Capítulo 18
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Capítulo 18. El amanecer
Jungkook tenía razón sobre el amanecer; siempre era más cálido cuando despertabas con alguien a tu lado. Tras la persiana regulable y fina cortina descorrida, bajo las mantas, Taehyung se sintió resguardado. Su corazón bailó en un lento compás, sus dedos amasaron el terreno formado por el edredón relleno de plumas. El ronroneo le invadió por la cálida aura de su compañero. Se acurrucó en Jungkook, anhelando de manera inconsciente cierto roce cariñoso contra su cuerpo.
Nunca había dormido con alguien que no fuese Jimin, pero sus brazos rodeándole, labios entreabiertos, respiración serena y párpados cerrados, le hizo apreciarle, mirarle, estimarle en un recóndito silencio.
«¿Era Jungkook un sitio seguro?», se preguntó Tae. «Se sentía como uno».
E incluso si yaciera inmóvil durante días, creyó que regresaría solitariamente para buscar refugio como un pequeño lobo bajo su cuello, preguntarse por qué sus manos gozaban del tamaño perfecto para que la mitad de la punta de sus dedos terminasen justo por encima de los propios.
Jungkook no resultaba intimidante cuando dormía, antítesis de lo sugestivo que podía parecer bajo el claroscuro de su rostro junto la tenue luz de una lámpara.
El peligris se incorporó junto a su regazo, habían pateado las almohadas y mantas innecesarias durante la noche, destruyendo parcialmente el nido que construyeron sus lobos. Entonces, sus dedos se movieron por curiosidad, posándose sobre Jungkook, enterrándose en su cabello en lo que contemplaba su rostro. Pestañeó observándole, profesó que, era su cachorro en ese momento. Sólo que era un cachorro grande, de bíceps desarrollados bajo la camisa, de clavículas cuyos extremos asomaron bajo el borde de la prenda con unos cuantos oportunos botones desabrochados.
Pensó en la definición de sus abdominales la vez que pudo trazar su cuerpo con pinturas. Se preguntó de forma absurda sobre cómo funcionaría la textura de su vientre bajo el tacto de sus propios labios, e instintivamente, deseó mordisquear algo que no se encontraba a su alcance (no pensaba hacer algo tan vergonzoso en ese momento). No obstante, Tae inclinó la cabeza sobre la buena disposición de su cuello, le olisqueó lentamente y deleitosamente, hasta llegar a frustrarse con la forma de su nuez.
Mordió suavemente por encima de esta, tirando de la piel por satisfacción.
—¿Qué haces? —murmuró Jungkook, muy quieto.
Taehyung se vio cruzado por una bofetada de rubor. Alzó la cabeza, encontrándose con su parpadeo adormilado. «Le había pillado con las manos en la masa».
—N-no sé —reconoció con pómulos sonrosados y cabello gris claro despeinado.
—¿No sabes? —el azabache exhaló media sonrisa—. Me asaltas en tu propia cama, qué desconsiderado.
—No estaba asaltándote.
—¿Ah?
—S-sólo estaba... —rodó los ojos, encontrando su mejor excusa—, dándote los buenos días.
Jungkook ensanchó su sonrisa de todos modos. Fue como un rayo de sol incidiendo sobre él, como un rayo de cabello oscuro, mechones largos, y pequeños colmillos retráctiles. Taehyung desvió los iris sintiéndose aún más avergonzado.
—Buenos días —dijo el alfa suavemente, retirando el brazo que yacía bajo el omega y estirándose.
Poco a poco, se desenredaron del otro para incorporarse, extender las piernas fuera de la cama y recuperar la noción del tiempo. Jungkook agarró su reloj, pensando en algo más. Si fuese por él, hubiese dejado que Tae experimentara con su curiosidad física. Puede que sufriese algún problema vinculado a las relaciones íntimas, pero el alfa estaba seguro de que eso no le impedía sentir, desear, preguntarse qué tipo de reacciones químicas producía tener un contacto controlado entre ellos. En condiciones normales, no hubieran salido de la cama si estuviesen en su apartamento, a su lobo le apetecía más que a nada mimarle, malcriarle, acariciarle bajo la ropa para que conociese cómo funcionaba la conexión entre las yemas de sus dedos y sus ronroneos.
El pelinegro se calzó, en lo que Taehyung alzaba la persiana graduable y abría la ventana. Comprobó su teléfono, chats universitarios, y sus trabajos pendientes con resoplido.
—Tengo que ir a casa —expresó Jungkook.
—Oh, claro.
Tae le miró desde el escritorio con cierto desencanto. El alfa se colocó el cinturón pausadamente, cerró la hebilla plateada y se pasó una mano distraída por el cabello oscuro, peinándoselo.
—Debo estar a las diez en una reunión —agregó su compañero—. Tengo que ducharme, vestir traje...
El omega asintió con la cabeza cuando Jungkook le miró de soslayo.
—¿Quieres que te escriba cuando salga?
—P-podemos hablar esta noche —Tae permaneció estático, estrechó sus propios brazos, con las pupilas perdiéndose sobre el cálido edredón arrugado—. Puedo pasar a por ti.
—¿Sí? —pronunció Jungkook con dulzura, agarró su chaqueta de abrigo con una mano y se aproximó al más joven—. Está bien, iremos a algún lado para que podamos hablar con calma.
Tae volvió a asentir en silencio. El pelinegro percibió su inquietud, torneó uno de sus pómulos con el pulgar cariñosamente.
—¿Recuerdas lo que te dije ayer? —murmuró.
—¿Lo de que me amas? —formuló Tae ingenuamente.
Jungkook soltó una risita baja.
—Eso también —indicó encantado—. Pero me refiero a que somos dos en esto. No estás sólo tú en esto.
El peligris dio un paso y se hundió en su abrazo, Jungkook le pareció increíblemente valioso. El mayor frotó su espalda ligeramente, comprobó su reloj de muñeca un instante y repitió en voz baja que debía marcharse.
—Vale —suspiró Taehyung, soltándose con una mezcla de rubor, tristeza y felicidad reflejándose en el vidrio de sus iris—. Escríbeme a mediodía. Estaré pendiente.
—Mhn, claro.
Jungkook se acercó a la ventana, poniéndose su abrigo. Alzó un poco más el cristal, posando ambas manos en el poyete, y rápidamente, Tae agarró su codo.
—E-espera, ¿vas a saltar? —exhaló el peligris aturdido.
—Es una primera planta.
—Pero puedes usar la puerta.
—No entré por tu puerta, no voy a salir por ella —declaró el alfa con simpleza.
Taehyung se masajeó una sien.
—Tienes que estar de broma, Romeo.
El azabache le guiñó un ojo, no quería parecer presuntuoso, pero había entrado la noche de antes por su maldita ventana, y no pensaba salir por esa puerta sin haber tenido el permiso de su familia para pasar la noche en su casa. Eran nociones básicas.
—Me alegra que tu barrio esté tan desierto a esta hora —consideró antes de largarse—. Imagínate que alguien viese salir a Jeon Jungkook por tu ventana. Saldría hasta en los periódicos.
