✧ Navidad ✧
La Navidad en la familia Hīragi era, más que un festejo, una tradición —que seguían al pie de la letra—. Gracias a ello, en cierto punto era demasiado aburrido para alguien como Shinya.
Él hubiese preferido una cena más ruidosa, una mesa dulce o algo por el estilo. Pero fue algo tan simple como comer el pavo que preparó su madre, tomar un poco de sidra de manzana y hablar un poco en la sobremesa con sus dos hermanas; puesto que sus hermanos eran unos amargados y se fueron, y sus padres estaban demasiado cansados.
Al final, un poco antes de las once, todos estaban en sus respectivas habitaciones; posiblemente durmiendo. Pero ese no era el caso de Shinya.
Estaba más despierto que nunca, con la cara casi pegada a la ventana que daba hacia la calle, con el celular entre las manos, esperando una señal de vida por parte de su amado.
Faltaban exactamente cinco minutos para la una de la madrugada, pero Guren no le había enviado ni un mensaje.
—No te comportes como un adolescente hormonal, Shinya —se dijo a sí mismo, sin importarle el hecho de estar hablando solo—. Tal vez se quedó dormido, tuvo algún percance, se olvidó o...
«Simplemente no quiso venir», completó en su cabeza. Realmente no le hubiese gustado decir eso en voz alta.
Y cuando se decidió a dormir, resignándose a verlo cuando fuera de día, una luz proveniente de afuera le hizo dar un respingo. Esperanzado, alzó su cabeza, encontrándose con lo que estuvo esperando hasta ese entonces.
Tras colocarse su abrigo, gorro y bufanda con gran rapidez, salió casi corriendo de su cuarto. Hasta que recordó que debía ser silencioso, para no despertar a sus padres.
Bajó las escaleras con sumo cuidado, abrió la puerta con cautela y la cerró de la misma forma. En menos de cinco minutos estuvo fuera, y no dudó en subirse al auto del padre de Guren.
—Pensé que no vendrías. —Fue lo único que se le ocurrió decir, mientras recostaba su espalda contra el asiento.
—Te prometí que vendría a buscarte, y aquí estoy.
El camino hasta el departamento que compartían no era muy largo, pero a ambos le pareció eterno. Shinya no habló en todo ese tiempo, siendo que era todo un parlanchín. Eso era incómodo incluso para Guren.
Había una rara tensión en el aire.
Poco tiempo después, el silencio inundó el departamento también. Mientras Shinya colgaba su abrigo en la percha de la entrada, trataba de recobrar todo ese valor que se suponía que estuvo acumulando hasta ese momento. ¿Dónde quedaron sus comentarios estúpidos y fuera de lugar? Realmente no lo sabía.
—Buenas noches, Shinya —se despidió Guren, caminando hasta su habitación y encerrándose ahí dentro.
El albino se quedó estático por unos segundos, analizando detenidamente la situación. ¿Qué es lo que estaba mal? Shinya no terminaba de comprenderlo. Pero no hacía falta comprender todo aquello, ¿no? Era cuestión de sentir que estaba bien.
Y Shinya creyó que amar a Guren estaba bien, que querer abrazarlo, besarlo... Estar con él en ese momento estaba bien. Así que se dejó llevar por sus deseos y siguió al pelinegro hacia su alcoba, se escabulló dentro de ella como cuando aún eran niños y le pedía que lo protegiera de los truenos.
—Guren~ —canturreó, mientras cerraba la puerta con uno de sus pies, que estuvieron descalzos segundos después.
Caminó con cautela hacia el otro, quien estaba a punto de arroparse para dormir. Sus planes cambiaron, y ahora miraba con evidente confusión al albino. Recargó su espalda contra el respaldo de la cama, dejando escapar un leve suspiro.
—¿Qué es lo que quieres a esta hora, Shinya? —indagó, rascándose la nuca con fingida exasperación.
—Hmm —pronunció, esforzándose por dejar la vergüenza de lado. Y lo hizo, posando sus manos sobre los hombros de Guren, impulsándose para poder colocarse con suavidad sobre su regazo. Le dedicó una cálida sonrisa, antes de decir con un tono juguetón—: Me pregunto qué~
—Shinya, basta de juegos —advirtió Guren, dirigiéndole una mala mirada a su acompañante.
—De acuerdo, de acuerdo... Estoy aquí para seducirte —dijo sin más, con una brillante sonrisa adornando su rostro—. O puedes tomarlo como tu regalo de Navidad.
«Feliz Navidad», fue lo que pensó Guren, antes de llevar una de sus manos a la barbilla de Shinya y unir sus labios en un beso.
