuvo a punto de despedirme.
El sub-alfa le soltó lentamente, con una sonrisa. Yoongi pareció un poco más recuperado con el paso de los minutos, miró hacia atrás, recordando que debía regresar a su puesto de trabajo. Era el único que se encontraba atendiendo la heladería en ese momento, seguro que tenía a un puñado de personas fastidiadas esperándole afuera.
—¿A qué hora sales?
—¿Huh?
—¿Cuál es tu día libre? No sé, ¿podemos...? —titubeó Jimin, mordisqueándose el labio—. ¿Vernos en otro momento?
A Yoon le costó tragar saliva cuando Jimin insistió en compartir sus números de teléfono. Después de todo, era extraño que aún no lo hubiesen hecho. No pudo resistir el impulso de darle el suyo, pese a que rechazó lo de que le esperase hasta su hora de salida; tenía demasiadas cosas que hacer, como la compra, regresar a casa, encargarse de la colada y cuidar a Sera.
Jimin aceptó su rechazo con elegancia, pero le aseguró que le escribiría. Yoon se sintió muy raro cuando el sub-alfa se marchó, y no se trataba de un espontáneo brote de mala salud, realmente, nunca se había sentido tan discordante con alguien.
Taehyung se quedó en casa un día, descartó regresar a la universidad por su estado de celo. Su ciclo se extendió veinticuatro horas más que de costumbre, y por no gastar la última inyección que le quedaba, se quedó a resguardo en su dormitorio, estudiando sobre la cama.
—Ten, cielo. Tómate algo —Lu dejó una taza caliente con leche y miel sobre la mesita de noche.
—Hmnh, gracias, mamá.
El omega se sentó en el borde de la cama en lo que su progenitora desaparecía por la puerta, cerrándola. Tae vestía una sudadera ancha celeste, que llegaba hasta la mitad de los muslos desnudos. Agarró la taza por el asa y se la llevó a la boca, con un breve y dulce sorbo que calentó su paladar.
Seguía en celo, estaba caliente, aún recordaba la noche previa, cuando Jungkook le acarició como lo hizo. Tenía una especie de extraña obsesión con sus dedos ese día, se preguntaba por qué no podía estar restregándose con él en ese momento, el propio Jungkook se lo había dicho; era más sano. Incluso un médico se lo dijo, necesitaban aparearse para que su cuerpo dejase de producirle rechazo a las píldoras supresoras. Era fácil pensar así cuando se sentía desesperado por su instinto, no obstante, la realidad era muy distinta. Ni siquiera sabía cómo diablos tocar a Jungkook, pensar en él sin camisa ya disparaba su pulso lo suficiente, como para preguntar si realmente se sentía preparado para sobrellevar la penetración o una sesión de sexo completa entre un alfa y omega. Puede que confiase en él, el factor del deseo y afecto por el azabache hacía el resto. Si tenía su «primera vez» con alguien, quería que fuese con él. A esas alturas, era la única persona en su vida que le había provocado tantas ganas de ahogarse en su amor, como de salir corriendo.
Tae cerró el pestillo de su dormitorio, en una tarde lluviosa donde mantenía el flexo de la mesita de noche encendido, regresó a su cama levantándose la capucha de la sudadera. Apartó el portátil descuidadamente hacia una de las esquinas inferiores, con una idea mucho más entretenida. Sobre el mullido edredón enredado, arrastró una almohada, y subió sobre esta, con la ansiosa necesidad de rozarse con algo. Generalmente, si necesitaba liberar su tensión sexual, se encargaba de hacerlo con una sola mano, y en su miembro masculino, pero en esa ocasión necesitó la ayuda de una estimulación diferente. Estaba tan angustiado por su falta de apareamiento, que pensó desesperadamente en sus manos acariciándole, los besos de alfa en el cuello, la vez que estuvieron montándoselo en su apartamento. En el asiento de piloto del Mercedes, compartiendo el aliento húmedo y los mordiscos en los labios. E incluso en sus ojos dorados. El lobo de Jungkook al que tanto había rechazado y su omega deseaba en cada una de sus células. Deseaba con efervescencia volverse dócil, someterse a un encuentro físico donde perdiese su noción humana, recibir embestidas, clavar las uñas en su espalda, mientras soportaba la satisfacción de aparearse con un predestinado.
Con los ojos llenos de lágrimas, Taehyung se estimuló con la almohada, brincó suavemente sobre esta con una increpante excitación. La sudadera subida por encima de la delicada ropa interior, y en cada roce, un jadeo ahogado de placer, una insuficiente sensación de deleite, reconfortándole hasta un precipitado clímax. Sus brazos, su aliento, y sus piernas temblaron en el distendido orgasmo que duró unos cuantos segundos. Se dejó caer junto a la almohada, pateando la que había montado con una rodilla. Se relamió los labios resecos, su garganta palpitaba, su aliento se encontraba entrecortado.
«Se sentía miserable, ¿acababa de frotarse con una almohada pensando en Jungkook?», se dijo con las mejillas enrojecidas. «Genial, estaba rozando el límite de su cordura».
Sus iris se posaron en el techo de su dormitorio, «universitario y cachondo», agregó en su mente. «Para colmo, su novio era sexy, precioso, y lo mejor que le había pasado en esos meses, pese a que al principio se hubiesen tirado de los pelos por ser un par de bobos».
