✧ Cita navideña ✧
Volver al departamento con Guren, después de haber compartido una candente sesión de besos con él, no era la mejor opción. Así que, decidió irse junto a su hermana Shinoa a su antigua casa, sólo por ese día.
Más que nada porque sabía lo orgulloso y obstinado que Guren era, lo conocía mejor que a la palma de su mano. Por esa misma razón, consideró que darle un espacio para que aclarara sus pensamientos respecto a lo que pasó era lo mejor. Si lo presionaba, todo iba a terminar en un desastre. Podía imaginarse excusas como «ese beso no significó nada» o «sólo lo hice por el muérdago» saliendo de la boca del azabache, por más que ambos supiera que no fuera así.
No quería malentendidos, no quería confusiones. No eran niños, mucho menos adolescentes, como para crear ese tipo de líos y meterse en un enredo que terminaría mal para los dos. No había necesidad de perjudicarse, de apurar las cosas en vano. Todo se daría a su tiempo, con la debida tranquilidad y calma. El primer beso era un gran paso, que Shinya esperaba con ansias, pero estaba seguro de que abrumó al mayor; y por eso era mejor que se tomara todo el tiempo que necesitara.
Sus padres lo recibieron con los brazos abiertos, pudo mantener una charla amena con su otro par de hermanos y se mantuvo toda la tarde ocupado. Se quedó a cenar y, cuando la noche cayó, recibió una invitación para quedarse a dormir; no la declinó y utilizó la habitación que solía ser suya.
Y ahora estaba acostado sobre su vieja cama, con la mitad del rostro aplastado contra la almohada, mientras trataba de leer el mensaje que lo despertó a las siete de la mañana. Su vista parecía una cámara desenfocada y seguía medio dormido, pero sabía que el único loco que despertaba a esa hora —a pesar de estar en vacaciones y ser un día domingo— era Guren.
Al leer su texto, se despertó de golpe. Dio un respingo sobre el colchón, sentándose sobre ella con una gran sonrisa en el rosto. Todo rastro de somnolencia se fue, cuando sus dedos comenzaron a teclear una respuesta.
[18/12 07:02] Guren♡: Ve al gran árbol de la avenida principal, a las doce te veo ahí.
[18/12 07:05] Shinya~: ¿Es una cita?
[18/12 07:06] Guren♡: ...
[18/12 07:06] Guren♡: Sólo ve, imbécil.
• • •
Lo único que se cruzaba por la cabeza de Shinya en esos momentos, eran insultos. Maldecir era lo menos que podía hacer para expresar el odio que le tenía a su cabello, que eligió el peor momento para ponerse rebelde. Todas sus hebras estaban disparando en cualquier dirección, totalmente contrarias a donde deberían estar realmente.
Bajó a zancadas las escaleras, casi tropezándose en los últimos escalones, por culpa de su hermana Mahiru. Mantuvo la compostura, y acomodó su ropa, haciendo de cuenta que nada pasó.
—Shinya —le llamó la chica, acariciando sus largos cabellos—. Justamente iba a buscarte, quería que...
El albino suspiró, ¿por qué rayos tenía que molestarlo ahora?
—Lo siento, lo siento. Tengo que irme, estoy muy apurado. Nos vemos, Mahiru —se apresuró a decir, puesto que iba algo tarde. Perdió la noción del noción del tiempo haciendo idioteces con Shinoa.
Antes de que Mahiru pudiera reclamarle, o siquiera entender una de sus palabras atropelladas, salió disparado para llegar lo más rápido que pudiera a su apartamento.
Allí se cambió la ropa, peinó su cabello y tomó la bolsa dorada que anteriormente preparó, y procuró no olvidar nada. Miró su reloj, y se sobresaltó al ver la hora. Faltaban sólo cinco minutos para que fuera la hora acordada para encontrarse con Guren, y necesitaba al menos unos quince para llegar a la plaza principal; su punto de encuentro.
Corrió tanto como sus piernas le permitieron, y hasta que sintió una leve capa de sudor sobre su frente; puesto que no quería presentarse todo sudado, o con algún olor desagradable. Luego de recorrer varias cuadras y doblar en una esquina, las luces del gran árbol de navidad armado en medio de la calle principal casi queman sus retinas. Había llegado por fin.
