27. Es lindo sentir de más

Era la quinta vez que Mark se pasaba las manos por una esquina de su pantalón para quitarse el sudor. A su cuerpo parecía darle igual que estuvieran dentro de un lugar con aire acondicionado, sudaba como si estuviera dentro de un autobús lleno en pleno verano. Le dió un sorbo al agua de cortesía que les dieron en lo que esperaban su orden, dejando uno de los pedazos de hielo dentro de su boca. Tenía claro que sino lograba calmarse, su acompañante se daría cuenta que algo estaba mal.

—Creo que debí pedirme un espagueti con albóndigas —comentó Saúl, viendo a una mesera que atendía una mesa distante, preguntándose si era posible cambiar su orden—. Nunca he comido lasaña y algo me dice que no me va a gustar.

El mayor volvió a tomar de su vaso, fingiendo como si no acabara de ver a su madre y futura cuñada en la entrada del restaurante.

Esa no solo era la primera cita que tenía con Saúl, también era la primera cita que tenía en toda su vida y eso de por si ya lo ponía nervioso, no entendía la necesidad del universo de ponerle más dificultad a la ocasión.

Sabía que su madre no tenían ni idea que él y Saúl se encontraban ahí, por lo que estaba experimentando la peor coincidencia de su vida.

—¿Estás bien? —le preguntó Saúl. Mark negó al instante, pero Saúl alcanzo a notar como éste desvío la mirada, por lo que comenzó a ver en todas direcciones hasta toparse con la inconfundible imagen de Corina— ¿Invitaste a Corina?

—No —negó enseguida—. No sé que hace aquí.

—Tengo la teoría de que viene a comer —bromeó Saúl. Su sonrisa se esfumó cuando se dió cuenta que Corina iba acompañada de Yasuri—. Dios, ¿por qué está aquí? —susurró. Mark se alzó de hombros.

Saúl se tapó de forma muy poco disimulada el lado derecho de su rostro con la mano. Si permitía que su hermana lo viera en esa situación, tendría que soportar los sermones de su abuelo, ya que le parecía demasiado probable que Yasuri le contara a Bonifacio hasta la pose en la que estaba sentado.

Mark no se podía permitir que la presencia de dos personas arruinara su primera cita, menos después de todo lo que tuvo que pasar únicamente para hacerle la invitación a Saúl.

El rubio se mordió la parte interior de su mejilla al ver cómo una mesera guiaba a Yasuri y Corina a la terraza del restauran. Tanto él como Mark sintieron a su alma volver a su cuerpo cuando esas dos salieron de su campo de visión.

—Ésto fue una lección divina —comentó Saúl, más tranquilo. Ante la curiosa mirada de Mark, se explicó— Fue una señal de que tengo que ser más calmado, porque estaba por decirte que saliéramos corriendo y comiéramos en el carrito de hot dogs que está a tres cuadras.

—Yo te iba a decir que nos fuéramos a esconder al baño —confesó el mayor, sintiendo lentamente como la tranquilidad volvía a su cuerpo, luego recordó que estaba en su primera cita y volvieron sus nervios.

Para prepararse, Mark le había pedido consejos a Angélica, Sara, Monserrat y Patillas; Angélica le metió la idea de que lo llevara a comer, Sara le recalcó que no fueran a un lugar apartado porque Saúl podría pensar que lo quería secuestrar, Monserrat le aconsejó que mascara chile si se sentía en extremo nervioso, por su parte, Patillas le dijo que un tío suyo tenía un motel muy higiénico y que le podía dar la dirección del lugar por si «les daba hambre después de comer».

Además de pedirle ayuda a sus cercanos, Mark le había dado otra pasada a la historia que Saúl subía a Facebook, con el propósito de ver qué clase de cita esperaba éste. Por desgracia no sabía en donde rentar un yate, ni donde conseguir delfines y palomas entrenadas.

Notó la mirada de Saúl sobre él y por pura inercia le dió otro sorbo a su agua. Ningún tema de conversación se le venía a la mente, por lo que guardó silencio, después de todo, Saúl era muy bueno hablando y él escuchando.

—¿Sabes que me pasó ayer? —le preguntó Saúl de manera retórica. Mark sonrió y negó con la cabeza, listo para escuchar la anécdota más surrealista y antihigiénica jamas contada sobre la limpieza del hogar— Mi abuelo compro una lavadora de segunda mano, pero oh sorpresa, tenía ratas, pero unas ratas bien gordas. Salí al patio para lavar las sábanas que Iker orinó y una rata enorme me brinco, corrió por mi brazo y después se metió por la ventana de la casa. Lady Muffin la atacó justo en la garganta y como agradecimiento Yasuri le dió jamón.