«¿Debía pedirle a Jungkook que le tocase?», dudó sonrosado. Consideró que, tal vez, en lugar de sexo, podía empezar a acostumbrarse a sus manos, sin sentir tanto pánico por sentirse moldeado bajo unos dedos. Seguro que Jungkook sabía llevarlo con calma. A él no le gustaba demasiado su cuerpo, esos días estaba haciendo menos ejercicio y el alfa le hacía comer demasiado en su apartamento (tenía alguna extraña obsesión por mantenerle bien alimentado). Estaba seguro de que debía haber cogido un par de kilos. Pero Jungkook siempre era tan agradable con él, siempre le cumplimentaba tanto, que se sentía avergonzado.
Taehyung se levantó de la cama decididamente, con una nueva idea en la cabeza. Se sacó la sudadera, la ropa interior, y se puso una muda limpia, que incluía unas mallas deportivas. Por nada del mundo iba a venirse abajo. Ahora, pensaba ir en busca de esos abdominales imposibles para su casta, y de paso, iba a confrontar a Jungkook delicadamente para expresarle lo que deseaba.
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Después del timbre, Jimin caminó por el pasillo de la facultad escuchando las voces de Iris, Doyun, Minjoon y Jay. Tae llegó hasta ellos y compartió una mirada cómplice con Jimin.
—¿Almorzamos juntos?
—Creo que me iré a la biblioteca. Necesito avanzar un par de cosas.
Taehyung hundió los dedos en su nuca para masajearle.
—Ve —le aconsejó adorablemente—. No pierdas el tiempo.
El sub-alfa se separó del grupo, despidiéndose brevemente. Su plan era mucho más malicioso de lo que hubiese podido contarle al omega. Llevaba toda la mañana del viernes pensando en ese falso beta. Yoongi no iba a decirle qué maldito problema tenía, pero él pensaba averiguarlo, fuera como fuese.
Cuando llegó a la biblioteca, se sentó en una solitaria mesa donde colocó el portátil. Buscó innumerables cosas, desde omegas con problemas de salud (se sintió mal, pensando en todas las variables a las que Tae también se veía implicado por ser uno), hasta problemas genéticos en betas. No sacó nada en claro, sólo sabía que tenía esas inyecciones de supresores y era imposible que fuese un varón de una casta más alta. No quería ser indiscreto en sus pensamientos, pero la vez que lo hicieron en aquel condenado local, le quedó más que claro que esa humedad y calidez interior era casi como la de una vagina masculina.
«Yoon no era sub-alfa u alfa. Era algo más», se dijo. «Y no estaba contento de ello».
Su voz llegó a su cabeza casi como si volviese a escucharle.
«—No puedo tener hijos».
Jimin alzó ambas cejas, si eso no era verdad, después de anudar en él, podía haberle dejado encinta. Sólo esperaba que no fuera cierto, no le apetecía ser padre a los veintiún años. Es más, tenía demasiados problemas mentales propios como para preocuparse por otra criatura.
«Omegas infértiles», escribió en el buscador de Google.
El sub-alfa se encontró con numerosos post clínicos donde se especificaba que la casta omega era la más fértil y más fácil de fecundar de todas. Tenían un índice tan alto de gestación, que los embarazos duraban seis meses en lugar de nueve, y había muchas más posibilidades de gestar mellizos o gemelos en lugar de un único feto.
«No era omega», pensó el rubio. «Yoon era increíblemente testarudo, tenía una identificación falsa de beta, pero dudaba de que fuese un mentiroso compulsivo. Le había dicho la verdad, no era omega».
Jimin cerró Google, también la pantalla de su portátil.
—Pero entonces, ¿qué eres...? —musitó con un hilo de voz, apoyando un codo sobre la mesa—. ¿Y por qué no puedo dejar de pensar en ti?
Con el último timbre resonando en sus oídos, salió de la biblioteca más que angustiado.
«Quizá debería preguntarle a Taehyung sobre cómo funciona detalladamente su celo», pensó. «Puede que le ayudase a entender lo que pasaba con Yoon, ¿él usaba ese tipo de inyecciones?».
Jimin rebuscó en su mochila una cajetilla de tabaco, sacó un cigarro y salió del edificio apretando los labios.
«Preguntarle a su mejor amigo, del que estaba enamorado, detalles sobre su celo, podía ser la situación más extraña e incómoda del mundo», se dijo con una dosis de sarcasmo. «No podía permitirse ser tan invasivo con él».
Se llevó el pitillo a los labios y lo encendió con un mechero, en su primera calada, alzó la vista y sus iris se toparon con «el lobo de caperucita roja». Sí, ese lobo negro de ojos amarillos que daba tanto miedo. El auténtico villano de su historia, un alfa puro, de cabello negro y ondulado, de impecable aura, y de un rostro que reunía una interesante tensión sexual entre lo que era uno de sus angulosos pómulos y su propio puño. El adán de las lobas, Jeon Jungkook.
Cada vez que la vida le maldecía cruzándose con el novio de Tae, le apetecía apagarse el cigarrillo en la mano. Pero en ese momento, pensó que era un mismísimo lobo blanco caído del cielo.
Sopló el humo por la nariz y fue hasta él, agarrándole indiscretamente por una manga.
—Tú, sígueme.
Jungkook le miró de soslayo, con un orgánico gesto que le hizo comprender que casi había pasado su presencia por alto. Él había quedado con Tae en una media hora, pensaba esperarle como un fiel perro guardián en la puerta, pero que el bobo de su amigo le interceptara fue novedoso. El pelinegro se encontró frente a una doble e interesante cuestión; iban a morrearse en una esquina, o a darse de puñetazos. No había otra salida.
—Qué educado, Park —pronunció el alfa en una clave baja—. ¿Se te han olvidado las palabras mágicas? «¿Por favor?».
—Cierra el pico, Jeon —masculló el sub-alfa atravesando el campus, con el cigarrillo entre los dedos—. Ahórrate tu sensual labia para Taehyung, a él le gusta más.