Rápidamente pudo divisar al azabache entre la multitud, algo que no era nada difícil para él. ¿Cómo no notar al bonito chico de ojos amatista, en medio de tantas personas con tan poca relevancia para Shinya? Fácil, demasiado fácil.
Se acercó al muchacho que lo esperaba pacientemente, con sus manos dentro de los bolsillos de su chamarra, para evitar que estas se congelaran.
—Hola, Guren —atrajo su atención el recién llegado, alargando cariñosamente la "e" del nombre que tanto amaba pronunciar—. Discúlpame, he llegado un poquitín tarde.
«No me culpes, fue todo obra de mi estúpido cabello», pensó en sus adentros, agitando su mano enguantada frente a Guren, y poniendo esa adorable expresión que lo caracterizaba; sus ojos cerrados, una sonrisa adornando su rostro.
—Recuérdame no salir contigo nunca más —se quejó el azabache, con un notorio ceño fruncido.
—Perdón, perdón —se disculpó, luego de emitir una leve risa, recibiendo a cambio una mirada asesina por parte de su acompañante—. Tengo un presente para ti, ¿podrías perdonarme, cariño?
—No me llames así, idio...
Ignorando por completo el pedido de Guren de que no lo llamara así, envolvió su regalo en el cuello del mayor, logrando que se callara.
Al notar que era una bufanda, de un bonito color celeste cielo, un ligero rubor subió a sus mejillas. Posó sus dedos sobre ésta, sintiendo la suave textura sobre su cuello. Inconscientemente, aspiró el aroma que traía la tela consigo, tenía impregnada la misma fragancia que Shinya; dulce, encantadora y embriagante. Al igual que él, su esencia.
Mientras que Guren trataba de deshacerse de su sonrojo, Shinya estaba teniendo un ataque cardíaco por la emoción. ¡Había aceptado su bufanda sin chistar! ¡No se la quitó, y tampoco le gritó! El estado de felicidad en su ser era óptimo.
Se había tardado dos semanas en elegir el color y la lana adecuada, al menos un mes y medio en aprender a tejer y otro más para terminarla. Supo que valía la pena al ver cómo los ojos de su amor brillaban, puesto a que su expresión seguía siendo la misma de siempre; seria y estoica. Pero su mirada dulce no lo engañaba, y mucho menos sus rostro colorado.
Aunque él no se quedaba atrás, estaba ruborizado hasta las orejas. Su sonrisa se mantenía ahí, pero la brisa fría que recorrió su cuerpo no ayudaba a que dejara de temblar. Ya no sabía con certeza si lo hacía por los nervios, o porque estaba presentando un cuadro de hipotermia. Probablemente fueran ambas juntas.
Guren se percató de ello, y aunque quisiera decirle que merecía estar pasando frío por querer estar a la moda, no lo hizo. No cuando Shinya parecía estar tan feliz, no cuando él también lo estaba y no quería arruinar el mágico momento.
—Shin —pronunció, luego de chasquear la lengua. El corazón del nombrado se agitó, siendo una de las pocas veces en las que el pelinegro lo llamaba de esa forma tan dulce. Lo miró con atención, expectante por saber qué diría—. Creo que tú la necesitas más que yo, idiota.
Dicho eso, alargó ambos extremos de su larga bufanda, para así poder abrigar también a Shinya. De esta forma, sus rostros quedaron muy cerca. Demasiado cerca.
A tal punto en que sus alientos se mezclaron, y sus narices rozaron con delicadeza, logrando que los colores subieran a las caras de ambos. Acalorado, Guren apartó la mirada, la palabra vergüenza era muy poco para expresar cómo se sentía.
La adrenalina se instaló en cada una de sus terminaciones nerviosas, cuando Shinya le dedicó una dulce sonrisa. Pero era diferente. Quizás por la forma en la que lo miraba, ese preciso instante. No lo sabía, pero provocó una calidez desbordándose en su pecho, e instalándose en su corazón. Mal disimuló una sonrisa ante esa nueva sensación, sin alejarse.
—¡Eres completamente adorable, Guren! ¡Muy lindo, súper lindo, demasiado lindo! —gritó, risueño. Se lanzó sin vergüenza sobre Guren, abrazando su torso y parte de su espalda.
