Capítulo 11

Capítulo 11. Conciliaciones

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Se llevó a Jimin a su dormitorio, tirando de su mano por la escalera para llegar a un espacio donde hablar en privado. Jimin tenía los ojos llenos de lágrimas cuando cerró la puerta, parecía débil, profundamente afectado por algo que Taehyung no comprendía aún.

Jimin se sentó en el borde de la cama, estaba helado, le había llovido y sólo llevaba una sudadera negra. El peligris tomó una toalla, la pasó por encima de su cabeza sacudiendo un poco su cabello y le preguntó si quería que le prestase algo de ropa. Ante su negación, puso el pequeño calefactor de su dormitorio, arrastró una silla frente a él y le preguntó qué había pasado. Jimin no dijo nada al principio. Tae acarició su hombro y después tocó una de sus mejillas para que le mirase.

—¿Es porque sientes algo más por mí? —preguntó cautelosamente.

—¿Está mal sentir que no debería?

—No, no está mal —declaró Tae en voz baja—. Todos sentimos cosas que, en ocasiones, nos hacen desear no sentir nada.

Jimin bajó la cabeza, en silencio, se frotó el rostro con la manga bajo los iris del omega.

—Dime una cosa, ¿es por algo que he hecho? Si es por Jungkook, quiero que sepas que le odio —confirmó con un tono muy extraño—. N-no sé por qué he terminado acercándome a él, es como si no pudiera parar de...

—¿Qué? —Jimin le miró de soslayo, sin comprender nada.

Puede que al sub-alfa no le gustase mucho Jungkook, pero después de todo, ese condenado tipo era el que le había hecho reaccionar para ir a buscar a Tae y que ambos dejasen de sufrir como bobos.

—Todo esto es mi culpa por no haber controlado mi celo, todo lo que ha sucedido ha sido mi culpa —respiró el omega—. Siento haberte confundido y siento estar comportándome como un idiota por no saber cómo decir las cosas. Jimin, yo no quiero hacerte daño, te quiero y eres valioso para mí.

Jimin agarró su muñeca y tiró de él para abrazarle. Sus brazos rodearon sus hombros, respiró profundamente y se sintió temblar por un instante.

—Lo siento —murmuró el rubio.

—¿Por qué?

—Por hacerte daño.

Tae entrecerró los párpados, le estrechó gratamente sin resentimientos.

—Quédate conmigo, ¿vale? Quédate a dormir.

—No, no —negó el sub-alfa, deshaciéndose lentamente de su abrazo—. Tengo que volver a casa.

—Pero tu padre no ha vuelto aún.

—Mejor, necesito tener mi espacio.

El peligris le escudriñó con la mirada cuando se separaron, pellizcó su mejilla cariñosamente para animarle.

—¿Seguro? —Tae hizo un puchero con los labios, se levantó y fue hasta la puerta para abrir una rendija y alzar la voz sin bajar la escalera—. ¡Mamá, Jimin se quedará a cenar!

Jimin sonrió levemente. Se quedó con el chico para la cena, saludó tímidamente a Seung y Lu cuando Tae le arrastró de la mano por el salón, e incluso después de una agradable cena, dio por sentenciado que se quedaría con él esa noche. Más tarde, Tae le obligó a subir a su dormitorio, empujando su espalda. Comenzó a hablarle de ese trabajo parcial que había conseguido en la pequeña panadería del centro.

—Me gusta estar allí, pero odio tener que llevar uniforme —parloteó mientras recogía la ropa de su dormitorio—. Me duelen los brazos por amasar harina de arroz, mis bíceps van a crecer en ese trabajo.

—Al menos no llevas una cofia, ¿te han obligado a ponerte faldita? —se burló Jimin.

Tae se giró y le lanzó una camiseta a la cara, que dio de pleno en su rostro. Jimin se rio un poco, quitó la camiseta de en medio y agudizó su mirada.

—A ver, dime, ¿por qué sales con que ahora odias a Jungkook? —le increpó—. Me dijiste que habías conseguido mantener una relación cordial con él.

El peligris cesó su parloteo en cuanto Jimin mencionó su nombre, estuvo a punto de maldecirle en voz alta, pero su amigo dijo algo más.

—Me buscó ayer —continuó el sub-alfa en una clave grave—. Puede que sea un engreído, pero, me dijo que... no me alejase de ti...

Taehyung le miró fijamente, con un rostro serio, iris indescifrables.

