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|| [ÉPOCA ACTUAL] ||

34 HORAS DESAPARECIDO

La chica se encontraba parada admirando el papel que mostraba la foto de Samuel bajo la palabra "DESAPARECIDO".

Después del hallazgo de la bicicleta destrozada del pelinegro toda la búsqueda se había llenado de tensión.

En la mente de Rafaella se repetían una y otra vez las palabras de Samu, "Voy a hacer todo lo que esté en mi mano para encontrar a esa gente y pague por lo que le hicieron a mi hermano y a Marina, te juro Ella que voy a llegar hasta el final, cueste lo que cueste, caiga quien caiga."

Aunque ninguno imagino que el final sería tan abrumador...

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|| [3 MESES ANTES] ||

R A F A E L L A

Definitivamente no había mejor forma de comenzar el día que con el regaño de mis padres por ir dos horas tarde al instituto.

Cuando terminaron de advertirme que regresando de la escuela me impondrían un castigo salí a la camioneta para ir con Román hacia Las Encinas.

Al llegar baje no sin antes despedirme de mi chofer y agradecerle. Entre al instituto y fui directo a mi casillero, lo abrí y tomé los libros que necesitaría para las clases que faltaban.

Lo cerré, me percaté que cerca se encontraba Polo estático con el móvil en su mano, al observarlo más minuciosamente, el comenzaba a hiperventilar.

- Polo, ¿Te encuentras bien?. - pregunté mientras me acercaba a él, iba a tomar su hombro pero se sobresaltó y empujó mi mano con la suya antes de lanzar su mochila al piso.

El chico solo miraba hacia a ambos lados del pasillo, estaba fuera de si, intente acercarme de nuevo a él pero sus piernas flaquearon y cayó al piso.

- ¡Polo!. - me hinqué a su lado y tome su cara para que me mirara.

- ¡Polo coño!. ¿Qué le pasa?. - Guzmán se agachó a mi lado.

- No lo se, solo se privó de un momento a otro. - tome el rostro de Polo y lo obligue a mirarme. - Vamos trata de respirar.

- La mochila. - mencionó el ojiazul entre jadeos.

Guzmán se arrastró por el piso y tomó la mochila de su amigo.

- ¿Qué pasa con la mochila?. - cuestionó el rubio al regresar.

- Mochila. - soltó Polo con el poco aire que le quedaba.

- ¡¿Que hay en la mochila?!. - gritó Guzmán con nerviosismo mientras comenzaba a buscar en el interior de la mochila.

- Unas pastillas. - las manos de Polo buscaron las mías y se aferraron a ellas mientras comenzaba a toser más fuerte.

- Aguanta un poco. - acaricié sus palmas tratando de tranquilizarlo.

- ¿Donde están las pastillas joder?. - Guzmán comenzaba a desesperarme, este después de unos segundos sacó el bote de pastillas y lo observo. - ¿Y estas pastillas tío?. ¿Desde cuando llevas tomando esto?.

- No es momento de preguntas estúpidas. - solté, tome el bote de las manos de el chico de las pecas, quite la tapa.

- ¿Polo cuantas?. - lo mire sin obtener respuesta.

- ¿Cuantas?. - Guzmán golpeó levemente su mejilla.

- Tres. - saque las indicadas y las deje directo en la boca de Polo.

Con facilidad las trago, al paso de unos minutos su respiración comenzó a normalizarse.

- Que no vuelvas a meternos un susto así. - mencionó Guzmán mientras ayudaba a Polo a ponerse de pie.

Volví a meter todo a la mochila del castaño y la cerré, me sorprendí al notar que Guzmán me tendía la mano para ayudarme a ponerme de pie, pero aún así la acepté.

- Gracias. - le dije, sin esperar más respuesta mire a Polo. - ¿Mejor?. - el solo asintió.

- Gracias a ambos por ayudarme. - agradeció el ojiazul.

- Para eso están los amigos. - Guzmán me miro, palmeó el hombro de Polo y se retiró. - ¡¿Y ustedes que miran?!. ¡Métanse en su propia mierda!. - exclamó antes de desaparecer por el pasillo logrando que todos dejaran de mirar a su amigo como bicho raro.

