🍪3. Pasteles Angelicales🍪

Jack

Cuando vivía como humano tenía el nombre de Jackue Blake solía tener una familia, una madre y un revoltoso hermano pequeño. Mi vida era aburrida y monótona tenía que mantener el papel de proveedor, por lo que estaba siempre cansando a pesar de ser muy joven. Era un estúpido por no darme cuenta de lo afortunado que fui en aquel entonces.
Mi sueño era ser médico, leía cuantos libros podía sobre el tema, mi familia no era acomodada por lo que todo lo que podía conseguir era por el favor de mis patrones, hacendados que me dieron trabajo con la ganancia más baja a cambio de educación. No fueron tiempos fáciles, la guerra explotó unos años más tarde y fui mandado al frente de la batalla.

Fue mi elección, era la única forma que tenía para proteger a mi familia, no mentiré sobre lo poco que me importaba el país en el que vivía. Mis ambiciones y sueños se vieron truncados por esos bastardos poderosos que solo jugaban a ser gobernantes sabios. No tenía nada que agradecer al territorio en donde nací, más que el hecho de que alimentarían a mi familia a cambio de mi sacrificio como carne de cañón.

La guerra era una absurda combinación de escenarios catastróficos para deleite del ganador. En el campo de batalla no había la más mínima diferencia entre depredadores y presas. Por lo menos para mí todos ellos me parecían iguales, tenían los mismos cuerpos que nosotros, tenían familiares a quienes cuidar y amigos que no sabían si regresarían. Tenía muy arraigada aquella creencia, solo que con ese pensamiento no puedes hacer nada. En el ejército te enseñan a ignorar la naturaleza humana de tu enemigo, ellos quieren que sus soldados piensen que son del bando bueno luchando contra lo injusto e infestado de contaminación, pero lo cierto era que no había un bando bueno. Las líneas que separaban lo correcto de lo incorrecto, simplemente no estaban definidas completamente, al menos no para mí. Estábamos por cegar vidas humanas, ellos luchaban por causas iguales a las nuestras, así que cómo podía culparlos por intentar proteger a sus familias como yo lo estaba haciendo con la mía. Esos pensamientos no dejaban de atormentarme y a la vez ataron mis manos para no mancharlas como el resto de mis compañeros en la milicia.

Yo que había soñado con curar y proteger las vidas de cualquier humano, sin importar su procedencia, no podía simplemente tomar un arma y cegar vidas que una vez quise salvar. En lugar de apuntar a alguien con un arma, prefería mil veces preservar mis creencias hasta el final. Quizá por eso no me molesto lo que sucedió aquella vez que me convertí en un ángel.

Mi pelotón y yo habíamos logrado asegurar un pueblo ubicado en una zona estratégica del país enemigo. Pensé que se había acabado, después de eso probablemente nos dejarían descansar o por lo menos nos felicitarían al regresar, que equivocado estaba. Aquello era una guerra y si el enemigo ya no era humano tampoco lo éramos nosotros. Tomaron prisioneros, no puedo, ni quiero recordar todas atrocidades que eran permitidas por nuestros superiores. Esa fue la primera vez que aborrecí parecerme a ellos, llevar su uniforme y hasta usar su escudo, odié incluso el hecho de ser humano. Llegué a mi límite, hubo demasiadas cosas que no pude soportar así que actúe.
Decidí liberar a una gran cantidad de prisioneros, mujeres y niños, me los lleve en una noche, arriesgando mi propia vida y mi posición. Seguramente sería considerado un desertor, ¿Mi familia estaría decepcionada? Después de todo ellos tendrían que llevar esa pesada carga por mi culpa. No, ellos entenderían porque lo había hecho, esperaba que sí.

Logré poner a ese grupo a salvó, los llevé a la frontera de un país vecino al suyo, en donde podrían escapar parcialmente del tormento de la guerra. Estaban por cruzar la última familia conformada por un niño y su madre, cuando el pequeño tropezó por accidente y se lesionó una pierna. Su madre lo ayudó a levantarse, pero caminaba con dificultad y ella no podría soportar su peso si trataba de cargarlo sola. Debía actuar rápido, fui hasta ellos y subí al niño a mi espalda, alerte a su madre a correr.

