Capítulo 20
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Capítulo 20. Deseo inconexo
El centro comercial se encontraba a rebosar de gente, escaparates vistosos, tiendas de ropa, ocio, restaurantes y unos enormes cines. Jimin se probó varias camisetas en el interior de una tienda, Taehyung paseó entre los expositores de ropa levantando la cabeza. Adquirió un par de blusas y unos tenis blancos, su amigo se compró un abrigo ligero, un jersey fino de color negro. El par de horas pasó más rápido de lo que esperaban, pero entre una cosa y otra, todo se sintió como si volviese a estar en su sitio.
Había tanta gente de compras, tantos grupos familiares, amigos y parejas, que Jimin agarró la mano del omega para no perderle de vista. Taehyung siguió sus pasos, tratando de alejarse de la multitud, y musitando que tenía hambre. Ir de compras siempre daba hambre.
—Yo también me muero de hambre, ¿unas patatas? —el sub-alfa miró de soslayo al peligris.
—¿Patatas? Quiero helado.
—¿Helado?
—¿Qué? —Tae hizo una mueca—. ¿Helado de galletas?
Jimin exhaló una sonrisa.
—Mala época para un helado.
—¿Por qué?
—Nada, tonto —le dio un golpecito en la frente, cargando la bolsa entre los dedos—. Si te resfrías, tu novio me cortará el cuello.
Taehyung se ruborizó un poco.
«Su novio», repitió en su cabeza.
Razonar que Jungkook era su pareja aún se le hacía tan natural, como extraño. Jimin detuvo sus pasos frente a una vistosa heladería de color azul, extendió las yemas hasta el cuello de la blusa y tiró de una cadena dorada, sacando el colgante con forma de luna.
—¿Esto es suyo? Es bonito.
—Uh, e-es mío...
Jimin entrecerró los párpados con un notable aprecio.
—Es muy tú. Te queda bien —consideró con honestidad.
Taehyung sonrió humildemente, se aproximó a él y le dio un inesperado abrazo. Necesitaba hacerlo, después de toda esa semana.
—Te quiero —murmuró.
El sub-alfa frotó su espalda con una mano, de alguna forma, sintió que su amigo estaba feliz. No se trataba de una sonrisa, o de su mañana de compras, era algo más profundo. Su energía parecía equilibrada.
—¿Has hablado con él de...? —formuló el rubio.
Taehyung asintió con la cabeza, sobre su hombro.
—Y, ¿lo ha...? —dudó, sin llegar a terminar su pregunta.
—Lo ha comprendido.
El omega y él se distanciaron, sus iris se toparon un instante, Jimin guardó una mano en el bolsillo.
—Vale, bien. Desplazaremos mi intento de homicidio de momento —emitió el sub-alfa, pasándose la lengua por los dientes—. Pero, sabes, es... positivo, que lo compartas con alguien más. Quiero decir, necesitas...
—Curarme.
—Sí.
Jimin y él retomaron su paso, entraron en la heladería, y el sub-alfa añadió algo en voz baja.
—Pero si se pasa de la raya, ya sabes, dímelo —carraspeó, dejó caer con una burla un brazo por encima de sus hombros—. Aún estamos a tiempo de atarle y tirarle a un río. Podría hacer que pareciese un accidente. Fijo que, con ese apellido, tiene unos cuantos enemigos.
Taehyung se rio alegremente, empujó su hombro con el suyo, y Jimin exhaló una agradable risa. Se aproximaron al mostrador de color azul chillón, y estuvo a punto de atragantarse cuando sus pupilas se posaron sobre Yoon. Jimin comenzó a toser exageradamente, Yoon frunció el ceño, bajo el estúpido sombrero de marinero protocolario del uniforme. Arrastró sus iris grisáceos entre el sub-alfa y aquel diminuto girasol de mejillas redondas.
«La puta madre», pensó Yoongi. «El universo debía estar castigándole».
—¿Tú? —Jimin le señaló con un dedo, las mejillas ligeramente sonrosadas y la boca abierta.
—¿Y tú? —rebatió Yoon, claramente molesto.
—¿Trabajas aquí?
—Parcialmente.
—Venga ya —sonrió Jimin.
—No todos tenemos el sueldo de papá, encanto —le arrojó el peliazul.
Tae se sorprendió rápidamente.
—¿Qué? —dudó, mirándole a ambos con unos grandes ojos rasgados—. ¿Os conocéis? ¡Hola!
Yoongi arrugó la nariz en cuanto escuchó su voz, su sonrisita en forma de caja le fastidió en exceso. Tae no le gustó ni un pelo.
«¿Olía a miel y a avellanas?», se dijo Yoon. «Ugh, rastros de melocotón y fresas. Qué molesto».
—Eh —saludó con voz grave, y unos pequeños colmillos bajo los labios—. Qué quieres.
—¿Mhn?
—Pongo helados. Elige.
—Oh, ah... —Taehyung deslizó las pupilas sobre el mostrador de helados, tras un enorme vidrio—. ¡Galletas! —señaló felizmente.
—Galletas —soltó Yoongi, sacando una espátula plateada—. Patético.