—¿También quieres que te dé mimos a ti? No te preocupes, soy una persona altruista.
Jimin puso los ojos en blanco. «Por el amor de dios, ¿es que no podía callarse?».
—De verdad, a veces me pregunto qué más vio Tae en ti —le arrojó deteniéndose junto a un enorme tronco de árbol—. A parte de ser predestinados, ya sabes.
El azabache se encogió de brazos, como si no tuviera ni idea. Es más, se le hacía divertido comportarse como un imbécil con Jimin. El sub-alfa no le caía especialmente mal a esas alturas; él era bueno con su luna, pese a que, en ocasiones, recordase que el muy desgraciado había estado a punto de apartarle de sus brazos lo que más quería.
—Necesito respuestas —comenzó Jimin con un tono lúgubre.
—Tres coma catorce, quince, noventaidós, sesentaicinco, treintaicinco...
—¡El número pi, no! ¡Gilipollas!
Jungkook exhaló una carcajada.
—El vaso está medio lleno —continuó, cruzándose de brazos—. El oso polar se volvió rectangular después de un cambio de coordenadas. El huevo fue antes que el avestruz.
—Será, que la gallina.
—No, si es un huevo de canguro.
—¡Los canguros no ponen huevos! —gruñó Jimin, advirtiendo su terrible burla—. En serio, ¿por qué sale contigo? Eres pedante, pretencioso, locuazmente insoportable.
—No tengo ni la más remota idea —sonrió Jungkook—. Debe ser ese hilo rojo del que tanto hablan.
Jimin esbozó media sonrisa un instante, sacudió la cabeza, lanzó el cigarrito sobre el césped y lo apagó pisándolo con su zapatilla Converse.
—Necesito saber algo. Atención, centra tu neurona en mi única pregunta —manifestó el rubio, airadamente—, ¿cómo fue cuando le conociste?
Jungkook arqueó una ceja.
—¿Qué?
—Cuando le conociste. A Tae —pronunció las sílabas como si estuviese sordo—. ¿Cómo podrías definirlo?
—No sé.
—¿No sabes? Oh, venga ya —sopló el sub-alfa—. No puedes ser tan básico.
—Gravedad.
—¿Gravedad?
El pelinegro suspiró, desvió su mirada y percibió que se sentía un poco incómodo para hablar con él de eso. Ni siquiera eran amigos, ¿a qué venía esa maldita pregunta?
—¿Por qué no se lo preguntas a él? —sugirió Jungkook, esquivando el tema—. Se supone que sois amigos.
—Porque no sé cómo hablar de esto con él.
El alfa volvió a mirarle, advirtió en Jimin cierta timidez enterrada. Sus iris castaños le apuntaron, con un rostro preocupado.
—¿Los omegas pueden tener problemas de infertilidad? —formuló repentinamente.
Jungkook pestañeó, guardó silencio un instante, discurriendo en las posibilidades.
—Tal vez, si han sufrido un accidente o... algún problema genético —conjeturó con reserva.
—¿Problemas genéticos? —repitió Jimin.
—Supongo que sucedería lo mismo con una hembra de cualquier otra casa —contestó Jungkook con neutralidad—. Depende de la casta, el nivel de fecundación varía. Las alfas apenas logran dar a luz a un heredero en toda su vida.
—Sé cómo funcionan la reproducción básica, Jeon —bufó el sub-alfa, alzando un dedo—. Pero, ¿existen castas infértiles?
—¿Castas infértiles?
—Por nacimiento, o algo así.
Jungkook le miró con auténtica curiosidad.
—¿Por qué me preguntas eso a mí?
—Tú eres un alfa puro, eso es una rareza —indicó Jimin astutamente—. Perteneces a la casta alfa, sigues siendo alfa, pero hay unas pequeñas características que te diferencian del resto, ¿no? Ojos amarillos, La Voz superior, etcétera. Estás en la cúspide de un sistema jerárquico, justo por encima de los alfas. Mi pregunta es, ¿existe algo por debajo de la casta omega?
Lo que procedió a su pregunta, fue un denso silencio. Jungkook jamás se planteó una cuestión como esa. No era su problema si había algo más allá de los omega, ellos formaban menos de un 2% de la población, y hasta hacía apenas unos meses, ni siquiera se había relacionado con uno en toda su vida.
—¿Qué características le atribuirías a algo que no es beta, ni omega? Suponiendo que deduces que tampoco es sub-alfa o alfa.
—No lo es, no tiene hormonas invasivas. No huele como uno, y, nosotros, eh, bueno...
—Habéis tenido sexo —diagnosticó Jungkook fácilmente—, okay. ¿Lo sentiste como un omega?
Jimin se frotó una sien, admitió mentalmente que Jungkook agarraba las cosas al vuelo.
—Es como uno, pero su aura es... más bien, no es Taehyung...
Puede que su descripción pareciese pobre, pero ambos habían tenido al peligris entre sus brazos; Taehyung era un rayo de sol, y Yoon, un témpano de hielo al que quería refugiar entre sus brazos.
—Es frío, pálido, menudo —procedió a explicarle al azabache—. Se automedica con unas inyecciones que deben estar haciéndole daño. Me dijo que su celo es doloroso, y... es... infértil.
—Oh.
Jungkook paseó frente a él, sus brillantes zapatos negros pisaron el césped. Vestía un elegante traje negro con corbata carmín, sobre una chaqueta larga, del mismo tono oscuro. Jimin observó su perfil unos segundos, de mandíbula marcada y suave nariz. El alfa parecía estar reflexionando sobre algo más.
