Capítulo 1
DUSK TILL DAWN
OMEGAVERSE KOOKV
*Prohibida la distribución de este fanfic sin permiso de la autora. Puedes descargar esta historia completa en Patreon.com/chispasrojas
Capítulo 1. Un omega con malas pulgas
Noviembre, Facultad de Bellas Artes de Busan
Kim Taehyung deslizó la punta del pincel sobre el lienzo, combinó el magenta con un poco de agua para diluir su intensidad y repasó el vestido de la modelo que pintaba. Era una sub-alfa, curvilínea y de delicada figura que vestía un enorme vestido rojo con escote de seda, ceñido a la cintura y vaporoso en la caída desde la cadera hasta el suelo. Los demás alumnos cuchichearon o intercambiaron comentarios mientras dibujaban, hasta que el timbre del final de la clase resonó en sus oídos.
Taehyung miró su reloj sin poder creerse que la hora hubiera pasado tan rápido.
—Loira regresará mañana —expresó el profesor catedrático, subiéndose la montura de gafas de medialuna sobre la nariz con un dedo—. Pueden darle las gracias por ofrecernos su maravillosa presencia.
El joven guardó sus cosas, lavó los pinceles y apartó el lienzo en su atril para continuar el trabajo el próximo día. La chica sub-alfa se marchó del aula alzando el vestido rojo sobre los tobillos y con el coqueteo extraordinario de algún valiente que sólo le había provocado una risita. Sin darle demasiada importancia, Taehyung se colgó la bandolera y salió de la clase de óleo ojeando un proyecto que tenía pendiente para después del almuerzo.
—¡Eh, Tae! —Jay le interceptó en uno de los pasillos, llevó un brazo a su cintura y caminó a su lado animadamente—. ¿Almorzamos juntos?
Jay era su joven novio, un compañero de clase con el que había compartido los dos primeros años de universidad, y junto al que se encontraba cursando tercer curso. Jay era castaño, de iris avellana, constitución delgada, labios finos que le habían besado en alguna ocasión y pómulos cuadrados. Taehyung se sentía bien a su lado. Los betas eran agradables, Jay le hacía sentirse seguro, y eso era lo más importante en una pareja, ¿verdad?
—Me muero de hambre —dijo Taehyung mientras caminaban—, ¿qué tal tu mañana?
—Ah, cansado. En Modelado y Animación nos han hecho tomar apuntes durante dos horas.
El joven esbozó una sonrisa, dejó un beso sobre su mejilla para animarle.
—Por eso cambié esa asignatura por Escultura —contestó Taehyung, haciendo una mueca—. Odio la animación.
Jay imitó su última frase con retintín, Tae le empujó levemente y ambos compartieron una risotada.
—¿Queréis dejar de comportaros como un par de tortolitos? —Jimin gruñó a la vuelta de la esquina—. Ya tengo suficiente con la nueva novia de mi padre, ugh.
Jay chocó su puño con el chico animadamente como forma de saludo y Taehyung pasó junto a Jimin ignorándole.
—¿Tu padre tiene una nueva novia? —escuchó la voz de su novio.
—Una omega insoportable —respondió Jimin con voz rasposa—. No sólo es su olor, no aguanto que vaya de mosquita muerta y mi padre esté regalándole todo como si-
Taehyung clavó sus ojos en él, con el ceño fruncido; Jimin tenía cabello rubio, largo y despeinado. Su cara era la de haberse dormido a las cuatro de la mañana y posteriormente quedarse pegado a las sábanas durante la primera mitad de su horario universitario. Jimin se calló en cuanto detectó el aura enfurruñada de Tae, él odiaba que hablase con ese tono descarado, detestaba las perífrasis que reproducía casi todo el mundo sobre los omegas, y lo que era aún peor, aborrecía sentirse uno de esos a pesar de que no fuera su intención ofenderle.
Porque, sí, Kim Taehyung era un omega de nacimiento y había sufrido los primeros síntomas desde la prepubertad (aproximadamente, a los 13). Actualmente tenía 20 años, cabello ceniza natural, su cuerpo era delgado, de vientre suave (había intentado ejercitarse para tener abdominales, sin éxito), cintura absurdamente delineada, órganos reproductores femeninos internos, y un estúpido periodo de celo cíclico que se encargaba de fastidiarle de 2 a 5 días al mes. No obstante, contaba con su medicación supresora mensual, la cual estaba regulada y proporcionada por el estado de manera gratuita gracias a una cartilla médica con la que podía adquirirla en cualquier farmacia del país.
Taehyung no odiaba realmente ser omega. Odiaba lo que, en ocasiones, impregnaba a su segundo género de una manera molesta y tediosa. Una estricta regulación de su celo para no ponerse en peligro ni poner a ningún alfa o sub-alfa en situaciones comprometedoras (toda la responsabilidad caía en los omegas), una delicada salud que ni por asomo había elegido (cada invierno se vacunaba contra la gripe y se abrigaba el doble para no agarrar frío), y el status de pertenecer a una minoría (menos del 2% de la población) con fama de vivir del cuento.
No, Taehyung no era así, él no quería ocultarse en casa, vivir de una ayuda por exclusión social, y mucho menos, encontrar un dueño que le ofreciera una vida mejor. ¡Por el amor de dios, a él le gustaba la comida picante, no los dulces de leche! ¡Y prefería mil veces las películas de zombies y sangre, al romanticismo forzado de las novelas asiáticas! «¿Cómo iba a querer ser una princesa rescatable?».
Y si Taehyung guardaba rechazo a algo más en ese mundo que a los prejuicios que sufría la casta omega en ese último cuarto de siglo, era a los condenados alfas. Repelía. Profundamente. A los alfas. No había una cosa más soberbia, complicada y despreciable que las familias de alfas de su época. Todas eran terriblemente herméticas, el noventa y cinco por ciento de las familias alfas buscaban matrimonios de conveniencia entre alfas y sub-alfas, con la intención de evitar la descendencia de castas inferiores. Sólo se relacionaban entre ellos, e incluso había una universidad privada en Seúl, en donde cursaban la mayoría de los hijos de los alfas líderes del país (si no los mandaban a Estados Unidos antes); eran los primogénitos y primogénitas descendientes de propietarios de grandes corporaciones, empresarios, inversores de poder, políticos y artistas. Un lugar donde codearse y pavonearse entre sus hormonas de machos y hembras dominantes desde donde creían sentirse más poderosos desde muy jóvenes.