El omega se quedó perplejo, Jimin se apoyó en el mostrador y le siseó, sugiriéndole con una miradita que bajase el tono. Yoongi le miró de soslayo, con un aspecto irritado. Estaba seguro de que, en su versión lobuna, un frío lobo azul le hubiera gruñido y sacado las uñas. El sub-alfa sintió su aura crispándose, pero incluso con sus malos modos, deslizó sus pupilas sobre él, fijándose en el absurdo y bonito uniforme de marinero.
«Yoon estaba muy mono», pensó divertido. «¿Una tienda de helados por la mañana y un pub de copas por la noche? Debía estar trabajando muy duro».
Yoongi le sirvió un cucurucho de dos bolas de helado a Taehyung, el omega se sintió electrificado cuando lo tomó en la mano.
—Ten —dijo fríamente, llevando sus iris nuevamente hasta Jimin—. Y, ¿tú quieres algo, perrito?
Tae le pagó los wons que le debía y mordisqueó una de las bolas de helado, echándole una miradita a Jimin. Notó cómo su atención se clavaba sobre el peliazul, y este, con una pasivo-agresiva mirada grisácea sobre él, hizo saltar unas extraordinarias chispas que le hicieron a Tae creer que estaba perdiéndose algo.
No obstante, alguien agarró su codo, Taehyung giró la cabeza y se encontró a Iris y Doyun en la misma heladería.
—Eh, ¡qué tal! —le saludaron sus amigos.
El omega se vio momentáneamente distraído, lo suficiente como para que Jimin se permitiese disfrutar un instante de su encuentro con Yoongi.
—¿Tienes coco y arándanos? —se burló el sub-alfa—. Seguro que juntos, saben genial.
—¿No ves, que no? —emitió Yoongi, acto seguido captó su estúpida referencia, viéndose empujado a una inesperada cólera.
«¿Iba a coquetear con él delante de aquel omega con el que había entrado tonteado?», se preguntó irritado.
Le señaló con la paleta de las bolas de helado, como si se tratase de arma afilada.
—Te meteré una bola en la boca como vuelvas a repetir eso.
—Te queda genial ese gorrito —bromeó Jimin—. No sabía que tenías varios trabajos, pluriempleado.
—Mnh —Yoongi miró de soslayo a Tae, quien estaba riéndose levemente con el par de personas que atrapaban su atención y conversaban con él alegremente—. Y yo no sabía que tenías un novio omega. Olor a fresa, qué ingenuo —soltó asqueado—. No sabía que eras tan básico, por el amor de dios.
—¿Qué? —parpadeó el sub-alfa, percibiendo su ligero recelo—. No, no es mi novio.
—Oh, ya. ¿Es el amor platónico por el que llorabas el otro día en mis brazos? Realmente lamentable —esbozó una sonrisa falsa—. Me apuesto a que jugabais a ser novios de pequeños.
Jimin se rascó la nuca, con cara de circunstancia.
—Va, qué desagradable que eres —valoró en voz alta—. ¿No te han enseñado modales?
—No, ve corriendo con papá, Park. ¡Seguro que él te ayuda a ti con eso!
Jimin arrugó el ceño, y le miró con un auténtico desagrado.
—¿Has probado a tomar algo de azúcar? —señaló los cucuruchos de barquillo—. Seguro que te vendrá bien para calmar tu acidez.
—Oh, de acuerdo, morderé al trozo de algodón con el que te juntas, ¡seguro que se me pega esa cara de bobo! —le lanzó.
—No vuelvas a mencionar a Taehyung —gruñó Jimin—, si no quieres meterte en problemas conmigo.
—Huh, ¡mira como tiemblo! —canturreó Yoongi.
La gente comenzó a mirarles con extrañeza, mientras montaban el numerito.
—Pfs, mocoso —escupió el sub-alfa airadamente—. ¿Y se supone que eres mayor que yo? Te recuerdo que me debes un favor. Puede que dos.
Súbitamente, Yoongi soltó la paletilla, enterró los dedos en una enorme tarrina de helado bajo la vidriera y se lo lanzó en toda la cara con una inesperada rabia.
—¡Toma tus favores, capullo! ¡Puedes metértelos por el culo!
Jimin le miró desconcertado, con una manga se limpió de la mejilla el puñado de helado de chocolate que se deslizó sobre su camiseta y chaqueta de cuero.
—¡Estás loco! ¡Demente!
—¡Niñato! —jadeó Yoongi.
—¡Agresivo! —contestó Jimin.
—La próxima vez que te ayude tu madre con tus borracheras, ¡inmaduro!
El sub-alfa liberó una serie de hormonas invasivas que asustaron a todos los clientes. Taehyung se quedó con la boca abierta, agarró a Jimin de la manga mientras los otros dos se gritaban cosas inconexas. Unos segundos más tarde, salieron de allí precipitadamente, el sub-alfa increíblemente estresado, musitando un montón de palabras sin sentido.
—E-espera, Minnie —el omega tiró el resto de su cucurucho a una papelera, siguió a Jimin por el centro comercial—. ¿Jimin? ¡Jimin!
—Menudo estúpido.
—¿D-de que le conoces? —jadeó Taehyung a su lado.