Sin dilación, se deslizó sobre el poyete con cuidado y se lanzó desde la primera planta. Taehyung salió disparado y se asomó a la ventana con una pérdida de aliento. Esperaba que Jungkook siguiera de una pieza, por el bien comunitario. Y como era de esperar, así era.
El joven se movió por el porche trasero, después de regalarle una mueca graciosa.
«Pues sí que tenía habilidades de lobo», pensó Taehyung, apoyó el codo en el borde de la ventana y el mentón sobre su mano. «El muy listillo...».
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El domingo por la noche, Hoseok, Jimin y un par de amigos sub-alfas entraron en el pub de Yunho. Jimin fue consciente de en qué lugar se encontraban desde que pasaron por esa calle, no obstante, no pudo evitar que, con el paso de las horas, el exceso de copas terminase afectándole. Se apoyó sobre la barra, tomándose una cuarta copa de algún cóctel fuerte. Sus colegas desaparecieron durante la madrugada en buena compañía, y Yoongi, desde su posición, clavó los iris sobre Jimin pensando que era un estúpido.
El sub-alfa estuvo lloriqueando por un omega que no le amaba, Yoongi puso los ojos en blanco. Se sintió receloso al escucharle lloriquear en el hombro de Hoseok.
«¿Estaba enamorado de un omega? Ah, ¿a él que le importaba?», pensó desapareciendo de allí.
Desafortunadamente, cuando el club se vació, Hoseok y Jimin fueron los últimos en quedarse. Yunho salió al exterior con el castaño, para hacerle compañía en lo que el sub-alfa fumaba un cigarrillo. En cuanto a Jimin, él se quedó solitariamente en la barra, con ambos codos cruzados y la mejilla aplastada, párpados débiles, globos oculares vidriosos, producto de un exceso de bebida.
Eran casi las cuatro de la mañana, Yoon estaba recogiendo los últimos elementos, cuando vio a Jimin tener una arcada. El sub-alfa se inclinó sobre sí mismo, y le perdió de vista instantáneamente. Yoongi suspiró profundamente, soltó la bayeta, se quitó el delantal y rodeó la barra para cerciorarse de que seguía de pie. Jimin se incorporó en cuanto llegó hasta él.
—¿Estás bien? ¿Quieres tomar un poco de aire fresco?
El rubio asintió con la cabeza, Yoongi le ofreció un hombro, le sacó del pub por la puerta trasera, deteniéndose frente a la fachada de ladrillo. En el exterior, el rubio tomó una calada de aire fresco, el ambiente se tornaba frío a esa hora. Su compañero peliazul se sintió helado sin chaqueta ni abrigo, sin embargo, el brazo del más joven le mantuvo ligeramente recubierto de la temperatura.
Jimin parecía vacío, como una pieza desgastada, tambaleante, ebria, perdida. Existía un silencio tan denso que incluso la exhalación del chico resonó en su oído.
—¿Q-quieres follar? —dudó Yoongi.
El sub-alfa le miró de medio lado, sus pupilas dilatadas, labios entreabiertos y rostro inexpresivo le hizo pensar que no era un buen momento. Sin embargo, Jimin le empujó contra la pared, junto a la puerta trasera del pub. Contra todo pronóstico, le abrazó. Yoongi se quedó sin respiración, sin pestañeos, su corazón latió con fuerza en su pecho.
Se sintió relativamente nervioso bajo su abrazo, frío por la pared, las manos heladas, la cálida respiración del joven en su hombro, encaramándose a él como si pudiese ser un consuelo. Jimin cerró los ojos, sí que era un consuelo, se sintió cálido, extrañamente reconfortando con Yoon, como si fuera un mullido algodón, de brazos destemplados y corazón rápido.
—¿Tanto daño te hizo? —murmuró Yoon, sin moverse.
—No es su culpa...
—Entonces, ¿por qué amas a alguien que no te corresponde?
—El amor no está hecho para ser correspondido.
Yoongi entrecerró los ojos. Puede que tuviese razón, pero para él, el amor no servía para nada. Lo más cercano que sentía a eso era lo que tenía con Sera, y tampoco era como si le apeteciese meterse en su cama más allá de hacerse un ovillo a su lado, cuando tenía miedo del rumbo que recientemente había estado tomando su vida.
—E-entonces... s-sólo quieres que te abrace —agregó el peliazul, temblando—. Está bien, también puedo hacerlo.
—Q-quería preguntarte por algo —Jimin alzó la cabeza, le miró con seriedad más allá de su evidente embriaguez.
Yoongi se quedó embobado con el cálido castaño de sus iris, fue como un abrazo de otoño, de hojas secas, de canela suave y hojaldre recién horneado.
—¿Has tomado la píldora? —formuló el sub-alfa.
El peliazul estuvo a punto de escurrirse hasta el suelo, a pesar de hallarse entre sus brazos.
—No quiero ser padre a los veintiuno —prosiguió Jimin con una extraordinaria lucidez—, y el otro día echamos un polvo en ese almacén, ¿debería comprobar si tengo alguna ETS?
—N-no tienes ninguna ETS, imbécil —gruñó Yoongi, apretando sus hombros con ambas manos—. No me acuesto con nadie desde hace tiempo.
—Huh.
—Y no vas a ser padre, no soy omega —agregó el peliazul con fastidio—. Te lo he dicho quinientas treinta y cinco veces.
—¿Huh?
La frente de Jimin se posó sobre la suya precipitadamente, su tono de voz alcanzó una clave baja.
—Tu interior no dijo lo mismo cuando intimamos, llevaba tiempo sin sentirme tan excitado con alguien —susurró lentamente—. ¿Sabes que eres el primer varón con el que tengo sexo?
Yoongi apartó su cabeza, tratando de buscar aire. Sus mejillas sonrosadas detonaron un terrible nerviosismo. ¿No estaba abrazándole hace un segundo? ¿Por qué diablos ahora parecía un osito mimoso, con ganas de sexo?
—G-genial, me encanta haberte desvirgado —ironizó Yoon en su defensa—. P-pero estás borracho y llorando por un omega, v-volvamos al mismo tema.
—Oh —Jimin volvió a hundir la cabeza en su hombro—. N-no es su culpa. Y-yo...
Su cuerpo se apretó contra el suyo, el sub-alfa gozaba de una temperatura mucho más cálida, pero su voz se disipó en unos instantes y el silencio volvió a encontrarles. Jimin no dijo nada más, hundió la cabeza sobre su hombro, y Yoongi mantuvo su abrazo hasta sentirlo pesado, creyendo que, si iba desmayarse sobre de él, estaba seguro de que le arrastraría al suelo. Yoon le estrechó un poco, bajo un abrazo que nunca antes había recibido, se preguntó si encontrar a un predestinado era así.
Pensó que podría aparearse con él sin inmiscuirse demasiado en sentimientos, pero allí estaba, preocupándose por un sub-alfa mucho más joven que él. Y con el paso de los minutos, su cuerpo comenzó a temblar por el frío.
—J-Jimin...
El rubio se percató inmediatamente de su ligero temblor, tenía las manos heladas cuando se distanciaron.
—¿Tienes frío...?
