Capítulo 14.- Compasión y palabras bonitas


Las pesadillas eran tan constantes que Rowoon ya las esperaba, luego de más de cuatro noches así se había dado cuenta que no podía escapar de ellas, ni mucho menos modificarlas, solo era un testigo mudo de todo lo que ocurría.

Solo podía sentir todas aquellas torturas que le habían infligido al otro, cómo utilizaban constantemente sustancias que hacían todo su cuerpo arder y que, en los mejores casos, ocasionaban que sus poderes explotaran. De los peores casos era mejor no hablar.

Habían sido varios los chicos que no habían logrado sobrevivir al poder de Zuho en sus mentes, era como si su voluntad por vivir se dispersara, dejando una simple marioneta que dejaba de respirar en el momento en que el poder de Zuho los abandonaba.

La pesadilla de esa noche parecía ser un poco diferente, su cuerpo ya no era el de un niño indefenso, para ese momento Zuho ya era un adolescente y su poder parecía haber crecido exponencialmente, Rowoon podía sentirlo presionando su mente aún antes de que le inyectaran la maldita droga, tampoco hacía falta esta para que su ojos derecho fuera del intenso color blanco.

Había además algo diferente, Rowoon no sentía esa indefensión de siempre, en su lugar encontró determinación.

Y un insaciable deseo de venganza.

Cuando el científico en turno entró y la camilla en la que estaba inmovilizado comenzó a levantarse, Rowoon sintió terror, pero esa vez no era por sí mismo (o por Zuho, que en esos momentos eran lo mismo), sino por todas aquellas personas que le rodeaban.

El hombre de bata revolvía la temible sustancia enfrente de él, trabajando con fría indiferencia. Ya no le hablaban más que para darle algunas órdenes específicas, de alguna manera sabía que les habían ordenado "no hablar más de lo necesario con el monstruo".

Como las otras veces, la aguja penetró en su piel y le inyectó aquella sustancia que ardía como si estuviera corroyendo sus venas, pronto su cuerpo comenzó a dar bandazos sin control, las ataduras lastimaban con crueldad mientras lo mantenían inmóvil. Luego de varios minutos así por fin cayó pesado sobre la camilla, inconsciente.

O al menos eso parecía, Rowoon pudo sentir como su percepción salía del cuerpo inconsciente. Era una sensación desorientadora que lo aterró, aunque en el sueño sabía muy bien lo que hacía y hacia dónde se dirigía.

Aunque no podía "ver" tal cual, era consciente de todas las personas que lo rodeaban, y no le costó trabajo encontrar lo que buscaba:

Se trataba de un chico que acababa de llegar, su esencia era de un intenso color rojo incandescente; se conectó con aquella esencia, obligándola a perder su voluntad y ceder su cuerpo. El niño estaba demasiado asustado, abrumado por todo lo que comenzaba a ocurrirle y por lo que habían hecho con él, no fue difícil aprovecharse de su vulnerabilidad para colarse y tomar el control completo de su cuerpo.

En esa ocasión Rowoon no podía sentir su propio cuerpo, era como si solo existiera en el niño recién llegado. Zuho forzó entonces el poder del niño para que una gran cantidad de magma fluyera desde sus manos, incendiando todo aquello que lo mantenía sometido. Las alarmas comenzaron a sonar y varios científicos y soldados entraron a la habitación, pero con acabó con ellos antes siquiera de que pudieran acercarse.

Zuho, en el cuerpo del niño, salió de la habitación para dirigirse a la contenía su propio cuerpo, inconsciente; iba dejando una estela de destrucción allí por donde pasaba: las paredes comenzaron a resquebrajarse por las explosiones de magma, los gritos de pánico llenaban el aire mientras los cuerpos de científicos, soldados y chicos caían por igual, uno tras otro.

No había piedad ni compasión, no sentía la más mínima culpa por lo que estaba haciendo, solo una fría y calculada satisfacción. Rowoon quería detener todo aquello, pero, igual que siempre, solo podía observar y sentir, atrapado en esa memoria de furia y venganza.

Zuho utilizó al chico para abrir su celda, quemó a todos los allí presentes antes de liberar su cuerpo. Solo entonces volvió a su cuerpo real, aunque no liberó del todo al chico de magma, sino que se dedicó a controlarlo como había hecho con los otros.

