Capítulo 13

Capítulo 13. Cortejo

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En el amor, Jungkook se dio cuenta de que era un alfa clásico, disfrutaba de un cortejo sublime, delicado y bien ideado. Tener a un omega universitario nunca era fácil tanto por sus horarios como los propios. Algunos días, después de una reunión de inversores, una cata de empresarios o cerrar sus negocios con proveedores, intentaba pasar a recogerle a la hora del almuerzo, esperaba a que saliese de la biblioteca por la tarde (nunca se acercaba demasiado por si algún joven le reconocía) y se ofrecía para llevarle los sábados por la mañana a esa panadería de la avenida en la que Tae estaba trabajando. Se le hacía adorable, porque, el cabello gris de Taehyung se impregnaba del aroma del pan recién horneado, y en ocasiones le apetecía olisquearlo.

No pasaban demasiadas horas pegados, no obstante, se veían durante la semana a cortos ratos, y los viernes siempre salían juntos; Tae quería visitar el museo provincial, y lo hicieron. Le preguntó otro día por volver a patinar en aquella pista, y Jungkook le llevó felizmente, notó su mejoría sobre las afiladas cuchillas que le deslizaban. Taehyung aprendía rápido.

Un domingo por la mañana, Jungkook se lo llevó a un cultivo de viñedos. Aparcó el Mercedes en una zona del norte de Busan, en el campo, con la intención de mostrarle la decena de hectáreas que pertenecían a su familia desde 1967.

El cultivo estaba a rebosar de vid, también conocida como cepas o parras, una planta trepadora, leñosa, cuyo fruto era una uva pequeña y oscura con la que se elaboraban los vinos de su empresa. Taehyung le siguió con los ojos muy abiertos, el sitio era una extensa hectárea de cultivos verdes, con racimos de uvas púrpuras casi de su tono favorito. Suelo terroso, con algunos pequeños hierbajos, y un sistema de riego por goteo.

—La mano de obra es muy importante —le dijo Jungkook mientras caminaban por la ruta—. Mi abuelo comenzó recogiendo la uva él mismo. Fue un hombre de campo durante años, pero más tarde, sus trabajadores heredaron la labor de recogida.

Taehyung se detuvo frente a uno de los arbustos de la vid, contemplando un diminuto racimo que aún no había madurado. Alzó la cámara de su teléfono y lo fotografió con interés artístico por llegar a dibujarlo.

—El periodo de vendimia comienza en agosto —escuchó la voz del pelinegro a unos metros—. Aún es pronto.

Jungkook volteó para mirarle, advirtiendo que había perdido a su omega por el camino, regresó lentamente hasta él, extendió unos dedos y arrancó una pequeña uva, la cual frotó suavemente con una manga para limpiarla.

—Este sitio es precioso —dijo Taehyung distraído—. Trae paz.

—Ten, pruébala.

El alfa llevó la uva hasta sus labios, la posó sobre el carnoso belfo inferior del peligris y este abrió la boca genuinamente para probarla. La masticó con una mezcla de acidez y una lejana dulzura que denotaba su falta de madurez.

—Mnhm, ácido —opinó Taehyung—. Un regusto cítrico.

—¿A ver?

Jungkook pasó un discreto brazo alrededor de su cuello, inclinó la cabeza y probó improvisadamente sus labios. Tae se vio desarmado, los labios de Jungkook fueron tiernos y dulces sobre los suyos, con un ligero rastro tibio que hizo a sus rodillas flaquear por un segundo.

El pelinegro se apartó relamiéndose tras degustar sus labios.

—Dulce, muy dulce —ofreció su valoración.

Tae le dejó un golpecito en el pecho, con un ligero rubor de pómulos.

—¿Siempre eres así de pertinente con todos? —formuló bajo su brazo.

—Depende —sonrió el alfa—, vamos, no podemos estar mucho rato aquí. Si algún trabajador me ve, se llevará el susto de su vida.

Dieron un paseo por allí, agradeciendo que la mañana se encontrase soleada y luego regresaron al auto sin demorarse demasiado.

Jungkook no quería abrumar a su omega con regalos, a pesar de que su lobo estuviese irritándose por no poder llevarle numerosas ofrendas devocionales. Tae se lo había dejado claro. Chocolates, no, pues estaba cuidando de su físico. Peluches, no, detestaba que los omegas fuesen tomados por unos debiluchos que adoraban las cosas suavitas. Y flores, tampoco, era alérgico a la mayoría de ellas.

