69. Epílogo

Epílogo.

Luzu.

Habían transcurrido tres años.

Si el tiempo sin estar con Frank no era suficiente para hacerme sufrir, lo habían sido otras millones de cosas que me sucedieron desde aquel día. El día en el los ojos de Frank se posaron en mí con aquella mirada tan apagada.

Podían pasar años y años, que jamás podría olvidar cómo me miró. Incluso ahora, en los últimos días, había estado soñando con aquel momento. Sólo que en este sueño, yo corría tras Frank e intentaba convencerlo de que no era lo que parecía y que yo lo quería a él...

Sabía, perfectamente, lo que había hecho. Y la había cagado de una manera espectacular.

Cuando dejé aquello por primera vez, me dije a mí mismo que jamás volvería a pisar ese mundo. Pero ver a Alex despertó en mí mis antiguos y oscuros deseos. Supongo que fue la gota que colmó el vaso.

Sé que nada es excusa para lo que hice, y juro que me arrepiento como nadie de todo lo ocurrido...

El primer año fue lo peor para mí.

Fijé mi ira en otros chicos que traté mal, no tanto como a Alex, pero los traté mal. Estaba muy furioso y era la única forma que se me ocurría de enfrentarme a lo que me estaba sucediendo.

Poco a poco fui abriendo los ojos ante la situación.

Un día de ese primer año, recibí una llamada de Lana. Una llena de odio.

Alex le había contado que yo lo había secuestrado. Al parecer no contó tanto de lo que pasó, lo que fue un gran alivio, pero la rubia, una de las personas que más quería en el mundo, me odiaba.

No os imagináis cuánto pude llegar a llorar aquel día y en los posteriores a ese.

Me sentí como una mierda, y realmente lo era. No podía sacar de mi cabeza todo lo que había hecho.

Lo único que me alegró fue enterarme, poco después, que Alex y Lana estaban viviendo en Los Ángeles juntos. Habían tenido una hija, por lo que me enteré rubia como su madre, y ambos eran felices allí.

Lo que pasó con Lana fue definitivamente lo que me abrió los ojos del todo. Aunque también ayudaron las palizas que me llovieron en los días siguiente. Me lo merezco, decía una y otra vez en mi mente. Y era así. Me merecía muchas más palizas de las que me dieron. Quizá tuve suerte, al fin y al cabo me dije. Pero sabía que no era así.

Lo que más me dolía era Frank, y él ya no estaba conmigo.

Como ya he dicho, lo peor había sido el primer año, que aunque no fue el único duro para mí, fue en el que más desgracias me pasaron.

Aunque los días no parecían mejorar demasiado.

A comienzos del segundo año, decidí buscar a Frank. No iba a intentar comunicarme con él, sólo quería saber dónde trabajaba y qué era de él. Luego comenzaría una nueva vida lejos de todo y de todos.

Pero cuando lo vi, trabajando en aquel restaurante, supe que jamás me iría de allí.

El ir a visitarlo se había hecho costumbre. Me llevé así desde el segundo año hasta el tercero.

Lo contemplaba desde la lejanía al entrar y al salir de aquel lugar. Había días, en los que él no atendía la barra, en los que entraba y me tomaba algo allí. Iba con una sudadera con gorro, para que me tapara la cara, además de una gorra que llevaba bajo esta.

Además él estaba lejos de mí, siempre que decidía entrar, así que supe que jamás sabría de mi visita.

Me limitaba a observarlo llevar bandejas de un lado a otro. Y, de vez en cuando, sonreír a alguna broma que le había hecho algún compañero de trabajo.

Parecía un nuevo Frank, aunque no perdía ese aire inocente de su rostro.

Actualmente, me encontraba de nuevo en aquel restaurante. Me había tomado una cerveza en la barra, y salí de allí echando un último vistazo a Frank, quién atendía a uno de los últimos clientes de la tarde.

Al mismo tiempo que yo, salieron dos chicos. Uno se ellos me resultaba, increíblemente, familiar.

Me quedé mirándolo hasta que supe de quién se trataba.



—Rubiuh, déjate de gilipolleceh, ¿no? —Su acompañante sonreía con ternura al amigo de Samuel.

—Venga ya, Mangel. Si te encanta.



Ambos se miraron sonrientes. No dijeron nada, pero sus manos se unieron en una hermosa muestra de amor.

El más alto tiró del contrario hacia él y lo besó en los labios.



—Hacemos dos años hoy, y quería que fuera perfecto —El que llevaba gafas lo miraba con atención—. Aunque ya sabes que todo es perfecto a tu lado.

—Mira que ereh idiota, Rubiuh... Pero te amo tal y como ereh. —El chico acarició la mejilla de Rubén y ambos desaparecieron de allí en un periquete.



Yo me quedé allí. Parado. Observando cómo se perdían al final del trayecto, cogidos de la mano.

Aquello me recordaba a Frank. Al único chico en el que me había fijado de forma diferente. El único del que me había enamorado...

No sé cuánto tiempo había pasado allí de pie, pero las lágrimas no dejaban de correr por mis mejillas, y cuando quise darme cuenta, alguien me habló a mis espaldas.