—Tengo que cerrar el local —emitió bajando la cabeza.
—A-ah, e-está bien, puedo... puedo volver a casa...
El sub-alfa le soltó, frotándose los ojos, Yoongi agarró su codo para detenerle.
—No puedes conducir así. Vas a matarte.
—R-regresaré... caminando... Hoseok está... ¿dónde está Hoseok?
—Joder, Park —masculló el peliazul, arrancándose el delantal irasciblemente—. Quédate aquí. Espera a que recoja y te acompaño.
Yoongi se distanció un instante, le vio girarse despistado y decidió tirar de su muñeca para que entrase al local con él. Ni siquiera confiaba en su estado lo suficiente como para dejarle afuera.
—Yunho.
—Eh, ¿aún sigue aquí? —Yunho señaló a Jimin, quien encontró su perfecto asiento en una butaca doble junto a una de las mesas vacías.
—¿Y su amigo? —dudó Yoongi.
—Acaba de marcharse —el beta se encogió de brazos—, creía que Jimin se había largado sin avisarle.
—Ah, genial.
Yoon miró a Jimin de soslayo, el bobo se tumbó de espaldas, mostrándose totalmente desvalido.
—¿Quieres que le llame? —Yunho sacó su teléfono del bolsillo.
—No. Déjalo, yo me encargo de él, agh —bufó, masajeándose la frente—. Sólo voy a recoger mis cosas, dame un segundo.
En la sala interior, junto a las taquillas del personal, Alina estaba recogiendo sus cosas.
—¿Aún sigues aquí? Podías haberte ido hace media hora —sonrió la chica con aspecto de cansada.
—Sí, sí, ya me largo. Buenas noches.
—Buenas noches.
Yoongi se puso el abrigo, agarró su bolso, comprobó que llevaba el spray de pimienta (siempre lo llevaba encima por si acaso), y salió de allí echándose la bufanda alrededor del cuello.
—Vamos, Jimin —tiró de su manga para que espabilara.
Jimin se levantó desorientado, con aspecto adormilado y una clara embriaguez que se reflejaba en la fina piel de sus mejillas sonrosadas. Yunho no dijo nada, pero antes de cerrar el local por completo, les vio marcharse de allí como si «fuesen conocidos». ¿Se había perdido algo entre esos dos?
—Necesito agua.
—Beberás agua.
—L-la necesito ahora —se quejó Jimin.
—Estamos a quince minutos de mi casa. Aguanta.
Jimin cerró el pico, sólo porque le dijo que iban a su casa. Permitió que Yoongi tirase de su mano durante la noche, sus dedos estaban helados. Y él estaba ebrio, pero no tanto como para no saber a dónde se dirigían. Llegaron al pequeño edificio residencial donde vivía, tras atravesar dos calles en completo silencio. Entraron por el portal, tomaron el ascensor hasta la tercera planta y llegaron al apartamento compartido.
En cuanto Yoongi abrió la puerta, Jimin percibió el aroma de aquel frío hogar donde se instalaba con Sera. Ella estaba durmiendo en su dormitorio, pero la puerta se encontraba completamente abierta. El peliazul la cerró cuidadosamente en lo que Jimin pasaba de largo. El sub-alfa tomó el sofá como su lugar de reposo, se dejó caer allí, mientras su compañero se liberaba de su abrigo.
—Si vomitas en mi alfombra, te sacaré por la ventana.
—Hmnm.
—Y si vuelves a meterte en mi habitación, o te acercas a la de Sera —agregó como aviso—, mejor no te digo cómo acabaré contigo...
—¿Puedo usar el baño, al menos? —musitó Jimin, incorporándose lentamente—. ¿O tendré que hacérmelo encima?
Yoongi se aproximó a él de repente, se sentó en el borde del sofá para mirarle.
—Sí, pero déjame ver tu abdomen —alzó el fino jersey ceñido del sub-alfa por encima de su bonito ombligo comprobando la herida.
Jimin llevaba un apósito sobre la puñalada que sufrió días atrás, el joven extendió la mano hacia la mesita de café y robó un puñado de palitos de regaliz que había en un bol.
—¿Te lo has curado tú sólo? —dudó Yoon, sus iris se desviaron posteriormente sobre sus estúpidos y perfectos abdominales.
—Tengo un amigo que estudia enfermería —dijo con debilidad, masticando el regaliz.
—Oh, seguro que es ese omega por el que lloras —Yoon le robó el palito de regaliz y se metió el resto en la boca, antes de levantarse—. Puedes usar el baño que está a la derecha.
Jimin le siguió con la mirada, hasta que el joven desapareció. Se levantó y encontró el cuarto de baño sin demasiadas complicaciones, se quitó la chaqueta, lavó sus manos y su cara, y tomó algo de agua para refrescarse. Su reflejo revelaba un rostro ensombrecido que no reconocía. Salió de allí con la chaqueta de cuero en la mano, la dejó en el respaldo del sofá y volvió a hacerse en hueco sobre los cojines, sintiéndose cómodo.
Hoseok (3.51am): «Gracias por dejarme colgado, idiota».
Jimin (4.26am): «Lo siento, te llamo mañana, ¿de acuerdo?».
Yoon apareció en el salón en pijama, atrapó los iris de Jimin de inmediato; su pijama era uno blanco de raso, con botones y cuello en forma de pico.
—Ten —le ofreció una manta que Jimin tomó agradeciendo mentalmente su consideración—. ¿Quieres que te traiga una almohada? ¿Tienes ganas de vomitar o algo?
—No, estoy bien así.
—Vale. Voy a dormir —Yoongi se cruzó de brazos, se quedó mirándole varios segundos—. ¿Seguro que no necesitas nada?
—Qué hay del tío ese.
—¿Qué tío? —el peliazul alzó una ceja.
—El que te amenazaba.
—Le pagué lo que me diste —expresó en voz baja, se aproximó unos pasos, volviendo a sentarse sobre la mesa flexionando una pierna bajo sí mismo—. T-te prometo que la próxima vez te devolveré la mitad. Cobraré el viernes.
—Olvídalo —suspiró Jimin, se reclinó en el sofá, con la espalda deslizándose en el asiento—. Puedes quedártelo.
—¿Q-qué? ¿Por qué?
—Quiero ayudarte...
Yoongi no comprendió nada, su rostro se mostró asombrado, con una mezcla ambivalente entre la incredulidad y la extrañeza.
—¿P-por qué? No me conoces.
—Tú a mí tampoco, y aquí estoy.
—¿Eh?
—¿Por qué me has traído a tu casa si no me conoces de nada? —pronunció Jimin suspicazmente—. Por segunda vez.
—E-estás borracho.
—No tanto como te gustaría —se burló el rubio—, ¿estabas pidiéndome que te lo hiciera detrás del pub? Eres un aprovechado.
—Te lo has imaginado.