Iba a imitar su huida pero Polo tomó mi mano.

- Enserio gracias por tu ayuda Ella, si no hubieras estado ahí no se que hubiera pasado. - sonreí ante sus palabras.

- No tienes nada que agradecer, me dejaste tremendo susto pero me tranquiliza ver que estás mejor. ¿Vamos a clase?. - tendí mi mano hacia el que la miro por unos segundos, sonrió y la tomó.

Ambos comenzamos a caminar hacia el salón mientras el me comentaba lo que había pasado en las horas que estuve ausente.

Después de un par de horas de clases acababa de llegar a casa del instituto, en cuanto puse un pie dentro mi padre me anunció que estaría castigada durante una semana sin salidas, acepte sin renegar y me dirigí a mi cuarto.

Ahora tenía varios asuntos más importantes como para estancarme en un castigo, debía aceptar que estaba preocupada por Samuel.

Rebeka me había contado sobre el accidente que tuvo su amigo Christian, al parecer estaba grave.

Tome mi celular y entre a la conversación que tenía con el pelinegro, no se había conectado, ni siquiera había respondido el mensaje que le mande ayer cuando llegue de la disco a casa, aún así decidí dejarle uno nuevo.

Al no recibir respuesta deje el móvil en mi mesa de noche, me despoje del uniforme y tome uno de mis bañadores, necesitaba despejarme




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Llevaba alrededor de dos horas dentro de la piscina, me hundí una última vez y nade bajo el agua hasta el borde, cuando salí a la superficie me sorprendí al ver unos mocasines Valentino frente a mi.

- Sabia que te iba a encontrar aquí. - escucharlo me saco una sonrisa. - ¿No planeas saludarme hermanita?.

Puse mis manos sobre el borde de la alberca y me impulsé para salir de esta.

Me puse de pie y salte a sus brazos sin importarme si empapaba su ropa, el correspondió mi abrazo.

- Pensé que llegarías hasta la próxima semana. - dije una vez que nos separamos.

- El nacional de salto terminó antes, entenderás que no tenía nada más que hacer en México estando ustedes aquí en España. - asentí y me fui directo al camastro a tomar mi toalla para comenzar a secarme.

- ¿Y qué tal?. - lo mire.

- Ya lo sabes, terminar pistas a la perfección es lo mío, así que estás ante el campeón de la abierta a uno punto veinticinco metros del campeonato nacional de salto ecuestre. - sonreí orgullosa.

- Sabia que te traerías el primer lugar.

- Y lo mejor de todo fue que vencí al inútil de Armando. - rodé los ojos.

- Nunca dejarás ese rivalidad de lado, ¿Cierto?. - el negó.

- No puedes pedirme eso después de como nos trató, sabes que nadie se mete con un Borgues sin recibir su merecido.

Armando fue uno de los chicos que nos hizo la vida imposible cuando recién llegamos a México, Nathaniel y yo contábamos con 8 años, teníamos algo marcado el acento Español, Armando lo aprovechó y logró que la mayoría de los chicos de nuestros diferentes salones se burlaran de nosotros.

Con el paso del tiempo, fuimos creciendo y no permitimos que nadie más se burlara de nuestra persona, agregándole que la personas de nuestro instituto conocieron la verdadera personalidad del chico y lo hicieron a un lado, lo que aumentó el odio que había entre Armando y Nathaniel, llevándolo hasta las competencias ecuestres donde mi hermano siempre terminaba superándolo.

Envolví mi cuerpo con la toalla, me coloque las sandalias y juntos salimos hacía la cocina, donde se encontraba Mamá acompañada de Antoine.

- Mis niños, por fin todos juntos necesito una fotografía de esto. - mis hermanos y yo rodamos lo ojos.

Mamá nos hizo posicionarnos a Nathaniel y a mi sentados en los taburetes de la barra mientras Anto se posiciono en la barra en el medio de nosotros.

Sonreímos y mi madre se encargo de tomar mas de una fotografía con su celular hasta que Antoine la interrumpió.

