5. La pijamada del siglo


Saúl había tratado de animarse todo el día para ir a visitar a Mark, después de todo, éste le dijo que podía ir a su casa cuando quisiera.

Lastimosamente el momento no se había dado. Iker había hecho más de un desastre en el día, y cuando se dieron las seis de la tarde creyó que sería el momento perfecto para ir a dónde Mark, pero su abuelo llegó más temprano de lo habitual y le pidió que le diera una sobada a sus pies.

Las cosas no pudieron mejorar cuando, al preparar los huevitos revueltos para la cena, les echó azúcar en lugar de sal. Su mente estuvo en otro lado a lo largo del día.

Cuando se dieron las nueve de la noche y llegó Yasuri, pensó que lo mejor sería solo esperar al día siguiente para visitar a Mark, ya que seguramente su hermana también lo agarraría de masajista, en vez de eso, Yasuri le entregó una bolsa con bombones.

-¿Se los doy a Iker? -le preguntó a la mayor, mirando con desconfianza la bolsa.

-A él le traje galletas. Los bombones son para ti -aclaró Yasuri, tomando asiento en la única silla que había en la sala.

-¿A cambio de que me los das? -cuestionó Saúl, mirándola con los ojos entrecerrados.

-Saúl, cuidas a Iker todo el día. No estoy en posición de pedirte ni un favor a cambio de unos dulces -dijo Yasuri, a modo de respuesta, al tiempo que tomaba su teléfono.

Entonces a Saúl se le ocurrió la gran idea de ir a casa de Mark para compartir con él sus bombones, sin antes imaginarse un millar de escenarios en donde había más tención romántica que nada.

Solo hubo un enorme problema.

Al estar frente al hogar de Mark, nadie le abrió la puerta, ni después de estar tres minutos tocándola sin descanso, pues no tenía modo de saber que Corina estaba escribiendo con los audífonos puestos y a todo volumen.

Parecía que el mundo conspiraba en su contra, pero al alzar la mirada, se dió cuenta que una de las habitaciones tenía las luces encendidas.

Quizá no era la mejor idea, pero corrió de regreso a su casa, tomó la escalera de su abuelo y la uso para saltarse la barda que dividía su patio del de Mark, y una vez que estuvo en el patio de al lado, colocó la escalera en el lugar justo que daba hacia la ventana de la habitación iluminada.

Por su parte, Mark estaba cómodamente acostado en su cama. Se había cobijado hasta el cuello y había encendido el aire acondicionado para mayor comodidad.

Ese día su madre había vuelto a advertirle de las consecuencias que tendría si seguía durmiendo tan tarde, por lo que se había propuesto cambiar su rutina y dormir temprano.

Para él las nueve de la noche era súper temprano. Resultaría algo casi imposible consolidar el sueño a esa hora, aún así, se mentalizo para lograr su cometido, y después de haber tenido todas las luces de su habitación encendidas; se levantó y las apagó absolutamente todas.

Volvió a su cama y busco en internet ASMR para dormir en menos de cinco minutos, y justo cuando dicho audio comenzó a surtir efecto; algo perturbó su paz.

Toc, Toc.

¿Ese sonido venía de su ventana?

Prefirió no darle importancia. Seguramente solo sería algún pájaro picoteando el cristal de la ventana, por lo que le subió el volumen al audio y volvió a cerrar los ojos.

Toc, toc, toc.

Cerró con fuerza sus ojos. Si ese pájaro creía que dejaría la comodidad de su cama solo para ahuyentarlo, estaba muy equivocado.

Toc, toc, toc... ¡Toc, toc!

Soltó un par de quejidos, pero se rehusó a ponerse de pie.

Se tapó completamente con su suave manta y prosiguió a escuchar su ASMR. Ese pájaro no podría estar ahí para siempre.

¡Toc! ¡Toc! ¡Toc!

No pudo más. Se quitó la manta de encima con molestia y poco le importó que ésta terminara en el suelo.

Dió un par de sacadas hasta la ventana, y con la expresión más molestar que podía hacer, recorrió la cortina de forma violenta.

Su expresión pasó de reflejar molestia, a sorpresa, para finalizar con confusión.

-¿Que haces aquí? -le preguntó a Saúl, quien estaba al otro lado de su ventana.

-Traje bombones -informó Saúl, mostrando con alegría la bolsa con dicho dulce.