Taehyung los despreciaba con todas sus ganas, no obstante, los alfas eran mucho peores que los sub-alfas. Muchos sub-alfas ni siquiera se merecían compartir su desprecio por ellos, no solían ser dominantes, no poseían olores fuertes y tampoco se comportaban de forma agresiva, si bien en aquella facultad de Bellas Artes de Busan ya hubiese existido algún que otro enfrentamiento.
Park Jimin, su amigo de la infancia desde que tenían siete años, era el ejemplo de que los sub-alfas aún tenían un hueco en el cielo. Taehyung nunca había vivido ningún momento incómodo con Jimin, pese a que en una ocasión sufriera un espontáneo brote de celo con dieciséis años. Jimin le agarró de la muñeca, le llevó a la secretaría del colegio y pidió unas píldoras supresoras para el chico. Después le acompañó hasta la puerta de su casa, mientras Taehyung lloraba desconsoladamente por algo inteligible que balbuceaba mientras caminaban con las mochilas en las espaldas.
Con diecisiete años, Taehyung le confesó algo que no había compartido antes con nadie más; fue víctima del abuso de un alfa adulto con catorce años, cuando todavía no se había regulado su celo y aún aparecía de forma esporádica.
Desde entonces, Taehyung presentaba un absoluto pánico a los espacios cerrados, la liberación de feromonas omega y las relaciones sexuales. Faltó bastante al instituto durante sus inicios del ciclo (sus faltas estaban siendo justificadas por la directora del centro). El evento traumático no llegó a contárselo con palabras exactas, pero Jimin sabía que Taehyung tenía miedo a las relaciones sexuales, pues recientemente había estado reflexionando en su forma de rechazar a todos los pretendientes que se le habían acercado desde la adolescencia (era lo que tenía ser un omega bonito, aunque con uñas). Y desde que estaba con Jay, le había pedido ayuda para no quedarse con él a solas, no compartir el mismo saco de dormir cuando montaban una fiesta en la casa de campo de Jimin, ni sentarse en el mismo sofá bajo aquella manta la otra noche de Halloween en la que Jay estaba un poco más cariñoso que de costumbre gracias al vino de tetrabrik.
Taehyung quería a Jay, por supuesto que le quería. Los tres habían estado siendo inseparables desde que se juntaron en la universidad, pero Jimin estaba agobiándose viendo lo escurridizo que se estaba comportando Taehyung desde hacía algunos meses. ¿No se suponía que Jay le hacía sentirse seguro? ¿Por qué mierda no le contaba que no podía tener sexo, y ya está? Eso era todo lo que querían todos los malditos universitarios.
A la hora del almuerzo, los chicos se sentaron en el comedor con unos sándwiches y cafés para llevar. Jay se tuvo que marchar un poco antes de la hora de descanso para socorrer a alguien de su grupo de Modelado y Animación que había derramado un zumo sobre uno de los ordenadores del aula, y Jimin arrastró su silla hasta Taehyung para mascullarle un trato.
—¿Qué haces mañana por la noche?
Taehyung le miró de reojo. Sólo esperaba que su amigo no estuviese a punto de proponerle algo indiscreto. Ante el silencio de Tae, Jimin procedió a expresarle lo que tenía entre manos.
—Mi padre se reúne con sus compañeros del golf en El Bamboo, ¿sabes dónde queda? —prosiguió el sub-alfa, ladeando la cabeza.
—¿Es esa azotea del Hotel Palace?
—Esa —afirmó con un movimiento de cabeza—. Necesito que mañana vengas conmigo como acompañante.
Taehyung giró la cabeza y sonrió como si estuviera de broma.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Porque mi padre me ha preguntado si estoy saliendo con alguien y... —titubeó Jimin—. Le dije que empecé a salir con alguien de la universidad.
El omega se llevó una mano a la boca.
—N-no. ¡No! —masculló señalándole con un dedo—. Ni de coña voy a hacerme pasar por tu pareja, Park Jimin.
—¡Tae, nunca te he pedido nada! —replicó Jimin injustamente—. Sé que estás con Jay, y sabes perfectamente que para mí eres como un hermano, y-yo ni siquiera...
—¡Ahg! —Taehyung reprimió sus ganas de lanzarle su taza de plástico con café a la cara.
—¡Déjame terminar! —se quejó su amigo con voz grave.
—¡Tú padre me conoce desde que tenía siete años! —chirrió el omega—. ¡Ni de coña voy a andar besuqueándome contigo delante de él!
Jimin tapó su boca con una mano para que se callara, el ceño de Taehyung se volvió afilado y con ojos que parecían los de un felino enfurruñado.
—¿Por favor? —le suplicó Jimin, bajando mucho la voz—. Tómate un refresco conmigo en El Bamboo, dame la mano, después, cuando le saludes y vea que no era un farol, le diré que estás cansado y que voy a llevarte a casa —trató de convencerle de manera muy eficaz—. Es más, compraremos unas hamburguesas en el McAuto, y después, te dejaré en tu casa. No serán ni las once de la noche.
Taehyung apartó su mano muy irritado, desvió la mirada, dio un último trago a su café, reconsiderando su oferta.
«Después de todo, Jimin le necesitaba», pensó.
—¿Habrá helado? —se hizo de rogar.
—Con trozos de Oreo y chocolate blanco —concretó Jimin ágilmente.
—Mnmh —el omega se cruzó de brazos con suficiencia—. Bueno, vale. Pero me debes una. Puede que dos.
Jimin se reclinó en la silla y sonrió.