Y, aun así, pese a que le hubiese prometido que no se excedería, compró un bonito jersey de lana blanca, que le haría parecer una ovejita; una caja de ceras pastel de buena calidad (le había visto los dedos manchados al salir de sus clases prácticas), las cuales le regaló pidiéndole que lo aceptara, y una pomada para solucionar el problema de resequedad de sus manos, que Jungkook se guardó para otro momento.

Cuando le llevaba a la panadería los sábados por la mañana, Tae le hacía largarse alegando que «le ponía nervioso que estuviese mirándole». No quería despreciar a Jungkook, simplemente, no entendía por qué le costaba tantísimo colocar dos docenas de platos y tazas sobre la barra cuando él se encontraba por allí. Le ponía de los nervios pensar en que llevaban unos días sin besarse, porque, por algún motivo, sentía una especie de tensión que le obsesionaba con sus labios cuando hablaban.

Taehyung creía que todos los alfas eran avasalladores, pero nada más lejos, Jungkook no era pegajoso, ni molesto, ni se excedía en términos físicos mientras se estaban conociendo. Taehyung continuó viendo a sus amistades, visitaban algún bar, merendaban juntos o iban al cine sin que él metiese las narices. Le cortejaba muy bien, le daba su espacio, le hacía extrañarle los días que estaba demasiado ocupado con su trabajo y no podían verse (siempre le dejaba algún mensaje) y eso estaba tensando sus hormonas omega contra las afiladas cuerdas de un violín.

Otro sábado, tomó un turno laboral por la tarde y salió en la noche. Jungkook le esperó afuera, sonrió ligeramente y le preguntó cómo se encontraba. Taehyung estaba exhausto por limpiar mesas, amasar masa de harina de arroz y cargar con bandejas, pero su estómago revoloteó como un pajarillo al verle.

«Quería besarle, dios», se dijo mentalmente con frustración.

Jungkook estaba aplicando alguna estrategia de secano, en la que no imponía demasiado acercamiento físico. ¿Lo hacía apropósito? ¿Quería ver si el deseo le angustiaba? Porque estaba funcionando, y el aroma que había extrañado de chocolate negro, cereza, suave menta y bergamota provocó que Taehyung no le escuchase, desviase la cabeza, sintiéndose aturdido, sin llegar a atender sus palabras, en las que él le contaba que también había estado trabajando casi toda la semana, incluyendo el sábado.

—¿Estás bien? ¿Quieres que te lleve a casa? —sugirió el alfa amablemente, advirtiendo la dispersión de su compañero.

Taehyung tiró de su manga en mitad de la acera, detuvo sus pasos y jadeó ligeramente fatigado.

—Bésame —respiró.

Jungkook no podía creérselo, se sintió momentáneamente complacido, sus iris emitieron un sutil destello dorado que se borró en unos segundos. Puede que fuese un poco perverso, pero su estrategia para comprobar si Taehyung le deseaba del mismo modo, también formaba parte del cortejo.

Se aproximó a su omega para atender a su necesidad de inmediato, el ceniza agarró la solapa de su chaqueta de abrigo con una mano y Jungkook le besó con las mismas ganas que brotaban desde lo más profundo de sus huesos. Esa misma noche, mimó sus labios, los devoró como necesitaba y correspondió con unos besos acaramelados y otros más anhelantes.

Después de un beso en la calle, le llevó a casa en el Mercedes, sintiendo ciertas pulsaciones un poco más intensas que de costumbre, un suspiro profundo de Taehyung con ojos vidriosos. Jungkook le acompañó hasta el porche trasero porque sabía lo que pasaría. El omega tiró de su mano, apoyó la espalda en la pared exterior, Jungkook posó un brazo sobre esta, por encima de uno de sus hombros.

Sus iris se encontraron en la penumbra antes de tomar sus labios, le besó una y otra vez hasta que ambos jadearon, acarició su cintura con una mano, por dentro de la chaqueta, sobre la densa tela de lana tejida. Taehyung se sintió embriagado, con los brazos enredados alrededor de su cuello, sus dedos enterrados en los mechones oscuros de su nuca. Labios emborronados, algo más rosas y húmedos por sus tibios besos. Explorar la boca del alfa fue un placer, degustarle con una tímida lengua, cortos besitos, un suave mordisco en el belfo inferior que Jungkook le devolvió en un juego.