Llegamos juntos hasta el paso de la frontera donde no podría seguirlos, rápidamente le devolví el niño a su madre después de ayudarlo atando un vendaje a su pierna lastimada, aunque no tenía los implementos necesarios hice lo posible para crear un vendaje improvisado que lo ayudará a caminar, estaba por despedirlos cuando de pronto escuché disparos al aire provenir del bosque. Mis compañeros se habían dado cuenta de la fuga de los prisioneros y nos estaban pisando los talones. Les indiqué se fueran corriendo hasta la frontera, pero entonces escuché el sonido del pasto y las ramas rompiéndose a mis espaldas. Miré hacia atrás un segundo y destello que indicaba un disparo me alertó, antes de que llegará hasta ellos me puse en medio recibiendo el impacto de la bala para proteger a esa familia.

Lo último que vi fue como la madre y su hijo escapaban a salvó hacia el otro lado de la frontera, mientras me encontraba arrodillado en el suelo ¿En qué momento mis piernas dejaron de funcionar? Perdí la conciencia por completo, el disparo que acabo con mi vida fue de alguien que pertenecía a mi bando y quiso vengarse por lo que había hecho al liberar a sus prisioneros. Pero, para ser honesto ya no me importaba, cuando todo se volvió oscuro, fue cuando encontré paz.
Había logrado salvar una vida, aunque no hubiera podido cumplir mi sueño estaba satisfecho, ni siquiera tenía que preocuparme por haber deshonrado a mi familia, estaba muriendo en el campo de batalla y fuera por mano amiga o enemiga, no había muchas posibilidades de que mis acciones salieran a la luz. Mi pelotón seguro ocultarían el incidente para que la opinión pública no dijera nada al respecto y culparían al bando enemigo, entonces lo más probable fuera que creyeran que había muerto en batalla con valentía y honor, una u otra solo esperaba que mi familia pudiera vivir una vida larga y pacífica al terminar la guerra.
Así fue como mi vida humana llegó a su fin.

El gran creador me despertó en mi ascenso al cielo convirtiéndome en un ángel. Él que estuvo observando todo, debió haber pasado por alto muchos de mis fallos, porque en lo personal no me consideraba una persona excepcional que pudiera merecer tal honor, aunque eso no significaba que no lo agradeciera. Por supuesto que aprecie de sobremanera la oportunidad que se me daba.

Cuando me convertí en ángel, estuve bajo la supervisión del Arcángel Gabriel como uno de sus más leales aliados. Gracias a su guía me convertí en muy poco tiempo en un ángel guardián. El tiempo paso y logre descubrir muchas cosas gracias a que permanecía entre el cielo y la tierra, cuidando de los humanos que me eran asignados. Descubrí que el niño que salvé, logró sobrevivir y años más tarde ayudó a un famoso médico, para crear un método con el que se pudieron salvar muchas vidas. Me era fascinante ver como el mundo evolucionaba después de la guerra y estaba contento del futuro que veía próximo, sin embargo, todo perdió sentido cuando supe lo que había sucedido con mi familia.

Pensé por mucho tiempo que ellos estarían bien, creía que mi hermano ya habría formado una familia y mi más grande deseo era que él y sus descendientes fueran felices en la tierra, pero nada de eso fue posible. Lo supe cuando volví a ver su rostro, él había crecido, pero no lo suficiente, no era lo que yo había esperado. Mi pequeño hermano se había convertido en un demonio que se dedicaba a engatusar y engañar a los humanos, fui ahí cuando describí, que lo que había estado deseando para él no fue más que una ilusión, que nunca se haría realidad.

Jeffrey Blake mi pequeño hermano que tenía tan solo once años cuando me enliste en la guerra, estaba frente a mí con veinte años congelados para siempre en su forma demoníaca. Hasta entonces no lo sabía y tampoco podía creerlo, él había tomado venganza por mi muerte, no solo busco y le arrebató la vida aquel soldado que me disparo durante la guerra, sino que cegó su propia vida luego de cumplir con su venganza. Lo que le había hecho merecedor de un lugar en el inframundo, convertido en un demonio.