- Mami, ya tengo hambre. - exclamo alargando la ultima letra.

- La cena ya esta lista, vayan al comedor y ahora pido que les sirvan.

El mas pequeño fue directo al comedor, Nate se quedo ayudando a mamá y yo subí a mi habitación a darme una ducha rápida.

Cuando salí del baño solo me puse un short de lino, un top y una playera blanca de algodón sobre este, cepille mi cabello, me puse unas pantuflas y baje de regreso al comedor.

Entre cuando todos se encontraban sentados en la mesa junto con papá, tome asiento al lado de Anto.

- ¿Cómo estuvo el vuelo hijo?. - le cuestiono papá a Nate.

- Bien Pá, calmado como siempre, y sinceramente me dormí por completo. - reímos ante su comentario. - Por cierto les mandan saludos los abuelos y el tío Federico.

- Mas tarde me comunicare con ellos.

- ¿Vendrá pronto el tío Fede?. - cuestiono el mas pequeño.

- Se supone que las vacaciones las pasarán con nosotros, ¿No es así?. - agregue mirando a mis padres.

- Así es princesa, siempre y cuando la salud de el abuelo sea la adecuada para volar hasta aquí.

Después de nuestra conversación, el servicio comenzó a servir la cena, extrañaba demasiado las cenas familiares.

Hasta ahora la cena transcurría de manera agradable, iba a la mitad de mis alimentos cuando Lía una de las chicas que nos ayuda entro al comedor y me llamo.

- Señorita Ella, un joven la busca, ¿Lo hago pasar?. - iba a responder pero mi padre se adelanto.

- Dile que espere en la sala. - la chica asintió y se retiro. - ¿Quién te busca a estas horas Rafaella?. - todos me miraban.

- No lo se Pá, yo...- mamá me interrumpió.

- Ve corazón. - me puse de pie al mismo tiempo que Nathaniel.

- Yo te acompaño.

- La buscan a ella, no a ti hijo, así que toma asiento. - soltó mi madre, yo reí cuando el se sentó mientras bufaba enojado.

- Ahora vengo.

Salí emocionada del comedor, algo dentro de mí me decía que era Samu buscándome, pero en cuanto llegue a la sala me sorprendí al ver de quien se trataba.

- Amm hola. - hablo al verme. -  No esperabas verme aquí, lo se.

- Es solo que... - pause. - Me sorprende tu visita, pero dime, ¿Que necesitas?. - me acerque a el quedando a una distancia considerable.

- Vine porque quería saber como siguen tu mejilla y tu labio. - reí levemente. -Lo siento soy malo para las disculpas.

- No te preocupes, lo entiendo.

- Quiero que sepas que ninguno de mis actos eran dirigidos hacía ti, y lamento mucho que hayas salido afectada por todo esto. - rasco su barbilla avergonzado.

- No te preocupes Guzmán, lo único que no entiendo es el porque de esta cruzada tan insistente hacía Samuel. - mentí.

- Hay muchas cosas que no sabes Rafaella, pero con el paso del tiempo las comprenderás. - solo asentí, no esperaba esa respuesta. - Mis sinceras disculpas para ti y espero que podamos comenzar de cero. - Guzmán me mostró una sonrisa sincera.

- Disculpas aceptadas, y claro. - le extendí mi mano. - Mucho gusto Rafaella Borgues, pero puedes llamarme Ella. - el rio ante mi acto pero aun así estrecho mi mano.

- Guzmán Nunier, y puedes llamarme Guzmán. - ambos carcajeamos ante su respuesta.

- Buenas noches. - apreté los ojos al escuchar la voz de mi padre a mis espaldas. - ¿Con quién tengo el gusto?. - se posiciono a mi lado y me abrazo por los hombros.

- Buenas noches señor Borgues, Guzmán Nunier, un gusto conocerlo. - Guzmán busco estrechar la mano de mi padre y me sorprendió que mi progenitor lo aceptara al instante.

- El gusto es mío muchacho, puedes llamarme Nathaniel. - el rubio solo asintió. - Lamento interrumpir su platica pero no debes ser descortés Rafaella, invita a tu amigo a que nos acompañe en la mesa. - miré a Guzmán.