Así pudo seguir destruyendo todo aquel lugar maldito, donde habían cambiado su infancia por dolor y miedo.

Al final, pudo ver cómo Zuho caminaba a través de las llamas, utilizando su propio don para alejarlas, mientras el cuerpo del chico seguía haciendo que todo ardiera, incluido él mismo. Cruzó las puertas del laboratorio en medio de una explosión final que lo dejó libre.

Justo cuando Rowoon sentía que no podía soportar más, el sonido de aquella última gran explosión lo despertó.

Se quedó allí, recostado en su cama, con la respiración acelerada y el cuerpo bañado en sudor.

Siguiendo un impulso, se puso de pie y se vistió rápidamente, salió de su habitación sin hacer demasiado ruido y caminó por los pasillos oscuros y silenciosos hasta llegar a la zona de contención.

Antes de pensarlo mejor, entró al cuarto de Zuho y se quedó mirándolo. Los gritos de las pesadillas aún resonaban en sus oídos aunque la habitación estaba en silencio más allá del suave sonido del aire que circulaba por los conductos de ventilación.

Zuho aún estaba inconsciente, con la cabeza recargada en el respaldo de la silla que lo mantenía atado. Había algo extraño en su expresión, no parecía solo relajado, era como si se estuviera burlando de ellos aún dormido, y Rowoon se encontró de pronto comparando aquel rostro con las veces anteriores que lo había visto dormir.

Luego de un suspiro pesado, se acercó a la pantalla de control, tal como había hecho Youngbin unos días antes, la cabeza de Zuho cayó al frente, lo escuchó quejarse un poco antes de que por fin abriera los ojos. Su iris derecho se tornó blanco al instante, pero Rowoon no se inmutó.

—-Hola, Rowoon-ah. ¿Vienes de nuevo a intentar sacarme la ubicación de Tae? —cuestionó con burla, aunque su voz sonaba baja, adormilada.

Rowoon se acercó con cautela, analizando cada centímetro de la figura inmóvil de Zuho, buscando algo que le dijera que aquella idea que había estado dando vueltas por su mente con insistencia en los últimos días podía ser cierta.

—No quiero pelear, Zuho, quiero hablar.

Zuho levantó una ceja.

—¿Hablar? Que noble de tu parte, Rowoon-ah. Dime, ¿de qué quieres hablar conmigo?

Rowoon negó con la cabeza, ordenando sus ideas antes de expresarlas, inhaló profundo antes de hablar.

—Zuho, yo sé por todo lo que tuviste que pasar, sé lo que te hicieron.

La sonrisa de Zuho se congeló.

—¿De qué estás hablando? —preguntó, con un borde afilado apareciendo por primera vez en su voz.

—He visto tus recuerdos, no he podido dejar de soñar con ellos. Ahora sé que no siempre fuiste así, sé todo lo que te hicieron, lo que sufriste. Pero eso no justifica que dañes a otros, los demás no tenemos la culpa de lo que te pasó.

Zuho se quedó en silencio algunos momentos, antes de volver a sonreír.

—¿Culpa? ¿Crees que todo esto tiene algo que ver con la culpa? Te equivocas Rowoon, hace mucho tiempo que dejé esa patética idea de venganza atrás.

»Claro, ahora lo recuerdo, te sentí en mi mente aquella vez, pero que hayas robado mis recuerdos no quiere decir que los comprendas, Rowoon-ah.

Rowoon apretó los labios, suspiró antes de continuar, ya que había empezado aquello, lo mejor era llegar hasta el final. Además, si lograba lo que se proponía, podría terminar todo.

—Sí, hablaba de culpa, pero también de la tuya: nada de lo te pasó fue tu culpa, ellos te orillaron hasta ese punto, y lo pagaron. Pero ahora estás proyectando toda esa rabia y dolor sobre nosotros.

»Podemos ayudarte, Zuho, yo puedo ayudarte, nadie tiene por qué seguir sufriendo, ni siquiera tú.

Por algunos momentos la mirada de Zuho se suavizó, su cuerpo se relajó apenas. Rowoon sintió crecer sus esperanzas al notar que Zuho suspiró y bajó la mirada.