—Bien, le preguntaré a alguno de mis amigos doctores, pero no puedo asegurarte una respuesta clara —contestó con normalidad—. Nunca había escuchado sobre omegas infértiles.
—Ah, eh... de acuerdo —suspiró el sub-alfa—. Por cierto, ¿te importaría...? ¿no decirle nada de esto a Taehyung? Por favor.
En cuanto pronunció eso, el azabache clavó sus iris sobre él.
«¿Acababa de ser educado? Vaya, así que cuando se trataba de Tae, Jimin sí que era un encanto», pensó superficialmente.
—Será mejor que vayas siendo sincero con él, Park —expresó Jungkook con un tono de voz muy distinto—. Taehyung es ingenuo, pero no es una mosquita muerta.
Jimin se lo tomó como un aviso, más que como una amenaza. No sabía muy bien por qué, pero estaba convencido de que Jungkook no diría nada. De alguna forma, él también se preocupaba por no «lastimarle» con asuntos que sólo debían preocuparle al sub-alfa. Su legalidad le hizo confiar un poco más en él, le dejó su número de teléfono para que le escribiera si averiguaba algo, y después, se separaron antes de que cualquiera pudiera verles juntos.
Eran demasiado tercos como para considerarse amigos tan pronto. Tal vez, sus instintos dominantes aún podrían chocar cuando se trataba de marcar cierto territorio.
Afortunadamente, Jungkook llegó justo a la hora que había quedado con el omega. Le esperó junto a la puerta, denotando que estaba demorándose. Pensó en que tal vez se había equivocado de puerta, ¿habían quedado en la principal? ¿o por dónde salían cuando había descansos? Jungkook dio unos pasos, ciertamente confuso.
De repente, algo agarró el cuello de su chaqueta negra, o más bien, alguien. El impulso de Tae le arrastró hasta una solitaria pared, la espalda del alfa se posó en esta, Jungkook le miró con una chispa de diversión. ¿Su omega dándole caza? Sonaba demasiado bien.
Posó sus iris en su bonito rostro, en lo que Tae centraba su atención en la fastidiosa corbata de un rojo vino que se encontraba anudada bajo el cuello de su camisa, y el de su abrigo.
«Odiaba las corbatas bonitas», pensó el omega enfurruñado.
Jungkook pestañeó unos centímetros por encima su rostro, dudando de dónde salía esa espontánea intensidad.
—¿Tuviste un mal día?
—Tócame —sentenció Taehyung bruscamente.
Jungkook se atragantó con su propio saliva, tosió discretamente y le miró como si pensase en que le había escuchado mal.
—¿Q-qué?
El rostro del omega se vio cruzado por un rubor e incierto enfurruñamiento.
—Que me toques —repitió el omega como una orden—. Ahora.
El pelinegro también se ruborizó ligeramente, tomó aire y agarró las muñecas de Tae, maldiciéndole interiormente por ser una montaña rusa de emociones. ¿Es que ese condenado omega nunca podía tranquilizarse? Un día le gritaba, otro le decía que le amaba. Así no podía vivir en paz.
—Qué te toque, ¿cómo? —formuló el azabache, tragando saliva—. Ni que fueras un violín.
—¿Te gustan mis pechos? Pues tócalos —sentenció Tae con neutralidad—. Quiero que me acaricies, ¿vale?
Jungkook soltó una carcajada ahogada, el omega le sonó increíblemente teatral. Y él mismo, si hubiese tenido unos años menos, seguramente hubiese luchado contra la fugaz hemorragia nasal de su proposición. No obstante, el control de su pulso aún se encontraba en perfecto estado mientras permaneciesen en un sitio público como ese.
—Ovejita, ¿es que vuelves a tener fiebre? —con un tono cómico, tocó su frente con una mano y chasqueó seguidamente con la lengua—. Que alguien llame a un médico.
—No, Jungkook. Q-quiero que me toques —Tae repentinamente sonó frágil, casi desesperado—, quiero sentirte, quiero estar contigo, p-pero no sé cómo podría... y-yo...
El alfa abandonó su sarcasmo, le miró con reserva, advirtiendo que Taehyung iba en serio. Y antes de que continuase con aquello, agarró su muñeca y arrancó el paso para salir del campus. No podían hablar de eso en ese sitio, era demasiado íntimo. Durante el camino, abandonó su muñeca sólo para enlazar su mano. Tae le miró con los globos oculares vidriosos, como si estuviese luchando interiormente con algo.
—No puedes asaltarme y pedirme que haga eso, aquí en medio —masculló el pelinegro, en la zona de estacionamiento—, ¿es que tu instinto se encuentra nublando tu capacidad de raciocinio? Taehyung...
—¿Acaso no quieres hacerlo? —el omega se detuvo en mitad del asfalto, deshaciéndose de su mano—. Si es eso, sé honesto. Dilo, n-no me hará daño...
Jungkook frunció el ceño, sus iris oscuros se clavaron en él con dureza.
—¿Qué quieres que te diga, exactamente?
—N-no me deseas, o... ¿algo así...?
El alfa creyó que Taehyung estaba perdiendo la cabeza. ¿Es que no había escuchado nada de lo que habían hablado todo ese tiempo? ¿Realmente era capaz de dudar de él de esa forma?
—Qué diablos...
—¿Eres un lobo insatisfecho? A-aún no nos hemos acostado, y, pensé que, a lo mejor, tú...
Jungkook agarró su mentón.
—¿Cuándo he dicho yo eso? —formuló.
—No lo has dicho, pero, ¿y si lo sientes? —rebatió Taehyung tímidamente—. ¿Lo... haces...? ¿O no?