—Gracias.
El rostro de Taehyung pasó del mosqueo a la calma, y posteriormente una mirada astuta.
—¿Se puede saber por qué estás tan desesperado porque salve tu vida? —ironizó el ceniza apoyando un codo en la mesa y bajando la voz—. ¿Qué le importa a tu padre que estés saliendo con alguien o no?
—Tae, es un alfa —le recordó Jimin—. Por supuesto que le importa con quién salga.
—Oh, sí —suspiró su amigo—, todo ese rollo de las castas puras, y...
—A mí me da igual, pero prefiero hacerle creer que salgo con un omega —prosiguió el rubio—, a que me busque un compromiso con una alfa o sub-alfa que no conozco. No me apetece tener pareja.
Taehyung se quedó callado, bajo la cabeza lentamente y reflexionó sobre sus palabras.
«El vínculo de alfa/sub-alfa y omega seguía siendo en su mayor medida respetado por encima de cualquier arreglo matrimonial», pensó. «No obstante, la obsesión de algunas familias alfas por la pureza de sangre era mucho peor. Jimin tenía suerte, después de todo, que su padre se hubiese divorciado dos veces y ahora tuviese una novia omega».
—N-no lo digo porque tú seas un omega y ya está... para mí no eres eso —Jimin trató de excusarse como si hubiera dicho algo malo—. Eres... ya sabes... ¿Taehyung?
Fuera de su línea argumental de pensamientos, Taehyung volvió a mirarle, arqueando una ceja.
—Y tú eres Jimin —declaró como si fuera obvio, después suspiró, agarró su bandolera, se levantó y se la colgó de un hombro antes de que sonase el timbre—. No le digas nada de esto a Jay, no le gustaría saber en lo que me meto.
Jimin le aseguró que no abriría la boca, Taehyung se marchó a sus optativas y más tarde, salió de la universidad cerca de las cuatro de la tarde. Jay tomó el autobús con él, tuvieron que permanecer de pie, y muy pegaditos entre la multitud que se apiñaba esa tarde en el transporte público. Aprovecharon la ocasión para ver un video de YouTube juntos, reírse en compañía, y uno de los frenazos del autobús, sus cuerpos se juntaron tanto que Jay y Taehyung se miraron de cerca, y el beta le dejó un tierno beso en la nariz.
—Nos vemos el lunes.
—¡Adiós! —Taehyung bajó en su parada.
Caminó tranquilamente hasta su casa, sacó la llave y entró por la puerta.
—¡Hola, mamá!
—Hola, cariño. Échame una mano —escuchó la distante voz desde la cocina, seguida del aroma de barbacoa coreana (su favorita).
Tae subió a su acogedor dormitorio para descalzarse y soltar sus cosas, se lavó las manos en el cuarto de baño y bajó la escalera arremangándose la camisa bajo las suaves mangas de jersey que vestía. Su madre se llamaba Lu, era una beta de mediana edad, con el mismo tono ceniza de cabello recogido en una trenza, que él había heredado de forma natural. Apostaba que su gen recesivo tenía algo que ver con ese condenado tono suave.
En cuanto a su padre beta, llegó mientras ponían la mesa. Seung trabajaba en una oficina estatal, en la contabilidad, arreglando informes y atendiendo a incidencias. Llevaba veinte años trabajando en el mismo puesto fijo, por lo que la familia Kim era una familia humilde, pero con estabilidad económica. Además, Taehyung había conseguido entrar a la universidad de Bellas Artes con una beca que cubría todos sus gastos. Incluso se había permitido comprar un par de pesas medicinales para desarrollar músculo (sin éxito), hacía flexiones día y noche para conseguir unos deseados abdominales que no parecían querer asomar (sólo consiguió un vientre más suave y plano) y se permitía sus pequeños caprichitos como un bol de ramen picante en el tenderete móvil de la avenida.
Su madre le preguntó durante la comida si las clases marchaban bien, Taehyung asintió con simpleza. Su padre también estaba bien, pero algo más cansado y con dolor de cabeza por una incidencia en el trabajo que se había extendido demasiado. Su familia ya sabía que Tae tenía pareja; otro beta. Esa fue la expresión de su madre cuando se enteró de que salía con Min Jay. Su madre le quería y nunca se lo había dicho en voz alta, pero seguía siendo la misma madre clásica coreana, que, pese a que no quisiera decirle a su querido hijo con quién salir, esperaba que algún día abriese los ojos y conquistase a algún alfa que pudiera traer a casa para solucionarle la vida.
El sábado por la mañana, Taehyung salió a hacer jogging, después se dio una ducha. En su habitación estuvo sentado sobre la cama con el portátil y un montón de apuntes, repasó Historia del Arte, terminó un trabajo que subió a la plataforma y más tarde estuvo leyendo unos Webtoons hasta mediodía. Recordó que había quedado con Jimin a partir de las nueve y no tenía nada que ponerse. Rebuscó en su armario entre las prendas que gritaba, ¡soy un maldito omega! Y deseó con vehemencia poder vestirse con un condenado chándal que le hiciese parecer desaliñado. Desgraciadamente, sabía que no podía jugársela así a Jimin. Taehyung se vistió un pantalón de lino negro hasta la cintura y encontró en el fondo de su armario una blusa de un tono carmín que se ataba por encima de su pecho. Estuvo un rato haciendo bien el lazo, maquilló sus párpados con un suave tono de tierra para simular una mayor profundidad en aquellos alargados ojos, y de paso, peinó su cabello con unos dedos llenos de espuma de peinado, que endureció y onduló levemente sus cenicientos mechones lisos.
Cuando se miró en el espejo, no pudo evitar darse la vuelta y preguntarse ante su reflejo por qué diablos su trasero tenía forma de suave melocotón.
«Eran esos condenados pantalones, no podía usarlos con una blusa tan corta», se maldijo interiormente. «Aunque también tenía que ver con que cada vez que intentaba ejercitarse para tener bíceps y una tableta de chocolate como vientre, lo único que reaccionaba de su cuerpo era la forma de sus muslos y ese estúpido culo fitness».