Jimin le miró un instante, descartó por completo hablar de él. Para empezar; ni siquiera le había contado que hacía más de una semana que le habían apuñalado, por intentar protegerle. Además, había follado y no tenía ni idea de por qué le había refugiado en su casa (dos veces) en sus momentos más frágiles. Tampoco sabía cómo racionalizar el hecho de por qué habían comenzado a gritarse.
—Amigo de Hoseok —declaró sin entrar en detalles.
—Oh, huh, p-pues qué carácter...
—Ya lo creo. Los betas son idiotas. Completamente idiotas.
Taehyung arqueó una ceja, no entendió nada. Sin embargo, Jimin logró tranquilizarse cuando pasó un rato. Almorzaron juntos en un restaurante que servían unas excelentes hamburguesas caseras, el omega recordó que tenía una cita pendiente con Jungkook esa tarde; iba a conocer a sus padres. Y cada vez que pensaba en ello, se volvía un manojo de nervios donde se cerraba la boca de su estómago. Se despidió de Jimin más tarde, se separaron en la parada de autobuses, él tomó su línea en dirección a su barrio, y su amigo se largó por otro lado.
Cuando el peligris volvió a casa se metió en la ducha, pensando en lograr el mejor aspecto posible para darle una buena impresión a los padres de Jungkook, pese a que ya había conocido a Jiro. Sintió un poco de dolor de estómago y pensó que había comido demasiado. Salió de la ducha con el cabello húmedo, se puso una suave loción sobre la piel con aroma a almendras. Percibió que tenía los pechos un poco hinchados, los pezones rosas ligeramente inflamados y comprobó su calendario.
«¿Estaba casi en el celo?», dudó un instante, tocando uno de sus duros y voluminosos pechos de omega varón.
Taehyung se percató de que su ciclo se había retrasado. Las previas ocasiones se adelantó inesperadamente, pero esa vez, estaba sucediendo justo al revés. Debía haberlo tenido días atrás, sin embargo, ni siquiera tuvo pinceladas de un comienzo. E incluso lo había olvidado.
El omega pensó en que su retraso podía haber sido un factor de la crisis emocional que vivió la semana previa. Contarle a Jungkook qué sucesos le habían dejado marcado en su pasado, fue un duro tramo emocional que le provocó hasta saltarse algunas comidas. El joven se colocó una blusa negra, de mangas largas y vaporosas, el cuello en pico, anudado con varias delicadas tiras sobre el pecho. Comprobó su reflejo en el espejo y tiró de la cadena dorada, dejando a la vista la preciosa luna creciente de su colgante. Se tocó una mejilla percibiendo que tenía los pómulos un poco calientes, así como el cuello, no obstante, no se sentía exactamente como cuando estaba en el celo.
Por un momento, dudó en tomarse la medicación supresora. La última vez que lo hizo le sentó fatal, mezclando su periodo con el propio celo, por culpa de aquel extraño rechazo que la presencia de Jungkook le provocó a su instinto omega. Recordó que aún tenía esas jeringuillas médicas que funcionaban como calmantes, las cuales podrían ayudarle mucho más. Taehyung se acercó al cajón de la cómoda, la abrió y sacó la cajetilla entre los dedos, reflexionando sobre si debía hacerlo.
«No podía asistir al encuentro con la familia de Jungkook si se inyectaba un calmante», pensó. «Estaba seguro de que ni siquiera podría caminar con eso».
Volvió a dejarlo en el cajón de la cómoda, con una notable indecisión. Se mordisqueó el labio, decidiéndose por inyectarse la medicación en otro momento.
«El encuentro con sus padres sería rápido, e iba a estar todo el tiempo con Jungkook», se convenció a sí mismo. «Seguro que, si se encontraba mal cuando saliesen de allí, su pareja le llevaría a casa para que estuviese seguro».
Taehyung apretó la luna de su colgante entre los dedos, sintiéndose feliz por eso. Jungkook le había expresado que le protegería, que nunca, jamás, nadie volvería a tocarle. Y de alguna forma, su corazón, su mente, hasta sus células omegas, sabían que aquello era una fiel promesa de su querido lobo de ojos dorados. Debía preocuparse por sus ciclos, pero no tenía por qué seguir viviendo con miedo.
El pelinegro pasó a recogerle en unos minutos, cuando él ya se encontraba listo.
—Voy a salir, mamá —se despidió Tae.
—¿Vendrás a dormir?
—Huh, ¿no lo sé? —dudó—. Supongo, te dejaré un mensaje si no.
—Pásalo bien, cielo.
Taehyung salió de casa animadamente, vio el Mercedes Benz de Jungkook y entró por la puerta con una sonrisita. El alfa se quedó prendado cuando se sentó de copiloto. Tae llevaba un bálsamo labial de cereza, su aroma natural parecía un poco más intenso (es más, se forzó a respirar por la boca desde su entrada) y parecía radiante.
—¡Hola!
—Hola —saludó Jungkook—, mi luna.
—No traigo paraguas, tampoco abrigo —parloteó Tae nerviosamente—, ¿debería?
—No te preocupes, no iremos a pasear —contestó el alfa, con un suave giro de volante puso en marcha su trayecto.
—Oh, dios. Se me saldrá el corazón por la boca.