En un acto de impulsividad, el pelinegro hundió los dedos en su cabello grisáceo, fundió sus labios con los del omega, en un apasionado beso que les hizo tambalearse. De un momento a otro, Tae perdió su aliento, sus labios se moldearon bajo los suyos, olvidando cómo mantener el ritmo de su respiración. Se encontró totalmente desorientado bajo unos labios ajenos, sus párpados se cerraron como una cortina de intimidad, sus labios se entreabrieron dando paso a lo que fuese que Jungkook quisiera hacer con ellos. Un tirón en su labio inferior con sus afilados colmillos de alfa, el jadeo de sus respiraciones uniéndose y su lengua acariciando el belfo superior de su compañero, antes de que el azabache abandonase su boca.
El peligris tenía las pupilas dilatadas y los labios más rosas tras sobrevivir a la tormenta de su beso.
—No, Taehyung, no te deseo —satirizó su pareja—. Tienes razón, debí ser más honesto.
Tae apretó la mandíbula, desvió la mirada, comprendiendo perfectamente su ácido sarcasmo. La liberación involuntaria de feromonas fue suficiente para manifestar el deseo existente entre ambos, el omega tomó aire, el aroma a chocolate amargo, menta y cereza de Jungkook, a veces, provocaba que sus rodillas se volvieran frágiles.
—Eres indescriptiblemente tarado —suspiró Tae, con las mejillas ruborizadas.
—Y tú un necio.
—Repite eso —masculló el omega, mostrándole unos colmillitos.
—¿Qué haces esta noche? —improvisó.
—No sé, ¿dormir? —articuló el peligris como si fuera evidente.
Jungkook exhaló una carcajada insonora.
—Oh, pensé que los bichos como tú no pegaban ojo —le arrojó a pesar de haber dormido entre sus brazos, en dos ocasiones más que plácidas.
—Tú eres el lobo que caza a los tres cerditos, ¿recuerdas? —se burló Taehyung, cruzándose de brazos.
—Ven a mi apartamento.
—¿Hmnh? —alzó ambas cejas, aún con el pulso palpitante por el beso que todavía hormigueaba en sus labios.
—¿Quieres intimidad? Deberíamos estar a solas —comentó Jungkook con normalidad—. A no ser que te apetezca tener público, claro.
El omega le miró fastidiado, exhaló y negó airadamente lo de contar con público. No le apetecía dar ningún show sexual, no obstante, el hecho de quedar con el alfa para esa noche ya le ponía de los nervios. Ir a su apartamento un viernes sonaba como un buen plan, pero luego de que se separaran, Taehyung reflexionó sobre lo que estaba haciendo.
Por la tarde estuvo adelantando algunos apuntes de Historia del Arte, habló con Jimin por Whatsapp y más tarde, con el grupo de compañero universitarios sobre un trabajo que tenía pendiente. Y sobre las siete de la tarde, se dio una ducha, salió con el cabello húmedo, sacudiéndolo con una toalla. Tenía el pulso disparado, no sabía qué demonios ponerse, e incluso se culpó a sí mismo por ser un estúpido impulsivo y haber asaltado a Jungkook de esa forma.
«¿Iba a ir a su apartamento para que... él... le tocase?», dudó con las mejillas sonrosadas frente al espejo. «Kim Taehyung, eres imbécil».
Se llevó una mano a la frente, sintiéndose como un auténtico estúpido. Todo eso no estaría pasando si no tuviese un problema con las relaciones íntimas. ¿Y si volvía a sentir ese ataque de pánico? ¿Y si no quería continuar en algún momento?
Le dio tantas vueltas a la cabeza, que una hora más tarde salió de su casa asustado. Tomó el autobús como si fuera a ir al peor sitio del universo. Se encontró totalmente arrepentido de estar allí, cuando bajó del transporte público cerca del par de edificios de lujo. Atravesó la entrada, saludó al portero amablemente y subió al ascensor con el corazón palpitando en la garganta. Cuando se miró en el espejo del ascensor, pudo ver su propio rostro de acongojado. Ojos grandes y rasgados, muy abiertos. Labios carnosos con un leve brillo de bálsamo incoloro, bajo su cuello, una fina cadena de oro, una blusa blanca, un pantalón de tela verde botella y clásicos mocasines blancos de punta negra redondeada. Su cabello ligeramente ondulado, sin ninguna forma concreta. Sólo se pasó el peine una vez antes de que se secara de manera natural.
El ascensor se abrió en la planta del loft, salió de allí y tocó en la puerta indeciso.
«Me disculparé con Jungkook», pensó. «Le diré que no quiero hacerlo».
La puerta se abrió y el alfa se apoyó en el marco, cruzado de brazos. Tae deslizó sus iris sobre él. Fino jersey blanco que marcaba sus bíceps y pecho, estrecha cintura y jeans ajustados con fina abertura en una rodilla, y unas zapatillas blancas de Balenciaga.
—¿Santo y seña? —Jungkook le descolocó por completo.
—¿P-perdona?
—¿Contraseña?
—¿Qué dices? —el omega frunció el ceño.
—No creerás que vas a entrar a mi apartamento sólo por tu cara bonita —bromeó el azabache—. Quiero decir, podría funcionar, pero a estas alturas ya no puedes manipularme con eso.
—E-eres un idiota, Jeon.
Taehyung avanzó deliberadamente hacia la puerta y Jungkook se interpuso en su camino, el peligris le dio con toda la frente en la barbilla.
—Santo y seña, bobo —repitió el alfa, molestándole a propósito.
—¡Jungkook! —gruñó el segundo.
