10. Arde
Antes de nada, quería deciros que acabo de empezar un nuevo fanfic Wigetta, podéis encontrarlo en mi perfil, se llama "Más allá" por si os interesa y queréis leerlo. ^^
Espero que os guste, y gracias a todos los que me leeis.
Os adoro muchito. <3
Narra Guillermo:
Una empleada se acercó a la puerta, junto a dos guardias —los cuales eran tres veces yo— que le abrieron la puerta para que comenzar a sanar las heridas que el pirado me había originado.
—Avísame si te duele. —dijo con un delicado tono de voz.
Yo sólo me limité a asentir con la cabeza.
Como era de esperar, el dolor se hizo notar e intenté hacer todo lo posible por no gritar, cosa que no logré del todo.
La mujer parecía tener unos cuarenta y pocos años, parecía alguien bastante agradable y que a pesar de cómo fuera su amo, se veía en su rostro que lo quería —ya que otros de sus sirvientes no tienen esa tierna y preocupada mirada en su cara—. Se preocupaba por él.
—Ya estás. —dijo, poniéndose en pie y dirigiéndose hacia la puerta—. Por favor, haz caso a Samuel, te evitarás muchos problemas.
Salió de la celda, porque prácticamente eso es lo que era, para perderse de vista.
No hacía falta que esa mujer me advirtiera para darme cuenta. El haber tenido la desgracia de experimentar y presenciar su enfado era suficiente para darme cuenta en que lío me había metido aceptando la ayuda de aquel hombre.
Me tendí sobre la cama, sin dejar de estar pendiente de la única entrada del lugar. Estaba tan aterrado por lo ocurrido recientemente, que mi cuerpo no podía dejar de alarmarse por cualquier ruido que llegasen a escuchar mis oídos.
Cuando mis ojos empezaban a cerrarse, vi —con algo de dificultad— a lo lejos como él se disponía a entrar por la puerta, algo que me hizo levantarme de golpe de la cama y distanciarme lo más que pude de su silueta, que ya estaba invadiendo mi espacio.
—¿Q-qué quieres? —pregunté ocultándome tras mis manos—. N-no me hagas daño.
—Levántate. —Cuando quise darme cuenta, me encontraba en el suelo acurrucado, escondiéndome del hombre que recientemente había entrado en lo que se supone que era mi habitación—. ¿Has oído lo que te he dicho? —Me puse en pie sin mirarlo, fijando la mirada a mis pies. Cualquier cosa era más entretenido y de buen mirar que su estúpida y odiosa cara. Menos mal que no podía entrar en mi mente, tal vez me mataría por ello—. Buen chico. Debería darte una galleta.
Me desagradaba en abundancia la manera que tenía de burlarse de mí. Me trataba con desprecio, como si fuese inferior que él, y eso hacía que me sintiera sucio y que me diera asco de mí mismo.
—Vamos, voy a lavarte. Apestas. —dijo arrástrandome consigo.
Cuando se detuvo, nos encontrábamos en un lujoso y enorme baño. Era asombroso. Una pena que las mejores personas carezcan de riquezas como esta.
—Quítate la ropa. —me ordenó. No tenía puesta la camiseta, así que comencé a quitarme el calzado, para continuar bajando mis pantalones de forma lenta. Me sentía intimidado ante la mirada del hombre que me observaba con frialdad y atención—. No tengo todo el día, ni menos para ti. —Bajé mis calzoncillos, dejando mi flácido miembro al descubierto, obteniendo un sonido desagrable, para mis oídos, de su parte—. Hmm. —Me miró de arriba a abajo—. Entra al agua.
Me adentré en la bañera, que se encontraba frente a mí, sintiendo alivio en mi cuerpo hasta que mi espalda adolorida fue cubierta por el agua caliente.
—¡Ah! —grité levántandome instintivamente.
—Nadie te ha dicho que te pudieras ponerte en pie. Vuelve al agua.
—¿Estás loco? Las heridas me arden. —Él alzó una ceja algo confuso.
—He dicho que te metas de nuevo. Me importa una mierda si sientes dolor.
Me senté de nuevo en la bañera, notando como el agua quemaba en mi piel, para ser exactos en los arañazos.
Lágrimas empezaron a brotar de mis ojos, resbalando por mis mejillas. Esto se estaba haciendo insufrible.
—¿Por qué me haces esto? —le pregunté sin levantar la mirada de mis manos, las cuales se encontraban sobre mis rodillas.
—Porque quiero verte limpio. —respondió acercándose—. Por cierto, has vuelto a infringir normas. ¿Qué harías para convencerme de que no te castigue? —Agarró un bote de gel y vertió un poco de su contenido en una de sus manos, para luego extenderlo en ambas.
—Y-yo...
—Tienes veinticuatro horas, sino intentas impedirlo haré lo que me apetezca como castigo y si me apetece lo incremento por no haber hecho nada para evitarlo.
—¿Q-qué? Pero... eso no venía en la lista.
—Puedo hacer lo que se me venga en gana.
—Y-y... ¿qué podría hacer para librarme de la sanción?
—Eso no puedo decírtelo yo, gatito... Tienes que apañártelas tú solito. —vocalizó, mientras empezaba a extenderme jabón sobre los hombros—. Sube. —volvió a ordenarme—. Empezó a enjabonarme cada parte de mi cuerpo, terminando por mi pene —el cual estaba teniendo más atención de la que debía obtener—.
—¿Q-qué haces? Y-ya está, ¿no?
—¿Vas a decirme cuando tengo que dejar de hacer algo? —Apretó mi miembro con fuerza, tirando de él en su dirección.
—N-no, claro que no.
—Eso espero. —Mi cuerpo se alarmaba con tan sólo su cercanía, pero lo hacía aún más cuando no dejaba de acariciar mi hombría con su enorme mano.
—¡Arg! —Intenté reprimir el gemido, pero me fui imposible.
—Algo ha crecido aquí, y ha sido en manos de Samuel De Luque. —dijo mofándose de mí, sin apartar su mirada de mis ojos—. ¿Te gusta que te toque o qué? Creí que me odiabas. —Fruncí el ceño. ¡Y claro que lo odiaba!
—Suéltame... —susurré—. Por favor. —Esto último lo dije cerrando los ojos.
Él se agachó, llevando sus labios hasta la punta de mi pene, la cual empezó a acariciar con su boca sin abrirla.
—¡Aaah! S-Señor... no haga... eso. —Inconscientemente lo aparté. Sabía que no debía hacerlo, porque lo iba a cabrear pero no quería que se creyese que podría hacer conmigo lo que quisiera... Aunque desgraciadamente fuese así.
—¿Qué crees que haces? —dijo poniéndose en pie—. Cuantas veces tendré que decirte que yo soy quién manda en ti. Tú no puedes impedirme nada, porque si quiero hacer algo, lo haré.
—No soy ningún juguete. —Me atreví a decir.
—Sí lo eres. Eres mi juguete, mi mascota particular. Es hora de que te vayas dando cuenta de que eres mío. Puedo tocarte, pegarte, follarte... Lo que yo quiera hacer contigo. —Me ponía los pelos de punta.
Salí de la bañera y empecé a correr, intentando escapar de alguna forma, pero lo único que conseguí fue resbalar y caer al suelo. Como era de esperar.
—Será un placer volver a castigarte. —habló, observándome desde arriba. Yo dejé caer mi cabeza hacia atrás, dando por hecho que estaba perdido.
¿Que más podría hacer? Estaba agotado.
(Autora: Mrsdesrosiers17)
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top