—¿Cómo? —preguntó preocupado. Justo la noche anterior Lady Muffin se durmió a su lado y él le dio besos en sus grandes mejillas.

—La lavadora sigue en el patio y como las ratas que trae siguen haciendo ruido, Iker dice que lleva al diablo adentro —añadió Saúl, deteniendo su narración cuando un mesero llegó con su comida.

Mark no solo quedó con la idea de que Lady Muffin le había pasado un parásito asesino, también con la intriga de saber lo que pasó con las sábanas que Iker orinó, pues imaginar que Saúl las lavó a mano era algo muy deprimente.

—¿Que es eso? —le preguntó Saúl a Mark, mirando su plato.

—Es risotto —contestó Mark. Saúl no pensaba decirlo en voz alta, pero esa mezcla de arroz, caldo y champiñones se parecía demasiado a su vómito—. ¿Quieres?

—No... creo que me voy a llenar con mi lasaña —aseguró con una sonrisa, para luego prestar su completa atención al minúsculo pedazo de lasaña que adornaba su plato.

Saúl observó a las personas que los rodeaba para darse una idea de si todos tenían cosas minúsculas en sus platos o el chef le agarró odio solo a él.

El rubio no tocó su plato hasta que Mark lo hizo. Intento comer lo más despacio posible, cosa que se le dificulto debido a que la comida estaba realmente buena, pero sentía que si terminaba su platillo primero daría la impresión de no haber comido en días.

Por su parte, Mark quería pensar en alguna anécdota que pudiera contarle a Saúl de la misma forma en la que éste lo hacía, pero lo más interesante que le había pasado en días fue aprender a mover sus pectorales, cosa que ni en broma iba a mostrar.

¿Soy tan poco interesante?

Su pregunta interna no lo abandonó ni cuando terminaron de comer y salieron del restaurante mientras Saúl fingía estar lleno.

Caminaban con tranquilidad por las calles del centro, Mark no tenía idea de a dónde iban y Saúl solo lo estaba siguiendo. La luz del sol los había dejado hace poco más de una hora y Mark de a poco se le acercaba más, por lo que Saúl tuvo que hacer un esfuerzo inhumano para calmar a su imaginación y todos los escenarios subidos de tono que ésta le estaba mostrando.

Sin darse cuenta terminaron en un parque que era iluminado por faroles que estaban dispersos por el lugar. Mark de inmediato pensó en irse de ahí para hacerle caso al consejo de Sara, pero Saúl de inmediato corrió hacia un columpio en el que tomó asiento.

El lugar estaba solo apesar de no estar a altas horas de la noche, lo que hacía el ambiente mucho más íntimo.

—Odio no caber en esas cosas —comentó Mark, cuando quedó de pie al lado del rubio, el cuál hizo lo posible para controlar su respiración cuando el mayor lo miró desde arriba.

Saúl quiso seguir teniendo a su mente bajo control, pero desde que Mark le confesó que su gusto era recíproco no podía controlar la cantidad de veces al día en la que se imaginaba que éste le comía la boca a besos. Para su desgracia, tener la mirada del mayor sobre él no le ayudaba ni un poco a disminuir las crecientes sensaciones de su cuerpo.

—¿Que estás pensando? —le preguntó Mark, pues no estaba acostumbrado a que Saúl guardara silencio.

—Pienso que la vida es algo hermoso —mintió de forma descarada. Puso la vista enfrente para evitar mirar al mayor—, ya sabes; vivir esta genial, puedes sentir cosas, ver cosas... —desvió lentamente la mirada al abdomen de Mark, perdiendo el aliento en el proceso.

Él tomó asiento en el suelo lleno de pequeñas piedras. Cruzó las piernas como la pose de loto y alzó la mirada para no perder el contacto visual con Saúl, el cuál tomó con fuerza la cadena del columpio. Saúl pudo haber tenido una pequeña oportunidad de aclarar su mente de no haber sido porque al mayor se le ocurrió dedicarle una sonrisa apenas visible.

—¿Tratas de seducirme? —Saúl sabía que se arrepentiría por abrir la boca, pero lo dicho estaba dicho.

—¿Que...?

—¡Bromeo! —exclamó al instante, poniéndose de pie al sentir la necesidad de huir.

Mark no tardó en procesar la pregunta del contrario. Se levantó para quedar a la par de Saúl, pero eso hizo que el rubio pasara saliva y sintiera una gran necesidad de dar explicaciones.