Esquivó su intento por taponar la puerta, colándose bajo su brazo. Su forma de entrar en el apartamento ya fue lo suficientemente tensa como para desear zarandearle. Se quitó la chaqueta sin mirarle, escuchando la risita agradable de su compañero en lo que cerraba la puerta.
Tomó su chaqueta para colgarla en el perchero de la entrada, Tae se pasó una mano por el cabello, sintiéndose ligeramente sofocado entre su rubor y propio mal genio.
—¿Eso que huele es a comida? —dudó el omega arrugando la nariz—. ¿Has comprado la cena?
—No la he comprado —contestó Jungkook—, la he cocinado.
—¿Has cocinado para mí?
Tae le miró con los ojos muy abiertos, pasó de largo velozmente y se detuvo en el marco del salón, encontrándose la mesa puesta. Había varios platos, uno con deliciosas albóndigas fritas en salsa y otro con tallarines salteados con pollo, para compartir. También vislumbró un pequeño centro de mesa compuesto por varias rosas blancas, dos velas aromáticas apagadas y a un lado, unas copas de fresas escarchadas con crema de nata.
—Oh, ¡son albóndigas! —al omega le centellearon los ojos, se aproximó atónito, y tuvo que tragar saliva mientras la boca se le hacía agua—. ¿M-me has preparado mi plato favorito...?
—¿Huh? Oh, no, no. Ha sido casualidad —se excusó el alfa con neutralidad—. Las estrellas deben haberse alineado.
Tae le miró de soslayo, el pelinegro le guiñó un ojo en complicidad. Por supuesto que sabía que era «su plato favorito», se lo había dicho en aquel local casero en el que una vez las probaron. Se sentaron en la mesa y cenaron juntos, diluyendo cualquier otro pensamiento en un tema de conversación mucho más interesante.
—He contratado a un detective privado, Lee Seung-gi —expresó Jungkook, tomando una copa de agua durante la comida.
—¿Un detective privado?
—Namjoon y yo compartimos amistad con alguien que tiene un club nocturno.
El peligris masticó, se tragó su bocado e intuyó a lo que se refería.
—Oh, te refieres a, un...
—No es esencialmente eso, pero creemos que el socio con el que está compartiendo el negocio, ha convertido el lugar de ocio en algo más... peligroso... —le contó con prudencia—. Creo que hay omegas involucrados.
Taehyung clavó sus iris sobre el rostro circunspecto Jungkook.
—¿Y qué vas a hacer?
—Si Lee saca las pruebas que necesitamos, y Julen no entra en razón, le denunciaremos a las autoridades.
Tae se reclinó en la silla, entrecerró los ojos, reflexionando sobre eso.
—No dudaré en resolver lo que sea que esté sucediendo, pese a que el tal Drake pueda llegar a presentar alguna represalia.
—¿Represalias? —pronunció Taehyung en voz baja—. Te refieres a... ¿venganza...? ¿por cerrar su negocio?
—Es un alfa —contestó su compañero, como si eso pudiera justificarlo.
El omega no creyó que fuese justificable, pero creía entender a lo que se refería Jungkook. Se sintió un poco preocupado porque se metiese en esos asuntos, se preguntó cómo podía tener tiempo para todo. Trabajaba, asistía a eventos, mantenía una relación con él (y eso ya tenía mérito), y, aun así, controlaba otros tantos asuntos.
—Eh, ¿te he preocupado? —formuló Jungkook con suavidad, apoyó ambos codos en la mesa, estrechó sus parpados, contemplando su rostro—. Lo siento, quizá no debí haberlo mencionado mientras cenábamos.
—No, no es eso —Tae sacudió la cabeza—. Me gusta que me cuentes esas cosas, pero... a veces olvido quien eres.
El alfa no dijo nada, se mantuvo en silencio observándole. Taehyung agregó algo más:
—Jeon Jungkook —pronunció—. No es fácil, ¿verdad?
Jungkook bajó la cabeza, apartó la servilleta de tela y se levantó de la silla sólo para ir hasta él.
—No siempre, pero tú me haces sentir que todo es mucho más sencillo —murmuró, seguidamente dejó un beso en su sien y comenzó a recoger la mesa—. Llévate el postre al sofá, si quieres.
Taehyung agarró su copa de fresas, con una cucharilla, estuvo devorándose el contenido sentado en el enorme sofá. La calefacción eléctrica se encontraba puesta, junto a la mesa de café, fuera de la alfombra de lana. Quería ayudar a Jungkook a recoger las cosas, pero él siempre le trataba como un príncipe. Tae pensó que era injusto que fuese tan adorable con él, e incluso en aquel rato, olvidó por completo el asunto que le había creado una previa ansiedad. Cuando estaba allí, con él, sólo se sentía seguro, feliz. El loft de Jungkook era un nido para ambos, un lugar que en un principio le había dado pudor, pero desde hacía algún tiempo, lo sentía como un espacio de felicidad e intimidad para ambos.
El pelinegro regresó de la cocina tras poner el lavavajillas, se bajó las mangas del jersey blanco y agarró el control de la televisión, ofreciéndole ver una película. En el catálogo de Netflix tenían bastante donde elegir, Tae rehuía de los filmes de terror, pero a Jungkook le fascinaban. Era el tipo de chico que, indistintamente de su casta, sufría una nula reacción ante las situaciones tensas o de terror. Tae estaba convencido de que su novio era presumido con esos temas, pero no quería decírselo en voz alta, porque estaba seguro de que Jungkook se burlaría de él. ¿Tenía que ver su arrogancia con sus genes de alfa puro? Seguro que sí. Y era tan sexy, que le odiaba.