El pelinegro inclinó la cabeza, acariciando su mejilla con la nariz, posó los labios como una tierna pluma sobre el borde de su mandíbula.

—No utilices perfume supresor, permíteme olerte.

Taehyung siempre había utilizado el perfume farmacológico de supresión para protegerse, era algo que acostumbraba a utilizar desde pequeño, le permitía sentirse más seguro, y menos atractivo para la casta más alta (toda su vida trató de protegerse de ellos).

—¿N-no puedes olerme? —murmuró Taehyung a unos centímetros.

—Puedo —reconoció el pelinegro volviendo a mirarle—, pero desearía que tu aroma fluyese libremente.

—No sé...

Jungkook tocó su pómulo con un par de dedos.

—¿Temes de mí?

—Mnh, n-no es eso, Jungkook.

Taehyung se mostró dubitativo, circunspecto, con iris perdidos por encima de su hombro, en lo que ambos se sujetaban uno al otro.

—Me controlaré, aunque tus feromonas me ataquen —musitó el azabache, curvando las comisuras de sus labios—. Quiero oler a mi omega tal y como es.

El peligris pestañeó, le miró más tímidamente, decidido a expresar su inseguridad.

—Siempre me he protegido con eso, de los demás.

—Si te preocupa atraer a alguien indeseado —Jungkook, ladeando la cabeza—, cualquier alfa detectaría la impregnación de mi aroma en ti.

Taehyung reflexionó sobre eso. Él no percibía la impregnación de la que su compañero hablaba, pero cuanto más contacto físico compartiesen (besos, roces, sexo), su aroma se vería influenciado por las huellas temporales de Jungkook sobre su fragancia. La mayoría de los alfas agachaban la cabeza cuando detectaban el aroma de alguien más impregnado sobre cualquier ser de casta baja, era como si gritasen que ya «pertenecían» a alguien.

—También puedo... besar tu cuello —Jungkook utilizó una clave especialmente baja y ronroneante—, o enlazarte a mí.

—¿Enlazarme?

—Sabes cómo funcionaría mi mordisco en ti, ¿verdad?

Taehyung se deshizo de sus brazos precipitadamente con un brote de inquietud.

—No quiero recibir una marca.

—¿Mnh?

El omega se distanció unos pasos, paseó por el porche un instante, dándole de lado.

—J-Jungkook, no quiero que me muerdas.

El alfa le siguió con la mirada.

—No voy a hacerlo —dijo Jungkook serenamente—, sólo estaba diciendo que también es un método para que no te sientas inseguro, si crees que tu aroma podría ser un problema con-

—No, no quiero —interrumpió Tae, con un tono de voz agudo—. No quiero hacerlo.

El pelinegro se quedó paralizado, notó al omega repentinamente angustiado, la distancia física que puso entre ambos le avisó sobre su ansiedad. Tras unos segundos de silencio, Tae le miró de medio lado. Jungkook permaneció muy quieto, a un par de metros, con las manos guardadas en los bolsillos de su chaqueta, percibiendo que había algo más enterrado en él, que no quiso mencionar.

Jungkook se sintió ligeramente molesto con él. No le gustó que Tae se marcharse dejándole aquel amargo sabor de boca. Regresó a su auto pensando en que era un idiota. Se permitió maldecirle mentalmente, ¿acaso pensaba que él estaba loco? Existían penas de cárcel para los alfas que enlazaban a sus parejas forzosamente. Él ni siquiera pensó antes en enlazarse con alguien, no era algo que le resultase útil, le gustaba tener intimidad mental y disfrutaba de su soledad a pesar de haber tenido algunas novias y sexo esporádico con quien le apeteció en el pasado. Pero con Taehyung no podía evitar sentir que haría cualquier cosa, además, decían que las parejas predestinadas sentían un extraordinario placer con la marca de enlace.

Un par de días después, se sentó con Namjoon en una cafetería a la tarde, tras cruzarse con él en la sucursal de su empresa.

—¿Qué sois ahora? —preguntó su amigo, abriendo uno de los sobrecillos de azúcar para el café.

—Amigos.

—¿Amigos que se comen a besos? Oh, buenos amigos.

