61. «No cantes victoria tan pronto»
Samuel.
Varias veces llamaron a mi puerta. Estaba, realmente, cansado y no quería saber nada de nadie, hasta que consiguiera dormir todo lo que necesitaba.
—¡Señor, ha sucedido algo! —Me incorporé de la cama ante los incesantes gritos. Me quedé unos segundos sentado y me propuse levantarme para abrir.
Willy estaba despierto y me observaba desde su posición.
Abrí la puerta, y un par de hombres me informaron desde fuera.
—El chico ha desaparecido.
Mi cara se descompuso en el segundo exacto en el que anunció aquello. Volví la vista a Willy, quien me miraba en silencio, sin saber cómo reaccionar ante lo ocurrido.
—¡¿Cómo ha podido pasar eso?! ¡¿Me podéis decir cómo es posible?!
—Lo siento, señor... No sabíamos que había alguien en la casa... Yo...
—¿Cómo? ¿Qué es eso de que había alguien dentro?
—Sí... Nadie pudo entrar anoche. Estuvimos haciendo guardia hasta hace unos minutos. Fueron a llevarle algo de desayunar al chico, cuando se dieron cuenta de que...
Mierda... No caí en ese detalle. No se me ocurrió la idea de que Luzu podría no haberse ido. Se quedó y esperó a que anocheciera para llevárselo.
—¿Cómo salieron si estabais ocupando la puerta?
—Por una ventana de esta planta, señor. Bajarían por la parte trasera...
—Ya... Luzu conoce demasiado bien esta casa... Hay que buscarlo.
—Entendido, señor. —Los dos hombres salieron de allí, despavoridos.
Me senté de nuevo sobre el colchón, quedando frente a Willy. Creo que iba a hablar, pero no lo hizo. Supongo que aún se sentiría molesto conmigo, después de haberme burlado de sus estúpidos sentimientos. Quise sonreír, pero no pude.
Busqué mi teléfono móvil, el cual descansaba sobre la mesita de noche y marqué el número de Rubén.
—Hola, Samuel. ¿Qué pasa? Es raro que me llames a estas...
—Rubén, necesito que vengas. Luzu se ha llevado a Alex. —Lo interrumpí.
—¡¿Cómo?! ¿Cómo ha pasado eso?
—Al parecer no salió en ningún momento de la casa... Ahora te sigo contando... No tardes.
—Estaré allí enseguida. —Dicho eso, cortó la llamada.
Me quedé mirando la pantalla del móvil, reflexionando.
Willy emitió un leve ruidito. Desvié la mirada hacia él y supe que su cuerpo no podía más. Me levanté de la cama y me dirigí hacia él.
—¿Quieres que te suelte? —le pregunté. Estaba, increíblemente enfadado, y eso lo notó de inmediato.
—Lo que usted quiera, señor... Es decisión suya...
Suspiré, intentando calmarme un poco. No merecía la pena alterarme. Además no quería pagar mi ira con el chico. No quería volver a pegarle.
Fui hasta donde se encontraba la llave de las esposas y a continuación lo solté.
Su cuerpo cayó desplomado al suelo.
Había estado en esa posición toda la noche, y su cuerpo se encontraba cansado.
—Te dejo ahí para que descanses. No intentes moverte en un par de horas, te lo recomiendo. —Él asintió y yo salí por la puerta.
[...]
Cuando Rubius llegó, ambos nos subimos al coche, sin ni siquiera saludarnos.
Conduje hasta donde vivía Luzu, mientras mantenía una corta conversación con mi acompañante.
—Menudo día de mierda el de hoy —Comenzó a hablar, después de un rato de silencio—. Me llama Mangel para decirme que esta tarde quiere venir a mi casa a buscar algo que se dejó... Y luego me llamas tú para esto...
—Hay días que es mejor no levantarse —dije, sin despegar la vista del frente—. ¿Estarás... bien? —Me costó bastante preguntar aquello.
Noté cómo su cabeza se giró para mirarme. Creo que sonrió.
—No sé, Samu...
—Si quieres puedo estar contigo para cuando lo veas.
—Te lo agradecería mucho. —Yo asentí y ambos volvimos a quedarnos en silencio.
Por fin llegamos a la pequeña casita.
Salimos, y Rubén fue el primero que se acercó a la puerta.
Llamó al timbre, fingiendo paciencia. No atendió nadie, así que empezó a aporrear la puerta.
—A lo mejor no hay nadie —dije, impidiendo que Rubén armara escándalo—. Esperemos aquí.
—¿Me queda otra? —No respondí nada. Él ya sabía la respuesta a aquello.
Mi compañero se sentó en los pequeños escalones que había frente a la puerta, y yo lo acabé imitando.