—¿Eso te dijo? —dudó con cierta dulzura, y acto seguido, endureció su tono—. P-pues vaya tonto. Ni que planeases no volver a acercarte a mí nunca más, ¿no? Qué sabrá él... se cree que lo tiene todo bajo control... pero no tiene nada.

Jimin se quedó un poco desconcertado cuando Tae continuó doblando y metiendo la ropa en el armario mientras maldecía en voz baja.

«Nunca le había visto tan furioso con alguien, ¿debía decirle que Jungkook le amenazó con que, si no le decía que le amaba, lo haría el primero?», se preguntó. Algo le hizo pensar que no podía hacerlo.

—Bueno, n-no hablemos de ese lobo. Hablemos de nosotros —dijo adorablemente enfurruñado—. ¿Vas a quedarte a dormir conmigo o no?

—No —Jimin esbozó una sonrisita.

—Pero es tarde, hace frío, y está lloviendo —enumeró Tae—. Además, te he echado de menos. ¿No puedes quedarte conmigo hoy?

Jimin se levantó, estiró las piernas y comprobó qué tan tarde era. Llevaba su cartera en el bolsillo, aún podía pedir un taxi para volver a casa.

—Eres la persona más cansina que conozco —declaró Jimin, dejó un beso sobre su cabeza cuando Tae le abrazó para que no se marchase.

Él se fue de todos modos, el ceniza le acompañó hasta la puerta, se quedó con él junto a la acera en lo que llamaba a un taxi y se despidieron cuando lo vieron llegar en unos minutos más. Tae regresó al interior de casa helado, con la nariz colorada y las manos frías. Pasó por el pasillo viendo de soslayo a sus padres frente al televisor, subió la escalera y regresó a su dormitorio en silencio, arriba, aún tenía el aroma de Jimin. Apenas habían pasado más de un par de horas juntos, pero se sintió feliz por su acercamiento.

No obstante, Tae sabía que había algo más. Jimin no le había contado por qué lloraba cuando llegó a su casa, tampoco cuál era el motivo exacto por el que, de repente, le apartó de sus vacaciones para que no se acercara. No era la primera vez que se distanciaba, Jimin era muy cariñoso o muy distante, nunca hablaba de sus cosas más personales, ¿por qué? ¿sabía Jungkook algo de eso?

Cuando el alfa volvió a cruzar por su mente, Tae sintió la misma molesta punzada en el pecho. Le costaba tragar saliva cuando pensaba en él. Le había gritado, insultado y embestido como un auténtico idiota, mientras que él había ido a buscar a su mejor amigo para que reaccionara. ¿Qué le estaba pasando? ¿Por qué no podía dejar de sentirse herido con Jungkook?

Tae se dejó caer sobre la cama; sentía algo por él y estaba luchando contra eso con todas sus fuerzas. Jimin le había confesado que le gustaba, y él quería corresponderle. Quería hacerlo. Quería sentirse a salvo con Jimin, no tenía miedo si él le tocaba, sólo tenía que pensar que era Jimin. Si volvía a intentar besarle, si estaban juntos en el mismo y reducido espacio, Jimin era mucho más que su mejor amigo, le quería. Pero Jungkook le estaba volviendo loco. Y sin duda, recordaba sus iris oscuros heridos tras sus gritos.

¿Era su culpa sentirse irremediablemente atraído por él?

«Dejas que el miedo te domine», escuchó su voz. «Pero yo sé lo que sientes...».

Tae apretó los labios, él no tenía ni idea de lo que sentía, pero le dolía pensar en la forma en la que se había enfrentado a Jungkook. Merecía una disculpa, al fin y al cabo, él quería estar con otra persona, y Jungkook, ya se encontraba comprometido con otra.


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La fría mañana del penúltimo día del año, Tae se despertó con varios regalos de cumpleaños, bajo el árbol de navidad. Uno era un nuevo atril para sus lienzos, también tenía una bufanda de lana azul y un jersey enorme de color crema. Hacía tanto frío, que pasó gran parte de la mañana en la panadería con la calefacción al máximo. Se mareó por el cambio de temperatura, necesitó sentarse un rato y tomar algo dulce para recuperarse. Después de su media jornada laboral, comprobó su reloj, salió de allí pensando en comprarle algún detalle a Jimin por navidades; ahora que tenía un poco de dinero extra ahorrado, era el momento.