Pero no era cualquier beso. Era uno cargado de sentimientos, esos que sentían hace mucho, aceptaron hace poco y tenían la necesidad de decirse en ese preciso instante. Sin embargo, no era momento de hablar, por lo que todo aquello se manifestó en algo tan simple como el suave contacto de sus bocas.
Ambas manos de Guren se deslizaron por el cuerpo de Shinya, hasta poder sostenerlo firmemente de la cintura. Lo que siguió después fue un apenas audible gruñido por parte del ojizarco, cuando fue atraído hacia el cuerpo del contrario, lo cual creó la ligera fricción de sus cuerpos.
Y aunque Shinya quisiera que aquello se repitiera, se suponía que él fue a seducir a su amado. Se recordó eso a sí mismo, antes de que sus dedos hicieran un seductor camino por la ancha espalda del mayor, subiendo con lentitud hasta su cuello. Acarició suavemente la nuca del chico con sus dedos, antes de subirlos hasta su cabello. Tiró con delicadeza de sus oscuras hebras, obligándolo a ladear la cabeza.
La sensible piel del cuello de Guren quedó al descubierto, por lo que Shinya decidió darse el gusto de trazar un camino de húmedos besos por esa zona, logrando que todo el cuerpo del Ichinose se erizara; lo cual dejó en claro que estaba corriendo en desventaja. Gracias a ello, deshizo su agarre en la cintura del chico, descendiendo las manos hasta sus piernas, para comenzar a acariciarlas con esmero.
Shinya no tuvo la necesidad de dejar ninguna marca, porque era consciente de que en ese momento, era suyo. Así como sabía que él era de Guren. Y no en un sentido de posesión, de dependencia. Sino algo mucho más profundo, romántico y sentimental que eso.
Guren era el dueño de su corazón, la única razón por la cual latía desbocado contra su pecho. Y quería hacerle saber que sus caricias, sus besos, su amor... Eran suyos. Quería ser suyo en el sentido más hermoso que podría tener esa palabra; en cuerpo y alma. Que lo tomara ahí mismo, que supiera que en ese preciso instante todo de sí le pertenecía. O más bien, buscaba entregarse a él; porque así lo sentía, porque así lo quería. Y porque sabía que no se arrepentiría después, que él era la persona indicada para ser la primera en su vida.
El besuqueo perduró por unos minutos más. No fueron más que besos lentos, que lograban alterar todos los sentidos de ambos, desparramar un hormigueo en sus cuerpos; terminando por calentarlos. Caricias suaves, pacientes, tentadoras. Sonrojos leves, que ninguno de los dos sabían de dónde venían y hacia dónde iban.
No se apresuraron en lo absoluto. Sacaron provecho a cada roce de labios, de manos. ¿Qué necesidad había de ser bruscos? Si tenían toda la noche para hacer el amor, aunque pensaran que no hacía falta hacerlo, porque entre ellos... El amor ya estaba hecho.
Pronto la tentación y calentura fue demasiada, y las manos de Guren pasaron de los muslos de Shinya hasta su trasero. Había perdido el juego en que el albino lo tentaba y atraía, finalmente se dejó seducir por todos los encantos que poseía. Por sus manos recorriendo su espalda y tirando apenas su pelo, por los besos en su barbilla y cuello.
Se dejó hechizar por sus ojos azules, que lo arrastraba poco a poco hacia el límite entre la excitación y desesperación, con cada mirada seductora que le dedicaba entre cada beso que se daban.
Cuando Shinya le sonrió con esa dulzura que lo caracterizaba, Guren creyó que se veía más radiante que de costumbre. No sólo su sonrisa, él. Parecía brillar bajo la luz de la luna, sus ojos parecían más azules, su cabello más suave y él se veía mucho más sensual que de costumbre. Quizás era por el hecho de que estaban cruzando la frágil línea que había después de los besos, pero se veía irresistible ante sus ojos.
Sus miradas se cruzaron nuevamente, encendiendo aún más la chispa que seguía creciendo dentro de ellos. Los labios se separaron, y lo siguiente que vio Guren fue una sonrisita cómplice por parte del de cabellos plateados, antes de que llevara a cabo las acciones que pensó que lo derretirían.
El menor llevó sus propias manos hacia la playera que traía puesta y la levantó, con tanta lentitud y lasciva que Guren se sintió desfallecer ahí mismo. La prenda de ropa estuvo fuera y fue arrojada a alguna parte de la habitación, y con ella se fue el autocontrol que el azabache aún conservaba.