Su móvil comenzó a sonar. Lo sacó del bolsillo, miró la pantalla y colocó el teléfono frente a mis ojos. Era Mangel.
—Voy a ponerlo en manos libres. —dijo.
No entendía esa manía de compartir su vida conmigo.
—Rubén —Se hizo escuchar a través del móvil—, he pensaoh que como nunca tieneh nah que haceh, que podría ih ya a tu casa, ¿no? No me corre prisa, pero cuanto anteh mejoh. No quiero teneh que pohponeh ehte calvario.
—Yo ahora no puedo, Mangel. Estoy ocupado.
—Ya, claroh... ¿Con uno de esoh trabajoh tuyoh? Algún día te meterán en la cárceh... Tú veráh lo que haceh... —Nunca me había caído mal Miguel Ángel, pero siempre se metía demasiado en las cosas de los demás. Miles de veces había tenido que controlarme, cuando se había metido en mi vida.
—Está conmigo. —dije. Cuanto antes terminara la conversación, mejor. No iba a soportar escucharlo todo el tiempo... Además, teníamos algo que hacer.
—Ah, que estah con Samueh... Peoh me lo poneh... Pero bueno haz lo que quierah... Me pasaré a lah seih, así que estate a esa hora...
Antes de que Rubén pudiera responder a aquello, él ya había colgado.
Se guardó, de nuevo, el teléfono y se quedó en silencio.
Llevé mi mano a su hombro como muestra de afecto, el colocó una de sus manos sobre la mía.
—Bueno... esperemos a ese cabrón.
[...]
A lo lejos, vimos a dos chicos. Uno de ellos era él, creí que el otro sería Alex, pero ese chico era visiblemente más alto, era Frank.
Ninguno de ellos se había dado cuenta de nuestra presencia, aún.
Rubén y yo nos acercamos con cuidado. No queríamos que Luzu se nos escapase, en caso de que saliera corriendo.
Cuando ya estábamos a una distancia cercana, nos dejamos ver ante ellos.
Frank se quedó clavado al suelo, sin poder moverse. Luzu hizo lo mismo, pero él no estaba para nada aterrorizado, como su acompañante, él lucía una sonrisa horripilante. Estaba, increíblemente, tranquilo.
—¿Dónde coño está? —le pregunté, agarrándolo por el cuello de la camiseta.
—No sé de qué me estás hablando. —respondió, sin dejar de mirarme a los ojos.
—Sabes perfectamente de quien te hablo. —Él rió y volvió a hablar.
—¿Ya lo has perdido? Creí que tu casa estaba bien vigilada.
—¿Dónde está? —Volví a formular la misma pregunta.
—No sé nada.
—¡No mientas, cabronazo! —gritó Rubén. Estaba a punto de golpear el cuerpo de Luzu, pero yo lo impedí.
—No le pegues, eso es lo que él quiere. Que perdamos los papeles. —Lo solté en el suelo, y esperé a que dijera algo.
—¿No habéis pensado que quizá se haya fugado él? ¿Por qué iba a confiar en alguien como tú, Samuel? Además... Sabe que eres mi amigo... —Eso último me lo susurró al oído. Yo lo aparté de mí.
—No somos amigo, Luzu. —Él se encogió de hombros.
—Me partes el corazón.
—Tú no tienes de eso. —dijo Rubén.
—Deberíais poneros a buscarlo cuanto antes, no vaya a chivarse de lo que somos...
—Ya, claro... ¿Cómo sabemos nosotros que no lo tienes tú? —Luzu suspiró.
—Podéis entrar y comprobarlo por vosotros mismos. —Nos tendió las llaves de la casa y nos acompañaron hasta el interior.
Frank andaba con dificultad, a causa del miedo. Lo toqué para tranquilizarlo, pero sólo conseguí alterarlo más.
—Tranquilo, chico. —dije, en un tono de voz en el que sólo me escuchara él.
—¿Q-qué ha pasado, señor?
—Eso es algo que no te incumbe... Pero... puedes hacer algo por mí.
—¿E-el qué? L-lo que sea.
—Mantén vigilado a Luzu. Si notas cualquier cosa fuera de lo normal, mantenme informado —Él asintió. Le tendí una tarjeta con mi número, y él se la guardó—. Ten mucho cuidado, ¿de acuerdo? —De nuevo asintió.
Recorrimos toda la casa en vano. No había nadie allí, eso era cierto. Pero eso no significaba que Luzu no estuviera metido en esto también.
Fuera como fuese iba a averiguarlo.
Rubén y yo salimos de allí, tras presenciar la sonrisa victoriosa de Luzu... Lo único que pensé al verla fue "No cantes victoria tan pronto"
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