—¿Qué importa? —Jungkook se cruzó de piernas en su asiento—. Sigo cortejándole, eso es todo.

—Llevas meses obsesionado con él —indicó Namjoon con cierta diversión—. Eres un lobo enamorado, nunca te había visto esperar como un perrito guardián a alguien. Dime, ¿qué se siente mientras aguardas a que tu lobito salga de clase?

Jungkook exhaló una carcajada silenciosa, deseó que cerrase la boca para que no le avergonzase. En realidad, Taehyung no era sencillo, desafiaba sus métodos, se acercaba y se alejaba de él como si la gravedad escapase de sus manos. Era como una madeja de hilos difíciles de hilvanar. En ocasiones percibía que Tae sentía algo muy fuerte, a lo que no estaba acostumbrado, por él. Pero otras veces, se comportaba como si algo no fuese bien en sí mismo. Era como un cachorro asustado de la fuerza, la magnitud que significaba la atracción que compartían.

El azabache creía que había algo más que no le estaba contando. Creyó que era normal, aún existían barreras entre ellos.

En la universidad, el omega evadió con agilidad las insinuaciones de alguna de sus amistades.

—Hueles a alfa, ¿tienes un nuevo perfume? —preguntó Doyun.

En la clase de escultura, Tae rodeó su busto de arcilla, tratando de evitar que el beta le olfatease.

—A-algo así —se mordisqueó la lengua.

—Oh, espera, ¿estás saliendo con alguien? —el gritito de Iris tras su oreja casi le empujó de boca—. ¿¡Quién es!?

El omega le miró con malas pulgas.

—No estoy saliendo con nadie —gruñó en voz baja—. Cierra el pico.

Tenía suerte de que Jungkook no le besuquease a menudo, porque sus mejillas se volvían febriles de sólo pensarlo. Durante la hora de descanso, Taehyung echó de menos a Jimin. Reparó en que había estado faltando a clase más de lo habitual esa última semana. La noche de antes, hablaron por teléfono, Jimin tenía la lengua un poco tonta y él pensó que simplemente estaba cansado (le dijo que había estado jugando a fútbol todo el fin de semana).

Apenas estaban viéndose esos días, Jimin no quería hablar sobre eso, pero Tae comenzaba a sospechar que él era el culpable de algo. ¿Era porque estaba dejándose cortejar por Jungkook? ¿Tenía que ver con esos sentimientos a los que Jimin le quitó importancia?

Sintió una gran impotencia por no saber cómo acercarse a él. No quería hacerle daño, le quería demasiado.

A la salida de clases, Tae levantó su teléfono y le escribió a Hoseok por Instagram. Ellos no eran muy amigos (sólo se conocían de vista, en el instituto), y aun así, consiguió su número de teléfono tras escribirle que era algo importante.

Marcó su contacto mientras guardaba una mano en el bolsillo de su chaqueta, al segundo tono, Hoseok le contestó alegremente.

—¡Hey! ¿Qué pasa? —sonrió—. Me preocupó encontrar un mensaje privado tuyo en-

—¿Qué le estás haciendo a Jimin? —soltó Taehyung ariscamente.

—¿Q-qué?

—Desde que sale contigo, no se comporta como él es —le recriminó el omega, como si fuera su novia—. Piercings, tatuajes, se va de fiesta todos los fines de semana con su grupito de sub-alfas machitos. ¿También estás fumando hierba con él?

—¿Qué? No, él no fuma nad-

—Mira, Hoseok; Jimin es un buen chico, sé que no puedo meterme en su vida como si fuera su padre, pero le conozco muy bien. Mejor que tú —pronunció Taehyung con dureza—. Sólo te pido que, por favor, si ahora él está más contigo que conmigo, por el motivo que sea, no le descuides.

Hoseok se quedó boquiabierto por su repentino sermón.

—Está faltando a clase más de lo que debería. Sólo nos queda un curso para graduarnos y no quiero que lo abandone por salir, beber, fumar hierba con un puñado de universitarios que no valoran lo que tienen.

—Oh, gracias por la parte que me toca, Taehyung —ironizó Hoseok—. Valoraré más el Lamborghini de mi padre.

—Sabes muy bien a lo que me refiero —refunfuñó el omega.

—¿Por qué no haces una cosa? ¡Díselo a él! ¡Yo no soy su maldita novia!