Yoongi se levantó de la mesa, cuando súbitamente, Jimin agarró la manga de su pijama. Su tirón fue lo suficientemente intenso como para hacerle caer de rodillas, frente a él. El sub-alfa se desplazó al borde del sofá, extendió una mano para sujetar su mentón e inclinó la cabeza para aproximarse. Fue algo puramente instintivo, necesitaba comprobar de dónde provenía su aroma, si se había impregnado de alguien más en esos días, desde que se aparearon. El peliazul se sintió repentinamente dócil, la respiración de Jimin le hizo cosquillas, erizó su piel, olisqueándole brevemente. Los dedos del sub-alfa se encaramaron a su nuca, sujetándole por el cabello para que no fuera a ningún lado. Emitió un gemido ahogado cuando su nariz rozó suavemente su cuello, y Jimin, sintiéndose extasiado, pensó en que era imposible que no fuera omega. «Ese era el aroma de uno». El sub-alfa le liberó aturdido, ciertamente excitado y confundido por la calidez que sentía hacia ese frío «omega».
—¿H-has terminado? —musitó Yoon, carraspeando.
Jimin le dejó escapar de sus brazos, con aturdimiento. Esa madrugada, la pasó en su casa. Perdió a Yoongi de vista y se quedó dormido en el sofá, entre un par de cojines, con las botas desanudadas y una pesada manta de lana arrugándose sobre sus piernas. La pequeña calefacción eléctrica encendida a un par de metros, calentando sutilmente el salón.
Durmió hasta muy tarde, su boca se resecó y sufrió unas pequeñas punzadas de dolor estomacal a causa de haber bebido. Escuchó el murmullo de otras dos voces en el pasillo. Poco a poco, abrió los ojos ubicándose de nuevo en su dimensión. Se incorporó lentamente, cuando vislumbró a una chica.
—Hola.
—H-hola...
Jimin se frotó los ojos, miró a Sera de medio lado, quien tomó su asiento en una butaca con una mirada increíblemente atenta sobre el sub-alfa.
—Siento lo que te ocurrió. Sé que te apuñalaron por mi culpa.
—En realidad, fue mi culpa —Jimin sacudió la cabeza—. Yo me metí ahí en medio.
Sera se disculpó con Jimin de todas formas, amablemente, le preguntó si se encontraba bien. Ella le expresó que aquella deuda no había sido por droga (pese a que todo comenzase de esa forma).
—Hay unos polvos que... alivian el dolor...
Jimin clavó sus iris sobre ella, apenas parpadeó.
—Tengo leucemia —agregó la joven—. Desde hace un año.
Yoongi carraspeó en cuanto entró al salón, llegó con una bandeja con varias tazas de chocolate caliente y algo más para desayunar. Sera captó que no quería que siguiese hablando.
—¿Prefieres café? —articuló Yoon, en su dirección.
—Me gusta el chocolate —contestó Jimin con seriedad.
Extendió una mano y tomó una taza, Sera se animó de repente, en lo que Yoongi le dejaba su medicación en la mano, recordándole que la tomase.
—Espero que cuides de él —habló la joven de repente—. Ha estado demasiado tiempo haciéndolo de mí, se merece que alguien se preocupe por él cuando todo esto pase.
—Sera —le avisó Yoongi, quien se sentó de rodillas en la alfombra, frente a la mesa.
—Es un poco arisco, pero en el fondo es un terrón de azúcar —prosiguió alegremente—. Cuida de lo que es suyo, ha trabajado desde muy joven. Se le da bien escribir letras, aunque nunca pudo dedicarse a ello.
Jimin esbozó un extraño gesto, entre lo coqueto y malicioso.
—Oh, ¿te contó que me atracó? —se burló el sub-alfa—. Dato importante, me dejó tirado en mitad de la calle. Un auténtico terrón de azúcar.
Yoongi le miró mal.
—Y-ya me he disculpado por eso, ¿tres veces?
—Yoon nunca trae a alfas ni sub-alfas a casa —dijo Sera—. Es grandioso que por fin te haya encontrad-
El peliazul tapó su boca con una mano.
—¡Eres una bocazas! —farfulló ruborizado.
Jimin se sintió ligeramente divertido.
«Yoon no estaba realmente con nadie más», pensó.
Un rato más tarde, Yoongi le acompañó por la calle, hasta su vehículo.
—¿Así que, me has encontrado?
—N-no sé a qué se refiere —musitó el menudo, caminando a su lado.
Jimin le miró de soslayo, sabía que había algo que no le estaba contando. Y, lo que era mejor, empezaba a sospechar algo que le ponía los vellos de punta.
—Está realmente enferma. No sé si se recuperará —expresó Yoon en voz baja—. Pero mientras esté conmigo, cuidaré de ella. Es todo lo que tengo.
El sub-alfa se detuvo en la acera, frente a su motocicleta.
—¿Y tu familia?
Yoon no dijo nada, apretó los labios y deslizó sus iris grisáceos sobre él. Jimin sacó el casco de su Goldwing, le miró de soslayo.
—¿Qué eres?
—Soy beta —Yoongi frunció el ceño.
—No te lo crees ni tú —exhaló Jimin, con una sonrisa escéptica—, pero si no eres omega, no te quedan muchas posibilidades.
Cabello albino con perezosas mechas azules, ojos grisáceos, pálido, menudo. No podía ser un alfa o sub-alfa, de hecho, Jimin pensó que era demasiado lindo para ser un varón beta.
—No lo digas en voz alta. C-cualquiera podría escucharte.
Jimin parpadeó, dejó el casco sobre el asiento y tomó sus manos, sosteniéndolas sobre su propio pecho, sin dejar ir a sus dedos.
—Yoon, ¿te hacen daño esas inyecciones? Estás abusando de ellas.
—Intento repeler los efectos de...
El sub-alfa tiró de sus manos, y le aproximó a él.
—No lo hagas —murmuró Jimin, sobre su oreja—. Esas marcas de punción no son sanas. Los sueros son fuertes y tú eres delgado, lastimarán tu salud si continúas.
Yoongi bajó la cabeza.
—No lo entiendes. No puedo dejarlo.
—¿Por qué?
Sus iris retornaron hasta él con dureza.
—El celo me hace daño.
Jimin ladeó la cabeza, le contempló en silencio, preguntándose a qué se refería. Taehyung también se sentía un poco mal durante el celo, pero nunca le había dicho que eso le provocase «daño físico». Después de sus palabras, Yoongi retiró sus manos con pesar. Jimin suspiró, subió a su Goldwing con una extraña sensación hormigueando en su pecho y se marchó.
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19.53pm
Jungkook se encontraba reunido con numerosos inversores, publicitarios y representantes de otras empresas. En una ajetreada tarde, tuvo un rato para escribirle a Taehyung y establecer una hora para su encuentro. Desafortunadamente tuvo que retrasarse por la llegada de las Stinson a última hora de la tarde. La marca de vinos R. Jeon era una patrocinadora del próximo evento de moda en la ciudad. Los invitados a ver el desfile disfrutarían de los mejores aperitivos de comidas y bebidas, así como de la música y moda de la próxima estación.
El alfa salió de la sala de reuniones, pasó un rato en su despacho, en compañía de Jiro, quien le trasladó unos cuantos portafolios importantes, con el auxilio de su representante de comunicaciones. Lo dejaron todo listo, y justo cuando abandonaron la sala, se topó con Shin Yui hablando con el Community Manager. Apretó la mandíbula en cuanto sus ojos se encontraron.