Taehyung resopló ante su reflejo.
—Te odio —se dijo a sí mismo, en voz alta.
Comprobó la hora en la pantalla de su teléfono, agarró una chaqueta larga y se la puso por encima de los hombros agradeciendo que disimulase un poco su figura. Esa noche de noviembre haría fresco. Antes de salir, por supuesto, utilizó un perfume que enmascaraba su aroma omega. Aún le quedaba una semana para tomar la medicación supresora, por lo que podía estar tranquilo en esos términos.
—Me voy —musitó Taehyung tras bajar la escalera.
—¡A dónde vas! —su madre casi se atragantó con el trozo de pastel de arroz que tenía en la mano—. Oh, dios mío, ¿te has arreglado? ¿eso que llevas es lipgloss?
—No es lipgloss, tengo los labios así de jugosos —refunfuñó Taehyung con muy malas pulgas.
Su madre le escudriñó con la mirada, abrió su fina chaqueta con una mano indiscreta y observó su modelito.
—¡Estás guapísimo! No me digas más, vas a salir con Park Jimin.
Taehyung le miró mal. Muy mal.
—¿Y tú como sabes eso?
—Oh, mi instinto me lo dice, cariño —soltó la mujer tocando orgullosamente una de sus mejillas—. A veces olvido lo mucho que has crecido.
—S-sólo me ha invitado a un evento de no-sé-qué. Volveré a las once.
—No tienes que volver a las once si no quieres.
—Mamá, con Jay siempre me dices que vuelva antes de las once —replicó Taehyung sin comprender esa absurda normativa.
—Cielo, no va a pasarte nada porque vuelvas a las doce con un sub-alfa.
—Huh, genial —ironizó Taehyung, mientras su madre le daba la espalda y rebuscaba en su monedero—. Entonces, ¿si salgo con un alfa puedo volver a la una?
—Vas entendiendo cómo funciona —bromeó su progenitora con una risita, acto seguido le ofreció un billete de cincuenta mil wons a su hijo—. Ten, por si necesitas pagar algo.
Taehyung tomó el dinero y se sintió muy raro. «¿En serio su madre estaba sobornándole para que cenara con Jimin? Era de locos».
Se guardó el billete y se largó de allí frunciendo los labios. Taehyung atravesó la calle con largas zancadas, en unos minutos más recordó que Jimin había dicho que le recogería en su casa. Por suerte, el coche de su amigo pasó por la misma calle y condujo lentamente junto a Tae bajando la ventanilla.
—Eh, guapo. ¿Cuánto se paga por bendecirme con tu compañía? —bromeó el rubio desde la ventanilla.
Taehyung sacudió la cabeza, chasqueó con la lengua y no pudo evitar reprimir una sonrisita.
—Eres idiota —le llamó deteniendo sus pasos sobre la acera.
Jimin se rio levemente, detuvo el coche y esperó a que el omega lo rodease para entrar por la otra puerta. Se sentó como copiloto tras un breve saludo y Jimin le miró de soslayo, en lo que el ceniza se ponía el cinturón correctamente.
—Vas bien así —cumplimentó, moviendo el volante para ponerse en marcha.
—No sabía que ponerme —reconoció Taehyung—, mi aspecto grita omega a dos kilómetros.
Jimin repitió su agradable risita, demostrando lo agradable que le parecía su compañía.
—Es lo que eres, ¿qué problema hay? —formuló el sub-alfa mientras conducía.
—No sé, quizá el riesgo a ser visto como un objeto de por vida —argumentó el ceniza ferozmente—. La testosterona alfa saltando a mi cara como la tinta de un pulpo, y los pavos reales mostrándome su cola de colores como si eso fuera a ponerme a cuatro patas.
Jimin carcajeó tan animadamente, que el sonido hizo sonreír a Taehyung. Se sintió relajado a su lado, comprendido y partícipe de su guasa.
—¿Alguna vez alguien te ha enseñado su cola?
—Nah, es una forma de hablar —contestó Taehyung en voz baja, mirando por la ventanilla—. Si eso pasara, creo que se la patearía con todas mis fuerzas.
—Bueno, nada de eso va a pasar, Tae —agregó Jimin más cálidamente, en la intercepción de un cruce donde giró con suavidad el volante—. Estoy contigo.
Taehyung no dijo nada más durante el trayecto, pero se sintió inesperadamente confortable con esas palabras. Jimin siempre era como un espacio de confort, a pesar de que en ocasiones discutieran por cosas tontas y desearan tirarse de los pelos. Es lo que tenía conocerse desde hacía demasiado tiempo. En unos veinte minutos, Jimin se aproximó al centro de la ciudad con el auto, encontró aparcamiento cerca del Hotel Palace y los dos salieron. Se dirigieron al lujoso hotel, Taehyung se dio cuenta de que la entrada estaba a rebosar de gente y por la forma en la que sus fosas nasales se contrajeron, había una importante aglomeración de alfas.
Jimin le ofreció su mano en mitad de toda esa gente, Taehyung la tomó humildemente, le fue más fácil seguir sus pasos así, atravesando la congregación de conocidos y no tan conocidos reuniéndose para dirigirse a uno de los ascensores dorados.
—Dios, ¿todos esos son los compañeros de golf de tu padre? —masculló el ceniza en el ascensor—. Me estoy mareando entre tanta testosterona.
—N-no lo son —Jimin se mostró tan perplejo como él.
Llegaron a la zona más alta del enorme edificio, atravesaron un pasillo de suelo tapizado en terciopelo negro y Taehyung pudo escuchar la música de ambiente, el sonido de las charlas y las copas brindando en el exterior.
—Creo que es por aquí —indicó el sub-alfa.
Atravesaron la puerta que daba a la azotea y salieron al exterior. Bajo esa bonita noche, las pupilas de Taehyung se vieron sorprendidas por una elegante y agradable fiesta. Las barandillas de la terraza estaban decoradas con rosas blancas, tiras de luces de campanilla de una luz dorada, una suave música, un pequeño escenario al aire libre y una barra de bebidas en la zona techada donde ponía «El Bamboo».
