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—¡Ray!— exclamaste, corriendo directamente hacia él, con tus piernas cansadas y carita pintada en rojo intenso, jadeando con cada paso veloz. Gritaste una vez más su nombre, pero Ray parecía no escucharte, tan sólo miraba al frente, con los pies metidos en aquella laguna de fríos colores.
—Ray... Ray...— pronunciaste nuevamente con respiración tormentosa, mirándolo colocar con delicadeza flores en el agua, creando así sondas suaves. Ante ello, silenciosa te acercaste, siendo ignorada como la primera vez que se conocieron, sin embargo, en lugar de quejarte y chillar como lo hubieses hecho antes, solo lo dejaste ser.
No te ibas a rendir, claro está, así que con lentitud diste pequeños pasos hasta llegar hacia él, sintiendo el frío invadir y pintar tus pies.
—Pensé que ya nunca más volverías.— habló de pronto, haciendo tu ser temblar al oírlo de nuevo. Te sentías bien, te sentías como en casa (o piensas que seguro así se siente estar en casa, en una segura, en una donde te quieran. En una donde no te hieran), dejando que tu mente y alma se arrulle con la voz profunda del muchacho.
Ese que no se ha salido de tu cabecita de niña a pesar de haber tratado.
—Tenía miedo de volver y ver que seguías molesto conmigo, nunca me habías gritado antes y por un momento pensé que me golpearías.— sinceras, causando entonces que el chico enfoque sus orbes grises en ti, dibujando una expresión azulina y dando pasos lentos a tu pequeño cuerpo de crema.
—Yo jamás te pondría un dedo encima para lastimarte, Ann... Eso sería imperdonable.— le crees, de verdad que lo haces. Porque sabes que Ray no es un monstruo como lo es tu padre, y te hace sentir mal el haber pensado fugazmente que sí.
Pero no te culpas del todo, al fin y al cabo, es una reacción automática el protegerte con tanto daño que te ha causado quien se supone, debe cuidarte.
—Sí, lo sé, Ray nunca me haría daño... Pero cuando está molesto, su cara da mucho miedo.
El azabache suelta una risa ante tus blancas palabras, haciendo que tú imites el gesto, evitando mostrar sorpresa, porque si lo piensas bien, es como la primera vez que lo ves sonreír y reír.
Y sientes que no has visto en tu corta-larga vida algo tan bello como aquello.
Ray, en cambio, piensa que tú conformas todo lo etéreo.
—Lo siento, es la única cara que tengo.— contesta simple, tú ríes.
—A mí me gusta.
Ray vuelve a reír, más suave y más cálido, acercándose a ti hasta ponerse a tu pequeña altura, admirando tus cabellos de oro cayendo por tus hombros blancos, junto a tus orbes de azul celeste, para después rodearte con toda delicadeza con sus brazos.
Tú parpadeas, sorprendida pero con tu corazoncito palpitando y rebosando de alegría pura, abrazándolo también y acurrucando tu carita en su pecho.
Ray es cálido, es suave y...
—Ann, te extrañé mucho.
Y lo quieres, lo quieres mucho. Lo quieres diferente.
—¡Yo también, Ray! Te extrañé mucho mucho mucho, y tengo tantas cosas qué contarte, pero necesitaba... Pedir disculpas, no sabía que esas pastillas me harían daño. Ray, yo no quiero morir.
—Anna, está bien... Fui muy duro contigo, eres una niña que desconoce muchas cosas. El error fue mío, perdón.— admite, acariciando tus suaves mejillas rosas.
Tu corazón late de nuevo, es extraño, casi asfixiante, así que decides ignorarlo por el momento. Porque de verdad, tu alegría al escucharlo decir aquellas cosas opaca todo el lío de emociones que atacan tu impoluto cuerpo.
—Entonces, ¿volvemos a ser como antes?— preguntas, tomando su mano y saliendo del agua para descansar en el verde pasto.
—Claro, pero con una condición.— habla él, volviendo a su típica expresión seria. Tú dibujas un puchero ante ello, pero decides ignorar eso, después de todo, ese era Ray.
—¿Qué condición?
—Prohibido verme antes de la medianoche.
—¡¿Eh?! Pero... ¿Por qué?— preguntas sorprendida, a lo que Ray, refunfuñando, aprieta tus mejillas con cuidado.
—Hey, también tengo una vida, ¿sabes? Además, a medianoche estoy más disponible aquí, y de esta forma evitaré también que tomes pastillas.
—Pero...
—Ah ah ah, nada de peros, es eso o nada, Anna. Lo tomas o lo dejas.— te interrumpe, y entre un murmullo y otro, extiendes tu manito y frunces el ceño, decidida.
—Bueno, está bien. Es una promesa.— hablas, sintiendo la mano de Ray apretando la tuya, para luego levantarse de allí y volver a correr y jugar como antes.
Definitivamente, todo tenía color cuando estabas con él.
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Parte complemente dedicada para mi linda celesteowu, quería publicarlo mucho antes, pero Wattpad me borró más de la mitad de este capítulo y el siguiente. Pero bueno, espero que te guste, lo hice con mucho amor (´ . .̫ . ')🌻
🌼¡Muchísimas gracias por leer, los quiero mucho mucho demasiado!🌼
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