—Acordamos que los tonos serían fucsias, no pastel —inquirió Yui al trabajador, posteriormente dirigiéndose hacia el alfa puro—. Verdad que sí, ¿Jungkook?
El joven agarró el catálogo de presentación, le echó un vistazo por encima y asintió.
—Debe haber sido un error de comunicación —se lo devolvió desinteresadamente—, nosotros no gestionamos lo que hace la sucursal de eventos. Deberías hablar con Seonghwa, él es el jefe del departamento.
—Pero tú eres el jefe de todos los departamentos.
—Yo no gestiono los detalles específicos del color de tus cortinas, Yui —le recordó Jungkook, guardando ambas manos en sus bolsillos.
El olfato de alfa de la chica percibió un aroma dulzón a omega, que detestó en lo más profundo.
—Soluciónalo —dijo imperativamente.
—¿Por qué?
—Porque soy tu exprometida.
El Community Manager se quitó de en medio, para no escuchar temas personales. Jungkook miró con fastidio a la alfa.
—No eres nada mío —masculló con voz grave.
—Me debes un favor, he mantenido la boca cerrada mientras la prensa echaba por tierra todo mi trabajo —se cruzó de brazos—. ¿En qué lugar te deja a ti eso?
—Dime, Yui. ¿Qué tengo que ver yo con el escándalo? Tu apellido no es el mío.
—Eres un soberbio.
Jungkook desvió la mirada, exhaló una sonrisita. Estaba acostumbrado a ese tipo de calificativos, no era como si pudiera molestarse por la superficialidad de sus valoraciones.
—Le diré a Uyuni que revisen las tonalidades, ¿contenta?
Los dos caminaron hasta el ascensor, entraron en él y compartieron un breve silencio. El aroma de Yui llegó hasta Jungkook; mousse de limón, con unas pinceladas de hierbabuena. En una ocasión, detectó el mismo toque en su cabello, generalmente propio de esencias masculinas. ¿Trataba de ocultarle con un champú cítrico y un perfume caro? Su perspicacia era más efectiva que eso.
—Gracias —Yui sonó distinta en un espacio más cerrado—. Me preguntaba si... podríamos tomar un Martini y hablar...
Jungkook la miró soslayo.
—¿Ahora?
—Como viejos amigos.
—No desearía despreciarte, pero, nunca hemos sido realmente amigos.
—Pero sí amantes.
La puerta del ascensor se abrió al instante, en la planta más baja, cerca de la entrada, sus pasos se detuvieron con incertidumbre.
—Se acabó, Yui —suspiró Jungkook—. Los únicos lazos que nos unirán serán los de los negocios del sector al que nos dedicamos.
—¿Así es como desprecias todo por lo que tu familia ha luchado?
El alfa apretó los párpados con extenuación.
—¿Te refieres a...?
—La pureza de tu sangre.
—¿Qué tiene que ver la pureza con lo nuestro?
Los rasgados ojos de Yui se entrecerraron, Jungkook le dirigió un rictus férreo.
—¿Omegas en el siglo veintiuno? ¿Entre alfas? —habló Yui afiladamente, sus sílabas se marcaron de una forma extraña—. Dicen que su sumisión complace a nuestro lado más instintivo, pero tú ya tienes de rodillas a todo el mundo, ¿no? Universitario, menor que tú, de una clase social baja, nacido para portar tus cachorros y complacer a tu insaciable lado animal —tuvo una pausa—. Reconócelo, Jungkook. Se te ha nublado el juicio. Pero un omega sólo es eso; un pasatiempo tan adictivo como el alcohol que produce tu imperio. Cuando te embriagas, crees que no podrías vivir sin él, todo parece más fácil. Pero al día siguiente, sólo te aportará dolores de cabeza, negligencias y una manutención excesivamente alta para vuestra «numerosa descendencia» beta que no aprecias.
Jungkook bajó la cabeza, contó hasta tres para no aventarle un maleducado improperio.
—Los alfas abandonamos hace años nuestro lado instintivo —prosiguió Yui duramente, con un pestañeo coqueto—, ahora es más beneficioso lo social y laboral que crear un nido. A no ser que a ti te apetezca follártelo como a un animal, cada vez que tenga ese molesto celo, claro.
Sus miradas se enfrentaron, los iris del pelinegro resplandecieron un instante de un tono dorado que detuvo las palabras de la alfa.
—Si vuelves a mencionarle, me encargaré de que no haya cortinas en el evento —musitó Jungkook con una voz de terciopelo—, ni aperitivos, ni la influencia de marcas publicitarias que promuevan tu banal desfile de primavera.
—Oh, ¿es una amenaza?
—No, Yui, es la realidad —sonrió altivamente—. No metas tu hocico en mis intereses amorosos, deja de comportarte como una zorra desalmada.
—Escucha, no estoy reclamándote que estés con esa cosa —ella se cruzó de brazos—. Pero a Ayane no le gustará, y tu madre es una alfa clásica, que espera tener una nuera de clase alta. ¿Les has contado ya que es un varón?
Jungkook liberó un pulso de hormonas invasivas que le obligó a cerrar la boca y dejar de respirar por la nariz. Su presión fue tan grande, que su corazón cabalgó despotricado bajo su pecho y el elegante vestido rojo carmín Versace. Yui se llevó un puño a la boca, tratando de recuperar su aliento, miró a Jungkook con rabia, muchísima rabia. Esos días, odiaba al heredero de los Jeon más que a nada. Y puede que estuviese perdiendo la cabeza, pero había averiguado lo suficiente sobre el mocoso por el que Jungkook se había encaprichado, conocía su nombre y apellido, y una serie de información extra que le resultaba despreciable.
Taehyung llegó a la empresa y sacudió su paraguas transparente junto a la puerta. Entró con un par de botas de pelo y cordones, las mangas del chubasquero verdoso húmedas y la fina bufanda de cachemira rodeando desordenadamente su cuello.
Había gente junto a la entrada, un par de betas fumando un cigarro en su descanso, un alfa hablando por teléfono sobre negocios, alguien en la recepción atendiendo a una visita, el ascensor abriéndose, del que salieron dos mujeres, y, por suerte, vio a Jungkook de chiripa. Vestía un traje gris perla, con chaleco interior y una corbata púrpura. A su lado, una belleza fulminante de mujer, de cabello oscuro, rasgados ojos perfilados, vestido Versace por encima de los muslos.
Sus iris se encontraron contra los de la mujer, y seguidamente, Jungkook le vio como si pudiese percibir su recién llegada. Su propio olfato de omega recibió una bofetada de hormonas invasivas provenientes de Jungkook, fueron tan duras, que se vio obligado a liberar un jadeo cerca de la entrada, se mareó un poco antes de percibir al mismísimo alfa agarrando su muñeca. Tae no supo cómo atravesó la distancia tan rápido, pero su dedo pulgar presionó en su muñeca y su otra mano agarró su hombro para que le mirase.
—Vamos —escuchó salir de la garganta del pelinegro.
Le siguió de manera natural, y afuera, Jungkook abrió el paraguas por él mientras la lluvia les salpicaba.