La gente se reunía amistosamente, intercambiando sus asuntos de negocios, sus comentarios de snobs y explayándose sobres los compromisos de sus hijos, nietos, o quienes fueran. Taehyung se sintió terriblemente fuera de lugar en un sitio como ese, a pesar de que nadie le dirigiese una mirada indiscreta o molesta. Al fin y al cabo, él sólo era un omega.
Caminó con Jimin de la mano y ambos se aproximaron hasta la barra.
—¿Dónde está tu padre?
—Ni idea —contestó buscándole con la mirada—. Ah, creo que es ese de allí.
Taehyung giró la cabeza en esa dirección, vio a un grupo de varones alfas adultos trajeados, uno de ellos vestía de blanco, con el cabello bien peinado hacia atrás y las entradas tan níveas como los copos de nieve. Ese era el atractivo padre de Jimin, Ikari.
—¿Tenemos que ir hasta allí?
Jimin se compadeció de la congoja de Taehyung, negó con la cabeza y le pregunto sobre si quería tomar algo.
—Naranja con canela. Dos —solicitó Jimin gesticulando en la barra y apoyando un codo—. Uno de ellos, con whiskey y nata.
Después se recolocó la chaqueta y miró a Taehyung de soslayo pidiéndole que le esperaba.
—¿Puedes quedarte aquí? —preguntó amablemente—. Será un minuto.
El omega asintió con la cabeza, Jimin le abandonó en la barra. Pasó entre los asistentes y se fue hacia el pequeño grupo donde se reunía su padre y saludó cortésmente a él y a sus amigos. En unos instantes, Ikari giró la cabeza en dirección a Taehyung, provocando al omega un sobresalto. Taehyung desvió sus iris instantáneamente, Jimin debía haberle indicado su posición.
Él se giró hacia la barra sintiéndose un poco tímido. El par de cócteles aterrizaron frente al omega, tomó el suyo (un sencillo zumo dulzón de naranja con canela y una sombrillita blanca), y le dio unos sorbitos cortos para calmar su ansiedad. Lo próximo que atrajo su atención fue el cambio de música de ambiente a una con un poco más de percusión, Taehyung se fijó en la mujer que subió al escenario y tomó el micro de pie. Era elegante, con un vestido largo y plateado que dejaba la mitad de una de sus alargadas piernas al aire. Por su increíble aura, Taehyung supo que era una alfa. Era alta, probablemente más grande físicamente que él, de mirada cautivadora, y cabello oscuro largo y espeso.
Comenzó a cantar una canción con una voz grave y suave, agradable, armonizando a la perfección en una melodía que se acompañaba por un distinguido saxofón. Sus iris se desplazaron sobre la decorada y amplia azotea donde la música acompañaba la noche. Alfas, sub-alfas, algún beta de trabajador con uniforme elegante, sirviendo aperitivos salados en una bandeja. Otros sirviendo copas vacías que posteriormente rellenaban de un exquisito vino rojo, del tono de su blusa.
Taehyung volvió a mirar a Jimin en la distancia que les separaba, el joven sonreía genuinamente, intercambiando algunas palabras con los amigos de su padre, que desde allí no podía escuchar. De alguna forma, Taehyung recordó la primera vez que se encontraron; fue en un parque de juegos infantiles, con siete años, en un centro comercial donde los padres dejaban a cargo de unos trabajadores betas a los críos, con la intención de poder comprar tranquilamente. Se hicieron tan amigos compartiendo un cochecito, que Jimin lloró cuando su madre lo recogió antes de marcharse (sus padres aún no se habían separado). Gracias al cielo, unas semanas después volvieron a encontrarse en una zona colindante. Taehyung no era especialmente extrovertido, pero Jimin siempre iba detrás de él y se las ingeniaba bien para caerle en gracia.
La madre alfa de Jimin confraternizó brevemente con Lu (debía parecerle adorable su cachorro omega, además, su hijo Jimin se mostraba más que encaprichado con él). En alguna ocasión, Taehyung pasó tardes en su casa mientras su madre preparaba magdalenas naturales con frutas (bajas en azúcar) para los dos. Ellos dos estaban en el enorme salón de su casa, en un lado donde había una alfombra infantil llena de juguetes.
—¡Boom! —gritó Jimin simulando una explosión por el choque de unos coches—. ¡Boom, boom!
Taehyung se quedó embobado con la música de la televisión, giró la cabeza y se fijó en la resplandeciente pantalla de plasma que reproducía la escena romántica de un drama. Tae no sabía muy bien sobre el segundo género con esa edad, por lo que sólo identificó que la pareja que protagonizaba la escena eran una mujer y un hombre. El hombre se inclinó levemente y selló sus labios con los propios, y Taehyung abrió la boca sin poder creérselo. Dejó el peluche con forma de dinosaurio rosa en el suelo y se quedó atónito.
—¿Por qué hace eso?
Jimin giró la cabeza perezosamente, desvió la mirada con cero interés y se concentró en su labor por seguir jugando.
—Porque se quieren —respondió Jimin como si fuera obvio.
—¿Cómo lo sabes? —formuló Taehyung aún concentrado en la pantalla.
—Mamá me dijo que cuando quieres a alguien, le das un beso.
Taehyung le miró a él, reflexionando infantilmente su respuesta.
—¿Tú me quieres? —preguntó puerilmente.
Jimin dudó unos instantes. No tenía ni idea. Pero le gustaba jugar con él, que su madre le dejara pasar la tarde en su casa y compartir sus cosas con Tae (generalmente no era muy aficionado a compartir sus juguetes con otros).
—Sí —contestó de forma aleatoria.
—No es verdad —Taehyung se molestó con él después de eso—. Nunca me has besado.
—¿Eh? —Jimin le miró como si fuera un pesado—. N-no sabía que tenía que hacerlo.