Volvió a mirarle de soslayo en la intersección de la avenida, donde los semáforos en rojo le hicieron detener el auto. Taehyung tenía las pestañas naturalmente largas sin rímel, pero sus ojos parecían más rasgados. Su cabello grisáceo ligeramente ondulado, blusa negra anudada bajo el cuello y pantalón de tela hasta la cintura.
—¿De dónde has sacado esa blusa? —sus labios preguntaron de por sí solos, con un ligero aprecio dibujándose en sus iris castaños.
Jungkook observó con cierta admiración su cuello.
—Huh, fui de compras con Jimin —comentó su novio—. ¿Voy bien así?
El pelinegro se mordisqueó la punta de la lengua, dejó de mirarle, prometiéndose a sí mismo no besuquearle para no estropear su maravilloso aspecto.
—Es sexy.
—¿S-sexy? —titubeó el peligris, con un fugaz rubor—. Debería haber utilizado alguno de mis jerséis habituales, lo sabía.
—Sí, si querías parecer una ovejita —sonrió Jungkook, sus dedos tamborilearon sobre el volante.
Tae le sacó la lengua juguetonamente, se cerró la fina chaqueta, abrochando unos cuantos botones, hasta la zona baja del cuello. Jungkook aparcó no mucho más tarde frente a la casa de sus padres. El omega abrió los ojos de par en par, frente a la gran casa. Era preciosa, ubicada en un barrio donde mayormente vivían celebridades y grandes empresarios. Salió de allí nervioso, Jungkook bloqueó el Mercedes, rodeó el auto y tomó su mano. Tiró de ella, percibiendo su rostro desencajado.
—Eh, Tae —masculló aproximándole—. No pasa nada, ¿vale?
—¿Y si no le gusto a Serena?
—Lo harás. Son personas normales, no van a morderte, tonto.
Taehyung infló las mejillas. Abrazó su cuello un instante, estirando los talones. Cuando le soltó, se miraron unos segundos, Jungkook enlazó su mano y volvió a tirar de él. El aura de la casa de los Jeon liberaba esa común atmósfera de los nidos de alfas. Tae no sabía cómo describirlo, simplemente, su instinto omega sabía que estaba adentrándose en la casa de unos lobos dominantes.
Por suerte, pasaron una estupenda hora en la casa de sus padres, Serena era hermosa, altísima. Le saludó amablemente, estrechó una mano amigable con él, Jungkook y Tae se sentaron juntos en el salón, Jiro evitó fumarse un puro para no molestar al peligris (Jungkook le dijo que los omegas se molestaban mucho con los olores fuertes y el humo). El omega tomó un té verde, probó unas pastas con crema y les conoció un poco. Ellos le preguntaron por sus estudios en Bellas Artes, sosteniendo que estaban deseando ver alguna de sus obras.
—Puedes venir a casa siempre que quieras —le ofreció Serena—, seguro que Ayane estará encantada de conocerte. ¡Oh! ¿Qué tal si vienes a una cata de vino con nosotros? ¿Has probado el nuevo champán que R. Jeon ha producido?
—Oh, pues-
—Madre, Taehyung no acostumbra a beber demasiado —intervino Jungkook.
Posó una mano sobre la rodilla del omega, encargándose de la situación.
—Quizá a una cata de vino no, pero, puede decirle a nuestra empleada cuál es su plato favorito. Si quieres comer en casa, te lo prepararán —Jiro le guiñó un ojo—. Hay dormitorios extra.
Tae le agradeció que se tomase las molestias de invitarle. El par de empleadas betas de la casa también se quedaron embobadas con su omega, cuando Jiro decidió mostrarle algunas zonas del hogar, como el gimnasio, un salón de cine, una piscina climatizada y la biblioteca.
Jungkook le sacó de su casa familiar un rato después, antes de que le abrumasen demasiado. Salió de allí sintiéndose un poco avergonzado; no renegaba de ellos, simplemente, las familias alfas eran excesivamente «familiares». Sólo le faltaba que Serena comenzase a preguntar de qué color querían casarse. Estaba más que seguro que ella desearía elegir el traje de Taehyung, si es que algún día llegaban a comprometerse.
—¡Adiós! ¡Hasta luego, Taehyung!
El alfa se lo llevó de la mano, con una imperiosa necesidad de protegerle de cualquier situación de pánico.
—Lo siento —musitó cuando estuvieron a solas—, si te han hecho sentir incómodo.
—Han sido muy amables. Tu madre es preciosa.
Jungkook le miró de soslayo, Taehyung se mostró honesto, algo tímido, ligeramente feliz por aquel rato que habían pasado.
—¿Sabes? Te pareces a tu abuelo —opinó el omega—. Tus rasgos faciales son increíblemente parecidos.
—¿Mhn? Oh, sí... siempre... —suspiró el alfa, ligeramente desorientado— siempre me lo dijeron...
—No me han agobiado, no te preocupes —el peligris sonrió levemente, tocó su mejilla en un gesto cariñoso, pellizcando ligeramente—. Creo que, para ellos, debe ser muy especial que me hayas traído a casa.