—Perdone, señor, ¿quiere algo? —Su voz me hizo despertar de mis pensamientos. Me hizo sentir vivo y a la vez hundido. Era un sonido dulce al mismo tiempo que amargo.



No sabía si debía darme media vuelta y que descubriera que era yo, o correr sin mirar atrás.

Estuve debatiendo conmigo mismo durante bastante tiempo. Habrían pasado unos minutos y no había pensado aún en qué hacer.

Nunca pensé en que esto pudiera pasar, por eso no tenía nada preparado para este momento.



—Yo... —vocalicé, intentando que mi voz no fuera reconocida— No, gracias.



Podía notar su figura quieta, ahora estaba casi a mi lado.

No se iba.



—Tengo que... —Él tiró de mi brazo para que lo mirase. Su boca se abrió hasta el límite cuando vio mi rostro lleno de lágrimas. No dijo nada, pero tampoco se fue— Yo... Frank... —Las palabras no me salían y él se mantenía boquiabierto mirándome. No me hacía nada fácil vocalizar las palabras que deseaba decirle— Lo siento tantísimo...



Cerré los ojos, y las lágrimas salieron expulsadas. Me llevé una mano a la cabeza y seguí disculpándome.



—Me odio tanto... Pero aún así... Nunca he dejado de... —Sus brazos me sorprendieron abrazándome. Abrí los ojos, repentinamente, sin saber porqué había hecho eso. No podía comprender que no me hubiera golpeado, o que, simplemente, se hubiera largado sin decir nada.

—Sabía que eras tú —dijo—. Sabía que venías a verme.



Ahora era yo el que no podía creerse aquello.



—Al principio creí que la mente me estaba jugando una mala pasada, pero cada día estuve más seguro de que eras tú...

—Frank... —dije en cuanto se apartó de mí. Él me calló.

—No hace falta que digas nada.



Yo aparté su dedo índice de mis labios.



—Claro que hace falta. Nunca habría hecho más falta... —fijé la vista al suelo y luego volví a mirarlo— ¿Sabes? No pensaba...

—¿Decírmelo? Lo sé. No querías que supiera que venías a verme.

—No. Pero porque me asustaba cómo llegarías a mirarme. Créeme que me aterraba.

—Bueno, llevo todo un año mirándote. Aunque no sabía que hoy habías venido. —Aquello me hizo sonreír.

—En realidad llevo dos años visitándote...



De nuevo volvió a quedarse boquiabierto.



—¿DOS AÑOS? —Yo asentí.

—Nunca he llegado a olvidarte... Ni a esa mirada que me echaste ese día...



Frank me miró con tristeza. Luego me tomó de la mano, apretándola con cierta fuerza. Lo miré a los ojos.



—Ojalá las circunstancias hubieran sido diferentes... Quizá nosotros... Hubiéramos terminado de otra manera —Él se quedó en silencio. Entonces fue cuando sentí que iba a derrumbarme ahí mismo. Tenía que mantenerme alejado de él. Ya lo sabía, y no podía seguir haciéndole esto. Ni a mí mismo—. Sé que merezco que tanto tú como Lana me odiéis... Sólo quiero que sepas que sí pudiera volver atrás, lo cambiaría todo por ti... —Iba a decir que lo quería pero acabo saliendo de otra forma— Siempre te habría querido.



Me separé de él, y comencé a andar hacia cualquier parte. Fui acelerando el paso cada vez más. Sentía que iba a acabar por rendirme y correr a sus brazos... Él no merecía eso. No que volviera a hacerlo.

Pero entonces, él me sorprendió corriendo hacia mí. Podía oír sus zapatos golpear el suelo, y por último podía sentir sus brazos rodeando mi cuerpo por la espalda.



—Sé que has hecho cosas horribles, pero también has tenido un pasado complicado... Y soy de las personas que opinan que todos merecemos una segunda oportunidad —Yo me giré, sorprendido, para mirarlo—. Y quiero comprobar que has cambiado.



Yo sonreí, emocionado, y respondí a aquello.



—Puedes darlo por hecho.



Ambos nos miramos sonrientes. Él se lanzó a mis brazos y me besó en los labios. Noté que sus besos habían mejorado bastante desde la última vez que lo besé. Imaginé que habría estado con otras personas durante todo este tiempo, pero no me importaba.

Lo importante era que no había encontrado en nadie lo que él amaba de mí, y eso era más que suficiente para que volviésemos a estar juntos. Eso sí, nos iríamos a cualquier parte del mundo, donde Frank quisiera, y empezaríamos una nueva vida juntos. Lejos de todo y de todos...

---------------------

Bien. Espero que os haya encantado el epílogo, porque yo me he hartado de llorar escribiéndolo.

No he metido a Willy y Vegetta, porque como tengo que hacer el especial 1000 seguidores, pues pensé escribir allí de ellos para que podáis saber sobre ambas parejas.

Me da muchísima pena acabar este fanfic. Me ha encantado escribirlo y recibir tan buenas críticas.

En serio, jamás olvidaré el apoyo que me habéis brindado.

Os quiero, y no os imagináis cuanto me importáis.

Nos vemos en el siguiente y último capítulo.

Gracias por todo. <3

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top