—No estoy tratando de hacer nada extraño. —Fue Mark quien terminó por explicarse. No quería que Saúl tuviera la idea errónea de que él trataría de sobrepasarse solo porque fueron a cenar—. Perdón por... hacerte pensar cosas raras.

Definitivamente eso no se pareció en nada al escenario ficticio que creo Saúl, en donde Mark se levantaba del suelo para tomarle el rostro de forma brusca y susurrar «¿Qué me delató?» con voz roca a unos centímetros de sus labios, todo mientras mantenían un intenso contacto visual y la luz de los faroles se tornaba roja por arte de magia.

—No... yo lo siento, por hacerme ideas que ni al caso —se disculpo Saúl, agachando la mirada al sentir una vergüenza que lo tragaba desde adentro.

El silencio se hizo presente. Mark se sentía avergonzado por cree que, de alguna forma que desconocía, le dio señales erróneas a Saúl, mientras que Saúl quería volver a esos hermosos tiempo en donde era un espermatozoide y la vida era sencilla.

Lentamente Saúl volvió a tomar asiento en el columpio. Para romper el creciente ambiente tenso le pidió a Mark que lo columpiara, cosa a la que éste no se negó.

El frío aire nocturno y el rechinido de la cadena del columpio hicieron de la abmosfera algo más reconfortante que ninguno de los dos pudo describir. Saúl elevó la mirada al cielo oscuro, antes de mirar hacia atrás, así pudo darse cuenta que Mark tenía la mirada clavada en él, cosa que le robó una sonrisa.

—¿Cómo crees qué se pondría tu yo de cuando me conociste si te viera ahora? —le preguntó Saúl, sin borrar su sonrisa— ¿Qué diría al ver qué está en una cita con el vecino que le desagradaba?

—Nunca me desagradaste... solo me parecías alguien extraño —dijo Mark—. Bueno, me desagradaste un poco cuando llevaste una escalera a mi casa y entraste a mi cuarto. Te llame El loco de la escalera un tiempo por eso.

—Nunca me dijiste así.

—Si lo hice, en mi mente —aclaró, haciendo que Saúl riera de nueva cuenta.

—¿Cuántas cosas pensaste pero no me dijiste? —preguntó el menor. Mark alzó la vista al cielo, pensando que la respuesta sería demasiado larga— Se honesto, ¿creías que era feo? O sea, ya sé que te tengo enamorado hasta los huesos, pero, cuando no era así, ¿me veías y pensabas que era feo?

Mark ignoró la pregunta y siguió columpiando al rubio, cosa que no le agradó a éste, pues de verdad esperaba una respuesta.

—¿Tan feo te parecía? —exclamó aterrado. Sabía que no era la persona más agraciada ni de su casa, pero no se imagino que tanto como para que Mark no quisiera verlo a los ojos— ¿Es por mis dientes? Si no les prestas mucha atención no se ven tan chuecos.

—No, tus dientes están bien —aclaro para que Saúl no comenzara a hacerse ideas, aunque ya era tarde para eso—. Antes no me parecías feo.

—¡¿Ahora sí?! —exclamó, aterrado por la respuesta. Puso ambos pies en el suelo para ponerse de pie y volteó para ver bien a Mark.

—Nunca te ví feo. Vuelve al columpio. —Le estaba gustando demasiado el ambiente como para que se arruinara por un malentendido. Saúl lo obedeció y así Mark pudo seguirlo columpiando.

—Entonces...

Mark dejo de darle pequeños empujones a Saúl en la espalda para columpiarlo y volvió sus labios una línea. No sabía cómo explicarle a Saúl que él era la primera persona que le parecía atractiva y le atraía en todo sentido, pues temía que éste creyera que solo estaba tratando de endulzarle el oído para sacar provecho de él.

—Cuando veo a las personas no pienso en si son guapas o no, solo veo personas. No te ví atractivo hasta que nos hicimos cercanos —aclaró Mark, pues de otra manera Saúl no se quedaría contento.

Para desgracia de Mark, eso no contentó a Saúl, pues ahora pensaba que sin importar lo horrible que estuviera Mark le diría que era guapo solo porque lo quería y no porque realmente fuese atractivo.

—¿Que pensaste de mi la primera vez que me viste? —cuestionó el rubio. Mark se negó de forma rotunda a admitir en voz alta que a lo único que le prestó atención al ver a Saúl por primera vez fue a la enorme lagaña que éste llevaba en el ojo derecho.

—Pensé que tú cabello era genial. —Notó como Saúl estaba por abrir la boca, así que se apresuró para ser ahora él el de las preguntas—. ¿Que impresión te dí yo?