Jungkook se sintió un poco tímido, generalmente, él era el que hacía ese tipo de gestos, no el omega. Sus blancas mejillas se sonrosaron, mientras ambos ponían rumbo al auto. Jungkook se alegró porque Taehyung no se agobiase con sus padres, tenía suerte de que ninguno de sus tíos hubiese estado allí, ni su hermana, ni su mismísimo abuelo.
—¿Quieres cenar en mi apartamento?
—Sí —aceptó el omega.
El pelinegro condujo hasta allí, estacionó en el párking exterior y subieron por el ascensor tras saludar al habitual portero del edificio. Pidieron algo por teléfono para cenar en el apartamento de Jungkook, en esta ocasión se decidieron por la comida japonesa (a Tae le encantaba el sushi). Él se quitó los zapatos, así como la chaqueta, se puso cómodo en el sofá y en el rato que esperaron a su cena, invadió el regazo de Jungkook mientras le hablaba.
Uno de sus brazos rodeó su cintura, Tae apoyó una mejilla en su hombro en lo que el joven le contaba algo en relación a las hectáreas de vid que habían replantado. Jungkook estaba calentito, su regazo era agradable y el omega sintió cierta adoración escuchando su voz de terciopelo de cerca. Se fijó en su nuez, en el perfil de su mandíbula, en la forma delineada de sus labios rosas.
El timbre del porterillo le distrajo, Jungkook le abandonó en el sofá para recibir la cena. Y en unos minutos más, cenaron informalmente sobre el sofá, con Taehyung sentándose en el suelo, sobre la alfombra. Con dos pares de palillos, atacaron el sushi, las brochetas de pollo y cerdo agridulce, y unos deliciosos fideos condimentados.
Cuando estaban llenándose, Jungkook tuvo que atender a una llamada; se trataba de Lee Seung-gi.
—¿Lee?
—Ah, disculpa que te llame a estas horas, Jeon —escuchó la voz del hombre—. Me preguntaba si podíamos vernos mañana por la mañana. Tengo algunos otros asuntos que resolver en Busan, pero le daré prioridad a la investigación del Red Velvet.
—No te preocupes, me alegra tu decisión.
—Verás, he visto unas cuantas cosas que me han puesto los vellos de punta...
—Bien —Jungkook trató de ser breve—. Mañana, ¿a primera hora? Podríamos concertar una cita en mi despacho, pero creo que es mejor que vengas a mi apartamento.
Taehyung subió al sofá, gateó hasta su regazo con un pinchazo de mimo y abrazó su pecho, enterrando la cabeza en él. Se sintió tremendamente reconfortado encontrando su olor entre sus pectorales, sobre la fina camisa blanca sin corbata, donde el primer botón se encontraba desabrochado.
—Por supuesto, envíame tu dirección —solicitó Lee amablemente.
—Lo haré en un momento. Gracias Lee, nos vemos mañana.
—Buenas noches, Jeon.
Jungkook colgó la llamada, con Tae frotando levemente su nariz en su pecho. Él posó una mano sobre su esponjosa cabeza gris. Dejó el teléfono móvil sobre el reposabrazos donde apoyaba el codo derecho.
—¿No estás demasiado cariñoso hoy? —formuló con una sonrisita.
—Hmnh, bésame.
El alfa parpadeó, Taehyung se sentó sobre su muslo, enredando los brazos alrededor de su cuello.
—¿Por favor? —respiró el omega.
Las yemas de Jungkook se deslizaron por su pómulo, atrayéndole hasta sus labios. Su beso fue bien recibido, sus labios se fundieron con dulzura, paciencia y anhelo. El alfa probó los restos de bálsamo labial de cereza, el sabor de la salsa agridulce en su paladar y el aliento húmedo del omega. Los labios de Taehyung eran tan tiernos, que mordisqueó ligeramente su belfo inferior, hasta que su pareja sonrió sobre sus propios labios.
—Ouch —murmuró.
Sin bajar los brazos de su cintura, acabaron tumbados sobre el sofá, dándose el lote de su vida. Taehyung sobre él, con ambos muslos alrededor de su cadera, con besos donde la punta de su lengua delineó los labios del alfa, permitiendo que posteriormente Jungkook tomase su mandíbula, besase la línea de su cuello y desanudase la cinta negra que ataba el cuello de la blusa oscura que vestía. El colgante de la luna creciente osciló entre ellos, el pelinegro lo tocó entre las yemas. Se sentía complacido porque lo llevase encima. Era un pequeño y valioso tesoro que identificaba a su luna frente a todas los demás; quería que el mundo supiese que Tae era «una preciosa luna» a la que su lobo veneraba.
Y estaba a punto de decírselo, de explicarle lo muchísimo que amaba haberle encontrado en su vida, sino fuese porque, de repente, Taehyung comenzó a rozar su cadera con la suya, empujándole hacia una inesperada pendiente de placer que le hizo sentirse momentáneamente desorientado.
—Te necesito —suspiró el peligris, rozándose con él animadamente.
Jungkook estaba duro, los dedos del omega temblaron por deshacer el cinturón de su pantalón. Sus yemas lograron deshacer la hebilla, pero el azabache le detuvo.
—¿Tae?
—Por favor —dijo con voz aguda.
—¿Por favor? —repitió Jungkook, escéptico.