Sin poder evitarlo, la yema de sus dedos empezaron a recorrer la piel de porcelana de Shinya. Pasando por sus clavículas, su pecho y estómago, estacionándose en sus caderas, donde los dedos pulgares se encargaron de seguir acariciando. Sus ojos pudieron percibir el ligero rubor que había en las mejillas del otro, quien permaneció quieto hasta el momento en que Guren volvió a besarlo; porque no pudo resistirse al ver una imagen tan ridículamente adorable, como lo era un —muy extraño— Shinya sonrojado.
El beso se vio interrumpido por Shinya, quien despojó a Guren de la remera que cubría la parte superior de su cuerpo. Cuando su torso quedó al descubierto, tuvo que contener el aliento para no suspirar. Mordió inconscientemente su labio inferior, mirando sin ninguna clase de pudor el bien formado cuerpo del chico. Sólo dejó de mirarlo para dirigir su atención a la mirada amatista de quien sonreía con suficiencia, suponía que era debido a lo evidente que estaba siendo.
—Guren... No encuentro una forma romántica de decirte esto —murmuró contra los labios del aludido, al mismo tiempo que sus traviesas manos se paseaban por su abdomen, y una pícara sonrisa se hacía presente en su rostro—. Eres demasiado caliente.
Y el que tenía los pómulos teñidos de un casi imperceptible color carmín, luego de ese comentario, fue Guren. Se limitó a esbozar una nueva sonrisa, satisfecho al escuchar las palabras del otro, que permanecía tocando su abdomen, rozando sus dedos con el borde de sus pantalones.
Los mismos fueron desabrochados por el albino, dedicándole una sonrisa maliciosa a su amante mientras bajaba el cierre. Obteniendo a cambio la fogosa mirada por parte de Guren.
—No tienes remedio, Shin... —musitó Guren, llevando una de sus manos hacia la mejilla del contrario, para acunar su lindo rostro con la palma de esta—. Ni siquiera cuando estamos por hacer el amor puedes abstenerte de hacer esos comentarios.
Después de que Shinya soltara una risita, este fue tumbado en medio de la cama con suavidad. Guren se colocó sobre él una vez que su propio pantalón estuvo en el piso, para poder hacer lo mismo con el del contrario. Y de ese modo, sólo quedaron un par de boxers cubriendo sus notorias erecciones.
Por milésima vez las manos hicieron acto de presencia sobre las pieles, las de Guren sobre las finas piernas de Shinya, toqueteando con sutileza la parte interior de sus muslos; peligrosamente cerca de su entrepierna. Y es que su piel era tan suave, que no podía evitar recorrer el bonito sendero de sus curvas, así como también con la mirada.
Shinya, por otro lado, reprimía cualquier clase de sonido extraño hasta el momento. Él tenía sus manos sobre el pecho de Guren, queriendo apreciar y sentir la suavidad y calidez que desprendía su piel.
—Sé gentil conmigo, Guren. Es mi primera vez —pidió en un susurro, antes de que la última prenda fuera empujada hacia abajo, deslizada por sus piernas y tirada a un lado, junto a las demás. Lo mismo pasó con la del azabache.
—No puedes pedirme que sea gentil, siendo tú tan provocativo —bromeó, para luego plantar un tierno beso en la frente de Shinya, quien se sorprendió ante aquel gesto—. Descuida, puedes confiar en mí.
Dichas esas palabras, Guren se dispuso a preparar a Shinya para el acto que estaban esperando por culminar hace tiempo atrás. Hizo falta mucha paciencia, saliva —a falta de lubricante—, un par de dedos y bastante voluntad para que finalmente se volvieran uno solo.
Lo primero que Shinya se dignó a articular, fue algo tan simple como el nombre de la persona que amaba, a quien se estaba entregando. Y a quien estaba volviendo loco por cada una de sus reacciones, que no dejaban de ser totalmente calientes para él.
Guren lo tomó por las caderas, posicionado entre las piernas abiertas de Shinya, para embestirlo con más facilidad. Estaba tratando de ser suave con él, pero es que verlo en esa posición, con su cuerpo perlado por la ligera capa de sudor, bajo suyo... No le estaba facilitando para nada las cosas.
No obstante, trató de distraer a Shinya de todas las sensaciones desagradables que podría estar sintiendo. Brindándole caricias envolventes, besando el punto en que su cuello y hombro se unían, sintiendo como su espalda era rasguñada por él.
