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El primer recuerdo que tiene Elinor de Bruce es cuando tenía alrededor de seis años. Los Wayne se habían mudado a la torre Wayne y el señor Reid llevó a la pequeña Elinor a darles la bienvenida. Sabía de antemano que los Wayne habían preferido vivir en una mansión a los alrededores de la ciudad para tener una vida más pacífica pero el trabajo los había obligado a mudarse. Era más sencillo vivir en la ciudad que estar viajando una considerable distancia todos los días.

Pese a que Reid y Wayne eran amigos desde que estaban en la universidad, hacia años que no se veían y ahora que vivían en la ciudad a solo unas cuadras de distancia, sus encuentros y negociosos podrían ser más frecuentes.

Elinor había escogido uno de sus vestidos favoritos para la ocasión, uno color azul y blanco que simulaba ser de marinero. Sin embargo, mientras se adentraban al edificio la niña no se atrevió a soltar la mano de su padre ni siquiera cuando el señor Thomas Wayne se inclinó para saludarla. Ella se escondió detrás de su padre y abrazó con mucha fuerza la muñeca que había llevado que usaba un vestido muy similar al suyo.

—Vamos Eli, no seas tímida. Dile hola al señor Wayne.

Ella se asomó sólo un poco con las mejillas rojas y mirando con grandes ojos al hombre desconocido.

—Hola, señor Wayne —murmuró.

El nombrado sonrió con cierta ternura.

—Es un gusto conocerte, Elinor. Tengo un hijo que se llama Bruce y tiene tu misma edad. ¿Te gustaría conocerlo?

Ella primero miró a su padre en busca de aprobación, pero el hombre se encogió de hombros para dejarla a ella decidir si quería eso o no. Luego volvió a mirar al señor Wayne y asintió, pero no fue capaz de salir de su escondite detrás de las piernas de su padre.

Thomas no dejó de mostrar su sonrisa amable. Elinor era realmente adorable.

—Ven, te llevaré con él. Debe estar con su madre en la cocina.

Elinor volvió a mirar a su padre pero enseguida extendió una mano para tomar la mano que Thomas le ofrecía.

—Está bien, cariño. Me quedaré aquí —le animó su padre.

La niña caminó tomada de la mano de Thomas hasta la cocina, pero mirando con cierta curiosidad todo a su alrededor. Aún había cajas por todas partes por la reciente mudanza, pero en general, todo iba tomando muy buena forma. De pronto escuchó algunas risas, provenientes del lugar al que se dirigían.

—Martha y Bruce deben estar preparando algo. Les gusta hacer algunos postres cuando tenemos invitados.

Elinor abrazó con más fuerza la muñeca que llevaba cargando. Sentía que su pequeño corazón se aceleraba por lo nerviosa que estaba.

—¿Te gustan los postres? —lo intentó de nuevo Thomas.

La niña lo miró con grandes ojos, casi como si no hubiera comprendido la pregunta, pero al final asintió sin ser capaz de pronunciar alguna palabra aún. No le gustaba estar en un lugar tan desconocido pese a que fue ella misma quien le pidió a su padre acompañarlo y ya no se podía arrepentir.

—Fantástico, seguro te gustarán los de mi esposa.

Entraron a la enorme y hermosa cocina. A Elinor le llegó el exquisito aroma de galletas y se le hizo agua la boca. Entonces sus ojos dieron con la figura de una mujer y un niño, este último estaba lleno de azúcar por toda la cara. La niña sonrió ante la escena tan graciosa y adorable.

—Hola, cariño. ¿Está todo bien? —habló Martha, que estaba limpiando el rostro de Bruce, por lo que no notó de inmediato a la niña.

—Todo está perfecto. Traje a la pequeña Elinor para que conociera a Bruce. Mikel y yo tenemos algunos negocios que arreglar y pensé que los niños se podrían divertir un rato.

El niño se alejó de su madre ante la mención de su nombre y entonces vio a la niña que seguía tomando la mano de Thomas con bastante fuerza.