—Entonces, ¿por qué respondes eso?
Jimin frunció el ceño pensando en que era un auténtico pesado. Cuando a Taehyung se le metía algo en la cabeza, como por ejemplo chutar el balón más fuerte que él en el parque, no paraba hasta conseguirlo. Así que, por resumir las cosas y evitarse que repitiera lo del beso toda la tarde, Jimin se levantó de la alfombra, agarró una manta y se la dejó caer por encima de la cabeza al omega.
—¿Qué haces? ¡Ay! —se quejó el crío, tratando de deshacerse de su intento por taparle.
—No mires —ordenó Jimin secamente—. No puedes mirar cuando besas.
Taehyung le miró igualmente con los ojos muy redondos. Jimin tiró de la manta para cubrirles, gracias a su año de diferencia, él le sacaba un par de centímetros de altura (no demasiado). La manta les cegó unos segundos, sus respiraciones se unieron levemente.
—Puedo verte —se fanfarroneó Tae.
—Pues cierra los ojos.
—¡No!
—Muy bien —ironizó el crío sub-alfa—. Te besaré igual.
—¿Vas a tardar mucho?
—¡No, sólo son unos segundos!
—Vale, ¿hay que contarlos? —dudó Tae ingenuamente.
—¡Que no!
—Huh, pues eres muy lento.
Jimin le miró claramente irritado. Sólo deseaba que cerrase la boca, por lo que, ejecutó el movimiento y presionó con sus labios sobre los de Taehyung. Los labios de Jimin fueron muy suaves cuando se posaron sobre los suyos, Taehyung recordaba el cosquilleo de la respiración de su nariz bajo la manta y que sus párpados se cerraron en esa penumbra en algún momento.
Lo siguiente que pasó fue que la madre de Jimin tiró de la manta y pilló a un par de críos de siete y ocho años dándose un besito. A ella no le gustó nada. Se enfadó con Jimin y le castigó sin verle dos semanas, además, Taehyung le escuchó decirle que no podía hacer eso con un «omega tan joven». Que debía ser más responsable con sus amistades.
No supo muy bien en qué momento se dedicó a pensar eso en mitad de la fiesta, pero Taehyung se vio forzado a sacudir la cabeza y maldecirse por evocar esa memoria justo allí en medio, mientras Jimin regresaba a él en la compañía de su padre y una mujer mucho más joven.
—Taehyung —pronunció Jimin—, mi padre quería que conocieras a...
—Buenas noches, Taehyung —Ikari le saludó con una sonrisa fresca y una inclinación de cabeza—. Esta es Lisa.
—Hola, señor Park —contestó el ceniza, sus iris fueron a parar a la que debía ser su nueva novia, una bonita y delicada omega de cabello claro—. Un placer Lisa, encantado.
Jimin agarró la muñeca de Taehyung gentilmente, y le acercó a él de manera muy natural. Aquello, por supuesto, tenía que ver con su nuevo papel de pareja, aunque Taehyung se sintió muy rarito cuando su brazo rodeó la zona baja de su espalda.
—Espero que paséis una buena velada. Al final acudieron más inversionistas de los que esperábamos —comentó Ikari, indicando con unos dedos—. Esos de allí son empresarios chinos, tienen un gran control sobre el mercado tecnológico. Las Stinson han organizado la reunión, ellos contrataron el cáterin y pusieron las velas —señaló discretamente a un grupo de voluminosas hembras alfas—. Y la estrella de la noche, sin lugar a dudas, son los Jeon. Renzo ha viajado desde Seúl.
—¿Renzo? —repitió Jimin con sorpresa—. ¿El fundador de la primera bodega de vinos en Corea?
Su padre asintió con satisfacción porque reconociera su nombre.
—Así es, gracias a él, la viticultura pudo considerarse un arte a mediados del siglo pasado —expresó Ikari con cierta admiración—. La producción de vino y otros productos basados en la vid, se ha extendido hasta convertirse en un imperio. El imperio del vino, perteneciente a los Jeon.
—Son exquisitos, os recomiendo que lo probéis —dijo Lisa con encanto—. Su sabor es muy intenso, acompaña muy bien a la ternera. Pero también tienen una nueva gama más dulce.
—Es aquel anciano —Jimin le indicó a Taehyung con un movimiento de mentón.
*Prohibida la distribución de este fanfic sin permiso de la autora. Puedes descargar esta historia completa en Patreon.com/chispasrojas
Sus ojos se posaron sobre el anciano que subió al escenario con la ayuda de un beta que le permitió que enlazase su brazo para apoyarse. Le seguía otra mujer alfa, de mediana edad y espeso cabello rubio platino.
—Renzo está muy mayor —agregó el padre de Jimin prendiéndose un puro—. Yo no le hubiera traído hasta aquí.
—Tiene casi noventa años, ¿verdad? —comentó su novia como una chismosa—. Podía estar haciéndose cargo el heredero del imperio, en lugar de él.
—El hijo de Renzo sólo es un director —contestó Ikari tras una extensa calada de oloroso humo—. Es el nieto el que heredó el gen de alfa puro.
—Espera, ¿qué? —soltó Jimin—. ¿Renzo es un alfa puro?
Ikari asintió con la cabeza, miró a su hijo de soslayo, argumentando lo poco que sabía.
—Los Jeon nunca se cruzan con otras castas —respondió el adulto—. Es normal que el nieto heredase el gen. Aunque eso sólo es un rumor, claro... ese tipo de genes siempre rehúyen hasta el último momento.
Taehyung apretó la mandíbula y dirigió nuevamente su mirada hasta el escenario.
«¿Un alfa puro?», pensó fijándose en el anciano. «Quizá por eso la mitad de esa gente le lamía el culo al tal Renzo. No había nada que les gustase más a los alfas que el poder. Y si existía un extraordinario gen con el poder de sacar pecho como un lobo frente a todos esos, era justo ese».