—Siento haberte hecho esperar —respiró Taehyung—. Tuve que hacer más cosas de las que...
—En realidad, soy yo el que sale tarde —el alfa agarró su mano, sujetando el paraguas con la contraria—. Me vino perfecto que te retrasases.
—¿Vamos a tu coche?
—Sí.
Tae no dijo nada más, percibió cierta tensión flotando alrededor de Jungkook y contempló detenidamente su perfil mientras caminaban.
—¿Estás bien?
—Sí —contestó de nuevo, con una clave baja.
—¿Esa mujer era...?
—Yui.
—¿Tu ex?
—Celosa e incapaz de pasar página. Vámonos de aquí.
En unos minutos, llegaron al párking interior del edificio y subieron al Mercedes. Tae se hundió en el asiento de copiloto pensando en Yui. La exnovia de Jungkook parecía una modelo, alta, distinguida, increíblemente bonita, de piel muy clara. Se sintió un poco pequeño ante su imagen, en ocasiones le costaba encontrar el motivo de por qué Jungkook decía que estaba enamorado de él. ¿Era sólo por ese lazo invisible de predestinados?
—¿Alguna vez te has acostado con ella?
Tae se arrepintió de preguntárselo tan rápido como terminó de pronunciarlo. Jungkook se puso el cinturón, estaba a punto de meter las llaves en el contacto cuando escuchó su pregunta. Sus iris chocolate fueron hasta él con resquemor.
«¿Estaba inquietándose por eso?», dudó el alfa.
—En una ocasión —reconoció con seriedad, contempló a su compañero bajar la cabeza por su respuesta—. Sólo fue sexo, no es gran cosa.
«Sólo sexo, sonaba demasiado fácil», pensó Tae. «Él ni siquiera podía hacerlo con normalidad».
—Mhn. Ya.
—Tae, no hay nada entre nosotros.
—N-no digo que lo haya.
—Nunca estuve enamorado de ella —posó una mano sobre el volante, dejando que sus iris atravesasen el parabrisas.
—No quiero sonar celoso —el peligris se sintió avergonzado—, disculpa.
Luego de eso, el alfa metió la llave en el contacto, y prendió el motor. Puso el Mercedes en marcha para salir del aparcamiento interior y dirigirse a otro sitio. Su hilo de pensamientos se detuvo en lo que Yui le había dicho; el rechazo de Ayane y Serena, el cual ni siquiera consideraba como algo posible. Y si la pesada de su ex pensaba que Tae sólo era un omega con el que iba a aparearse, se equivocaba, sus celos eran los que estaban realmente nublándole el juicio.
—Desearía presentarte a mi familia —expresó en voz alta—. Creo que sería agradable que te conociesen.
—¿A-a mí? Oh, no, no —suspiró el omega—. No sé si...
—Oye, a mi padre le fascinas, y eso que sólo chocaste con él en la clínica —Jungkook sonrió ligeramente—. Renzo será feliz si te conoce.
—¿Tu abuelo? —se ruborizó rápidamente, mirándole de medio lado.
—Es un anciano, Tae. Es alguien tradicional —agregó el mayor—. Sabe que existes, pero si llega a conocerte, creo que saldrá corriendo como un chaval de veinte años.
Taehyung esbozó una sonrisa, su corazón palpitó rítmicamente pensando en la familia de Jungkook. Era bonito que desease que les conociese, los alfas solían ser muy familiares y el modelo de familias como la de Jungkook, eran especialmente herméticas. Sin embargo, a Tae le daban nervios sólo de pensar en una familia formada por alfas y sub-alfas, gente que se arropaba entre lujos y las castas más altas. Le daba muchísimo apuro aparecer ahí en medio, con el cartel de «hola, os he robado a Jeon Jungkook, ¿qué tal?» colgando de su cuello.
—Seguro que a mí también me gustaría conocerle. Le vi hablar en esa fiesta de la azotea.
—¿La del hotel?
—Sí, mnh —exhaló felizmente—. ¿La mujer que le acompañaba era Serena?
—Tiene una buena relación con él —asintió el alfa—. Casi diría que es su hija.
La conversación se diluyó mientras conducía, Jungkook se detuvo cerca de su apartamento con la intención de invitarle a cenar después de hablar. Afortunadamente, la lluvia amainó lo suficiente como para poder caminar. Las nubes se fracturaron en el cielo índigo, dieron un corto paseo por el iluminado paseo marítimo lleno de bares, cafeterías y tiendas de suvenires.
Con el paraguas en la mano, Tae pensó en cómo iniciar su conversación. Había estado todo el día pensando en eso, preparándose mental y psicológicamente para abrirse. No era fácil, pero no quería perder a Jungkook. No podía permitírselo. Él se merecía entenderle, si es que podía hacerlo.
Miró de soslayo su mano enguantada enlazada con la del alfa, mientras caminaban. Taehyung deslizó los dedos por su palma para deshacerse de su mano. Jungkook mantuvo un respetuoso silencio, esperando que comenzase. El más joven se detuvo en un lugar donde la iluminación hizo parecer su cabello gris casi plateado, sus iris almendrados excesivamente claros, vidriosos globos oculares frágiles, labios apretados, de aliento contenido. Nadie pasaba por allí, dos o tres bancos de piedra yacían vacíos, bajo las copas de los árboles de ramas desnudas.
—Cuando tenía catorce años —enunció con una voz que no reconoció como la suya—, alguien abusó de mí.
Como un jarrón de agua fría, Jungkook se quedó sin palabras. Vislumbró la tensión dibujándose en su rostro, con gélidas palabras, lejos de la habitual calidez de su aura.
—Fue un alfa. Aunque no estoy seguro —prosiguió bajando la cabeza y apretando el mango del paraguas—. No... volví a verle... nunca más, por suerte.
El silencio se extendió entre ellos, en compañía de una brisa.
—Pero su olor era como el de uno —agregó Taehyung, humedeciéndose los labios—, sus hormonas invasivas me impidieron moverme. El terror me invadió, me quedé paralizado. Yo estaba en celo, tuve un brote espontáneo —dijo pausadamente—. Es común cuando eres adolescente, las hormonas se revuelven, subí a un cuarto de baño público para refrescarme las manos y la cara, pero... alguien entró después de mí... y, m-me metió a la fuerza en un cubículo.
Jungkook dejó escapar su aliento, se giró levemente, desviando sus iris hacia otro lado. Se sintió golpeado por la información, conmocionado al comprender el terror que pasó en el auto.
—¿Hasta dónde llegó...? —formuló Jungkook de forma directa.
A Taehyung le costó un minuto completo contestarle. Jungkook no volvió a mirarle, tampoco lo hizo él. No podía hacerlo. Sus manos se vieron anegadas por un hormigueo provocado por el estrés postraumático.
—Hu-hubo penetración —dijo al cabo de un rato.
Quería continuar hablando, estaba preparado para decírselo. Y cuando pudo hacerlo, se rompió inmediatamente.
—Quedé embarazado sólo con catorce años —confesó con una voz rota.
