32. Sin piedad
Frank.
Entre todos los pirados de esta casa, me destrozaron por completo. No podía apenas moverme, me habían llevado hasta la cárcel en la que dormiría y pasaría la mayoría del tiempo mientras estuviese en este horrible lugar, si es que alguna vez llegara a salir de aquí. Me dejaron tirado en el suelo. Ni si quiera fueron para dejarme sobre la cama. Aunque luego unos hombres se la llevaron, sin dejarme nada donde acostarme.
"Eso es lo que te mereces, pedazo de mierda" Me había dicho el tal De Luque, o como yo prefería llamarlo, el chiflado hijo de puta.
No podía moverme, sin sentir más dolor aún, así que me quedé quieto.
De vez en cuando, escuchaba pasos cerca, pero nunca aparecía nadie, hasta que vi la silueta de Samuel tras las rejas.
—No te daré de cenar. Y mañana no comerás en todo el día. Ve acostumbrándote si vas a comportarte así —Hizo una pausa para sonreír y volvió a hablar, burlándose de mi situación, para volver a desaparecer de allí—. Que duermas bien en tu cómoda cama.
Estuve esperando a esos sirvientes que vendrían a currar mis heridas, pero nadie vino. Ese cabrón no mandó a nadie porque intenté escaparme. ¿Acaso es raro que quiera salir corriendo de aquí?
Me quedé pensando durante un rato, recordando el momento en el que salí de allí. Cómo Luzu me hizo creer que correría conmigo hasta la salida, pero en cambio se quedó sentado al lado de su compañero pirado. Desde luego se parecían mucho.
No quería creer que había perdido a Luzu, pero esa forma de golpearme... Esos ojos, distantes, que miraban a la nada cruelmente y con frialdad... ¿Lo estaría, realmente, perdiendo? ¿O hacía lo que fuera para que ambos pudiéramos escapar de aquí cuanto antes?
Fuera cual fuese la respuesta, no podía perdonar a Luzu... Aunque... si lo pensaba bien... Fue todo por mi culpa. Yo le insistí en venir aquí, pese a que él me advirtió un par de veces sobre lo que podría conllevar el visitar este lugar. Ojalá le hubiera hecho caso. Ya ni siquiera quería saber sobre su pasado. Ya no importaba eso, sólo el salir de aquí.
Mi cuerpo se iba debilitando por momentos, hasta que el sueño terminó por aparecer, cerrándome los ojos a su paso.
(...)
Pasaron tres días de sufrimiento, en los que, al menos, no fui golpeado, pero tuve que acatar cualquier orden ridícula que ejerciera Luzu sobre mí.
Con un poco de suerte, conseguí quedarme unos segundos a solas con él, donde pudo decirme que debía hacer todo lo que se le ordenara y que pronto podríamos volver a casa.
Rozó, con delicadeza, su mano con la mía, lo que me hizo calmarme un poco. Fue el único momento de paz que tuve.
Luzu parecía cambiar por completo cuando Samuel estaba delante.
Él nos observaba a ambos en silencio.
—A partir de ahora, más lo que te estamos enseñando, te enseñaremos, también, que nunca, bajo ninguna circunstancia, puedes abandonar al dominante. Él siempre será tu dueño, hasta que se canse de ti, y decida liberarte.
Asentí, pese a no estar de acuerdo Miré a ambos, esperando cualquier orden o señal a la que tuviera que someterme.
No sabía si esto era posible de aguantar mucho tiempo. Quería confiar en Luzu, hacer lo que fuese para salir de aquí, pero, por otra parte, mi cabeza me decía que cualquier oportunidad de huir era bien recibida. Pero claro, si volvían a pillarme intentando escapar... Todo esto se me iba a hacer el triple de duro, o incluso Samuel sería capaz de golpearme hasta matarme.
Se veía en su rostro que eso no sería un problema para él. De seguro ya habría matado a otras de sus víctimas. Pobres criaturas que han tenido que aguantar todo esto. Incluso mi compañero de celda, el cual, por cierto, no dormía conmigo. ¿Le obligaría este pirado a dormir con él?