De camino a una tienda de complementos tecnológicos (teclados, ratones, auriculares con leds, etc.), utilizó sus únicos guantes, los que Jungkook le había dado con la condición de quedárselos hasta que consiguiera otros. Tae detestó lo suave que era su interior y lo poco que tardaban en calentar sus manos. Además del regalo de Jimin, se forzó a comprarse unas manoplas grisáceas para poder devolverle los guantes a Jungkook. Estaba evitando ponerse su bufanda cachemira desde hacía algún tiempo, ese día utilizó la bufanda de lana que le regalaron por su cumpleaños.

Con una bolsita en la mano, caminó hasta la sede donde vio a Jungkook la última vez. Era viernes, había gente por allí, Tae preguntó en la recepción por él.

—Disculpe, ¿podría hablar con Jeon Jungkook? Es urgente.

La recepcionista le miró como si estuviera de broma, todo el mundo quería hablar con Jeon Jungkook urgentemente, pero él era alguien reservado, deseado y sin duda, ocupado. No es como si fueran a avisarle porque un crío se presentase en ese lugar requiriendo su atención. Jungkook sólo atendía a citas, reuniones programadas, y encuentros importantes con inversores, empresarios y clientes de alto standing.

—No sé si está en la sucursal, tendría que consultar su agenda —explicó la mujer precavidamente, desviando sus iris—. Creo que los viernes no está por aquí por la mañana, pero puede dejarle una nota, ¿de parte de quién?

—Huh, K-Kim Taehyung.

Ella esbozó un gesto de circunstancia. «¿Kim Tae-quién?».

—Disculpe, ¿y usted es...?

—Soy su alma gemela —soltó Tae con un rubor—. Dile que he venido a buscarle, y que es un tonto, porque ya me he ido. Buenas tardes.

La recepcionista se quedó a cuadros. Tae salió de allí airadamente, pisando fuerte. ¿Pero qué se creía esa gente? ¿¡Que tenía que volverse inversionista para hablar con el arrogante de Jeon Jungkook!?

Tae se sintió mal durante la tarde, comenzó a arrepentirse por haberle gritado dos días antes, y deseó poder hablar con él para disculparse. Quería decirle algo muy claro, sobre todo para que no hubiese más confusiones entre ambos; «Me da igual que estés comprometido. Espero que tengas un montón de bebés alfas muy feos, con tu cara de soberbio», recitó mentalmente. «Oh, y me alegra que hayas conseguido encontrar a alguien que te aguante. Bueno, ¡adiós!».

Sí, era la disculpa más estúpida que un habitante de la corteza terrestre jamás había creado. Sin embargo, a él le pareció perfecta. Prefería eso antes de echarse a llorar sin comprender qué era lo que le provocaba tanta ansiedad. ¿Quería reprimir sus sentimientos por Jungkook? Puede. Tal vez él tenía razón y se estaba dejando dominar por el miedo.

Por la noche, el omega le escribió a Jungkook un mensaje de texto;

Taehyung (21.33pm): «Siento haberte gritado, podríamos hablar en persona, ¿por favor?».

Jungkook no le respondió esa noche, Tae comprobó su vacío chat en la mañana, sin ninguna respuesta por parte del alfa.

«¿Se había enfadado con él?», dudó.

Intentó apartar de su cabeza la idea, pero no tenía trabajo ese día, tampoco tareas pendientes de la universidad, más que una quedada de amigos por la mañana, y pasar el resto de la noche con su familia. No obstante, no logró sacárselo de la cabeza. Estaba empezando a asustarse por la ausencia de Jungkook y se preguntó cómo sería su vida si no volviesen a verse. ¿Por qué no tenía jaqueca? ¿A qué venía aquel vacío de sensaciones físicas? Pensó que su disputa les haría daño, como otras tantas veces había sucedido, pero en esa ocasión no sentía nada. Era como si Jungkook y él no existieran, como si nunca se hubiesen encontrado.


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Taehyung (13.11pm): «¿Por qué me estás ignorando? Quiero zarandearte, quiero gritarte, voy a pisarte como a una patata frita, ¿¡me oyes!?».

Taehyung (13.20pm): «Vale, no. Lo siento, ¿puedes perdonarme?».

Taehyung (16.11pm): «Por favor, dime algo. Jungkook, sé que te hice daño, déjame disculparme, ¿sí?».

Taehyung (16.19pm): «Puedes seguir con tu compromiso, no siento nada por ti. Es más, no quiero volver a verte nunca más. Olvida lo que dije».

Taehyung (16.19pm): «Ojalá no te hubiera conocido».

Taehyung (16.26pm): «¿Podemos vernos, por favor?».