Su compañero giró la cabeza, posando unos ojos muy abiertos sobre el omega. Taehyung se cubrió el rostro con una manga, tratando de detener el repentino flujo de sus lágrimas. Jungkook se quedó muy quieto, le contempló dolorosamente, empatizando con el profundo dolor del peligris. El temblor de sus ojos, el áspero sollozo de su gemido.
Se aproximó a él, acariciando su espalda lentamente sobre el abrigo. Después, le rodeó con ambos brazos para atraerle hasta su pecho. Sintió como si una afilada daga atravesase su corazón, cuando Tae aceptó su abrazo.
«¿Por eso le odió cuando se conocieron? ¿Pensó que él podría tomarle sin consentimiento?», recapacitó con aflicción.
Lentamente, agarró su rostro para apartar sus lágrimas, dejó un beso sobre su frente y volvió a abrazarle para hacerle comprender que seguiría ahí, pese a lo que fuese a contarle. Taehyung le miró con los ojos muy brillantes, las mejillas y nariz ligeramente enrojecidas por el sofoco, más voz temblorosa.
—Fui a una clínica médica, donde tomé una medicación abortiva —le dijo Tae—, mifepristona y analgésicos con los que aliviar el dolor. N-no podía tener un bebé —sus ojos volvieron a llenarse de lágrima y su rostro se desfiguró—. Mis padres... e-estuvieron conmigo...
—Fue la mejor decisión —Jungkook le ofreció su apoyo, barriendo su mejilla con el pulgar—. Sólo eras un niño. No podías enfrentarte a eso.
El omega se restregó los ojos, quería ser fuerte, pero se sentía avergonzado, violento, profundamente compungido.
—Mi luna, dime, ¿no buscaste apoyo psicológico tras el suceso?
—No tenía recursos económicos —hipó, sacó un pañuelo para limpiar los restos de sus lágrimas y mucosidad.
—¿Y tu familia? —Jungkook ladeó la cabeza, observándole compasivamente—. ¿Quién más sabe esto?
Taehyung negó con la cabeza seguidamente.
—N-no les deje saber, que... m-me afectó... así —confesó—. No es fácil hablar sobre algo como eso. Nunca más tocamos el tema. Jamás volvieron a mencionarlo. Me acostumbré a quedarme en casa, respetando las indicaciones para omegas. Evité salir demasiado, y, después... llegó Jimin. Él es el único que... siempre estuvo ahí...
—Jimin, por supuesto —murmuró Jungkook, con un leve recelo—. Ese mocoso es como tu salvavidas. Algún día tendré que agradecérselo.
El peligris esbozó una triste sonrisa que curvó sus labios unos segundos, guardó el pañuelo sin mirarle, aún con los dedos temblorosos.
—Él también ha sufrido, pero no pudo contármelo hasta hace poco.
Jungkook acarició su nuca con unos delicados dedos. Taehyung giró la cabeza para mirarle, se posicionó frente a él con sus carnosos labios entreabiertos.
—Si me lo hubieras dicho antes...
—¿Cambiarás conmigo? —formuló Tae lastimeramente.
—¿Qué? Huh.
—J-Jungkook, no quiero que te canses de mí por-
El alfa tapó su boca con la mano, amortiguando el resto de sus palabras. Taehyung le miró fastidiado.
—Fuera lo que fueses a decir, te aseguro que no me apetecería escucharlo si empiezas pronunciando esa frase —suspiró, tomando su rostro—. Tae, mírame.
El omega pestañeó unos centímetros por debajo, su aliento acarició sus pestañas ligeramente.
—Entiendo lo que sucede, ¿vale? Estoy contigo. Mientras esté en tu vida, nunca, jamás, nadie volverá a tocarle —le prometió con firmeza—. Eres igual de valioso para mí. Y tus cicatrices, ahora podemos compartirlas.
Taehyung se puso a llorar como un mocoso, le abrazó un rato, con el alfa culpándose ligeramente por haberle provocado el sollozo. Él sólo quería hacerle sentirse seguro, consolarle, sentía demasiada angustia comprendiendo su dolor. En el fondo, comprendió sus inseguridades, se preguntó dónde andaría aquel monstruo que abusó de un crío de catorce años. Si había sido en Busan, debía seguir por algún lado. No obstante, Jungkook no dijo nada, no quería perturbarle mencionándole que esa persona seguía suelta, sin cargos, y tras siete años desde el suceso, sin marcas físicas, era difícil demostrar la culpabilidad de alguien.
La justicia coreana se tomaba en serio los abusos sexuales desde la última entrada en el Gobierno, del candidato político que presidía esos años. Incluso las parejas de enlace que resultaban forzosas, podían conllevar un castigo importante.
—Yo sí quiero hacerlo contigo —farfulló Tae en su pecho—. P-pero, n-no puedo controlar los brotes de pánico. Es un reflejo, no sé cómo enfrentarme...
Jungkook le envolvió entre sus brazos, apoyó la mejilla sobre su cabeza, estimándole profundamente.
—No pienses en eso ahora —murmuró—. Tranquilo.
El viento sopló, barriendo las nubes desperdigadas por el cielo. El índigo se había difuminado en un negro oscuro con lejanas estrellas coronando la noche. Había frío desde que se habían parado. Tae no tenía la nariz helada sólo porque Jungkook le había estado abrazando.
Tomó su mano a modo de reclamo, para que recuperasen su paso. Comenzaron a caminar sin decir mucho más, se cruzaron con algunas personas, pasaron frente a varios escaparates brillantes, percibiendo el olor a un pequeño restaurante de comida casera.
—Tae —pronunció Jungkook sin mirarle.
El omega posó sus iris almendrados sobre su compañero.
—¿Hmn?
—Si encuentro a ese hijo de puta...
Jungkook nunca acabó su frase, se mordisqueó levemente el labio, posteriormente humedeciéndolo con la punta de la lengua. Tae podía hacerse una idea de qué cosas pasaban por su cabeza, pero nada de eso le tranquilizaba. Ni siquiera pensar en venganza, si Jungkook era el que se manchaba las manos. Puede que fuese estúpido, pero, aunque se hubiese sacado un increíble peso de encima, quería protegerle de sentir rabia o ira. El daño estaba hecho. Nada solucionaría el pasado.
—Vamos a mi apartamento —propuso Jungkook, imaginándose que su compañero no tendría ánimo para cenar en ningún lado.
Se encontraban a una manzana, un corto paseo de llegar al edificio de su loft. Tae se dejó guiar en silencio hasta el par de edificios de lujo rodeados por setos y una entrada de seguridad.
—Buenas noches, Sam —saludó el pelinegro al portero de guardia.
—Buenas noches, señor Jeon —contestó el beta—. Dejaron algo de correo para usted, si me concede un segundo.
Jungkook se aproximó para tomar una caja y dos sobres, el portero miró de soslayo a Taehyung mientras tanto, dirigiéndole una sonrisa cortés.
—Disculpe, ¿usted es...?
—K-Kim Taehyung —respondió Tae con cierta timidez.
—Un placer, Taehyung. Soy Sam.