—Bien, ¿estás listo? Porque no me importa si no lo estás. —Sonrió con maldad.
Luzu lo miró y empezaron con la tortura.
Los disparates que tenía que escuchar día tras día, me entraban por un oído y me salían por el otro.
Esta gente creía que nosotros éramos juguetes con los que ellos podrían divertirse cuando quisieran. Y no era así. Todos somos humanos, por lo tanto somos libres de hacer lo que queramos. Aunque iba a tener que fingir que no pensaba así, en absoluto, porque se darían cuenta y no podría salir de aquí.
Por fin, un descanso. Me llevaban de vuelta a la celda con Guillermo.
Guillermo... En un principio lo llamaba Willy, pero desde aquel momento... tuve que empezar a decirle por el primer nombre.
Fue una estupidez. Sólo porque Samuel me oyó decirle así y me golpeó un par de veces en el abdomen, repitiéndome una y otra vez que sólo él podía llamarlo Willy. Aquello me hizo confirmar por milésima vez que estaba totalmente chiflado.
—¿Cómo te ha ido? —me preguntó, nada más se fueron los dominantes.
—Algo mejor que ayer, debo reconocer —Él sonrió con tristeza—. ¿Cómo aguantas todo esto?
—Sabiendo que sólo así me dejaría de golpear. Si le contradigo, sólo empeoraré las cosas —El chico se movió por el poco espacio de la celda y continuó hablando—. De Luque no tolera que alguien lo desobedezca.
—Ya... He podido comprobarlo.
—Si quieres salir de aquí cuanto antes, haz lo que te ordene. Él me dijo que sólo quería enseñarte lecciones de comportamiento, que no te retendría aquí si no fuera necesario. No eres su mascota, así que no le interesas.
Suspiré con pesadez, y volví a mirarlo.
—Supongo que tienes razón.
—¿Cómo se encuentra tu cuerpo? —me preguntó, con el rostro lleno de preocupación— A mí nunca me pegó tan duro, y mira que llegó a ensañarse una vez...
—Mal... Pero eso no importa ahora... ¿Tardaste en acostumbrarte a esto?
—En realidad sigo sin acostumbrarme. Pero me he dado cuenta de que la única forma de tolerar esto es comportándote como dicen. Es humillante, pero al tiempo te das cuenta que humillarse no es tando comparado con las palizas que pueden llegar a proporcionarte...
Yo asentí, dándole la razón.
—Entiendo —Miré hacia la pared que tenía enfrente—. Yo me iré, pero tú... ¿cuánto tiempo te retendrá aquí?
—No lo sé —Se encongió de hombros—. Hasta que se harte de mí, supongo.
—¿Sabes? En un principio creí que no te importaba que De Luque tuviera tanto control sobre ti, pero ahora veo que lo mantienes en silencio por tu seguridad.
Él sonrió. Una sonrisa sincera.
—Me costó... Me costó superarlo —Su mirada se volvió oscura—. Pero no te preocupes, estoy bien.
—Eso espero.
La puerta de la celda se abrió de golpe, sacándonos de nuestra conversación, a mi compañero y a mí.
—Sólo vengo a traeros la comida —Samuel me lanzó un trozo de pan y una botella de agua, que por poco me dio en la cara—. Bueno, traerte —Llamó a Guillermo, con la mano, y éste obedeció de inmediato—. Me llevo a Willy. —Me miró desafiante, al pronunciar aquel nombre.
—Claro... señor. —Fue lo único que dije.
Ambos desaparecieron, y comencé a comer el trozo de pan duro. Tenía mucha hambre. Debía reconocer que desde que estaba aquí, valoraba mucho más la importancia de la comida.
Mira, Frank, ya has encontrado algo bueno de todo esto.
Sonreí, aun sin hacerme ni pizca de gracia, y continué comiendo en la soledad de aquel lugar.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top