Hoseok colgó el teléfono después de eso. Taehyung apretó el dispositivo entre sus dedos, sintiéndose irritado.


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Los dedos del alfa tiraron del cabello de Yui, arqueando su espalda. Las embestidas se hicieron más duras, el sonido de sus cuerpos chocando, jadeos y gemidos sucios y difusos colmaron el dormitorio hasta volver sus pieles sudorosas. El orgasmo llenó a la alfa, clavando las rodillas y codos sobre una cama desecha de la que no salió en toda la tarde. Julen se dejó caer sobre su espalda unos segundos más tarde. El sexo con una buena hembra siempre era reconfortante.

Más tarde, Yui se levantó semidesnuda para saquear la nevera del apartamento del hombre. Tomó un agua con gas, limón y hielo, y regresó con un vaso de cristal hasta la habitación que olía a sexo. Julen salió de la ducha mientras ella leía sus mensajes de texto.

Jungkook (11.32pm): Tenemos que hablar. Te parece, ¿esta tarde en el Coffee Roost?

Jungkook (12.16pm): Yui, es importante. Sé que te ha llegado la información del escándalo que prepara la prensa. No podemos dejar que esto afecte a nuestras familias.

Jungkook (13.06pm): Llamada perdida

Jungkook (13.08pm): Llamada perdida

Jungkook (13.12pm): Llamada perdida

Julen salió de la ducha con el torso húmedo y una toalla sobre los hombros. Yui lanzó el teléfono hacia un rincón del dormitorio, tomó un trago de su bebida con la mandíbula tensa, hundiéndose sobre los almohadones donde se encontraba sentada.

—Algo no va como deseas, ¿gatita?

—Quiere romper nuestra relación —la voz de Yui sonó rasposa —. Aún no me lo ha dicho, pero es evidente. Lleva días intentando hablar a solas conmigo.

—¿Y tú, no quieres, por qué...?

—No voy a permitir que se desvincule de mí —sentenció con frialdad, sosteniendo el vaso con hielo entre los dedos—. He trabajado como una perra por este compromiso, Juls, desde los dieciocho años —le recordó encolerizada —, y durante cinco años completos estuve esperándole en este país de mierda, para que volviese y tomase su lugar como prometido. ¿Y ahora cree que cancelar nuestro compromiso es una opción?

Julen deslizó la toalla sobre los hombros y consideró que era sexy cuando estaba enfadada.

—Nada de eso, pienso tomar mi lugar donde me corresponde, no he esperado toda la vida a ese lobo para que ahora aproveche una jodida nota de prensa en su beneficio.

—Toma tu corona, mi reina —se burló Julen, le ofreció una espalda fornida cuando rebuscó en su armario algo que ponerse—. Los gastos de mi club no se pagan solos, cielo, participas como socia activa desde hace dos años. Sabes que debes unos cuantos abonos a los socios, ¿verdad?

Yui se incorporó, se sentó en el borde de la cama sabiendo que así era. Julen, como propietario, le había estado prestando algo de dinero para que mantuviese unos cortos ingresos que complementaban sus ganancias en el diseño de ropa. Los dos mantenían su aventura desde hacía algunos años, pese a que Yui estuviese prometida a Jungkook desde mucho antes.

—Te daré tu parte cuando pueda acceder la herencia del estúpido de tu amigo.

Julen metió los brazos en una camisa blanca sin abotonar, liberó una risita grave y le miró encantado.

—Te aconsejo que no repitas eso en voz alta —le dijo despreocupadamente —. Te recuerdo que él tiene La Voz superior, acabas de follar conmigo y le verás esta tarde, ¿recordarás frotarte con una esponja para que no pueda oler nuestra impregnación?

—Jungkook no va a utilizar La Voz en mí. Dudo que se molestase en interrogarme, en caso de percibir que alguien está apareándose conmigo —Yui se mostró ciertamente herida—. Juraría que él ya lo hace con alguien más...

La alfa no estaba de todo segura, hacía tiempo que Jungkook y ella no se veían personalmente, sólo habían coincidido un par de ocasiones, frente a más personas. No obstante, su olfato de perro sabueso era eficaz, había detectado un ligero toque a miel y avellana que juraría que no pertenecía al pelinegro. Su aroma era más oscuro, cítrico y exquisito. Nunca olía a la suave piel de melocotón maduro.