El omega se inclinó sobre él, desabotonando su camisa. Dejó una plácida lamida por su cuello, y mordisqueó la piel por encima de su clavícula, seguidamente bajo su nuez, frotando las caderas levemente, en movimientos sinuosos, sobre Jungkook.
El alfa necesitó apelar a una gran capacidad de voluntad para no dejar que su Lobo interior tomase las riendas de su cuerpo para corresponderle. Se percató de inmediato pese a su aturdimiento, el aroma de Taehyung se había disparado hasta provocarle un jadeo. Olía a celo, sus mejillas estaban calientes, sus manos temblaban por él.
—Tae, deja de mover las caderas —Jungkook sujetó gentilmente su cintura, implorando a su cordura.
El peligris agarró el cuello abierto de su camisa, con los botones desabrochados hasta su musculoso abdomen. Sus pupilas se encontraban dilatadas, sus labios entreabiertos, con un rostro marcado por el deseo y la desesperación por sentir un consuelo.
—¿Por qué? —formuló Tae.
—Porque, no es lo que quieres —razonó el alfa.
El peligris se mordisqueó el labio.
—Mhn, ¿dónde está tu lobito? —soltó con un puchero—. Él es más divertido que tú.
Comenzó a saltar sobre su erección con una sugerente diversión y satisfacción dibujándose en su rostro. Jungkook deslizó las manos hasta sus muslos, recibió una punzada cargada con una apasionante necesidad por encargarse de su celo, sus iris se volvieron dorados un instante, pero él apretó la mandíbula y los párpados, tratando de enterrar al estúpido de su lobo reclamándole que era el momento perfecto para montar al omega.
«Él sólo quería atender a su luna como se merecía», le lanzó en un astuto intento de raciocinio.
Y Jungkook hubiera estado encantado de tener sexo seguro en su sofá, con su precioso omega necesitado, pero dudaba de que el auténtico Taehyung pudiera sentirse feliz con eso. Jungkook no pensaba, de ninguna de las formas, revivir aquella situación en la que presenció al omega sufrir un fuerte ataque de pánico. No quería volver a sentirle temblar entre sus brazos. No podía verle llorar por reavivar su trauma.
—Mi luna...
—Por favor... —jadeó el omega.
Jungkook se las arregló para sujetarle, para levantarse lentamente, con él en su regazo, alejándole de su zona más erógena para evitar volver a sopesar su tentación. Sujetó su rostro caliente, observó sus iris perdidos y apeló a su consciencia.
—Así no, Taehyung —dijo Jungkook con una extrema suavidad—. Recuerdas lo que hablamos, ¿verdad?
—Pero te amo —lloriqueó el peligris—. Quiero que seas tú. Qu-quiero hacerlo contigo.
El alfa le miró con dulzura.
—Lo haremos cuando estés estable —le prometió Jungkook, apretando gentilmente sus nudillos—. Te deseo, Tae. Pero quiero que seas feliz cuando lo hagamos, que te sientas seguro y que no sea una decisión que tomaste por el instinto de estar en celo.
—Yo también te deseo —exhaló Taehyung, con vehemencia—. Quiero cachorros.
Jungkook arqueó ambas cejas, se quedó en shock mientras el peligris apretujaba precipitadamente su cuello.
—Quiero cachorros, ¿sí? —repitió juguetonamente—. Quiero que sean tuyos. Míos. De los dos. Quiero muchos cachorros. Por favor, Kookie. ¡Hazme un cachorrito!
—Oh, ¿ahora?
Tae volvió a mirarle, muy serio.
—¿Sí?
—¿Q-quieres tener cachorros conmigo? —dudó el azabache, casi sin aliento.
—Sí —afirmó el omega con devoción—. ¿Por fi?
—Mhn...
Jungkook se humedeció los labios, tomó aire sintiéndose inusualmente sofocado, y por algún motivo que el omega no comprendió, se levantó definitivamente del sofá para poner una distancia de seguridad entre ambos.
«Taehyung pidiéndole cachorros era lo último que le faltaba al entusiasta de su lobo para excitarle».
Su imagen con un cachorro suyo en brazos y una panza gigante le asaltó volviéndole débil. Él nunca había tenido instinto de procrear, pero Taehyung, sus células reaccionaban de una forma muy contradictoria.
«¿Él, resistiéndose al sexo? Quién lo diría. Siempre había hecho lo que le apetecía y cuando quería», pensó sintiéndose ridículo.
El alfa abrió uno de los ventanales y se frotó una sien con los dedos. Su erección palpitaba molestamente, pero no iba, por ninguno de los modos, a hacerlo con su manipuladora luna esa noche. Volvió a mirarle en la distancia que les separaba, el omega pestañeaba desde el borde del sofá con cierta tristeza por no encontrase aprovechando su tiempo, elaborando unos preciosos y sanos cachorros en ese momento.
—No me mires así —sentenció Jungkook cómicamente, evitando su manipulación.
—Kookie...
—No, Kookie, no —le detuvo, fue hasta él y apoyó una mano en su rodilla—. Dime, amor, ¿estás tomando medicación supresora?