-Si, muy bonito, ¿pero que haces aquí? -volvió a preguntar Mark.

-Dijiste que podía venir cuando quisiera -le recordó. De pronto toda su emoción de desvaneció.

-Sé lo que dije, ¿pero que haces en mi ventana? -fue más claro.

-Nadie me abría la puerta -comenzó a explicar, sintiéndose cada vez más minúsculo-, luego ví que tenían las luces encendidas y se me ocurrió venir a tocar directamente.

-¿Y que querías hacer? -preguntó Mark. No quería ser grosero, pero toda esa situación se le hacía demasiado surrealista y solo quería una respuesta a la enorme cantidad de dudas que se formaban en su cabeza.

-Pues... ¿una pijamada? -soltó con pena, sin animarse a ver al contrario a los ojos.

Mark le sostuvo la mirada un rato más. No tenía forma de responder a eso.

-¿Y para que?

-Para nada -contestó Saúl, en casi un susurro.

-¿Entonces? -preguntó Mark, con una ceja en alto.

Saúl finalmente se resignó a qué Mark no lo quería ahí, por lo que se las arregló para bajar las escaleras y regresar a su casa.

El rubio no lo supo, pero Mark lo siguió con la mirada, pensando en que no era tarde para detenerlo e invitarlo a pasar, pero finalmente regresó a su cama cuando Saúl salió de su campo de visión.

Ya en su cama, trató de hacer memoria de alguna pijamada a la que hubiera asistido en su vida, y al no encontrar algo así, sintió un extraño vacío en su interior.

Dió un par de vueltas en su cama, y teniendo el presentimiento de que se arrepentiría por actuar de forma impulsiva; se levantó.

Ya después podría iniciar su nueva rutina de dormir temprano, en esos momentos estaba demasiado ocupado haciendo algo que no le hacía mucho sentido.

Incluso después de salir de su hogar y estar a unos pasos de la puerta de su vecino, se preguntó por qué estaba ahí.

Claro que Saúl lo había hecho sentir lástima, pero en la mayoría de los casos la lastima no era algo que provocara mucho en el interior de Mark, y aún así, ya se encontraba tocando la puerta.

¿Que diría? No lo sabía. ¿Con que cara miraría a Saúl después de haberlo corrido indirectamente? Con la única que tenía; la de guapo. ¿Saúl estaría llorando en alguna esquina? Por lo poco que sabía de él, se imaginaba que si.

En el interior de el hogar de los Arenas, fué Yasuri quien se levantó de su asiento para ir a ver quién tocó la puerta, debido a que los demás estaban en la segunda planta.

Al asomarse discretamente por la ventana, sintió que su corazón querría salirse por su boca. No tenía ni idea que hacía ese fulano ahí.

Corrió a la cocina y tomó el cuchillo más afilado que encontró, antes de volver a la entrada. A ella no se le había salido de la cabeza la idea de que ese tipo era el amante de su vecina, pero no tenía ni idea de que hacía en su casa.

Algunos podrían pensar que Yasuri estaba exagerando al armarse antes de abrir la puerta, pero ella estaba segura de que solo era por si acaso. Después de todo, Mark daba la ilusión de doblarle la estatura y el peso, ésto último de puro músculo.

Apenas entré abrió la puerta y asomó la cabeza, teniendo el cuchillo bien agarrado a sus espaldas.

-Buenas noches -la saludó Mark, mirándola con curiosidad.

Él no sabía de la existencia de Yasuri, pero de inmediato supuso que sería familia de Saúl, después de todo era idéntica a él. Lo único que diferencia a Saúl de Yasuri, era que la mayor era un par de centímetros más baja y mantenía su cabello castaño largo y libre de tinte.

-¿Que ocupa? -cuestionó Yasuri, con desconfianza.

-Estoy buscando a Saúl -informó Mark.

El corazón de Yasuri se aceleró del pánico. Ella sabía perfectamente que su hermano no tenía amigos, por lo que no había manera alguna de que ese gigante supera su nombre.

-Aquí no vive ningún Saúl -mintió Yasuri, lista para cerrar la puerta, pero Mark, en un movimiento desesperado, tomó dicha puerta de la perilla-. ¿Que está haciendo?

-Sé que aquí vive Saúl Arenas -soltó Mark. No ocupó de usar mucha fuerza para evitar que Yasuri le cerrará la puerta en la cara.