—Y tú eres realmente molesto —se limitó a responder.
El Ichinose no se sorprendió por la osadía del ojizarco, con algo de pena trató de apartarlo para variar y mantenerse en su papel. No obstante, se rindió pasados los segundos, siendo consciente de se sentía mejor estar abrazado a Shinya. Que se sentía mejor su cabello plateado cubriendo su cuello, su gélida nariz haciendo cosquillas sobre su piel y sus brazos abrigándolo mejor que cualquier otra cosa.
Sus manos salieron de sus bolsillos, y poco a poco descendieron por el cuerpo del chico que lo abrazaba. Inconscientemente, terminó por corresponderle, abrazando su delgada cintura; con ello logró que el cuerpo de Shinya se encendiera, y que sus mejillas no le dieran ni un descanso del rubor que lo atacaba sin piedad.
Se oyó un suspiro elevarse en el aire, proveniente de Guren. Estaba en medio de un debate interno, entre si estaba pensando en hacer lo correcto o no.
El albino se hubiera conformado con un abrazo, pero sabiendo cuáles eran sus sentimientos, Guren decidió tomar la iniciativa. No quería recordar que el primer beso que se dieron fue porque Shinya dio el primer paso, debía tomar el control de la situación.
Se separaron apenas, gracias al ligero empujón por parte del mayor. Nuevamente, enfrentados y separados por apenas unos centímetros de distancia. El vaho que de creaba al respirar, se desvanecía entre sus bocas; que esperaban ansiosas a unirse.
Sus miradas se encontraron, mientras sus rostros avanzaban inconscientemente al encuentro con el otro.
Y sucedió.
Sin dejar que Shinya dijera o hiciera algo al momento en que lo tomó del mentón, creó la exquisita fusión de sus labios.
Al primer contacto, sus labios fríos los hicieron estremecer. Se manejaron con suma suavidad, dejando que el cosquilleo que provocaba aquella acción se esparciera por sus cuerpos. Un beso ligero, los labios acariciándose y saboreándose, como si tuvieran miedo de sobresaltar al otro. Y así era.
En ese momento, para ambos, todo se puso en blanco. El tiempo paró, y el mundo se paralizó. Sólo estaban ellos dos, disfrutando del momento. Del deleite que les entregaba el par de labios contrario, al acariciarse con suma suavidad de forma coordinada.
Para ambos chicos era un momento mágico, que anhelaron desde el momento en que se vieron otra vez. Estaban saciando sus ansias. Llenándose de tibieza, al tener tal conexión.
Al apartarse, el azabache no pudo eludir la sonrisa que se formó en sus labios. La cara de Shinya era un poema, denotaba sorpresa en todas sus facciones. Guren lo miró con ternura, acariciando su mejilla, alterando nuevamente todos y cada uno de los sentidos del menor.
Volvió a atraerlo hacia él, uniendo nuevamente sus bocas, en un beso mucho más pasional; que dio lugar a un dulce jugueteo. Las manos se sumaron a aquel juego, las del ojizarco detrás del cuello del azabache, mientras las de éste se mantenían posadas sobre sus mejillas. Su tacto quemaba en Shinya, a pesar de que estuviera helado.
La presión aumentaba conforme el tiempo pasaba, la intensidad se colaba entre sus huesos.
Los labios de Guren exigieron a la magullada boca del albino, quien no se quedaba atrás, lo devoraba.
Habían dejado de lado todo lo suave, lo cual causó que pronto sus pulmones reclamaran por oxígeno. Inevitablemente, el fantástico beso llegó a su fin. Pero la magia del momento no se disipó, y juntaron sus frentes, el zafiro y amatista de sus ojos chocó. Al mismo tiempo lo hicieron sus labios, en un casto beso; el mismo que sellaba el nuevo pacto amoroso entre los dos.
—Me gustas, Guren —confesó sin pensarlo dos veces, aprovechando la poca distancia para poder observarlo detenidamente; nuevamente, reforzando el hecho de que pensaba (y sabía) que era hermoso.
—Cállate, Shinya.
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Actualización super rápida —e incluso con un capítulo más largo de lo normal— porque la inspiración llegó.
Gracias por leer. ♡
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