Tae negó con la cabeza, evocó un distante y vago recuerdo de él mismo, descartándola unas horas antes, en su dormitorio. Se lo mencionó lentamente a Jungkook, casi como si no pudiese recordarlo. El pelinegro suspiró, recordó que su último celo había sido problemático para él. El doctor Park Seojoon le dijo que el cuerpo de su omega le reclamaba, y que debía encargarse de la estabilización de su celo, así como de sus espontáneos rechazos a la medicación, sencillamente apareándose.
«La única forma de que Tae no sufriera, era con una de esas fuertes inyecciones que funcionaban como calmantes», razonó Jungkook.
Le miró con cierta compasión cuando el omega abrazó sus hombros, teatralizando unas lágrimas de cocodrilo para que le ayudase a que su frustración física desapareciese.
—¿Tienes las inyecciones en casa? —murmuró Jungkook, estrechándole.
—Mhn —asintió Tae.
—Deberías llevarlas en tu bolso —le regañó en voz baja.
Y, aun así, se hizo cargo de él, preguntándole si podía levantarse. Taehyung se puso de pie, pero sus piernas y muslos dolían, y su interior estaba sufriendo unos dolorosos calambres. El alfa agarró sus zapatos, se los ofreció para que los tomase, y le levantó en brazos.
—Voy a llevarte a casa. Pórtate bien por el camino.
Lo bueno del celo de Taehyung, era que, pese a ser un manipulador sexual pidiéndole cachorritos, se volvía mucho más obediente que de costumbre. Si le decía que estuviese quieto y se portase como un buen chico, lo cumplía felizmente, si bien lloriquease por estar lejos de sus brazos en esos minutos en los que le ayudó a sentarse en el asiento trasero de su Mercedes Benz.
Jungkook condujo hasta su casa de forma segura, agarró las llaves, dejó que se encaramase a su espalda como un crío, y desbloqueó la puerta.
—Dile a tu madre que vas a dormir —murmuró el alfa.
Pasaron por el oscuro pasillo en silencio y Tae saludó a su familia antes de que subiesen por la escalera. Ninguno de ellos se dio cuenta de que Jungkook le había traído, y afortunadamente, llegaron a su dormitorio y bloqueó la cerradura tras ellos.
Ayudó al omega a sentarse en el borde de la cama, Jungkook dejó escapar un suspiro cuando le bajó de sus hombros. Se movió por su dormitorio con la intención de hacerse cargo de la inyección.
—¿Dónde las guardas?
Taehyung no dijo nada, se levantó y desanudó el pantalón de tela, bajándolo indiscretamente por sus muslos, hasta liberarse de la prenda, que cayó sobre el suelo.
—No lo sé —contestó juguetonamente.
Cuando Jungkook giró la cabeza le vio gatear sobre la cama, con unas bragas de encaje de color blanco. El alfa chasqueó con la lengua; a él le encantaba el maldito encaje, pero la última vez que le vio en ropa interior, no llevaba una prenda semitransparente como esa.
—Ven a abrazarme —requirió el omega con perversión.
—Sí, claro —ironizó Jungkook, cruzándose de brazos—. Y de paso, buscamos un par de cachorros mellizos.
El peligris ladeó la cabeza, el alfa detectó su aroma a celo, vislumbró sus dedos hundiéndose sobre el mudillo edredón, amasándolo como un gatito.
—¿No vas a tratarme como me lo merezco?
Jungkook desvió su mirada, rebuscó en los cajones bajo su escritorio y evitó acercarse a la mesita de noche, para no acercarse tanto al omega.
—Te trataré como un príncipe, si me dices dónde has metido las jeringuillas —comentó el alfa distraídamente.
—¿Y si no quiero ser un príncipe? A lo mejor quiero ser tu perra —soltó Taehyung.
Jungkook se atragantó con su propia saliva, no obstante, encontró las inyecciones calmantes en el primer cajón de su cómoda.
—Móntame, Jungkook —le suplicó el omega cuando el pelinegro regresó hasta él—. Por fa.
—Siéntate —le ordenó firmemente su alfa—. Y cierra la boca. Eres el omega más malcriado que he conocido en mi vida.
El peligris apretó los labios fastidiado, Jungkook sacó la jeringuilla intacta, le quitó la capucha de plástico y presionó levemente el émbolo, liberando una diminuta gota. Tae se quedó muy quieto, cuando el alfa levantó su blusa hasta el ombligo. Se echó un poco hacia atrás, clavando los codos sobre la cama, permitiendo que el alfa le inyectase la sustancia supresora bajo su suave abdomen, por encima de uno de sus enterrados ovarios.
Hundió la aguja e introdujo su contenido lentamente, luego la sacó con cuidado, apreciando que Taehyung hubiera colaborado en esa parte. Una vez utilizada, volvió a cubrir la jeringa con el capuchón y la abandonó sobre la mesita de noche.
Tomó las manos del omega, acuclillándose brevemente frente a él.
—¿Entiendes por qué lo he hecho? —le preguntó con suavidad.
Taehyung asintió con la cabeza, su relajación muscular fue instantánea, y por algún motivo, sus ojos también se llenaron de lágrimas.
—Eh, no —Jungkook se incorporó, se sentó a su lado, ofreciéndole un cálido apoyo—. Ni se te ocurra llorar ahora.