—Fácil; que estabas bien guapo —sonrió alegre—, y que eras muy alto. Nunca había visto a una persona tan alta.

—Seguro lo pensaste porque eres bajito —dijo después de unos segundos—, en realidad no soy tan alto.

Saúl fingió molestarse ante ese comentario, haciendo que Mark sonriera y en lugar de darle otro pequeño empujón solo dejase su mano sobre la espalda del rubio. Saúl terminó por devolverle la sonrisa y levantarse, se dió la vuelta para quedar frente al mayor y subirse al columpio de pie, lo que le ayudó a estar más cerca del rostro del contrario.

—Me gustaría ser tan alto como tú —comentó el menor, tomando ambas cadenas del columpio para no caerse—, también tener toda tu musculatura. Cargar las bolsas del mercado sería mucho más fácil si tuviera tus brazos. Tus ojos también me gustan. ¿Si sabes que eres el tipo perfecto?

—No sé cocinar —dijo al instante, a lo que Saúl soltó un «pff» a la vez que rodaba los ojos—. No puedo ser un tipo perfecto sino sé cosas básicas como cocinar o conducir.

—¿Que tiene que ver qué no sepas conducir?

—Tiene todo que ver —aseguró—, como no sé, no puedo conducir a toda velocidad mi auto último modelo vestido con traje para llevarte a una hermosa cita en un yate rodeado de delfines.

Al instante Saúl detuvo su respiración y abrió los ojos, alarmado. Soltó las cadenas del columpio y por los nervios terminó cayendo sentado al suelo. Lo que Mark acababa de decir era el inicio del capítulo cuarenta de su historia con mayor éxito: Los ojos de Salma.

—¡¿La leíste?! —horrorizado, exigió una respuesta, estando todavía en el suelo. Mark se le acercó enseguida para ayudarlo a levantarse, pero Saúl se hizo hacia atrás— ¡La leíste! —Se hizo bolita en el suelo, conteniendose para no llorar de vergüenza.

A Mark poco le importó que Saúl estuviera deseando morir para dejar de sentir vergüenza así que lo tomó de la mano para que se levantara, fue algo complicado porque Saúl no quería levantar la cabeza, así que lo terminó jalando de los brazos.

—Salma me agrada —comentó Mark, cuando Saúl estuvo de pie.

—¿En qué capitulo vas? —le preguntó aterrado. Solo le quedaba rogar para que Mark no hubiera llegado todavía a la luna de miel de Matt y Salma.

—En el último. —Saúl quiso ponerse a llorar, de nuevo—. Es una historia muy entretenida, pero no me gustó que Iker perro muriera, era mi segundo personaje favorito.

Saúl se abrazó a si mismo y le dió la espalda a Mark. Maldijo el momento donde creyó que escribir esa historia era buena idea, y se maldijo más a él por creer que sería imposible que Mark se encontrará con la historia. Todo lo que escribió delataba su poca experiencia en las relaciones y lo mucho que podía llegar a idealizar a alguien con solo haberle visto unos segundos, al poner las cosas bajo esa perspectiva sintió que su historia era como equivalente a admitir abiertamente que era estúpido.

—¿La leíste toda? —Mark respondió con un tranquilo «ujum». Saúl lentamente se giró para verlo— ¿No te saltaste ningún capítulo? —El mayor negó—. ¿Y aún así te gusto?

—Sí. —Antes de que pudiera decirle a Saúl que le dió gracia como escribió a Patillas como una loca roba novios, éste se lanzó a abrazarlo.

Mark podía hacerse una idea del porque el repentino acercamiento físico, por lo que se dió la libertad no solo de corresponder al abrazo, también presumió de su fuerza física al cargar a Saúl de manera en la que sus rostros estuvieran a la misma altura.

El rubio nunca se pensaba las cosas más de dos veces, así que no hubo razón para pensar de más a la hora de besar la frente de Mark para segundos después abrazarlo por el cuello, dejando su cabeza al lado de la del mayor, rompiendo con el contacto visual.

—¿Te gusta que te abracen? Porque a mí me gusta mucho —dijo Saúl, arreglándoselas para envolver la cintura de Mark con sus piernas—. Si no te gustan los abrazos vamos a tener muchas peleas de pareja.

Mark se tomó con gracia la forma en la que Saúl se le enganchó, por lo que después de soltar una pequeña risa, alzó ligeramente los hombros a modo de contestar su pregunta.

—La única persona que me abraza es mi mami —respondió el mayor.

—No menciones a tu mami en un momento así —pidió Saúl—. Se supone que nos estamos poniendo románticos.

