41. ¿Seguiría siendo capaz de matarme?


¡Holi! ¿He tardado mucho en subir? Disculpadme si es así. Tenía pensado subir antes, pero entre unas cosas y otras no he tenido tiempo.

Antes de nada, quería deciros que he subido un nuevo One-Shot de un anime (Shingeki No Kyojin o Atack on titans si lo preferís) Es sobre dos de los personajes, Eren y Levi (Ereri) por si os interesaría leerlo. ^^

Una vez más, gracias por vuestra paciencia.

Disfrutad del capítulo. Espero que os guste.

Mucho amor. <3


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Samuel.

Después de ir a ver qué quería el chico de Luzu, volví a la habitación donde se encontraba mi amigo echado sobre mi cama.

Lo había golpeado con bastante fuerza, aunque no fue tanto como cuando golpeé a Guillermo, aquel día que me sentía tan furioso conmigo mismo.

Luzu se incorporó de la cama, con la ayuda de uno de mis criados.

La verdad es que no había planeado algo así, como liarme a golpes con él, pero se presentó tan de repente y con ganas de pelea, que no pude contenerme. Además, siempre había tenido ganas de hacerlo. Él jodió mi vida. De lo único que me arrepiento por haberle pegado, es por la reacción que tuvo Guillermo. Se asustó mucho al presenciar la pelea. Luego le preguntaré al respecto.

Luzu me miró con mala cara, sin decir, absolutamente, nada.

—¿Qué? —Lo miré de la misma forma— No te he dado nada que no merecieras.

Él seguía sin pronunciar palabra.

—Oye, tú —dije a uno de los presentes en la habitación—. Tráeme a Frank. Le dejaré ver a este microbio.

—Sí, señor. —El hombre salió por patas, siendo Luzu, otro de mis sirvientes y yo, los únicos ahí ahora.

—Ojalá hubiese acabado contigo cuando aún podía hacerlo. —Oír aquellas palabras salir de la boca de mi compañero, me hizo sonreír con maldad.

—Llegas demasiado tarde, Luzu. Siento decírtelo —Hice una pequeña pausa, y corregí lo que había dicho—. Bueno, en realidad no siento nada en absoluto.

—Crees que conseguirás volverme cómo era antes, pero eso es imposible.

—No sé cuando te darás cuenta de que nunca has cambiado. Sólo te has estado conteniendo. —vocalicé, sin dejar de sonreír.

En ese momento llamaron a la puerta de mi cuarto. Di la orden de entrar, y ahí estaba aquel chico.

Abrió, exageradamente, los ojos y corrió hasta su amo.

—Estoy bien, Frank. —dijo él, al ser rodeado por los brazos de su sumiso. Ver aquello era lo que necesitaba para dar el siguiente paso. Ya estaban listos. Ahora era mi turno de vengarme.

—¿Q-qué ha dicho el médico, señor De Luque? —¿El médico? Oh. Supongo que Guillermo le dijo eso. La verdad es que le dije una pequeña mentira a mi inocente Willy. Llamé a un amigo para que hiciera el papel de médico en caso de que fuese necesario. Pero ni sabía de medicina, ni tampoco es que le hiciera falta a Luzu.

Ese amigo mío, por cierto, hacía poco que lo había visto. En la fotografía que me tendieron, aquella vez, los agentes de policía que se pasaron por mi mansión. Sí, esa vez que negué cuando me preguntaron si lo conocía.

Rubén, ese es el nombre del chico. Aunque yo lo llamaba Rubius.

—No es nada, no te preocupes. —El joven asintió, preocupado, volviendo la vista a su querido amo.

—Estaba muy preocupado, amo... —La escena se había vuelto un poco desagradable a mis ojos. Pero no del todo.

—Quiero que me escuchéis atentamente —anuncié, para llamar la atención de ambos—. Sois libres —Esas dos palabras, los dejó boquiabiertos—. Mañana a primera hora, podréis iros. —Luzu frunció el ceño, sin entender una palabra de lo que estaba haciendo, mientras que Frank parecía estarme agradecido.

—¿D-de verdad señor?