Pusieron una película sobre un payaso que se escondía en las alcantarillas y raptaba niños, y Taehyung se encogió bajo la suave manta de visón que compartieron. El brazo de Jungkook se encontraba sobre sus hombros, con el bíceps presionando sobre uno, y su mano colgando por encima de su clavícula.
En el rato de película que vieron, el peligris recordó el problema que tuvo en Halloween con una película de terror mucho peor que esa. Apretó la mandíbula y desvió el rostro, recordándose a sí mismo que no iba a pasar nada. Un estruendo le hizo dar un brinco, temblar levemente, como una mosquita muerta.
«Jungkook iba a pesar que era un flojo», se dijo avergonzado.
Sin embargo, sus dedos tomaron su mentón, para que le mirase.
—¿Quieres ver otra cosa? —murmuró cerca de sus labios.
Su aliento fue cálido, agradable, Tae no dijo nada, pero contempló sus labios en la tenue luz de la dorada lámpara de pie situada junto al otro extremo de un sofá en forma de L, demasiado grande. Apoyó una mano en su pecho y acortó esa escasa distancia para besarle. Fue un beso tímido, corto, dulce. Una tira de besitos siguió su movimiento, Jungkook se humedeció los labios, sorprendiéndose porque el omega tomase la iniciativa de comenzar con sus besos. Él no fue demasiado lanzado, se mantuvo con prudencia en su posición, desviando el brazo de sus hombros hasta su cintura con paciencia. Se mareó un poco por su aroma a omega, por su forma de compaginar sus agradables besos sin llegar a resultar lascivos o apasionados, en una melodía agradable entre sus respiraciones y hambre por probarse. Con la otra mano, Jungkook acarició desde su cabello, su mandíbula, rasgando posteriormente su cintura con unas inofensivas yemas, hasta la cadera y trasero bajo la tela del pantalón de lino.
Taehyung se encontraba de medio lado, por lo que facilitó la llegada de sus dedos. Suspiró en sus labios cuando pellizcó suavemente la zona posterior de su muslo, bajo un glúteo.
«Era sensible», pensó Jungkook, considerando tomarse con calma lo que quería hacer. No pensaba en hacerle saltar de pánico de ningún modo, por lo que, le habló con una profunda voz de terciopelo en su primera embriagadora caricia, donde sus largos dedos, moldearon la forma de una de sus piernas.
—Escucha —murmuró—, si quieres que me detenga mientras lo hago, dilo. No tenemos por qué hacer nada que no desees.
—Jungkook —suspiró lentamente.
—Confía en mí —el azabache besó bajo su sien, esparció unos inconexos besos por la línea de su mandíbula, mientras su mano tiraba del lazo de su pantalón, aflojándolo—. Sólo voy a acariciarte.
Taehyung permaneció sentado, aunque se recolocó como Jungkook le aconsejó hacerlo. Recostado sobre él, ofreciéndole la espalda. El joven tocó uno de sus pechos desde atrás, con un brazo deslizándose en su cintura. Sus dedos masajearon la forma de su omega, Tae llevó sus yemas hasta la mano de Jungkook, entrelazando los dedos con él. Nunca le habían tocado un pecho así y se vio forzado a reprimir su aliento por la forma en la que el vello de su nuca se erizó bajo el hormigueo que crearon sus manos.
Era una posición vulnerable, su nuca se encontraba a su disposición. Los labios del alfa, tras el cartílago de su oreja. Inclinó la cabeza para mordisquear la piel de su cuello con suavidad, podría romper su lazo de confianza hundiendo los colmillos sin piedad, enlazándole a la fuerza y creando una unión psíquica entre ambos. Pero Tae sabía que no lo haría, Jungkook mantenía sus promesas. Su lobo era fiel a sus deseos.
Sus dedos trazaron sus pechos sobre la fina tela de la blusa blanca del omega. Taehyung respiró un suavísimo gemido.
—Son sensibles —comentó Jungkook en una clave baja, como si hablase de un caramelo.
—S-sí —balbuceó el peligris con timidez.
—Están un poco hinchados.
—Sucede durante el celo —procedió a explicar—, s-suelen desinflamarse unos días después.
—Mhn, eso es muy lindo.
Taehyung frunció ligeramente el ceño, sintiéndose ruborizado. «¿Cómo podían parecer lindos sus pechos?», pensó en tensión, descubriendo cierto encanto por su halago.
El joven besó su nuca, Tae apretó los párpados y tensó los hombros mientras una de las manos del alfa llegaba hasta el borde de tela del pantalón.
—S-sé gentil.
—Relájate, haré que te guste.
Su simple mención hizo querer gemir a sus células omegas. Su lobo blanco estaba desesperado por escuchar más susurros como esos, Jungkook sonaba tan seguro, tan cálido, que ya le dolía el miembro antes de que lo acariciase por dentro del pantalón con una suave mano de finos dedos. Se retorció entre sus brazos en sus primeros movimientos, el pelinegro contorneó su miembro masculino por encima de la prenda interior, seguidamente, introdujo sus yemas con facilidad hasta tomarlo cuidadosamente.
No era muy grande, los varones omegas gozaban de un tamaño medio-pequeño, puesto que constaban de dobles órganos sexuales, y los segundos, eran mucho más importantes. Jungkook nunca tuvo sexo con un omega, pero recordaba muy bien las clases de anatomía. Y esa noche, sólo iba a centrarse en su miembro erecto y en su sensibilidad húmeda. En una ocasión, le dijo que podía utilizarle como quisiera. Y Jungkook pensó que, si eso incluía tener que masturbarle el resto de su vida, lo haría como si fuera una obra de arte preparada para perecer entre sus manos.