- ¿Te gustaría quedarte a cenar?. - sonreí.

- Seria un placer para mí, pero mis padres me están esperando en casa, ojalá otro día pueda tener la oportunidad de compartir con ustedes. - mi padre asintió.

- Los amigos de mi princesa siempre son bienvenidos en casa. - sentí mis mejillas calentarse ante el apodo de mi padre. - Puedes venir cuando gustes.

- Me despido, que pasen una excelente noche y buen provecho.

Mi padre y Guzmán volvieron a estrechar manos, el chico de las pecas se despidió de mi con un beso en cada una de mis mejillas.

- Nos vemos en el instituto Ella, permiso. - el chico salió hacia la entrada.

Solo atiné a mirar a mi padre.

- Tu y yo tenemos muchas cosas que hablar jovencita.




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Después de la cena me despedí de toda mi familia y subí a mi cuarto, me encontraba exhausta. Entre a mi habitación cerrando la puerta tras de mi.

Lancé mis pantuflas a algún lado y me metí bajo las sábanas. Antes de dormir tome mi móvil de la mesa de noche, tenía algunos mensajes de Ander y Rebeka, ya mañana les contestaría.

Al ver que Samuel me había contestado, entre en nuestra conversación y afortunadamente estaba en línea.

Sin esperar respuesta bloque mi celular, ya me imaginaba lo que nos esperaba el día de mañana.








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Llevaba quince minutos esperando en el auto, aún faltaba media hora para la entrada a clases pero Nathaniel seguía sin dar señales de vida.

Justo cuando iba a bajar del coche para buscarlo, el apareció en la entrada arreglando la corbata de su uniforme, abrió la puerta del auto y entró agradeciendo a Román que la cerrara tras de el.

- Buenos días hermanita. - sonrió.

- Té juro que si mañana no sales temprano, te dejamos, ¿Entendido?. - bufo.

- Pero que humor cargas nena.

Sin decir una palabra más salimos hacia el instituto, cuando llegamos ahí Román nos dejó en la entrada recordándonos que pasaría por nosotros.

Nos adentramos al colegio bajo la atenta mirada de la mayoría, acompañe a mi hermano a que recogiera su horario y las llaves de su casillero, que afortunadamente estaba a unos cuantos después que el mío, así que me resultó fácil guiarlo hasta el.

Mientras el guardaba sus cosas yo fui por las mías, al cerrar mi casillero me sobresalté cuando noté a Samuel de pie a un costado mío.

- ¿Tan feo soy?. - bromeó.

- No seas tonto, solo no esperaba encontrarte. - me acerqué y lo saludé con un beso en ambas mejillas. - ¿Cómo te fue ayer?.

- Podría decir que bien, pero sería una vil mentira, dejémosle en normal. - sonrió. - Ella sobre lo que te dije ayer...- No pudo terminar de hablar.

- ¿No me vas a presentar?. - sentí como rodeaba mis hombros con su brazo apretándome hacia el.

- Claro, el es mi hermano Nathaniel. - mire al pelinegro. - Nate el es Samuel, compañero nuestro.

Nathaniel se separo y estrecho a Samuel en un abrazo, causando incomodidad en el.

- Me da gustó conocerte, nos llevaremos bien, siempre y cuando no te acerques a mi hermana. - hablo Nate en cuanto se separaron.

- Entiendo. - soltó Samuel. - Yo, os dejó, nos vemos luego Ella. - me miro y yo solo asentí.

Sin más el se retiró.

- ¿Te han dicho que eres un imbécil?. - me gire y mire a Nate.

- Si, de hecho tú lo haces constantemente. - rodé los ojos y el volvió a abrazarme por los hombros. - Hermanita tengo que controlar a todo el que se te acerque, estamos en una edad muy hormonal donde sólo buscamos placer sexual créeme, te lo digo por experiencia. - me guiño.

- Eres un cerdo. - su risa resonó.

- Así me amas. - beso mi mejilla causando una sonrisa en mi. - Vamos a clase.