Todo se dificultó cuando Shinya comenzó a soltar suaves gemidos por lo bajo, perdido entre la mezcla de dolor y placer que le estaba causando cada estocada. Porque sí, dolía, dolía demasiado; pero se sentía tan bien que no era capaz de pedirle a Guren que parara. No quería que parara.
El interior de Shinya se sentía jodidamente bien para Guren, que en algún punto su vista se nubló, el agarre en las caderas del menor se volvió más firme y los movimientos más rápidos. Los jadeos frecuentaron sus labios, mientras que los gemidos del otro inundaban la habitación, al igual que los sollozos provocados por la constante unión.
—G-Guren, e-espe... Ah, Dios, s-sólo... Ngh, t-tú... U-Uh, sigue, no t-te detengas —gimoteó Shinya, preso de la excitación, poseso del placer y el dolor mismo.
Lo único que recibía a cambio eran ligeras punzadas en su espalda baja, provocadas por Guren cada vez que empujaba contra él. Con movimientos más apresurados a cada segundo que pasaba.
Sus labios chocaron una vez más, pero en un beso que no se comparaba a los anteriores que compartieron. Era más bien provocativo, en el que las lenguas se rozaron de una forma tan caliente, que ambos casi olvidan en qué momento separarse para tomar una bocanada de aire para no ahogarse.
La ansiedad se acumuló poco a poco en el vientre de ambos, ese cosquilleo que trepaba con disimulo y era señal de que estaban decayendo en un orgasmo próximo.
Y es que no había mejor sensación que esa que sentían mientras intercambiaban fuertes respiraciones, aproximando sus rostros para la exquisita fusión de sus bocas. Con todas las emociones contrarias y propias llenándolos por completo, haciéndoles saber que en ese momento dejaban de estar separados, pasaban a ser parte del otro.
Sus miradas sólo delataban la lujuria, la pasión que los estaban llevando a desbordar del éxtasis. Así como las respiraciones se tornaban densas, los músculos respondiendo por inercia y los sonidos obscenos escapando de los labios de ambos, sin poder hacer mucho para evitar aquello.
Ambos estaban en la cúspide de placer, atrapados en una pequeña burbuja que los estaba haciendo sentir algo similar al delirio.
Una burbuja que explotó en cuanto Shinya tocó su límite, ese que Guren estaba desesperado por alcanzar. El de ojos claros se liberó con un sonoro gemido, que quiso reprimir al lastimar en vano sus labios, mordisqueándolos para eludir los deseos de seguir haciéndolo.
Guren no pudo resistir mucho tiempo más. No cuando tenía a Shinya gimiendo pausadamente bajo su cuerpo, retorciéndose de placer, arrugando las sábanas entre sus manos, mordiéndose los labios, mientras arruga ligeramente su ceño en una hermosa expresión de placer.
Al pensar que llegó a tal nivel con Shinya, casi se desvanece por culpa de las sensaciones que se depositaban constantemente en sus terminaciones nerviosas. Consecutivamente se dejó caer de lleno en las redes del placer, que no tardaron en llevarlo a lo más alto.
Y cuando todo acabó, estaban exhaustos.
Guren se acostó a un lado de Shinya, luego de que ambos se limpiaran un poco. Se arroparon con las sábanas, y no tardaron en terminar acurrucados como aquella vez en el sillón. Aunque esta vez era más cómodo, y la situación era totalmente diferente.
Compartieron un último beso. Uno más significativo, emotivo y cargado de amor. Ese amor que ninguno de los dos trataba de expresar en palabras, pero que estaba más claro que el agua.
En cuanto se separaron, Shinya se puso a pensar. Acababan de hacer el amor. ¿Qué se le dice a la persona con la que acabas de hacer eso? ¿Algo como «Hey, estuvo bien, deberíamos repetirlo», o «Gracias, eso realmente me gustó»? No lo sabía.
De pronto, una lucecita en su cabeza se prendió. Se abrazó al torso de Guren, elevó la mirada y le mostró una sonrisa, antes de hablar.
—Feliz Navidad, Guren.
Fue entonces cuando Guren llegó a la conclusión de que, si todas las navidades la pasaría de esta forma, entonces... Definitivamente amaba la Navidad.
—Feliz Navidad, Shin.
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Y bueno, esta es la parte en las que les agradezco por haber leído esta historia. Realmente me encantó escribirla, es mi primera historia Gureshin y aprecio mucho su aceptación. 💕
Así que, también aprovecharé para hacerles spam!! Pásense por mi perfil y revisen mis obras, tengo varias GureShin. 💞
Y para no extenderme más, les diré una última cosita:
¡
Muchísimas gracias por leer, bellezas!
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