Con unas suaves caricias, masturbó debidamente al omega, acarició su miembro en toda su longitud, apretó los dedos alrededor de él y continuó en movimientos rítmicos, mordisqueando el cartílago de su oreja en un par de ocasiones, donde le dejó totalmente perdido y desorientado. La respiración de Tae se volvió entrecortada, sorbió entre dientes ligeramente, dejando caer la cabeza hacia atrás, a su plena disposición física.
—Mhm, ah —gimió con suavidad, casi imperceptible sonido, perdiéndose entre las tibias olas de placer, en la calidez y bienestar de sus brazos.
El peligris hizo un leve e involuntario movimiento pélvico para tener más, Jungkook estaba encantado de ver el resultado de su juego. Le masturbó con satisfacción, abandonando eventualmente su miembro hasta trazar con los dedos alrededor de su delicada abertura húmeda. Fue agradable poder hacerlo, rozarlo con los dedos sin introducirlo, en movimientos en forma de círculo, un poco más fuertes y otros más débiles, encargándose posteriormente de inducirle al orgasmo.
El jadeo de Taehyung fue casi un susurro ahogado, se encogió brevemente y gimió con una maravillosa suavidad que le hizo considerar que acaba de enamorarse de él, por segunda vez. Sólo quería poder llegar a escuchar aquel gemido en voz alta próximamente.
Tras alcanzar el clímax casi sin eyaculación (los omegas varones apenas eyaculaban por el pene), deslizó la mano fuera del pantalón y acarició uno de sus adorados muslos, dejando mimosos besos en la zona baja del cuello, deslizando los labios sobre el suave músculo que conectaba el cuello con su fino hombro. Después, el azabache hundió la nariz en el hueco bajo su mandíbula, permitiéndose disfrutar de su aroma, podía oler su flujo como un trozo de bombón de caramelo derramado. Simplemente, delicioso. Y era sólo suyo.
Taehyung tardó unos segundos de más en recuperar la cordura, Jungkook mimándole justo después de haberle masturbado no era algo sencillo de encajar. Pero se sentía tan a gusto, tan mojado, que su primera experiencia fue claramente placentera.
Su corazón latía rápido, una de sus manos entrelazó los dedos con los del otro sobre su propio pecho.
—¿Te ha gustado?
—Mhn —contestó tímidamente—. E-eres bueno...
—No te lo imaginas —bromeó su pareja, dejando un gruñido tras su oreja.
Tae se mordió el labio inferior. Que se lo tuviera tan creído, sólo le hacía pensar en las ganas que tenía de volver a subir sobre él para enseñarle quien de los dos era el que mandaba. Aunque él exteriormente fuera el dócil omega, de los dos.
Giró la cabeza por encima de su hombro, flexionó las rodillas para girarse y ambos se miraron. Tae tenía las mejillas sonrosadas, agarró el cuello alto de su jersey y se inclinó hacia él para besarle. Jungkook recibió muy bien su beso, sus brazos rodearon su cintura, se dejó besuquear débilmente por el omega, quien clavó una rodilla en el sofá, entre sus dos piernas.
—Gracias —susurró el peligris sobre sus labios, sus pulgares ascendieron delicadamente por el rostro del alfa.
—¿Por qué?
—Por hacerlo así. Y-yo tenía miedo, quería pedirte que lo olvidásemos, pero, tú...
—Si te ha gustado, estoy más que satisfecho —contestó Jungkook suavemente, su nariz se rozó con la de su compañero y Taehyung se sintió increíblemente feliz.
Jungkook le pareció tan valioso, que le dolieron los dedos por desear enredarlos en su largo cabello negro, por marcar sus labios como suyos, su aliento, su oxígeno. Quería que todo él, incluso su lobo, fuese totalmente suyo.
—Te quiero —pronunció en una confesión que brotó desde lo más profundo de su pecho.
El alfa esbozó una amplia sonrisa, desvió la mirada, como si aquello tuviese realmente gracia.
—No hagas eso.
—¿El qué?
—No me digas que me quieres de esa forma.
—¿Por? —pestañeó tristemente.
—Porque eres adorable —contestó, apartando unos mechones de cabello.
—Y tú, eres lo mejor que me ha pasado. Dios, ¿de dónde has salido? —suspiró Taehyung—. El universo debe estar muy loco para haberme hecho chocar contigo.
—Oh, y me dices eso, ¿justo después de masturbarte? —se burló Jungkook juguetonamente, ladeando la cabeza—. Así que ese es el auténtico pinchazo de serotonina. Gracias, universo.
Taehyung sonrió un poco, negando con la cabeza. «Ese tonto alfa no tenía remedio», se dijo.
—Oye.
—¿Hmhn?
—¿De qué va la peli que estamos viendo?
Jungkook giró la cabeza, recordando que seguía reproduciéndose de fondo.
—Ni idea, sólo quería que te acurrucases en mí.
—Oh, estrategia sucia —dijo sobre su regazo, deslizó la nariz por su sien y dejó un par de besos en su mandíbula, y cerca de los pendientes plateados de su oreja, mordisqueándolos un poco—. Manipulación alfa. Pondré una queja en la comisaría.
El pelinegro se rio con una clave baja, aceptó sus mimos, manteniéndole sentado sobre su muslo.
—Gracias por la cena —agregó Tae con dulzura—. Estaba deliciosa.
—Reconócelo, esas albóndigas picantes te gustan más que yo.
—No sé —sonrió Taehyung, abrazándole—. Tengo mis dudas.
*Esta historia pertenece a Chispasrojas. Prohibida la distribución de este fanfic sin permiso de la autora. Puedes descargar esta historia completa en Patreon.com/chispasrojas
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