-No. Yo vivo sola -se inventó ella, empujando la puerta para intentar cerrarla.

-Solo dígale que lo viene a buscar Mark -le pidió con la mayor amabilidad posible.

-Que aquí solo vivo yo. Ya vallase -ordenó Yasuri, aplicando todavía más fuerza para empujar la puerta.

-¿Eres su hermana o algo así? -se atrevió a preguntar. Cada vez estaba más desconcertado por el comportamiento de la contraria.

-Señor, le pido de favor que se retire. Aquí no vive ningún Saúl -volvió a decirle, sin dejar de empujar la puerta en ningún momento.

-Sé que vive aquí -repitió-. Vive Saúl y un niño de nombre chistoso. Iker, creo que se llama.

Entonces Yasuri bajó la guardia. ¿Por qué el amante de su vecina también sabía de la existencia de su hijo?

-Solo tiene que decirle a Saúl que venga y...

Antes de que Mark pudiera gritarle a Saúl para que supiera de su presencia, Yasuri empuñó su cuchillo en alto, lo que provocó que Mark diera un paso hacia atrás y mostrara las palmas de sus manos en señal de inocencia.

Aprovechando su nueva ventaja, Yasuri cerró la puerta de golpe, le puso seguro y corrió hacia la silla donde había dejado su teléfono, lista para llamar a la policía.

Mientras, en el segundo piso, Iker voló un avioncito de papel y lo arrojó por la ventana.

-Papá, ¿me cargas? -le pidió Iker a Saúl- Quiero ver a dónde va a ir mi avión.

Saúl cumplió su petición a regañadientes, colocándose frente la ventana para cargar a Iker y pudiera ver por ésta sin problemas.

-¿Quién es ese? -le preguntó Iker, apuntando con la mano a Mark, quien seguía en la entrada.

El rubio dirigió la vista al mismo lugar que Iker, y con solo ver el cabello de el hombre que estaba en la oscuridad, supo que era Mark.

-Ahorita vuelvo -le prometió Saúl a Iker, bajándolo para posteriormente salir corriendo escaleras abajo.

No sabía que quería Mark estando ahí, pero su mente fue incluso más rápida que sus pies y no pudo evitar imaginar que en cuanto abriera la puerta, Mark le pediría disculpas por su comportamiento minutos atrás, le aclararía que solo tuvo un día difícil debido al trabajo, pero con solo verlo pudo relajarse, y por lo mismo, no podía dejarlo ir.

-¡No abras! -le gritó Yasuri, sacándolo de sus pensamientos. Su hermana lo detuvo justo cuando iba a abrir la puerta- Hay un loco preguntando por ti.

-¿No es Mark? -preguntó Saúl, quedándose estático.

-Es el amante de la vecina -respondió ella.

-No es su amante, es su hijo -aclaró Saúl, mirando a su hermana como si fuera lo más extraño del mundo.

-Me da igual, ¿okay? -soltó alterada- Estoy intentando hablarle a la policía, pero esos amantes de la justicia creen que les estoy gastando una broma.

-No ocupas llamar a nadie -le aseguró el peliteñido-. Mark es mi amigo.

Yasuri dejó su teléfono de lado. Ahora era ella quien lo miraba como la cosa más extraña del universo.

-¿Desde cuándo tienes amigos? -estionó, antes de sacudir la cabeza y mirarlo de forma interrogatoria- ¿Y que haces tomando de amigo a un viejo treinton?

-No tiene treinta.

-¿Y cuantos tiene?

Saúl se la pensó un poco. ¿Que tan contraproducente podría ser el aclarar la edad de Mark?

-Es de mi edad. Íbamos justos en secundaria -se inventó-. No éramos amigos ni nada, pero empezamos a hablar porque él me reconoció... y así.

-Dudo que ese fulanoide tenga dieciocho.

-Pues los tiene.

Y antes de que Yasuri pudiera detenerlo, Saúl abrió la puerta, topándose con Mark, quien lo miró sin ninguna expresión en particular.

-Hey... buenas noches -lo saludó Mark.

Saúl se quedó a la espera de que Mark aclarara el motivo de su visita, pero el mayor daba la impresión de estar en medio de una batalla interna solo para decidir que decir a continuación.

-¿No íbamos a hacer una pijamada? -terminó por preguntar Mark.

