51. El dulce placer del dolor
Luzu.
Íbamos de camino a la mansión de Samuel. Mientras tanto tenía que escuchar al gilipollas de Rubén, por lo visto se llamaba así, burlándose de mí, descaradamente. Comentando lo fácil que sería tirarse a Frank.
No podría olvidar la expresión de su cara, al mismo tiempo que articulaba aquellas palabras, al igual que no olvidaría su cara desde que lo vi por primera vez en la casa de Samuel.
No podía distraerme en otra cosa, sólo lo oía hablar y hablar.
-Tu chico es demasiado fácil, Luzu -Rió el bastardo. Desde la parte de atrás del coche, pude ver como a Samuel, quién conducía, se le dibujaba una pequeña sonrisa en los labios. Malditos hijos de puta-. Deberías, al menos, enseñarle a defenderse, cuando otros que no seas tú quieran metérsela -Él seguía burlándose, y a mí me era imposible ocultar mi desagrado-. Aunque yo podría metérsela igual. Bueno... cualquiera.
Yo seguía conteniéndome. Sabía que tendría que hacerlo, si quería que me ayudasen con mi problema.
Me crucé de brazos y miré a través de la ventanilla. Era muchísimo mejor que mirarle a la cara a esos dos...
[...]
Samuel cargó en brazos a Alex, quién respiraba con tranquilidad. Verlo así me hacia sentir mal, pero por otra parte me excitaba. Él lo merecía. Me desafiaba. Se burlaba de mí. Y eso no se lo toleraría a nadie.
Comenzamos a andar en dirección a la entrada de la gran casa.
Una vez en la puerta, nos abrieron sin necesidad de llamar. Y un hombre, que se encontraba al fondo de la sala, desapareció de nada más ver a su señor entrar. Parecía apurado.
El dueño de la casa nos miró a ambos en silencio, sin hacer ningún movimiento, exceptuando el de la cabeza.
-¿Quieres que lo coja yo? -le pregunté. Tenía que cansar llevar a alguien durante un rato.
-Estoy bien. -dijo él, sin dirigirme la mirada. La verdad es que él estaba en muy buena forma y no parecía que el peso de Alex le estuviese suponiendo un problema. Además el chaval que tenía en brazos tampoco es que pesara gran cosa.
Me quedé mirándolo, hasta que el mismo hombre que había desaparecido hacía unos segundos, apareció con Guillermo atado de pies y manos. Interesante. Samuel había estado jugando con su gatito antes de venir a verme...
El hombre empujó, levemente, al chico y procedió a hablar.
-Aquí tiene señor. Lo que usted me dijo.
Rubén y yo nos manteníamos firmes. Los dos mirábamos al frente, contemplando la escena.
El chico dejó de mirar al hombre que estaba a su espalda, y nos miró a nosotros. Cuando sus ojos se fijaron en mí, supe que no le gustó para nada verme, pero cuando vio la situación en la que se encontraba Alex, cambió su expresión a una de horror.
-No digas nada -habló el dueño del chico-. Esto no es asunto tuyo.
Al chaval se le cerró la boca de golpe, no hizo falta que dijera nada más.
Al parecer, Samuel había aprendido muchísimo desde que nuestros caminos se separaron. Aprendió del mejor.
Mis acompañantes empezaron a exponer sus ideas de qué hacer con el chico. Yo miraba a Samuel con una sonrisa, verlo preocuparse era magnífico.
Sabía que podía llamarlo a él. Sabía que después de lo que había pasado podía hacerlo. Pero no porque él me perdonase o algo por el estilo, sino porque en el primer instante que Samuel vio a Alex, hace ya unos años, quiso protegerlo. Por aquel entonces él se preocupaba por los chicos de los que yo abusaba, y sabía que desde ese momento Alex se convirtió en alguien a quién proteger de mí. Era una debilidad.
El grito de Guillermo me devolvió a la realidad. ¿Qué coño le pasaba? Lo observé por unos instantes, y estaba horrorizado, mirando a quién seguía en brazos de Samu.
Ah, es por la sangre...
Volví a mirar al chico, con asco, ¿cómo podía ser tan débil? ¿Acaso se escandalizaba por algo como esto?