Taehyung (16.47pm): «Jungkook... Jimin me contó que hablaste con él. ¿Te importa si te llamo ahora?».

Jungkook apagó el teléfono, lo guardó en su bolsillo con un suspiro nervioso. Tae era insoportable, tan o casi más insistente que él cuando le pidió que se mantuviese lejos y se convirtió en su stalker profesional. Si había alguien que quisiera zarandear a ese pequeño omega, era él. Necesitaba cerrar su boca con una mano, a lo mejor podría llenarle la boca de malvaviscos o nubes de fresa para que se callase un rato. Le apetecía volver a besarle y que le gritase, tenía cierta adicción que esa especie de relación malsana que estaban compartiendo, quizá necesitaba aparearse con él para que dejase de sentirse tan encaprichado con él. No sabía si eso funcionaría con Taehyung, pero cuando el pelinegro vivió ese tipo de problemas en la universidad con alguien, sólo tenían que pasar un rato de choque de pieles, mordiscos y arañazos para solucionarlo. Fin. Todos felices.

Supuso que Jimin ya habría ido a verle, que se habrían reconciliado y todo eso. ¿Le había besado Jimin? ¿Estarían juntos? No le apetecía pensar en lo dolido que se sentía, ahora tenía asuntos más importantes a los que atender, que al irreverente de su alma gemela reclamándole como un necio.

Las cosas no eran fáciles, Jungkook le había hablado a Jiro sobre Taehyung. Las parejas predestinadas eran muy importantes para las familias de alfas, Tae no era sólo el ser cuyo lazo rojo se encontraba unido a un Jeon, sino que era un omega. Su árbol familiar no se había mezclado con castas bajas, tampoco habían encontrado ese tipo de «conexión» inexplicable. Tae pertenecía a una clase social distinta, y si ya se negaba a estar con él por algún motivo personal que Jungkook no comprendía, no quería saber que podría suceder si se asustase de un mundo donde el dinero, el poder y la envidia se hallaba implícita hasta en las más pequeñas cosas.

—No podemos hablar de esto con nadie —dijo Jiro aquella noche—. ¿Quieres protegerle? Bien, no son las mejores fechas para declarar la ruptura de tu compromiso. Lo haremos, pero no ahora. Si no quieres casarte con Yui, lo entiendo —le ofreció su comprensividad—. Pero su familia... no lo entenderá... así que, planearemos un mejor pretexto.

—¿Una justificación?

—Así es. Conoces las deudas que han estado sumergiendo a su familia, ¿cierto?

—Por supuesto —Jungkook se reclinó en su asiento—. Comprobé qué tal andaban de patrimonio los Shin.

—Shin Jungwon, su padre, se lo jugó todo... tiene problemas de adicciones con el juego —dijo Jiro—. El casino municipal le denegó la entrada hace dos años, por deber más de dos billones de wons. Vuestro compromiso ya estaba fijado mucho antes...

Jungkook se frotó una sien.

—Sabía que había algo raro —reconoció en voz baja.

—Sólo tienen una casa, la mayoría de las deudas han afectado al padre de familia, pero Yui se ha visto involucrada en ellas —agregó Jiro.

—Por eso vive con una amiga, el apartamento de lujo que utilizan está al norte de la ciudad —razonó Jungkook—, y está a nombre de la otra chica.

—Yui ha hecho un buen trabajo con su línea de ropa —expresó Jiro—. La última pasarela fue exitosa, ella no tiene culpa de la ludopatía de su padre, pero si te casas con ella, te pedirá que saldes sus cuentas. Vuestro apellido se fusionará, y no tendrás más remedio que atender a sus necesidades económicas.

—¿Quieres que cancele nuestro compromiso por las deudas de su familia?

—Jungkook, he escuchado al director de una famosa revista de prensa rosa. La prensa se está guardando el escándalo para soltarlo a primeros de año —dijo su padre con frialdad—. Piensan ganar tanto dinero con la noticia, que pensé en pedirte a Yui y a ti que no aparecieseis en más actos públicos, hasta que el bombazo se disipara. Quizá la alternativa más inteligente sería que cortases lazos con ella a raíz de esa publicación. A la prensa le encantará saber que el nieto de Renzo ha terminado con el enlace.

Jungkook meditó profundamente aquel plan. Era una estrategia infinitamente más útil y evasiva. Puede que se lo contase a Yui un poco antes, para que así pudiesen organizar una ruptura amistosa. Nadie sabría nada sobre su conexión con Taehyung, y el omega jamás estaría implicado. Podía seguir guardando el secreto, mientras el peligris se dedicaba a odiarle y mandarle mensajes contradictorios.