Julen se enfundó en un pantalón discreto, cerró la cremallera, abotonó la tela y ajustó el cinturón correctamente, echándole una miradita de soslayo.

—Tiene a un omega —dedujo.

Yui giró la cabeza lentamente, clavó sus iris sobre el alfa, horrorizada.

—No me lo ha dicho a mí —expresó Julen—, pero hace un par de meses, Kim le arrastró por mi gimnasio. Le eché una mano, porque tenía mal aspecto. Los dos tuvieron una conversación sobre... ah... no recuerdo su nombre, ¿cómo era? Supongo que es un omega, porque hablaban de un chico.

—Hyosung me dijo que le vieron besar a alguien públicamente —agregó Yui sintiéndose traicionada—. Debe haber encontrado a una perra de esas... ¿predestinadas? ¿aún existen?

Julen sonrío ante su molestia.

—¿Qué más da, Yui? Hablas como si sintieses algo por él, tú te acuestas conmigo y él, con otro. Vuestro compromiso siempre fue algo pactado, deja de hablar como si-

—Cállate.

Yui se levantó de la cama en ropa interior y pasó de largo para meterse en la ducha. Julen le siguió con la mirada, se sintió fastidiado por su dichoso carácter. Estaba cansado de que actuase como si realmente celase por Jungkook. ¿Sentía algo por un tipo al que le daba igual?

«Si ese príncipe lobo al que todos adoraban había caído como una rata por uno de esos dulzones omegas que sólo servían para quedarse preñados, no podía ser considerado como un alfa puro», se dijo. «Los alfas de verdad, ponían la pureza de su sangre por encima de todo».

Julen esperaba que Yui no se hubiese acostado con Jungkook, porque si ella le había faltado a su palabra, estaba dispuesto a vengarse de la chica. Los alfas podían ser muy agresivos e irracionales si sus parejas cometían infidelidades. Y lleno de ira, no tenía reparo en pensar que buscaría la venganza más retorcida y horrible que pudiera llevar acabo, así tuviese que follarse a la perra de su prometido para hacerle daño indirectamente.

Durante la tarde, Jungkook recibió una llamada telefónica de Yui y esta accedió a quedar personalmente. Se vieron en un exquisito café frente al paseo marítimo, donde servían los mejores capuccinos de la ciudad.

—¿Llego tarde, cielo? —Yui se aproximó para dejarle un beso en la mejilla.

Jungkook detuvo el toque de sus labios discretamente, sus iris se encontraron en una corta distancia que se incrementó lentamente. Como pensaba, la alfa percibió ese sutil y casi disipado aroma; el de la avellana con miel.

—Tenemos que hablar —emitió Jungkook con seriedad.

Los dos descartaron tomar asiento, y dieron una vuelta por la terraza exterior, desde la que se veía parte de la ciudad y costa marítima, y conversaron sobre la ruptura de su compromiso. Jungkook mencionó que lo había hablado con Jiro y la familia se encontraba de acuerdo.

—Ya sé lo que vas a decir, el escándalo de prensa —declaró la alfa mientras paseaban.

—No es sólo eso. Las deudas de tu familia podrían salpicar a la mía —el pelinegro habló sosegadamente—. No puedo afrontar tus problemas familiares durante más tiempo, Yui. Mi padre le concedió un crédito al tuyo hace un año y medio. Sigue esperando los pagos de las cuotas.

—Así que es por dinero —Yui se detuvo frente a él con irascibilidad—. Eres tan frío y perro como las lenguas decían. Un auténtico lobo, Jeon.

—Reconsidera tus ironías para otro momento —le aconsejó Jungkook, agudizando su mirada—. Quizá puedas aplicarlas en tus ámbitos personales.

—¿Crees que no sé qué frecuentas a alguien? —soltó Yui con despecho—. Quizá pienses que el mundo está ciego, pero la gente habla, y mi olfato no falla. ¿Sabe tu familia en qué piensas preñar a otra hembra?

Jungkook no dijo nada, sus iris de chocolate negro se clavaron sobre los suyos con frialdad. Él era bueno cuando se trataba de omitir cualquier emoción en su rostro.

—Ata tu lengua, Yui. Sólo es un consejo.

—No eres el único que ha estado con otra persona, Jungkook.