Al instante el rostro de Saúl se iluminó, al tiempo que asintió con la cabeza.

-Yasuri, te toca jugar con Iker -le dijo a su hermana, antes de salir.

Escuchó a Yasuri decir un par de cosas con molestia, pero a los segundos ésta pareció recordar que su hermano tenía la edad suficiente para decidir que hacer y que no.

Eso no se parecía al escenario que Saúl se formó en su cabeza, pero se conformaba.

Mark lo hizo pasar a su casa, y en seguida se quedó boquiabierto al ver la gran cantidad de decoraciones y muebles de buen gusto. Esa casa tenía todo lo que él podría desear para la suya.

-Se nota que aquí no le echan azúcar a los Korn Flakes para que sepan a Zucaritas -soltó Saúl, mirando con emoción el sofá rosa pastel que tenía vista directa a un enorme televisor.

-¿Cómo dices? -le preguntó Corina, que se encontraba casi oculta en un sofá individual al otro extremo de la sala, estando pegada a la ventana.

Saúl hizo lo posible para no soltar ningún sonido del susto. Enseguida supo que esa mujer era la madre de Mark.

Corina le pregunto con la mirada a Mark quien era el chico que tenía a su lado, y después de pensarlo un poco, Mark sonrió confianzudo y se acercó a su madre.

-Mamá, él es Saúl. Saúl, ella es mi mamá -los presentó Mark, pero su madre no estuvo contenta con solo eso, y él pudo notarlo-. Es un amigo -añadió.

-¿De verdad? -preguntó Corina, con una mezcla de asombro y felicidad. Posó su mirada sobre Saúl- ¿Y desdé cuando?

-Es de mi edad. Fuimos juntos en preparatoria -mimtió Mark, antes de que Saúl pudiera abrir la boca-. Hace poco me dí cuenta que vivía por aquí, y hoy lo inventé. Eso es todo.

-Pues que alegría -soltó Corina, juntando ambas manos.

La mayor se acercó a Saúl para estrechar su mano, y solo ahí Saúl se dió cuenta que Corina, al igual que Mark, era mucho más alta que él.

-Es un placer, señora -logró decir Saúl.

Mark se llevó a Saúl a su habitación, antes de que su madre dijese algo que dejara al descubierto su estilo de vida ermitaño, no porque le avergonzara, si no que seguramente su madre después de eso le pediría a Saúl que no se alejara de él para que su hijo no volviera a quedarse sin amigos.

En todo el camino Saúl trató de apreciar lo mejor posible todo lo que le rodeaba, desde el piso bien pulido hasta las esquinas libres de cualquier mugre.

La emoción de Saúl solo aumento al ver el cuarto de Mark.

-Tienes una cama -se le salió decir.

Mark lo miró extrañado. Él creyó que cualquier otra persona haría mención a su computador, su televisor o la pequeña nevera que tenía a un lado de la puerta. Jamás se imagino que su cama sería lo que se robaría la atención del lugar.

-Como todos, ¿no? -soltó Mark, sin entender el asombro de Saúl.

-Yo no tengo -aclaró el rubio. En el fondo, le gustaba causar lástima.

-Si quieres, te puedes acostar -le ofreció Mark, sin saber que otra cosa decir.

-¿Seguro? -cuestionó Saúl, dándole tiempo para que recapacitara.

-Seguro.

Con algo de pena, Saúl se dirigió a la cama, y no se animó a hacer algo mas allá de de tomar asiento. Quizá fue el hecho de que él dormía en el piso, pero sintió que ese colchón era lo más cómodo que podría existir.

Sin decir nada, Mark tomó el control de su televisor y se sentó al pie de la cama, en lo que buscaba alguna cosa en Netflix que pudieran ver para pasar el rato, pues algo le decía que no podría ser capaces de mantener una conversación.

¿Que le gustará ver a éste chico?

Finalmente, Mark se decidió por poner Barbie en busca de sus cachorritas.

Saúl vió la peculiar elección de Mark, pero él no era quien para juzgar los gustos de otras personas, por lo cual se sentó en el extremo de la cama que estaba pegado a la pared, y todo pudo haber estado bien para su ritmo cardíaco, si tan solo Mark no se hubiera acostado a su lado.

A Mark le daba completamente igual si quien estaba al lado era el vecino, nada ni nadie lo detendrían de acostarse a sus anchas, por lo que rápidamente se dejo abrazar por la comodidad de su colchón y se estiró sin problemas.