—Oh, es fantástico. Bruce tendrá a alguien con quien jugar. Anda, cariño. Ve a saludar —animó Martha a su hijo.

El niño miró primero a su madre y luego a su padre, entonces saltó de la encimera donde estaba sentado y se acercó a la niña.

—Hola. Mi nombre es Bruce Wayne. Es un placer conocerte —habló muy cordialmente, más de lo que se esperaría de un niño. Además, había extendido su mano.

Elinor lo miró con el ceño fruncido. Era muy raro, sin embargo, tomó su mano luego de soltar la de Thomas.

—Soy Elinor —murmuró.

Bruce sonrió un poco.

—Las galletas estarán hasta más tarde. Mientras, ¿te gustaría ir a jugar?

Ella asintió y sin que Bruce soltara su mano, se la llevó corriendo. Elinor no dijo nada mientras se dejaba llevar por el extraño niño que hablaba como adulto.

Desde ese día, Elinor regresó casi todos los días al edificio Wayne para jugar con Bruce. Y Bruce por su parte, le rogó a su padre para que lo llevara a la misma escuela que Elinor. Algo que ciertamente no resultó ser complicado.

Ambos eran inseparables. Disfrutaban la compañía del otro... sin embargo, las cosas cambiaron completamente cuando asesinaron a los padres de Bruce algunos años más tarde. El niño estaba realmente destrozado y traumado, había visto con sus propios ojos cómo sus padres morían. Era algo que ningún niño debería ver ni experimentar. Realmente no había nadie que comprendiera lo que sentía y mucho menos lo que pensaba.

Elinor estuvo para él, incluso le ofreció quedarse en su casa, a lo que Bruce accedió pero sólo fue por algunos meses.

El pobre niño se había vuelto más distante del mundo, de todo el mundo excepto de Elinor. A quien le contaba todo lo que pasaba por su cabeza, además tenía la confianza de llorar junto a ella cuando sentía que no podía más.

Ella era todo lo que necesitaba para no sentir que caía profundamente en el abismo mientras se rompía en un millón de pedacitos. Pero nunca se detuvo a pensar en lo que ella estaba sintiendo.

Elinor y Bruce asistieron a un internado fuera de la ciudad. Bruce dejó de ser tan sociable y su círculo social se limitó a Elinor. Por su parte, la niña comenzó a hacer más amigos y dejar de ser tan tímida pero nunca dejó de lado a su mejor amigo de toda la vida.

Elinor descubrió que estaba profundamente enamorada de Bruce a los diecisiete, cuando otro chico le confesó sus sentimientos y ella descubrió que en realidad le gustaba Bruce y nadie más.

Nunca se lo dijo. No podría. Era su mejor amigo y él siempre parecía tan distraído que prefirió no molestarlo con todas esas cursilerías. Bruce parecía más interesado en otras cosa que en mantener algún tipo de relación y Elinor lo entendía. Él vio con sus propios ojos cuando mataron a sus padres y eso era algo que ella no entendía en lo absoluto.

Al entrar a la universidad, sus caminos se separaron por un tiempo. Bruce cambiaba de una universidad a otra mientras que Elinor formó su carrera de leyes para seguir con el legado de su padre y hacerse cargo del bufete Reid & Pierce en algún futuro próximo.

La siguiente vez que Elinor y Bruce cruzaron sus caminos, la chica ya era toda una abogada y empresaria. Todos la reconocían y respetaban por su arduo trabajo. Bruce nunca se había sentido más orgulloso de ver a su mejor amiga triunfando. Aunque sin duda, sí resultó toda una sorpresa para Elinor la razón de su reencuentro con Bruce.

Primero que nada, se percató de lo mucho que Bruce había cambiado en todos esos años. En segundo, le sorprendió darse cuenta de que aún estaba enamorada de él, como si no hubieran pasado casi cinco años desde la última vez que lo vio. Y en tercera, casi se desmaya al escuchar la propuesta que le tenia.






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