El joven no sabía demasiado sobre la pureza de sangre y el difícil gen que sólo se heredaba en saltos generacionales. Apenas existían alfas puros en el siglo veintiuno, pero lo poco que Taehyung había leído hacía años (para un trabajo de anatomía, sobre el segundo género), era que los alfas puros podían ser muy peligrosos. Esa pureza racial y sanguínea les volvía extremadamente dominantes (poseían la habilidad de doblegar a cualquier alfa), se caracterizaban por la agresividad y las piernas de los alfas podían hasta temblar ante la liberación de sus feromonas invasivas.
«¿Podían ser más cobardes esos tontos alfas?», pensó Taehyung indiscriminadamente. «No podía tomarse enserio a aquel puñado de snobs, por muy billonarios que fueran».
—Damas y caballeros —una mujer tomó el micrófono de mano, mientras el anciano se aproximaba al de pie y la música se silenciaba por completo—, esta noche contamos con la exquisita asistencia de Jeon Renzo, quién nos dejará unas palabras de aliento. Un aplauso, por favor.
Todo el mundo aplaudió animadamente, los murmullos cesaron y la absoluta atención de los asistentes se concentró sobre el hombre. Vestía un elegante traje negro, un pañuelo carmesí en el cuello, era menudo y delgado, alto, con una constitución anciana que mostraba su extensa edad a la par que su elegancia y saber estar.
Renzo dio un pequeño discurso y alentó a los inversionistas y emprendedores de Busan para que cerrasen lazos y colaborasen en la apertura de nuevas estrategias de mercado y negocios. Después, invitó a todo el mundo a probar el nuevo vino que su marca había lazando y traído gratuitamente para todos los asistentes: el Rose Gold Mary, un vino de etiqueta dorada y rosa, y atractivo líquido del tono cereza, que debía acompañar genial a los aperitivos.
Taehyung se mantuvo con su zumo de naranja y canela, Jimin sorbió el mismo cóctel mezclado con whiskey y nata.
—Oh, cielo, ¡esa es Audrey! —señaló Lisa, seguidamente tiró de su mano—. Vamos a saludarla.
Ikari y Lisa se retiraron un instante, pero Jimin les siguió con la mirada maldiciendo algo inteligible en voz baja.
—No se lo está tragando.
—¿Qué? —dudó Taehyung sin enterarse de nada.
—Mi padre no se cree que esté saliendo contigo —soltó el rubio, pasándose una mano por el cabello bien peinado hacia atrás—. Lo he visto en su cara, sabe que somos amigos desde hace años.
Taehyung puso los ojos en blanco, dejó su copa sobre la barra y le miró con el ceño fruncido.
—Te lo dije, eres tonto —le maldijo directamente—. ¿Es que no ves que soy la peor excusa que puedes tener? Saben que somos íntimos desde pequeños.
—Huh, no eres una excusa...
—¿Qué?
Jimin se aproximó a él hasta romper su espacio de seguridad.
—Vale, vamos a hacerlo —requirió en ese momento—, acaba de girar la cabeza. Es el momento.
—¿Q-qué haces? —Taehyung posó sus manos sobre su pecho, y le miró como si estuviese pidiéndole que se comiera unas vísceras.
—Bésame, está mirando —insistió Jimin—. Va a verlo. Sólo será un momento.
—N-no voy a besuquearte porque tu padre no se trague lo nuestro —refunfuñó Taehyung, comenzando a acelerar las palabras como un histérico—. ¿Ya te has bebido ese cóctel? El alcohol se te ha subido a la cabeza, hagh.
Taehyung giró la cabeza evadiendo su áspero y dulzón aliento con una mueca de asco, y súbitamente, una mano de Jimin empujó su cintura levemente contra la barra y la otra reorientó su mentón hacia su rostro. Su corazón se disparó en su pecho.
—Ni se te ocurra —musitó Taehyung sobre sus labios—. Porque tendrás que comprarme dos menús de vuelta a casa.
Sus labios se posaron indistintamente sobre los suyos. Taehyung se retorció unos segundos, mugió bajo los pulcros labios sellados por los del sub-alfa en desacuerdo, y se mantuvo con los ojos abiertos. De reojo vislumbró la cara de Ikari a unos metros, y la persistencia y seguridad de su amigo le convenció para hacer como que se relajaba y disfrutaba de ello un instante.
Taehyung se quedó quieto, cerró los párpados y extendió los brazos tímidamente alrededor del cuello de su cuello, conteniendo la respiración hasta marearse como un estúpido. Su corazón golpeó en su pecho, hasta bombear en sus oídos. La cálida aura de Jimin no era desagradable, su olor nunca había sido fuerte ni molesto, su presencia era conocida, familiar, e incluso los tibios dedos del sub-alfa en su mentón se deslizaron por una de sus mejillas acariciando su mandíbula. Taehyung no supo muy bien cómo habían llegado a eso, pero Jimin movió los labios y entreabrió los suyos con maestría y sin permiso. Su lengua rozó ligeramente sus dientes y acarició la punta de la tibia y dulce lengua del omega. Sus labios resonaron sobre los suyos en un beso que extrañamente se volvió mimoso.
«¿Jimin estaba intentando entrar en su boca?». De forma imprevista, Taehyung detectó la lenta liberación de feromonas del sub-alfa, abrazándole con un perfume suave y difícil de deshacerse. El omega se sintió diluido, levemente confuso y ebrio por la textura de su boca y el acaramelado aroma que le volvió manso y dócil.
Ese era el problema de las feromonas de alfa y sub-alfa que tanto detestaba; su instinto omega se embriagaba rápidamente, convirtiéndole en una sumisa criatura. Taehyung hundió los dedos en la chaqueta del chico, apretó los párpados y deseó liberarse de él. Su cuerpo le susurró que sólo «era Jimin». No ocurría nada. No tenía de qué temer, Jimin era un espacio seguro, no obstante, las pinceladas traumáticas de su lado salpicaron su consciencia hasta tintarlas de un estrés inmediato.
