60. ¿De vuelta a la normalidad?
Frank.
Me había quedado dormido, hasta que la puerta de entrada se escuchó cerrarse. Miré el móvil y eran las cinco y media de la mañana. Volví a bloquear mi teléfono y me hice el dormido.
¿Qué horas eran esas de llegar?
La puerta de la habitación se abrió, dando paso a Luzu, quién se veía en la oscuridad. Yo tenía los ojos entrecerrados, lo suficiente para verlo.
Se quitó los pantalones, se acostó a mi lado y se metió conmigo bajo las sábanas.
Me estaba mirando, y ya no supe si se estaba dando cuenta de que mis ojos no estaban del todo cerrados.
Acercó su cara a la mía y depositó un rápido beso en mis labios. A continuación cerró sus ojos y ambos nos quedamos dormidos.
[...]
Los rayos de sol comenzaron a pasar a través de las claras cortinas, despertándome por completo.
Me moví en la cama, quedando frente a Luzu, quién estaba abriendo los ojos, poco a poco.
—¿Qué tal has dormido? —me preguntó.
—Bien, ¿y usted? —respondí con timidez. Luzu parecía estar más guapo que nunca.
—Genial —dijo. Y a continuación, se levantó—. Aunque me hubiera gustado que nos hubiésemos ido juntos a la cama anoche... —Entendí, a la perfección, las segundas intenciones.
Noté que mis mejillas empezaron a arder, y yo también me levanté de la cama.
—Señor... ¿puedo hacerle una pregunta? —Luzu arrugó el entrecejo, y deseé con toda mi alma que no se enfadara— Había un pequeño cerco de sangre en la habitación de Lana...
Al pronunciar la palabra sangre, sus ojos cambiaron a unos más fríos.
Me interrumpió antes de que pudiera formular la pregunta.
—Lo siento... No quería que te enterases de eso... Me di un pequeño golpe en la cabeza, buscando entre las cosas de Lana... Ya sabes, ya mismo es su cumpleaños y...
—Oh, ¡¿en serio?! —Aquello lo dije al oír que la sangre no era de otra persona. Diciéndolo así parece que quisiera que Luzu se golpeara. No es así, simplemente me hacía sentir más calmado si él no se había metido en ningún lío— Perdona... ¿Cómo está, señor? ¿Cómo fue el golpe? —Él sonrió, y toda la tensión desapareció de mi cuerpo.
—No te preocupes, me pusieron unos puntos. No es nada —Volvió a sonreír y añadió—. Y sí, ya mismo es el cumpleaños de Lana. Así que hay que prepararle algo —Yo asentí. La idea me emocionaba—. ¿Vamos a desayunar?
—Sí. —dije, siguiendo sus pasos hasta la cocina.
Eligió una de las sillas, frente a la mesa, y la movió hacia atrás, para que me sentara.
Vocalicé un débil "Gracias" y observé cómo se alejaba, para abrir la nevera.
—¿Te apetece algo en especial?
—No —respondí—. Lo que usted quiera.
Volvió a girarse, dándome la espalda.
Yo lo miraba, ilusionado.
Desde que habíamos vuelto de la casa de Samuel, sabía que él había cambiado por completo su forma de comportarse, pero hoy parecía ser ese Luzu adorable que fue alguna vez.
—¿Te apetece? —preguntó. Había traído a la mesa, un cuenco de cereales con leche.
—Claro.
—Está bien. —Volvió a sonreír y se fue por donde había venido, para prepararse algo para él.
Al final optó por desayunar lo mismo.
Lana apareció por la puerta de su habitación. Era raro que fuese la última en despertar.
—Sorry, guys! Estaba muy cansada. ¿Qué tal habéis dormido? —dijo, al mismo tiempo se incorporaba. Se sentó frente a Luzu y a mí.
—No te preocupes, Lanita. Haber descansado un poco más. —Luzu tenía razón. Debería haberse quedado en la cama, ya que hoy no tenía que trabajar.
—Yo sí he dormido bien —dije—. ¿Y tú? ¿Cómo estás?
—Estoy algo mejor, Frank. Gracias...
Luzu y yo nos miramos en silencio, y supe que él me preguntaba con la mirada qué estaba pasando.
—Lana está triste porque Alex no la ha llamado... Lo siento, se me olvidó comentárselo señ...
Lana nos miró extrañada.
—Es... un pequeño... juego. —dije, sin saber porqué. Di por supuesto que Luzu no querría que supiera lo que había estado pasando días atrás, así que...
Luzu volvió la vista a la chica y comenzó a hablar.
—Así que Alex no te ha llamado... —Ella negó con la cabeza— ¿Quién se cree que es, Brad Pitt? Él se lo pierde, Lana. Ya se dará cuenta de la preciosidad de chica a la que está ignorando. Vales muchísimo, ni siquiera te preocupes por él...
Ella sonrió con ternura y asintió.
—Thank you, honey. Voy a... —La rubia fue a levantarse de la silla, pero el castaño se lo impidió.
—Ya te preparo yo algo —dijo—. ¿Qué te apetece?
—Dos croissants y un vaso de leche.
—De acuerdo.
—¿Qué le pasa a este? —me preguntó Lana en voz baja— Está como muy animado, ¿no? ¿Hicisteis algo anoche? —vocalizó con picardía.
—¡No! —Aquello me hizo sentir, realmente, avergonzado— No hicimos nada. —Esta vez bajé la voz, para que sólo me oyera la rubia. Con el grito anterior había llamado la atención del castaño y no pretendía eso.
—Aquí tienes —habló Luzu—. ¿De qué hablabais? He notado a Frank muy nervioso.
—D-de nada... Cosas sin importancia...
—De sexo —habló la rubia, volviendo a avergonzarme con nada más pronunciar la palabra—. Creo que Frank lo extraña.
—¡¿Q-qué?! —Escupí los cereales. Luzu me miró con deseo y me susurró algo que esperé sólo haberlo oído yo.
—Esta noche lo haremos las veces que quieras...
Todos nos terminamos el desayuno, recogimos la mesa y salimos a dar una vuelta juntos.
—Esta tarde he quedado con un viejo amigo, no tardaré demasiado pero tengo que pasarme a verlo. No te importa, ¿no? —Luzu estaba hablándome en voz baja. Supongo que no era una conversación que debiera interesar a Lana.
—No me importa. ¿A qué hora sería?
—A las siete. Tardaré una hora, aproximadamente.
Lana puso el oído e intervino en la conversación.
—Tienes que estar esta noche. Iremos a cenar por ahí, juntos.
—Estaré —dijo él—. Además... Tú y yo tenemos algo pendiente... —Eso último lo susurró a mi oído, provocándome un leve temblor por todo mi cuerpo.
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