—L-lo siento.
El omega bajó la cabeza, se cubrió el rostro con ambas manos.
—Dios, me odio... —agregó—. M-me odio...
—Taehyung —Jungkook tomó una de sus muñecas—, no... Mírame...
Su compañero le miró lloroso, avergonzado y con una extrema fragilidad.
—Lo siento, h-he arruinado nuestra noche. Debí tomarme las píldoras antes de...
—No la has arruinado —dejó un beso sobre su mejilla y le abrazó seguidamente—. Es natural en tu instinto.
Cuando volvieron a mirarse, Jungkook le habló con muchísima dulzura.
—Escucha, somos dos en esto, Tae. Te lo dije —le recordó el alfa—; y no tienes por qué tomar supresores mientras estamos juntos. Ya sabes lo que dicen, es más sano para el omega pasar el celo en pareja, que medicarse. Yo puedo encargarme de eso, descartaremos las jeringuillas más adelante. Pero ahora, es más importante que te sientas seguro.
—Me siento seguro —reconoció el omega—. P-pero, si no me tomo la medicación, volveré a...
—Si vas a subirte sobre mí como antes, pidiéndome cachorros, creo que podré lidiar con ello —liberó una risita grave.
Mientras el calmante atacaba directamente a la pesadez de en el cuerpo de Tae, los dos se recostaron en su cama, Jungkook apoyándose en el cabecero acolchado y el omega abrazándole y encontrando en él un cómodo refugio. Su corazón se serenó escuchando el de su lobo, su calidez reconfortó la frialdad de sus dedos, entrelazándose con un mano. Jungkook tocó su frente, reconociendo una bajada de temperatura que le volvió mucho menos febril.
—¿Quieres dormir? —le preguntó cariñosamente—. Puedo marcharme, si quieres.
—Odio mi cuerpo...
Jungkook pestañeó, sujetó su mentón y contempló sus almendrados iris de cerca.
—Tu cuerpo es precioso.
—Eres un ángel —contestó Tae, entrecerrando los párpados—. Tú...
—No, soy un lobo.
Taehyung volvió a abrazarle, se hizo un ovillo en él.
—Pues eres mi lobo guardián.
Jungkook sonrió levemente. Estrechó su cintura con aprecio, y gracias al cielo, su propia tensión corporal comenzó a marcharse mientras el olor del celo de su compañero se diluía lentamente.
—¿Te arrepientes de...?
—No —contestó el omega antes de tiempo.
Los dos permanecieron en silencio unos instantes, hasta que Taehyung decidió explicarse.
—N-no quiero cachorros en este momento —expresó en voz baja—, pero, si me quedase encinta por ti... seguro que sería muy feliz...
El corazón del alfa latió rítmicamente, jamás pensó que podría sentirse tan dichoso con esas palabras. Y él, tampoco se había preguntado cómo sería tener a un bebé en sus brazos, pero viniendo de Tae, seguro que era el ser más bonito que podría existir.
—Seguro que tendrían tu cabello gris, ah —suspiró Jungkook—. Mataría porque lo heredasen de ti.
Taehyung sonrió débilmente.
—¿De verdad? —preguntó fascinado—. Yo preferiría que tuvieran el pelo negro, como tú.
—Entonces, espero que tengan tus ojos —coqueteó el alfa, pellizcando su mejilla suavemente—. Serían preciosos.
El omega se sonrosó bastante.
—¿Te gustan mis ojos?
—Podría morir en ellos.
—Odio que seas así —refunfuñó Tae con dolor de corazón.
—Oh, ¿te encanta, dices? —jugó Jungkook con una ligera diversión.
A Taehyung le encantaría reconocérselo, pero Jungkook siendo tan tierno, romántico y adorable con él, hacía que su piel ardiese en busca de sus caricias y contacto. Él mugió un poco y una de las manos del alfa se deslizó por la zona baja de su espalda, pasó suavemente por encima de la curva de su trasero, probando la textura de la delicada prenda blanca de su ropa interior, donde el cachete sobresalía apeteciblemente. Sus yemas se deslizaron por encima de la piel canela, después descendieron hasta la parte posterior de su muslo, erizando ligeramente la dermis del omega.
Jungkook no solía acariciarle demasiado desde aquella desagradable experiencia, pero en ese momento, lo hizo de forma mucho más delicada y segura. Taehyung suspiró ahogadamente, bajo sus yemas. Le encantó recibir aquella caricia, y pese a estar bajo los efectos del calmante supresor, se sintió caliente, de alguna forma mimoso, contradictoriamente triste por no saber cómo liberar sus impulsos.
—Porque a mí, me encantas —susurró Jungkook junto a su oreja.
«Quería hacerlo con Jungkook», pensó el peligris desesperadamente. «Quería. Hacerlo».
Necesitaba que le acariciase, aparearse con él. Deseaba descubrir que más podía sentir en sus manos seguras, antes de que la falta de apareamiento le destrozase por dentro.
*Esta historia pertenece a Chispasrojas. Prohibida la distribución de este fanfic sin permiso de la autora. Puedes descargar esta historia completa en Patreon.com/chispasrojas
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