Tae empujó el pecho de Jimin sin mucha fuerza con una mano, y él ni siquiera se percató de su sacudida, pero el omega entró en pánico y tuvo miedo de no poder detenerle. De que Jimin continuase y la sumisión de su casta le obligase a doblegarse ante la voluntad de otro ser. La adrenalina invadió sus venas, el pánico comenzó a estrangular su garganta, Taehyung liberó un gemido de omega de manera inconsciente.
En un par de seguros, Jimin soltó sus labios cuando el chico le empujó con mucha más fuerza. Lo siguiente que vio llegar a su rostro fue una bofetada.
—¡Vete a la mierda! —le chilló Taehyung con los ojos llenos de lágrimas.
—¿T-Taehyung? —Jimin se sintió muy confundido, antes de vislumbrar el ataque de nervios que estaba viviendo el omega.
—N-no te acerques a mí, ¡no me toques! —denegó su contacto apartándose, con el corazón luchando por escapar de su garganta—. ¡Apártate!
Taehyung salió corriendo rápidamente, se escurrió entre la gente sin saber muy bien hacia donde correr. Casi nadie había escuchado su grito entre el murmullo de conversaciones, risas, tintineo de copas y música de saxofón y piano. No obstante, algunos asistentes se vieron empujados por el hombro de Taehyung cuando pasó descuidadamente, otros se apartaron al vislumbrar el paso rápido de un omega con los ojos llenos de lágrimas.
El chico sintió una ráfaga de pánico que llevaba tiempo sin inundarle, se sintió perdido y desorientado entre un montón de gente, aromas intensos de alfas y sub-alfas desconocidos, olores que entremezclaban los aperitivos, los trozos de intenso queso añejo cortado en finas cuñas y el vino rosado. Perfumes artificiales que intensificaban la conglomeración de sentidos desbordándose y haciéndole perder el raciocinio.
Taehyung empujó rápidamente una puerta con el brazo y entró de chiripa al interior del edificio, atravesó con pasos muy rápidos el pasillo lleno de puertas a habitaciones de lujo. Dos personas conversaban a un lado, alguien más pasaba de largo. Pudo ver su salvación al fondo aquel pasillo de luz tenue, donde la música exterior resonaba amortiguadamente: el ascensor dorado cerraba sus puertas lentamente y él salió disparado, sus ojos empañados, sentidos confundidos enturbiaron sus pasos, provocándole una colisión frontal con otro joven que le obligó a caer al suelo.
Su mano rozó la del desconocido, el tirón de su pecho se produjo como si alguien le robase algo que hasta entonces había sido suyo. Sus labios se entreabrieron por un profundo jadeo que casi arrancó su aliento. Por suerte, su trasero paró su caída sobre el suelo, una de sus manos se posó sobre el suave terciopelo de la moqueta, mientras sus sentidos se sacudían como si un chorro de luz proveniente del cielo acabase de atravesarle su piel para dejarle en un estado desconocido.
La mezcla de emociones se agitó dentro de él como un cóctel a punto de explotar, Taehyung alzó la cabeza, confundido; estaba asustado, quería llorar, su pecho le gritaba que huyese, pero, ¿qué había sido eso?
Sus iris almendrados se posaron sobre los oscuros de alguien más. Un joven cuyo aroma se metió bajo su piel y abrasó su garganta de una forma exquisita como si su instinto omega no quisiera volver a respirar algo distinto nunca más. Era un alfa; la escasa piel de su mano que había rozado la suya en el momento de colisión ya lo sabía. Su cuerpo, su alma, su ser, lo reconocía, pese a que se tratase de un perfecto desconocido.
Su cabello era de un negro intenso, sus ojos de un chocolate negro y espeso por el que sus piernas hubiesen temblado de no ser porque ya se encontraba en el suelo. Sus labios, finos y delineados, dotados de vértices triangulares y apetecible almohadilla inferior, tan rosados como un trozo de fresa fresca sin morder. Su piel era increíblemente blanca, con pómulos angulosos y mandíbula marcada. Su traje parecía impecable, de chaqueta negra con un suave bordado de oro en las mangas, camisa negra sin corbata, pero bien abotonada.
«¿Él también estaba temblando?», dudó Taehyung por la forma en la que hundió sus yemas en el oscuro terciopelo del suelo. «¿Ese era su aroma? ¿Cereza, menta, chocolate amargo? ¿Una pizca de salvia y bergamota? ¿Por qué de repente se sentía febril por su aura?».
Reparó en que su jadeo y el del chico eran similares, enfermizos e intensos, como si un tren les hubiese arroyado al mismo tiempo. Taehyung creyó que el propio era por el sprint que había dado desde la barra, pero aquel joven jadeaba como si algo hubiese inyectado un chute de dopamina en su sangre.
—¿Q-quién eres? —jadeó el desconocido de repente.
El timbre de su voz acarició sus tímpanos con la suavidad de la cachemira, Taehyung incluso encogió los hombros, se sintió invadido, naufragado por una voz profunda, baja y rica. Sus cilios le susurraron que era la mejor melodía que había escuchado en su vida. Y su ser deseó gemir con tan sólo imaginarse cómo podía sonar su nombre pronunciado por ese timbre.
Sin embargo, el vello de Taehyung se erizó en su nuca y sus venas se dilataron para dar paso a un profundo terror que empujó muy lejos la aparición de feromonas y un precipitado celo, bajo los desconocidos iris de un alfa cuyos ojos resplandecieron fugazmente con un tono dorado.
—¿Eres tú? —prosiguió el joven desconocido, con un profundo anhelo—. J-jamás pensé que podría encontrarte.
El terror de Taehyung no sólo colisionó con su pareja predestinada esa noche; se trataba del heredero del excelso imperio de vino de Jeon Renzo. El primogénito de una familia de alfas de la que heredó el gen de alfa puro. Un auténtico lobo. Jeon Jungkook.
*Prohibida la distribución de este fanfic sin permiso de la autora. Puedes descargar esta historia completa en Patreon.com/chispasrojas
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