Muy interesante Barbie viajando a un lugar con sus hermanas y sus perras, pero Saúl tenía toda su energía concentrada en evitar tocar a Mark, por lo que se arrinconó lo más posible y abrazó sus propias piernas, dejando su mentón reposado sobre sus rodillas.

Entonces un nuevo escenario ficticio llegó a la cabeza de Saúl, el cual lo involucraba a él, una pared, luces rojas y un Mark con la topica expresión de tipo rudo coqueteando con alguien.

Lo único que pudo sacar a Saúl de su involuntaria fantasía, fue la madre de Mark, quien entró como si nada a la habitación, mientras sujetaba una bandeja con galletas.

Corina miró a Mark, luego a Saúl, antes de regresar la vista de regreso a su hijo.

Ninguno de los tres parecía estar pensando lo mismo que el otro, pero finalmente Corina sonrió y tomó la perilla de la puerta.

-Ay, chicos, me hubieran dicho -rio Corina-. Mark, tu sabes que me puedes tener confianza para estás cosas, bien sabes cómo soy -dijo, antes de dirigir la mirada a Saúl-. Siéntete como en casa.

Sin más, Corina salió de la habitación, cerrando la puerta con ella afuera.

-¿Por qué no le dijiste nada? -le preguntó Saúl a Mark, al cabo de unos segundos.

-Entre en pánico -confeso.

-Pero es tu mamá.

-Por eso mismo entre en pánico.

Saúl regresó la vista a la pantalla, y como ya habían cortado un poco la tención, se atrevió a preguntar:

-¿Te gusta mucho Barbie?

-Creí que a ti te gustaba -respondió Mark, mirándolo desde abajo, pues apenas había conseguido tener la postura más cómoda-. Tienes cara de que te emocionas con La princesa de la isla.

Saúl no sabía si eso era bueno, malo o simplemente daba igual, pero él no se veía al espejo y decía: «joder, que cara de Barbielover tengo».

Mark no cambio la película, pero en el transcurso de ésta Saúl fue tomando confianza, por lo que poco a poco su cuerpo fue aflojando, y cuando pudo darse cuenta, ya estaba acostado y tapándose con la misma manta que Mark.

Esa cama le resultó tan cómoda que no pasaron ni cinco minutos de estar acostado y Saúl quedó completamente dormido, haciendo las cosas todavía más incómodas para Mark.

El mayor terminó por poner otro par de películas, sintiéndose sumamente extraño al sentir en todo momento la presencia de otra persona a su lado.

Todo ese revoltijo de sentimientos por parte de Mark no eran del todo por estar compartiendo su cama. Saúl bien podría estar parado al lado de la puerta y Mark se sentiría exactamente igual.

Era más bien el hecho de que Saúl era la única persona ajena a su familia que había entrado a su habitación, lo que lograba hacer sentir extraño al de cabello platino.

En definitiva no iba a poder conciliar el sueño teniendo a Saúl ahí, por lo que al darse las tres de la mañana decidió que lo mejor era que su «bestie» se fuera a casa.

-Oye, Saúl -lo llamó, mientras lo movía sin cuidado del hombro-. Saúl, despierta.

Saúl respiró profundamente y se levantó enseguida, abriendo con preocupación los ojos y listo para lo que fuera, todo menos tener que abandonar ese pedazo de cielo al que Mark llamaba cama.

-Ya es muy tarde. Son las tres de la mañana -le informó Mark. Saúl asintió mientras se tallaba un ojo-, lo mejor es que te vallas a tu casita de sololoi.

Saúl tardó algo de tiempo en asimilar esas palabras.

¿Lo estaban echando a la mitad de la madrugada?

-¿Hablas enserio? -se atrevió a preguntar.

-Obvio.

Saúl lo miró de la peor manera y se levantó de la cama.

-Come caca, Mark -soltó Saúl, estando todavía más dormido que despierto.

Aun que estaba poco consiente de lo que pasaba a su alrededor, Saúl se las arregló para salir de esa casa y entrar a la suya, cosa que no hubiera logrado si Iker no se hubiera quedado esperándolo en la sala para abrirle la puerta cuando volviera.

Ya no estaba tan seguro de querer ser amigo de Mark, y Mark no estaba seguro de que había hecho mal.


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