Abrazados nos dirigimos al salón, todos ocupaban sus lugares, solo quedaba una mesa libre, Nathaniel y yo tendríamos que sentarnos juntos.

Después de acomodarnos mi hermano me miro.

- Entonces dime, ¿Cómo está el rollo aquí?.

- Mira hacia atrás. - disimuladamente llevó su vista hacia donde estaba Samuel. - A el ya lo conoces, las chicas que están a su lado son Nadia y Rebeka, con K. - reí al recordar la presentación de mi amiga. - Nadia es una de las cerebrito del salón, y Rebe pues viene del barrio. - hice comillas con mis dedos.

- O sea que en pocas palabras ellos son los apestados. - asentí.

- Esos de ahí. - de manera disimulada señale al grupo de Guzmán. - Son los típicos nenes que se sienten dueños del colegio. - asintió. - El rubio de pecas se llama Guzmán, es el jefe de la manada y tiene un lío grande con Samuel porque sostiene que el hermano de él mato a su hermana Marina.

- No me jodas. - exclamó sorprendió.

- Así es hermanito, la castaña de su izquierda es Lucrecia la otra cerebrito del salón, no he tratado mucho con ella pero en todo momento anda tras Guzmán. - mi hermano analizo a la chica por unos minutos.

- Prosigue.

- La rubia se llama Carla, tampoco te podría especificar su actuar porque ni siquiera hemos cruzado palabras, el chico de su derecha de ojos azules es Leopoldo, mejor conocido como Polo, es un buen chico, muy reservado en clases pero para las fiestas es una bomba, bien comprobado. Por último el castaño que ves ahí es el imbécil con el que te comías la tierra de las plantas de la abuela a los seis años. - Nathaniel rio, soltó un silbido de una forma particular que logró llamar la atención de el de rulos, quien al mirarlo abrió los ojos asombrando y sin dudarlo comenzó a caminar hacia nosotros.

- ¡Cabrón!. - exclamo Nathaniel poniéndose de pie y extendiendo sus brazos.

Ambos chicos se estrecharon en un abrazo, dándose de palmadas en la espalda, costumbre que tenían desde hace años.

- ¿Por qué no me habéis avisado que llegaste?. - soltó Ander al separarse de Nate.

- Quería darte una sorpresa mi amor. - mi hermano tomó el rostro de él ruloso y estampó un beso en la mejilla de este. - Tienes muchas cosas que contarme.

- Ni que lo digas, aunque tú no te quedas atrás tío. - ambos se miraron cómplices.

Cuando menos me di cuenta los amigos de Ander se dirigían a nuestra mesa, apreté el hombro de Nate levemente quien al instante comprendió.

- ¿Hay alguno por el que debamos preocuparnos?. - susurró a mi oído mientras me abrazaba por los hombros para disimular.

- Hasta ahora no, aunque si fuera tu mantendría los ojos sobre Guzmán. - le guiñe.

- ¿No nos vas a presentar a tus amigos?. - exclamo la rubia mirando descaradamente a Nathaniel mientras los cuatro se colocaban delante de nosotros.

- Deja, yo lo hago. - la castaña decidió presentarse por su parte. - Cariño no he tenido tiempo de presentarme contigo entre tanto lío. - señaló a Guzmán ganándose una risa de mi parte. - Soy Lucrecia pero puedes llamarme Lu. - se acercó y dejó un beso en cada una de mis mejillas.

- Mucho gusto Lu, soy Rafaella.

- Ella es Carla. - hablo la morena introduciendo a la rubia quien solo me hizo un ligero saludo con la mano que imite. - Y bueno ya conoces a Polito al igual que a Guzmán. - sonrió.

- Claro. - ellos me miraban con insistencia, hasta que recordé quien se encontraba a mi lado, para mi buena suerte Ander se adelantó.

- El es Nathaniel, hermano de Ella, ambos son mis primos.

Todos comenzaron a presentarse de apoco con mi hermano, yo sentía una mirada persistente en mi espalda, cuando me gire me encontré con los ojos de Samuel, el me regaló una sonrisa que correspondí. De un momento a otro me señaló su móvil, asentí y tome el mío.