—Bien, perdón, no lo vuelvo hacer —juró Mark, imaginando que si Patillas lo hubiera escuchado se hubiera burlado de él por dejarse dominar—. Lo que pasa es que no sé ser romántico, el experto eres tú, no por nada escribiste los ochenta y nueve capítulos más románticos que leí hasta ahora.

—¿Te estás burlando? —exclamó apenado, sintiéndose peor cuando la respuesta que le dió Mark fue una risa.

Mark lo sujetó con fuerza antes de comenzar a caminar, haciendo que Saúl dejara de sentirse tan cómodo.

—No quiero ir a casa —comentó Saúl.

—¿Quieres ir a la mía? —le propuso Mark, pero el contrario negó.

—No te burles, pero quiero que sigamos con nuestro tiempo a solas —respondió él. Como Mark no detuvo sus pasos, se imaginó que, en esa ocasión, no le iba a cumplir el capricho y seguía su camino hacia el metro.

El rubio no estaba ni un poco preparado para mirar al lugar al cuál Mark lo llevo, incluso se sintió mal por emocionarse al leer en letras iluminadas «Motel Tanga Rota».

—Es un lugar muy higiénico —informó Mark, antes de bajarlo para adentrarse al lugar. Saúl lo siguió de inmediato.

—¡¿Y tú como sabes?! —exclamó, a lo que Mark respondió con la verdad y era que Patillas se lo había asegurado— ¿Y a qué venimos? —preguntó al cruzar la puerta, con una falsa inocencia que nadie (más que Mark) sería capaz de creerse.

Para sorpresa de Saúl, al prestarle solo un poco de atención a su alrededor, divisó a Patillas, el cuál trapeaba el piso con mucho entusiasmo. En cuanto Patillas los vió, sonrió y fue rápidamente detrás del mostrador.

—¿Cómo andan? Además de guapos —les dijo Patillas—. ¿Que les parece mi nuevo trabajo? Mi tío Sergio es genial y me contrató como recepcionista. Llevó trabajando aquí una semana y la gente es muy amable conmigo. ¿Quieren un cuarto? Les juro que los dejó muy limpios.

—¿Los recepcionistas también limpian?

—Solo los que queremos un aumento —respondió Patillas, sin borrar su sonrisa—. Tengo libres tres cuartos que les pueden gustar. Uno tiene vista al lado bonito de la calle y otro un colchón de agua.

El mayor escogió la habitación con el colchón de agua y Patillas tuvo que obligarse a no reír al ver la cara de emoción que tenía Saúl, jurando que después le haría burla con eso.

Poco después de que la pareja entrara a su habitación, Patillas recibió una llamada a su móvil. Casi se atragantó con su propia saliva al ver qué la llamada era de Yasuri.

—¿Que paso, corazón de melón? —le preguntó en cuanto contestó.

—Oye, ¿Saúl y Mark están contigo? No contestan las llamadas —habló la mayor al otro lado de la línea—. Corina y mi abuelo están a nada de un colapso nervioso.

—No te preocupes, mi amada, están aquí en el motel donde trabajo —informó Patillas, sonriendo coqueto aunque Yasuri no pudiera verlo.

—¿Fueron a visitarte a tu trabajo a esta hora?

—No, pagaron para entrar a una habitación —aclaró él—. Tienen buenos gustos, pidieron una cama de agua.

—¿Puedes mandarme la ubicación? —pidió Yasuri, sin ningún tono en específico.

Pastillas respondió con un «Claro, querida» antes de darle la dirección a Yasuri, después de eso, ella finalizó la llamada.

—La traigo loca —se dijo a si mismo Patillas, sonriendo cómo quien tiene a las personas haciendo fila.

Por su lado, Saúl estaba parado al lado de la puerta de la habitación, mirando impaciente a Mark, el cuál estaba sentado en una esquina de la cama y se quitaba los zapatos.

—Siempre quise una cama de estás —comentó Mark, mientras se acostaba y tapaba con la cobija a la vez—. Nunca la tuve por miedo a pincharla mientras dormía. ¿No te vas a acostar? —Su mirada carente de segundas intenciones hizo que Saúl cayera en cuenta que Mark únicamente quería dormir a su lado.

Sin prisa, Saúl se dirigió a la cama y se acostó. Mark, sin ningún aviso, le puso la cobija encima y lo abrazó, cosa que no le desagrado ni un poco al rubio.

—Jamas creí que estaríamos tú y yo en una noche como está —comentó Saúl, dejándose envolver por los brazos de Mark.

Al estar tan cómodos en compañía del otro, no podían imaginarse la cara que pusieron Corina y Bonifacio cuando Yasuri les informo la clase de lugar en la que estaban.



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