No solo había sido mi culpa, que mi hermano acabará ahí, sino que ni siquiera podía hacer algo para salvarlo. Nuestras posiciones eran distintas, incluso más de lo que eran los bandos enemigos en la guerra. Ahora tenía las líneas que separaban a cada uno bien definidas y sin embargo no podía aceptarlo, que mi hermano fuera condenado era algo que no me podía perdonarme.

—¿Tú hermano es la razón por la que no quieres ascender y convertirte en uno de los principados o en parte de las potestades? —preguntó Gabriel una vez más, aunque él sabía muy bien todas las respuestas.

—También tengo esa duda —confesé.

Yo sabía muy bien que mi hermano era importante y que quizá la culpa que sentía por ver en qué se había convertido era una de las razones. Pero, no era todo por lo que no quise ascender a un grado superior al que ya tenía como ángel guardián, no, había algo más.

—Dígame por favor ¿Por qué usted no ha querido ascender a Serafín, aunque tiene las capacidades suficientes para hacerlo? —pregunté, aunque sabía que no me daría una respuesta de inmediato, así yo tampoco tendría porque hacerlo.

—Me atrapaste esta vez, pero pronto no podrás escapar tan hábilmente de responder todas mis dudas. Un día cuando el tiempo sea lo suficientemente bueno, te diré mis razones y entonces tú también podrás contarme sobre las tuyas —proclamó como un juramento entre ambos.

Mi mentor era admirable, un ser bondadoso y sabio. Definitivamente era alguien a quien quería alcanzar algún día, aunque por el momento solo pudiera ofrecerle mi lealtad y respeto. Mi objetivo principal era liberar a mi hermano de las garras del inframundo y para lograrlo debía seguir siendo un ángel guardián, necesitaba la oportunidad que se me daba de viajar entre la tierra y el cielo para conseguirlo.

Así pasaron los años, en todo ese tiempo no solo cuidaba de los humanos, también procuraba vigilar las acciones de mi hermano y ponerle trabas, aunque no pudiera dirigirle la palabra desde que se convirtió en un demonio, lo seguiría cuidando. No permití que hiciera daño a ningún ser vivo de la tierra, de ese modo podía evitar que su tiempo en el inframundo contaminara su alma y así asegurarme de poder salvarlo más tarde. Estuve esperando la oportunidad para poder redimirlo sin importar el costo y entonces un día esa oportunidad se presentó, debía de estar inmensamente feliz, pero lo único que podía sentir era angustia y tristeza.

Hace diecinueve años, el arcángel Gabriel me dio la misión de cuidar de una humana llama Gwyneth Kingston. La conocí desde el día de su nacimiento y estuve velando por ella todo el tiempo. Desde su primera palabra, cuando le comenzaron a crecer los dientes, la vez que quedó herida por correr en el patio de su casa, durante su primera confesión de amor en el jardín de niños y hasta la muerte de sus padres, estuve con ella y compartí momentos tanto tristes como alegres a partes iguales. Sabía todo sobre su vida y para mí fue casi como criar a mi propia hija.
Me encariñe tanto con aquella chica que incluso mientras crecía y superaba la edad que yo aparentaba, no dejaba de verla como aquella bebé que me asignaron proteger. Había tenido muchos otros humanos a los cuales cuidar durante mis años como ángel guardián, pero ella era especial. Fue la primera humana que se me asignó desde su nacimiento y por eso no podía verla de otra forma que no fuera como una hija. Otros humanos que cuide tenían más o menos la edad que yo aparentaba y algunos eran adultos que estaban al final de sus vidas cuando los conocí, quizá por eso con ninguno logre formar un vínculo tan fuerte como el que sentía con Gwyneth. Aunque por supuesto era un sentimiento unilateral, pues como su ángel guardián era invisible para ella pese a estar siempre a su lado.