Tenía dos mensajes de el debía contestarle, mire a todo el grupo frente a mi, reparé en Ander, con mis labios le susurré un cúbreme ganándome un asentimiento de cabeza de su parte.

Lo mire de nuevo y asentí, el me mostró de nuevo una sonrisa, me giré al frente, Ander me miraba con una ceja alzada, deje un golpe en su hombro ganándome una risa de su parte.













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Después de la clase mi hermano me arrastró hasta la cafetería junto al grupo de los encineros.

Cuando llegamos a su mesa nos recibieron amablemente, Nathaniel tomó asiento entre Guzmán y Polo, yo me senté al lado de Ander.

- ¿Te sientes rara cierto?. - cuestionó el castaño.

- Ni que lo digas, hace unas horas todos tus amigos a excepción de Polo parecía que querían matarme con la mirada, y ahora termine aquí, best friends for ever y todo. - los dos reímos.

- Como te dije, ninguno es lo que aparenta, si aprendes a conocerlos te caerán bien. - asentí. - Ahora dime, ¿Qué fue lo de hace rato?.

- No entiendo a que te refieres Ander. - me hice la desentendida.

- Por Dios Ella, esas miraditas que te diste con el Samu no fueron en vano. - sonrió.

- Ah eso, pues no entiendo que miraditas, solo conteste sus mensajes porque, ¿me lo pidió?. -  solté ganándome una carcajada de parte del castaño.

- Esa no te la creéis ni tú. - bufé.

- Ok, bueno, solo quiere que le ayude con algo. - mire la hora en mi móvil. - Quede en verme con el, ¿Me ayudas?. - asintió mientras nos poníamos de pie.

- Chicos Ella y yo iremos a dar una vuelta por ahí, ahora os vemos. - los demás solo asintieron y siguieron en su platica.

Ander y yo salimos de la cafetería.

- Eres el mejor del mundo. - lo abrace y bese su mejilla.

- Que te puedo decir. - sonrió. - Ve ya con el chico mientras yo voy a fumarme un porro. - reí.

- Te veo en un rato.

Salí con dirección hacia las canchas de tenis, cuando llegue no veía al pelinegro por ningún lado.

Tome asiento en el pasto bajo la sombra de un árbol para esperarlo. Me dediqué a admirar de lejos como algunos entrenaban y como varios chicos los animaban hasta que llegó Samuel.

- Pensé que no vendrías. - tomo asiento a mi lado.

- Que coincidencia, yo estaba pensando lo mismo. - mi comentario ocasionó una risa en el.

- Perdón, no fue fácil deshacerme de Nadia y Rebeka. - soltó.

- Entiendo. - ambos nos quedamos en silencio por unos minutos hasta que tuve el valor de hablar. - ¿Qué era lo que querías hablar. - el chico suspiro.

- Como te dije por mensaje necesito hacer algo ya. - asentí. - No es justo que Nano esté desperdiciando su vida en la cárcel mientras el asesino de Marina sigue suelto como si nada pasara.

- Cuenta conmigo en lo que sea que planeas hacer. - tome su mano y la apreté levemente.

- Se que te había pedido ayuda, pero si mi instinto no se equivoca, las personas que están detrás del asesinato de Marina son muy peligrosas y no quiero que te veas envuelta en todo esto. - me miraba preocupado.

- Es demasiado tarde para decirme eso, estoy dentro y no hay vuelta atrás. - el sonrió levemente. - Vamos a dar con el culpable, ya lo verás.

- Lo se. - pausó por un momento, su mano se aferró a la mía y entrelazó nuestros dedos, se quedó mirando nuestro agarre por unos minutos. - Porque voy a hacer todo lo que esté en mi mano para encontrar a esa gente y pague por lo que le hicieron a mi hermano y a Marina, te juro Ella que voy a llegar hasta el final, cueste lo que cueste, caiga quien caiga.

Sus palabras estaban llenas de seguridad mezcladas con resentimiento, no pude hacer nada más que abrazarlo, esperando que entendiera que a pesar de cualquier cosa yo estaría con el.

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