El alfa pasó de largo, sin ofrecerle importancia. No era su problema si Yui buscaba satisfacerse con alguien, entre ellos, no hubo nada más allá de una desesperada noche de sexo. Después de esa conversación, no volvieron a verse, pero Yui se sintió traicionada, rabiosa.

La familia Jeon supo sobre la ruptura de su compromiso esa misma tarde, su hermana Ayane no comprendió por qué no habían buscado una solución a su relación de otra forma. Le dijo que Yui parecía lastimada cuando habló con ella, y expresó que le parecía una víctima de la prensa. No se mostró de acuerdo con la decisión de romper el compromiso, no obstante, cerró la boca. Jiro apoyó a su hijo, guardando el pequeño secreto sobre que había conocido a su predestinado. En cuanto a Serena, su madre, ella no pareció molestarse, siempre y cuando Jungkook trajese algún heredero a la familia (quería ser abuela) con otra persona.

Esa noche, cuando Jungkook se quedó a solas con Jiro, no pudo evitar comentarle que el omega había accedido finalmente al cortejo. Su padre se mostró orgulloso por él, pese a que Jungkook pareciese un poco más tímido de lo habitual con su felicitación.

—Pase lo que pase, si realmente te acepta, todos estarán felices cuando lo traigas a la familia —le alentó su padre—. Muero por saber qué tipo de ser ha encaprichado tanto al lobo de mi hijo.

Jungkook sonrió un poco. Tae y él ni siquiera tenían una relación seria, más allá de su cortejo, pero se sintió bien con su apoyo incondicional. Sin embargo, la noticia de su ruptura estaba por salir en las revistas de prensa rosa y debía tener cuidado con sus próximos pasos.

Planeó hablar con él al día siguiente, le escribió un mensaje de texto a Taehyung preguntándole si podían verse. El ceniza estaba en la universidad cuando lo leyó, se alegró de que Jungkook le escribiese, quería disculparse con él por despedirse el sábado de forma tan fría.

Cuando dejaban de verse durante varios días sentía como si su cuerpo perdiese su tibieza, sus brazos, sus manos se volvía frías. Le extrañaba con una asombrosa facilidad, echaba de menos la caricia de sus iris oscuros sobre los suyos, su clave de voz aterciopelada y esa sonrisa que en ocasiones exhalaba mientras conducía sin mirarle.

Tae también estaba preocupado por Jimin y no sabía cómo gestionarlo. La tarde de antes anidó como un tonto sobre su cama, con una de las sudaderas que el sub-alfa dejó olvidada en su dormitorio. Extrañar con facilidad a las personas que amaba formaba parte de un instinto omega que detestaba, no podía parar de sentir que requería muchos más abrazos de los que últimamente recibía. Le apetecía ser cariñoso, recibir mimos y sentirse querido. En ocasiones pensaba que Jimin era perfecto para eso, puesto que Jungkook le provocaba otro tipo de estimulación ante la que se sentía desconocido.

Jungkook (13.52pm): «¿Puedo pasar a recogerte?».

Taehyung (13.53pm): «Debo adelantar un proyecto, almorzaré en la cafetería y estaré en la biblioteca hasta las seis, ¿podemos vernos más tarde?».

Jungkook (13.53pm): «A las seis estaré allí».

Taehyung bloqueó el teléfono felizmente. Tras varias horas, comprobó el reloj y recogió sus cosas unos minutos antes de salir. Atravesó el campus a las seis y cinco, y fuera de este, encontró el Mercedes negro de Jungkook aparcado donde siempre.

El omega dio unos brinquitos en su dirección, pero no había nadie en el coche, de repente, una mano tocó su hombro, se dio la vuelta y se dio de bruces con el pelinegro.

—¡Kookie! —soltó felizmente—. ¿Dónde est-

—¿Podemos hablar en un lugar privado?

El peligris parpadeó, le siguió con la mirada y obedeció a su indicación para que subiese a su coche. Tae subió con un pálpito nervioso en el pecho, fijó sus iris sobre Jungkook cuando rodeó el auto para entrar por su lado y sentarse como piloto.

—¿Me llevas a casa? —formuló Tae.

Jungkook dubitó al principio, pero aceptó. Tae se preocupó un poco al verle tan serio. El alfa prendió el motor del auto con un giro de llaves, sin mirarle.

—¿Estás bien, Jungkook? —respondió Tae con un hilo de voz.