—¿Ayudarme? ¿En verdad crees que hay salvación para alguien como yo? —dijo en un susurro bajo, que incluso en el silencio de la sala costó trabajo entender.

Rowoon se acercó más a él, con las manos abiertas.

—No solo lo creo, estoy seguro. Lo que pasó no tiene que definirte, Zuho-ah, podemos dejar todo ese odio y sufrimiento atrás. Quiero que encuentres paz, sé que no eres el monstruo que ellos decían.

El silencio se hizo aún más profundo mientras Zuho lo miraba con los ojos muy abiertos, como si las palabras de Rowoon realmente estuvieran calando en su interior.

Rowoon se acercó un paso más, con lo que pudo notar la chispa de diversión que asomó en la mirada de Zuho y, antes de que pudiera reaccionar, la sala se llenó con las carcajadas del villano.

—Ah, Rowoon-shi, lo siento, no pude resistir más tu cara.

—¿Qué? —preguntó Rowoon desconcertado, la esperanza que se había ido formando en su interior se hizo añicos.

—¿De verdad creíste que eso funcionaría? ¿Que todo lo que quería era un poco de compasión y palabras bonitas? Eres tan patético como siempre —soltó Zuho sin dejar de reírse.

—¿Entonces qué es lo que realmente quieres? —dijo con la voz endurecida.

Zuho dejó de reír, inclinó la cabeza con sus labios curvarse en una mueca casi infantil.

—Lo que quiero es muy simple —dijo, con voz dulce—. Quiero divertirme, todo lo demás es irrelevante.

Rowoon soltó un jadeó, sorprendido por las palabras tan crueles de su voz.

—No entiendo... —susurró, más para sí mismo.

—Vamos, Rowoon, luego de todo lo que dices que has visto en las pesadillas, ¿no notaste lo aburrido que era pasar todas aquellas horas inmóvil y a oscuras?

Rowoon apretó los puños, lleno de frustración.

—Eso no tiene sentido...

—Eres demasiado ingenuo, Rowoon-shi. No estoy buscando venganza ni justicia, y obviamente no quiero compasión. Solo me interesa ver hasta dónde puedo llegar, cuántos de ustedes pueden quebrarse antes de que se también se den cuenta de que nada importa.

Las palabras de Zuho golpearon a Rowoon, dándole una claridad devastadora: Zuho no era solo un villano herido por su pasado, era un psicópata, un monstruo que veía la vida como un simple juego, que no podía distinguir entre el bien y el mal.

Rowoon respiró profundo, enfrentando aquella fría realidad.

—Si sigues así, tendremos que detenerte, Zuho. No importa por lo que hayas pasado, no podemos dejar que sigas lastimando a los demás.

Zuho levantó una ceja, divertido.

—¿Detenerme? —su risa resonó de nuevo por la sala, cruel y desafiante—. Oh, por favor, se los ruego, intenten detenerme. ¡Será el entretenimiento de mi vida!

—¿No lo entiendes? Las cosas se están torciendo demasiado, Zuho, si todo continua así, no nos dejarás otra opción que acabar contigo —solo después de decir aquellas palabras, Rowoon sintió el verdadero peso de su significado.

En lugar de asustarse o considerarlo, Zuho soltó una carcajada aún más intensa.

—Eso sería aún más entretenido, Rowoon-shi. Aunque lamento advertirte algo, incluso si lo logran yo habría ganado, mi muerte sólo sería una casilla más de este gran tablero.

»No importa lo que hagan, siempre estarán atrapados en el juego que he creado. Cada decisión que tomen, cada paso que den, solo será otra jugada que yo ya había anticipado. Será de lo más divertido verlos a todos sumidos en mi caos.

Rowoon dio un paso atrás, con la mandíbula apretada. No podía resistir más las palabras de Zuho, la consciencia de que, aquel que consideró su amigo durante tantos años, era en realidad un monstruo que se deleitaba con la oscuridad que él mismo había abrazado.

Con un manotazo frustrado, volvió a activar el panel de control para devolver a Zuho a la inconsciencia, aunque pudo notar la locura controlada en los ojos bicolor antes de que se cerraran.

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