Ese último día del año, Jungkook asistió a una ceremonia de Nochevieja, había familias, alfas y sub-alfas, primos, tíos, amigos, socios de la corporación y sus bellas parejas luciendo los mejores trajes y vestidos. Contrataron el salón de un gran restaurante de lujo, situado a los pies de un famoso hotel de la ciudad. Del cáterin y la cena se encargó la empresa de su madre sub-alfa. La decoración la proporcionó el propio hotel, había árboles de navidad con espumillones de oro, nieve artificial, y la fuente de la entrada se encontraba congelada de manera natural.

Apagar el teléfono había sido su mejor estrategia para evadir a Taehyung. Para Jungkook, lo suyo no se había terminado, pero sin duda necesitaba un tiempo, puede que unas semanas más para volver a acercarse. Tenía demasiadas cosas en la cabeza, ocupaciones y asuntos importantes, como para que su omega se metiese en mitad de todo eso, como había hecho el día en el que apareció en la sucursal para gritarle. Su corazón no estaba preparado para confrontarse a que había empujado a Jimin hacia sus brazos.

La cena transcurrió sin problemas, Yui y él se sentaron juntos, pero apenas hablaron. Ella estaba ocupada comportándose superficialmente con todos los que le rodeaban, a Yui le gustaba ser el centro de atención. En cuanto al alfa, después de la cena se aproximó a unas cuantas amistades, conversaron plácidamente, uno de sus amigos mencionó que su novia sub-alfa estaba embarazada (lo habían estado intentando durante demasiado tiempo). Jungkook extrañó a Namjoon, quien no pudo asistir esa noche a la cena y celebración, Julen tampoco había ido, pero él tenía otros asuntos, como llevar aquel club nocturno que le regalaba unas ganancias extras a su forma de vivir por todo lo alto.

Hyosung, la amiga de Yui, asistió con uno de sus nuevos novios alfas. Encontró un rato para compartir sus confidencias con Yui en el cuarto de baño, mientras se empolvaban la nariz.

—Le vieron besar a alguien —murmuró Hyosung—. Eso me dijeron.

—¿Tiene un amante? —Yui no se mostró realmente molesta—. Lo sabía, ¿está tirándose a una de esas betas que trabaja en la recepción? Seguro que ya tiene a alguien más a quién follarse.

—No creo —emitió su amiga cerrando la cremallera de su bolso—. Es un varón.

—Oh, ¿un beta varón? —Yui se apoyó contra el lavabo, cruzándose de brazos—. Supongo que así no tiene de qué preocuparse si se lo tira sin condón.

—Cariño, no creo que fuera beta —sonrió Hyosung.

Yui le miró de soslayo.

—¿Qué?

Su amiga asintió con la cabeza.

—Es lo más lógico —añadió Hyosung—. Dijiste que llevaba un tiempo desapareciendo, ¿no? Bien, pues ya sabes que él tampoco pierde el tiempo por las noches.

—Qué cerdo —gruñó Yui—. Me dijeron que los alfas puros son así, necesitan a un montón de hembras con las que satisfacer sus instintos, pero... ¿un omega...?

—Vamos, tú estás tirándote a uno de sus mejores amigos, no creo que esperases que él fuera un gatito fiel mientras tú le clavas las uñas a alguien más-

—¡Chhsst! —le chistó la morena—. No digas eso en voz alta, ¿quieres que alguien nos oiga?

Hyosung gesticuló como si cerrase su boca con una cremallera, las dos giraron la cabeza. No había nadie por la zona de los baños de mujeres.

Unos minutos más tarde, regresaron al gran salón. La gente se estaba dividiendo entre la entrada del hotel, donde había unas enormes pantallas led que colgaban de los edificios y se festejaba lo poco que quedaba para la media noche, y la zona del salón interior, algo más protegida del intenso frío. Unos tímidos copos se derramaron en la ciudad esa noche, el cielo estaba encapotado, ennegrecido, sin estrellas.

Taehyung cenó con su familia, se mensajeó con Jimin (el sub-alfa estaba pasando la Nochevieja con sus tíos) y se intercambiaron unas selfies graciosas tras la cena. Él no pensaba salir a festejar, estaba cansado y tenía cierto temor por repetir la experiencia que vivió en el festival de invierno al separarse de sus amigos, a pesar de que su celo ya hubiese pasado. Su grupo de chat estaba plagado de mensajes, todos pensaban reunirse después de la medianoche, ir a tomar algo y divertirse un rato. Tae incluso tenía un chat de Jay abierto, donde su expareja le preguntaba si le apetecía salir con ellos.