Sabía muy bien cuales eran las reglas del cielo establecidas entre ángel guardián y protegida humana, pero cuando me entenderé de lo sucedido. De su encuentro con mi hermano Jeff y de las intenciones de este, no lo pensé dos veces, había decido intervenir sin importar las consecuencias. Cuando me di cuenta ya estaba ahí, en el pequeño apartamento que compartían Gwyneth y su hermana Gwendolyn, con una espada apuntando al cuello de mi hermano que tanto esfuerzo me había costado proteger durante años. Estaba ahí y trataría de arreglar nuevamente una de sus tantas equivocaciones.

—¡Ah, me duele la cabeza! —Gwyneth pego un gritó despertando del hechizo.

Jeff quiso llegar hasta ella, pero me interpuse en medio. No quería que le siguiera causando problemas, aunque una parte de mí intuyó que no resultaría sencillo separarlos. Menos cuando Gwyneth sabía que Jeff era un demonio y aun así había decidido que él permaneciera a su lado.

—¿Qué síntomas tienes? Déjame revisarte —le pedí tomando sus manos, pero al parecer la asusté porque se alejó abruptamente de mí.

—¿Quién eres? —me interrogó, alejándose por insisto, apartó mis manos de las suyas y dirigió su mirada hacia mi hermano—. ¡Jeff! —exclamó levantándose del sofá para ir hacia él.

Jeff extendió una mano hacia ella y una vez que la alcanzó, escondió a Gwyneth detrás suyo como si quisiera que ella me percibiera como su enemigo. Estaba ahí parado frente a ambos y con un ambiente más denso, del que me gustaría haber percibido. Mi hermano estaba actuando extraño, no solo tenía la insolencia de atentar contra la conciencia de un humano e intentar controlarla, sino que también ocultaba sus verdaderas intenciones bajo un manto de ingenuidad. Había hecho de mi protegida su leal amiga, y eso no dejaba de molestarme. Él solo era un demonio queriendo arrebatarle su alma y aun así había conseguido su total confianza.

—Lamento sorprenderte —me disculpe suspirando mientras me quitaba el casco que llevaba puesto—. Mi nombre es Jackue Blake y soy tu ángel guardián, por favor déjame ayudarte y eliminar a este fastidioso demonio ahora mismo.

Me presenté y comuniqué mis intenciones con claridad hacia ella. Soy quien más conoce de Gwyneth, así que sabía lo racional y comprensiva que era, estaba seguro que entendería la situación y me permitiría liberarla de una vez por todas la inoportuna presencia de mi demoníaco hermano. Por esa razón y sin antes esperar una respuesta me acerque a ellos y volví apuntar mi espada hacia Jeff con el objetivo de que la soltara.

—¡No!

La punta de mi espada desapareció, fui lo suficientemente rápido como para hacerla desaparecer a tiempo. Cuando Gwyneth se interpuso entre el filo de mi espada y Jeff casi no pude controlar mis movimientos. ¿Qué le estaba pasando a mi querida Gwyneth? ¿Por qué actuaba de una forma tan inusual? ¿Por qué arriesgaba su vida por un simple demonio? ¡Alto! Sé muy bien que no es cualquier demonio de quien habló, es mi hermano, pero aun así me costaba pensar en la posibilidad de que ella lo estuviera protegiendo por voluntad propia. No, era imposible, debía haber un hechizo de por medio. Quizá el chocolate demoníaco todavía mantenía sus efectos sobre ella, de ser así, se me ocurrió una forma de eliminar sus efectos por completo.

—Escucha, apreció tu preocupación. Y sé que sonará extraño, pero si hay un demonio ya no me parece nada raro que también existan los ángeles —confesó, manteniéndose frente a Jeff como si fuera su propio escudo humano.

No había forma de que siguiera permitiendo eso. Y menos cuando Jeff tenía una sonrisa socarrona en su rostro, estaba apuntó de perder la paciencia cuando Gwyneth volvió a tomar la palabra.

—Aun así no quiero peleas dentro de mi apartamento. Eso va para ambos —advirtió.