—Sí.

—T-te he echado de menos —reconoció el omega con ojos grandes de cordero—. Qu-quería disculparme por lo del otro día... porque...

Jungkook posó sus iris sobre él. «¿De verdad estaba pensando que iba a decirle algo de eso?».

—Eh —el azabache se inclinó ligeramente hacia su lado y puso una mano sobre su rodilla—. No pasa nada, ¿de acuerdo? No me he enfadado contigo ni nada de eso.

—¿De verdad? —pestañeó.

—En serio. Sólo quiero comentarte algo.

De camino a su casa, Taehyung pensó en invitarle a entrar a su hogar. Jungkook le había acompañado decenas de veces, pero él nunca le ofreció una invitación expresa. Se sintió un poco mal pensando en que Jungkook podría llegar a sentirse rechazado, no quería hacerle daño; le gustaba mucho estar con él.

El alfa detuvo el auto frente a la casa familiar del ceniza, apagó el motor y tomó aire con la intención de comenzar a comentarle el asunto de la ruptura que mencionó la noche de año nuevo, pero Tae se liberó del cinturón y abrió la puerta.

—E-espera, tenemos que...

—Hablemos en mi casa, ¿vienes? —le ofreció Taehyung.

Jungkook se quedó paralizado un instante, su inesperada invitación le tomó por sorpresa.

—¿Sí? —aceptó casi como si lo dudase.

Salió del auto justo después, pasando a bloquearlo y seguidamente guardándose la llave en uno de sus bolsillos. Frente a la puerta, Taehyung le pidió que se quedase ahí un instante.

—Espera un segundo —farfulló cómicamente—. Tengo que comprobar que todo está en su sitio.

Entró velozmente y dejó una rendija abierta por donde Jungkook recibió el aroma de su casa. Era una sencilla morada de betas, cálida, hogareña. Taehyung subió precipitadamente los escalones, revisó que en su dormitorio no hubiese nada comprometedor por medio (¿salvaslips, ropa interior, su bufanda enrollada a la estúpida almohada que abrazaba?).

Se quitó el abrigo, lo dejó colgado, bajó la escalera y fue directo hacia su madre para pedirle que se comportara.

—He traído a un amigo. Ni se te ocurra decirle nada.

—Oh, dios mío, ¿has traído a tu futuro marido?

«Exacto, a eso se refería cuando decía que era una exagerada».

Luego de eso, regresó a la puerta con un jadeo, recolocándose el jersey bien.

—Vale, ya está. Puedes pasar.

Jungkook le miró divertido.

—Qué, ¿estabas escondiendo a Jimin en tu armario?

—Ja, ja —satirizó el omega—. Vamos, entra.

El alfa dio unos pasos en el interior, sus iris se posaron en el espejo de la entrada, el pequeño y adorable pasillo que daba a varias puertas, la puerta trasera que unía el otro extremo de la casa con el porche trasero y una escalera. Tae cerró la puerta tras él y empujó su cintura para que se pusiera en movimiento.

—¿Ahora no sabes caminar solo? —soltó histérico—. ¡Sube esa escalera!

—Buenas tardes, señora —Jungkook le saludó a alguien.

—¡Hola!

—¿¡Mamá!? —chirrió Taehyung.

—Es un placer entrar en su casa, ¿le importaría que pasase un rato con su hijo?

Taehyung casi entró en una parada cardíaca por su extrema educación. Lu estuvo a punto de llorar como una magdalena, Jungkook era alto, guapo, tenía el pelo negro, una voz bonita, era educado. Supo rápidamente que fue el mismo chico que le llamó por teléfono en aquella ocasión. Y por su presencia, era un alfa. Un súper alfa. Uno de esos por los que todo el mundo suspiraba.

—A-ah, estaré por aquí, sin molestar —indicó Lu, con una sonrisa impertinente—. ¡Pasad una buena tarde!

Jungkook reconoció unas facciones en su rostro similares a las de su bonita luna, Tae tiró de su muñeca con un refunfuño en cuanto su madre desapareció en el interior del salón. El pelinegro le siguió con una sonrisita, subió los escalones a su lado, adorando su breve momento de testaruda timidez.

—Tu madre es adorable.

—N-no digas eso —solicitó Tae ruborizado, atravesaron el rellano y empujó la puerta de su dormitorio.


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