Tae sonrió levemente, denegó su ofrecimiento sin intención de herirle. Le apetecía quedarse en casa, irse a dormir pronto. Sufría demasiado con el frío, no era capaz de dormirse muy tarde, y, además, estaba de mal humor por culpa de Jungkook. Había intentado llamarle por teléfono y lo tenía apagado. Sus mensajes ya no entraban. Tenía miedo. ¿Le había perdido? ¿Nunca más volvería a verle?

En la televisión se topó con una maldita noticia sobre un puñado de pijos y ricos reunidos en uno de los hoteles más importantes de la ciudad.

—Mira a esos peces gordos —dijo su padre—. Pavoneándose con sus mejores vestidos, por todo lo que han conseguido este año. Penoso.

Tae miró de soslayo la pantalla, sabía qué ubicación era. Había pasado por allí cientos de veces, al regresar de sus prácticas a casa. Por un instante, se preguntó si la familia Jeon también había ido. Algo le dijo que sí. Taehyung se saltó la última media hora del año y subió a su dormitorio, la garganta le raspaba. Tenía ganas de llorar, de salir a buscarle, de mirarle a la cara para que se le dijera con claridad que «lo suyo» se había terminado. Aunque no tenían nada con claridad, ¿o sí? ¿por qué estaba tan furioso y desesperado por verle?

Apoyó ambas manos sobre su escritorio, con los ojos nublados por lágrimas. Cuando pensó que no podía más, se le fue la cabeza. Buscó su abrigo, agarró sus guantes, olvidó su bufanda, se puso las botas rápidamente y bajó la escalera con el corazón en la garganta.

—Voy a salir, he quedado con unos amigos —soltó Taehyung, pasando de largo del salón.

—P-pero si aún no es medianoche, ¿no vas a quedarte con nosotros? —dudó su madre a unos metros.

Taehyung ni siquiera volteó para mirarla, dijo que volvería de madrugada y que pediría un taxi. Su mentira estaba bien labrada, iba a estar con Jimin y sus amigos en casa de alguien, nada podía salir mal. Cerró la puerta de casa con los ojos llenos de lágrimas, y se marchó, sintiéndose como un estúpido.

Pensaba ir a pie, pero un autobús pasó por una parada cercana y lo tomó pensando en ahorrarse algo de tiempo. El transporte público estaba vacío a esa hora, en un rato más, le dejó en el centro de Busan y se dirigió hacia aquel lugar, denotando el montón de personas que se reunían por allí. Taehyung atravesó la multitud frente al edificio, la lujosa entrada plagada por fumadores, amistades y parejas conversando. Vestían trajes, chaquetas de abrigo elegantes, olían a alfas y sub-alfas, a perfumes caros, a champán y a puros.

Buscó a Jungkook con la mirada, con las mejillas rojas por el frío, la nariz helada y una notable falta de aliento por el nerviosismo y haber llegado allí tropezándose consigo mismo. Tae se planteó que estaba loco, totalmente ido. ¿Había ido hasta allí para buscarle? Supuso que a lo mejor necesitaba que alguien le humillase.

Jungkook salió del salón, el humo le estaba molestando, desabotonó su chaqueta con un par de dedos y fue al cuarto de baño. Cuando salió, se sintió cansado de estar allí, Renzo no había asistido por su elevada edad, su padre y su madre andaban por lugares distintos, y Ayane se encontraba pasando la velada con su futuro esposo y la familia de este, en otro lugar. A él le apetecía marcharse, tomarse una copa de whiskey en su apartamento, a solas, donde nadie le molestase. Puede que incluso llamase a Namjoon para aparecer dónde él se encontrase; estar con él siempre era agradable. Namjoon le entendía con sólo mirarle, aunque no hablasen demasiado.

Pero de repente, su psique se fracturó, sus planes salieron volando como una cometa sin lazo, y su vello se erizó por lo ficticio que se le hizo encontrarle allí. Taehyung estaba paseando por la lujosa entrada, como un niño perdido de ojos grandes, brillantes y confundidos.

Jungkook perdió su aliento, salió disparado en su dirección, atravesó los metros que les separaban rápidamente y le agarró por el antebrazo.