Una parte de ella debía seguir consciente de su identidad, debía darme prisa y darle el antídoto contra todo hechizo conocido del mundo demoníaco. Debía usar los pasteles angelicales, una sola mordida de aquel celestial postre podía curar cualquier enfermedad y purificar su alma de cualquier hechizo.

—Toma esto por favor. Tómalo como disculpa por interrumpir de una forma tan descortés en tu hogar —le entregué una caja de pastelitos en sus manos.

En ese momento, la habilidad celestial para materializar objetos fue realmente útil. Solo debía quedarme esperando que lo comiera, ya casi era la hora en la que Gwyneth tomaba su acostumbrada merienda, así que era seguro que lo haría pronto.

—Gracias. —Ella abrió el paquete, confiada y sacó uno de los pastelitos decorados cuidadosamente con imágenes de querubines.

Una vez que lo comiera, cualquier artimaña que hubiera hecho mi querido hermano dejaría de ser efectiva en ella. Pronto podría sacarlo de ahí y reparar la situación problemática que se había dado entre ambos. Aún no sabía cómo solucionar el hecho de que mi hermano fuera castigado por prometer un deseo que no podía cumplir, pero seguro que no dejaría que tomará el alma de Gwyneth con ese objetivo. Luego de resolver el problema con la manipulación, vería el modo de ayudarlo.

—¡Genial! Ya tenía hambre —dijo Jeff.

Él le dio un gran mordisco al pastelito en las manos de Gwyneth, tomándola de la muñeca y desviando la trayectoria hacia su propia boca. Fue tan rápido e impredecible que ni siquiera yo pude adivinar sus intenciones. Se había comido el pastelito angelical, la única cosa que podría ser como veneno para los demonios.

—¡Ah! ¿Qué me está pasando? —mi hermano gritó de dolor.

Sosteniendo su estómago, cayó sentando en el sofá detrás de él. Sus cuernos de demonio saltaron a la vista y el color de sus ojos verdes se convirtieron en rojo carmín, era incapaz de seguir ocultando su verdadera forma. El pastel angelical estaba tratando de purificar su alma ya enlazada con el inframundo, lo que le provocaba gran dolor en todo el cuerpo, era como un veneno extremadamente poderoso. Muy pronto sería corroído desde el estómago, si lo dejaba como estaba.

—¡Imbécil! —exclamé abalanzándome en su dirección para abrirle la boca e intentar que lo escupiera.

—¿Qué fue lo que pasó? ¿Qué tenía ese pastel? —cuestionó Gwyneth, trayendo un vaso de agua rápidamente desde la cocina.

Su mirada de enojo y total desagrado hacía mí era evidente, de seguro creía que trate de dañarla. ¿Por qué seguía pareciendo el villano siendo un ángel? ¿Qué estaba haciendo mal? ¿Mi hermano siendo un demonio aparentaba ser un héroe ante los ojos de Gwyneth? Un sentimiento inusual empezó a brotar desde lo profundo de mi alma, quizá fuera mi lado humano que seguía consciente dentro de mí, lo que me hacía sentir algo de envidia y celos. Aquellos sentimientos que había hecho a un lado, hace mucho al convertirme en un ángel estaban siendo removidos y sacados a la superficie justo en ese momento. No era nada bueno, debía mantenerme consciente de lo que quería lograr y no de mis propios anhelos egoístas.

—Te juro que no fue mi intención —trate de explicarle.

Reuní toda mi fuerza de voluntad para lograr darle argumentos convincentes sin perder la calma, mientras trataba de ayudar al idiota de mi hermano a recuperarse.

—No hace daño a los humanos, pero con los demonios es diferente —comenté sin mucho más que decir.

Su mirada escéptica y sus ojos pardos que me miraban de manera amenazante me dejaron congelado. Jeff seguía sufriendo de dolor y ella se interesaba más por su estado que por cualquier otra explicación que pudiera darle. Era mi protegida, quien quería que pudiera verme algún día y con quien tanto había deseado poder hablar, pero lo único que había hecho cuando se me dio la oportunidad fue ponerla en peligro. La hice sentir mal y para ella era el sujeto que hirió a un amigo suyo, ¿Algo más podía salirme mal? Creó que tal vez, sí.

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