Taehyung estrechó su mano, comprendió que, por lo general, ese tipo de edificios controlaban la entrada y salida de huéspedes por seguridad protocolaria. Él era la pareja de Jungkook, y le había visto entrar y salir con él en varias ocasiones. Todos sentían curiosidad por el omega peligris del joven Jeon. Cuando entraron en el ascensor, se despidieron amablemente y la puerta se cerró ante ellos. Jungkook estaba ojeando su correspondencia.
—¿Qué tienes? —preguntó Tae.
—Mhn, regalos. Copas, unas entradas para el Gran Teatro —recitó, mirando el par de sobres—, y un vale para pizzas.
—¿Un vale? —el peligris soltó una risita.
—Oye, nos ahorraríamos quince mil wons —sonrió Jungkook—. Yo también aprovecho las ofertas.
—Seguro que sí —ironizó su acompañante—. A puesto a que eres de los que compra pan integral para llegar a fin de mes.
Jungkook se rio levemente, sin mirarle. Llegaron a la planta del loft y desbloqueó la puerta para entrar. Dejó sobre la mesa de la entrada su correspondencia, se quitó el abrigo y lo colgó, encargándose también del de el omega.
—Ten —le dio el sobre abierto con el vale de la pizzería—. Elige nuestra cena.
El alfa pasó de largo divertido, se liberó de su chaqueta y también del chaleco interior, colgándolo en un par de perchas, en su dormitorio. Seguidamente fue al cuarto de baño, se lavó las manos, salió de allí arremangándose la camisa despreocupadamente. Tae estaba al teléfono, sentado en el sofá, descalzo. Encontró sus botas de pelo fuera de la alfombra, y él, con las piernas cómodamente flexionadas sobre el sofá.
Jungkook le contempló un instante desde el amplio marco. Tenerle allí, en su apartamento, siempre le causaba un extraño hormigueo de felicidad. Y percibir que Taehyung había ganado confianza en él le hacía sentirse afortunado. El alfa aprovechó la situación para tomar el pequeño bote de crema de manos que había estado guardando. Se sentó junto a él cuando Tae colgó el teléfono.
—He pedido dos, una es hawaiana. Si no te gusta la piña, viviremos nuestra segunda crisis.
—Mis gustos son muy amplios —coqueteó Jungkook, afinando su mirada.
—Huh, ¿tanto como tus habilidades de lobo superpoderoso?
—Puede que un poco más peligrosos.
Taehyung hizo una mueca, evadiendo su flirteo directo. Sus iris se distrajeron viéndole exprimirse una pequeña porción de crema, del tamaño de una moneda, en la palma de su mano. Deliberadamente, tomó una de sus manos para extenderla. Tae no reacción al principio, se le hizo algo inesperado el contacto, observó sus dedos húmedos, ligeramente pegajosos enlazándose con los suyos, masajeando con un cálido pulgar sus nudillos.
—Te daré el bote para que lo uses —comentó Jungkook, encargándose de sus manos—. Debes cuidarte más. Y no me importa si te ofendes porque vuelva a repetírtelo.
Su corazón latió cálidamente, bajó la cabeza con las mejillas sonrosadas, sintiéndose dichoso. Cuando Jungkook terminó, comentó algo sobre qué podía sacar unos aperitivos (se había preocupado por tener en casa algo más que puros y alcohol), pero Taehyung se inclinó a su lado, y clavando las rodillas a un lado de su muslo, abrazó su pecho e inspiró el momento.
—Quédate así. No quiero aperitivos.
Jungkook rodeó su espalda con un brazo, permitió que Tae se hundiera en él, abrazándole con un espontáneo brote de intensidad. Sintió su respiración sobre su pecho, el omega se reconfortó en la tibia aura de calidez que emitía su cuerpo, bajo la fina y suave tela de la camisa blanca.
Tocó su corbata púrpura con un par de dedos, pensando en que era su color favorito. Aunque prefería que no llevase corbatas, le gustaba más ver la parte baja del suave músculo de su cuello, enterrándose bajo la prenda. Intencionalmente, se incorporó y trató de deshacerla sin saber muy bien cómo funcionaba. Jungkook le observó confundido.
«¿Trataba de quitarle la corbata, sin ningún motivo aparente? Tae era una montaña rusa».
—A menos que quieras estrangularme —esbozó una sonrisa, deteniendo gentilmente sus dedos—. Será mejor que no tires de ese lado.
—H-huh, disculpa.
—Así —Jungkook le echó una mano, deshaciendo el lazo de su corbata.
Taehyung entendió cómo funcionaba, se encargó del resto de por sí sólo, perdiendo los iris en el cuello de su camisa siendo liberada.
—Es mi color favorito —murmuró el omega.
—Ah, ¿te gusta? —preguntó Jungkook.
—No.
El alfa arqueó una ceja, desorientado.
—¿E-entonces?
—Me gustas más sin ella —Tae tiró de la cinta y la sacó de su cuello—. Mucho más.
Su compañero liberó una carcajada vacía, le miró con diversión. Pensó que sería mejor que no se aficionase demasiado a quitarle la corbata de forma tan sexy, pese a que él lo hiciera genuinamente inofensiva.
—No te va a gustar la colección de corbatas que tengo en el closet —bromeó el alfa.
Taehyung tocó su nuca, acarició los mechones de pelo negro como si su suavidad le causase incertidumbre. ¿Se suponía que el cabello de los alfas era así de suave? Tae estaba seguro de que no, su suavidad, su aroma de alfa, su voz de terciopelo negro estaba hecha para agradarle. Había nacido para causarle severos problemas de concentración.
Jungkook tocó su rodilla.
—¿Estás bien? —formuló con media sonrisa—. Te noto... ¿reflexivo?
—Estoy bien —asintió Taehyung, desviando sus iris—. Tengo hambre, eso es todo. ¿Tú no?
—Me muero de hambre —reconoció Jungkook—. Hace tiempo que no pruebo la pizza.
El omega le sacó la lengua.
—Uh, tanto entrecot a la plancha no puede ser divertido —se burló.
El alfa se mordisqueó la lengua.
—Qué graciosito estás de repente.
El portero automático sonó en el apartamento justo en ese momento, Jungkook se levantó para recibir la cena, con Tae siguiéndole por el piso felizmente.
Esa noche, disfrutaron de un par de pizzas juntos, unos refrescos con hielo y un rato de televisión agradable. Ningún plan que incluyese salir, cenas en restaurantes refinados o compañías extraordinarias a la que ninguno de los dos le apetecía. Taehyung se comió el último borde de pizza que abandonó Jungkook (tenía un apetito increíble), se hizo un hueco en su regazo mientras su compañero le preguntaba si le apetecía postre, tenía unos deliciosos profiteroles con chocolate negro en la nevera, que Tae rechazo mimosamente.
El más joven pensó detenidamente en lo reconfortante que se sintió ese día, sincerarse con él, comprender el motivo de por qué había encontrado a Jungkook en aquel tormentoso mundo; él era un remedio balsámico. Amor, de los que sanaban poco a poco el corazón.
*Esta historia pertenece a Chispasrojas. Prohibida la distribución de este fanfic sin permiso de la autora. Puedes descargar esta historia completa en Patreon.com/chispasrojas
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