—¿Qué coño haces aquí? —farfulló apretando los dedos alrededor de su brazo—. Te juro que, como abras la boca, se sacaré encima de mi hombro y te arrepentirás de-

—¡J-Jungkookie! —Tae le abrazó a pesar de la dureza de su agarre.

Se puso a llorar como un bebé en su pecho, le estrujó y comenzó a decir un montón de cosas sin sentido.

—P-perdóname —le escuchó decir, entre otras cosas—. N-no te alejes de mí... no quiero vivir sin ti, n-no me hagas esto-

El alfa se sintió compungido, agarró sus muñecas gentilmente y le obligó a que le mirase. Su corazón se desbarató en un instante, jamás esperó que Taehyung fuese a buscarle, y mucho menos, en ese estado.

—Eh, eh, Tae... para... nada de eso va a pasar.

—¿V-vas a perdonarme? —sorbió sus lágrimas como un polluelo.

Jungkook miró hacia ambos lados, tiró de su muñeca para llevarle a otro lugar y le hizo esperarle junto a la entrada unos instantes.

—No te muevas. Ni se te ocurra moverte de aquí, ¿entendido? —le ordenó—. Espera tres minutos.

Taehyung se restregó los ojos, asintió con obediencia y Jungkook despareció de su vista. Por un momento, Tae pensó que nunca volvería, se sintió extrañamente abandonado, como un cachorro nervioso, mirando de soslayo a la gente reunida que no le prestaba atención. Personas entrando y saliendo de allí, todo tipo de aromas, el frío externo frente al contraste de la tibia entrada por la que se disipaba la calefacción del salón interior.

Unos cuantos copos se derramaron sobre su cabeza, donde los mechones de cabello gris ondulados se humedecieron lentamente. Jungkook apareció de un momento a otro, estaba poniéndose un abrigo negro sobre su traje oscuro, tiró de codo con impaciencia, sin ni siquiera mirarle.

—Vamos, salgamos de aquí.

Tae comenzó a caminar hacia ningún lado, le observó de medio lado mientras se distanciaban de aquel lugar por una calle poco transitada, atravesando la acera tras un puñado de árboles donde se refugiaron de los tímidos copos de nieve que se derramaban del cielo. Jungkook abotonó su propio abrigo, miró a Tae y se percató de que no llevaba nada para proteger su cuello. De hecho, vestía un abrigo gris y unas botas marrones, sobre un pantalón de tela azul que parecía el de un pijama.

«¿Es que había salido corriendo de su casa?», dudó.

—¿Cuidarte el resto de mi vida es mi penitencia? —musitó con un hilo de voz, deslizando el pañuelo sin anudar de su cuello, para ponérselo al omega—. Al menos, aprende a abrigarte por tu cuenta.

—L-lo siento, olvidé mis cosas —se disculpó Tae bajo su gesto.

Jungkook anudó el pañuelo sobre su cuello, odiándose por no llevar una bufanda encima.

—Llevas mis guantes —observó el alfa en voz alta.

—Quería devolvértelos —enunció Taehyung—, me compré otros.

—Y, ¿por qué traes puestos los míos?

—Uh...

Tae pareció despistado, no lo había hecho de forma racional.

—J-Jungkook, quería disculparme por lo que hice el otro día —comenzó a decirle atropelladamente—. Tú eres libre de estar comprometido con quien tú quieras. Debí decirte antes que me gustas, p-pero-

Sus labios sellaron su parloteo un instante, Jungkook sujetó sus hombros y le besó dulcemente. El omega se sintió mareado por el inesperado beso, entreabrió sus labios y percibió el roce de su lengua como algo de su agrado. Sus besos duraron unos cortos segundos, fueron desordenados, entrecortados, jadeó por la falta de aliento cuando el pelinegro se distanció unos centímetros para no interrumpir su argumento.

—Continúa —le recomendó Jungkook con los labios más rosas.

—No me acuerdo qu-qué estaba diciendo —carraspeó Tae con rubor—. Era...

—Te gusto, ¿pero?

—E-eres un mentiroso, y te detesto —enlazó Taehyung de una forma poco creíble—. Y no me gusta que me gustes.

Jungkook exhaló una carcajada. No tenía remedio.

—Y por eso vienes a buscarme —ironizó el azabache en voz baja—, porque me detestas un montón.

—Sí —suspiró el omega—. Pero, ¿te has enfadado conmigo?