—Claro. Creo que estáis preparados. Además no quiero seguir con esto, ya os he retenido demasiado tiempo. —No lo creía, lo sabía. Estaban preparados e iba a ser divertido.

—M-muchas gracias, señor. —Sonreí, intentando no poner mala cara y desaparecí, por un momento, de allí. Fuera me encontré con otros tres sirvientes —uno de ellos, quién salió en busca de Frank—, los cuales entraron al cuarto.

Fui en busca de Guillermo, el cual estaba sentado en el suelo, apoyado en una de las paredes.

—Ho-hola, amo. ¿Qué le trae por aquí? —Saqué la llave del bolsillo y entré para sentarme a su lado.

—He decidido algo, y pensé que tenía que compartirlo contigo.

—Oh. ¿Y de qué se trata, señor? —El chico me miraba con interés y nerviosismo. Le temblaban las manos, las cuales tenía posadas sobre sus rodillas.

—He liberado a Luzu y a Frank. Mañana por la mañana se irán. —Más que feliz, pareció que la noticia lo desilusionó. Creí que a Guillermo le alegraría que Frank, con el cual había hecho muy buenas migas, al parecer, fuera libre... Espera un momento...

—Oh, qué bien. —dijo, sin ánimos.

—¿Qué coño te pasa? ¿No querías lo mejor para tu amiguito? Lo he soltado, ¿sabes? ¿Acaso eso es algo malo? ¿Por qué mierda te sienta mal que ya no vaya a estar más aquí? —Si había pasado algo entre ambos, juro que los mataría a los dos, sin ningún remordimiento.

—No es que me siente mal que se vaya... Es que... —Él bajó la mirada, sin saber qué decir.

—Mira, Guillermo —Lo agarré, sin ninguna delicadeza, del mentón, y con la otra mano tiré de su cabello, haciéndole daño—, si no me aclaras la situación, juro que te destrozaré la cara. —Entrecerró los ojos, mientras que intentaba separarse de mí, inconscientemente.

—¡No quiero tener que volver a dormir aquí! —gritó, a punto de llorar.

Lo solté de inmediato, sintiéndome mal por haberlo tratado así.

Me había sentido raro, más bien furioso, porque creí que lo que lo preocupaba es que quizás no volvería a ver a Frank. Creía que podía sentir algo por el chico de Luzu, y aquello me causaba una sensación nada agradable.

—Así que era eso...

—S-sí. —Guillermo volvió a mirarme, con cara de cachorrito. Era increíble lo mucho que lo había cambiado estar aquí. Convivir conmigo. Ahora era todo un sumiso.

—No te preocupes, te traeré todo lo que tenías, antes de que ese bicho estuviese aquí.

—Ese no es el problema... No quiero volver a dormir solo... —Por un momento pude haberle dicho cualquier gilipollez, típica de personas celosas, (obviamente yo no era una) en cambio lo que dije fue algo muy distinto. Me levanté de golpe, y lo observé desde arriba.

—Creo que deberías comportarte como alguien normal, ¿sabes? No digo que no me obedezcas, porque eso te traería problemas, pero deberías evitar comentarios como esos. Cualquiera diría que padeces el síndrome de Estocolmo. —Él se quedó desconcertado. Supongo que no tenía nada que decir ante algo que era totalmente cierto.

Decidí andar para salir de allí, pero un tirón de la parte baja de mis pantalones, me hizo darme media vuelta.

—¿Qué es lo que qui...? —Al ver su cara de tristeza, cerré la boca, para observarlo en silencio.

—Señor... he estado pensando en algo que me dijo hace tiempo... —Arrugué el entrecejo— Aquella vez me dijo algo... que supongo que lo decía en serio.

—No suelo bromear con nadie, Guillermo. —Él dejó de mirar el suelo y volvió a mirarme.

—Entonces quiero saber si sigue siendo así...

—Suéltalo —Escupí, no literalmente—. No tengo todo el tiempo del mundo.

—Entonces... ¿seguiría siendo capaz de matarme?

Aquellas palabras cayeron sobre mí, como un cubo de agua helada. Era la última pregunta que esperaba oír de los labios de Guillermo. Me había quedado de piedra.

¿Y ahora? ¿Qué debía decirle?

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