-Acompáñame a un lugar en el que pueda mirarlo -Rubén se dirigió a Samuel, ignorando por completo mi presencia-. Será más cómodo que hacerlo aquí. Además no querrás que este chico se asuste más de lo que ya está, ¿no?
Samuel miró al chico, y sin decir nada desapareció al lado de su amiguito "el médico" Ese sabía más poco de medicina que yo.
Dejé de mirar a los que se habían ido, para concentrar en mi vista en la cabecita que se había girado para mirarme de frente.
El idiota comenzó mirar a su alrededor, evitando mantener contacto visual conmigo, estaba intentando disimular, pero lo hacía fatal. Se notaba que estaba nervioso y que se sentía incómodo con mi presencia. Y a mí aún no se me había olvidado lo último que le dijo a mi Frank.
No pude evitar sonreír con maldad, cuando por fin sus ojos se clavaron en los míos.
Lo miré de arriba a abajo un par de veces, notando como su incomodidad iba aumentando en cuestión de segundos.
-¿Me tienes miedo? -Él me miró en silencio. Ignorando lo que acababa de preguntarle- Te he hecho una pregunta -Coloqué una mano en su hombro, y oí cómo se le escapó un grito. No se esperaba que fuera a tocarlo-. No me gusta que me ignoren.
Sonreí con cinismo, mientras no dejaba de verlo a los ojos. Lo observaba de forma que se sintiera aún más intimidado.
Todavía tenía mi mano sobre su hombro, pensé en aterrarlo un poco más, así que la deslicé por su espalda, terminando por sostenerlo de su cintura.
Miró donde había apoyado mi mano, y luego me miró con mala cara. Se le notaba que se moría de ganas por soltarme alguna cosa, pero no lo hizo. ¿Tendría miedo a que las palabras no le salieran demasiado claras?
-¿Te ha comido la lengua el gato? -La silueta de Samuel se hizo ver por detrás del chico. Se paró para mirarme con seriedad. Estaba cruzado de brazos.
Volví la vista al chico, hasta que el dueño de la casa habló.
-¿Qué se supone que haces?
Sonreí dé nuevo, y aparté la mano de Guillermo.
-Sólo hablaba con tu chico. -respondí.
-Pues sí quieres hablar con él, hazlo con un mínimo de separación y sin tocarlo. Te recuerdo que él es mío -Los ojos del chaval empezaron a moverse nerviosamente al oír aquellas palabras de su amo. Volví a desviar la mirada a mi amigo de la infancia-. ¿O es que acaso no te basta con haber violado a uno hasta dejarlo inconsciente? Eres un animal.
-No quiero a tu sumiso feo y sin gracia -emití. Mi idea era sólo asustarlo. Quería que supiera con quién se las estaba viendo-. Alejandro lo merecía. Desde el primer momento en el que lo vimos, lo buscaba.
-¿Qué... coño? -Fue lo que dijo, al mismo tiempo se acercaba a mí-Te ayudo después de todo, ¿y esto es lo que o tengo a cambio? -¡Venga ya! Él no lo hacía por mí, sino por Alex, alguien a quién no conocía apenas- Y no es feo y sin gracia, o no te lo estarías tirando con la mirada -Cogió aire para seguir hablando. Se le veían muchas ganas de golpearme-. En cuanto Rubén haya terminado de revisarlo y lo ayude, te lo llevaras de aquí y desaparecerás de mi vista para siempre.
Sentí una pizca de dolor instalarse en mi pecho, pero no lo hice notar y hablé como si no me importara.
-No hay nada que desee más. -Samuel rió.
-No harías nada sin mi ayuda. Y algo me dice que esto no será lo último -Agarró a su chico del brazo-. Ven. Te llevaré a mi habitación y enseguida estaré contigo.
Ambos se alejaron hasta desaparecer por el pasillo.
Ahora aquello empezaba a doler aún más.
¿Por qué me dolía de esa forma?
Nada me importó nunca lo suficiente para que llegara a dolerme. ¿Qué me estaba pasando?
¿Perdería también a la única persona que se preocupó por mí alguna vez?
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