—No —Jungkook sujetó su rostro con los pulgares—. Tae, siento haberte hecho daño, debí decírtelo antes, pero no te estoy engañando. No quiero a Yui y deseo romper nuestro compromiso, no obstante, las cosas no son tan fáciles como crees —le dijo pausadamente, soltó lentamente su rostro y desvió la mirada—. Nuestro enlace no está relacionado con el amor, las familias de alfas buscan beneficios por diversos motivos; sangre, dinero, bienestar social... debí haber planeado mi ruptura antes, sin embargo...

—No tienes que hacerlo por mí, tú y yo, no...

—No lo hago por ti. No solamente... por ti... quiero decir —mencionó Jungkook, ofreciéndole su perfil—. Entre Yui y yo las cosas no marchan como deberían. Nuestra relación es... forzada...

—¿No eres... feliz...?

—No. Y no creo ella tampoco lo sea —expresó el azabache con sinceridad—. No hay complicidad.

La palabra no era complicidad, era «amor», pero eso era mucho más difícil de pronunciar frente a un alma gemela.

—No pueden saber de ti —expresó en voz baja—. Nuestro compromiso se romperá en unos días, pero, tú... tienes que estar fuera de esto, ¿comprendes? La gente buscará cualquier motivo para crear escándalos.

—¿Yo? —parpadeó Taehyung.

Jungkook ladeó la cabeza, sus iris le dirigieron una dolorosa dulzura.

—Eres mi omega, Tae. Todos querrán saber de ti.

El corazón de Taehyung cabalgó en su pecho, se sintió un poco acongojado, «¿a Jungkook le preocupaba que alguien de su entorno desease saber de él?», se preguntó. «Él sólo era un omega, un chico común que estudiaba Bellas Artes. No podía existir nada de relevante en eso. Y aún así, ¿Jungkook estaba protegiendo su anonimato?».

De repente, unos fuegos artificiales irrumpieron en su conversación, haciéndoles alzar la cabeza hacia el cielo.

—¿Y-ya es año nuevo? —dudó el ceniza.

Jungkook miró hacia atrás, se situaban a mucha distancia del edificio y la avenida plagada de gente y pantallas, pero acababan de entrar en la medianoche y todo el mundo se encontraba celebrándolo. Volvió a mirar a su compañero, sin poder evitar sentirse feliz porque estuviese allí.

—Feliz año, Taehyung.

Tae estuvo a punto de responderle, pero Jungkook se inclinó con dulzura, su nariz rozó su mejilla helada, cálidamente. De manera gravitatoria, el ceniza alzó los tobillos para besarle, sujetó el cuello de su abrigo y sus labios volvieron a encontrarse con anhelo. Él estaba frío, Jungkook le envolvió con sus brazos, y le besó con muchísima paciencia, con una lenta pasión, con azúcar. Su mano tocó uno de sus pómulos suavemente, saboreó la textura del labio inferior del omega, se sintió recompensado porque no huyese de sus labios, sino todo lo contrario.

Durante un minuto, agotaron sus besos bajo un árbol, sus labios quedaron salpicados por un hormigueo, la calidez de sus respiraciones húmedas, más corazón palpitante, haciéndoles saber que la noche no podía acabar ahí. Jungkook no quería estar con otra persona en ese momento, no regresaría a la celebración, y estaba seguro de que su compañero no deseaba volver a casa tan pronto.

Tae escondió la cabeza en su cuello, con los párpados cerrados, el murmullo de la gente lejos, la música, la punta fría de su nariz rozando la nuez del pelinegro. El pelinegro le abrazó unos instantes como si fuera su cachorro. Allí, en mitad de una fría calle, con un pantalón de pijama y las manos calientes por sus guantes, se sintió muy feliz, con una desbordante emoción que nunca antes le había invadido.

Jungkook reorientó su rostro luego de unos segundos.

—Ven conmigo —susurró sobre sus labios.

Tae le miró confundido.

—¿A dónde? —preguntó con timidez, esperando que no le sugiriese un sitio demasiado comprometido.

—¿Has cenado algo? —formuló el alfa.

—No tenía mucha hambre...

—Yo tampoco —reconoció Jungkook, seguido de una leve sonrisa—. Tengo el coche por allí, ¿qué te gustaría comer?

—¿Mhn?

—Vamos —Jungkook le soltó y tiró de su mano deliberadamente, por la acera—. Piénsalo por el camino, hace frío.


*Prohibida la distribución de este fanfic sin permiso de la autora. Puedes descargar esta historia completa en Patreon.com/chispasrojas

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